LA REINA CRISTINA DE SUECIA – Úrsula de Allendesalazar

LA REINA CRISTINA DE SUECIA - Úrsula de AllendesalazarPocos personajes históricos coronados han cobrado tanto interés y curiosidad como la reina Cristina de Suecia, tanto por parte del investigador y el académico como por parte del lector y el espectador común. Monarca mujer (¿o quizás mujer monarca?), heterodoxa e independiente, insumisa e indomable, caprichosa y decidida, Cristina de Suecia abdica de solemnes títulos y reales condiciones, menos la que le marca su más santa voluntad, la propia y personal, interpretada por ella misma como un destino. Personaje, pues, moderno y precursor, irreductible y trasgresor, tiene tras de sí una biografía que bien merece una misa en Roma y un ensayo minucioso como el llevado a cabo por Úrsula de Allendesalazar.

La autora del libro, Ursula Bertele von Grenadenberg, (Berlín, 1941), es hija de padres austríacos. Sin pertenecer propiamente a la profesión historiadora, la autora hace gala de un rigor y un conocimiento del oficio cronista que ya quisieran para sí no pocos profesores y académicos. Pues, en la autora que ahora concentra nuestra atención, lo que no proporcionan las titulaciones y los trienios acumulados, lo asegura una profunda cultura y un firme pulso narrativo. Encontramos así en esta biografía todo lo que puede esperarse de la cuidada edición de un libro de historia: rigurosa referencia a las fuentes, contextualización, cotejo de los hechos, amén de los siempre útiles mapas, ilustraciones e índices analíticos. Pero también, y esto ya es menos habitual, un conocimiento de primera mano de la exclusiva esfera diplomática en general, y sueca, en particular, circunstancias nada irrelevantes ni superfluas en la trama aquí desarrollada.

Esposa del embajador español José Manuel Allendesalazar, destinado en Estocolmo desde 1985 hasta 1990, Úrsula de Allendesalazar saca buen provecho de su estancia en la capital sueca en orden a conseguir documentación y fuentes autóctonas con las que poder fundamentar, ambientar y recrear la vida de una mujer que pudiendo, por derecho propio, reinar en su país de origen, acaba, por soberana determinación, queriendo poner a Europa a sus pies con la fuerza de un carácter y la obstinación de una personalidad, desde luego, poco convencionales. La reina Cristina no se conforma con heredar un trono ni ser monarca por imposición. Cristina Regina desea un reino a su medida, hecho por ella y para ella. Genio y figura septentrional hasta la sepultura meridional.

«Si hay un rasgo que más que ningún otro define a Cristina de Suecia es que toda su vida sentía una predilección por revestir los hechos y acontecimientos que atañen a su persona con una aura de misterio y de ambigüedad.» Esto afirma la biógrafa ya en los primeros compases del ensayo, dando así la pista —casi diríamos, la clave— de lo que irá conociendo el lector a lo largo de las más de quinientas páginas que tiene por delante. En efecto, la existencia entera de Cristina viene marcada, desde el mismo momento del nacimiento, por tan enigmáticos rasgos: el misterio y la ambigüedad. Según reconoce la protagonista de la historia, nació mujer quien en todo momento, incluso ya alumbrada, era esperada como el heredero de la corte de Suecia. Mas, bien pronto, elevada al trono a tierna edad, Cristina anhela ser Alejandro Magno.

Siempre soñadora, Cristina sueña con conquistar el mundo. Disfruta de la caza y del trotar a lomos de un caballo. Viste según la moda masculina, se disfraza de hombre, prefiere la compañía de los caballeros a la de las damas. Cristina Regina no permite que la gobiernen, tampoco desea contraer matrimonio. Un jesuita de Luxemburgo, el padre Manderscheydt, que la conoce bien, dice acerca de la real persona que «no tiene nada de mujer sino el sexo. Su voz parece de hombre, como también el gesto». Cuando, finalmente, sorprendiendo a propios y a extraños, toma la inapelable decisión de abdicar del trono, abandona Suecia y, para pasar desapercibida, viaja por Europa disfrazada de hombre. Abdica, asimismo, de la fe luterana a la que pertenece por familia y patria, y se convierte al catolicismo, con lo que, podría decirse, justamente podría ser más merecedora del título de «reina Virgen» que la propia Elizabeth de Inglaterra. Y ello por los muchos sentidos de dicha expresión. En todos los casos, según arguye, tiene sus motivos que algún día se conocerán, pero que, de momento, sólo con Dios comparte. El misterio y la ambigüedad siempre presentes.

