LA EMPERATRIZ – Alfredo Alvar

la-emperatriz-9788499702766Nos encontramos ante un libro muy particular. Escrito por un historiador, Alfredo Alvar Ezquerra, no es un tratado de historia; tampoco es propiamente una biografía de Isabel de Portugal, emperatriz por su matrimonio con Carlos V; no es, de ningún modo, una novelación de la vida de la primera y única esposa del monarca. Pues, entonces, ¿qué es? Es un ensayo biográfico, desde luego, pero en realidad, aunque el título y toda la obra gire alrededor de la figura de Isabel, trata tanto de ella como del emperador, de la vida española de la época, de los usos y costumbres, en fin, es un compendio de la época; un mural hecho de múltiples piezas como un enorme rompecabezas, con gran prolijidad de datos. Y en cierto modo, presentado así, con las piezas por colocar, al menos, en parte.

Alfredo Alvar ha buceado en archivos y bibliotecas, llevando a cabo una investigación sistemática: estudia toda la documentación personal de la vida política de Isabel: cartas, (sobre todo la prolija correspondencia entre Isabel y Carlos) testamentos, codicilos, informes, capitulaciones, tasación de sus bienes, pagos a proveedores, y demás escritos; en fin, todo tipo de documentos a los que ha accedido con sus propias manos: tocado, olido y sopesado. Porque Alvar prefiere ese contacto más cálido con la Historia: apreciar los trazos de la letra de un personaje histórico, las dudas en la escritura, las rúbricas, tachaduras o anotaciones al margen en un documento. Respirar el paso del tiempo a través de un manuscrito, no mirando una pantalla donde está escaneado. Sin desestimar la facilidad de encontrar documentos en la red, de sitios a los que sería muy difícil acceder, prefiere llegar a ellos en persona.

Por otra parte, Alvar ha compuesto el libro pensando en el lector común, no el académico. El tono es, pues,  informal, irregular; para él ha sido un experimento en el estilo ―según afirma en diversas entrevistas―, sin notas a pie de página, sin aparato crítico, pero dando su opinión, haciendo comentarios ―irónicos, a veces, emotivos, incluso humorísticos― y avanzando hipótesis, presentando los hechos para que hablen por sí mismos. Sin embargo, y a pesar de todo, no puede evitar que el historiador asome y nos lanza una cantidad de cifras, fechas, detalles que ralentizan la lectura y al lector común pueden abrumarle. Al final del texto, ampliará con un apartado de notas sobre cada capítulo, aportando una serie de referencias, procedencias y fuentes.

Son siete capítulos cronológicamente organizados: al comienzo de cada uno, el autor introduce un breve texto modo literario, para sumergir al lector, para atraerle y hacerle entrar mejor al tema. Alvar expone, principalmente, hechos: y muchos, a veces incluso se hace un poco agotador conocer los listados de proveedores y los precios de cada una de las provisiones; o los listados de pedigüeños, nobles que piden mercedes, solicitan prebendas, traslados, etc., y otros listados semejantes. Quiere con ello llevarnos a que saquemos nuestras propias conclusiones, aunque luego él mismo las destaque. Y de vez en cuando hace un comentario de tú a tú, al lector. Una comparación con la actualidad, o una ironía, un comentario jocoso o admirativo. Y avanza sus hipótesis sobre unos y otros aspectos.

¿Cuáles son, pues, las ideas que Alvar destaca? El amor y la cordial relación entre Isabel y Carlos, lo primero. Porque no era lo normal, en un casamiento regio, ni siquiera en uno nobiliario: los casamientos reales eran cuestiones de Estado, y podían casar a un niño con una dama madura o viceversa. Podían odiarse o despreciarse pero tenían que cumplir y  engendrar herederos. Y sin embargo, Isabel y Carlos caen rendidos de amor nada más verse. Y les dura toda la vida. Una vida dura, la de un gobernante imperial que dominaba media Europa, y una reina que también gobierna en ausencia del real esposo, ausencias continuas. De once años de casados, casi la mitad los pasan separados, si bien en constante comunicación, dentro de lo que permitían las circunstancias.  Por eso nos deja admirados ese amor, que se desprende de las cartas, de los comentarios en otros documentos, y de los hechos: las horas que pasaban en el lecho en su luna de miel granadina, por ejemplo, los comentarios personales de algunas de sus cartas, al final de la información política. El documento donde se narra la muerte de la reina comenta que el emperador, dolido y trastornado, no se quería separar del cadáver, abrazado a ella, que le tuvieron que separar a la fuerza. Quedó hundido moralmente tras su muerte, de la que nunca se repuso y no volvió a desposarse.

