JUAN JOSÉ – Joaquín Dicenta

9788496391178Pese a que este espacio de amantes de la historia nunca ha publicado reseñas dedicadas al género teatral, el reciente estreno de la obra Juan José, en versión operística,  ofrece una excelente oportunidad para recordar a los lectores de Hislibris un texto que si algo lo caracteriza es su dimensión histórica.

Juan José es obra del escritor y periodista Joaquín Dicenta Benedicto (1862-1917). Miembro de la bohemia madrileña que tuvo entre sus filas a Luis Bonafoux, Alejandro Sawa, Manuel Paso, Emilio Carrère o Eduardo Zamacois, formó parte de la llamada Edad de Oro del periodismo español no solo como colaborador en múltiples publicaciones, sino como fundador de la revista Germinal (1897), director de los diarios La Unión Liberal (1889), La Democracia Social (1895) y El País (1897), así como redactor-jefe de El Liberal en su edición de Barcelona desde donde defendió una rotunda posición aliadófila frente a la Gran Guerra. Autor teatral, poeta y novelista, la obra que nos ocupa le otorgó un reconocimiento público y oficial, que hizo de él figura de indiscutible referencia en la cultura española hasta 1939, cuando, por razones ideológicas, nombre y obra fueron objeto de una censura dañosa. 

Partiendo de un hecho real, conocido por el autor de modo fortuito en 1885, Juan José tuvo una primera versión en prosa como artículo y después como cuento (incluido en el libro Spoliarium, de 1887), antes de que su autor reconfigurara la historia como el texto teatral estrenado la noche del 29 de octubre de 1895 en el Teatro de La Comedia de Madrid, con el eminente actor Emilio Thuillier (1868-1940) en el papel protagonista. Aunque hoy en día es una obra olvidada (ni siquiera se menciona en los planes de enseñanza media), desde el día de su estreno disfrutó de un reconocimiento grandioso, constante e ininterrumpido durante casi 50 años. Prueba de ello fueron las continuas puestas en escena que tuvo, las dos versiones cinematográficas que se hicieron (una primera, española, a cargo de R. Baños en 1917;  y otra posterior, inglesa, bajo el título Life, dirigida e interpretada por Adelqui Millar en 1928), o una popularísima, y folletinesca, reelaboración a cargo de Antonio Asensio (Juan josé: novela de costumbres populares basada en el célebre drama de D. Joaquín Dicenta, 1907).

Pero ¿qué o quién es Juan José? ¿Dónde radica su originalidad? ¿Cuál fue la razón de su triunfo? ¿Por qué podemos considerarla histórica? ¿Le cabe alguna actualidad hoy?

El título hace referencia al protagonista del drama que a lo largo de tres actos (divididos a su vez en 32 escenas) desarrolla un sencillo argumento de carácter amoroso. A saber: un hombre siente amenazada la estabilidad de su unión con la mujer que ama por los requerimientos que le hace otro hombre, hecho que le convierte en homicida. Un conflicto dramático convencional, de ecos románticos, que, sin embargo, Dicenta plantea en un marco social inédito: la clase obrera. Porque el protagonista y los catorce personajes que le secundan pertenecen al universo de los trabajadores manuales urbanos (hombres y mujeres) que hablan como ellos («cuídense los actores que representen esta obra de dar a los personajes su verdadero carácter; son obreros, no chulos,y por consiguiente su lenguaje no ha de tener entonación chulesca alguna», recalca especialmente la acotación inicial) y desarrollan la acción en el marco escenográfico que les es acorde.

La construcción dramática de Juan José irrumpió en un teatro definido por el verso de Enrique Gaspar, los dramas rurales de Feliú y Codina, los históricos de Echegaray, el realismo (fallido) de Eugenio Sellés o los melodramas llorones (palabras de Valle-Inclán) de Adelardo López de Ayala, porque lejos del casticismo ramplón, gracioso y populachero que constituían las obras denominadas costumbristas (donde habría que incluir el muy exitoso género de la zarzuela), por vez primera cobra carta de naturaleza artística una categoría social con identidad bien definida donde sus condiciones infortunadas no están reñidas con la honorabilidad y el orgullo.

Para ello, Joaquín Dicenta (cuyo compromiso con la causa obrera era manifiesto) compone una galería de personajes veraces, llenos de humanidad y matices, entre los que destacan la figura protagonista (Juan José) y su amada (Rosa) que cobran vida en una trama donde el trabajo más que un elemento de la estructura dramática se configura como un personaje invisible que vertebra, explícito o elíptico, el texto entero. Una actividad, la obrera, de condiciones inestables y arbitrarias que, dada la regresión socio-económica a la que estamos asistiendo, se nos muestra de una vigencia aterradora.

