LA GUERRA DEL PACÍFICO: DE PEARL HARBOR A GUADALCANAL (1941-1943) – Alan Schom

«Este libro es un fascinante ejemplo de cómo debe escribirse la Historia. Publicado más de medios siglo después de que sucedieran los acontecimientos descritos, el autor utiliza una impresionante documentación que le permite observarlo todo desde la perspectiva adecuada. Y lo hace con discreta objetividad, más allá de las descripciones burocráticas y las motivaciones personales, intentando acercarse a los hechos reales tal como debieron de suceder. El conjunto puede que decepcione a algunos y enfurezca a otros, sobre todo a aquellos que aún creen en los mitos. Pero la verdad siempre acaba prevaleciendo, y por ello la lectura de esta obra resulta tan absorbente».

Inicio esta reseña con un texto de la contraportada del libro a comentar: un texto que resume en pocas palabras el estilo, la intención y el trabajo que ha supuesto su elaboración.

El escenario del Pacífico de la Segunda Guerra Mundial no despierta tanto en mí el interés y la pasión que, en cambio, consiguen llamarme la atención los sucesos de Europa. Y ello se debe en gran parte por desidia e ignorancia. Y, sin embargo, la guerra en el Pacífico fue de una importancia extraordinaria y enfrentó a un imperio en auge, el japonés, y al combinado aliado, en el que destacaron, sobre todo, los Estados Unidos de América. La bibliografía sobre la guerra en el Pacífico es inmensa, casi inabarcable, con novedades todos los años, tantas como el estudio de la guerra en Europa ha cosechado. Entre los libros que merecen ser destacados acerca del conflicto en el Extremo Oriente, un lugar especial lo ocupa La guerra del Pacífico: de Pearl Harbor a Guadalcanal (1941-1943), de Alan M. Schom (Paidós, 2005).

El título en castellano es algo engañoso: el original en inglés, The Eagle and the Rising Sun, refleja mejor qué se narra en las casi 500 páginas del libro. A pesar de todo, ese título en castellano marca el ámbito y el período cronológico que se desarrollan en la obra: por un lado, el escenario del Pacífico, estrictamente, es decir, las islas Hawai, Filipinas, las islas Salomón, Papúa-Nueva Guinea, Midway y Guadalcanal; por el otro, se narran los hechos que van del ataque japonés a la base naval estadounidense en Pearl Harbor (7 de diciembre de 1941) a la derrota japonesa en la isla de Guadalcanal (febrero de 1943). Es decir, apenas 15 meses de conflicto.

No obstante, el libro no empieza in media res: Schom dedica una tercera parte del libro a rastrear los orígenes del conflicto, en el Japón del primer tercio del siglo XX. Un Japón modernizado a pasos de gigante, pero con enormes carencias de materias primas y de lo que se podría llamar «espacio vital». Y este repaso lo hace Schom analizando diversas figuras japonesas, empezando por el emperador Hiro Hito. El libro se inicia con el viaje a Europa del entonces príncipe Hiro Hito en 1921. A partir del relato de este viaje y de sus vivencias, el autor nos describe a un joven príncipe japonés (nacido en 1901), maravillado por las costumbres occidentales (que mantuvo a su regreso en el palacio imperial), pero consciente de las debilidades de su imperio. A partir de aquí, y en un estilo muy cercano al de Barbara W. Tuchman en su aclamado libro The Guns of August [Los cañones de agosto], Schom reúne a los diversos actores principales, no sólo japoneses, sino también estadounidenses, y narra la escalada de sucesos que llevó a la guerra entre ambas naciones: el imperialismo japonés en el Extremo Oriente, la amenaza que suponía tal imperialismo para otro «no-imperio», el estadounidense, en la zona del Pacífico.

