LA TUMBA DE LENIN – David Remnick

Corrían aires de cambio en 1990. Como llevado de ellos, Mijaíl Gorbachov entregó al gobierno de Polonia un voluminoso legajo de documentos con exhaustiva información sobre las masacres de Katyn, Starobelsk y Kalinin, en el curso de las cuales varios miles de oficiales y ciudadanos polacos fueron ejecutados por orden de Stalin. El sorprendente gesto del gobernante soviético, verdadero acto de mea culpa histórica, se complementó poco más tarde con las excavaciones llevadas a cabo en los lugares de la matanza por un contingente de voluntarios polacos y soldados del Ejército Rojo, quienes debieron sortear varias tentativas de sabotear las operaciones por el KGB. Todo un golpe para los defensores del viejo orden soviético: como si no fuera suficiente con los traspiés sufridos en materia internacional (derrota militar en Afganistán, insurrección de la Europa Oriental, creciente hegemonía de la superpotencia antagónica), la mencionada iniciativa de Gorbachov representaba un jalón de los más importantes en el proceso de revisión del pasado, el que los partidarios de la línea dura sólo podían concebir como un intento de difamar al Partido y al país.

La amañada versión oficial de la historia soviética perdía credibilidad a pasos agigantados. Jóvenes historiadores, renuentes a seguir los trillados pasos de sus antecesores, se sumergían en los archivos en busca de la verdad. Beneficiándose de la libertad editorial fomentada por la glásnost, reformistas y liberales podían ejercer a través de la prensa una insólita libertad de expresión. La publicación de libros de denuncia como los de Alexander Solyenitzin, Varlam Shalámov, Vasili Grossman y Evguenia Ginzburg, entre otros, contribuía a resquebrajar la monolítica consistencia del totalitarismo soviético. Faltaba la guinda de la torta. El mismo año de 1990, el borrador del primer volumen de una historia de la denominada Gran Guerra Patriótica –ad portas del cincuentenario del ataque alemán- provocó las iras de altos oficiales y funcionarios del régimen. Escrito por un equipo de investigadores encabezado por el general Dmitri Volkogonov, quien en 1988 había publicado una biografía bastante heterodoxa de Stalin (heterodoxa según los estándares soviéticos), el texto osaba indagar en las raíces del Gran Terror, que había dejado acéfalo al Ejército Rojo, y en las consecuencias del pacto Ribbentrop-Molotov. No era todo: el borrador restaba todo mérito a Stalin en el triunfo sobre los alemanes, concluyendo que la guerra había sido ganada a pesar de él (¡Blasfemia! ¡Anatema!). Era más de lo que podía soportar la facción reaccionaria, que veía cómo se le escapaba de las manos el monopolio de la construcción del pasado. Como señala Remnick, «cuando la historia dejó de ser instrumento del Partido, éste quedó condenado al fracaso».

La tumba de Lenin es la crónica de la consumación definitiva de ese fracaso, el que supuso el desmoronamiento de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría. Su autor, el periodista estadounidense David Remnick (New Jersey, 1958), se desempeñó entre 1988 y 1992 como corresponsal del periódico The Washington Post. Publicado en 1993, el libro reportó a su autor la obtención del Premio Pulitzer. Desde 1998 Remnick es editor de la prestigiosa revista The New Yorker.

El libro se nutre mayormente de la proximidad del autor a los acontecimientos. Respira en sus páginas el necesario inmediatismo de la profesión periodística, sin ser una simple recopilación de artículos. Crónica es, ya está dicho; reportaje de largo aliento, si se quiere, y de los buenos: bien hilvanado, informativo, impactante y sumamente entretenido. La tumba de Lenin consta de materiales diversos, propios de la gran historia algunos de ellos, de la historia menuda los otros. Actores y hechos de los que llegan a constar en estudios y manuales se codean con situaciones y personajes de talla menor. Impresiones, anécdotas, imágenes que capturan el color local a la manera del clásico relato de viajes (uno de los capítulos lleva el significativo título de «Postales desde el imperio») se entreveran con ilustrativos flashbacks históricos y con la relación de acontecimientos de gran envergadura: elementos todos que hacen las veces de instantáneas que reflejan eficazmente las tensiones y la inestabilidad por entonces reinantes.

El autor plasma multitud de escenas, episodios y semblanzas que configuran una valiosa panorámica de los días postreros del régimen soviético. En el muestrario de personajes tenemos a ilustres como Gorbachov y Yeltsin, Gromiko y Shevardnadze, el célebre disidente Andréi Sajarov y su mujer, Elena Bonner, Alexander Yakovlev («ingeniero de la revolución cultural conocida como glásnost»), etc. Con ellos, personajes de menor jerarquía, algunos sin otro rango que el de simples ciudadanos de a pie que de alguna manera resultan representativos de las fuerzas en pugna. Los nostálgicos y las «viudas de Stalin», por ejemplo, como el caso de cierta mujer, profesora de química y comunista acérrima, aficionada a hacer la apología de Stalin en cartas que atiborraban los despachos de los medios de prensa; una de ellas fue publicada en el órgano del Partido y se ventiló como verdadero manifiesto del conservadurismo, causando alboroto en las más altas esferas políticas. Entrevistada por Remnick en la intimidad hogareña, la impresión que provoca esta mujer es la de un espíritu pasmosamente obtuso e inficionado del más burdo antisemitismo. O el grotesco caso del abogado jubilado de Jarkov, veterano de la Gran Guerra Patriótica que entablaba una serie de querellas contra intelectuales y periódicos que osaban denigrar a Stalin; sin percatarse de la contradicción, se consideraba calumniado porque cierto periódico calificaba sus métodos de estalinistas. También los hay de otra estirpe. Brilla con luz propia un joven de nombre Dmitri Yurasov, el que a los veinticuatro años (en 1988) era conocido por su minuciosa labor de investigación en torno a las víctimas del régimen soviético, tanto reclusos como ejecutados (con un impresionante fichero de 200.000 nombres, aún tenía mucho trabajo por delante). Pintorescos resultan los sucesivos encuentros del autor con un par muy disparejo de espías jubilados, vestigios de la Guerra Fría: un tal Yevgeni Ivanov, principal involucrado ruso en el «caso Profumo»; y Edward Lee Howard, ex agente de la CIA que en 1986 desertó a la Unión Soviética.

