LA MALDICIÓN DE STALIN – Robert Gellately
En sus últimos años de vida, Iósif Stalin preparó su testamento político. De hecho, era la puesta al día de Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS: Compendio redactado en los años treinta y al que desde 1950 dedicó notables esfuerzos, dedicación y tiempo –en medio de la Guerra de Corea, la formación tutelada de las «democracias populares» en Europa del Este y Asia y los diversos choques que conforman la etapa inicial de la Guerra Fría–, y confiaba en que fuera un libro de lecciones de economía política (o de cómo concebía él dicha materia). Supervisando a un grupo de autores a su exclusivo servicio, el libro era su particular Biblia y pretendía ser la culminación de un largo proceso: Karl Marx había prefigurado los principios del socialismo, Vladimir Lenin proporcionó una «teoría de la revolución» y Stalin confiaba en quedar como el genio que le dio sentido pleno a todo ello, y, especialmente, una aplicación práctica en todo el mundo. En sus propias palabras, el libro desvelaría «cómo escapamos de la esclavitud del capitalismo; cómo transformamos la economía según los criterios del socialismo; cómo nos ganamos la amistad del campesinado; y cómo convertimos lo que poco antes era un país débil y pobre en una nación rica y poderosa» (citado en p. 455). La realidad, sin embargo, distaba de ser tan esplendorosa: si la Unión Soviética había alcanzado el «éxito», lo cierto era que se logró recurriendo a la violencia y la eliminación sistemática de «contrarrevolucionarios» de diverso tipo, condición y especialmente etiquetación: burgueses, industriales, kulaks, militares, prácticamente la globalidad de la población soviética, cuyos sacrificios en la construcción del «socialismo en un solo país» y en una «Gran Guerra Patriótica» significaron millones de muertos (alrededor de 26 tan sólo en la Segunda Guerra Mundial). Stalin murió antes de poder leer la versión definitiva del libro y, una vez desaparecido de la escena y convenientemente «denunciado» en el XX Congreso del PCUS, se dejó que pasara al olvido.
Lo que la población soviética no olvidó es el legado de Stalin. Un legado construido poco a poco y cuya mayor ofensiva comienza con la propia guerra mundial. Para entonces Stalin ya se ha situado como el gran líder soviético, el Vozhd, ha purgado el partido y eliminado a sus opositores; ha impulsado los planes quinquenales que perseguían la forja de una industria pesada y ha llevado a cabo la colectivización agraria, con resultados catastróficos para millones de ciudadanos soviéticos. En La maldición de Stalin: la lucha por el comunismo en la guerra mundial y la guerra fría (Pasado & Presente, 2013), Robert Gellately presenta la narración de ese largo proceso, desde los años treinta y a partir de la Segunda Guerra Mundial, poniendo especial énfasis en la etapa inicial de la Guerra Fría y ofreciendo una interpretación de la dictadura de Stalin que, además de los elementos geopolíticos, pone especial énfasis en la concepción ideológica de Stalin acerca del comunismo y su extensión por el mundo. No estamos ante una biografía (más) de Stalin, pues, ni tampoco (exclusivamente) ante un libro sobre la URSS entre (grosso modo) 1930 y 1953, sino ante un retrato del estalinismo ideológico y su puesta en práctica.
Gellately echa mano de una enorme variedad de fuentes primarias, de archivos desclasificados en la Rusia postsoviética (de lo que se ha ido abriendo a los investigadores…) y de las interpretaciones de los debates historiográficos; esto último se percibe en numerosas ocasiones por las menciones a la historiografía tradicional, las aportaciones de historiadores rusos e incluso de historiadores revisionistas (en el correcto uso de la palabra). Archivos soviéticos, europeos (del Este) y estadounidenses ofrecen datos ya conocidos y otros no tanto, que Gellately reinterpreta para aportar un relato que trata de incidir en la cuestión ideológico; o, mejor dicho, en la concepción que tenía Stalin de lo que debía ser el comunismo, primero dentro de la URSS y, a partir de 1945, en la construcción de lo que convenimos en llamar «bloque soviético», en el enfrentamiento con el «mundo capitalista» que encabezaban los Estados Unidos de América. Una lucha ideológica de quienes fueron aliados momentáneos en la guerra contra el fascismo europeo y a la que un Stalin ya cercano a los setenta años da un nuevo impulso como el «gran líder» mundial del comunismo, el tutor de las nuevas «democracias populares», el guía que recomendaba a Mao que no se hiciera con el poder tan rápidamente en China o que no aceptó caminos independientes en la autopista del socialismo, como fue el caso de la Yugoslavia de Tito.
