LA GUERRA DESPUÉS DE LA GUERRA – Melvyn P. Leffler

LA GUERRA DESPUÉS DE LA GUERRA - Melvyn P. Leffler

Al grano: un estudio de la Guerra Fría, más analítico que narrativo, centrado en cinco momentos cruciales –de varios años de duración cada uno de ellos-  y cuyo engranaje lo constituyen las tensiones y eventuales confluencias entre las cúpulas gubernamentales de las superpotencias, los Estados Unidos de América y la Unión Soviética. Esto es en esencia el libro del historiador estadounidense Melvyn Leffler, publicado en 2007 y cuyo título original, For the Soul of the Mankind, remite a un texto de George H. W. Bush: «La Guerra Fría fue una lucha por el alma misma de la humanidad. Una lucha por un estilo de vida». La cita parece sugerir una preeminencia del aspecto ideológico en el estudio de la polarización que afectó al mundo; empero,  el guión desarrollado por Leffler concede mayor peso a los procesos resolutivos en las administraciones involucradas.

No estamos en presencia de una historia general con pretensiones de exhaustividad sino de un trabajo interpretativo en base a saltos temporales, enfocado fundamentalmente en el análisis de lo que dijeron,  escribieron e hicieron las  principales autoridades estadounidenses y soviéticas al calor de situaciones que comprometían el bienestar de gran parte de la humanidad (planteamiento que se ha beneficiado del acceso por parte del autor a archivos rusos desclasificados, entre otras fuentes). El enfoque asume una esmerada equidistancia entre los bandos confrontados, lo que no equivale a completa neutralidad ni menos a alguna suerte de indulgencia sino que obedece a un afán de comprender, desde un distanciamiento crítico, las líneas de conducta seguidas por las partes implicadas. Se trata, pues, de un intento de superar el esquematismo reduccionista propio de una simple historia de «héroes y villanos».

Los momentos o intervalos de tiempo abordados son los siguientes:

  • 1945-1948,  los orígenes de la Guerra Fría, instancia que confrontó a Stalin y Truman;
  • el bienio de 1953 y 1954,  en que las relaciones entre Eisenhower y Malenkov abrieron una ventana a la paz;
  • 1962-1965, el período de la crisis de los misiles en Cuba y la subsecuente distensión, con Jrushov y Brezhnev de un lado, Kennedy y Johnson del otro;
  • 1975-1980, declive de la política de distensión, con las dificultades que se verificaron entre Carter y Brezhnev;
  • 1985-1990, el fin de la Guerra Fría, etapa protagonizada por Gorbachov, Reagan y Bush.

Leffler sostiene que el principal artífice del fin de la Guerra Fría fue Gorbachov, quien tuvo la fortuna de contar con interlocutores adecuados en los presidentes Reagan y Bush. Por supuesto, no es que Gorbachov tuviese la intención de provocar la caída de la Unión Soviética -lo que pretendía era reformar el quebrantado sistema soviético a fin de garantizar su supervivencia-.  El mérito superior de Gorbachov, según nuestro autor, estuvo en admitir y enfrentar lo insoluble de una contradicción como la de un estado con rango de superpotencia militar cuya economía hacía agua por todos lados, un país cuyos habitantes no se hacían ya ilusiones acerca de la instauración del prometido paraíso en la tierra. Gorbachov comprendió que el peligro no venía de afuera sino de las propias, enormes falencias del sistema, que lo reducían a una situación de parálisis e involución en todo orden de desafíos, internos tanto como externos. «No estamos rodeados de ejércitos invencibles, sino de economías superiores», afirmó. No cesó de postular la superioridad del ideal comunista, pero sí dejó de ver a los países capitalistas como unos enemigos irreductibles e hizo mucho por refrenar la carrera armamentística, además de desideologizar la política internacional y de reducir sustancialmente el intervencionismo soviético en asuntos extranjeros.

