LA PÉRDIDA DE EL DORADO – V. S. Naipaul

LA PÉDIDAD DE EL DORADO, V. S. NaipaulEl escritor británico V. S. Naipaul (n. 1932, Premio Nobel de Literatura de 2001), publicó en 1969 La pérdida de El Dorado, texto a modo de crónica basado en la historia de la isla caribeña de Trinidad, su patria natal (los ancestros del autor, provenientes de la India, arribaron a la isla en el siglo XIX). Trinidad estuvo por mucho tiempo vinculada a la célebre leyenda de El Dorado; sirvió de base para expediciones que acometieron la búsqueda de  Manoa o la Ciudad de Oro. Fue también terreno de disputa de los mismos intereses coloniales que en siglos pasados nutrieron la historia del ámbito caribeño, al que con razón se ha considerado crisol de razas y culturas.

 
El libro aborda dos períodos de la historia trinitense: el primero de ellos en torno al año de 1600, la época de las últimas expediciones salidas de Trinidad (entonces colonia española) en pos de El Dorado, y el segundo alrededor de 1800, cuando en la isla soplaban los primeros aires independentistas de tierras hispanoamericanas y ella misma pasaba a manos británicas. Etapas que parecen las más ajetreadas de la historia de Trinidad, contándose entre sus protagonistas personajes de la fama de Walter Ralegh (sic) y Francisco de Miranda, o un Thomas Picton, militar británico que asumió el gobierno de la isla tras ser arrebatada a los españoles en 1797 y, más tarde, adquiriría renombre en las guerras napoleónicas (destacó en la Península Ibérica y en Waterloo, en donde fue mortalmente herido).
 
Antonio de Berrío y Ralegh son las figuras prominentes de la parte inicial.  Berrío, español, contrajo matrimonio a edad avanzada con la hija del fundador del virreinato de Nueva Granada, y heredó de éste la pretensión  de erigir el tercer marquesado de la América hispana (a ejemplo de Cortés y Pizarro). Organizó y comandó las últimas tentativas españolas de hallar El Dorado en la región de Guayana, a fines del siglo XVI; no sólo fracasó –como todos los que lo antecedieron- sino que colisionó con el célebre explorador, corsario y escritor inglés Walter Ralegh, embarcado en similar empresa. Asediado y derrotado por el inglés en Trinidad, Berrío acabó siendo su prisionero, y murió antes de ser rescatado por sus compatriotas. ¿Ralegh? Entre otras cosas, escribió un libro sobre sus andanzas en el Nuevo Mundo –que insufló la leyenda de Manoa- y soportó doce años de reclusión en la Torre de Londres, acusado de conspirar contra el rey. A poco de ser liberado, encabezó en 1617 una nueva expedición en América, y en 1618 dio una vez más con sus huesos en prisión, muriendo decapitado el mismo año.
 
Tras esta movida etapa, Trinidad –explica Naipaul- devino provincia fantasma. «Poco envió a España; poco recibió de España». Para la Corona no era cosa de desembarazarse de ella como si nada: su ubicación geográfica le confería especial importancia estratégica; sin embargo, hubo un período en que se rehuía el honor de gobernar la provincia, tal era su postración. En la segunda mitad del siglo XVIII recuperó cierta notoriedad. Se consideró fortificarla, convertirla en una segunda Cartagena de Indias; el proyecto no se consumó pero sí el de colonizarla con extranjeros de confesión católica, franceses e irlandeses; también esclavos de raza negra. Trinidad se convirtió en explotación azucarera. Sobrevino la acción, entonces, pues en el postrer decenio de la centuria Inglaterra y España estaban en guerra (una de tantas entre ambos países), y Trinidad fue uno de los escenarios de la lucha. Hora de una humillación: la isla fue capturada por los ingleses sin apenas resistencia por parte española. El último gobernador español, con su prestigio por los suelos (“el gobernador que entregó la provincia sin disparar un tiro”) fue juzgado dos veces en la metrópoli y condenado –la segunda de ellas- al destierro. 
 
Antes y después de tales acontecimientos, Trinidad sirvió de refugio a varios de los primeros insurgentes de las colonias hispanoamericanas, incluso bajo dominio español. (El de mayor lustre, sin duda: Francisco de Miranda, personaje entre teatral y patético y de muy triste final.) Inglaterra alentó sus designios, visto lo mucho que convenía a sus propios intereses. Pero el objetivo primordial de las autoridades británicas, una vez conquistada la isla, era hacer de ella un emporio para América del Sur, lo que en definitiva tuvo escaso éxito.
 
