LA CASA DE LOS SUEÑOS – Pauline Gedge

Pauline Gedge, la autora canadiense de origen neozelandés, es una apuesta segura para mí desde que, en 1994, la descubriera en el número 4 de una colección de novela histórica de quiosco publicada por Salvat. Me refiero, en concreto, a su obra sobre la reina Hatshepsut, La dama del Nilo, y reconozco que me enamoré de su forma de trasladarnos la cultura egipcia, de la certera contextualización de sus historias sobre el país del Nilo, y de la energía interior de sus personajes. Reuní, como es natural, todos sus libros en esa colección ─El faraón, El papiro de Saqqara y Águilas y Cuervos─, y luego esperé noticias hasta que, sobre 2007, me pude hacer con su trilogía sobre la expulsión de los hicsos ─la serie de los Señores de las Dos Tierras─, así que no es de extrañar mi complacencia al ver que Pamiès publicaba en 2019 y 2020 las dos novelas que nos trazan la azarosa vida de Thu en el entorno cortesano de Ramsés III: La Casa de los Sueños y El Templo de las Ilusiones.

La autora nos sitúa aquí en los momentos posteriores al culmen vital del faraón Usermaatra-Meriamón. Los pueblos del mar han sido rechazados, los libios neutralizados y la tierra de Canaán está bajo control, pero no todo Egipto está sereno y colmado. Sectores del ejército y de la administración laica dependiente del Toro de Horus sufren con la dominación de los servidores del Templo de Amón y rechazan el pacto que, en su día, celebró el padre de Ramsés, Sethnajt, con el Sumo Sacerdote de Amón, pues detrae recursos y minora las arcas y los graneros del faraón, haciendo del clero tebano el principal poder de las Dos Tierras. Todo ello es claro caldo de cultivo para la conspiración y conjura de quienes no pretenden, o eso dicen, sino el bien del país de Kemi y la restauración del orden universal de Ma’at.

En ese marco, una pequeña campesina de ojos azules, consecuencia de su origen líbico, reniega del futuro que la tradición le reserva en su pequeña aldea de Asuat. No, la pequeña Thu no será la curandera que atiende en la aldea, tal y como siempre hizo y hace su madre, los malos partos de sus vecinas o los cólicos de sus esposos. El inconformismo vital de Thu, su audacia y determinación, pero también su inconsciencia, le llevarán a ponerse en las manos de un vidente y sanador, el mudable y albino Hui, cuando este visita el tempo de Uapuaet, dios tutelar del villorrio que oprime las esperanzas de la joven. Hui, muy cercano al soberano del Doble País, se convertirá en el Pigmalión particular de la casi núbil niña. Su tutela e instrucción harán de Thu mujer con modales de alta dama, sí, pero también sutil instrumento de los planes de una conjuración que pretexta «restaurar un verdadero Ma’at en el glorioso país».

De la mano de Pauline, conoceremos la vida de los campesinos del nomo tebano, solar de la protagonista, pero también los sórdidos tejemanejes del serrallo del faraón. Y en medio de todo ello, veremos crecer, y menguar, la fuerza de carácter y la propia estrella de la protagonista: su ascenso al tálamo del Horus de Oro y su penosa caída. Y junto a ella, se nos aparecerán muchos otros personajes, tan desarrollados y convincentes como suele ser habitual en Gedge. Así: el firme padre de Thu, ex mercenario libio afincado en Asuat, o su madre, tan apegada a la tradición; su avispado hermano, Pa-Ari, futuro escriba. Pero también descubriremos el espeso y laberíntico ka del vidente Hui, o el abandonado hedonismo de un faraón, User-Ma’at-Re-Nakht, que siente ya agostada su labor en este lado del río de la vida. Y a muchos otros, como Disenk, el imperturbable guardián de las puertas del harén… Todos ellos hacen poliédrica una narración llena de matices y perfectamente encastrada desde el punto de vista histórico-cultural. Quizá Christian Jacq sea más correcto en la adecuación y en las formas -más preciso- a la hora de sumergir sus historias en el seno de la cultura egipcia, pero creo –es mi opinión personal─ que Gedge logra que el espíritu de la sociedad nilótica vibre con más armonía y mejor intensidad emocional en nuestra lectura.

Desde el punto de vista argumental, quizá la trama sea un poco evanescente, como si estuviera prendida por meros hilvanes y no tejida ni firmemente cosida. Hay demasiados sucesos casuales y la conjura se hace como un tanto ligera, como dejada al albur del camino que quiera trazar el dios escarabajo, Kepher, cuando empuja su pella de estiércol en una u otra dirección. Sin embargo, el sentido de la maravilla no se pierde nunca, aunque la historia no cierra, pues hay un vástago real y cuentas pendientes que solo se resolverán, o quizá no ─o no del todo─, años después. Yo, desde luego, puedo decir que cerré el colofón de La Casa de los Sueños y, de inmediato, atravesé sin mirar atrás los pilonos de El Templo de las Ilusiones. Disfruté. De ambas.

