LA PRIMERA FAMILIA – Mike Dash

LA PRIMERA FAMILIA - Mike Dash

«Matar a un conejo, matar a un ciervo, incluso matar a un oso, es sencillo. Apuntas bien y disparas. Pero el hombre es el animal más difícil de matar. Cuando apuntas a un hombre te palpita el corazón, tu mente se interfiere. El hombre es el animal más difícil de matar. Si puedes, tendrías que tocar siempre el cuerpo con la escopeta para asegurarte de que está muerto. El hombre es el animal más difícil de matar. Si se escapa, volverá para matarte él a ti».
Salvatore Maranzano, capo di tutti capi de los Estados Unidos a principios de los años treinta del siglo XX.

La cita es escalofriante. Encierra toda una concepción del ser humano, toda una filosofía de vida (y de muerte), toda una manera de entender el mundo, que hace que uno se pregunte si quien la pronunció y nosotros pertenecemos realmente a la misma especie o si es posible que haya habido alguna mutación genética que explique la divergencia. Porque la cita no está sacada de una novela, ni de la imaginación de alguien con ganas de fanfarronear o fantasear; esa cita reproduce literalmente lo que una persona, cuya única motivación era su ambición desmedida, repetía noche tras noche como un ritual mientras preparaba la munición que al día siguiente iba a usar contra otros seres humanos. Y al día siguiente la usaba. Y mataba hombres. Y vivía en primera persona lo que predicaba con su cantinela nocturna. Hasta que un día esa cantinela se cumplió hasta el último punto, y alguien volvió para matarle a él y le mató.

La lectura de un libro sobre la historia de la Mafia no debe llevarnos a error. No debemos permitir que nos embauque y nos haga caer en el relativismo, en la minusvaloración, en la cosificación neutral del fenómeno mafioso. Los que se dedican, porque ese es su negocio, a enriquecerse a costa de la vida de otras personas, los que matan seres humanos sin pestañear con la misma falta de escrúpulos con que se sacuden el polvo encima del hombro, no merecen la comprensión ni el reconocimiento de nadie, ni mucho menos la simpatía. Nadie debe reír sus gracias, nadie debe concederles ninguna altura moral, nadie debe empatizar lo más mínimo con ellos. El cine en muchas ocasiones se ha encargado de convertir el abominable fenómeno mafioso en algo casi digno de estima, suavizándolo y vistiéndolo de modo que no resulte tan escabroso, tan despreciable y tan degenerado como realmente ha sido y sigue siendo. Así que conviene no olvidar que las películas son ficción, pura y simple ficción, mientras que la realidad es otra cosa que, por definición, poco o nada tiene que ver con su representación en el celuloide.

Mike Dash, escritor británico que ha adquirido fama por la minuciosidad de sus ensayos y por la amenidad de su estilo, tenía clara esta premisa cuando decidió abordar este tema. Su trabajo acerca del arraigamiento de la Mafia en los Estados Unidos genera una imagen de la misma tan siniestra, secretista y peligrosa como sin duda tuvo que ser en realidad. Su libro La primera familia envuelve a quien se anime a leer sus más de quinientas páginas en una atmósfera turbia y sucia de corrupción y muerte semejante a la que pueda crearse en una película de cine negro, con la diferencia de que el cine es ficción y lo que Mike Dash escribe no lo es en absoluto.

