LA PRIMERA GUERRA DE HITLER – Thomas Weber

9788430609017¿Fue Hitler en lo esencial un producto de la Primera Guerra Mundial? ¿Es correcto establecer la génesis del dictador en la experiencia del soldado Hitler en el Regimiento List, la unidad bávara en que prestó servicio durante la guerra? Descartada la tesis de que Hitler se había politizado y radicalizado en la Viena de preguerra,  historiadores y biógrafos han solido dar por hecho que la PGM fue, más que ningún otro, el episodio crucial en la formación de Hitler, el que definitivamente lo modeló como uno de los más funestos personajes registrados por la historia. Expandiendo los límites de la cuestión, a partir de esta tesis podría suponerse que la experiencia bélica en la PGM, con su presunta secuela de brutalización y radicalización, habría hecho del Regimiento List un semillero de nazis en potencia, y, ¿por qué no?, de la sociedad alemana una nación protofascista. En procura de una respuesta al problema, el historiador alemán Thomas Weber reconstruye en La primera guerra de Hitler –obra publicada originalmente en 2010- la trayectoria del Regimiento List en la PGM y estudia el impacto que la experiencia bélica tuvo en las actitudes políticas de los hombres del regimiento y en el ascenso de Hitler.  

La tesis generalmente aceptada tiene diversas ramificaciones, las que, bien consideradas, enfatizan la importancia del problema de fondo, el de la “creación de Hitler”. Supone de entrada que el soldado Hitler –quien, al contrario de lo que suele creerse, nunca detentó el rango de cabo- habría sido verdaderamente representativo del combatiente alemán en la PGM y un producto típico de su unidad, el 16º Regimiento Bávaro de Infantería de Reserva (RIR 16), comúnmente llamado Regimiento List en honor a su primer comandante. La tesis de la PGM como principal experiencia formadora de Hitler otorga de alguna manera un atisbo de legitimidad a su visión del conflicto y de su propia participación en él, cuestiones que entroncan directamente con la difundida mitificación de la guerra en la Alemania de Weimar.

Las narraciones de la guerra por los veteranos del  Regimiento List -o RIR  16-, incluida la que Hitler expone en su Mein Kampf, se hacen eco de una retórica característica del período, tendiente a la idealización de la reciente experiencia bélica. Términos por entonces muy corrientes como los de Kameradschaft y Frontgemeinschaft, usualmente traducidos como “camarería” y “comunidad del frente”, pretendían transmitir la idea de un espíritu de cuerpo excepcional, suerte de mística comunitaria que habría animado a los soldados alemanes de un modo desconocido por las otras naciones beligerantes. Basados en esta retórica, el discurso nacionalista y la propaganda nazi sacaron el máximo partido al principio del  Volkgemeinschaft, concepto de connotaciones racistas que postulaba la realización de  una comunidad nacional imbuída de la «mística del frente»; una comunidad germana solidaria y armónicamente estructurada, sin clases y depurada de elementos extraños. Por otra parte, la propaganda nazi  se esforzó por hacer del veterano de guerra Hitler un soldado valiente y resuelto, “la viva imagen del combatiente del frente”, dos veces condecorado por su arrojo y heroísmo.