… De aprendíz, cachetes del maestro, y de los oficiales, y una cazuela de sobras en un rincón; después, mucho trabajo y muchas fatigas, y un jornal escaso, ganao sobre dos tablones mal unidos, tiritando de frío en invierno, abrasándome la piel en verano, afanándome desde la mañana a la noche, pa llegar por la noche a mi casa y encontrarme solo sin que nadie viniera a decirme «¡Descansa, hombre, que bien lo mereces!».
Escena 4ª; acto I.

 

Historicidad y actualidad

Ya en la versión novelada de la historia Juan José es un joven de infancia desarraigada, abandonado al nacer y recogido por quien vio en él un instrumento de mendicidad. Pero si allí el autor no profundiza en el personaje porque centra su foco de atención en el desarrollo melodramático de las relaciones con Rosa, en la obra teatral su constucción es más sólida y nos ofrece un personaje que, pese a haber crecido bajo el desamparo y la brutalidad, hijo de esa famélica legión que genera el sistema capitalista emergente de una España que progresa bajo la sombra de la Restauración, es un hombre digno y cabal. Y lo es gracias a los dos pilares que redimen su vida: el trabajo y, sobre todo, el amor. Ahora bien, es un superviviente, no un líder. Su cuerpo es fuerte; su carácter, vulnerable. Juan José está sometido a la dependencia afectiva que siente por Rosa, y toda mirada ajena hacia ella es percibida como un horizonte de abandono, una vuelta al caos afectivo que nutre su pasado. Todo interés que otro hombre sienta hacia Rosa supone una amenaza que él solo puede afrontar con la única fuerza defensiva que posee: la violencia. Y el otro va a ser un burgués («Paco, ese mozo que no ha tenido más que hacer en el mundo que heredar la parroquia y los dineros de su padre…» escena 3º; acto I), propietario de la construcción donde Juan José lleva a cabo su trabajo, lo que aporta un elemento nuevo al conflicto dramático: las relaciones de poder que establece el ámbito laboral. Hay, pues, un paralelismo entre el enfrentamiento horizontal y concreto de dos personajes por el afecto de una mujer, con el enfrentamiento vertical y genérico de dos posiciones sociales. Rivalidad viril y lucha de clases. Un conflicto de resonancias legendarias que facilita su conexión con el público de cualquier tiempo y lugar.

La irrupción de Paco en la taberna donde recalan los obreros al final del día (aunque el espacio y la naturaleza del entretenimiento se distingan de forma cualitativa), su encuentro con Rosa, la invitación que le hace para sumarse a la fiesta y el descubrimiento por parte de Juan José de que ella ha aceptado, inicia el drama con esa vinculación de esferas de pertenencia antes apuntada

…Usté es mi maestro, el que me da el jornal con que como, y dispone de mí y de estos brazos desde que sale el sol hasta que anochece. Ya ve usté cómo no me olvido. Sin duda por eso, porque me paga, usté ha llegao a creerse que todo lo mío le pertenece, y no contento con lucirse a costa de mi sangre, quiere usté mandar también aquí dentro y coger lo que aquí dentro vive y llevárselo. ¡Pues eso no, señor Paco, eso no!
Escena 15ª; acto I

cuya inmediata consecuencia se nos muestra al abrir el segundo acto: Juan José ha perdido el empleo. Y ello, sumado al despido previo que había sufrido Rosa, sume a la pareja en la miseria absoluta.

De nuevo la presencia del personaje invisible:

¡Nada!….¡Nada!… Parece que el hielo de la calle se les ha metido en el corazón a los hombres, según lo tienen de duro y de frío pa mí. ¿Qué me miras?.. Ya puedes suponértelo: no hay trabajo; no lo encuentro en ninguna parte. ¡En ninguna!… ¿De qué sirve tener buena voluntá y buenos brazos y saber su oficio?… ¿De qué?…¡Ni que el trabajo fuese una limosna pa que a uno se lo nieguen! Pues qué, ¿no hay más que condenar a un hombre a morirse de hambre o a pedir a Dios?… ¿Hay en eso justicia?… Y si no la hay, ¿por qué sucede? ¡Luego dicen que si los hombres matan y roban! ¡Qué va a hacer!
Escena 6ª; acto II

Si los años enriquecen o avejentan la capacidad de comunicación que todo texto guarda en virtud de los múltiples registros interpretativos (los propios del momento en que fue compuesto y los de quienes leen/contemplan), es indudable que Juan José ofrece al lector de hoy en día una riqueza extraordinaria, siendo uno de los más importantes, por inédito, el que podemos descubrir en el personaje de Rosa, figura que aparentemente es la causante de los distintos estadios del drama; primero por su frívola actitud, luego por el reproche que le espeta a Juan José y, finalmente, por la traición que hace abandonándole en la cárcel mientras ella se va a vivir con su rival.