Lo de que Mike Dash no escribe ficción sino pura y simplemente la verdad de lo que sucedió lo dice él mismo, con un tono de insultante presunción. Presume de no haberse inventado nada, de haber investigado hasta el más mínimo detalle, de no haber invertido ni un ápice de su imaginación en lo que ha escrito: «Como debe hacer todo historiador, enumero mis fuentes de información párrafo por párrafo, y línea por línea en caso necesario, y pueden verificarse en los correspondientes notas. En resumen, La primera familia no es un refrito de los superficiales, inexactos e inventados cuentos que el lector pueda haber leído hasta ahora. Es lo que realmente ocurrió». Y efectivamente, el libro está profusamente anotado, con referencias a periódicos de la época, archivos policiales, diarios escritos por testigos… Aun así, el autor remite a su página web a quien esté interesado en leer la versión extendida de esas notas, que de haberse incluido en el libro habrían ocupado otras doscientas páginas más. Ante tal exhibición de saber de qué se está hablando puede uno afincarse en el escepticismo y dudar de la veracidad de los datos y de los hechos que se le presentan, o confiar en que no se le está engañando y sumergirse en el Nueva York del cambio de siglo, en los cracks económicos de 1893 y de 1907, en los problemas económicos y sociales que acuciaban a sus habitantes en las décadas que van del 1890 al 1930, en la corrupción, la miseria y la maldad de algunos de los que habitaron la ciudad en aquellos años.

El Nueva York de finales del siglo XIX y principios del XX era el destino y la esperanza para infinidad de inmigrantes europeos. Estos son los datos: en 1893 la ciudad contaba con más de 2 millones de habitantes, de los que un tercio eran de origen extranjero; de ese tercio, cuatro de cada cinco eran irlandeses o alemanes (la policía de Nueva York estaba compuesta en su inmensa mayoría por hombres de origen irlandés). Pero los datos referentes a la emigración italiana son aún más pasmosos: en 1880 había 13.000 italianos en Nueva York; en 1900 llegaban a los 150.000 y en 1910 eran ya 340.000. Entre 1860 y 1914 unos 5.000.000 de italianos emigraron a los Estados Unidos. Había casi más italianos en el ghetto de Little Italy de Nueva York que en Nápoles, la ciudad más populosa de Italia. De ellos un alto porcentaje eran sicilianos: entre 1870 y 1910 un tercio de la población de Sicilia (unas 600.000 personas de un total de 2.000.000 que vivían en la isla) cruzaron el Atlántico. Y de cada 20 italianos que pasaban por Ellis Island, lugar de control de la inmigración y filtro ineludible para entrar en el país norteamericano, 19 llevaban armas en sus equipajes. Las leyes norteamericanas no estaban preparadas para la eventualidad y permitían que semejante arsenal entrara en sus fronteras. Pese a que algunos medios de comunicación, con un cierto deje de racismo, se hacían eco del peligro latente (por ejemplo el diario Herald: «las estadísticas demuestran que la escoria de la Europa meridional se ha vertido a las puertas de la nación en hordas voraces, sin escrúpulos y transgresoras de la ley»), lo cierto es que por el cedazo de Ellis Island pasaron con la misma facilidad honrados ciudadanos que buscaban un lugar donde ganarse la vida honestamente, y criminales, muchos de ellos fugitivos de la justicia de su país, que veían en los Estados Unidos una especie de paraíso terrenal para sus actividades. En aquellas primeras décadas del siglo XX sus fechorías generaron en la sociedad norteamericana un enorme odio hacia la comunidad italiana, odio que no hacía distingos y que salpicaba por igual a honestos tenderos sicilianos y a criminales extorsionadores.

Porque la Mafia no nació en los Estados Unidos sino que se importó de Sicilia. La primera constancia escrita de la palabra «mafia» aparece en un informe policial en Palermo en 1865. «La ‘Mafia’ que emanaba de sus investigaciones [del prefecto de policía de Palermo] no era una sociedad secreta monolítica, con un cuartel general y una jefatura centralizada; era más bien un conglomerado de bandas vagamente aliadas conocidas como cosche, un término siciliano  con el que se designaban las apretadas hojas de la alcachofa». El fenómeno mafioso es en su origen un fenómeno estrictamente siciliano, isla en la que algunas «familias» (hermandades, sectas) en torno a un capo se dedicaban a proteger, es decir, a extorsionar, a sus conciudadanos. Estos queriendo huir de aquellos, y aquellos queriendo huir de la justicia, veían en el otro lado del Atlántico la salvación a sus penurias. Así llegó la Mafia a los Estados Unidos, así llegó a Nueva York, desde la pequeña ciudad siciliana de Corleone, el instaurador de la primera familia que empezó a funcionar fuera de la isla; así llegó Giuseppe Morello, apodado «Mano de Garra».

