LA HORA DE QUEVEDO – Baltasar Magro
Las primeras impresiones siempre tienen su importancia. Si son certeras, las menos, siempre quedan en el recuerdo pero si no lo son, siempre es más satisfactorio sorprender que decepcionar.
Confieso que no tenÃa mucho interés en este libro, tan solo era el menos malo de una lista en un momento en el que disponÃa de poco tiempo y ganas para leer, pero ha conseguido encandilarme y el entusiasmo ha ido de menos a más.
Para empezar, el libro en sÃ. Tapa dura, buen papel, gusto en la numeración de las páginas, una cubierta agradable al tacto y una portada evocadora, una mesa en donde podrÃa haber estado momentos antes el protagonista, que parece haber abandonado por un instante sus manuscritos y sus lentes marcando la página de un libro.
Sorprende el uso del lenguaje, se agradece la inclusión de términos que hacÃa mucho que no oÃa o incluso que no conocÃa, demuestra un cuidado y un mimo por la lengua que hace que la lectura adquiera ese ritmo pausado y necesario para poder disfrutarla, deleitarse en ella poco a poco.
Con el peso que se llega a sentir en el alma cuando la certeza de que la estancia en este mundo va tocando a su fin, se van desgranando los distintos episodios de unos años vividos intensamente y con ellos todo lo que les rodeó: las intrigas de la corte de Felipe III y Felipe IV, el declive de un gran reino, figuras hasta ahora inalcanzables para mÃ, de los que sólo sabÃa de su intervención puntual en la Historia, tratadas de tú a tú, con sus miserias y sus ambiciones, personajes secundarios (encontré al Gran Duque de Osuna, casualidades de la vida) dueños de sus pequeñas historias, con minúsculas pero no menos interesantes. Una etapa convulsa, quizás más desconocida porque no tuvo reyes de altura, sólo validos y privados de los que podÃan haberse privado y hubiera valido más.
Reinar no es entretenimiento, mal rey es el que goza de sus estados y bueno el que los sirve. El que se echa a dormir gobierna entre sueños, reinar es velar. El ministro que provoca el sueño a su monarca le entierra, no le sirve, le infama y no le honra. De esta manera, se apresuran la ruina y la desolación de los reinos.
El rey que pelea y trabaja delante de los suyos los obliga a ser valientes, los multiplica. El perezoso que los manda pelear fÃa toda su honra a la fortuna, vive encadenado al ocio de la vanidad y debe retirarse el que se esconde a las quejas, que tiene porteros para los agraviados y no para los que agravian. Para alcanzar el trono hay que ser hombre de entendimiento y razón, un rey falto de discurso y entendimiento, ni es rey ni hombre.
Aquel que se deja gobernar totalmente por otro no es señor, sino guante; pues sólo se mueve cuando y donde quiere la mano que se lo calza.
Quizá sea parte de la verdad, como en todo, la verdad tiene muchas caras, pero suena tan auténtica…
Y sobrevolando toda la obra, lo mejor. Porque el mayor logro de la novela es el propio personaje de Quevedo. Me resulta desconcertante como el autor es capaz de meterse en la piel, de recrearlo de forma tan verosÃmil. Página tras página cobraba vida propia. No sólo en los hechos escuetos y biográficos, también en el carácter, tan real, tan lleno de defectos asumidos como de orgullos profundos, de ambición y soberbia, de picardÃa y valentÃa, de amores y villanÃas, amistades y conveniencias, una conjunción del Quijote y el Sancho que todos llevamos dentro.
Un Quevedo que alejado del mundanal ruido, entre campos y gente sencilla, vuelve la vista a todo lo que suponÃa estar en el centro del huracán como intrigante, juerguista, poderoso, con el privilegio y la satisfacción de usar como látigo y castigo la pluma y el papel. Pero que nadie crea que se trata de un acto de contricción ni de arrepentimiento. Presenta su vida encima del tapete de esa España que le tocó vivir y juega con ella como un tahúr con la mano que le sirven.
No se puede decir que sea una obra que enganche, ni de trepidantes sucesos, ni de batallas, pero con ella he disfrutado de tardes sentada oyendo a éste gran escritor, porque el autor consigue que se materialice como tal, entre anécdotas, reflexiones, historia y poesÃa. SÃ, también se incluyen versos que se enmarcan en el contexto original en el que fueron escritos, por lo que cobran mayor belleza y fuerza.
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En medio de tanto libro de tema belicoso, enganchoso y trepidantoso –mea culpa, vale, y qué falta me hacen las cursivas-, el que reseñas, Aretes, me hace el efecto de un remanso de delicadeza y discreción.