Si Hitler fue un soldado típico del RIR 16, plenamente integrado e identificado  por sus compañeros como uno de los suyos, el RIR 16 debería aparecer a los ojos del observador como un muestrario de hombres igualmente “formados por la guerra”, nazis potenciales, con un nivel de politización y radicalización similar al del futuro dictador y una afinidad ideológica tal que su papel en el auge de nazismo resultase determinante. El acucioso análisis de documentos realizado por Thomas Weber contradice lo expuesto hasta aquí, y lo hace de manera convincente, poniendo en tela de juicio desde los méritos de Hitler como soldado condecorado hasta la idea de que la sociedad alemana albergaba el germen del nazismo en una generación de hombres brutalizados por la guerra. Weber demuestra que Hitler mitificó no sólo su cometido en el conflicto sino también su nivel de integración en el RIR 16. Sus dos cruces de hierro, lejos de comprobar su valor en el frente, revelan más que nada que el hombre se hallaba en el lugar apropiado: en su función de correo del regimiento, Hitler estuvo destinado durante casi toda la guerra a la retaguardia, exento del deber de llevar mensajes a la primera línea del frente; no es sólo que los hombres de la retaguardia estuviesen expuestos a muchos menos peligros que los soldados de las trincheras, sino que la proximidad al puesto de mando aumentaba exponencialmente las posibilidades de obtener condecoraciones. (De hecho, argumenta Weber, Hitler tergiversa en Mein Kampf su participación en la batalla del Somme, una de las más cruentas de la guerra: difícilmente habría estado expuesto al temido fuego de ametralladora como él pretende, en el corto lapso que duró su intervención.)

Más decisivo para los efectos del estudio en comento es que tanto los compañeros de Hitler en el RIR 16 como sus superiores podían respetar al soldado Hitler, pero jamás apreciarlo ni aceptarlo en la intimidad. Su carácter reservado y su negativa a sumarse a las ocasionales francachelas lo mantenían a distancia, no favoreciéndolo el hecho de mostrarse crítico de la religiosidad de sus compañeros y de su disposición a confraternizar con el enemigo (como ocurrió en la tregua de navidad de 1914). La posibilidad de ascender del rango de soldado de primera línea fue tajantemente desestimada por sus superiores, quienes lo juzgaban carente de dotes de mando. En suma, aunque los oficiales valoraban la entrega y la sumisión del soldado Hitler, para todos resultaba un individuo excéntrico al que no se podía tomar en serio. Por demás, su mismo cometido –correo del regimiento- lo excluía del sentido de grupo alimentado por el RIR 16, dado el abismo de experiencias y sentimientos  habido entre los que combatían en las trincheras y los que servían en el puesto de mando;  los primeros manifestaban su desprecio por los últimos llamándolos “cerdos de la retaguardia”. Lo cierto es que Hitler apenas conoció el rigor de la experiencia de las trincheras. (Una vez lanzado en su carrera política, Hitler debió esforzarse por acallar a aquellos que cuestionaron su papel en la guerra, incluyendo una serie de batallas legales contra antiguos combatientes.)

Los testimonios disponibles sobre la actitud de los hombres del RIR 16 hacia la guerra informan de una realidad por completo distinta de la imaginería heroica pintada en la posguerra, muy especialmente en la semimítica narración del Mein Kampf. El entusiasmo decreció notoriamente a los pocos meses de entrar en combate, y a partir de 1915 lo que cunde es el hartazgo y el amargo descontento de los soldados expresados en su correspondencia privada, en los informes negativos de los oficiales sobre el rendimiento de sus subordinados y en toda suerte de indicios de desmoralización, incluyendo deserciones y actos de violencia injustificada. Weber estudia la motivación de los hombres, el por qué siguieron luchando durante tanto tiempo a pesar de su descontento,  y no halla nada parecido a los supuestos ideológicos y culturales que los historiadores les han atribuido, esto es, factores como un nacionalismo furibundo, un sentimiento de superioridad racial y un odio generalizado hacia el otro corporeizado en el enemigo, fuese éste francés, británico o belga; tampoco elementos como un arraigado militarismo o la supuesta brutalización de las tropas. Los motivos para luchar eran de tipo mucho más banal, motivos como la idea de que ganar una guerra es mejor que perderla o la simple constatación de que el costo de combatir era por lo común más bajo que el de desertar, alternativa severamente penada. La misma lealtad hacia los grupos primarios -los compañeros inmediatos- inhibía la deserción.

