LA PROPAGANDA NEGRA EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL – Stanley Newcourt-Nowodworksi
Que la propaganda por sà sola no gana guerras es, huelga decirlo, una perogrullada. Desde hace bastante tiempo se admite como verdad que la propaganda es apenas uno de muchos factores que inciden en el curso de una guerra, y que su eficacia está subordinada a la de otros factores. No obstante, en la Alemania de entreguerras devino casi una verdad oficial el atribuir la derrota de 1918 a la propaganda británica (la leyenda de la «puñalada por la espalda» es otra historia). El tema fue ventilado en cantidad de publicaciones, y sobre la propaganda se escribieron en alemán  muchos más estudios que en cualquier otro idioma. También en el Reino Unido hubo una cierta credulidad respecto al poder de este instrumento, incrementada al momento de desencadenarse la Segunda Guerra Mundial, pero nada semejante al temor que inspiraba la propagada enemiga en los cÃrculos gubernamentales de la Alemana nazi. No extraña, pues, que el sórdido arte de  la subversión moral del bando contrario, que es el de la propaganda negra, fuese especialmente apreciado por Joseph Goebbels. Lo extraño hubiese sido que sus logros fueran mayores que los realmente obtenidos. Stanley Newcourt-Nowodworksi, quien siendo un adolescente participó en actividades propagandÃsticas de la resistencia polaca, aborda el funcionamiento y resultados de la propaganda negra en la Segunda Guerra Mundial, enfocándose en los casos británico, alemán y polaco.
La propaganda negra, informa el autor, es aquella que oculta y tergiversa su origen. Su opuesto tipológico, por tanto, es la propaganda blanca, actividad abierta que habla en favor del propio emisor. En medio de ambos tipos –por asà decir- se encuentra la propaganda gris, anónima: el receptor debe adivinar la identidad del emisor. Ejemplo tÃpico de propaganda blanca británica en la Segunda Guerra Mundial son las octavillas lanzadas desde el aire sobre territorio alemán, en que se denunciaba al gobierno nazi y se incitaba a la población a desistir de participar en el esfuerzo bélico. Su debilidad es evidente: su credibilidad es cuestionable por el hecho de provenir del enemigo. La propaganda negra intenta salvar este problema al camuflar la fuente emisora bajo identidades falsas, usualmente, supuestas organizaciones clandestinas que operan al interior del paÃs objetivo. También ha sido llamada propaganda «clandestina», «encubierta», «camuflada» (término preferido por los soviéticos). El engaño es su caracterÃstica fundamental, y su objetivo es la desinformación y la erosión de la estabilidad moral del bando contrario. Además del desafÃo de conocer la idiosincrasia del enemigo y de pulsar la fibra correcta, los autores de la propaganda negra deben convencer a su objetivo sobre su origen y la veracidad de sus contenidos.
El libro, como está dicho, pasa revista a operaciones de propaganda negra llevadas a cabo por alemanes, británicos y polacos, con especial énfasis en  el rol desempeñado por Sefton Delmer y en la denominada Operación «N», una ambiciosa acción propagandÃstica que representó la profesionalización de los polacos en el ramo (la N proviene de Niemcy, el nombre polaco para Alemania). Delmer, nacido en BerlÃn e hijo de australiano, fue un periodista británico responsable de echar las bases del PWE (Political Warfare Executive, organismo encargado de la propaganda negra británica). Audaz innovador en materia de guerra psicológica y sagaz conocedor de la mentalidad alemana, Delmer dirigió la mayor campaña propagandÃstica contra el Tercer Reich. Su instrumento por excelencia fueron las emisiones radiofónicas, con las que buscaba sembrar la confusión entre sus oyentes alemanas (llegó a ser un experto en fabricar fachadas supuestamente alemanas de sus emisoras, adoptando incluso el lenguaje beligerante de Goebbels). Por su parte, los responsables de la Operación «N» comprendÃan -como Delmer- que  habÃa que persuadir a los soldados y civiles alemanes de que su mensaje provenÃa del propio bando, y de que sus crÃticas hacia el gobierno nazi estaban inspiradas por el amor a Alemania. Por esto, las octavillas y demás impresos difundidos por sus agentes llevaban la firma de toda suerte de organizaciones ficticias de resistencia alemana. Tal fue el rigor y secretismo con que se ejecutó la operación que la inteligencia del Armia Krajowa (Ejército Territorial o del Interior, la principal organización armada de resistencia polaca) informó del surgimiento de diversas agrupaciones opositoras alemanas de tipo clandestino. TodavÃa en 1961, durante un Congreso Internacional de Historia de Movimientos de Resistencia realizado en Milán, muchas publicaciones de la Operación «N» fueron expuestas como documentos que atestiguaban la actividad de grupos alemanes de resistencia. Otra cosa es que los logros de la operación fueran modestos.