Porque en el libro de Schom importan tanto los hechos como los protagonistas de los mismos: Hiro Hito, Tojo Hideki, Yamamoto Isoroku y Tanaka Raizo, por el lado japonés, pero también F.D. Roosevelt, George Marshall, Douglas MacArthur, Chester Nimitz, Ernie King, Richmond Kelly Turner, Archie Vandegrift y Bill Halsey, en el lado estadounidense. La biografía de estos personajes cuenta tanto como los sucesos en los que estuvieron implicados: a excepción de Roosevelt, Schom repasa la vida de todos ellos antes de la guerra y los coloca en su contexto, conociendo de este modo el lector su carrera, sus filias y sus fobias. Y este aspecto es uno de los grandes alicientes del libro, si no el mejor. De este modo conocemos a fondo a los personajes y entendemos por qué tomaron (o no) decisiones trascendentales en el período tratado y después. De MacArthur, por ejemplo, posiblemente sorprenderá a más de uno el duro y condenatorio retrato que realiza Schom.

Creo que nadie como el propio Schom para resumir en pocas líneas algunas de las cuestiones que se tratan en el libro, por ejemplo sus causas (p. 21):

«Esta guerra no fue ni irremediable ni necesaria. Las hostilidades podrían haberse evitado si el Gobierno japonés hubiera puesto fin a la verdadera guerra civil que se vivía en el país, y si hubiera renunciado a someter por la fuerza a sus vecinos asiáticos. La inmensa mayoría de los estadounidenses no deseaba en absoluto participar en otra guerra mundial, ya fuera en Europa o en Asia. Pero al ser atacado, Estados Unidos se vio obligado a defenderse. La ignorancia y el temor a lo desconocido, es decir, la desconfianza mutua, condujeron a la catástrofe».

Y respecto al papel de los Estados Unidos, Schom remarca (pp. 21-22):

«Japón, que antes de su ataque contra Pearl Harbor llevaba ya medio siglo de intimidación y conquista de los países asiáticos, se encontraba claramente inmerso en una dinámica de expansionismo continuado y brutal, por lo que Estados Unidos no podía alegar sorpresa, y carecía de motivos para creerse intocable. En realidad, a lo largo de 1941, las más altas instancias del Ejército norteamericano recibieron las advertencias de Richmond Turner Kelly, responsable de Planificación Naval, que sin embargo fueron ignoradas o minimizadas por sus superiores. Es más, ni el Ejército de Tierra ni la Marina de Estados Unidos formaron debidamente a sus hombres y mujeres para enfrentarse a una guerra real, y ese error sólo se subsanó cuando las fuerzas entraron en combate en el Pacífico y en Europa. […] En esa falta de preparación para la defensa del país, parte de la culpa debe atribuirse sin duda al Congreso de Estados Unidos del período de entreguerras, que se mostró incapaz de situar al Ejército norteamericano en un nivel de preparación y operatividad razonables al no aportar la financiación necesaria».

El análisis previo de estas cuestiones explica la situación alarmante a la que Roosevelt, Nimitz y King debieron enfrentarse tras el ataque nipón sobre Hawai. Aquí empieza la narración militar de este período, centrándose en la ineptitud de MacArthur en Filipinas, la audacia de Nimitz en Midway o la heroicidad de Vandegrift, Kelly Turner y Halsey en Guadalcanal. Los éxitos estadounidenses en esta isla en febrero de 1943 – tras la victoria naval en Midway a mediados de 1942 – detuvieron la arrolladora expansión japonesa del año precedente y acabaron constituyendo un punto de inflexión en la guerra, obligando al Japón a luchar a la defensiva.

Para los amantes de la historia militar (y concretamente, naval), el libro de Schom hará las delicias (a mí, no tanto). Se echa de menos unas conclusiones más elaboradas (que prácticamente son inexistentes): ya que Schom se ha tomado la molestia de analizar con detenimiento el camino hacia la guerra, del mismo modo podría haber escrito un epílogo que convirtiera el libro, soberbio en general, en una obra redonda.

De todos modos, nos hallamos con una excelente muestra de buen hacer historiográfico, como se comentaba en el texto inicial de esta reseña, ameno, sin contemplaciones y que no exacerba las hazañas (y los mitos) de los militares estadounidenses. Una buena obra, muy recomendable, y que sin duda ha de estar en cualquier bibliografía obligatoria sobre la II Guerra Mundial.

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22 comentarios en “LA GUERRA DEL PACÍFICO: DE PEARL HARBOR A GUADALCANAL (1941-1943) – Alan Schom

  1. juanrio dice:

    Muy buena reseña y muy buena pinta tiene el libro, Farsalia.