En vez de un regimiento caracterizado por la cohesión, la camaradería y el espíritu solidario, Weber detecta múltiples signos de fragmentación; abundaban la envidia, la tacañería y todo tipo de rencillas. Según consta en la carta de un soldado del RIR 16, «la supuesta camaradería [Kameradshaft]  sólo existe en el papel. En ningún sitio he encontrado tanto egoísmo como aquí, en el ejército». Los que se ofrecían como voluntarios para tareas peligrosas eran cordialmente detestados por sus compañeros, quienes llegaban a alegrarse de que cayesen prisioneros del enemigo. La rivalidad entre compañías solía ser enconada. El compañerismo y espíritu de cuerpo no involucraba al regimiento como totalidad ni menos al ejército sino que se limitaba a los núcleos primarios o grupos reducidos formados al calor de la guerra; era con éstos  que se identificaban los soldados, los que les inspiraban sentimientos de lealtad y los que condicionaban su conducta tanto individual como colectiva. El mismo sentido de pertenencia a una nación como elemento aglutinante resultaba relativo; entre los bávaros la animadversión hacia Prusia era moneda corriente, no faltando los que imputaban la responsabilidad en el estallido de la guerra al militarismo prusiano. Entre los soldados de origen campesino, la lealtad al terruño o la patria chica solía ser más fuerte que el compromiso identitario con una entidad más o menos abstracta como Alemania. Por lo general, los soldados demostraron ser inmunes al adoctrinamiento ideológico de raigambre nacionalista.

Los casos de valentía excepcional o de actitud positiva hacia la guerra en el RIR 16, enfatiza Weber, no cabe interpretarlos como germen de radicalización o de un fascismo en ciernes. Las afinidades ideológicas de semejantes casos, durante la guerra y con posterioridad a ella, muestran demasiada heterogeneidad como para establecer una correlación entre desempeño militar y predisposición hacia alguna forma de politización extrema. En apoyo de esta tesis, el análisis que Weber hace del comportamiento político de los veteranos del regimiento durante la república de Weimar proporciona datos sumamente sólidos. Sufragios electorales; composición demográfica del partido nazi; participación en los Freikorps, movimientos políticos y organizaciones de veteranos: todo sugiere –en palabras del autor- «que la guerra tuvo un efecto mínimo sobre las actitudes políticas de los hombres del regimiento de Hitler». Sólo un 2% de los veteranos del RIR 16 se politizaron antes de 1933 de un modo equivalente al de Hitler. Basándose en datos empíricos, Weber extrapola su conclusión al ámbito mayor de Baviera, afirmando que tampoco tuvo la guerra «un impacto discernible sobre las actitudes políticas de la gran mayoría de los bávaros».

Weber sostiene que la conducta política de Hitler en la inmediata posguerra es incongruente con la imagen corriente de un individuo que al final del conflicto -y al influjo de la revolución- ya habría desarrollado su visión del mundo, con su arsenal de ideas, prejuicios y propósitos. El Hitler de 1918-1919 mostraba en este sentido una actitud errática y mucha incertidumbre acerca de su identidad y su futuro; aún no era un hombre radicalizado, el futuro dictador todavía estaba por formar. La primera guerra de Hitler aborda otras cuestiones de genuino interés, entre otras: el significado y el alcance de la política de guerra total implementada por el binomio Hindenburg-Ludendorff (¿política protofascista?); la importancia (relativa) del antisemitismo; el decisivo papel del teniente Hugo Gutmann, judío de mayor graduación en el RIR 16, en la concesión de la cruz de hierro de primera clase a Hitler; temas, en fin, para los que falta espacio en la presente reseña. En lo que concierne a la cuestión principal, conviene citar la conclusión a que llega el autor: «Ni la politización de Hitler ni la evolución del nacionalismo tienen sus raíces en el  Regimiento List ni en unidades alemanas similares de la Primera Guerra Mundial» (p. 298).

Un libro a tener en cuenta.

– Thomas Weber, La primera guerra de Hitler. Taurus, Madrid, 2012. 508 pp.

