LA EUROPA DIVIDIDA. 1559-1598 – John Huxtable Elliot
«Ningún paÃs encontró una solución completa al dilema que suponÃa decidir entre la religión y el interés nacional.»
Normalmente afrontamos el estudio del siglo XVI desde la única perspectiva válida. La nuestra. Y si hay algo en lo que coinciden la mayor parte de las publicaciones serias (no vamos a hablar de panfletos animados por la leyenda negra) es en la justicia de nuestra causa. Al fin y al cabo estamos hablándo de España. Martillo de herejes, luz de Trento y espada de Roma. Nosotros salvamos el sur de Europa de la amenaza combinada de los protestantes y los turcos, ofreciéndonos siempre para la batalla en defensa de la Verdad, hasta caer atravesados de mil espadas de hojas tan negras como las almas de quienes las blandÃan.
Cada vez más la reinvidicación de ese pasado de glorias militares y poder mundial se impone en el pensamiento colectivo. Los Tercios gloriosos de Flandes, sobre todo gracias a Alatriste, ya son un referente colectivo en España. Al fin y al cabo, qué buena leña les dimos a aquellos herejes, y qué bien merecida se la tenÃan. Por luteranos y por rebeldes.
Pero, naturalmente, a veces (solo a veces) hace falta una perspectiva más global, una visión de conjunto que enfoque la época y nuestras hazañas desde la generalidad. Es a eso a lo que se dedica Elliot en este libro, que fue en su origen (a lo que parece) parte de una obra colectiva más general. Elliot dibuja la segunda mitad del siglo XVI no como una historia nacional, sino como una historia Europea, en la que los paÃses aparecen como fichas de un tablero continental. España, desde luego, sigue siendo martillo de herejes y azote de infieles, aunque solo sea por lógica polÃtica, pero no queda tan claro que fuese la luz de Trento (el bloque de prelados italianos era predominante) ni la espada de Roma (Roma pagaba generosos subsidios, pero no terminaba de aceptar el uso que hacÃa de ellos Felipe II. En el caso de la Empresa de Inglaterra, un millón de ducados en oro estaban prometidos solo para el momento en que el primer soldado español desembarcase). Tampoco queda claro que la salvación de Europa dependiése de nuestro brazo generoso. Los Witelsbach Bávaros fueron los único gobernantes que lograron aplastar la herejÃa desde arriba, y en el camino asentaron definitivamente su poder polÃtico asegurándo el sur de Alemania para el catolicismo. Los turcos tampoco fueron derrotados en ninguna gran batalla terrestre en tierras Balcánicas por nuestros tercios, si no que se enfrentaron a una progresiva decadencia de sus toda su organización polÃtico-militar y económica.
La segunda mitad del siglo XVI es una época compleja, como todas, y juzgarla solo desde el prisma de la reforma protestante no es una opción. Las caras de la revuelta son multiformes, pero también cambiantes. Como bien aclara el autor, si en la década de los 60 los Hugonotes franceses eran un movimiento nobiliario, en la década de los 70 ya eran sobre todo una organización de base popular. En Flandes la cuestión religiosa no fue tan importante como los cambios en la estructura económica que habÃan creado un ejército de desharrapados y de pequeños nobles y comerciantes que estaban preparados para un cambio drástico en la orientación de los mercados y de la producción. Incluso las manidas acusaciones de brutalidad y saqueo por parte de las tropas españolas tienen que ser revisadas. De un ejército de casi 50.000 hombres, solo unos 7.000 eran españoles, dependiendo el resto de efectivos de la recluta local y de las compañÃas mercenarias alemanas que eran también la base de los ejércitos de los rebeldes. La importancia vital de estos soldados protestantes implicaba que Alba tuviese serias reticencias hacÃa una polÃtica de auténtica represión religiosa que le privarÃa de sus profesionales landsquenetes luteranos. PartÃa hacÃa Flandes para restaurar el orden polÃtico antes que el religioso, y para enfrentarse antes a súbditos infieles que a sectarios protestantes. En la propia Inglaterra los planes de Guillermo de Orange para «liberar» Flandes con ayuda de los franceses produjeron tal espanto que se decidió que en caso de un avance significativo de los galos se ofrecerÃa todo el apoyo militar posible al vilipendiado Duque de Alba. La razón de estado antes que la religión. Si este apoyo no se llegó a producir fué por algo que sigue destacando en cualquier obra sobre la época: Que los ejércitos de España (las tropas españolas eran concentradas cuando se anticipaban batallas campales) eran simplemente invencibles en campo abierto.
