LA REINA URRACA – Mª del Carmen Pallarés y Ermelindo Portela

La reina UrracaSe proponen los autores con esta obra forjar una biografía históricamente documentada y rigurosa de doña Urraca, primogénita de Alfonso VI, rey de Castilla y León, y reina ella misma de estos dominios. Fue la primera mujer en nuestra historia patria que se ciñó con una corona real.

Entraña una dificultad no menospreciable la tarea de biografiar una relevante figura femenina medieval -algo que ya fue objeto de comentario cuando se trajo a este blog el caso de Leonor de Aquitania– por la conceptuación social de la mujer frente al hombre, aunque aquella fuese una reina. Tal le sucedió a Urraca cuyo reinado, para la historiografía de la época (el arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada, la Historia Compostelana,…), no mereció más consideración que la de un lapso, un suceso accidental, un interregno en el tracto monárquico entre uno y otro Alfonso, el VI y el VII. Lo que los historiadores refieren de ella no es mucho y, aun lo que dicen, habida cuenta de su generalizada condición de clérigos por quienes las mujeres eran malquistas, encierra un velado desdén cuando no un enjuiciamiento peyorativo hacia una reina que se comportaba «tirannicer et muliebriter», esto es, de modo tiránico y mujeril. Su propio padre no la tuvo en mayor aprecio, pues aun siendo Urraca primogénita y legítima hija del monarca castellano-leonés, la doble corona estuvo reservada desde su nacimiento a Sancho, el hijo natural habido de la concubina mora Zaida, único varón que Alfonso VI pudo engendrar de cuantas esposas -cinco- y barraganas -al menos dos asiduas- ocuparon el tálamo real. Sólo la prematura muerte en la batalla de Uclés del designado sucesor devolvió a Urraca el título de infanta heredera que siempre le correspondió.

Por otro lado, las crónicas coetáneas o posteriores, como las mencionadas de Jiménez de Rada y la Compostelana, al igual que la de Sahagún, la Silense y la General, entre otras, se ocupan más de los hechos que de las personas, más de los acontecimientos político-militares de trascendencia histórica que de las cuestiones personales e individuales, por lo que en ningún caso es sencillo trazar una línea biográfica completa y detallada de un personaje, menos aún de una mujer. Para aproximarse a ello es preciso acumular datos dispersos obtenidos de los cartularios, los tumbos, los diplomarios, los privilegios concesionales y cualesquiera otros documentos recopilables, e ir concordando fechas, lugares, nombres y demás.

Esta es la labor, pormenorizada, exhaustiva, de investigación, que han realizado los autores, y el resultado una disertación más cercana a la tesis académica que a la obra literaria. Por supuesto, no se trata de una novela histórica argumentada, pero ni siquiera de la típica biografía temporalmente secuencial y narrativa de fluida lectura. Como digo, es un libro documentado, prolijo y nada trivial, al menos en apariencia, propio para los interesados en profundizar en aspectos sociopolíticos de la España cristiana durante el reinado de Urraca Alfónsez (1109-1126).

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33 comentarios en “LA REINA URRACA – Mª del Carmen Pallarés y Ermelindo Portela

  1. calimero dice:

    ¿Cree alguien realmente en las pamplinas progresistas de la discriminación a la mujer a la hora de acceder al trono?.
    Ahí están, Berenguela o Petronila (tanto en Castilla como en Aragón); Juana I y Juana II de las casas de Champagne y Evreux (además doña Blanca y doña Leonor) o Catalina de Foix…hasta llegar al reinado de la más grande, Isabel I.
    Y dejamos en el tintero a otras cuantas…pero claro más cómodo (y rentable) es seguir manteniendo cantinelas de esa índole para que unas cuantas frígidas lectoras no se incomoden.

  2. Urogallo dice:

    Sí, pero por ausencia de hermanos varones, si el hermano pequeño de Isabel Iª ( pequeño, no lo olvidemos) no llega a morir intoxicado por una trucha, ella no hubiese sido reina jamás, y por cierto, Catalina de Foix es el mismo caso, por muerte de Francisco Febo sin más hermanos disponibles.

  3. mario dice:

    ¿Sólo esas séis reinas? Pongamos que se te ha olvidado la mitad, que sean doce. Realmente ¿quién cree en esas pamplinas de discriminación si a lo largo de tantos siglos han reinado, con un amplio error, una docena de mujeres?.
    Y ya lo de «frígidas lectoras» … Sin comentarios.