En la primera parte del libro –«La revolución estalinista»–, Gellately narra el largo camino de la dictadura de Stalin desde la muerte de Lenin y hasta el final de la Segunda Guerra Mundial: la persecución y exterminio de las «amenazas internas a la unidad socialista», que implicaba purgar el partido, eliminar cualquier conato de oposición al mensaje del líder, implantar una transformación económica de la URSS que supuso el sacrificio de millones de ciudadanos (mediante la fuerza, la violencia y el hambre), de modo que se creó un país modelado por Stalin a lo que consideraba que debía ser un país socialista. Hubo contradicciones y errores (el modo en el que Stalin no fue capaz de comprender realmente los planes de Hitler hasta junio de 1941) y la guerra mundial casi destruyó sus proyectos, para renacer con un esfuerzo bélico que llevó a los soldados soviéticos en cuatro años a ocupar Berlín… y la mitad de Europa. Quizá sea esta la parte más reiterativa del libro en relación con otras obras que tratan el período, pero en ellas pone Gellately especial hincapié: en esos años Stalin consolidó su papel de gran gurú socialista, de líder rojo que iluminó a los partidos comunistas de los países sometidos a la influencia soviética. Ya en la segunda parte –«Sombras de la guerra fría»–, el historiador canadiense incide en el germen del conflicto entre rusos y estadounidenses: las negociaciones de la paz, los ejes de la geopolítica à la Stalin, las discusiones acerca de las zonas de influencia y la reafirmación de la ideología comunista en el interior de la URSS: una tarea que pasó por el castigo de los que colaboraron con los ocupantes nazis en la zona ocupada por estos durante la guerra y que incluyeron a numerosos grupos étnicos (países bálticos, alemanes del Volga, polacos, chechenos, calmucos…), obligados a emigrar o sometidos por la fuerza. La tercera parte del libro –«La guerra fría de Stalin» – es la más sustanciosa y la que marca el tono de la interpretación de Gellately: la construcción del «bloque soviético» en la Europa del Este, a imagen y semejanza de lo que Stalin consideraba que debía ser el comunismo internacional, las bases de la Guerra Fría (un conflicto que Stalin diseñó concienzudamente) y la extensión del socialismo a Asia, donde la China de Mao se erigió como fiel escudero de la URSS (hasta que Mao inició un camino propio, ya sin Stalin presente), y la Guerra de Corea como primera gran partida de ajedrez a nivel mundial.
Gellately detalla la formación de las «democracias populares» en Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Bulgaria. Rumanía, Yugoslavia, Albania y Alemania del Este (RDA desde 1949). Un proceso cuya hoja de ruta fue escrita por Stalin en persona y que pasaba por coaliciones nacionales de partidos de izquierda o centro, con especial influencia de los partidos comunistas nacionales, para generar un clima político que permitiera a estos últimos hacerse con el poder «legalmente» y, una vez establecidos en él, realizar la revolución socialista que Stalin había impulsado en la URSS. Un proceso, pues, que se basaba en la idea de que ni el Reino Unido ni Estados Unidos se mantendrían en el continente a largo plazo y que sería la URSS, como potencia hegemónica en la zona (y país que había sufrido las consecuencias de la guerra y por tanto debía ser recompensado por haber derrotado a los fascistas), debía tutelar el socialismo en unos países que ya estaban maduros para ello. Para los Gomulka (Polonia), Gottwald y Slánský (Checoslovaquia), Rasóki (Hungría), Dimitrov (Bulgaria) y Tito (Yugoslavia), Stalin fue el «padre» al que respetar y consultar en el proceso de conversión de sus países en comunistas, y al que visitaban incesantemente en el Kremlin para recibir instrucciones, por no decir ordenes. Pero este proceso tuvo sus desencuentros, como simbolizó Tito con sus ambiciones de crear una confederación en los Balcanes (y de adquirir territorios de sus vecinos), algo que Stalin rechazó de plano, forzando la ruptura con Yugoslavia. Gellately muestra como el «patriarca» comunista domeñó a quienes aceptaron someterse a sus dictados y expulsó a quienes como Tito o Dimitrov pusieron encima de la mesa una hoja de ruta particular. En el enfrentamiento con Estados Unidos, Stalin se aprovechó de las debilidades de Truman en la diplomacia (y que no estaba interesado en iniciar un conflicto, por muy frío que fuera, con Stalin, rechazando incluso el discurso de Churchill sobre el telón de acero o mostrándose pasivo ante la conversación comunista de la Europa oriental) y rechazó cualquier oportunidad de colaborar con el mundo capitalista.