    Me atrae mucho lo que comentas de los años anteriores a la guerra y la conformación del expansionamiento japones. He leído hace poco «Nemesis» de Max Hastings y me ha encantado.

    En cuanto a lo que dices al final, sobre la falta de conclusiones, me pregunto si no se deberá a que hay una segunda parte desde Guadalcanal hasta el fin de la guerra.

  2. Thersites dice:

    Hola Farsalia, Una duda. ¿trata el libro en esa parte inicial del embargo petrolífero y la sensación de debilidad que causó a los mandos japoneses y que fue una de las causas de que tomaran el camino de la guerra? ¿como lo valora?

  3. farsalia dice:

    De todas maneras, aunque haya una segunda parte, un libro, per se, ha de tener unas conclusiones claras, no media página intercalada a final de un capítulo; del mismo modo que ha de tener un prólogo o una introducción en la que se plantea un tema.

  4. juanrio dice:

    Completamente de acuerdo, farsalia, lo que quería decir es si no habrían partido el libro en dos aquí en España y por eso quedaba un poco cojo.

  5. farsalia dice:

    Thersites, se trata el problema de la escasez de materias primas por parte de Japón (incluído el petróleo), pero no sólo eso: la pugna por la hegemonía en el Pacífico, la lucha de facciones (hasta cierto punto) en el seno de los políticos (y militares) japoneses, el camino hacia un conflicto por parte de Japón de un modo que puede parecer inevitable, aunque Schom deja bien claro que hemos de olvidar ese tipo de análisis.

  6. Incitatus dice:

    Parece que hay que tener el libro en la biblioteca… JEJEJE Buena reseña Farsalia. A mi tampoco me atrae mucho la guerra del Pacífico, pero esa primera parte de la que hablas con el análisis del Japón me parece la mar de interesante.

    gracias gatito

  7. Thersites dice:

    «aunque Schom deja bien claro que hemos de olvidar ese tipo de análisis».
    Eso si que me sorprende. Habrá que echarle un vistazo al libro. El tema de las materias primas era absolutamente crítico para la mentalidad de la clase dirigente japonesa.

  8. juanrio dice:

    Teniendo en cuenta la imposibilidad de producir, las materias primas, y la mentalidad expansionista de los jerarcas japoneses, era inevitable que se lanzaran a la conquista de territorios para conseguir petroleo, acero, alimentos, etc. Todo les conducia al enfrentamiento con sus vecinos. Lo que me pregunto es hasta donde habrían llegado si no se hubiéran enfrentado a los E.E.U.U.

  9. lucano dice:

    Hola Farsalia

    Esupenda reseña, creo que este libro no lo voy a perdonar.
    De todas formas, no parece alejarse mucho de la historiografía oficial norteamericana sobre el tema, vista la cita de la página 21:

    «Esta guerra no fue ni irremediable ni necesaria. Las hostilidades podrían haberse evitado si el Gobierno japonés hubiera puesto fin a la verdadera guerra civil que se vivía en el país, y si hubiera renunciado a someter por la fuerza a sus vecinos asiáticos. La inmensa mayoría de los estadounidenses no deseaba en absoluto participar en otra guerra mundial, ya fuera en Europa o en Asia. Pero al ser atacado, Estados Unidos se vio obligado a defenderse. La ignorancia y el temor a lo desconocido, es decir, la desconfianza mutua, condujeron a la catástrofe.»

    En primer lugar echa la culpa de todo al gobierno japonés, único actor según parece (el hecho de que las potencias europeas y EEUU hubieran dominado ese espacio tras conquista violenta no parece sino el devenir natural de los acontecimientos). Es verdad que el famoso «Asia para los asiáticos» de los japoneses en realidad era un «Asia para los japoneses», pero me recuerda bastante la actitud de EEUU frente a las potencias europeas con respecto a América en el siglo anterior, por ejemplo. En definitiva, imperio emergente local frente a imperios occidentales presuntamente «decadentes».