  4. cavilius dice:

    Quizá quien lo ha dicho es un frígido lector que se ha incomodado…

  5. Urogallo dice:

    Curioso que no menciones su matrimonio con Raimundo, con el que se da comienzo a la Casa de Borgoña en España ( nuestros reyes borgoñones no empiezan con Carlos Iº), ni su extrañísimo matrimonio con Alfonso Iº de Aragón. Desde luego, un personaje interesante, como lo fueron casi todos los de nuestra ajetreada reconquista.

  6. mario dice:

    Y hablando de cosas serias, Anthos, enhorabuena por la reseña. El tema me parece original y muy interesante.
    No me queda claro si es una biografía novelada o no.

    Saludos.

  7. Urogallo dice:

    Se proponen los autores con esta obra forjar una biografía históricamente documentada y rigurosa de doña Urraca

    A mí me parece que no es novelada.

  8. Germánico del XIII dice:

    Yo estoy entre que flipo y me descojono…

    Buena reseña, Anthos.

    Saludos.

  9. Messala dice:

    Vaya con el exabrupto.

    Me ha dado la impresión por la reseña que el libro tiene difícil lectura, aunque se agradecen este tipo de biografías tan complicadas por la falta de datos.

    Un saludo.

  10. Anthos dice:

    ¿Que si cree alguien…? Pues sí, Calimero, sí, yo creo al menos en dos cosas: Por un lado, en la impropiedad de algunos de los calificativos que empleas (pamplinas, cantinelas) para referirte a un aspecto de mucho calado histórico como lo es el acceso de la mujer a las tareas de gobierno, en concreto a la monarquía; nada digo ya del desatino al vincular la discordante situación de varones y hembras frente a los regios tronos medievales con la anormal ausencia de deseo sexual que puedan sufrir algunas de las lectoras, bien sea de forma permanente, o bien transitoria inducida por la lectura de determinados comentarios.

    Por otro lado, en cuanto al fondo de la cuestión, creo, como apunta Urogallo, que si bien a las mujeres no se les ha negado de forma absoluta la corona real, sólo la han alcanzado en ausencia de un varón que, por su mera condición de tal, tenía derechos preferentes sobre cualesquiera que pudiera ostentar una mujer. Es, precisamente, el caso de Urraca, la protagonista de este libro, hija legítima y primogénita de Alfonso VI. Puso el rey todo su afán en tener un hijo, para cuya consecución se casó en cinco ocasiones, aunque, finalmente, sólo lo logró por medio de una concubina, Zaida o Çaida hija del rey sarraceno de Sevilla. Éste su único hijo, Sancho, por más que espurio y medio moro, era el destinado por su padre a sucederle en el trono, y así hubiera sido si no hubiera muerto a los 16 años en la batalla de Uclés (1108). Años atrás, hacia 1092-1093, había casado Urraca con el conde Raimundo de Borgoña, y fue a éste a quien su suegro entregó la soberanía de Galicia que Urraca sólo ejerció como consorte hasta el fallecimiento de su marido. Dicho matrimonio se llevó a término porque, en palabras del cronista Lucas de Tuy, «Viendo el Rey que no tenía hijo que reinara después de él, entregó a su hija primogénita Urraca al conde Raimundo, nobilísimo varón de la regia estirpe de los godos, para que de tal unión se suscitara la semilla de los reyes.» Desaparecido Alfonso VI (1109) y viuda de Raimundo desde dos años atrás, Urraca, en defecto de todo varón, asume la corona real. Pero aun entonces, la nobleza y el clero de consuno determinan -Urraca poco pudo decidir- el casamiento de la reina con Alfonso I de Aragón, «el Batallador»; en esta ocasión no con ánimos procreativos sucesorios, pues para entonces ya había tenido de su primer matrimonio un hijo (Alfonso VII) que luego le sucedería, sino por no admitir que el cetro de Castilla y León estuviera en manos femeninas, sin el amparo de un hombre aunque éste fuera poseedor de un reino ajeno, contrincante en ocasiones y abiertamente hostil en otras. El que finalmente Urraca pudiera reinar soberanamente se debió al rotundo fracaso de este segundo enlace con el rey aragonés que acabó en divorcio.

