LA REINA VICTORIA – Lytton Strachey

LA REINA VICTORIA - Lytton Strachey«¿Quién podía odiar a un botón de rosa?» (Simon Schama).

Una combinación de circunstancias determinó que en 1830 la Princesa Victoria fuese reconocida oficialmente como presunta heredera al trono de Inglaterra. Contaba sólo doce años de edad y era la imagen misma de la pureza y la inocencia, con lo que representaba una esperanza de regeneración para una monarquía desprestigiada por los escándalos protagonizados por sus últimos titulares. Como cualquier niña, Victoria podía ser considerada un botón de rosa; una vez crecida, cuando a su aura angelical y corta estatura añadía el atractivo de una figura esbelta, parte de la prensa la llamó la «Rosa de Inglaterra»; era, por demás, el partido más apetecido por las casas reinantes de Europa. Más tarde fue reina, esposa y madre, pero la madurez apenas hizo mella en el aire de virginidad moral que conservó prácticamente hasta su muerte. Un aire sin duda sincero y del todo conforme a su talante más íntimo, pero también un capital político del que supo obtener provecho. La propia Victoria atribuyó gran parte de su popularidad al modelo de doméstica virtud que ofreció a un país por entonces ávido de ejemplos (e inundado durante buena parte del siglo XIX por una oleada de romanticismo y sentimentalismo). Ésta es una de las facetas que destacan en la notable biografía escrita por el escritor inglés Lytton Strachey (1880-1932), miembro del grupo Bloomsbury.

Victoria fue criada en un ambiente recoleto y casi exclusivamente femenino además de germanizante, y a quienes la conocieron en la adolescencia causaba impresión de personilla tan simple y piadosa que “parecía hija de párroco alemán”. Sin embargo, satisfizo a todos cuantos pudieron verla el día de la ceremonia de coronación –en 1838- por su pasmosa dignidad, y a muchos por la sensatez con que se condujo en sus primeras intervenciones oficiales.
 
Muy pronto se manifestó como persona resuelta y vehemente, consciente además de sí misma y de su rango. En asuntos de gobierno hizo gala de «instintos de hombre de negocios». Una de las damas de su entorno la caracterizó como mujer dotada de un filamento de acero, definición que Strachey suscribe con entusiasmo. Ejemplo temprano de su firmeza fue el que no dudara en frenar los intentos de intervenir en el manejo de la política exterior británica por parte de su querido tío Leopoldo (rey de Bélgica y un verdadero padre sustituto para ella).
 
A poco de asumir como Primer Ministro, Benjamin Disraeli dio en llamarla «Reina de las Hadas»; el célebre político y escritor quedó encantado de la vivacidad de la diminuta monarca. El encantamiento fue recíproco, y el tono más que amistoso, romántico de sus relaciones se mantuvo hasta el final. Desde luego, Disraeli supo del temple de Victoria: el «Hada» tenía dientes y garras (la rosa, espinas). Entre los pasajes más notables del libro me han parecido los relativos al trato de la reina con los sucesivos Primeros Ministros, en el que se comportó con bastante volubilidad. Por lo mismo que aborrecía hasta la sola insinuación del cambio en todo orden de cosas, la alternancia de los partidos whig y tory en la conducción del país la azoraba una enormidad, y recelaba de cada uno de los nuevos jefes de gobierno. Pero, por lo general, pronto aprendía a apreciar sus respectivas cualidades, incluso a parecerle imposible el trato con otro Primer Ministro que no fuese  el de turno.  
 
Afirma Strachey que Victoria fue «el símbolo viviente del triunfo de la clase media»; su pronunciada afinidad con los gustos de esta clase, aunque amplificados según su propia posición, impuso un sello burgués a su prolongado reinado. Con todo, la mentalidad de Victoria se caracterizó por un pertinaz conservadurismo: jamás profesó demasiada simpatía para con las reformas liberales y las ideas mesocráticas, el feminismo –por ejemplo- le parecía una espantable aberración, y en distintas aristas de su conducta y personalidad no podía ser sino una genuina aristócrata.

A despecho de su fuerte personalidad, el poder de la Corona declinó de modo sostenido a partir de 1861, alcanzando al final de la era victoriana lo que hasta entonces era su punto más bajo en la historia de Inglaterra. Strachey concibe como factor clave en este proceso -no el único- el fallecimiento del príncipe consorte, Alberto, ocurrido precisamente en dicho año. La influencia de Alberto fue decisiva en el manejo de los asuntos públicos, fortaleciendo de paso la potestad del trono. Tras su deceso, Victoria abandonó el rol pasivo y marginal al que gustosamente  se había sometido, no obstante lo cual fue incapaz de obstruir la paulatina liberalización de las instituciones políticas.  