    Por otra parte, como dice Thersites, el embargo de petróleo ponía a los japoneses en la disyuntiva de guerra contra los aliados o renuncia a su Imperio. Me parece muy importante destacar aquí que los japoneses realizaron un verdadero ataque preventivo, con intención de crear una zona de seguridad alrededor del Japón y negociar posteriormente. Atacaron colonias de los aliados, en ningún momento se plantearon pongamos la anexión de Australia o la invasión de EEUU o Gran Bretaña (que ni remotamente podían lograr). Por lo tanto siempre tuvieron un concepto de guerra limitada. En fin, que se trataba más bien de la colisión de varios imperios y una lucha por las colonias respectivas y sus riquezas. Aunque los japoneses calcularon mal sus fuerzas (y sobre todo las de EEUU), la guerra era un final lógico tras las acciones de todos los actores, no solo del gobierno japonés.

    Probablemente el amigo Schom también considerará inevitable el uso de la bomba atómica etc, etc

    Un saludo

  10. farsalia dice:

    Hola Lucano (buen nick),

    «En primer lugar echa la culpa de todo al gobierno japonés, único actor según parece (el hecho de que las potencias europeas y EEUU hubieran dominado ese espacio tras conquista violenta no parece sino el devenir natural de los acontecimientos).»

    También le echa bastante culpa al propio gobierno estadounidense (por su desidia respecto a la preparación de sus fuerzas armadas en el frente del Pacífico ante una eventual guerra), a su inflexibilidad respecto a las negociaciones con los japoneses, a MaCArthur en particular (que lo deja hecho un trapo), etc. Como buen norteamericano, tiene claro cual es su bando, pero no deja de criticas bastantes cosas de la polítoica estadounidense.

    Por otro lado, el tema del petróleo: antes de llegar a Pearl Harbor Estados Unidos bloquea las importaciones de petróleo y metal a Japón, lo cual obliga a los japoneses a mover ficha. Cierto es que su postura fue defensiva y obligados por la necesidad… hasta cierto punto. Realmente no podemos estar seguros de que no quisieran atacar Australia, pues la dinámica de la guerra en los primeros meses (Midway, islas Salomón, Guadalcanal) cambió forzosamente muchos de sus planes. Y desde luego ni de coña se les pasó por la cabeza invadir Estados Unidos… era inadmisible con esas distancias de por medio.

    Creo que en ese sentido, y salvando las numerosas distancias y los tiempos, Japón jugó la baza «cartaginesa»: del mismo modo que Aníbal trató de derrotar a los romanos en unas cuantas batallas lo antes posible y de romper la alianza de Roma con los pueblos itálicos, forzando a la propia Roma a llegar a un acuerdo, Japón buscó una guerra rápida con USA, el Reino Unido y los Países Bajos, forzando un acuerdo y una paz rápidos. Yamamoto, como cuenta Schom, tenía muy claro que la capacidad militar japonesa poco podía hacer contra la que podían desarrollar los estadounidenses: en un año vista Estados Unidos sería imparable poniendo toda su industria al servicio de una guerra lejos de su patria. Un golpe rápido (Pearl Harbor), destruir la flota estadounidense en el Pacífico, invadir las colonias europas en el sudeste asiático, forzar un armisticio con unos y otros. Ese era el plan. Fracasó, desde luego, y la guerra en el Pacífico desde Guadalcanal ya fue un lento pero constante retroceso para los japoneses.

  11. Koenig dice:

    Buenas tardes.

    Un libro interesante este, del que recuerdo que le pegaba un repaso al «Big Mac» (Arthur), que lo dejaba nuevo.

    Antes de profundizar, sin embargo, me surge una duda. ¿Es Schom el que analiza la posibilidad de que Japón no hubiera atacado a los territorios y colonias estadounidenses, centrándose solo en holandeses y británicos y evitando así dar un «Casus Belli» a los Estados Unidos?

    Saludos.

  12. farsalia dice:

    No recuerdo que fuera Schom por esos derroteros.

  13. Koenig dice:

    Humm. Entonces tengo que localizar quién era.

    En todo caso era una teoría interesante.
    Partía de la base de que si Japón hubiera atacado simplemente a la Commonwealth y a los holandeses, hubieran podido hacerse con suma rapidez, como sucedió, con territorios ricos en materias primas, especialmente petróleo, sin dar un «Casus Belli» a los estadounidenses y dificultando en gran medida las intenciones de Roosevelt de entrar en la guerra.

    Saludos.