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15 comentarios en “LA PRIMERA GUERRA DE HITLER – Thomas Weber

  1. José Sebastián dice:

    Enhorabuena, Rodrigo. Como siempre una espléndida reseña sobre los inicios de la «personificación del mal» por excelencia: Adolf Hitler, el artista frustado, que malvivía vendiendo acuarelas y refugiándose en albergues; el soldado gris y taciturno; el ser excéntrico que adoraba las novelas de Karl May; el iluminado que ejercía de tambor de la derecha «Volkisch» en las cervecerías de Munich. ¿Cómo un personaje tan mediocre pudo convertirse en «Führer» de la nación más civilizada de Europa y conducirla hasta la más aberrante barbarie, sucumbiendo ambos en el abismo? Como diría la genial Gitta Serenny, la atracción del mal encarnada en Hitler y la Alemania Nazi sigue siendo digna de estudio.

    Saludos.

  2. Vorimir dice:

    Gran reseña de nuevo, Rodrigo. Hay un par de documentales al respecto que vi hace poco y me gustaron mucho, son los de Apocalipsis: el ascenso de Hitler («La amenaza» y «El Führer») que complementan a la serie Apocalipsis de 6 documentales sobre la 2GM. En cuanto a la 2GM soy mucho más de documentales que de libros, pero cuando leo reseñas tuyas o de Farsalia a veces pienso que tengo que leer sobre el tema más a menudo. :D

  3. Rodrigo dice:

    Aparte el interés biográfico, José Sebastián, el libro trabaja una arista muy interesante de lo concerniente a la gestación y el auge del nazismo.

    Nunca es tarde para eso, Vorimir. (Lo mismo me digo cuando se trata de romanos…)

    Gracias, chicos.

  4. Rodrigo dice:

    ¿”Camarería”?

    Bueno, es obvio que debe decir “camaradería”.

  5. Vorimir dice:

    Si es que, como dice el dicho, la cabra tira al monte. En este caso yo tiro al Monte Capitolino y tú a Monte Cassino.
    De todas formas el ascenso al poder de Hitler y la formación del Nazismo es sin duda un tema «fascinante.»

  6. Rodrigo dice:

    Me gusta la frase, oye.

    A todo esto, estoy leyendo Continente salvaje, de Keith Lowe (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2012): una panorámica de la Europa devastada por la SGM, con sus coletazos de violencia vindicativa y las secuelas materiales y morales del conflicto. El libro cubre el período de 1944-1949. Lectura necesaria y terrible.

  7. David L dice:

    Gracias por la reseña Rodrigo, los aficionados a la historia del nazismo y a la IIGM echábamos en falta ya una reseña de este tipo en Hislibris.

    En cuanto al tema de la creación del mito de Hitler no podemos llevarnos a engaño, son muchos los dirigentes que acceden al poder y maquillan su pasado de tal manera que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. No es de extrañar lo que comenta Weber sobre la rivalidad de las compañías, las envidias entre los compañeros, etc..a mí no me sorprende, ¿no os pasa en vuestro trabajo que existan esos celos y envidias profesionales?. Sin duda afirmaría que más de uno contestará que sí.

    En cuanto a la evolución de Hitler como político y su posicionamiento radical , creo que fue evolucionando tal y como fueron desarrollándose los acontecimientos en la República de Weimar, es decir, yo tampoco pienso que fuera un iluminado y que durante y posteriormente tras el final de la guerra tuviese claro cuáles debían ser sus objetivos políticos, aunque no debemos tampoco negar una realidad: nunca fue un demócrata ni creyó en la democracia como sistema político. En este aspecto creo que desde el primer momento lo tuvo bastante claro. Además, pongamos atención en un detalle que pude muy bien indicarnos como el proceso de transformación de Hitler va avanzando a la vez que la propia política alemana , en 1920 el llamado Partido Obrero Alemán cambia su nombre y se denomina Partido Nacional-Socialista de los Trabajadores Alemanes, el componente nacionalista hace su aparición con fuerza y eso también debió influir en Hitler. Además la incorporación de nuevos personajes muy influyentes en el posterior desarrollo del NSDAP, como fue el caso de Goebbels, acercarían más a Hitler hacia un antisemitismo más acendrado si cabe.