Por cierto que Alberto (alemán de nacimiento y primo de Victoria) ocupa un lugar destacado en el libro. Interesante semblanza y consideración de su rol público: de joven indolente al que la política resultaba del todo extraña, pasó a ejercer en esta esfera un papel laborioso y eficaz, convirtiéndose no sólo en administrador competente sino en artífice del poder real. Su muerte significó un duro trance para Victoria, que optó por una voluntaria reclusión; durante mucho tiempo su contacto con el público se limitó a las contadas ocasiones exigidas por el protocolo. Idealizó a su adorado Alberto e hizo un culto de su memoria, conduciéndose en adelante bajo la divisa de honrar los ideales y los gustos de su fallecido esposo.  Las residencias reales y sobre todo las habitaciones de Alberto se convirtieron en auténticos santuarios.  (Fue esta una «operación de embalsamamiento» -la expresión es del historiador Simon Schama- que alcanzó rango oficial y que a la larga produjo un hastío generalizado.) La vida de Victoria se encaminó en una «eterna y deliciosa repetición de acontecimientos absolutamente triviales», sólo interrumpida por las labores oficiales que nunca descuidó; a ellas destinaba largas horas, mecánicamente programadas. Finalmente, a edad avanzada abandonó su relativa reclusión; si por entonces era de (casi) todos respetada, con sus apariciones en público y el rigor moral de su vida concitó universal estimación. Para sus complacidos súbditos, Victoria se erigió en la personificación del boyante Imperio Británico, al tiempo que el prestigio de la corona –que no su poder efectivo- adquiría niveles casi místicos.
 
Se trata en mi opinión de un libro escrito con equilibrio entre compromiso emocional y distanciamiento, en que los toques de ironía contrastan con el tono admirativo. El énfasis de la biografía está puesto en la dimensión pública del personaje. Si he de fiarme en la traducción (en mi caso, la de Editorial Sudamericana, año 2000) y en la fama del autor, debo decir que el libro me ha parecido formalmente impecable además de entretenido. Una lectura en verdad gratísima.
 

– Lytton Strachey, La reina Victoria Otras ediciones disponibles:
Lumen, Barcelona, 2008. Edición de bolsillo, 400 pp.
El Ateneo, Buenos Aires, 2004. 272 pp.
Valdemar, Madrid, 1998. 288 pp.

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79 comentarios en “LA REINA VICTORIA – Lytton Strachey

  1. Javi_LR dice:

    ¡Nuestra reseña 1000!

    ¡Fantástico, Rodrigo! Y con un estupendo texto de tu parte.

    Un abrazo.

  2. Rodrigo dice:

    ¡Eeeeeh! Soy el millenium man…

    Muchas gracias, Javi.

  3. Urogallo dice:

    El blog de las 1.000 reseñas.

    Y se elige un personaje curioso. Todos empleamos el adjetivo «Victoriano», ¿Y quién conoce a Victoria?.

  4. Rodrigo dice:

    Ése es el enfoque, Uro. Demonios. Enfoq

    ¿Quién la conoce?

  5. Rodrigo dice:

    (Maldición, maldición, maldición.)

    Enfoque, reclamo, gancho…

    ¿Quién la conoce?

  6. Urogallo dice:

    Yo espero que la conozcan Philippe Alexandre y Béatrix de L’Aulnoit, autor de Victoria (1819-1901). Reina y Emperatriz. Lo tengo empezado, y nunca encuentro tiempo de terminarlo.

  7. Rodrigo dice:

    (Por supuesto, lo mejor es nunca generalizar.)

    Pues ya nos contarás qué tal ese libro, Uro.

  8. ARIODANTE dice:

    ¡¡¡Bravo, bravoooo!!!! ¡¡¡Bien por la milenaria reseña!!! Enhorabuena, Rodri, ya sabes que este libro me encantó cuando lo leí, me gusta mucho como escribe Lytton Strachey y el tema, la reina y emperatriz de la India, (que nunca la visitó, por cierto) es muy atrayente. Rule, Victoria! ( Rule, Britannia! Britannia, rule the waves:
    Britons never will be slaves….como dice el poema)

  9. Rodrigo dice:

    Muchas gracias, Ario.

    Es un honor para mí, por supuesto, contribuir con la milésima entrada de este grandioso blog.