El ensayo de Mike Dash relata las evoluciones de la familia Morello desde que en 1893 Giuseppe pasara sin ningún contratiempo por Ellis Island hasta que el último miembro de su familia fue tiroteado y muerto más de 30 años después en las calles de Nueva York. Nos describe sus primeros negocios de falsificación de billetes, su desconfianza hacia todos los que no fueran no ya sicilianos sino corleonesi como él; nos habla también de otras sociedades dedicadas a la extorsión que nacen y crecen paralelamente a las actividades de Morello, como la Mano Negra, que obtenían dinero de sus víctimas mediante el envío de mensajes amenazantes («Así, las demandas se acentuaban con rudimentarios dibujos de calaveras, revólveres y cuchillos en los que goteaba la sangre o que atravesaban corazones humanos. Muchos llevaban también dibujos de manos, en gruesa tinta negra, que esgrimían el universal gesto de advertencia. Fue precisamente este último rasgo el que inspiró a un periodista que escribía para el New York Herald la idea de aludir a esa clase de misivas como cartas de la “Mano Negra”, un nombre que resultaba pegadizo y que de hecho no tardaría en convertirse en sinónimo de la delincuencia en Little Italy»). Y se nos describe sobre todo la enconada y a menudo inútil lucha que la policía de Nueva York mantenía en aquellos años contra los mafiosos, quienes se limitaban a actuar en el ghetto italiano pero que en seguida dieron el salto al resto de la ciudad, del estado y del país. «La rapidez con que la familia Morello creció en fuerza y en sofisticación resulta asombrosa. La banda inició su andadura prácticamente al mismo tiempo que la delincuencia de la Mano Negra iniciaba su expansión por todo Estados Unidos, y lo cierto es que hubo pocos criminales tan toscos como aquellos primeros extorsionistas que enviaban sus cartas de amenaza semiocultas a casi cualquier víctima potencial que creyeran que tenía unos cuantos dólares, que adornaban sus cartas con burdos dibujos hechos a tinta, y a los que normalmente se podía comprar por solo una parte de las imaginativas sumas que exigían. Los Morello mejoraron sustancialmente aquellos métodos; en su lugar, prefirieron montar tramas de extorsión más duraderas y mucho más rentables, lo cual significaba que, en lugar de exigir a sus víctimas pagos únicos de enormes cuantías, la Mafia pasaría a cobrar pagos semanales de toda una serie de negocios, desde los tenderos más acaudalados hasta los más pobres vendedores ambulantes.» Esa lucha estuvo jalonada por fracasos y por éxitos, y si en el bando siciliano destacó siempre el nombre de Giuseppe Morello, en el policial (por no decir «en el irlandés») brillaron con luz propia los de William Flynn, jefe de la Oficina del Servicio Secreto de los Estados Unidos en Nueva York, y Joseph Petrosino, auténtico héroe neoyorkino y alma de la Brigada Italiana de la policía de Nueva York. Otra figura destacada, Thomas Byrnes, jefe de la Oficina de Detectives de Nueva York, ofreció en 1888 al diario New York Times una acertada descripción del fenómeno al que se estaban enfrentando, que Mike Dash no duda en reproducir: «son fugitivos de su país natal, donde están involucrados en varios delitos mayores y menores. Los sectores criminales de Sicilia están agrupados en una sociedad secreta conocida como “la Mafia”, cuyos miembros se comprometen todos a protegerse mutuamente contra los agentes de la ley. Si un miembro de la sociedad comete un delito, todos los demás miembros están obligados a amparar y mantener el delito en secreto bajo pena de muerte. Los miembros de esta sociedad sobre todo son estafadores, falsificadores y asesinos. Para algunos de esos hombres el asesinato es simplemente un pasatiempo. No tienen piedad, y no se lo piensan dos veces a la hora de matar a nadie que se interponga en su camino o traicione sus secretos.»