    Ha habido reinas a lo largo de la historia, por supuesto; las que Calimero menciona y otras más. Pero siempre, y vuelvo a coincidir con Urogallo, en última instancia y por ausencia varonil. Así:
    – Berenguela fue reina consorte de León por su matrimonio con Alfonso IX y regente de Castilla durante la minoría de edad de su hermano menor Enrique I. Aun siendo ella la primogénita de Alfonso VIII, sólo accedió al trono a la prematura muerte de Enrique, habida cuenta de que habían fallecido previamente los restantes hermanos (Sancho, Fernando y otro Enrique), es decir, cuando no cupo otro remedio ni solución.
    – Petronila heredó la corona de Aragón como única descendiente de Ramiro II. Su propio nacimiento no fue sino parte de la estrategia de pervivencia dinástica de la monarquía aragonesa. Hay que recordar que Alfonso I el Batallador, el mismo que estuvo casado unos años con Urraca de Castilla, murió sin descendencia y hubo que acudir a su hermano Ramiro, obispo a la sazón, para que, abandonando temporalmente su condición clerical, se hiciera cargo del trono y casara con Inés de Poitou con el único fin de asegurar la continuidad de la estirpe. Nacida Petronila, se apresuró el rey a desposarla, al cumplir un año, con Ramón Berenguer IV de Cataluña, 23 años mayor que ella. No puede decirse que fuese una reina en términos efectivos, sino un elemento ocasional de transmisión de los derechos reales.
    – Blanca y Leonor de Navarra reinaron sucesivamente pero, como todas las demás, tras la muerte de su hermano Carlos, el célebre «Príncipe de Viana».
    – Etc. etc… pues no se trata de confeccionar la nómina detallada de todas las reinas de las que la historia nos da cuenta.

  11. jerufa dice:

    ¡Que bien leerlo todo!…lo que se aprende con vosotros…

  12. Anthos dice:

    Perdona, Mario, que me haya centrado en discrepar de la opinión de Calimero y haya descuidado contestar a tu pregunta. En efecto, no se trata de una «biografía novelada». Desde luego no es novelada, pero, si me apuras, ni biografía. No se poseen datos suficientes como para hilar una biografía clásica como la que haríamos de un personaje reciente. De Urraca no se sabe con certeza ni dónde ni cuando nació. A partir de ahí de lo que se dispone es de un rimero de datos, más o menos inconexos, obtenidos de crónicas y documentos de la época o ligeramente posteriores que, concienzudamente investigados -ha sido la labor de los autores del libro- pueden ofrecernos una semblanza de la reina castellanoleonesa.

    La lectura de la obra quizás no pueda tacharse de difícil, impresión que he podido dar pie a que obtuviera Messala de mi reseña, pero tampoco cabe calificarla con propiedad de lo contrario. Si se tiene interés por el personaje central o por aquellos otros que desfilan por sus páginas, por la época, por la situación sociopolítica de la España de los siglos XI-XII, o por otros aspectos relacionados, el libro se lee con soltura y casi hasta con avidez. En todo caso no es literatura para pasar un rato de ocio de forma insulsa e intrascendente.

  13. David dice:

    Yo recomiendo el libro aunque sólo sea porque los autores fueron profesores míos en la USC. Ambos me parecen bastante rigurosos a la hora de emprender sus trabajos.

  14. calimero dice:

    Hablar de discriminación (en este u otro tema) queda muy bien, es muy progresista y al defenderlo uno, queda divinamente y muy correcto; pero…¿no parece un error de bulto el trasladar un concepto como ese -el de la discriminación de la mujer-, un concepto del siglo XX-XXI, al mundo del siglo XI-XII?. Evidentemente si. Pero esto es lo que se viene haciendo en estos días. En fin, así nos luce el pelo.
    Intentando zanjar el tema..y recordando que en la tradición española iniciada con Las Siete Partidas de Alfonso X, se daba preferencia a la sucesión de la corona a las mujeres de mejor grado; pregunto a Anthos…¿ se aborda en el libro las cuestiones relativas a Portugal?.

  15. Anthos dice:

    También sobre esto de la discriminación tengo una opinión divergente de la tuya, Calimero. A mi entender no se trata de un concepto actual sino de un antiguo y arraigado estatus al que hoy somos más sensibles y que, al menos un sector de la población, nos hemos propuesto erradicar. En los siglos de los que nos venimos ocupando, el XI y XII, la infravaloración de la mujer con respecto al hombre era mucho más exacerbada que en nuestros días, cuestión esta que ahora se tiene más presente y que forma parte de nuestras inquietudes, por lo que, sólo desde este punto de vista, cobra mayor actualidad.