Naipaul despliega su especie de crónica del período (que ocupa la mayor parte del libro) enfocándose en lo que considera un tema crucial: el escándalo en que se vio envuelto Thomas Picton, gobernador de la nueva provincia británica y futuro héroe de Waterloo, por causa del escabroso asunto de Luisa Calderón. Era ésta una joven mulata, libre, que en 1801 se vio injustamente involucrada en un caso delictivo, siendo apresada y torturada en abierta violación de las leyes inglesas entonces vigentes. El caso se hizo público en Londres, y Picton debió enfrentar un juicio prolongado (fue absuelto). Como indica el autor, había de por medio una revolución de elevados principios –abolición progresiva de la esclavitud y de la tortura, humanización del sistema penal- que explica la fama que por entonces tuvo el caso. Lamentablemente, Naipaul perjudica el interés de la historia con una narración excesivamente prolija, confusa, plagada –como todo el libro- de una infinidad de personajes y situaciones de variada índole, muchos de ellos verdaderamente nimios. Conflictos e intrigas se suceden con escaso concierto, al punto que la trama pierde en hilación y uno acaba por sofocarse en la inacabable marea de nombres, hechos y referencias.
 
Por otra parte, Naipaul no es autor dado a complacencias. Su concepto de españoles y criollos es bastante negativo, prodigando uno que otro juicio despectivo. A mi entender, incurre en ignorancia al opinar que el movimiento emancipatorio hispanoamericano tenía fuerzas mas no principios, lo mismo que dirigentes pero no héroes. 
 
Considero que La pérdida de El Dorado resulta, más allá del eventual atractivo de su materia, un libro malogrado y tedioso. Acaso el estilo seco y cortante en que está escrito convenga al propósito irónico que sin duda lo inspira, pero no hay modo –yo no lo he hallado- de enganchar ante la falta de brío y la penosa aridez de la  narración, casi por completo carente de relieves; ni hablar de tensión dramática, inexistente. Si no fuera por la aparición de personajes como Ralegh o Miranda, o de uno como el francés Victor Hugues (a quien el cubano Alejo Carpentier supo sacar partido en su magnífica novela El Siglo de las Luces), nada me hubiese motivado a acabar con esta lectura.  
 

-V. S. Naipaul, La pérdida de El Dorado. Editorial Debate, Madrid, 2001. 407 pp.

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10 comentarios en “LA PÉRDIDA DE EL DORADO – V. S. Naipaul

  1. Koenig dice:

    Buenas tardes.

    Deduzco, Rodrigo, de tus dos últimos párrafos, esa alegre frustración que lo embarga a uno cuando por fin, termina y se deshace, «lecturalmente» hablando, de un libro que no le ha gustado.

    Y agradezco la reseña.

    Saludos.

  2. Rodrigo dice:

    Tal cual, Koenig. Aunque, ironía aparte, lo cierto es que la frustración fue tremenda, más rabiosa que alegre.

    En alguna parte se publicitaba este libro bajo el reclamo de “el otro Caribe”, contrastándolo con García Márquez y Carpentier. Por supuesto que es una publicidad que genera expectativas.

    El tema me parecía atractivo -creo que el resumen del contenido lo deja claro-, pero Naipaul lo estropeó a fondo. Es cierto que esto es historia, no ficción, pero una cosa es escribir sobre el Caribe desde el realismo más crudo, acaso desencantado (nada de “lo real maravilloso” ni de realismo mágico), y otra pergeñar un latazo como éste.

  3. juanrio dice:

    La verda, Rodrigo, es que hay que darte doblemente las gracias. Primero por la reseña, que empieza tan bien que uno piensa que se encuentra ante un gran libro. Y en segundo lugar por hacernos ver que nos encontramos ante una mala novela.

    No he leído nada de Naipaul y no era un escritor que me llamara mucho la atención, pero después de esto…

  4. Rodrigo dice:

    Pues sí, Juanrio: la táctica de reseñar un libro decepcionante resumiéndolo resulta un poco engañosa al principio (sobre todo si su materia es o parece interesante, como en este caso). Demasiado auspiciosa para un libro en mi opinión tan malo y que perfectamente podría tener por ejemplo de aquello de «cómo arruinar un buen tema».