La primera familia puede llegar a suscitar ciertas reflexiones en los lectores, no ya sobre el tema central del ensayo, que también, sino sobre otros aspectos colaterales con los que es inevitable establecer paralelismos. Así, los Estados Unidos de principios de siglo, y en particular la ciudad de Nueva York, se nos muestra como un lugar habitado por una ingente masa de extranjeros, resultado de una afluencia masiva de inmigrantes que se mantendrá durante unas décadas. Es decir: choque de culturas, costumbres y modos de vida diferentes, conflictos idiomáticos (en Little Italy se habla italiano mayoritariamente -o siciliano, la variante dialectal propia de aquella isla- y no hay especial necesidad de conocer el inglés; lo mismo sucede en las otras comunidades de inmigrantes), formación de ghettos… A esta situación se añade el agravante de la delincuencia, representada casi en un cien por cien por la Mafia. El conjunto de factores es inevitablemente un caldo de cultivo para que se generen en la manipulable y poco reflexiva opinión pública tendencias xenófobas de rechazo indiscriminado hacia todos los inmigrantes sin excepción, sea cual sea su origen, motivación, nivel social o esperanzas de integración. Sin embargo el fenómeno mafioso no tuvo, al menos en aquellos años, tanto peso como pudiera parecer: sólo el 3 ó 4% de la población de Little Italy eran delincuentes, de modo que sería injusto usar ese argumento en contra de la inmigración, como injusta es cualquier generalización que pretenda simplificar y valorar situaciones sociales.

La figura y personalidad tenebrosa de Giuseppe Morello se hace omnipresente en el ensayo; es venerado y temido por todos, y su solo nombre provoca auténtico terror en quien lo escucha. Flynn, a quien al parecer le gustaba mucho escribir y que escribieran sobre él, reprodujo una de las técnicas habituales de extorsión de Morello en sus primeros años:

«¡Buenos días, Carlo Pelestrina! decía Morello al entrar en la tienda de un compatriota en el East Side. ¿Su esposa está bien? ¿Y los niños? ¡Ah, los niños! ¿Están bien? Me alegra verle tan contento, tan próspero y tan afortunado. La gente se pelea por entrar en su excelente tienda, Carlo Pelestrina.

¡Buenos días, padrone Morello! era la respuesta del incómodo Carlo, ya que la presencia de Morello en una tienda tenía el efecto de desvirtuar cualquier alegría preexistente . Gracias, estoy bien, y mi esposa y mis hijos también… Pero ¿hay algo que pueda hacer por el buen padrone?

Una nimiedad. Necesito plata a cambio de este  pequeño billete.

Y Giuseppe le entregaba la peor imitación de un billete de dos o de cinco dólares que el pobre Carlo no había visto nunca. ¿Protestaba Carlo entonces? Pues no. Entregaba la plata y expresaba su inmensa gratitud por poderle ofrecer tan insignificante servicio al padrone Morello».

Flynn dijo de Morello que era «malo; absoluta, consciente y celosamente malo … Hay pocos hombres de los que puedas decir de verdad que disfrutan siendo unos criminales. El amigo Giuseppe era uno de ellos». Cuando en 1910 logró por fin sorprender y apresar a Morello en la habitación de uno de sus pisos, de nuevo Flynn contó que «bajo la almohada de Morello encontramos cuatro revólveres completamente cargados; bajo la de Terranova [familiar de Morello], cinco. Eso es algo que te impresiona por fuerza. Y dos de las armas de Morello estaban cargadas con cartuchos que contenían postas, tres o cuatro perdigones en cada cartucho. Podría compararse a Giuseppe con una especie de guerrero solitario y yo me preguntaba con frecuencia si a veces no se temía a sí mismo».  Sin embargo, el propio Flynn está muy lejos de querer convertir al mafioso en un mito: «… y al final se le verá como un gran malvado, aunque ni ha sido ni es tal cosa. Ha sido un pequeño malvado. Despiadado y vengativo, y peligroso en general… tan traicionero como cobarde. Su pandilla ha sido, como todas las pandillas, un rasgo fluctuante. La ha ampliado o reducido para adecuarla a sus fines más inmediatos, [aunque] su plantilla ha estado integrada por el conjunto de asesinos más siniestro al que jamás he vigilado, arrestado y enviado a la cárcel».