Así, el llamado Plan Marshall, en el que inicialmente la URSS fue incluida por los estadounidenses, y que debía ser un programa de recuperación económica de todo el continente europeo, fue condenado desde el principio por Stalin, que obligó a los países de su zona de influencia a ignorar cuando no rechazar explícitamente. Para los planificadores estadounidenses, la ayuda a Europa era esencial para reconstruir la economía de la zona y, en clave geopolítica, una manera de atraer a los satélites soviéticos y poder disminuir la influencia soviética. Gellately tiene claro en quién recae el peso de la guerra fría: en Stalin. «Los historiadores se muestran reacios –acertadamente– a distribuir “la culpa de la guerra”. Sin embargo, no por ello deberíamos concluir que ambos bandos tuvieron la misma responsabilidad en el desarrollo de la guerra fría. Marshall estaba encarando un problema económico en una Europa devastada por la guerra y las hambrunas. La ayuda que ofrecía Estados Unidos estaba disponible para todas las naciones, con independencia de sus compromisos políticos. […] Marshall combatía la pobreza, mientras que a Stalin se le planteaba escoger entre empobrecer a su propio pueblo, perseguir sus objetivos políticos y, desde luego, también los intereses soviéticos en materia de seguridad (según él los definía). Los europeos occidentales no compartían su visión del futuro, como pudo observarse a principios del período de posguerra, cuando Francia e Italia, pese a la miseria generalizada, ya decían que no a la presión comunista. Stalin podía ver que, mirase donde mirase en la Europa occidental, sus esperanzas de un futuro rojo no resistían a la voluntad del pueblo, como evidenciaban las elecciones libres, y sin duda ninguna ese futuro sería imposible en caso de alcanzarse la recuperación económica. Se decantó por su misión política y dijo que no a la ayuda estadounidense» (p. 382)… obligando a los países bajo su férula a hacer lo mismo.
Obviamente, los estadounidenses y británicos alternaban altruismo e intereses económicos con también una concepción ideológica, pero para Gellately «nadie saca ningún provecho de tener socios comerciales desesperados y muertos de hambre. […] Al gobierno de Estados Unidos tampoco le interesaba que la miseria se convirtiera en una situación permanente en Europa o en cualquier otra parte. Stalin solo podía explicar este comportamiento con la teoría de que los estadounidenses pretendían “esclavizar” a todos» (p. 384). La economía se convertía en política para Stalin y rechazando la ayuda occidental condenaba a la URSS (y su área de influencia) a una calidad de vida que nunca pudo alcanzar la de los países capitalistas y que no hizo otra cosa que empeorar. «Quién pagó el precio fue la gente corriente de la Unión Soviética y sus aliados» (ibídem).
En conclusión, estamos ante un libro muy recomendable, de lectura adictiva y que quizá incida en un período que ya se ha tratado en otras obras recientes (por ejemplo, el último libro de Anne Applebaum, El Telón de Acero. La destrucción de la Europa del Este, 1944-1956, publicado por Editorial Debate en 2014), pero que nos ofrece una imagen vívida del proyecto estalinista de extender el comunismo entre 1939 y 1953, y del legado que dicho proyecto significó para Rusia y la propia Europa oriental.
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En efecto, todo suena muy familiar, pero no por esto menos interesante. Por lo que dices, entiendo que la piedra angular del estudio viene a ser el liderazgo decisivo de Stalin y los lineamientos estratégicos y tácticos de su política, en los que la ideología –no cualquiera, sino una determinista y cerrada por definición- ejerce un rol preponderante.
Como fuere, es un libro que me apetece muchísimo leer, y espero verlo pronto por estos lares. (A veces los libros tardan meses en cruzar el charco, a veces tardan años.)
Muy buena reseña.
Gracias, Rodrigo, Exacto: el liderazgo de Stalin en todo, «su» idea del comunismo, «su» patronazgo por encima de todo (y de todos, como Tito y Slánsky pronto descubrirían, por no hablar de un Mao que hizo «su» versión del comunismo en China). La ideología impera, pero sólo una, la de Stalin. Quizá por eso, entre otros muchas cuestiones, y cuando había líderes de la Europa del Este que deseaban (y necesitaban) los fondos del Plan Marshall, Stalin trató, hasta su muerte, de tutelar a los países del «bloque comunista» sin aceptar ninguna componenda: hacerlo sería traicionar al modelo comunista y, no menos aún, a su figura. Un libro muy adictivo, más interesante en la panorámica y análisis de la posguerra que en los años previos. A ver si llega pronto al otro lado del charco…
¡Interesante reseña, Farsalia! Por lo que apuntas parece que el punto fuerte es la creación del socialismo en los países de la Europa del Este, tras la segunda guerra mundial. Sobre esto me parece que no hay mucho escrito, al menos para el gran público. Ya tengo localizada la obra en la Biblioteca, espero leérmela este verano.
Hahael, ve si localizas el libro de Anne Applebaum, El telón de acero. Para el tema que señalas, es muy pero que muy bueno.
