LA DISPUTA POR EL SARGENTO GRISCHA – Arnold Zweig

Publicada originalmente en 1927, cuando Arnold Zweig rondaba los cuarenta años de edad, esta es la novela que cimentó la reputación literaria de su autor, escritor alemán de estirpe judía. En manos poco diestras, la empresa podría hacer acabado en libelo o en novela de tesis, con el ingrediente polémico -fundamental en su armazón- desarrollado a expensas de lo estrictamente literario. No es el caso, y gracias a esto podemos disfrutar de medio millar de páginas de una apreciable muestra de ficción narrativa. La disputa por el sargento Grischa tiene por nudo argumentativo un dilema de naturaleza moral pero también de ribetes jurídicos, enmarcado por el contexto bélico: el de la Primera Guerra Mundial, en el frente germano-ruso (a lo largo de 1917). Trata en esencia de un soldado ruso capturado por el enemigo y al que el mando alemán ordena ejecutar por considerarlo un desertor y eventual espía. Lo cierto es que no es más que un combatiente condecorado, hecho prisionero en condiciones regulares. El sargento Grigori Ilytsh Paprotkin (alias «Grischa»), que este es el nombre del individuo, se había evadido del campo de prisioneros y, en su empeño por regresar a su patria, tuvo la mala fortuna de ocultar su identidad bajo el uniforme y los documentos de un soldado ruso muerto, Ilya Byushev, a quien las autoridades alemanas -ignorantes de su fallecimiento- identifican como desertor. De nuevo capturado, la confusión de identidades condena a Paprotkin a una ignominiosa y absurda muerte, que en principio podría ser evitada con sólo ser reconocido por los celadores del campo en que estuvo recluido la primera vez. Todo se complica, empero, y la obstinación e inclemencia del supremo comandante germano del frente oriental -en cuyas manos está la resolución del caso- aboca al sargento Grischa a una tortuosa pesadilla…, aunque no a una completa indefensión. Contará con el auxilio de un puñado de alemanes, integrantes del personal militar, imbuidos todos de un austero sentido de la justicia y de profundo humanitarismo, horrorizados ante la posibilidad de que se cumplimente la orden de fusilamiento: un acto a todas luces descabellado, el que, por demás, mancillaría la honra del ejército alemán. 

La guerra en curso, en que Zweig tuvo experiencia como combatiente, depara poco más que el telón de fondo de la narración, salpimentada por tangenciales aunque decidoras referencias a la tormenta revolucionaria que se ha desatado sobre Rusia. El genuino anclaje lo proporciona el conflicto esbozado, en una obra que notoriamente escapa a la etiqueta de «novela bélica». Entre los que asumen la defensa del sargento Paprotkin sobresale por su rango y resuelto cometido el general de división Otto von Lychow, septuagenario militar de la vieja escuela prusiana. En muchos sentidos, hace un contrapunto perfecto con el mariscal Albert Schieffenzahn, todopoderoso Comandante en Jefe del Este. Por sus respectivos orígenes sociales -uno es un junker, el otro proviene de una modesta familia burguesa-, por temple y por trayectoria, incluso por aspiraciones, el tono de las relaciones entre ambos oficiales estará fatalmente dictado por una radical discordancia, teñida de resentimiento y de feroz ambición por parte de Schieffenzahn. Fatuo, implacable, ofuscado por su rutilante carrera, el mariscal ejerce el mando con alma de dictador, y como tal no tolera que se contraríen sus decisiones ni que un aristócrata prusiano chapado a la antigua pretenda torcerle la mano, ni siquiera porque esté en juego la vida de un hombre. ¿Qué puede importar una miserable vida justo cuando millones de hombres sacrifican las suyas en los vastos campos de batalla europeos? ¿Qué, si encima es la vida de un ruso, un campesino iletrado -un bárbaro en definitiva, como los hay en cantidades ingentes en las filas del odiado enemigo? ¿Hará una diferencia el que se admita oficialmente el error inicial, y se exima de la ejecución a quien ha sido víctima de un malentendido?