    ¿Qué quiero demostrar con estos comentarios? Sencillamente una cosa: que Adolf Hitler fue “edificando” su particular visión del mundo a través del tiempo y con el acompañamiento de otros jerarcas nazis que pusieron su granito de arena a la hora de configurar la política hitleriana.

    Un saludo.

  8. Farsalia dice:

    El libro de Lowe es simplemente estremecedor… y necesario. Lo leí antes de Navidades y buff, menuda posguerra… si es que Giles MacDonogh (entre otros) no lo había dejado claro con Después del Reich. Crimen y castigo en la posguerra alemana.

  9. Rodrigo dice:

    Por supuesto, como cualquier ser humano, el Hitler histórico no se formó de golpe y porrazo. Lo interesante es constatar que la radicalización del esfuerzo bélico (el Plan Alberich, por ejemplo) no conduce per se a una especie de “síndrome totalitario”.

    Pienso que uno de los méritos del libro es mostrar un cuadro más flexible –más realista- del momento, especialmente la inmediata posguerra, desengañándonos de la idea de que la evolución personal de Hitler y la de la sociedad alemana conducía fatalmente al Tercer Reich.

  10. APV dice:

    Interesante libro. Unas cuestiones:

    El rango que alcanzó fue el de Gefreiter, es decir soldado de primera (aunque hay paises que si lo clasifican como cabo en su equivalencia).

    Respecto a encajar, hasta que punto puede encajar un austríaco en una unidad de bávaros que como se indica tenían más lealtad al terruño y una mayor vinculación con los suyos que con otros alemanes.

    Finalmente el asunto de ser correo, ciertamente para los soldados del frente era un puesto enchufado, pero tampoco dejaba de ser arriesgado.

  11. Rodrigo dice:

    “Respecto a encajar, hasta que punto puede encajar un austríaco en una unidad de bávaros que como se indica tenían más lealtad al terruño y una mayor vinculación con los suyos que con otros alemanes.” Cierto, muy cierto. Esto viene a corroborar la idea de que H. no era en absoluto representativo de su unidad, al contrario de lo que pretendía la propaganda nazi.

    Justamente, Gefreiter. Rango que, según Weber especifica, no otorgaba mando sobre otros soldados.

    En general, lo que más valoro del libro es su enfoque metodológico: el estudio del RIR 16 como una muestra más o menos representativa de un todo problemático; el regimiento de Hitler como un microcosmos cuyo examen permite dilucidar algunas cuestiones relevantes.

  12. Pedro dice:

    Mi abuelo estuvo luchando con los franceses, cuando enrolaron a miles de españoles republicanos. Años después, bastantes, incluso estuvo un par de años trabajando en Alemania. Pues bien, siempre que alguien le preguntaba decía lo mismo: «no hay alemán bueno».

  13. alexander dice:

    El sentimiento de los soldados alemanes en las trincheras es bastante contradictorio, a quién creerle a Erich María Remarque en Sin novedad en el frente o a Ernest Junger? Junger en sus Cascos de acero se muestra más alla de patriota psicópata con un amor por la guerra totalmente enfermizo, Remarque si lo contrastamos con otras informaciones como la de Sasson o la de Robert Graves en Adiós a todo esto, muestra la desidia por la guerra, el estrés y la inmundicia en las trincheras.
    Porqué combatían en la guerra? por el temor de ser fusilados recordemos el motín francés después de Verdún, recogido de manera magistral por Stanley Kubrick en Senderos de gloria, 1957 con el inolvidable Kirk Douglas.