    ¡Hurra por Hislibris!

  10. Urogallo dice:

    Que bueno lo de «Presunta heredera”. Por que según el derecho sucesorio británico, solo un varón puede ser heredero “forozoso”.

    Interesante la identificación de Victoria con la clase media, y la falta de brillo verdadero en las artes durante su reinado. En su juventud con Alberto, trató de seguir la ola de romanticismo y deliciosa frivolidad que triunfaba por entonces, pero rápidamente pasó a encarnar el aburrimiento, la mediocridad y los gustos rutinarios de la clase media a la que gustaba mirarse en el espejo favorecedor de Victoria.

    Había pasado la edad de los armiños y las espadas, y tal vez por eso, los ingleses los amaron más que nunca, reconstruyendo su pasado en un intento de glorificación constante que llega a nuestros días.

  11. Rodrigo dice:

    Interesante. Menos mal que acerté al poner «presunta heredera».

    En todo caso, no estoy de seguro de coincidir contigo en lo de la falta de brillo artístico en la época. Ahí están los prerrafaelitas, los poetas victorianos, una serie de estupendos novelistas, el auge de las artes aplicadas representado por el Arts & Crafts (William Morris y Charles Mackintosh son nombres imprescindibles) y seguramente otros ejemplos que se me escapen…

  12. ARIODANTE dice:

    Si, Rodri, tienes razón, efectivamente había toda una panoplia artística victoriana, como caracteriza los largos periodos de paz; pero también es cierto lo que apunta Uro: es el reinado de la clase media, de la moderación, de la medianía. No fue precisamente el momento de más brillo artístico. Ni los prerrafaelitas fueron sublimes, a pesar de ser en algunos casos deliciosos, ni el movimiento del Arts & Crafts pasó de un movimiento insular, ya que el verdadero boom del modernismo lo lideró Francia con un impulso expansivo mucho mayor, e incluso el movimiento de Secession en Viena tuvo más importancia.
    En mi opinión fue la literatura británica victoriana la que tuvo verdaderos fuera de serie, ya que Dickens, Stevenson, Conan Doyle, Conrad, y una larga lista son precisamente muestra de ello. Todos ellos, firmes exponentes de la clase media (aunque luego recibieran su título correspondiente).
    Y por otra parte, lo más destacado, por encima por supuesto del arte, fue la gran expansión colonial británica, tras la derrota de Napoleón, y una era de descubrimientos geográficos, además del despegue industrial y científico-técnico británico.

  13. Rodrigo dice:

    Claro, Ario, pero yo no he dicho que fuera el período artísticamente más glorioso de todos, sino que no le faltó brillo artístico, nada más. Dentro de lo poco que entiendo de estas cosas, supongo que los prerrafaelitas son menos importantes que artistas de la época anterior como Turner, Constable y Girtin, pero no carecen de todo mérito. Y el Arts & Crafts resulta un movimiento secundario en comparación con los grandes períodos artísticos pero no es como para negarle toda importancia, y ya dice algo el que tuviera una ramificación estadounidense y que precediera a las variedades del modernismo continental.

    Cierto, la novela fue la que consiguió sus mayores logros, y es una disciplina artística, ¿no? Tampoco es que haya discutido la premisa sociológica. De hecho, entiendo que el triunfo de la novela refleja el de los valores de la clase media. La novela es el más burgués de las artes literarias.

  14. ARIODANTE dice:

    Efectivamente, Rodri, efectivamente. Estamos de acuerdo, por supuesto.

  15. Urogallo dice:

    Una gran literatura, pero una literatura que podía permitirse el lujo de ser una literatura burguesa. No en vano Conan Doyle es el mayor legado de la era.

  16. Rodrigo dice:

    Esteee… ¿Mayor que Dickens, Thackeray, George Eliot o Th. Hardy, que son también escritores muy burgueses?

  17. Urogallo dice:

    Hombre, a mí me resulta menos aburrido. Creo que deberíamos reivindicarlo. Propongo empezar a hacerlo ahora mismo, que ya no tenemos que pagar derechos intelectuales.

  18. Rodrigo dice:

    Ah, bueno. Eso es otra cosa.

    Tratándose de reivindicar a Conan Doyle, Ario ha hecho lo suyo con la reseña de «La tragedia del Korosko», aquí mismo en Hislibris.