Aunque Reagan sea caracterizado como un agente histórico crucial, no escatimando Leffler los elogios tanto hacia su persona como a su gestión, es el líder soviético quien aparece como principal motor del cambio, y es que en el contexto de estancamiento en que había desembocado el polo soviético, su postura representó lo más cercano a una forma de dinamismo rupturista e innovador. Como fuere, Leffler asigna a ambos líderes la facultad de comprender que la rivalidad entre ambos sistemas, más allá de los eslóganes y las camisas de fuerza ideológicas, se resolvería en el campo de la satisfacción de las necesidades de la población, pues de esto se trataba en el fondo: del reto de proveer una mejor alternativa de organización política, económica y social; la rivalidad entre los polos ideológicos representados por las superpotencias era, pues, una competencia por el alma de la humanidad. Gorbachov apostó por reforzar el frente interno, atendiendo a unos problemas domésticos largamente postergados, subordinados como habían estado a unos exorbitantes imperativos militares (orden de prelación que había hecho de la URSS, en la famosa definición de Jrushov, un «Alto Volta con misiles»). Como se sabe, la apuesta supuso una presión excesiva para un sistema cerrado a la flexibilidad y que apenas justificaba alguna esperanza de reforma -por no hablar de lo mucho que lesionaba los intereses de la casta de privilegiados del sistema-.

A pesar de su planteamiento focalizado, La guerra después de la guerra ofrece una mirada amplia sobre un tema de rango global, y que en otros frentes -fuera del de las relaciones entre las dos superpotencias- enmarcó conflictos nada de latentes sino muy concretos y sobremanera violentos. El tratamiento de estas tensiones y conflictos en otras regiones del planeta no es exhaustivo pero tampoco me ha parecido despreciable, habida cuenta del enfoque.  El libro consta de una notable coherencia interna y es consecuente con el plan subyacente, distante de cualquier autocomplacencia triunfalista (se entiende: del lado estadounidense). Un plan que privilegia la voluntad y el arbitrio de los líderes de las superpotencias en desmedro (relativo) de factores estructurales  o condiciones de contexto. La interpretación del final de la Guerra Fría lo deja en claro: ahí donde otros hacen hincapié en las flaquezas del sistema soviético o en las presiones ejercidas por la administración Reagan (en la forma de restricciones a la ayuda económica y recrudecimiento de la política armamentística), Leffler enfatiza la lucidez y el voluntarismo mostrados por Gorbachov y la mixtura de firme determinación y de voluntad de comprensión personificada por Reagan.

-Melvyn Leffler, La guerra después de la guerra. Editorial Crítica, Barcelona, 2008.  776 pp.

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10 comentarios en “LA GUERRA DESPUÉS DE LA GUERRA – Melvyn P. Leffler

  1. ARIODANTE dice:

    Estupenda reseña, Rodri. Has hecho todo un artículo con el amplísimo resumen del contenido de la obra, que parece tener su interés, desde luego. Y parece que, aunque situe como protagonista principal a Gorbachov, cuyo protagonismo es evidente, también reconoce el papel de Reagan, tan denostado, sin embargo, por estos lares, desde una parte del espectro político.

  2. Clodoveo11 dice:

    Agradecido por la reseña, Rodrigo. Gracias a la misma compruebo que es un libro que no ofrece nada que no se le haya ocurrido a uno si no ha estado en una jaula de Faraday los últimos 30 años o con un mínimo espíritu deductivo.

    Por lo menos ya sabe uno donde no perder el dinero.

    Saludos

  3. Rodrigo dice:

    El libro tiene su interés si no se busca una historia exhaustiva de la Guerra Fría ni un análisis pormenorizado de las causas de su finalización, o del derrumbe de la URSS. Su fuerte es el tema de las relaciones entre los líderes gubernamentales y sus principales asesores, asunto en el que se aleja de todo maniqueísmo, así como los procesos de toma de decisiones. No creo que esta especificidad lo haga enteramente prescindible, aunque el precio está de veras subido: típico de la editorial.

  4. Rodrigo dice:

    Por otra parte, no hay sino reconocer que sus conclusiones no son muy originales que digamos.

  5. ARIODANTE dice:

    ¿Podrían serlo? ¿Hay otras interpretaciones alternativas? Pregunto desde mi más absoluta ignorancia, Rodri. Mi conocimiento del tema se debe a noticias y artículos de prensa durante los últimos años, y muy generales.