Pero en el documentadísimo trabajo de Mike Dash hay más cosas además de la historia de la familia Morello: la penitenciaría de Sing Sing (sint sincks, «piedra sobre piedra» en la lengua de los indios), la Camorra napolitana (que llegó más tarde que la Mafia siciliana a los Estados Unidos), las guerras entre bandas tras el encarcelamiento de Morello (quien sólo cumplió 10 de los 25 años a los que fue condenado), el advenimiento de otros mafiosos cuyos nombres son algo más conocidos (Joe Masseria, Salvatore Maranzano, Lucky Luciano…). Y la Ley Seca. La aplicación en Estados Unidos durante casi 3 lustros de la también llamada Prohibición fue una bendición para el crimen organizado, que se encontró con un filón de beneficios inimaginables hasta la época, un filón que les brindó el gobierno de los Estados Unidos dejándose llevar por las tendencias puritanas que veían en el consumo del alcohol la decadencia y degradación moral del ser humano y de la nación. En palabras del senador Volstead, promotor de la iniciativa,  «el demonio de la bebida hace testamento. Se inicia una era de ideas claras y limpios modales. Los barrios bajos serán pronto cosa del pasado. Las cárceles y correccionales quedarán vacíos; los transformaremos en graneros y fábricas. Todos los hombres volverán a caminar erguidos, sonreirán todas las mujeres y reirán todos los niños. Se cerraron para siempre las puertas del infierno». (fuente de la frase: Wikipedia). Sucedió todo lo contrario: Nueva York pasó de disponer de 15.000 tabernas donde se podía consumir alcohol, a tener 30.000 locales clandestinos; el número de crímenes, la corrupción social, la cantidad de presidiarios, todo ello se multiplicó; las bandas mafiosas se enriquecieron como nunca antes hubieran imaginado; y el consumo de alcohol, que era en definitiva lo que la Ley Seca pretendía eliminar (aunque lo que prohibía expresamente era la producción y venta), aumentó.

El libro incluye también abundante información adicional: un mapa de la Sicilia de aquellos años, otro de Nueva York, el árbol genealógico de la familia Morello, una larga galería de personajes (sin duda necesaria y muy útil durante la lectura) y una no menos larga relación del material consultado (archivos, documentos, etc.). En conjunto, pues, se trata de un libro de primera línea para conocer el origen y primeros años de la Mafia en los Estados Unidos, tema sobre el cual el autor confiesa su sorpresa ante la ausencia de libros que lo traten. Vale la pena reiterar que resulta ciertamente impactante en esta obra no solo el tema, el que se nos cuente la historia de la Mafia norteamericana, sino el hecho de que los diálogos, situaciones, testimonios, etc. descritos en él son esa historia, son auténticos y han sido transcritos por Mike Dash de los archivos donde los ha ido a buscar. Eso es lo que da fuerza y veracidad al libro, y lo que lo convierte en una lectura que no deja indiferente.

«Entonces, ¿usted pertenece a una sociedad? –le pregunté. ¿Ella le da el dinero?

Sí, pero no es como sus Guardabosques o sus Hijos de Italia. Ni tampoco me dan el dinero de la manera que cree.

¿Cómo entonces? –le pregunté.

Cuando conozca la nuestra [sociedad], sus poderes y su maravilloso funcionamiento, cómo protege a sus miembros en todo momento, y las muchas otras cosas que la hacen tan valiosa, se olvidará de todas esas otras a las que ahora llama sociedades.

¿Y cuál es el precio de admisión?

Ninguno.

¿No piden dinero? –pregunté, asombrado.

No –replicó. No piden dinero, pero hay un precio.

¿Y cuál es?

Te mandan realizar un acto de valentía.

¿Como por ejemplo?

Bueno, don Antonio, usted ha oído hablar de personas tiránicas que oprimen y hacen leyes, de hombres ricos que tienen tanta riqueza que no pueden gastarla, de los hijos de tales personas o de traidores.