    No entiendo muy bien tu referencia a «Las Siete Partidas» de Alfonso X en cuanto a la preferencia a la sucesión de la corona a las mujeres de mejor grado que apuntas. Lo que conozco de este compendio legislativo dice todo lo contrario. En efecto, en la ley 2, título 15, partida 2, se expresa: «Pero con todo eso, los omes sabios e entendidos … tovieron por derecho, que el Señorio non le hubiesse si non el fijo mayor, después de la muerte de su padre. E esto usaron siempre en todas las tierras del mundo, do quier que el Señorio ovieron por linaje, mayormente en España, é por escusar muchos amales, que acaecieron: é podrían aun ser fechos, pusieron que el Señorío del reyno heredasen siempre aquellos que viniesen por la linea derecha. É porende establecieron que si fijo varon y no óbviese, la fija mayor heredasse el reyno. É aun mandaron, que si el fijo mayor muriesse antes que heredasse, si dexare fijo, o fija, que hubiese de su muger legitima, que aquel, o aquella lo óbviese, é non otro ninguno». Lo que tienen de avanzado Las Siete Partidas es que admiten al menos que las mujeres puedan heredar el trono, contrariamente a lo que prescribía la Ley Sálica de tradición franca.

    Me preguntas, por fin, si se abordan en el libro las cuestiones relativas a Portugal. Pues sí, pero de forma colateral, pues no atañen tanto a Urraca, protagonista del libro, como a su hermanastra Teresa, hija de otra de las concubinas de Alfonso VI, Jimena Muñoz, casada con el también conde borgoñón Enrique, de quien dimana la dinastía portuguesa de los Enríquez. No sé si te interesa conocer algún aspecto o detalle concreto. Dímelo y trataré de informarte.

  16. mario dice:

    Calimero, al hablar de discriminación (en este u otro tema) no pretendo ser ni progresista, que no lo soy, ni correcta, que tampoco.
    De acuerdo que en otra época la mujer no era valorada en la misma medida que el hombre y no se puede cambiar, aunque sí imagino que tuvo su influencia en la sombra. Siempre hubo mujeres detrás de los hombres que influirían para bien o para mal (siempre éstas más recordadas), sin aparecer a menos que sobresaliesen por su personalidad de una forma llamativa.
    Cuando alguien está harto de un tema y lo desacredita de manera despectiva, es porque le afecta de algún modo negativo y entonces reacciona afirmándose más en su postura. Cada uno puede tener la opinión que quiera, el problema surge cuando al expresarla se ofende a los demás.
    En cuanto a la discriminación:
    Durante muchos siglos, la mujer era un vientre para engendrar, un objeto de placer, una mula para trabajar, un valor para vender, un matrimonio para obtener un buen trato… sin contar su opinión. Eso no es discriminación, pero sí que el hombre fuera dueño de su destino y la mujer no.
    Es curioso, pero cuanto más valora una sociedad a la mujer más civilizada es.

  17. Arauxo dice:

    Salve.

    Felicidades, querido y siempre admirado Anthos, por tu reseña. Como es habitual en tus aportaciones, brilla por su elaborada prosa, su belleza estilística, su riqueza informativa y, por supuesto, por la selección temática y cronológica. Ya sabes, Anthos, que entre los amigos de Hislibris que comparten tu afición por la Historia Medieval y, más concretamente por la de España, siempre encontrarás, oscilando entre la complicidad intelectual y el cariño personal, al insoportable protestón de Arauxo…

    Y para no desmerecer la fama que me precede, voy a disentir y –supongo- a avivar el fuego de la encendida polémica que Calimero –a quien, por cierto, aprovecho para saludar por primera vez- parece haber prendido untando con abundante brea ideológica las teas de la provocación de género (y entiéndase género en la acepción incorrecta que gustan de usar nuestros incultos politicuchos ultramodernos).

    Y lo hago alineándome –mea culpa– con los argumentos –que no con los prejuicios- empleados por Calimero. Siento tener que repetirme una y otra vez, pero volvemos a incurrir en anacronismo, Anthos y Mario. Respeto profundamente las opiniones respecto a la discriminación femenina cuando afirmas, Anthos, que no se trata de un concepto actual sino de un antiguo y arraigado estatus al que hoy somos más sensibles y que, al menos un sector de la población, nos hemos propuesto erradicar y me parece un loable empeño. Pero, aplicando un cierto rigor intelectual, no podemos erradicarlo de la Historia, aplicarlo retrospectivamente o reprochar a las sociedades del siglo XII su mentalidad medieval.

    Claro que en las Españas medievales han reinado –no como reinas consortes, sino como legítimas herederas de la Corona- muy pocas mujeres. Habéis citado la mayoría… o todas, si mi memoria no me falla (aunque tal vez habría que añadir algunos nombre de reinas regentes que, pese a ejercer un gobierno transitorio y circunstancial, debieran figurar en la Historia de España con letras de oro. Y estoy pensando, especialmente, en la figura de Doña María de Molina, dos veces regente de la Corona de Castilla -durante las minorías de edad de su hijo, Fernando IV, y de su nieto, Alfonso XI- y una de las mujeres más decididas, valientes, sensatas, firmes e inteligentes que hayan hollado nuestra Historia).