  14. sanpifer dice:

    Ufff, con pinzas habria que coger alguna cita:

    «….La inmensa mayoría de los estadounidenses no deseaba en absoluto participar en otra guerra mundial, ya fuera en Europa o en Asia…..» (y añadiria yo, tampoco en Vietnam o en Irak, no?)

    No se como encajar esta cita en el contexto, cuando los norteamericanos estaban luchando una guerra encubierta contra el Reich, aparte de montar un Lend-Lease muy favorable para sus primos ingleses y otras argucias legales (como la «ocupacion» de Islandia….)

    De todas formas, ¿que tenian que perder los norteamericanos en Asia? ¿Las Filipinas (que tan vilmente nos habian arrebatado 50 años antes) y a la que EE.UU terminaria por conceder la autonomia? ¿un monton de pequeños islotes (de escaso valor economico)? ¿era real el peligro de que Australia pudiera ser invadida (dudoso, que el Ejercito japones se lanzara simultaneamente contra China y contra Australia)?

  15. lucano dice:

    Hola Farsalia y compañía

    Me parece muy bien traída la comparación cartaginesa: ambos no supieron calibrar la voluntad de victoria de sus adversarios y pensaron que podían tratar con la nación más fuerte del mundo con una combinación de victorias puntuales y diplomacia.

    Creo que no me expliqué muy bien antes, quizá con ánimo de simplificar. No dudo de que el autor señale los errores militares o diplomáticos (por mi escaso conocimiento del medio, en EEUU son mucho menos papanatas de lo que se piensa en otras naciones más viejas, y una historiografía chovinista imagino que no se comería un colín en círculos mínimamente informados). Sin embargo no se bajan del mito del ataque a traición, el día de la infamia, etc. Supongo que algún día lo harán (allá por 2030, si calculamos por lo que han tardado en admitir que España no tuvo que ver nada en lo del Maine)
    Yo no creo que los japoneses (cuya capacidad de sacrificio y superación de las dificultades tácticas era fantástica pero eran bastante escleróticos en lo referente a doctrina y estrategia) hubiesen cambiado de idea si hubieran triunfado en Midway, o incluso mucho más tarde, en Leyte. Tampoco creo que les hubiese servido para nada, salvo ganar algo (poco) de tiempo. Los americanos, igual que los romanos, aprendían de sus derrotas, y rápidamente (curiosamente, ingleses, alemanes y japoneses no tanto).
    Por otra parte, no parece muy probable que los americanos consintieran que un Japón expansionista se hiciese con las colonias holandesas e inglesas y sus materias primas, porque el efecto multiplicador de su potencia militar sería inadmisible para quien pretendía ser la potencia dominante en el pacífico (ya consiguieron frenar el crecimiento de la armada japonesa en el tratado internacional de limitación de fuerzas navales, con ayuda del presunto aliado de Japón Inglaterra, en los años 30, origen de buena parte de la animosidad nipona contra occidente). Y además ya mantenían un conflicto soterrado con su apoyo a China. Si los japoneses hubieran tenido la más mínima esperanza de una neutralidad americana, no dudo de que hubieran atacado de forma más limitada (como cuando se apoderaron de la Indochina francesa)

    Es curioso lo de MacArthur, el tipo debía ser insufrible, porque no recuerdo a nadie que le ponga bien, ni siquiera los que le reconocen algunas capacidades. A veces da la impresión de haber sido un héroe fabricado ad hoc en momentos bajos para la nación, al que luego tuvieron que aguantar sin poder sacarlo discretamente de la escena.

    Un saludo a todos.

  16. farsalia dice:

    Si les quitamos el ‘infamy speech’, ¿qué les queda? Es normal que se aferren a sus leyendas, sobre todo para justificar sus propios errores, su imprevisión e incluso sus carencias. En el fondo, quien más quien menos, todos los países combatientes tienen sus mitos y leyendas.

  17. Koenig dice:

    Buenos días.

    “Por otra parte, no parece muy probable que los americanos consintieran que un Japón expansionista se hiciese con las colonias holandesas e inglesas y sus materias primas, porque el efecto multiplicador de su potencia militar sería inadmisible para quien pretendía ser la potencia dominante en el pacífico”

    Tengo mis dudas, amigo Lucano.