Sí –respondí, preguntándome qué tenía eso que ver con actos de valentía.

Bueno, pues podría ser necesario castigarlos por su codicia o arrogancia … Quizá pueden haber hecho algo para perjudicar a esta sociedad o a uno de sus miembros, y usted podría ser escogido para castigarles en secreto.

¿Y cómo se llama esa sociedad?

No tiene nombre.

¿Es una sociedad de ayuda mutua? –pregunté.

No.

¿Dónde tiene su sede principal?

No está en un solo lugar. Está en todas partes del mundo excepto Japón.

¿Y en Italia?

Sí, está en Italia.

Pero su presidente y sus otros cargos, ¿quiénes son?

En realidad pocos de los miembros se conocen entre sí. Pero es seguro que hay jefes. [Basta que] cuestione una orden una vez. Tendrá [usted] una visita y luego seguirá un castigo. Luego también, cuando tenemos una gran necesidad de fondos, en el caso de que la policía se muestre activa, nunca cuesta encontrar dinero para proteger a los miembros.

¿Quizá –me aventuré se trata de los masones?

No, es una sociedad cuyo poder es ilimitado. Es más grande que los masones y durará tanto como el hombre.»

 

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15 comentarios en “LA PRIMERA FAMILIA – Mike Dash

  1. Valeria dice:

    Impresionante reseña, Cavi. (Impresionante támbién la foto de la cabecera, Nuru).

  2. Clío dice:

    Impresionante y sobrecogedora, si señor, no te hacía yo leyendo estos temas, Cavi, pero tu aguda percepción y tu estupenda prosa no tiene fronteras….
    Nunca me ha gustado la Mafia, a pesar de las excelentes películas sobre la misma, nunca he simpatizado con los personajes, siempre me dieron repelús su forma de vida, sus actuaciones y su absoluta falta de ¿moralidad? no sé si esa es la palabra, o su falta de empatía con el ser humano, o su enoooooorme concepto de familia remilgado y falso por no decir cosas peores…..

  3. Koenig dice:

    Excelente resaña, salvo que no parece un accidente.

  4. Urogallo dice:

    Exhaustiva reseña, sin duda. Habrá que mandarla a dormir con los peces…

    Para la cuestión ética, habría que revisar sin duda «Los Soprano y la Filosofia», libro de reciente aparición y dedicado a comprender como los códigos de la Mafia ( De la Mafia de la TV y las novelas, claro) resultan tan atrayentes para tantos americanos, que además posiblemente hayan sufrido los efectos de ser compatriotas de los mafiosos. Una posibilidad evidente es el trabajo de glorificación de Puzzo, al que los propios mafiosos admiraron incondicionalmente en vida, por haber escrito su «Lo que el viento se llevó».

    En cuanto a la Mafia en sí misma, hace tiempo leí «Murder Inc», sobre los primeros intentos serios ( Hasta 1947) de terminar con la Mafia. Construido sobre los testimonios policiales ( El autor fué el primer fiscal en llevar a la Silla electrica a un miembro del crimen organizado) detalla minuciosamente la crueldad estupida y desorganizada de la que las «familias» hacían gala innecesariamente y que podían permitirse debido al miedo que despertaban en posibles testigos. Contra lo que afirma la leyenda piadosa, la violación no era una excepción a sus crimenes.

    Y sobre este periodo de creación/transición también estaría la plomiza «Los Padrinos», un libro bastante pesado pero que explica la creación del sistema mafioso en Sicilia.

  5. Hagakure dice:

    Interesantísimo libro. Me lo apunto. Y gran reseña.
    Genial la imagen de cabecera.

  6. cavilius dice:

    Tenía mis dudas cuando lo empecé a leer porque ya en la introducción el autor prácticamente se sube a un estrado y dice que lo que otros han escrito no son más que cuentos, y que la auténtica verdad es la que él va a relatar. Pero el libro responde a esas expectativas con creces, ya lo creo.