  14. David L dice:

    Acabado este trabajo de Thomas Weber sobre la figura de Hitler. Primero me gustaría comentar mi sorpresa (a pesar de que la reseña de Rodrigo ya lo explicaba concienzudamente) tras la lectura de esta obra, sobre todo lo comento porque yo esperaba un análisis del paso de Hitler por la Primera Guerra Mundial centrado en el verdadero papel jugado en la misma por éste, algo así como descubrir qué había y sobre todo qué no había de cierto en algunas de las afirmaciones que sobre su trayectoria en la Gran Guerra han aparecido en numerosas obras. De repente me he encontrado ante un estudio sociológico tomando como patrón de análisis a un grupo humano del que formó parte Adolf Hitler y que sirve como referente para descubrir el por qué derivó el dictador alemán en un antisemita violento, e indirectamente cómo la sociedad germana del momento se unió a las paranoias nacionalsocialistas teniendo como líder a un excombatiente de la Primera Guerra Mundial.

    No voy a engañaros, el libro me ha gustado, a pesar de que algunos de sus posicionamientos puedan ser susceptibles de controversias, me parece original la manera en la que Weber desmitifica a la configuración del personaje, su construcción basada en hechos reconstruidos y manipulados, pero a pesar de que hay evidencias, si tomamos como una evidencia esta medida utilizada por el autor, hay algunos aspectos que me hacen cuestionarme si las experiencias vividas por cada persona son o pueden ser determinantes en su posterior moldeamiento de su personalidad. Esto es casi filosofía, ¿lo vivido no afecta a tus posicionamientos y a tu visión de la realidad? ¿No sirve para nada la experiencia? ¿No modelamos nuestra personalidad a través de la experiencia?………Me lo cuestiono tras leer este libro, o mejor dicho, no sé si estoy de acuerdo en que las personas podemos actuar de una manera diferente según nuestra realidad percibida o, por otra parte, el subconsciente trabajado por hechos vividos resultan decisivos en nuestra toma de decisiones presentes. Ya sé que me he ido un poco del tema, pero es que este libro va precisamente de esto que estoy mencionando. Puede parecer incongruente que me haya agradado este libro y, sin embargo cuestione en parte su planteamiento, pero me ha hecho pensar y esto me ha parecido un gran aliciente en una lectura.

    Saludos.

  15. Rodrigo dice:

    Y bueno, hay quien sostiene que el hombre es puro acontecimiento, todo drama y un nunca acabar de hacerse mientras perdura la existencia. “Yo soy yo y mi circunstancia”, que decía Ortega y Gasset, y no olvidemos la célebre fórmula del pensamiento existencialista, “La existencia precede a la esencia”, que viene a decir prácticamente lo mismo… La controversia en torno a qué debemos mayormente nuestro ser, que si a la herencia o a lo adquirido, no está en absoluto resuelta, pero ya el hecho rotundo del aprendizaje supone un exponer(se) la condición humana a la dinámica de la contingencia, el estar librada a un margen variable de indeterminación. Mientras consideremos el libre albedrío un factor real en vez de una tonta quimera, el rango de indeterminación en la ponderación de lo que somos podremos ampliarlo o estrecharlo pero no darlo por enteramente nulo. Desde este punto de vista, el hombre asoma como materia plástica en que la experiencia incide poderosamente.

    Por demás, qué sería de la literatura sin la variable de la experiencia y sin el juego de la voluntad y el albedrío. Toda forma de narrativa está construida sobre el supuesto de la existencia como devenir y como proceso, pero también como desafío, en que el hombre se juega la consideración de sí mismo y el juicio de los demás.

    Respecto del libro. Coincido contigo en la impresión inicial, David: su contenido y su enfoque deparan una sorpresa tremendamente gratificante. La primera guerra de Hitler ofrece mucho más de lo que puede uno imaginar de buenas a primeras, con sólo observar la portada. Habrá que ver qué más tiene que decir Thomas Weber sobre la construcción del líder nazi, en el libro que Taurus anuncia para junio: De Adolf a Hitler.

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