Para Schieffenzahn, semejantes inquietudes pesan menos que el polvo, a lo más serán un insignificante estorbo en el ejercicio del poder. Las miríadas humanas que se baten en la cruenta refriega no son en su consideración más que enjambres descomunales de insectos, contando tan solo la personalidad extraordinaria capaz de imponer su voluntad a las masas. En términos de relevancia política, social y aun moral, su único equivalente es el Estado, en cuyas estructuras el ejército ocupa un lugar preponderante: con mayor razón tratándose de la nación alemana, en tiempos de guerra. En uno de los ocasionales pasajes de la novela en que se debaten los principios involucrados en el llamado «asunto Byushev-Paprotkin», el mariscal remata la vehemente diatriba que arroja a la cara del general Von Lychow con una significativa sentencia: «El Estado crea el Derecho; el individuo es un piojo». El derecho y la justicia solo tienen sentido en tanto sintonicen con los intereses del Estado y sean congruentes con los requerimientos de la disciplina militar. Así pues, Schieffenzahn, intransigente e inmune por temperamento a la más elemental forma de piedad, procede a modo de encarnación de una mentalidad ante la que los sensatos argumentos del anciano general se estrellan como contra un muro; la patética invocación por Von Lychow de ideas como la Justicia Divina o el sentimiento popular del Derecho apenas puede hacer mella en el mariscal. Desde su punto de vista, cualquier marcha atrás en su determinación de imponer autoridad en medio de la fiebre revolucionaria que amenaza contagiar a las tropas sería imperdonable. Su propósito irrenunciable es justamente exterminar a los portadores del bacilo revolucionario. (Cabe insistir: el que los referidos pasajes sean breves y precisos redunda en el valor literario de la novela, ni de lejos fagocitado por la faceta polémica.)

Los personajes que Zweig moviliza a lo largo de la narración tienen suficiente relieve y resultan por lo general muy naturales y convincentes. El bando de los que adscriben a la causa del protagonista es bastante surtido en su exigüidad e incluye a dos enfermeras: una agraciada nota femenina complementada por la presencia -decisiva en la trama- de la sufrida Babka, mujer a medias partisana y que deviene amante del sargento Grischa. Digno de destacar es el doctor Posnanski, un veterano, feo y sarcástico abogado judío que ejerce como consejero del Tribunal Militar; es, por supuesto, quien mueve los hilos judiciales en el asunto Byushev-Paprotkin, haciendo de la defensa del sargento una cuestión personal. También sobresale por cuenta propia un carpintero judío, Reb Täwje, humilde hombrecillo que los alemanes ponen a trabajar fabricando ataúdes, asignándole como asistente el prisionero Paprotkin. El personaje condensa la piedad y la sabiduría popular que su castigado pueblo atesora desde hace siglos.

El desenlace es tan conmovedor como notable. Si antes hemos podido simpatizar con el recto Grischa, capaz de granjearse espontáneamente la benevolencia de sus captores, sobre el final nos conquista por su entereza y estoicismo. En suma, la de Arnold Zweig es una novela que no nos puede dejar indiferentes. Resuena fuerte en nuestra conciencia por su impagable reivindicación de la dignidad del individuo y del valor de la vida humana, impactándonos además por su crítica implícita de la guerra y el autoritarismo. El contexto en que fue escrita, anticipándose su autor a los años más lóbregos en la historia de Alemania, hace de ella un documento de holgado interés.

– Arnold Zweig, La disputa por el sargento Grischa. RBA, Barcelona, 2014. 510 pp.

     

3 comentarios en “LA DISPUTA POR EL SARGENTO GRISCHA – Arnold Zweig

  1. APV dice:

    De hace unos años es una película: Josef, donde se juega con el cambio de uniformes por varios personajes durante la 1 GM, y con algunas leyendas sobre Tito.

  2. Valeria dice:

    Muy interesante tu reseña, Rodrigo.
    Tomo nota.

  3. Rodrigo dice:

    Los de la película, APV, ¿se habrán inspirado en la novela de Zweig?

    Gracias, Valeria. Es una novela muy sugerente, con una atractiva galería de personajes y un nudo argumental de interesantes ribetes jurídicos y morales.

Responder a APV

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