Otra idea que destaca: la gestión del poder de la reina consorte Isabel, la sensata política que consolidará la Casa de Austria, españolizando poco a poco el aparato del Estado, en manos extranjeras  al acceder al poder el Emperador, que ni siquiera sabía español ni había nacido en España.  La homónima nieta de Isabel la Católica (Carlos e Isabel eran primos) gobierna el reino en tres ocasiones, mientras su regio esposo desplaza tropas y séquito, firma tratados, libra batallas, convoca Dietas, discute con el Papa y recorre Italia, Francia, Alemania, Flandes… Ayudada, desde luego,  por diversos consejeros y unas Instrucciones y Restricciones que su esposo le deja, paulatinamente la reina va dominando la situación, aprendiendo a llevar las riendas y necesitando cada vez menos consejeros… porque lo hace muy bien,  lo cual el propio Carlos resalta en cartas y documentos públicos. Y mientras tanto, pariendo hijos (y viéndolos morir, en varias ocasiones) y redactando testamentos, porque cada parto era una posibilidad de morir para una mujer (reina o plebeya), como de hecho le ocurrió en su quinto alumbramiento.

Tras llevarnos en un recorrido por la vida de la reina y de su reino, su niñez y juventud, el encuentro con el esposo, boda y feliz luna de miel granadina, los partos, la sentida ausencia del emperador, el comienzo como gobernadora, los problemas con que se fue enfrentando y solucionando, la constante preocupación por la política internacional del imperio, las sugerencias y peticiones que hace a su esposo, los informes de su gobierno, la última etapa, cayendo en la melancolía por las prolongadas ausencias del esposo…, todo ello nos traza un paisaje con figura especial.

Aunque el último capítulo está, según el autor, dedicado a las lectoras, puede interesar también a los lectores, desde luego: detalles como los libros de la emperatriz (es la biblioteca de una mujer recatada, nos dice Alvar); la ropa que se confeccionaba y cómo la reutilizaba; las joyas que usaba y lo que le habían costado; detalles de los partos, las sucesivas muertes de sus hijos y las enfermedades de los que vivieron; cómo se servía la mesa, cuántos platos, quien la asistía, etc. lo cual lleva a la vida cotidiana ―nobiliaria, claro― de la época moderna. El apartado referente a las pinturas y retratos de la reina y la familia real, es interesantísimo por sus jugosos comentarios. Quizás para el lector no demasiado habituado al ensayo histórico le abrume un poco alguna sección del libro, aquellas en la que muestra datos (con superabundancia de números ¡y fechas!) de cédulas, cartas, documentos, de modo harto extenso y detallado. Pero creo que se ve compensado por el modo como en general transmite las ideas básicas que señala a lo largo del texto.

[tags]Alfredo Alvar, Emperatriz, Historia, biografía, Isabel de Portugal, Carlos V[/tags]

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7 comentarios en “LA EMPERATRIZ – Alfredo Alvar

  1. iñigo dice:

    Leído recientemente, me ha resultado una mera crónica llena de datos y más datos, que entra poco a definir la personalidad de la emperatriz, de la que pocas cosas nos descubre. Basicamente lo he encontrado más como un ensayo sobre la administración y burocracia de la Casa de Isabel, como gobernadora de los reinos peninsulares y poco más. Me ha resultado bastante irregular y en algunos momentos muy, muy monótono.

  2. iñigo dice:

    Se me había olvidado comentar que la reseña es estupenda… define al personaje mejor que el libro y te ahorra, en mi opinión, el ilimatado listado de datos y más datos que llenan el libro.