En suma, una visión global, documentada y amena de la segunda mitad del siglo XVI, planteándolo en base a los hechos objetivos, y no a las evaluaciones subjetivas que lastran la historiografÃa de la época y que se han perpetuado hasta hoy. (Ni Elliot es inmune a la leyenda negra. Después de aclarar lo reducido de la cifra de nativos de la penÃnsula Ibérica en el ejército de Alba, no por eso deja de remarcar que la reconciliación era imposible en Flandes debido a la brutalidad de los soldados españoles. Igualmente sugiere que Lepanto fue un fracaso ante la falta de ganancias territoriales, pero no deja de señalar que Felipe II logra gracias a esa victoria terminar con el frente bélico principal para concentrarse en la lucha contra los Protestantes).
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Un libro muy ameno, una introducción al perÃodo –en aquella magnÃfica colección, Historia de Europa que publicó Siglo XXI en castellano en los años setenta y ochenta del pasado siglo XX– que se lee con pasión y que nos aporta un panorama a la segunda mitad del siglo XVI. CrÃtica reeditó este volumen por separado hace unos años y ahora sale en bolsillo, una excelente noticia. Recomiendo vivamente esta colección de Siglo XXI, cuyos volúmenes pueden encontrarse fácilmente en librerÃas como la Casa del Libro (a destacar el volumen siguiente, Europa en crisis: 1598-1648, de Geoofrey Parker (Siglo XXI, 1981).
Lo más destacable del libro de Elliott (doble t, señores) es no centrarse únicamente en la MonarquÃa Hispánica, aun siendo Felipe II el protagonista de este libro. De este modo, asistimos a las cuitas de Francia con sus guerras de religión (de la Paz de Amboise a ParÃs bien vale una misa), a las intervenciones de Inglaterra en la guerra de Flandes (Leicester), a la polÃtica papal y veneciana (conjuntamente con la española) en el Mediterráneo (antes, durante y después de Lepanto), al camino hacia la Gran Armada, etc.
Un libro más que recomendable, esencial como lectura de aproximación al perÃodo.
Muy muy interesaaaante, sà señor! Una estupenda reseña, Uro, y al parecer un estupendo libro.
Que gran reseña Urogalo, me encantó; creo que es una gran introducción previa a sumergirse en la lectura del libro y ojalá este sea tan bueno como la reseña.
Me gusto como abordasté desde supuestos hasta la interpretación realista y objetiva de EllioTT.
Felicitaciones.
Muchas gracias. ¿Pero no os gusta más Eliot con una sola «T»?. Es como más elegante, menos bárbaro.
Te estás anotando unos cuantos puntos haciéndole publicidad a John Elliott, Uro. Enhorabuena.
Leà hace un par de meses Imperios del mundo atlántico, libro del mismo autor y que me pareció al menos tan bueno como lo ponÃas en la reseña correspondiente. (Un excelente estudio comparativo de los imperios español e inglés en suelo americano, lleno de ideas, amenÃsimo e ilustrativo como pocos. Qué gusto da que haya quienes retribuyan a la afición a temas históricos escribiendo joyas como ésa.)
Este otro libro parece una magnÃfica oportunidad para adentrarse en un perÃodo sin duda interesantÃsimo. Anotado queda, pues.
Gran reseña.
Gracias por la reseña, Urogallo. Un libro ciertamente muy ameno para tener claros los hechos polÃticos y las razones de estado.