De Applebaum leí hace poco ‘Gulag’, que me dejó impresionado. Ya he tomado nota, ¡gracias, Rodrigo!
‘Gulag’ es un libro excelente; el siguiente libro de Applebaum espero también leerlo pronto.
El tema se ve muy interesante y el debate hasta ahora aún no desarrollado por los historiadores, quién tuvo la culpa de la guerra fría? todo fue un malentendido con consecuencias tragicómicas? Hasta que punto el supuesto, real o aparente filocomunismo de Roosevelt facilitó las cosas para Iosiv Stalin? más conocido como «querido Tío Joe» por Roosevelt? De dónde salió el oscuro Harry S. Truman? en 1940 un desconocido político de Missouri y en 1944, parte del tiquete Roosevelt-Truman que derrotaría al republicano Dewey, y que desplazó de la vicepresidencia al más conocido Henry Wallace, el cual sí era socialista y al cual en la álgida campaña de 1948, entre Truman vs. Dewey, el FBI destaparía su correspondencia secreta entre Wallace en ese entonces candidato del Partido Progresista Americano y el Querido Tío José Stalin?
Para entender la guerra fría además de estudiar la figura del «Querido Tío Joe» también debemos entender y estudiar al «oscuro» Harry S. Truman, un hombre aparentemente insignificante pero que tomó decisiones trascendentales en sus dos mandatos, de Harry S. Truman existe poca bibliografía en castellano, en librerías de viejo se encuentran sus memorias y poco más, en inglés también hay muy pocos libros sobre el, en Amazon abundan los libros de John F. Kennedy «Camelot», del también oscuro y genio del mal Richard M. Nixon, del genocida de Vietnam Lyndon Baines Johnson, pero muy poco de Truman, cuando a mi juicio fue junto con FDR y Johnson una de las presidencias más importantes de la historia de Estados Unidos en el siglo xx, y es que estudiando a Truman y a su entorno (generales Marshall y Mc. Arthur, Dean Acheson, el director del FBI Edgar J. Hoover) y todos los escándalos de la vida pública norteamericana (maccartismo, caza de brujas, esposos Rosemberg, Alger Hiss, Fuchs y espías espías y comunistas por todos lados!) que entenderemos porque Estados Unidos actuaba como actuaba en la guerra fría y las reacciones de Stalin.
Era la guerra fría una forma de defensa de la Unión Soviética frente al revanchismo alemán de la naciente RFA? era una forma de defenderse de una hipotética tercera invasión occidental, en el mismo siglo? remember 1914 y 1941, y es que recordemos el trauma soviético ante Barbarrossa, los alemanes en 1941 llegaron a las puertas de Moscú¡, eso explica muchas cosas. O era simple expansionismo gran ruso? La URSS se vio como una víctima de occidente era, porque fue una víctima de una nación occidental en 1941 y eso les dejó un trauma de ahí la extrema susceptibilidad con Estados Unidos, el Plan Marschall y la OTAN.
Y Harry S. Truman actuaba como actuaba era por la presión de la derecha de su país del conglomerado militar-industrial que denunció Eisenhower en su última alocución televisada a la Nación. No olvidemos que el senador Mc Carty acusó a Truman de ser un comunista infiltrado, al presidente le tocaba mostrar dureza frente a la URSS y frente a Mao en China. La política american en aquella época era de exrema dureza y los republicanos estaban sobre la yugular de Truman es por eso que se iniciaron acciones como la fundación de la OTAN, la guerra de Corea y la creación de la Bizona en Alemania. Y por supuesto la caza de brujas en el interior de EEUU, pero también Truman despidió a Mac Arthur cuando éste exigió bombardear Pekín, en fin entre palomas y halcones estaba este buen hombre de Missouri. La guerra fría no fue un conflicto entre buenos y malos es un conflicto de malentidos, matces y sutilezas políticas.
Cordialmente,
Alexander
Ah y Good luck and good night como se titula una película reciente acera de la caza de brujas
Hoy me e voy a limitar a un análisis puramente «objetivo»,casi denotativo del libro de Gellatelly; si el moderador lo tiene a bien,en otra ocasión daré mi opinión crítica individualizada de este libro.
*la obra de Gellatelly es de 2013 y yo la he leído en la versión inglesa «Stalin´s curse».
*En general,la obra ha generado poco debate académico aunque ha sido bastante reseñada en revistas literarias y suplementos de libros de EEUU y gran Bretaña.
*En Amazon, la obra ha merecido 35 reseñas, 33 de ellas muy favorables y 2 con un juicio muy negativo de la obra de Gellatelly.
*La única reseña académica que conozco en España, es la realizada por Stanley Payne en _Revista de libros_(2015).El juicio de Payne , por supuesto, es positivo lo cuál tampoco extrañara a nadie.