    Pero es que la civilización medieval era precisamente eso, medieval. Y, como apunta Calimero, existe una tendencia reciente –que no deriva, desde luego, de un encomiable interés historiográfico, sino del mucho más espurio interés político de baja estofa- que, soslayando las mínimas normas exigibles respecto de la honestidad científica, la ética intelectual y el respeto a la inteligencia del interlocutor, propaga consignas manipulando la Historia, inventando hechos, enjuiciando comportamientos desde perspectivas sectarias y, lo que es peor, reprochando a las sociedades pretéritas sus caducos sistemas de valores y su injusta organización social. Toda una tomadura de pelo, hablando en plata.

    Cambio

  18. Arauxo dice:

    Pues, claro. La verdad es muy simple: hasta bastante después de la Revolución Francesa, NINGUNA civilización era democrática (strictu sensu, lógicamente); hasta bien avanzado el siglo XIX, NINGUNA civilización era partidaria de la igualdad de sexos (entre otras cosas porque NO EXISTÍA el concepto de discriminación); hasta prácticamente el siglo XX NINGUNA civilización habló de justicia social; hasta mitad del siglo pasado NO se creó la UNESCO y la infancia, en términos generales, importaba un bledo porque un niño era simplemente un niño: una boca más que alimentar y unas manos más para trabajar. Y hasta muy avanzada la segunda mitad del siglo pasado NO nace el concepto de bienestar social. Y la pregunta que surge después de descubrir este nuevo Mediterráneo es… ¿Y qué?

    ¿Eran peores que nosotros los hombres del medievo por considerar inferiores a las mujeres? ¿Lo eran por no proteger a la infancia? ¿Lo eran por marginar a los ancianos? ¿Lo eran por no ser democráticos?. Creer en tal disparate es, además de una absoluta necedad, una petulancia arrogante característica del hombre occidental del siglo XXI. Puestos a enjuiciar con mirada tan anacrónica como ridícula, nosotros seríamos, a los ojos del hombre medieval, seres cobardes, afeminados, traidores, desleales, pecadores, abominables, fornicadores, monstruosos, herejes e infieles. Y en nuestra época tan civilizada hemos presenciado las peores guerras de la Historia, los peores genocidios y, en el colmo del cinismo, la mayor de las indiferencias ante multitudes de seres humanos que mueren diariamente de hambre.

    Qué queréis que os diga, que puestos a decir tonterías, me quedo con la Edad Media. Y respecto al polémico tema de la discriminación, me quedo con el medievo español, cuya legislación, a partir de la promulgación de las Partidas –el Espéculo era otra cosa- fue, durante siglos, mucho más avanzada (aplicando en el juicio, desde luego, nuestras anacrónicas categorías mentales) que la Ley Sálica de nuestra vecina Francia. Pero ¿¡¡¡¡cómo no iba a ser avanzada si el orden de sucesión a la Corona que contemplan las Partidas, es en lo que a sexos se refiere, EXACTAMENTE EL MISMO que nuestra muy moderna, democrática y superferolítica Constitución Española de 1978!!!!? Pero… ¿vamos a reprocharles a los hombres del Medievo lo que nosotros mismos no hemos sido capaces de cambiar, con toda nuestra modernidad a cuestas?

    No te lo tomes a mal, Mario, y acéptalo desde el más profundo de los respetos, pero tu afirmación de que “cuanto más valora una sociedad a la mujer más civilizada es” no trasluce sino un prejuicio cultural, producto a su vez de las categorías mentales que imperan en tu sociedad, igual que las ordalías o el tan comentado espíritu de las Cruzadas eran productos culturales de otra mentalidad… la del medievo. No, Mario, no. En las Españas del medievo reinaron mujeres como la Urraca que nos congrega; pocas, sí, con enormes dificultades, sí, pero reinaron. Y en la democrática Grecia antigua… ¿cuántas mujeres ocuparon posiciones políticas relevantes? Y en la Roma tan respetuosa con la posición social de la mujer, donde brillaron con luz propia muchas Cornelias y muchas Aurelias ¿cuántas mujeres fueron magistradas durante la República? ¿Cuántas fueron emperatrices? Y en la tan civilizada y avanzada Al Andalus ¿cuántas mujeres lograron hacer algo más que pertenecer a un harén?
    Porque la civilización islámica, Mario, fue, durante mucho tiempo, superior a la de sus vecinos occidentales y en ella la mujer NUNCA ha pasado de ser un mero objeto decorativo propiedad del varón.