    El libro, por otra parte, se mueve más en el terreno de la crónica que de la novela, compañero.

    Gracias por el comentario.

  5. Ariodante dice:

    Bueno, Rodri: lo primero es felicitarte porque, como siempre, sigues reseñando francamente bien. Lo segundo es que por lo que he leido en la reseña -ya que no sabía nada sobre esa obra en ninguna otra parte- el libro es demasiado ambicioso en su campo , es decir, que quiere tratar demasiadas cosas, demasiados momentos históricos y demasiados personajes. Y ciertamente, hacerle la competencia a Carpentier es una ardua tarea. Entiendo que lo trata como novela, o historia novelada. ¿O quizás es ensayo? Esto no acabo de verlo claro en tu reseña.
    Yo sólo he leído de Naipaul «Una casa para el señor Biswas» novela donde retrata una familia india, inmigrante en Jamaica, pero que trasporta su cultura desde su India natal, a la vez que se mezcla con la británica y los problemas que origina. Y la novela me gustó, destila ese humor casi negro que tienen los indios, y las situaciones que narraba eran a la vez interesantes y divertidas.
    Pero hablar de la colonización y las luchas por el dominio del Caribe me parece que es tarea demasiado grande y que le viene al parecer, holgada. Y que quizás no se encuentra en su ambiente, Naipaul. Cierto que vivió muchos años en Jamaica, pero es un oriental y aunque haya chupado de la ubre occidental en sus estudios, hay cosas que son difíciles de comprender y por tanto de explicar.

  6. Ascanio dice:

    Estupenda reseña, como siempre, Rodrigüelo.
    Me pasa como a Juanrio, cuando la empecé pensaba que era un libro muy interesante, pero luego, a medida que ibas enumerando los defectos pues… fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii (ruidito de un globo al desinflarse).
    Ha sido tu última frase la que me ha contestado a la pregunta que iba tomando forma en mi mente a medida que te leía: pero alma de cántaro, ¿cómo has conseguido acabarlo?

  7. Rodrigo dice:

    Es narración histórica a modo de crónica, Ario. La comparación con Carpentier y García Márquez no es del todo apropiada, dadas las diferencias de género (de historia a ficción); otra cosa sería tratándose de las novelas de Naipaul. Con respecto a “La pérdida de El Dorado”, el contraste se justifica en relación al posicionamiento de uno y otros frente el universo caribeño. Mientras Carpentier y García Márquez hacen una especie de apología del Caribe y una celebración de lo que se puede tener por “exotismo novomundista” (visto desde fuera, mientras que otros, desde adentro, dirían “alteridad”), Naipaul es todo frialdad y desapego, puro distanciamiento crítico. La suya es otra visión de esta porción de mundo, perfectamente legítima. El problema no es que el de Naipaul sea “otro Caribe”, sino el de la calidad de este libro en particular. Bien podría haber escrito algo menos disperso y enmarañado, también más ameno, digo yo. Lo mismo que cuidarse de largar lindezas como aquellas a que aludí en la reseña, que parecen más basadas en el prejuicio que en un conocimiento real de los hechos.

    Tengo entendido que Naipaul vivió en Trinidad hasta los 18 años y que, en adelante, Inglaterra fue su hogar. Una de las constantes de su obra es el problema de la identidad cultural, nada raro en un tipo descendiente de indios nacido en Trinidad y británico por adopción, o por elección. Ya sabes, Ario, que leí la novela que mencionas y que no me gustó mucho. Me resultó aburridísima.

    Debo ser masoquista, Ascanio… Pero no: había leído otros libros de Naipaul y siempre me habían parecido tediosos, deslavazados, faltos de nervio. Creí que en este caso sería diferente, y ya ves… Cuestión de gustos, claro. Recientemente he tenido una pequeña racha de lecturas decepcionantes, algunas de las cuales abandoné, y preferí llegar hasta el final con ésta. En parte, por hacer la reseña.

  8. Valeria dice:

    Eres un esforzado campeón, Rodrigo.
    Igual si te lees a alguno de tus amados rusos ahora compensas la mala racha…

  9. Rodrigo dice:

    ¡Mis amados…!

    Pues sí que tengo mala fama, ¿eh, Valeria? :-)

  10. Valeria dice:

    He dicho leer :-)

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