Por cierto, a mà el autor me gusta más con tres t, Elliottt :-)
Buena reseña Uro, el libro pinta bien., pese a los pequyeños defectos que comentas.
Sin duda una época apasionante.
Hombre, con tres «t» el tÃo todavÃa parece más inteligente.
Me ha encantado la reseña Uro. El periodo y el autor son suficientemente atrayentes como para hacerse con el libro, además está en edición de bolsillo…¡qué más se puede pedir!
En cuanto a lo que comentas sobre los PaÃses Bajos, parece claro que hay dos motivos que pueden superar al religioso a la hora de intervenir Felipe II en esas tierras tan hostiles: economÃa y desobediencia. Para poder reconducir por buen camino el binomio dinero-orden, nada mejor que enviar al Duque de Alba a poner las cosas en su sitio, la fe de Felipe II en el aquél era una garantÃa para el hijo de Carlos I. ¿Los métodos? Las armas y posteriormente la diplomacia.
Un saludo.
La verdad que es un asunto interesantÃsimo, y siempre viene bien avanzar un poco en la cuestión más allá de lo evidente: Que eran unos herejes llevados por su soberbia al crimen de lesa majestad.
Increible, pero en las obras al uso es imposible encontrar información de calidad sobre nuestro blasfemo enemigo. De la organizacÃon de las Provincias Unidas, con sus Pensionarios y Estatúders ya ni hablamos. Sin ir más lejos, yo no encontré material sobre el tema más que en obras sobre las guerras posteriores de Holanda contra Luis XIV.
Disiento: sobre las instituciones de las Provincias Unidas, por no decir sobre la historia del paÃs en este perÃodo, el libro de referencia es el de Jonathan Israel, The Dutch Republic: Its Rise, Greatness and Fall, 1477-1806 (Oxford University Press, 1995): magnÃfico, exhaustivo (más de 1.000 páginas), posiblemente impublicable en el mercado hispano (a ver qué editorial asume el riesgo). Del propio Israel, de todos modos, contamos con La República holandesa y el mundo hispánico: 1606-1661 (Nerea, 1997). Y, cómo no, el ya clásico y recomendabilÃsimo libro de Geoofrey Parker, España y la rebelión de Flandes (Nerea, 1989), una joya que apetece releer cada cierto tiempo.
Yo en realidad, llevado de mi espÃritu positivo, soy más bien asertivo. Asà que tengo que asentir con mi propia tesis.
«España y la Rebelión de Flandes», ciertamente es una joya, y como tal, casi imposible de encontrar. Yo mismo solo lo conseguà de segunda mano, y sin haber oÃdo nunca hablar de él.
Pero no nos pongamos tan estrictos, por supuesto. En Holanda abundan los libros sobre las instituciones holandesas. Es más, también abundan los holandeses, cosa sorprendente.
En Holanda y en España, no hay más que ir a bibliotecas públicas; el librazo de Israel se encuentra fácilmente (leerlo en el autobús ya es más complejo). O el de Parker. O…
Hombre, por supuesto que hay que ir a las bibliotecas públicas. Y también ir en autobús, que el calentamiento global es un problema cada vez mayor…Aunque claro, ir en autobús hasta Holanda por un libro.
Digo Holanda, cuando me refiero al Reino de los PaÃses Bajos claro, aunque la definición más correcta sera tierra de herejes, y digo sus bibliotecas, porque creo que la mayorÃa ibamos a tener unos cuantos problemas para encontrar esos libros en las nuestras.
Hasta en flamenco los encuentras. Claro que están en las bibliotecas españolas…
Sobre todo en las Andaluzas, presumo.
Si saben neerlandés…
Hombre, según la sección y la provincia, por supuesto.
Yo prefiero Urogalo con una L
Yo soy más bien de rollo italiano, y eso suena muy francés para mi gusto y mi sensibilidad.
Pues yo «Urogasho», tal y como lo llama un común amigo.