*Las 3 reseñas académicas más destacadas que yo conozco al dia de hoy, son:
-Andrew Roberts en _Wall street journal_ de 2013.
-Ronald Radosh en _The weekly standard_ de octubre de 2013.
-Tim Rees en _The english historical Review_ de Abril de 2015
-Franak Gerits en _European Review of history_ de 2014.
Estas 4 recensiones de la obra de Gelltely son en general favorables a la misma, aunque especialmente Gerits y Tim Rees mantienen serias reservas sobre algunos puntos; en el caso de Roberts y Radosh , puede decirse que sus reseñas se limitan a una mera apología de las tesis de Gellatelly.
Y si el moderador me lo permite y me da la venia, otro dia expondré mi crítica personal que cómo algunos podéis suponer es francamente negativa.
Más que el moderador, que no lo hay como tal, debería de ser el autor de esta reseña el que dé pie, que no permiso.
Como autor de esta reseña no voy a perder mi tiempo en dar pie a nada. Y a quien sepa entenderlo, mejor.
De pie a? a criticar el libro? ya se puede hacer, a hablar de la época ya lo estamos haciendo agradablemente en cuanto al moderador? Javi LR tiene razón, no hay moderador. Por lo tanto Camarada Rafael Romanov, adelante critique el libro destruya a Harry S. Truman, si lo tiene a bien por supuesto.
Alexander: como recién llegado que eres, podrías mostrar un poco más de tino. El administrador, Javi, dejó el asunto en manos del reseñador. ¿Es que no distingues la impertinencia?
1-Rodrigo, a diferencia de lo que Usted cree no tomo a hislibris como un campo de juegos, esa si es una impertinencia y una grosería.
2-El tema es según creo la guerra fría y el enfrentamiento entre Stalin y Harry S. Truman, no las «impertinencias» de un «recién llegado» recién me entero que en hislibris hay socios de primera segunda y yo vendría siendo de «quinta»? Mi carnet no es tan viejo? no tengo los viejos pergaminos?
3-Entonces como soy un «recién llegado» y no conozco las reglas, eso significa que soy objeto de cristiana compasión y no de duro reproche, o no? Señor veterano y miembro del club de primera clase. Indíqueme Vuestra Merced, ilustreme, cuáles son las reglas hay una constitución del Club? We the people of Hislibris? o algo así?
4-No soy una comparsa de Rafael como he leído por ahí, no he tenido el gusto de conocerlo, ni nada por el estilo, tampoco soy un trol, ni profeso ideas de izquierda ni pertenezco al Partido Comunista ni soy chavista, ni nada por el estilo, y no podría ser comunista porque soy católico practicante y el ateísmo me horroriza. Espero dejar esto bien claro, simplemente quería ratificar lo dicho por Javi LR y según el no existe el moderador, y si cometí un error y fue meterme en lo que no me corresponde, en eso tiene Usted toda la razón. Esa es una pelea que a mí no me concierne, a fin de cuentas solo quiero hablar de uno de mis presidentes favoritos, Harry S. Truman (los otros dos son Lyndon Baines Jonson y Richard Milhouse Nixon, pero se que de ellos no se trata el tema), solo quería que se volviera a tocar el tema del origen de la guerra fría, no que nos quedáramos en rencillas personales que si leo bien y como soy un «recien llegado» al Club de Tobi, no alcanzó a entender.
Dicha esta aclaración a mi «impertinencia» por ser un «recién llegado» espero que volvamos a tocar el tema que nos convoca aquí a los «antiguos miembros» y a los «recién llegados»que es las raíces de la guerra fría, culpa de Stalin o culpa de Truman, expansionismo soviético o solo un cinturón protector para defenderse de una tercera invasión occidental.
Y recordándole a Used la primera parte de la Oración de San Francisco:
«Oh Señor hazme un instrumento de tu paz
donde haya odio que lleve yo el amor
donde haya ofensa que lleve yo el perdón
donde haya discordia que lleve yo la Unión»
Por el momento nada más,
y si en algo le moleste discúlpeme,
pero no soy un «yesmen» para decir si a todo o que todo me parezca bien.
O inhibirme de opinar solo porque aparezca Rafael «Granados» como le llaman los «antiguos miembros» del club, no sé que clase de disputas tuvieron en el pasado o algo así pero creo que deberían solucionar ese problema con el señor Rafael en otro momento y otro lugar y no tomarme a mí como un chivo expiatorio de quién sabe que oscura disputa.