  19. ARIODANTE dice:

    Ojo: a mi Conan Doyle me parece un escritor fabuloso, pero no lo calificaría como «el mayor legado de la era»; En una época con tantos escritores destacados, es muy dificil elegir. Pero para mi, Conrad es mayor exponente que Doyle. Y no olvidemos a Stevenson! Y a Dickens…Formarían una tetrarquía muy igualada, me parece a mi.

  20. Urogallo dice:

    A nivel de cultura popular Ario, a nivel de cultura popular. Ya se que adoras a Conrad, pero aparte del Nostromo de Alien, anda un poco floja la cosa para él en relación a impacto popular.

    Reconozcamos que cuando la gente piensa en la época victoriana, recuerda los decorados de las pelis de Sherlock Holmes.

  21. ARIODANTE dice:

    Vaale, vale. Pero hay que ir cambiando los gustos populares. No podemos dejar las cosas siempre igual, ¿no crees? En su momento, Conrad fue muy leído, y Stevenson, y no digo nada de Dickens. Yo creo que si hay un autor popular, es Dickens antes que nadie. A mi Dickens me resulta pelín empalagoso, (un poco como George Cukor en cine) a pesar de que lo considero muy bueno retratando su época, por supuesto, y retratando el lado triste de la sociedad. Claro que frente a Sherlock Holmes su liderazgo se tambalea, pero justamente al propio Doyle lo que le parecía menos representativo de su obra, es Holmes. Y lo dice él, ojo, no yo. Cualquier dia reseño su autobiografía.

  22. farsalia dice:

    Wilkie Collins, señores, ese sí que fue popular en su época…

  23. ARIODANTE dice:

    Mira, nos habíamos olvidado de Collins; pues si, fue muy popular. Él y Dickens escribieron varias obritas al alimón. (No es lo mejor de ambos).

  24. Urogallo dice:

    Conan Doyle también creía en las hadas Ario.

  25. ARIODANTE dice:

    Si, en las hadas y en los espíiiritus. Baste ver los últimos años de su vida, que se dedicó casi exclusivamente al espiritismo.

  26. Derfel dice:

    Quizá estéis diciendo lo mismo: aunque hubiese escritores superiores, Sherlock Holmes es el personaje literario más representativo de la época y, sin duda, la mayor creación de ACDoyle, mal que le pesase al autor.

    Este punto creo que no admite discusión.

  27. Derfel dice:

    ¿Otra vez poniéndote chula conmigo?

  28. ARIODANTE dice:

    ¡¡Jajajaja!! ¿Con quién, si no?

  29. Rodrigo dice:

    Para ser franco, Ario, compañeros: si ya me da algo ver a Doyle junto a Dickens, ponerlo al nivel de Conrad (que en realidad es posvictoriano)…

    No, en serio. En mi opinión, por más que me guste leer a Doyle y a Stevenson –sobre todo al segundo-, ninguna de sus obras está al nivel de cosas como “Middlemarch” (G. Eliot) o “La feria de las vanidades” (Thackeray): novelas bastante más ambiciosas y profundas que las de aquellos escritores, por entretenidas que sean. Añadiría a Wilkie Collins, que dejó al menos un par de novelas verdaderamente sensacionales pero a mi juicio inferiores a las que he mencionado. El supuesto es, claro, no igualar popularidad con calidad.

    Ni qué decir que Conrad los superará a todos ellos.

    (Si gustan, lo último ya me lo achacan a parcialidad de hincha=forofo.)

  30. farsalia dice:

    Oh, Thackeray y La feria de las vanidades, qué grande…

  31. ARIODANTE dice:

    Bueno, Rodri, no te exaltes: Mira lo que dice wikipedia:
    «Thackeray es considerado como el segundo mejor novelista de la literatura victoriana, después de Charles Dickens, pero actualmente es menos conocido que éste y usualmente su obra más leída es La feria de las vanidades»
    Aunque sólo le he leído «Barry Lyndon», ciertamente, he de decir que es un grandísimo escritor. De George Eliot he de reconocer en público que no he leído nada.
    Por los años en que vivieron y desarrollaron su obra, efectivamente Dickens, Thackeray y Eliot, son más victorianos que Stevenson, Doyle y Conrad. Y por su obra, intuyo que también. Aunque no te guste Dickens, es inevitable colocarlo ahi.
    El siglo XIX es Victoria en su totalidad (bueno, salvo diecinueve añitos de nada), lo que da para mucho. Los últimos años de su reinado también pertenecen al victorianismo, con lo que incluir a Stevenson, Doyle y Conrad no es una herejía, en mi opinión. Que no son los más representativos, vale, pero todos ellos nacieron a partir de 1850, y pertenecen, por tanto, al siglo.