  3. Farsalia dice:

    Lo estuve hojeando (y leyendo en algunos tramos) hace unas semanas (si te lo propones, lo lees de una sentada)… me sorprendió y gustó a partes iguales que un historiador académico como Alvar haga como sus colegas anglosajones (europeos, en general) y escriba una biografía para todos los públicos; lo que suele llamarse la alta divulgación, que por nuestros lares se estila poco. Lo que ya no me gustó es el estilo monótono, en ocasiones árido, que se intuía sólo leyendo unas pocas páginas; ha intentado salir del ámbito académico, pero da la sensación de haberse metido en un laberinto. El capítulo final, especialmente, me dejó más bien frío y me resultó… no sé cómo definirlo, ¿de papel cuché a lo ¡Hola!? Valoro sin embargo la valentía de Alvar por intentar escribir algo diferente, aunque se quedara finalmente en tiera de nadie…

  4. ARIODANTE dice:

    Sí, efectivamente, Alvar hace un experimento que no es redondo, aunque la idea es interesante. Él siempre se manifiesta como partidario de poner los datos delante del público, y que uno mismo saque sus conclusiones, aunque pueda avanzar alguna explicación. La contrapartida de ello es un poco farragosa, ciertamente, quizás más propia para historiadores, cuando pareciera que pretende huir del academicismo y posiciones dogmáticas.

  5. David L dice:

    Gracias por la reseña Ariodante, creo que no has podido explicar mejor el contenido del libro.

    La Emperatriz Isabel fue algo más que una reina consorte, las interminables ausencias de Carlos V en los campos de batalla de toda Europa hicieron de esta Reina con mayúsculas un puntal clave para la estabilidad de la Corte castellana. Además, como bien has comentado, en este matrimonio regio triunfó el amor, cosa no desdeñable tal y como se emparentaban en la época. A mí Isabel de Portugal siempre me ha parecido una de las mejores reinas de la Monarquía Hispánica de toda su historia. Creo que se ganó a pulso un buen lugar en la Historia de España.

    Un saludo.

  6. Tayio dice:

    Alfredo Alvar Ezquerra, que fue profesor durante muchos años de la UCM es uno de los mejores especialistas en el periodo que tenemos en el país. No es un novelista, por supuesto que no. Ha pasado su vida entre legajos, buceando en archivos, y no sólo en Simancas, sino por toda Europa. Su prosa es buena, y al contrario que muchos otros historiadores tiene capacidad para expresarse en un lenguaje cercano al gran público. Cosa muy difícil, por cierto. Por supuesto nunca puede esperarse de una obra suya que no haya fechas, bibliografía, documentación… Un historiador tiene forzosamente que apoyarse en reliquias del pasado para llegar a unas conclusiones plausibles. ¡Un historiador es un científico! En mi opinión en esta obra lo consiguió. Fue capaz de aunar rigor histórico, con amenidad y emotividad, porque aquel matrimonio imperial la tuvo. No hace falta inventar nada en torno a la vida de Carlos V, porque en sí, su vida es muy novelesca. Los archivos están llenos de documentos que darían para miles de novelas, donde todo pasó. Pero eso sólo está al alcance del historiador, que tiene destreza porque ha sido entrenado para ello a través de la paleografía con la que es capaz de descifrar una escritura del siglo XVI. En Alvar lo tenemos todo. Rigor, diversión, fina ironía, limpia prosa… Diría que tras la desaparición de Manuel Fernández Álvarez que con tanta cercanía nos contó la Historia de España, es la persona que mejor puede hacer llegar lo que pasó en aquellos mágicos siglos al lector interesado. Son ellos quienes deben contar la Historia al pueblo, y no tanto los novelistas que crean confusiones muy difíciles de erradicar luego.

  7. Ariodante dice:

    Tayio: excelente comentario! Comparto prácticamente todo lo que afirmas (y además lo explicas fenomenal) pero discrepo de tu último aserto. Discrepo, no en el sentido de que los historiadores son los que deben contar la Historia, que me parece muy bien que lo hagan. Discrepo cuando dices que los novelistas crean confusiones.
    Los novelistas, TODOS, enmarcan sus obras en una época, más o menos histórica, pero ESCRIBEN FICCIÓN. Salvo excepciones, la mayoría suelen insistir en que su obra es ficticia, aunque novele hechos históricos. Si el lector decide creerles a ellos y no a los historiadores, es cosa del lector. Cuando leo una novela de las que llamamos «históricas» (y me interesa el tema), si el autor no incluye una nota aclarando qué personajes son ficticios y cuales existieron, o qué hechos son históricos y comprobados, me voy a libros, revistas o páginas de historia para comprobar los hechos e informarme más detalladamente. Si uno quiere informarse de hechos históricos, debe leer un ensayo histórico (a ser posible, de Alvar, sí señor!)

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