Por supuesto, el que el libro tenga por protagonista a Quevedo –no diré que conozca al dedillo su obra, ni mucho menos, sólo que ‘su fama lo precede’-; y el que sus recuerdos conciernan a una época convulsa, hacen de él un bocado apetitoso. Puesto que el autor, como señalas, ha conseguido meterse en la piel del poeta de modo sutil y verosÃmil, mejor que mejor.
Entiendo que la obra funciona a la manera de unas memorias ficticias, o como el imaginario repaso de su vida por el protagonista. Si no me equivoco, Aretes, ¿de qué manera lo hace? ¿Plasmando sus recuerdos en papel, o es todo un recorrido puramente mental?
Muy buena reseña. Tendré que anotarme el libro.
Saludos.
Buena reseña Aretes, lo has apuntado en mi lista.
Saludos.
Quevedo, un personaje fascinante, del que siempre hay necesidad de saber más.
Esta tarde de vuelta a casa he visto una librerÃa nueva. He entrado en el local y me lo he llevado puesto, directamente. Asà que no le ha dado tiempo ni de llegar a la lista de pendientes :)
Saludos.
Vaya, siempre asociaré el «DÃa del Podemos» con Quevedo.
Es una idea que parece descabellada, pero me hace gracia la comparación de las mil y una derrotas de España en las dos épocas (y en distintos sentidos, salvando las distancias, claro) y este renacer que desafortunadamente él no vio, aunque lo deseara tanto durante toda su vida.
Rodrigo, el autor se ayuda de un sobrino al que Quevedo deja sus memorias. La verdad es que dicho personaje ni pincha ni corta. Realmente es una mera excusa para el propio Quevedo.
Después de sufrir la prisión en San Marcos, vuelve desanimado y cabizbajo, acobardado, a la libertad, pero lejos de la corte. Empieza a escribir para él desde lo conocido por ambos, la familia, la infancia… pero poco a poco, como si de una relación que madura se tratara, profundiza en hechos y pensamientos, a veces sin acordarse a quién va escrito. De ahà el efecto de que hay momentos en los que el lector pueda sentir que es ese sobrino, que puede leer en esa cabeza más que en el libro.
Urogallo, de acuerdo totalmente. Me ha gustado las abundantes referencias poéticas y no de poesÃas archiconocidas, sino de las personalizadas, digamos las que se escriben con el hÃgado más que con la razón.
Curistoria, espero que lo disfrutes. Aunque miedo me da recomendar un libro y que luego las espectativas sean más que la realidad. Es curioso como se valora lo que se lee según lo que uno espera encontrar. Bueno, casi todo en la vida responde a la misma ley ¿no?
Nuruialwen, bonita portada. Se le ve como uno se lo imagina en el presente de la obra, manteniendo aún esa mirada viva. El otro dÃa pasé por la Glorieta de Quevedo y la estatua resulta evocadora de mejores años. Gracias.
«Aunque miedo me da recomendar un libro y que luego las espectativas sean más que la realidad. Es curioso como se valora lo que se lee según lo que uno espera encontrar. Bueno, casi todo en la vida responde a la misma ley ¿no?»
Ni que lo digas, Aretes. Pero esta ley parece que operara con mayor rigor en el área de los libros -y remarco lo de ‘parece’-, cuando se trata de aficionados a la lectura. Después de todo, la palabra escrita está nimbada de un cierto prestigio que (¿engañosamente?) la distancia de la experiencia cotidiana. Y en cuanto a recomendaciones, nunca se va uno con suficiente tiento.
Gracias por la aclaración.
Saludos.
Quevedo es uno de mis autores imprescindibles, y si además Aretes dice lo que dice del libro, pues es que ya no tengo nada más que pensar. A por él.
Rodrigo, la fama que precede a Quevedo puede ser engañosa…porque casi todo el mundo le conoce en su faceta de autor satÃrico, flagelo de personajes y personajillos, intrigante de la corte o amargo espejo de la historia de España, pero yo me quedo con sus poemas de amor, una de sus facetas menos conocidas.
Aretes, fenomenal.
Qué gusto de reseña, Aretes. La verdad es que hace tiempo que tengo ganas de leer algo «bien escrito», en la forma en que dices que este libro lo está. Y la figura de Quevedo siempre me ha agradado. Digo yo si el tÃtulo tendrá algo que ver con La hora de todos y la fortuna con seso.
Saludos.
¡¡ Y POR FAVOR, DECIDLE AL TIPO DE LA CABECERA QUE DEJE DE MIRARME !!
Muy bonita reseña, Aretes de mis entretelas. Y muy esclarecedora, porque confieso que al ver el autor he pensado: «Hala, otro presentador de televisión aprovechando el boom de la novela histórica». Y en estos casos da gusto equivocarse.