  32. Rodrigo dice:

    Copiándole a Urogallo, yo diría que gente como Collins, Stevenson y Doyle eran escritores populares y entretenidos, que además podían permitirse el lujo de escribir bien.

  33. Urogallo dice:

    Bueno, Doyle es Victoriano, Eduardiano, y de la edad de plomo que sigue al brillo de Eduardo…Pero su personaje es plenamente victoriano, y a veces se atreve a ser un poco eduardiano. Con profunda mirada critica, claro.

  34. Rodrigo dice:

    Pero Ario, si no he dicho que no me guste Dickens, al contrario. Lo que digo es que Dickens es superior a Doyle (en mi opinión).

    En cuanto a Conrad: es que sólo dos de sus novelas importantes las escribió y publicó en vida de Victoria (me refiero a «El corazón de las tibieblad» y «Lord Jim»), y ya en las postrimerías de la era victoriana. El grueso de su obra es posterior. No sólo cronológicamente, diría yo.

  35. Rodrigo dice:

    Arioooo, tampoco he dicho que Colins, Stevenson y Doyle no sean victorianos. Al compararlos con los otros, el criterio era «calidad», no «época».

    (Uy, «tidieblad»… ¿Qué es esto?
    Obviamente, lo correcto es «tinieblas».)

  36. ARIODANTE dice:

    Bueno, bueno; vamos aver si nos entendermos. Lo que yo diría es que pertenecen a categorias diferentes, nunca se me ocurriría comparar a Dickens con Doyle, desde luego. Ni a Thackeray. Son distintos niveles. En cambio, sí situararía a Wilkie Collins en una categoría parecida a la de Doyle. Todos dentro del victoianismo, que es muy amplio y los abarca. El espíritu del victorianismo estaba en sus corazones. (uy, me estoy poniendo poética, jajaja) Y nos hemos olvidado de Kipling…

  37. ARIODANTE dice:

    Se nos solapan los mensajes, jajaja; bueno, yo me voy a hacer la siesta y luego sigo, que ya estoy algo cansada. Si estamos de acuerdo, Rodri; lo que pasa es que me gusta meter baza, ya sabes. Y esta es la reseña milenaria, asi que,¡hay que darle caña!

  38. Rodrigo dice:

    … Las hermanas Brontë o Elizabeth Gaskell…

    Creo que ya nos entendemos, Ario. A Collins y Doyle sumemos Stevenson.

    Concuerdo con Uro y Derfel en que Sherlock Homes es un personaje victoriano. No sé si el más representativo de la época, pero sí muy victoriano.

  39. Derfel dice:

    Yo creo que se está subestimando un tanto a Stevenson: «Dr. Jekkil y Mr. Hyde» y «La isla del tesoro» son novelas enormes.

    Quizá su brevedad y su fama de «novelas juveniles» hagan que no se les trate a la altura de otras, pero para mí están a años luz de, por ejemplo, Barry Lindon o las de George Elliot.

  40. Rodrigo dice:

    Bueno, Derfel, ahí sí que no coincidimos, y mira que no me disgustan las novelas que has mencionado. «Dr. Jekyll y Mr. Hyde» es bastante compleja y no es cosa de despacharla como novela juvenil, sin más. Se presta para muchas interpretaciones pero, alegórica y todo, no creo que esté por encima de «Middlemarch» (menciono ésta porque es lo único que conozco de George Eliot); lo de «Barry Lyndon» es otra cosa: pienso que el punto de excelencia de Thackeray está en «La feria de las vanidades». La complejidad de «Dr. Jekyll y Mr. Hyde» es más que nada de interpretación: lo que hay es que se discute qué diablos quería decir Stevenson y cuál es el nivel de la metáfora o alegoría (social, moral, metafísico). A mí me parece menos satisfactoria e incluso mucho menos estremecedora que una buena novela a secas, sin apellido de género. Creo que es de un nivel equivalente al de «Frankenstein», también una novela de relevancia alegórica que se juega conceptos trascendentales sobre bien y mal y otros, así y todo no tan lograda como novela. La importancia de ambas reside más que nada en la cosa «tesística» (opino).

  41. Akawi dice:

    ¡iPido paso!!

    Quiero felicitar a mileniunman por su estupenda reseña y tomo buena nota del libro. Me parece muy interesante.

  42. Rodrigo dice:

    Adelante pues, mi estimada Akawi. Faltaba más.