  6. Rodrigo dice:

    Tampoco es que yo sea un gran conocedor, Ario. Para esto habría que llamar a Urogallo, por ejemplo, o a Germánico. Pienso de todas formas que otras interpretaciones pueden centrarse (y de hecho lo hacen) en aspectos como los que señalaba al final de la reseña: condiciones diversas del «factor de la personalidad». Hay individuos que hacen historia, obviamente, pero en términos explicativos este solo factor es insuficiente. Ahora bien, lo que tiene de rescatable el libro de Leffler es que en ningún momento se arroga la pretensión de agotar el tema tratado, como si su enfoque no fuese específico y decididamente complementario. En este sentido creo que funciona bien. Y con respecto a lo de las conclusiones: en realidad no distan mucho de lo señalado por otros autores, con la particularidad ya archirrepetida de que Leffler explota la veta «personalista» y con la salvedad de que alguno entregue alguna visión demasiado unilateral y se dedique a glorificar el bando estadounidense (es lo que hace John Lewis Gaddis en su libro «La Guerra Fría»).

  7. Urogallo dice:

    En estos casos yo me quedo con la tajante respuesta de Gorbachov a Mitterand sobre el origen de la crisis agrícola en la Unión Soviética: «1918 más o menos».

    Quién realmente estuvo dispuesto a variar su postura y adaptarse a la realidad fue Reagan, que en lugar de pisar el acelarador, estuvo dispuesto a dejar que la URSS se hundiese sin problemas ( Y llegó a criticar a Bush por no hacer más concesiones en un momento en que los soviéticos ya no podían suponer una amenaza) en lugar de apuntarse una victoria total.

    Gorbachov era el líder de un país en crisis, y como dice Rodrigo, solo intentó ser un reformador, no un enterrador.

  8. Rodrigo dice:

    Bueno, Uro, es que Reagan disponía de un margen de maniobra considerablemente más amplio y no enfrentaba una situación de estancamiento o de crisis terminal como era el caso de Gorbachov. El paso gradual de un antisovietismo riguroso a una actitud conciliadora –con mucho de táctica electoralista de por medio- no resultaba tan chocante en un sistema como el estadounidense. Lo de Gorbachov, en cambio, era de vida o muerte: reforma de la URSS, o el entierro del país. Y esa reforma incluía necesariamente un cambio radical en materia de política exterior: la URSS no podía sostener el ritmo de gasto en defensa. El mismo abandono de la premisa del choque inevitable entre las potencias capitalistas y comunistas como escenario definitivo de la lucha de clases suponía un vuelco tremendo en el contexto interno de la URSS, por no hablar de la perspectiva que abría para el fin de la Guerra Fría. Así, la cosa estuvo más o menos dada para una confluencia de intereses entre Reagan y Gorbachov.

  9. Iulianov dice:

    Hola buenas, me parece una interesante reseña, pero quería preguntar a Rodrigo una cosa, porque aquí ha salido a relucir sobre todo la interpretación en torno al final de la guerra fría, pero no en torno al estallido.
    En ese sentido, querría saber si el autor se inclina más por subrayar las responsabilidades norteamericanas o soviéticas, o bien lo resuelve en el típico intermedio del temor, malentendidos y desconfianza mutuos.
    Un saludo.

  10. Rodrigo dice:

    Mira, Iulianov: Leffler dedica el capítulo inicial del libro, un centenar de páginas, al tema de los orígenes de la Guerra Fría. Lo hace enfocándose en las decisiones que tomaron los líderes de ambas potencias en el escenario de la posguerra. Escenario + decisiones: yo diría que equivale a asignación contextualizada de responsabilidades.

    Está claro que esos líderes no actuaron en el vacío ni por impulsos arbitrarios sino en un contexto que deparaba expectativas y oportunidades pero que también era una fuente de peligros. De acuerdo a esto, Leffler traza un cuadro de los condicionamientos, posibilidades y limitaciones que hubo tras los pasos seguidos por Stalin y Truman y sus respectivos asesores (ideología, factores de personalidad, intereses, la realidad interna de sus respectivos países, el panorama internacional, etc.). En este cuadro es lógico que aparezcan elementos como los que mencionas: temor, malentendidos, desconfianza, lo mismo que imprudencia, oportunismo y otros; que también cuentan. Creo que, en esta parte al menos, Leffler es bastante acucioso en su estudio de las dinámicas subyacentes a la actuación de aquellos personajes.

    Saludos.

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