    En fin, como diría la chica esta que por ahí pulula… (cómo se llama… cómo era… ¿Asconia? No… ¿Asquenio? No… ¡Ascanio, sí Ascanio!), “espero represalias.

    Saludos cariñosos. Cambio y corto.

  19. mario dice:

    Vamos a ver si no nos vamos del tema y el trancazo me permite contestarte:
    Todos los datos que aportas son válidos y aceptados. ¡Faltaría más!. La historia es como es y nadie la va a cambiar.
    Seguro que las mujeres en esas épocas no se sentían discriminadas ni se les pasaba por la cabeza considerarse de otro modo, como el hombre de Cromañón no aspiraba a más, como los exclavos negros les parecería natural ser propiedad de alguien. Cada uno vive su tiempo como una partida de cartas, te tocan jotas, pues te tocan jotas.
    A lo mejor es que tenemos distintos conceptos en lo que a «civilizado» se refiere, ¿es más civilizada una sociedad por ser más potente militarmente en su época, como Roma o Grecia? ¿o por tener conocimientos científicos como el Alandalus?
    Sí me reconocerás que, sin ser perfectas las sociedades en que vivimos (defecto, por otro lado, de la raza humana) son más civilizadas aquellas que reconocen más derechos a las personas y eliminan tópicos que en otros tiempos estaban en pleno apogeo. Yo a eso lo llamo evolucionar.
    (cosa que, por ejemplo, no ha ocurrido con el islam)
    Lo que me indigna es que se emitan comentarios de una forma tan ligera, gratuitamente, sin venir a cuento y, mucho menos, faltando al respeto.

  20. mario dice:

    Que conste que en el último párrafo no me refiero a ti.
    Saludos

  21. Arauxo dice:

    Querida Mario:

    Lamento que sólo hayas podido leer un trozo de mi comentario. Como es demasiado largo, lo he dividido en dos partes. Pero la primera está «esperando moderación«, pese a que ya he puesto sobre aviso al jefe. Espero que pronto se arregle y aparezca completo y en el orden adecuado.

    Mientras tanto, vaya por delante que comprendo tu indignación. Y quisiera dejar claro que compartir un argumento no implica compartir los exabruptos que puedan acompañarlo. Coincido con Calimero en el fondo, no en las formas. Y no te preocupes, porque no me he dado por aludido.

    Al hilo del debate que suscitas, no tengo más remedio, Mario que volver a discrepar. Dices que «sin ser perfectas las sociedades en que vivimos… son más civilizadas aquellas que reconocen más derechos a las personas y eliminan tópicos que en otros tiempos estaban en pleno apogeo. Yo a eso lo llamo evolucionar«. Pues yo no estoy tan seguro, Mario. No sé si hemos evolucionado o si nos hemos convencido a nosotros mismos de que somos muy modernos. Desde la perspectiva de los hechos -y no de las apariencias-, el siglo XX, es decir, el de la Declaración de los Derechos Humanos, de la mayor revolución científico-técnica de la Historia, del desarrollo de la medicina y de la ingeniería, del reconocimiento de derechos familares, sociales, laborales, políticos… ha sido el más violento, el más cruento, y el más terrible de la Historia. Ha presenciado las dos mayores conflagraciones bélicas y muchos otros conflictos en los que la misericordia ha brillado por su ausencia; varios intentos de exterminio de pueblos y etnias; el diseño y empleo -por primera vez en la Historia- de potentísimas armas que siembran muerte a su alrededor indiscriminadamente; guerras civiles e ideológicas que degeneran en genocidios; golpes de estado acompañados de brutales represiones; farsas políticas que han sojuzgado al pueblo, robándoles su libertad -y su dignidad- en nombre de una falsa igualdad; división del mundo en grandes bloques militares que se intercambiaban amenazas de destrucción mutua…

    Y, si te fijas, Mario, en casi todos esos epígrafes han tenido gran protagonismo las sociedades civilizadas, utilizando tu propia definición. Y todo ello adobado con la más absoluta indiferencia (siempre que los medios de comunicación no inicien, con bastardas intenciones, alguna campaña de sensibilización, para que demos algún regalito a los negritos) ante la muerte diaria de millones de personas que viven en la miseria, sin esperanzas y luchando cada minuto por sobrevivir en un mundo “civilizado” al que le importan tres pimientos los muertos de hambre…

    En fin, yo quisiera ser optimista, Mario, pero… no encuentro demasiadas razones para sentirme más «civilizado» que un hombre de la Roma Republicana, del Reino de Toledo, de la Castilla del siglo XIII o de la Francia del Rey Sol, aunque las mujeres ahora… voten (y esto es, simplemente, una sinecdoque…).