La temática y sobre todo este estilo «reflexivo» me recuerda a una novela que he leÃdo recientemente, El ermitaño del rey, de Julio Manuel de la Rosa. En ella, Benito Arias Montano, confesor de Felipe II, desgrana Ãntima y reflexivamente sus vivencias cuando se encuentra a las puertas de la muerte. Un libro muy bien escrito (que intentaré reseñar un año de estos) y que, como comentas tú del tuyo, no es una obra de grandes sucesos ni de trepidantes batallas, pero que constituye una lectura plácida, agradable, hermosa y tranquila.
«Rodrigo, la fama que precede a Quevedo puede ser engañosa…porque casi todo el mundo le conoce en su faceta de autor satÃrico, flagelo de personajes y personajillos, intrigante de la corte o amargo espejo de la historia de España, pero yo me quedo con sus poemas de amor, una de sus facetas menos conocidas».
Ok, Valeria. TenÃa noticia del multifacetismo del personaje. Es que tuve un buen profesor de Literatura, aunque haya resultado -quien escribe- un pésimo lector de poesÃa. ¿En paÃs de poetas como el mÃo? Snif, pues, sÃ.
Aretes, mi enhorabuena. Como siempre, tus reseñas merecen la pena. El libro también parece merecerla, a juzgar por lo que cuentas y por el personaje del que se cuenta la vida. Entiendo que Quevedo cuenta su vida a un sobrino, que somos nosotros, los lectores ¿no? y ¿utiliza un castellano antiguo? Quiero decir, que si imita el lenguaje de la época, como otros (pienso en Eslava Galán o el mismo Perez Reverte). En fin, habrá que tenerla en cuenta, ponerla en la lista interminable.
¡Que fácil es escribir cuando te leen tus amigos! En fin, gracias a todos.
Valeria, algún poema de amor sà hay, claro, y de amistad y de crÃtica… Lo mejor es la presentación. Curiosamente, a la rivalidad con Góngora no le da mucha importancia, cosa que parecÃa un recurso de lo más fácil.
Ascanio, lo confieso, yo también pensé lo mismo al ver la foto del autor y ubicarle en Informe Semanal. Pagan justos por pecadores, es inevitable.
Cavi, que conste que no he mencionado ningún griego… luego no quiero culpas que no son mÃas.
Ariodante, el sobrino aparece alguna vez pero el tono es el que hace que el lector disfrute de esa intimidad. No, no usa castellano antiguo propiamente dicho, aunque da gusto leerlo y encontrar giros y vocablos que serÃan comunes en esa época y se fueron perdiendo o encerrando en los libros.
Con este ritmo hislibreño y tan poco tiempo, una siempre llega tarde, pero gracias a ti, Aretes, y enhorabuena por la reseña. Parece que entonces Magro consigue una especie de pequeño milagro suplantador, en el mejor de los sentidos.
Y, Cavilius, ya ves que se lo dijimos enseguida.
Aunque, bueno, el hombre decÃa que no era mirarte raro, que era por quevedos nuevos…
Saludos a todos.
Preciosa reseña Aretes. En su dÃa escribà la reseña de la presentación del libro y lo que allà se dijo coincide plenamene con la impresión que el libro te ha causado, asà que empiezo a plantearme seriamente acercarme al Quevedo de los últimos dÃas, el que se desnuda esperando la muerte.
saludos
Magnifica reseña. Desconfiaba de Magro, pero ahora me animo a leerlo. Saludos.
Pura poesÃa tu reseña, Aretes y me alegra que un libro en el cual me fijé y luego olvidé, sea tan digno de leerse…..gracias
Baltasar Magro es autor de obras que fueron apreciadas por el público y la crÃtica como «El cÃrculo de Juanelo» y «Carrosanto». Sin duda, como reseña Aretes, la de Quevedo es uno de sus mejores relatos.
Acabo de terminar su lectura, Aretes (mas vale tarde que nunca). Y la verdad es que comparto todo lo que dices, salvo eso de que «no se puede decir que sea una obra que enganche». A mi me ha enganchado de tal manera que la empecé anteayer por la tarde y la he acabado hoy. Me ha parecido, francamente, magnÃfica. Y te agradezco enormemente haberme convencido, atraÃda por la lectura de tu reseña, a leer a un autor al que desconocÃa por completo, y que me ha encantado. Y de retruque, por supuesto, me ha llevado al propio Quevedo, haciéndome revisar su obra, que tengo olvidada.
Y otra cosa: muchos de sus comentarios me han parecido tan tan actuales…¿no lo crees asÃ?
¿Actuales? A veces es descorazonador ver lo cercanas que parecen.
Me alegro de que te gustara.
Lo descorazonador es ver en situaciones históricas donde tooodos reconocen como evidentes unos errores que hoy, siendo situaciones similarÃsimas, nadie reconoce. Pero cosas veredes, Sancho. La iluminación (la claridad de juicio) no es algo que esté muy repartido. Una pena. Es un regusto amargo que queda después de esta lectura.
te he mandadoel resumen pablo