Cordialmente,
Alexander,
Alexander, no te excedas de candoroso ni veas lo que no hay. Se trata sencillamente de lo siguiente: por muy virtual que sea este espacio, no deja de regirse por las reglas de convivencia que competen a cualquier ámbito social, al menos un mínimo de ellas; con mayor razón cuando adquiere ciertas características de comunidad, e Hislibris las tiene. No es cosa de entrar a una comunidad cualquiera y plantarse como Pedro por su casa, como si no importaran la experiencia y la trayectoria, ¿verdad? Sucede que Hislibris tiene su historia, y no es una historia exenta de dificultades. Hemos tenido que lidiar con elementos indeseables de la clase que puedas imaginar, ¿o es que crees que todo el mundo interviene en espacios como éste de manera respetuosa, movido de buenas intenciones o guiado por la honestidad? Al contrario, algunos tienen por único norte el afán de alborotar o sembrar cizaña. Déjame decirte que una cosa es la libertad de expresión, otra el abusar de esta libertad y otra también el incentivar el abuso. Francamente, algunos de nosotros, hislibreños veteranos, estamos hasta la tusa de quienes abusan de la prerrogativa de expresarse libremente en este espacio, propalando infundios e injuriando a su regalado gusto. Acaso no has sabido verlo, pero algunos de los comentaristas a los que has prestado alas son precisamente de la calaña de los mendaces, los recalcitrantes y los cizañeros. Tal vez pienses que la opinión de un negacionista –sabes perfectamente de qué hablo- vale tanto como la de cualquier otro, pero no es así. (Me refiero a la opinión, no a la persona.) La mentira es corrosiva, especialmente cuando es sistemática. Lo mismo cabe decir del odio que la inspira. Y lo que hay detrás de los negacionismos, en cualquiera de sus variantes, es odio. (¿Tengo que remitirte al foro del que proviene el individuo que se hace llamar “Rafa”, “Rafael” o “Granados”, y a los términos de los que se vale para calificar a Hislibris y los hislibreños? ¿O que el negacionismo del Holocausto es una forma travestida de odio antisemita?) Por lo tanto, y esto a título personal, te ruego que no estimules a quienes no están dispuestos a intercambiar opiniones en base a la decencia, el respeto y la honestidad.
Señor Rodrigo, le entiendo pero yo no estaba hablando de Rafael, estaba hablando de lo que le dijo Javier a Farsalia, acerca de que no hay reseñador, y pues sí no hay reseñador.
2-Le reitero la culpa es mía por meterme en lo que no me importa.
3-No soy amigo ni conocido de Rafael ni le doy coba, en cuanto a la página que usted dice ni interés tengo de buscarla, le reitero mis ideas políticas difieren diametralmente de Rafael.
4-En cuanto de si me importa si Rafael es estalinista? No no me importa no soy el papá de Rafael ni su nana (la nana de Rafael) en realidad las ideas políticas de los demás me son totalmente indiferentes, lo admito. Y lo que usted decía de los nagacionismos me parece terrible que nieguen los genocidios y masacres que ha habido en la historia de la humanidad, es más creo que soy el único de hislibris que he hablado que me parece el colmo que Turquía niegue el holocausto armenio y NADIE diga nada, también he mencionado la limpieza étnica de los alemanes en 1945, y las comunidades hebreas en la Europa de 1939 a 1945 y es más el maltrato de los hebreos por parte de los cosacos del siglo xvii especialmente los pogromos de finales del xix y comienzos del xx, cosa que nadie más hace, o la masacre en el genocidio de la conquista de América en el siglo xvi o en la Gran Pradera del siglo xix en los nacientes Estados Unidos o la de los maoríes o los nativos australianos, pero yo no puedo responder por los demás, en otra reseña tuve un enfrentamiento dialéctico con Rafael utilizando a E.H. Carr y me acabaron diciendo «anarquista infantil», lo que pasa es que yo si me enfrento dialécticamente con Rafael no me da miedo, ni temor enfrentarme con el. Ahora para enfrentarse con la mentira toca enfrentarse con ella, recuerde ud. lo que decía Gandhi o Martin Luther King? no recuerdo «Lo que mas me da miedo no son los malos sino el SILENCIO de los buenos.» Jamás se puede guardar silencio, esa actitud silente facilito los extremismos de izquierda y derecha en el siglo xx.
No tengo que decir más al respecto,
Alexander
Vamos hombre, no se trata de miedo o temor sino de hastío, simple y puro hastío. Y aunque es cierto que somos dados a la dispersión temática, también lo es que en el blog tratamos de ceñirnos al tema de cada reseña, al menos por respeto al reseñador; para abordar los temas que se nos ocurran tenemos el foro. Por último, la indiferencia que proclamas confirma mi postura. Tras una década de actividad, esta página web es una comunidad. Para los que llevamos buen tiempo participando aquí, Hislibris es una suerte de hogar virtual, por lo mismo no nos es en absoluto indiferente el modo en que se lleva la casa. La invitación a unírsenos está extendida, pero siempre bajo el supuesto del respeto y la reciprocidad. Los deshonestos y los cizañeros no son bienvenidos. Los que nos insultan, tampoco.