    Es difícil resumir una realidad tan sumamente compleja como la entrada en guerra de los Estados Unidos en diciembre de 1941.

    Creo que desde el inicio de la guerra Estados Unidos estuvo escindido en dos tendencias muy claras. Por un lado tenemos al presidente Roosevelt, firme partidario de la intervención militar. Para entender su posición hay que referirse brevemente al carácter del propio Roosevelt, que durante todo su periodo de gobierno fue un hombre dado a saltarse a sus “ministros”, actuando personalmente o por medio de enviados personales en asuntos que le parecían de especial relevancia, a veces incluso en contra de la política oficial de su gabinete.

    Por el otro lado estaba la generalidad del pueblo americano, inmerso desde hacía décadas en una filosofía “espléndido aislamiento”, que unida al “América para los americanos” propugnaba que todo lo que los Estados Unidos necesitaban estaba en su propio continente, y lo demás podía irse al carajo. (Básicamente). El mejor ejemplo de esto era, a nivel puramente militar, el desequilibrio entre los presupuestos del ejército y de la marina.

    Esta doble tendencia fue la que llevó a Roosevelt a maniobrar, por un lado haciendo pasar legislaciones que sirvieran de ayuda al Reino Unido (y a otros países aliados después), como el Lend Lease Act; y por otro presentándose a las elecciones de 1940 prometiendo que los Estados Unidos no entrarían en guerra. Elecciones que ganó a pesar de que era la tercera vez que se presentaba, cosa que en teoría no podía hacerse.
    Roosevelt supo jugar muy bien con dos barajas (que no por ello tramposamente). Su sistema de apoyo a los países combatientes sumaba dos ventajas: permitir a quienes fabricaran armas dedicarse al lucrativo negocio de venderlas y ayudar a los países combatientes a resistir contra Alemania e Italia, a los que él consideraba un peligro incluso para los Estados Unidos, a cierto plazo, si tenían éxito. En cambio su negativa oficial a entrar en guerra le permitía tener el apoyo de los votantes y mantenerse en el puesto.

    En esta situación es difícil, y por eso me parece una teoría interesante, evaluar hasta que punto el pueblo americano, las cámaras y a la postre el propio Roosevelt, estaban dispuestos a declarar la guerra al Japón sin ser agredidos previamente. Y consecuentemente es difícil saber si de invadir Japón las Indias Orientales Holandesas o las colonias Británicas en Indochina, hubiera provocado una inmediata reacción militar Estadounidense.

    Si nos fijamos en acontecimientos anteriores, la verdad es que la actuación estadounidense fue tibia o nula a la hora de oponerse al Japón, salvo en el caso de China. En enero de 1941 Siam declaró la guerra a la Francia de Vichy, una guerra colateral, por supuesto, pero igualada en la medida en que el régimen de Petain no disponía de un contingente militar elevado en sus colonias de Indochina. Los Estados Unidos, a pesar del reconocimiento diplomático del régimen Petainista, no dijeron nada.
    Tampoco intervinieron durante la progresiva toma de control de esas mismas colonias por los japoneses.

    De ahí que me puedan surgir dudas. ¿Qué hubiera pasado de establecer los japoneses un protectorado sobre las Indias Orientales Holandesas al modo en que lo hicieron en Indochina? Mi parecer es que Estados Unidos no hubiera intervenido a corto plazo . Tal vez a medio, o largo. Pero no de inmediato. Y Japón se hubiera hecho, fácilmente, con las estratégicas reservas petrolíferas y minerales de esa región.

    El paso siguiente ¿Hubieran sido las colonias británicas? Tal vez eran menos ricas en recursos, y no tan necesarias para el expansionismo japonés.

    Como último clavo en mi argumentación, no hay que olvidar que sobre el ataque a Pearl Harbour se organizó un poderoso movimiento mediático para lanzar al país a la guerra, basado en torno a la figura novedosa del “Día de la Infamia”. Y digo novedosa porque el inicio de las agresiones sin preaviso se había convertido en costumbre: Polonia, Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica, Grecia, Unión Soviética, sin que en el acervo popular surgieran otros tantos “días de la infamia”. Sospecho que Roosevelt y su gabinete sabían que la figura del “ultraje”, de la “infamia”, eran los detonantes necesarios para que el pueblo estadounidense se volcara por la guerra.