TUMBA DE LA REINA CRISTINA DE SUECIA EN EL VATICANO«En su testamento, Cristina ordenó que todos sus papeles, excepto los documentos financieros y sus reclamaciones, fuesen quemados.» (pág. 207). Más misterios. Interpreta su papel de Regina cesante y errante en busca de un nuevo trono, su trono, y para ello no duda en entregarse a la intriga, el doble juego y el requiebro. He aquí el arte de la seducción de la Minerva del Norte, de la Reina-Filósofa. Cristina no es, sin embargo, Marco Aurelio ni Federico de Prusia, para quienes el deber y la lealtad a la tradición están por encima del deseo y la ensoñación. Sin embargo, ¿quién puede dejar de plegarse a las demandas de una dama, reina y soberana? Salve, Regina. En caso contrario, como el personaje de Orlando de Virginia Woolf, Cristina adopta la forma de varón como un cambio de papel y estrategia.

Papas, reyes, nobles, diplomáticos, artistas y filósofos han de rendirse a sus disposiciones, sin negativas; hasta la muerte, si es preciso. El filósofo Descartes es prácticamente obligado a desplazarse a Estocolmo en pleno invierno escandinavo para darle clases particulares de filosofía, reservando para tal tarea nada menos que ¡las cinco de la mañana! El autor del Discurso de método, que había hecho del lecho su espacio filosófico predilecto, no aguanta mucho tiempo prácticas tan intempestivas y muere a los pocos meses de estancia en tierras suecas de una fulminante afección pulmonar. Cristina se hace rodear de inmensas colecciones de libros y obras de arte, organiza tertulias y preside salones, funda la Academia Reale en Roma, se codea con el genial escultor Bernini y con los músicos Scarlatti y Corelli, con astrónomos y astrólogos, con papas y cardenales, y no ceja en su reivindicación de un reino propio. En Roma muere, corre el año 1689: «La reina Cristina de Suecia se llevó sus secretos a la tumba.» (p. 510).

Acaso Cristina Regina, más que esforzarse por pasar a la Historia, dedica su vida a labrar su propia leyenda. Inicia la escritura de un libro de memorias que abandona pronto, pero el título lo dice todo: Vida de la reina Cristina hecha por ella misma, dedicada a Dios. Prima inter pares. ¿Quién fue realmente nuestra heroína? Como reconoce la autora de la biografía: «Nadie ha podido aún decir la última palabra sobre ella.» Con todo, siempre nos quedará su regio rastro de misterio y ambigüedad.

Ariodante
Enero 2010

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13 comentarios en “LA REINA CRISTINA DE SUECIA – Úrsula de Allendesalazar

  1. Rodrigo dice:

    Una reseña cincelada y pulida, Ario. Seguro que el libro se la merece, puesto que lo cubres de elogios, y más todavía la biografiada.

    La verdad es que de Cristina de Suecia apenas tengo una noción superficial, siempre afín a la semblanza que de ella haces con tanto primor. Un personaje cautivante. Da la casualidad de haberme topado recientemente, en un libro del historiador Jacques Barzun, con la siguiente cita de la propia Cristina:

    El mundo está en peligro de paz y sosiego.
    Yo amo la tempestad y temo que el viento se serene.

    Todo un carácter, sin duda.

    Saludos.

  2. ARIODANTE dice:

    Gracias por tu comentario, Rodri. El libro lo merece, ciertamente; que la reina lo merezca…bueno, sí, por supuesto; pero mis calificativos van un poco con segundas. En mi opinión era una pieza de cuidado, la Regina. No es raro que todos la temiesen cuando etaba cerca y suspirasen aliviados cuando finalmente se la quitaban de encima. Era una mujer demasiado moderna para el momento que vivió.

  3. pepe dice:

    A mi no me ha convencido mucho la reseña, debido seguramente a mi ignorancia en cuestiones de Historia. No he podido ubicar en el tiempo al personaje (a pesar de haber pasado este verano por Estocolmo) hasta que pocas lineas antes del final se da noticia de la fecha de su muerte. He tardado en caer en la cuenta de quiénes eran sus contemporáneos, aunque desconozco qué papel le tocó jugar entre ellos. Unas pinceladas biográficas a la vieja usanza me hubieran venido bien y las hubiera apreciado más que las notas sobre la autora de la biografía, que no considero tan relevantes como para estar al principio de la reseña. En lo positivo, me ha resultado agradable saber de su amor por la filosofía y de otros detalles de su misteriosa personalidad. Y he disfrutado, como siempre, con la elegante prosa de Ariodante, pero más en el plano formal que en el de contenido, como ya he dejado dicho.