Pauline Gedge, La casa de los sueños. Pàmies Ediciones, 2019, 432 pp.

     

20 comentarios en “LA CASA DE LOS SUEÑOS – Pauline Gedge

  1. Farsalia dice:

    Oh, Pauline Gedge, una de las grandes del género… Esta la tengo pendiente, pero la prefiero con la cubierta de la edición de Emecé de los años noventa y no uno de esos engendros visuales que suele presentar Pàmies.

    1. Likine dice:

      Con una u otra cubierta, hay que convenir que no es esta una de sus mejores obras, cierto, pero también es cierto que Pauline nunca defrauda. Y desde luego que, junto a Renault, Yourcenar o, incluso, Bradshaw, también para mí es una de las -y de los- grandes.

      1. Iñigo dice:

        Incluyo en esa lista a Graves, Waltari y Haefs, con permiso.

      2. Likine dice:

        Si incluimos en la lista también a los grandes, naturalmente que sí, pero el gran finés delante… :D

      3. Iñigo dice:

        Cierto cierto.

  2. Antigono el Tuerto dice:

    A mi también me gustó La Dama del Nilo, le guardo un gran cariño ya que fue una de las primeras novelas históricas que leí, hace ya muchos años, y que me hizo interesarme por el antiguo Egipto.

    1. Likine dice:

      Y sin embargo, a pesar de su especialización narrativa en el mundo egipcio de la que es buena muestra la obra que citas, Antígono, quizá su mejor obra sea sobre el mundo romano-celta y la conquista de Britania: Águilas y cuervos

      1. Farsalia dice:

        Águilas y cuervos es magistral

  3. cavilius dice:

    De Pauline Gedge solo he leído Águilas y cuervos, muy buena novela. Me tienta ahora esta saga egipcia, veremos.

    Y me apunto la excelencia de Gillian Bradshaw; sin haber leído nada de ella, no me la imaginaba tan alta en el escalafón. A ver si cato alguna de sus obras.

    1. Likine dice:

      Yo recomiendo, sin desmerecer por ello todo lo demás, la trilogía de Señores de las Dos Tierras (La ciénaga de los hipopótamos, Oasis y El Camino de Horus).
      En cuanto a Bradshaw, para mí, estimado cavilius, sí que está alta en el ranking de narrativa histórica, sí, pero lo de los gustos literarios es bastante subjetivo, ya sabes.

      1. Farsalia dice:

        De Bradshaw leí, hace bastantes años, El heredero de Cleopatra y estuvo bien: algo diferente a lo habitual y se agradece. Tomé nota para leer otras novelas suyas, pero al final le perdí la pista.

      2. Likine dice:

        También tiene alguna otra ficción histórica de ámbito romano. Norte oscuro, enmarcada en el final de Septimio Severo y el ascenso de Basiano; obra que se me hizo cercana a las atmósferas de Wallace Breem, quizá por el marco geográfico birtano.
        Y una otra, Ciudadano del Imperio, sobre las tribulaciones de un griego alejandrino y las formas romanas, incluida, en especial, la ciudadanía. De este libro tengo menos recuerdos, pero no me dejó regusto malo.
        No obstante, me he ido del objeto de reseña, de Pauline Gedge No tengo arreglo yo…

  4. cavilius dice:

    Pues ahondando en ese desvío, ¿alguien ha leído El faro de Alejandría o Rodas. La hija del sol? Me las había propuesto como acercamiento a la Bradshaw, aunque he leído los respectivos argumentos y no me parecen para tirar cohetes.

    1. Likine dice:

      Yo leí El Faro…, pero fue, según mis registros, en el 2006. Es una novela típica de Bradshaw y, por tanto, con una narrativa ágil y buena contextualización, aunque el punto de partida parezca un lugar común: la mujer que se hace pasar por hombre para conseguir sus aspiraciones vitales y huir del destino, suerte de self made (wo)man. A mi me gustó y me entretuvo mucho. Sin exceso ni alharacas, eso sí, pero recuerdo a Caris, más que a sus aventuras, con agrado y buen regusto.
      Esa Rodas ni siquiera la conocía antes de que la mencionaras. La buscaré, por supuesto.

      1. cavilius dice:

        Gracias, Likine. Echando un ojo a su producción, esas dos son las novelas que me han olido más a griego, por eso las había seleccionado. Estaré ojo avizor.

      2. Likine dice:

        Bueno, como ya dije, también El Contador de Arena se integra en lo «griego», pues va sobre Arquímedes, y los siracusanos siciliotas no dejan de ser parte integrante de la Hélade…

      3. cavilius dice:

        Ah, cierto, esta no la tenía yo controlada…

  5. Valeria dice:

    Cavi, «El contador de arena» está reseñado.
    Muchos eones atrás

  6. cavilius dice:

    Anda, pues sí. Qué tiempos.

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