Entre los incidentes y factores decisivos de los que Remnick deja constancia figuran los siguientes: las pugnas entre reformistas y reaccionarios; la actividad de Monumento, movimiento que promovió la restauración de la verdad histórica y la dignificación de las víctimas del estalinismo (Sajarov fue su presidente nominal); la polémica en torno a la rehabilitación de Bujarin, personaje celebrado por el propio Gorbachov; las repercusiones del desastre de Chernobyl y el estado calamitoso de Magnitogorsk, «ciudad del hierro», joya de la industrialización soviética y una enorme catástrofe ecológica; los primeros atisbos de democratización; la gradual introducción de un capitalismo mezclado de prácticas mafiosas; el fracaso del Plan de los 500 Días, programa que procuraba revitalizar la moribunda economía del país; la insurrección de los Estados bálticos y Estados meridionales, partiendo por Georgia y Moldavia; el apogeo del nacionalismo ruso y de lo que parece ser su fatal apéndice, el antisemitismo; por supuesto, el fallido golpe de agosto de 1991, aquel que protagonizaran elementos de la línea dura y que, a la vez que propiciaba la hora más gloriosa de Yeltsin, acabó por desbancar al régimen. El libro cierra con los intentos del mermado Partido Comunista por justificarse y una caracterización del imperio en estado de desintegración.

En 1995 apareció una primera edición en castellano de La tumba de Lenin a cargo de Editorial Dolmen, de Colombia. Editorial Debate pone ahora a disposición del público español una nueva traducción.

– David Remnick, La tumba de Lenin. Los últimos días del imperio soviético. Debate, Barcelona, 2011. 862 pp.

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15 comentarios en “LA TUMBA DE LENIN – David Remnick

  1. Rosalía de Bringas dice:

    ¡Ah, qué interesante este libro, el período que trata y los acontecimientos!
    A este paso, acabaremos perdiendo la poca fe que nos queda en la benevolencia de los poderosos.
    Y, una vez más, Rodrigo acercándonos a la historia cercana, con la minuciosidad y la eficacia que solo los amantes expertos saben transmitir.
    Gracias.

  2. Rodrigo dice:

    Aficionado, aficionado nomás.

    Gracias, Rosalía.

  3. Lucía dice:

    Estupenda reseña, como siempre, Rodrigo. Me has despertado el interés por un periodo
    que, a pesar de estar muy cercano en nuestro tiempo, no conozco con una mínima
    profundidad. ¿Trata sólo temas políticos o también entra en el terreno de lo cultural?.

  4. Rodrigo dice:

    Política, economía y sociedad. Estos son los temas del libro, Lucía.

  5. Urogallo dice:

    La caída de un gigante…

  6. Rodrigo dice:

    La nostalgia, Kolia, otoñal sentimiento…

  7. Urogallo dice:

    Ah, aún me parece escuchar a los bravos politruks…

  8. ARIODANTE dice:

    Con esta magnífica reseña, Rodri, creo que me quedo bastante informada. Este es uno de los libros que a pesar de considerarlos como interesantes y probablemente muy buenos en su especialidad, considero que puedo pasar sin leerlo, sobre todo si echo una mirada a mi pila de libros pendientes. ¿Por qué, a pesar de mi vertiginoso ritmo de lectura, siempre hay una pila de pendientes? En fin, es de agradecer que con todo el detalle que presentas en tu reseña, me puedo dar por enterada de lo esencial de un libro que no voy a poder leer. La Rusia contemporánea va a necesitar un lapso de tiempo muy largo, creo yo, hasta que se pueda verdaderamente decir que la democracia funciona.

  9. Vorimir dice:

    Una interesante reseña Rodrigo, de un tema más que interesante también.

  10. Rodrigo dice:

    Larguísimo, Ario.

    Gracias a ambos, Ario, Vorimir.

  11. toni dice:

    A mí también este tema me resulta muy desconocido. Tal vez algún día me anime. De todas formas he pasado un rato interesante leyendo la reseña, Rodrigo.

  12. Rodrigo dice:

    Me complace saberlo, Toni.

    Muchas gracias.

  13. José Sebastián dice:

    Enhorabuena por tan completa reseña, Rodrigo.
    Una época de la Historia fascinante, sin duda. Queda anotado. Precisamente ahora acabo de emprender la lectura de «La locura de Stalin. Los diez primeros días de la Segunda Guerra Mundial» de Constantine Pleshakov, uno de esos libros desmitificadores de la figura de Stalin y que sólo fue posible tras la caída del régimen de la URSS y la apertura de archivos hasta entonces vedados a cualquier historiador (foráneo o no).
    Saludos.

  14. Rodrigo dice:

    Interesante libro el de Pleshakov.

    Gracias, José Sebastián.

  15. José Fco. Martínez dice:

    Att. Rodrigo,

    Aunque no tenga nada que ver con el tema.

    Podrías recomendarme algún libro sobre el origen y fundación del estado de Israel.

    Quiero entender el problema Arabe-Judio, y busco libros que traten el tema desde el

    principio.

    Gracias.

Responder a José Fco. Martínez

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