  4. ARIODANTE dice:

    Pues tienes todita la razón, Pepe. Quizás la referencia a la autora (que a mi siempre me gusta hacerla, porque sí me resulta importante saber quién ha escrito el libro) sea demasiado extensa, y efectivamente, falten referencias a la época, que he dado por conocidas, en la medida en que era contemporánea a Descartes, a Mazzarino, a Scarlatti y a Bernini. O sea, el barroco más puro. Y a los comienzos de los salones franceses. Y ahi puedes mirar mi reseña al respecto, donde se la cita, creo, de pasada, a Cristina: https://www.hislibris.com/los-salones-europeos-las-cimas-de-una-cultura-femenina-desaparecida-verena-von-der-heyden-rynsch/

  5. pepe dice:

    Gracias por la explicación, Ariodante. Para celebrar que no te has tomado a mal mi impertinente comentario anterior vamos a poner un enlace a una musiquilla acorde con la ocasión, un fragmento de un concerto grosso (forma musical puramente barroca) de Corelli.

    http://www.youtube.com/watch?v=BVM9MpCu_Jc

  6. ARIODANTE dice:

    Precioso, precioso el Concerto grosso. ¡Me encanta Corelli!
    Y de impertinente nada, monada. Hay que ejercer la crítica sana, asi que no necesitas disculparte.¡Faltaría plus! Claro que si me mandas a Corelli como intermediario, miel sobre hojuelas!

  7. Valeria dice:

    Yo con Cristina de Suecia no pienso en Descartes, sólo en Greta Garbo.

  8. ARIODANTE dice:

    Error. Que hemos cometido muchos hasta ahora. La imagen edulcorada y hollywoodiense de la Reina ofrecida por la Garbo falsea completamente la situación. Hay tema para hacer una magnífica peli con la vida de esta inquieta mujer, reina además, pero que nació con un muelle en el…, digamos en sus reales posaderas. La imagen de Cristina marchándose en un barco, proa al viento, con mirada soñadora, como si se fuera para salvar al país, es absolutamente distorsionadora. Se fue por su real gana, y no le importó dejar al país hecho unos zorros con tal de vivir libre y moverse a su antojo por Europa. Nada que ver con la reina virgen Isabel de Inglaterra, que se jorobó su vida privada y apechugó con lo que le tocaba: reinar.
    No quiero con esto estropear la idea que haya podido dar de una cierta admiración hacia el personaje. Como mujer la admiro porque demostró tener agallas para mandarlo todo a freir espárragos, y en una época en la que dificilmente una mujer podía hacer algo sin un hombre al lado.
    Como monarca, sin embargo, me parece una absoluta irresponsable.

  9. cavilius dice:

    Pues a mí la situación entre Descartes, la reina Cristina y la pulmonía que mató al filósofo bienhayado (es que nació en una ciudad llamada La Haya, qué le vamos a hacer), se me asemeja un poco a la que se dio entre Sócrates, la democracia ateniense y la cicuta que sin pestañear se bebió el filósofo alopécico (es que nació en un barrio llamado Alopece, qué le vamos a hacer…).

  10. ARIODANTE dice:

    La Haya en Touraine (Francia)…no la holandesa. Puntualizo.
    Sí, es una situación que tiene una cierta similitud, sólo que en el caso del pobre Renato (cuya afición a filosofar en la cama era notable) fue debido a la «sacrosanta voluntad» de la real persona (además del terrorífico clima no sólo de Suecia, sino del palacio real sueco: si hubiera dispuesto de calefacción central otro gallo cantaría); en el caso de nuestro alopécico padre de la filosofía, debido a la «democrática voluntad» de un gobierno popular.
    Pero el resultado fue el mismo.

  11. Valeria dice:

    Yo sólo le ponía cara a la reina. Porque no recuerdo nada de la susodicha peli, más que una escena de la Garbo vestida de hombre. Pero nada, nada, desde ahora le pondré en mi mente a la reina la cara de Descartes. Me temo que sale perdiendo.

  12. ARIODANTE dice:

    No sé, no sé…Tampoco la reina era una ganga.

  13. Andres Martínez dice:

    Me encanta este resumen. La vida de esta gran Reina, fue un respiro para toda Europa, ya que estaban en medio de una guerra, la de los 30 años. Las películas tiene libertad literaria. Si fue una mujer bella físicamente no es lo importante. Lo que le hace impactante es su cultura y educación.

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