Cuando la obra teatral fue compuesta, los códigos sociales imperantes solo permitían una lectura para la conducta de Rosa, aquella que consideraba toda naturaleza femenina como veleidosa, superficial y egoísta. Sin embargo, una lectura detenida del texto ciento veinte años después de escrito, descubre el error de semejante juicio. Porque Rosa es una víctima más dentro del universo al que pertenece. Una más, no. La más damnificada de todas en virtud de su doble vulnerabilidad. Como mujer es objeto del deseo de los varones, socialmente aceptado de modo explícito, activo y perentorio

…Te afanas por un hombre, pasas con él tu juventud, te aperreas por él, y el día menos pensado se cansa de ti, te ponen en la del rey, y si te he visto no me acuerdo…
Escena 9ª; acto I

y como obrera comparte las terribles condiciones laborales del resto

…¡Pa lo que yo ganaba!..¡ Valiente puñao son tres moscas o seis reales, que era mi jornal, por estarme dale que le das desde las siete de la mañana!
Escena 9ª; acto I

Rosa, al igual de Juan José, superviviente del desarraigo, frente a la indigencia en la que se halla se plantea la subsistencia por el único medio posible para una mujer: su cuerpo:

¡No sé lo que soy, pero carezco de todo, de lo más preciso, y no puedo pasar sin ello; porque sin nada no se pasa! ¡Y si tú no me lo das tendré que buscarlo!
Escena 7ª; acto II

Semejante planteamiento lleva a la escena más dura de toda la obra, aquella en la que la pareja entabla una disputa feroz, despiadada y salvaje que culmina con la agresión física, brutal y rotunda de Juan José hacia Rosa que es culminación de toda la violencia de género que sustenta el sistema de comunicación relacional entre los hombres y las mujeres. Entonces, y ahora.

De nuevo, historicidad y vigencia.

No me gustaría concluir este breve repaso de Juan José sin mencionar los cuatro escenarios donde se desarrolla la acción porque, más allá de su validez estética, adquieren entidad semántica para comprender la dimensión total del texto: la taberna (espacio de socialización obrera por excelencia, por oposición al café burgués), la habitación donde viven los protagonistas, una celda de la cárcel Modelo (¡habría tanto que decir sobre ella!) y, finalmente, el piso donde se van a vivir Rosa y Paco (una vivienda de varias habitaciones, con balcón a la calle).

Condiciones laborales penosas, desempleo, alcoholismo, desamparo, soledad, injusticia… Juan José es una obra magnífica que debería recobrar la vitalidad que disfrutó en otro tiempo con una recuperación escénica de texto hablado porque la versión operística que llevó a cabo el maestro Sorozábal en los años 60, y estos días representada por vez primera, puede distorsionar toda la riqueza que Joaquín Dicenta vertió en sus líneas. La solidez compositiva de la pareja protagonista, junto con la credibilidad del elenco secundario, otorgan a la obra un carácter universal que el público captó desde el primer momento agraciándola con el éxito y, desde aquí lo suscribimos, con la inmortalidad.

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5 comentarios en “JUAN JOSÉ – Joaquín Dicenta

  1. Balbo dice:

    ¡impresionante reseña! Me lo apunto. Aunque debo hacer te una matizacion: en Hislibris sí hubo anteriormente reseñas de obras teatrales . Incluso existe un campo para verlo. Es más hace poco envié «Las bicicletas son para el verano».

    Saludetes

  2. Farsalia dice:

    Qué interesante… Gracias por la reseña, Rosalía, me apunto el libro. Teatro, que haya más teatro…

  3. hahael dice:

    ¡Gracias, Rosalía, muy buena reseña!
    El caso es que me suena mucho este apellido, por el hijo supongo. Pero creo haber tenido en mis manos alguna de sus obrillas de la época de mis abuelos… Voy a rebuscar en el desván.

  4. Rosalía de bringas dice:

    Muchas gracias a los tres.
    Balbo, perdóname por olvidar «Las bicicletas…» (tienes razón, no debí ser tan taxativa).
    Farsalia: el texto original está disponible en la Digital Hispánica (junto a un buen número de obras del autor). A ver si entre todos conseguimos que recobre el auge que tuvo…
    Hahael, si tienes alguna obra de Dicenta, guardala como oro en paño :)
    La verdad es que Joaquín Dicenta no solo fue una figura importantísima de su momento, también el origen de toda una saga de escritores y actores que pervive hoy en día en la figura de Natalia Dicenta (hija de Lola Herrera y un nieto de el escritor que nos ocupa)
    Gracias, de nuevo, y un saludo…

  5. Arturo dice:

    ¡Sensacional reseña, Rosalía! Con tanto viaje se me había pasado en su momento.

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