    En fin, que todo son, por supuesto, opiniones, que me inducen a considerar dudosa la entrada en guerra de Estados Unidos en el pacífico de no haber mediado una agresión directa contra ellos. Al menos a corto plazo. Tal vez con el tiempo se hubiera podido hacer evolucionar la mentalidad del país del aislacionismo al intervensionismo. Pero para entonces, a saber cual hubiera sido la situación del mundo

    Así que: Opino.

    Saludos.

  18. APV dice:

    «Y Japón se hubiera hecho, fácilmente, con las estratégicas reservas petrolíferas y minerales de esa región. »

    El problema era que sus comunicaciones con Japón estaban mediatizadas por las Filipinas en manos de EEUU.

    En relación a Tailandia (país que estaba basculando en ese momento) si se hizo algo, se confiscó cierto equipo bélico que habían comprado a EEUU (aviones). La cuestión fue compleja porque los ingleses trataban de negociar con ésta pero los estadounidenses no estaban dispuestos a garantizar su integridad territorial ante un hipotético ataque de Japón.

  19. lucano dice:

    Hola

    Estoy absolutamente d acuerdo en lo que decís Farsalia y Koenig sobre el mito del día de la infamia. No tengo ninguna duda de que fue magnificado con objeto de exaltar un ardor guerrero bastante adormecido. Esto es típico de los imperios de régimen democrático: hay que dar explicaciones razonables (siquiera formalmente) para los actos imperiales. Pearl Harbor no fue el primero ni el último (el citado Maine, el torpedeo del Lusitania, el incidente del golfo de Tonkín o más recientemente las famosas armas de destrucción masiva de Irak). De todas formas el hecho en sí creo que bastaba para estimular a la gente, pues fue un ataque militar en toda regla. El exceso fue posiblemente origen más bien de reacciones indeseables (racismo, ataques a orientales, etc).

    Lo de las indias holandesas (actual Indonesia más o menos) yo la verdad lo veo muy complicado sin dominar las filipinas o bien las colonias británicas del sudeste asiático. Con esa distancia a Japón en mares dominados por territorios más o menos hostiles, estrangular esa fuente de recursos era muy sencillo. Eso contando con que los ingleses no intentaran impedirlo, estando aliados con Holanda y en estado de guerra (a ver con qué cara iban a presentarse ante sus aliados actuales o futuros si no intervenían)

    Un ataque a semejante escala no podía ser ignorado por los Estados Unidos sin condenarse a un papel absolutamente marginal en el concierto mundial (sin la guerra con USA los japoneses se hubieran plantado fácilmente en la India, dificultando enormemente a Inglaterra aguantar en el otro frente privándole de una fuente tan importante de materias primas y de soldados). La derrota inglesa dejaría a los Estados Unidos solos frente a unas potencias agresivas y dictatoriales al otro lado del atlántico y en el pacífico…no sé, yo creo que el aislacionismo también tendría un límite.

    un saludo a todos

  20. Davout dice:

    Muy buena reseña y muy buen libro. Yo también esperaba algún día la continuación hasta el final de la guerra. Me quedé con las ganas.

  21. Belisario dice:

    Esta claro que el gobierno de Roosevelt estaba buscando un motivo para meter a los EE.UU. en la guerra, y dado que, a pesar de las insistencias de Churchilol – que se veía con el agua al cuello – en Europa no habia «casus belli», decidió montar la trampa de Pearl Harbor. Empezó por el embargo del petroleo y de la chatarra de hierro – Japón no produce mas que almendros y arroz – y la camarilla militarista, con Tojo al frente (Konoye era demasiado «civilizado») picó… Y eso que Yamamoto ya les habia prevenido del inmenso potencial industrial de los yanquis… lo demás ya es historia.

  22. iñigo dice:

    Bueno de hecho sin declarar la guerra, EEUU ya estaba colaborando abiertamente con los británicos en la cuestión de transporte en el Atlántico, en la venta y transporte de armamento y el el alquiler y préstamo de barcos para uso militar… Simplemente esperaba el detonante. Pero sin esto Roosebelt tenía las manos atadas por la marcada mentalidad americana de no confrontación frente a conflictos en el extranjero.

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