Por mi parte, lo dejo hasta aquí.
Lo bueno es que reproducimos el ambiente de las elecciones de EEUU de 1948 entre Truman y Dewey, así de tenso era el ambiente en EEUU en los cuarentas y comienzos de los cincuentas, ese ambiente o bajo esa presión actuaba el presidente Truman, en ese ambiente se le preguntó al candidato republicano Dewey que si el prohibiría el Partido Comunista a lo cual Dewey respondió «Jamás se puede destruir una idea pegándole un tiro». En aquella ocasión parecía inminente el triunfo republicano, tanto así que The Chicago Chronicle titulo Dewey defeats Truman, finalmente en 1948 Truman es reelegido y casi que forzado por las circunstancias a realizar una cruzada anticomunista cruzada que a mi entender hizo de mala gana dadas las tendencias aislacionistas de los estadounidenses. Creo que bajo la presión del partido republicano, de los halcones y del maccartismo, lo mismo sucedió en 1965, Lyndon Johnson llevó adelante un gran programa de reformas conocido como la Gran Sociedad la erradicación del hambre en los Estados Unidos de América especialmente en las Apalaches y el profundo Sur, y el fin de la segregación racial, pero se interpuso Vietnam y al igual que Truman que fue de mala gana a Corea, Johnson fue de mala gana a Vietnam, es decir los demócratas actuan así intimidados por el qué diran los republicanos.
Rodrigo, sus palabras lo hacen merecedor de mi respeto y admiración. Es por gente como usted por lo que esta página tiene tanto tiempo de vida y mucho tiempo más tendrá. Brindo por el intercambio sano, coherente y respetuoso de opiniones. La libertad de opinión también tiene sus límites… y sus consecuencias.
Es una verdad universalmente aceptada, que diría la señora Austen, que si alguien ha demostrado en esta página buen ánimo y disposición para el debate, desde la educación y el respeto, ése ha sido Rodrigo. Cuando otros hemos claudicado ante la cerrazón, la intransigencia y la descalificación, él se ha mantenido firme, como nuestro «Don Quijote de la Cancha» . No se debe confundir, pues, hartazgo con complicidad o falta de valor.
Hislibris se merece romper alguna lanza en su favor.
Gracias por sus palabras, Valeria, Caballero.
Intentaré ser breve en mi crítica a Gelatelly;revisando el libro, he encontrado más de 50 errores ,tergivesaciones, argumentos circulares ó «argumentos de la ignorancia» cómo razón suficientes, abuso de notas incoherentes, etc.
La obra no es más que una reedición («vino añejo en odres viejos») de la narrativa de la guerra fria y se inscribe en la nómina de otros autores como Timothy snyder,Anne appelabaum,Roger Mohoohouse,Robert service a la que se añaden también sovietólogos alemanes como Baberowsky,Karl Schologel y la novísima claudia Weber, autora de un reciente y superanticomunista libro sobre Katyn.
El problema de todos ellos no es que sean anticomunistas(y rusófobos) que es muy respetable, sino que son negligentes en su trabajo cómo profesionales de la investigación.
Un amigo mio que es profesor universitario en Rusia, los llama «liantes anticomunistas».
Me bastará con citar 3 de las muchas aseveraciones fraudulentas ó incompetentes de Gellatelly.
1.El supuesto pánico de stalin en los 10 primeros dias de la «Operación Barbarroja».Es una vieja mentira inventada por Kruschev,Gellatelly debía saber que en 2004 Roy Medveded ya había mostrado la falsedad de esta patraña a los
lectores en su «Stalin desconocido» y que en 1994 se habían publicado los registros de entrada en el Kremlin que lo refutaban definitivamente( Steven Main, “Stalin in June 1941: A Comment on Cynthia Roberts,” Europe-Asia Studies, vol. 48, no. 5, July 1996.
A gellatelly eso le da igual, con tal de engañar y confundir a los lectores con sus «cuentos antisoviéticos».
2.Su capitulo sobre el «gran terror » es garbage in, garbage out, es decir una falsificación completa , nada original porque se limita a repetir lo que dicen Sebag montefiore,Nicolas Werth y Baberowsky.
Naturalmente omite toda la nueva evidencia documental que existe desde 2006, publicada por un historiador muy anti-stalin pero muy buen investigador que es V.N.Khaustov :»lubianka sovietskaia elita na stalinskoi golgofe, 1937-1938.Moscú,Mdf, 2011.