    Milleniumman agradece el comentario.

  43. Valeria dice:

    Hola a todos…… Enhorabuena a todos por la reseña 1000. Me alegra, además, que le tocase a Rodri la conmemoración.
    ¡A ver cuanto tardo en ponerme al día de todo lo que me he perdido en agosto!

  44. ARIODANTE dice:

    ¡Hola, Valeria! ¡Bienvenida a casa!

  45. Valeria dice:

    Gracias, Ario. Estoy tratando de calmar el mono de hislibris, porque he estado todo el mes sin ordenador. Bueno, miento. Con ordenador, pero sin conexión a internet. ¡Ya tenía ganas de charlar con vosotros!
    Lo malo es que ahora me tengo que zambullir en el trabajo atrasado. No sólo el de acá, sino también en el curro. Pero…. ¡ya estoy aquí!.

  46. Aretes dice:

    ¡Reseña 1000! ¡Madre mía, lo que ha llovido desde entonces!

    Enhorabuena por ésta, Rodrigo, y no sólo por el colofón.

  47. Rodrigo dice:

    Encantadísimo por su regreso, queridas, que se las echaba mucho de menos. ¡Bienvenidas! Y muchas gracias.

  48. ARIODANTE dice:

    ¡No te quejarás, Rodri! Tienes aqui ya a todo el personal femenino leyéndote.

  49. Rodrigo dice:

    Milleniumman se siente todo un rey, Ario.

  50. Urogallo dice:

    …ET INDIAM IMPERATOR…RRI ( Rodericus Rex Imperator).

  51. Rodrigo dice:

    Milleniumman RRI te dará tu merecido, Uro.

    Aunque, bien pensado, el millón de euros y el viaje en el tiempo a la Roma imperial están fuera de su alcance… :-)

  52. juanrio dice:

    Hasta hoy no había sacado tiempo para leer tu reseña, Rodrigo, tan interesante como siempre y, encima, milenaria. Había varios reseñadores que merecían esa «distinción» y tu sin duda eras uno de ellos.

    Mis felicitaciones al resto de contertulios por la conversación sobre literatura victoriana. Para mi tienen una importancia esencial dos novelas de esa época, por lo que han significado en la literatura y en mi como lector. Se trata de La isla del tesoro, la novela de aventuras por excelencia, y El corazón de las tinieblas, aunque he de decir que ésta para mi es consecuencia del impacto que me causo Apocalipsis now y posteriormente conocer la terrible historia del Congo belga.

  53. Rodrigo dice:

    Muchísimas gracias, Juanrio.

  54. ARIODANTE dice:

    Una buena elección, Juanri, aunque yo siempre preferiré Lord Jim a El corazón de las tinieblas. Pero con La isla del tesoro estamos absolutamente de acuerdo: es la novela de aventuras por antonomasia.
    Feliz rentrée, Juanri! Ya se te echaba de menos por estos lares…

  55. bego dice:

    hola a todos, es la primera vez que entro, y me parecen interesantísimo los comentarios, solo quería hacer una pregunta ¿que os parece Jane Austen?

  56. Clío dice:

    ¿Y porqué se me ha pasado a mi esta reseña?.
    MIL felicitaciones Rodrigo, por la reseña, el libro que nos presentas y el debate.

  57. Rodrigo dice:

    Pues mil gracias, Clío.
    Igual, harto desviado el debate. :-)

    Bego, una vez intenté leer “Orgullo y prejuicio”, y no pude acabarla.

  58. ARIODANTE dice:

    A mi me gusta mucho Jane Austen, Bego (por cierto,¡bienvenida!). Orgullo y prejuicio, Sentido y sensibilidad, Emma, Mansfield Park…mujer, te tiene que gustar ese estilo de novela, pero vamos, en su género, es un clásico.

  59. bego dice:

    Hola Rodrigo, te quería felicitar por tu comentario del libro, pero me sorprendió que no comentaras (igual en el libro no se le da demasiada importancia) la posible influencia del primer ministro (Mr. Lamb) en Victoria, pues fue el primer guía de la recién iniciada vida política de la reina. Tras leer varios articulos al respecto, me pareció que podría haber influenciado en la línea ideológica de toma de decisiones iniciales independientemente que posteriormente se alejara de la misma…

    PD: gracias por la bienvenida…y siento haberme desvíado del tema…

  60. juanrio dice:

    Bego, lo de desviarse del tema es la especialidad de la casa, así que no te preocupes por ello. Bienvenida y que sea por mucho tiempo.