    Un saludo, como siempre, desde el mayor de los respetos.

  22. mario dice:

    Bueno, es otro punto de vista y me parece bien.

  23. mario dice:

    No me resisto, sin ánimo de ser contestona (o si):
    De acuerdo con el razonamiento de la pésima civilización.
    Pero creo que hay cosas que han ido a peor y otras a mejor, y el hecho de la igualdad de la mujer (por supuesto no en todas partes ni en la misma relación, incluso en países que lo aprueban, como el nuestro) es positivo y negar que lo hubo es absurdo, como lo es tener una cuenta pendiente por que lo hubiera (que es a lo que creo que se refería en un principio Calimero). Revivir la historia es imposible y ponernos a vengar a las mujeres de tantos siglos…
    Lo mismo me pasa cuando la Iglesia del siglo XX tiene que pedir perdón por Galileo o la Inquisición o España por la expulsión de los judíos (y menos cuando es parte de un telediario, cómo si no hubiera noticias en el mundo), no lo justifico pero a estas alturas no creo que nadie estuviera allí. Cada palo que aguante su vela y la época que le toca.
    Nosotros sí deberíamos pedir perdón por todo lo que mencionas de esta época, si cada uno arreglara su casa, entonces «sí que nos luciría el pelo»
    Saludos.

  24. Ascanio dice:

    Pues ahora me toca a mi.
    Querido Arauxo, coincido contigo en que juzgar épocas anteriores con el mismo rasero que impera hoy en día es un error garrafal. No se puede pedir peras al olmo, entre otras cosas, porque como ha dicho Mario, la opinión general era que la mujer era un objeto hecho para disfrute del hombre. Cuando la mujer se ha criado desde pequeña en un ambiente que le ha impregnado en su cerebro que sólo es un ser humano de segunda categoría es difícil salir de esa trampa. Que se lo digan a las pobres musulmanas…
    Desgraciadamente, hoy en día, al igual que durante muchos siglos, algunos varones siguen considerando a la mujer como un adorno de su propiedad, sobre el que tienen todos los derechos, y ningún deber («la maté porque era mía»).
    Comprendo que todo esto suena a feminismo, y quizá sí lo sea, pero creo que, después de tantos siglos de sufrimiento y opresión, por lo menos tenemos el derecho al pataleo. Por favor, no nos quitéis también eso.
    No podemos cambiar el pasado, pero sí podemos hacer algo para mejorar el futuro. La pena es que la lucha por la igualdad se utilice para hacer política (ay, maldita sea la dichosa Ley de la Paridad), como ocurre en otros aspectos, por ejemplo la lucha por los derechos de los animales. Pero eso ya es otra historia.
    Saludos de una frígida lectora.

  25. mario dice:

    Ya me llegó el primer comentario, Arauxo.
    Me sumo a lo de frígida lectora y suscribo cada palabra de Ascanio.
    Saludos.

  26. Anthos dice:

    Me siento tan halagado por tus admirativos elogios, querido Arauxo, como complacido por tus discrepantes opiniones que, junto a las de Calimero, ponen un punto de equilibrio en torno al tema debatido e impiden que nos escoremos peligrosamente en una única dirección. Gracias.

  27. pepe dice:

    Anthos: coincido con Arauxo en que leer tus reseñas es siempre un placer. Ésta, en particular, tiene como objeto un personaje y una época muy interesantes, que merecen comentario aparte. En éste sólo quiero hacer un par de observaciones en relación con el asunto que se está debatiendo. El adjetivo civilizado (que, si no me equivoco, no está recogido en el RAE) ha de ser utilizado con cierta cautela. Es evidente que ponserse de acuerdo sobre qué es una sociedad civilizada representa una seria dificlutad, si no es completamente imposible. Utilizarlo con adverbios comparativos, las sociedades más civilizadas son las que más respetan el medio ambiente, no tiene tampoco mucho sentido porque produce afirmaciones fácilmente rebatibles. En el caso del ejemplo anterior, ciertas tribus perdidas en el Amazonas respetan absolutamente el medio ambiente pero no encajan con lo que se entiende comunmente por civilización. Habrá que conformarse con decir que, en algún aspecto determinado, algunas culturas son más avanzadas que otras. Que existan sociedades modernas (en el sentido de contemporáneas) en las que un grupo de individuos se pueda ver discriminado por motivos de sexo, de raza, de religión o de lo que sea es algo difícilmente aceptable. Y que nuestra sociedad occidental haya cometido y cometa atrocidades aún peores es horrible, pero no justifica lo anterior.