3.La parte que dedica al «Plan Marshall» ya raya en lo pueril,desconoce ú omite toda la evidencia que no encaja en sus parámetros previos de la guerra fría.
Ignora toda la economía política del «plan marshall» que en efecto cómo dijeron los soviets(Eugen Varga, por ejemplo) era imperialismo financiero puro y duro.
No sabe nada del «first charge principle» de 1942, de la draconiana política comercial sujeta a las tarifas Hawley smmots, del rearme implicito de alemania bajo la tapadera del plan, …. ignora también que el plan marshall desmantelaba el comercio intereuropeo con la URSS- una de las razones de la oposición de la URSS al plan junto con el tema de las reparaciones-.
Toda esta evidencia y mucha más ,Gellatelly la desprecia olímpicamente; dice criticar a los autores revisionistas pero ¡¡ desconoce al 70 % de los mismos!!; posiblemente ni ha oido hablar ó los ha leído superficialmente a Michell sherry,Lynn Davis,Carolyn Eisenberg,etc.(vid.RÉFLEXION SUR UN BILAN DU PLAN MARSHALL, À PROPOS D’UN OUVRAGE RÉCENT (1992) de Annie Lacroix riz
( 1994):http://www.historiographie.info/bossuat.pdf )
En suma, es un libro penoso cómo obra de investigación dirigida al gran público ó a los profesionales; no hay por dónde cogerla.
Entonces me interesa y mucho…
Felicidades por la reseña Rodrigo. Y me uno – aunque tardíamente, el trabajo me «engulle» – a los comentarios de Caballero y Valeria.
Gracias. ;-) No dudes en leerlo si te interesa el tema. Corro un tupido velo en cuanto a tontadas varias…
Quería decir felicidades por la reseña Farsalia. Me he «colado». Me unía a los comentarios de Caballero y Valeria sobre Rodrigo.
Gracias por la recomendación
A los lectores de Hislibris que estén interesados en autores “Cold warriors” estilo Gellatelly,os recomiendo uno nuevo:la joven profesora Claudia Weber que enseña en la Universidad Europa-Viadrina, la misma en la que ejerce como profesor emérito Karl Schlogel, recientemente traducido al español.
La profesora Weber acaba de publicar en Alemania un libro sobre Katyn:”Asesinos en guerra.La intrincada historia de las ejecuciones de Katyn”:
http://www.his-online.de/en/publishing-house/9010/1167/details/publikationen/perpetrators-at-war
Me han informado que el libro será prontamente traducido al español.
Para los que no lean alemán y estén muy interesados en la obra de Weber,pueden leer lo siguiente en inglés y en francés:
*”Stalin´s Trap:The katyn forest massacre between propaganda and taboo”(2012)
https://books.google.es/books?id=t3XO6FkWmEMC&pg=PA170&lpg=PA170&dq=claudia+weber+stalin+trap&source=bl&ots=vlo1PJVuLM&sig=TUtWhud2nI-EUyIcttfeNIW5mvg&hl=es&sa=X&ei=DruBVeTDNYbYU463uvAN&ved=0CDAQ6AEwAg#v=onepage&q=claudia%20weber%20stalin%20trap&f=false
*La violence, terra incognita pour la compréhension ?Réflexions sur les perspectives et les limites d’une « description dense »(2010)
http://www.cairn.info/publications-de-Weber-Claudia–74198.htm
Huelga decir que mi juicio crítico sobre estas publicaciones de la profesora weber es igual de negativo que el que tengo acerca de Gellatelly y de su colega Schlogel..
Desde hace unos días aprovechando algo de disminución en el trabajo he analizado el foro, me ha resultado de lo más interesante por lo que me animo a participar desde hoy en él. La Guerra Fría les fue útil a ambos ‘bandos’ se basó en el manejo del miedo colectivo a una nueva invasión de occidente, la número tres, y del ‘retroceso’ que significaba el comunismo para los norteamericanos en el fortalecimiento de su presencia en América Latina., sin embargo una aspecto importante son las motivaciones económicas de esa ‘Guerra’, y a las que me referiré mas adelante, y que creo determinantes, los industriales norteamericanos o ?halcones’ jugaron un papel preponderante. Ahora regresando a lo del foro, he de referirme a su naturaleza esencialmente polémica, de varias cabezas ‘Guerra Fría’, ‘Mcartismo’, etc., unidas a un solo cuerpo, la Historia. Claro que puede resultar más cómodo disfrutar por ejemplo de la reseña que hace Rafael en una lectura tranquila, que de un contrapunteo erudito como el de Alexander, sin embargo este último me resulta más enriquecedor ¿No trata de un grupo virtual o si? ¿es un foro sobre historia o no?
Sr Rodrigo, que le hace pensar que un negacionista dice mentiras?