  61. Rodrigo dice:

    No, no, Bego, si no te reprochaba nada. Como dice Juanrio, desviarse es una especialidad de la casa, y yo mismo lo he hecho muchas veces.

    Lo del Sr. Lamb. Strachey abunda bastante en la relación de la reina con los primeros ministros, y me pareció que la reseña se hubiese alargado demasiado en caso de entrar en detalles.

    Saludos.

  62. bego dice:

    Gracias Rodrigo, me leeré el libro, pues llevo un tiempo interesada en el personaje. Os he conocido gracias a la búsqueda de referencias a la Reina Victoria. Realemente me ha sorprendido la educación y la afabilidad de este foro, pues a veces he querido entrar en algunos y no me parecen serios. yo solo quiero aprender y encontrar referencias para ampliar mis conocimientos. Les doy la enhorabuena a todos.

  63. Aretes dice:

    Bueno, serios, serios… en fin, es mejor desengañarse poco a poco. ;-)

  64. Clío dice:

    Aretes, no espantes a los admiradores! que tenemos una reputación, mujer! jajaja, bienvenida Bego que no te dije nada antes, pasate por aquí de vez en cuando.

  65. Ascanio dice:

    Jolín, qué buena reseña, y qué tarde la leo. Y me da mucho coraje porque me gustaría haberme metido por medio de alguno de los comentarios para chinchar, pero ahora no viene a cuento…
    Bueno, sólo quiero meterle el dedo en el ojo a Ario. ¿Cómo que los prerrafaelitas no fueron sublimes? Jesús, Jesús, esta mujer me va a matar de un disgusto (hoy llevo un día… primero Valeria y ahora Ariodante).
    ¡Y no me lleves la contraria que conozco a gente en Hacienda y hago que te inspeccionen!
    En fin, volveremos a Rodrigo para ver si así me baja la tensión. Rodri, qué reseñón y qué libro tan interesante has elegido. Y por supuesto, qué protagonista tan fascinante. A veces no hace falta escribir novelas históricas sobre determinados personajes; sus vidas son tan apasionantes que una biografía resulta mucho más atrayente que una novela.

  66. ARIODANTE dice:

    Uf, me has dejado el ojo hecho polvo, Ascanio…Pues inisisto: los prerrafaelitas no fueron sublimes. Simplemente, muy buenos. ¡Ahi va eso! Y a ver si estamos más al día, que se te pasan reseñan inolvidables,¡chati!

  67. Rodrigo dice:

    Cuánta razón tienes en lo de las vidas apasionantes, Ascanio. Y sí que echaba de menos tu defensa de los prerrafaelitas.

    Gracias por el comentario.

  68. Ascanio dice:

    Pues estoy leyendo este libro (junto con alguno más) y hay una cosilla que me llama la atención. ¿No crees que el protagonismo que se le da al príncipe Alberto es excesivo en esta biografía? Por supuesto que es una figura fundamental para entender a la reina Victoria y a toda la política y sociedad de la época, pero quizás hubiese merecido una biografía aparte.
    Me da la sensación que, hasta su muerte, el príncipe Alberto absorbe todo el interés del libro en detrimento de su verdadera protagonista, la reina Victoria, la cual aparece como una simple comparsa (o esa es mi impresión).
    Aparte de todo esto, estoy de acuerdo contigo que la visión que da de la reina es bastante equilibrada, muy lejos de una hagiografía.

  69. ARIODANTE dice:

    Yo hace tiempo qu elo leí, pero lo vi lo más normal del mundo: realmente Alberto fue el alma de la reina Victoria. La prueba es la melancolía en la que se sumió a su muerte durante años. Y Alberto tenía cosas que decir, y que proponer y que hacer, no le gustaba el papel de «principe florero».