Newcourt-Nowodworksi reflexiona al final sobre los resultados de la propaganda negra, desafÃo mayor dada la dificultad de dimensionar la eficacia de semejante actividad. Las mismas ciencias sociales tienen problemas incluso para establecer un adecuado marco teórico de estudio. Decisivo es lo que afirma el autor: las actividades de propaganda negra, dice, «no representaron ningún logro espectacular en el contexto general de la guerra, porque las operaciones negras no están planeadas para ser espectaculares, sino para corroer y minar la moral del enemigo y su voluntad de seguir combatiendo, no para aniquilarlo de un solo golpe» (p. 268). Acaso el éxito mayor fuera el obtenido por la propaganda alemana en Francia, durante el invierno de 1939-1940, aunque en la propia Alemania se cuestionaba la importancia de esta especie de arma: la voluntad de lucha de los franceses, se afirmaba, ya era escasa antes de comenzar la guerra. Además, en este caso se producÃa lo que es una de las condiciones para el éxito de la propaganda: victorias de las propias fuerzas armadas en los campos de batalla. En sentido contrario, uno de los factores que ayudan a explicar la escasa eficacia de la propaganda aliada es la Declaración de Casablanca (enero de 1943), en que Churchill y Roosevelt anunciaron que sólo la rendición incondicional de Alemania pondrÃa fin a la guerra en Europa. Esto llevó a la generalidad de los alemanes a solidarizar decididamente con su gobierno y con la causa de la guerra, lo que equivale a decir que volvió inquebrantable la moral alemana. Otro factor relevante fue, sin dudas, el pánico de los alemanes a la venganza soviética.
La desencantada conclusión a que arriba el autor es que ni su minúscula contribución a la propaganda negra polaca ni la gigantesca de un Sefton Delmer a su equivalente británico aceleraron el desmoronamiento del Tercer Reich.
Sobre el autor. Después de sus experiencias en la Segunda Guerra Mundial, en la que cayó prisionero de los alemanes, escapó, se incorporó brevemente al ejército estadounidense y se integró luego al ejército polaco, Newcourt-Nowodworksi se trasladó al Reino Unido en 1946 y estudió Ciencias Económicas. Su desempeño profesional se verificó en las áreas de seguridad e información tecnológica. Fue colaborador de la BBC.
La propaganda negra en la Segunda Guerra Mundial.
Stanley Newcourt-Nowodworksi.Â
Algaba Ediciones, Madrid, 2006. 336 pp.
[tags]propaganda, Segunda Guerra Mundial, Goebbels, Operación «N»[/tags]
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Un tema muy interesante, Rodrigo, por la importancia que ha cobrado precisamente desde entonces.
Buena reseña, enhorabuena.
Gracias, Trecce.
Enhorabuena, como siempre, Rodrigo.
Una reseña muy interesante sobre una temática no demasiado explorada.
Saludos.
Gracias Rodrigo por la reseña. Como bien comentas la propaganda no gana batallas, pero puede desempeñar un papel más que destacable según el contexto temporal. En concreto, me refiero a que no es lo mismo llevar a cabo labores de propaganda cuando las cosas marchan bien que cuando la coyuntura polÃtica o social te es adversa. Son matices, pero a la hora de valorar la difusión de ideas preconcebidas pueden ser utilizadas de muy diversa forma. Podemos observar un claro ejemplo en la propaganda nazi contra el judÃo, ésta fue incrementándose y radicalizándose conforme el exterminio avanzaba siendo usada de una forma más perversa según pasaban los años. En definitiva, no dejaba de ser una contribución más al expansionismo del Tercer Reich acomodándose según fueran las circunstancias.
Un saludo.
Bueno, José Sebastián, en inglés y alemán hay una bibliografÃa bastante nutrida sobre el tema. Traducido al castellano, no conozco más que este libro.
Interesante apunte el que haces sobre la radicalización, David. (A propósito, hay un libro muy recomendable de Jeffrey Herf sobre la demonización del judÃo en la propaganda nazi, El enemigo judÃo.) Y sÃ, este señor Newcourt-Nowodworski hace bastante hincapié en que las probabilidades de éxito de la propaganda son mayores cuando la guerra –pues de esto se trata- marcha bien.
Gracias, compañeros.
El tema en si es muy interesante, pero el libro…… En vacaciones le hinqué el diente con bastantes ganas, pero me resultó un tanto decepcionante e incluso un tanto confuso.
El de Herf que indica Rodrigo creo que hizo una reseña DavidL aqui ( la cual me incitó a comprarlo ;) ). Especificamente sobre propaganda que yo recuerde a bote pronto están los dos volúmenes de Boelcke sobre la propaganda alemana, pero a unos precios prohibitivos. A ver si las editoriales se animan a reeditarlo.
Saludos
https://www.hislibris.com/el-enemigo-judio-jeffrey-herf/