  7. jerufa dice:

    ¡Jó, cavi!
    Cuando he visto tu nombre y el título de la reseña, me he frotado los ojos. Después, me he puesto como un loco a leerte.
    Algo sobre la Mafia escrito por Cavilius a la fuerza tiene que ser, cuando menos, sorprendente.
    Caray, ¡que bien has descrito de que va el libro, majo!
    Le echaré un vistazo.
    Un abrazo y gracias por esta incursión tan refrescante en tu trayectoria, ¡córcholis!

  8. Curistoria dice:

    Genial reseña, Cavi. El libro reposa aquí en casa esperando su momento y acaba de subir algún puesto.

    De todos modos, no es algo personal, son negocios.

  9. guayo dice:

    Bueno tendré que conseguirme una copia, cuando lo vi por primera vez no me dijo nada, al igual que muchos pensé que era uno más en la larga serie de libros sobre la mafia, pero nunca pensé que fuera escrito basado en reportes de la policía de nueva york, y que el autor fuera tan directo en el prologo sobre lo serio que fue su estudio sobre los inicio de mafia en Estados Unidos, gracias por la reseña, muy interesante.

  10. JF dice:

    En cuanto al origen de la palabra «mafia» hay mucho más de lo que se apunta en la reseña e incluso por otras vertientes; el origen de dicha palabra es oscura… Según la tradición oral, los orígenes de la Cosa Nostra se remonta al siglo XVIII, con Beati Paoli, una sociedad secreta que luchaba contra los abusos de los nobles. Más adelante, a principios del siglo XIX, se organizaron en Sicilia «fraternidades» compuestas básicamente por campesinos, cuya meta era devolver la tierra de Sicilia a los campesinos. La mafia nacería realmente en la década de los sesenta del siglo XIX en el «triangulo de la muerte», formado por la ciudades sicilianas de Palermo, Trapani y Agrigento…

    Un saludo.

  11. Hindenburg dice:

    Es sugerente la foto del encabezamiento: no sabes si el tipo va a sacar un pistolón o pastillas para la tos…

  12. cavilius dice:

    El libro da más datos que los que se exponen en la reseña acerca del origen de la palabra «mafia», JF, pero tampoco muchos más. Habla sobre la idiosincrasia de la isla como especialmente favorable para la aparición de fenómenos de ese tipo, de que algunos entendían la «mafia» más como un estado de ánimo que como una institución, y alguna cosa más. Lo que no se menciona en el libro, o si lo hace a mí se me ha pasado, es la expresión «cosa nostra»; eso me llamó la atención.

  13. Valeria dice:

    Recientemente he leído un ensayo sobre la caballería. Con respecto al origen de las órdenes seglares de la caballería, allá por el siglo XII, se señalaba que eran cofradías o asociaciones de caballeros, y uno de los objetivos originarios de estas asociaciones era defender las tierras y privilegios de la nobleza frente a la monarquía. En sus inicios, los miembros de la orden se juramentaban en apoyo del los compañeros , y ese pacto o juramento exigía fidelidad incluso por encima de la fidelidad al señor feudal al que se debían. Cosa curiosa, porque una de las virtudes básicas del caballero era la fidelidad a su señor. Cuando leía esto, me vino a la cabeza la palabra «omertá».

  14. JF dice:

    El tu reseña pones o haces alusión al término siciliano «cosche» como: «las apretadas hojas de la alcachofa». Pues si hemos de creer en otras expresiones en Palermo se emplea la expresión «Haju escupi d’a mafia» (Tengo hermosas escobas»). Sí, en Palermo «mafia» significa: hermosura, belleza; sin embargo en toscano «mafia» significa: miseria. En árabe la palabra «Mahfa» se refiere a una cueva de piedra (donde se refugiaban los patriotas sicilianos), y hay más…
    En cuanto a historia sobre el tema: mafia siciliana -sus origenes y desarrollo-, si me permites recomiendo la publicación:
    «Cosa Nostra: Historia de la mafia siciliana», John Dickie. Editorial Debate.

    Un saludo.

  15. cavilius dice:

    Permitido, permitido.

Responder a Urogallo

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