  70. Ascanio dice:

    Sí, Ario, sé lo que quieres decir. Pero más que a la importancia del príncipe me refiero al enfoque del asunto. Verás, me da la sensación en toda esa parte del libro que el protagonista de la biografía es él, no ella. Es evidente el papel primordial que tuvo Alberto, pero no hay que olvidar que la biografía es de la reina Victoria. Por lo tanto, yo creo que se debería haber estudiado la figura de Alberto desde la perspectiva de la reina y no al revés, no sé si me explico. Que estamos hablando de la reina, no del príncipe, caray. Que quiero que me cuenten la vida de ella, y que me digan que sí, que Alberto fue fundamental, que ella no sabía dar pie con bola sin él, que era totalmente dependiente de él y de su consejo. Pero ella era la reina y, sin duda, sobre ella habría muchas cosas que contar. Durante los años de su matrimonio, Strachey no me ha contado casi nada de Victoria por ella misma, sólo me ha contado la vida de Alberto con pelos y señales y sólo de vez en cuando, me nombraba a la reina. No creo que ella estuviese anulada, ni mucho menos. Porque, por mucho que Alberto fuese quien llevase las riendas de la pareja real, no hay que olvidar que la reina era ella, y que su papel en la vida inglesa era mucho más importante que el de él. No hablo del matrimonio, hablo de la vida política y social. Strachey no me habla de ella por separado, sólo como comparsa de su marido.
    Si me dijeran que estaba leyendo una biografía de él en vez de ella, me lo hubiese creído. En toda esta parte del libro ella casi no existe, y no creo que fuese así en la realidad.

  71. ARIODANTE dice:

    Pues puede que tengas razón, chata; yo tendría que revisar el libro, porque lo leí hace ya unos cuantos años y no recuerdo detalles. Rodrigo, que lo tiene más reciente, a ver qué dice cuando vuelva de vacaciones. Alli es pleno verano, remember!

  72. Ascanio dice:

    Sí, lo rememberé yesterday, cuando vi que tardaba en contestar. Debe estar a puntito de volver.

  73. Rodrigo dice:

    Disculpa la tardanza en contestar, Ascanio. No había visto tus comentarios.

    Tienes razón en que Strachey otorga el protagonismo a Alberto en un buen tramo del libro, prácticamente hasta que muere. Un detalle que registré en mis apuntes y en el que no hice suficiente hincapié en la versión final de la reseña.

    Me parece que ese protagonismo es congruente con la percepción del autor, que considera al consorte más importante que Victoria en el desempeño de funciones oficiales. El que ella aparezca como comparsa no es accidental, sobre todo teniendo en cuenta que a Strachey le interesa más el aspecto público del asunto. No es en sentido estricto un trabajo de tipo intimista. Pero qué digo, si esto lo has visto tú misma cuando te refieres a la importancia de la pareja en la vida política y social inglesa.

    No sé si el enfoque estará lastrado de un sesgo sexista, pero la idea es justamente que el influjo de Victoria en el plano de lo público era decididamente secundario en comparación con el de su marido. Pero no porque se viese anulada sino porque ella misma prefirió cederle el rol principal; mal que mal, su concepción del rol social de las mujeres era convencional, completamente sexista. Para Victoria las mujeres debían hacer de esposas y madres y por lo mismo es que su lugar estaba en el hogar, en conformidad con lo que ella entendía como las leyes de la naturaleza. Sólo después de la muerte de su esposo y tras un largo período de luto es que Victoria abandonó su pasividad. No sin una dosis de reticencia, como a regañadientes.

    No añado una pizca a lo que decía en la reseña pero es que, la verdad, mi conocimiento del período –más bien superficial- no me permite rebatir el punto de vista o la impresión que de la reina entrega el autor.

  74. Rodrigo dice:

    A propósito. Cuando dos sucesivos primeros ministros le sugerían a Victoria poner fin al período de luto oficial y acometer las tareas pendientes, ella reaccionaba con rabia diciendo que nadie podía ser tan despiadado como para infligir más puñaladas a una mujer sacudida por el dolor. Esto lo cuenta Simon Schama.

  75. Ascanio dice:

    Gracias por la respuesta, Rodrigo.
    Eso es lo que yo quería saber; que el papel preponderante del príncipe no sólo se daba en la vida íntima sino también en los actos públicos, y que por eso es el protagonista absoluto de esa parte del libro (pienso incluso que sigue siendo el protagonista en la sombra a partir de su muerte).
    Sobre la concepción machista de la mujer, efectivamente no se puede negar que la reina la suscribía a pies juntillas. He buscado en el libro un pasaje que hacía referencia a las sufragistas (creo) donde quedaba de manifiesto esa opinión, pero no lo he encontrado. Lo siento.

  76. Rodrigo dice:

    Ah, sí. Un pasaje muy decidor: Strachey cita una misiva de Victoria en que expresa su horror ante el discurso de la emancipación y los derechos de la mujer, que considera un atentado a la femineidad y el decoro, y luego dice que a cierta señora que luchaba por el sufragio femenino habría que azotarla.

    El pasaje está en el capítulo noveno, Ascanio.

  77. Ascanio dice:

    Eso mismo era, Rodrigo. Muchas gracias.

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