    Un saludo.

  28. peladilla dice:

    Cuando, en una reunión de amigos, comenté en voz alta que habiendo habido tantas épocas en las que se apreciaba la generosidad de carnes en la mujer a mí, de amplias hechuras, me había tocado nacer en esta en la que el ideal de belleza femenino es tan contrario a mi naturaleza, un conocido comentó que se solidarizaba con mi queja, y que él mismo deploraba el que habiendo estado la mujer sometida al hombre durante toda la historia, le hubiese tocado nacer en el tiempo en que nos hemos «revuelto».

  29. Arauxo dice:

    Jajaja, Peladilla… Bienvenida a Hislibris. Tu jocoso «chascarrillo» es un buen ejemplo -caricaturesco, pero ejemplo, al fin y al cabo- de lo que hemos venido comentando más arriba. Y es que, al igual que el concepto de civilización ha evolucionado con los siglos, el de belleza o el de estética… también. Y el ejemplo viene pintiparado para aseverar que, en efecto, del mismo modo que hoy las mujeres de Rubens parecen gordas mientras que en el siglo XVII respondían al canon de belleza al uso, las mentalidades, los valores y los conceptos medievales parecen «antiguos» a nuestros ojos, pero no lo eran -como no podían ser de otra manera- a los ojos de sus contemporáneos. Y que, igual que sería absurdo pensar que el canon actual de belleza femenina es más perfecto que el de entonces, la mentalidad de hoy no es mejor que la de ayer. Simplemente, son diferentes, porque los siglos nos separan. Y tan absurdo y anacrónico es, Peladilla, denostar los tiempos pretéritos… como añorarlos.

    Un saludo y no te preocupes, mujer, porque hay mucha gente que prefiere las peladillas a las acelgas…

  30. Germánico dice:

    Pues a mí me gustan las mujeres de amplias hechuras, tanto físicas como morales.

    Saludos.

  31. fernando dice:

    Me consta que la reina Urraca tuvo dos hijos con el conde de Lara: Uno es Fernado, del que muere en el parto su madre . Ignoro el nombre del otro hijo o su biografía

  32. Anthos dice:

    Después de su separación de Alfonso el Batallador doña Urraca mantuvo relaciones con el conde Gómez González. Fallecido éste en la batalla de Campdespina, se unió de forma estable hasta su muerte con el conde Pedro González de Lara. Está documentado que tuvo de él al menos un hijo y dos hijas: Fernando Pérez, Sancha y Elvira, ambas con el mismo apellido.
    No debió morir en el parto de Fernando pues firma con él en 1123 un documento de confirmación de una donación a la iglesia de Santa María en León.

  33. Olga dice:

    Esta bastante mal escrito… Puede que sea digno de mención en varios aspectos (porvablemente sea más aportado por Portela, que se deja al dato, y no como Pallares, que hace las veces de pseudo sherlock holmes, interpretando a su interés para su discurso de feminismo (algo que le queda genial para presumir, pero no convence desde su perspectiva en que tan lejos y minoritario ve el maltrato real a mujeres a su alrededor, pero hablamos de alguien que pudo estudiar una carrera en el periodo de transición, asi q se entiende que no será su caso el comprender la opresión y la frustración y lucha femenina ante una sociedad machista. es esa amiga a la que puedes ver a diario, le contarás tus ligues y tus cosas, pero jamás podrás explicar que tu padre te ha pegado, o que tubiste que abortar, o que abusaron de ti cuando eras niña, porque sería un escandalo en su mundo, y lo trataría como una exclusiva en su vida), asi que más vale ir a las fuentes que menciona el articulo, las crónicas y la historia compostelana… y salir de lo lejible a pie de casa de los autores, en santiago de compostela. La verdad, poca cosa, y bastante intragable en el modo de exposición.

    pero urraca es un personaje que sin duda interesa, y por lo menos en el tema han acertado de lleno. aunq no les hayan seguido mucho que digamos…. una pena. No es aún época de urraca… lo será cuando la enana Leonor de España alcance notoriedad según se acerque a la corona…. aunque los autores se lo van a perder. Asi que a imaginar…. que no pasa nada por hacerlo, hoy día parece que es para muchos en lo que consiste ser historiador. Y los contrarios a novelar, tienen la veracidad de Portela, y con ella va la falta absoluta de interés para el entretenimiento.

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