ILIÓN – Mario Villén

“Ninguno de los dos había querido aquella guerra, ninguno le veía sentido a pelear por Helena. Sin embargo, allí estaban uno frente al otro, deseándose una muerte dolorosa y sin honra”.

Siempre va bien volver a Troya. Tema inagotable, fecundo en matices y enfoques, con principios y finales indeterminados (como tema, ¿Troya empieza en el décimo año de asedio igual que en la Iliada, o lo hace con el rapto de Helena, o con el juicio de Paris, o con el nacimiento de Aquiles…? ¿Y acaba con la muerte de Héctor, o con el caballo de madera, o con los saqueos, los regresos, la Odisea…?). La guerra y la ira son por desgracia atemporales, y el amor y el honor también. No conviene, por tanto, extrañarse si en las librerías vemos un nuevo título que busque sacar a la palestra una vez más la historia de ese conflicto. No al menos en este caso; porque “este texto no es la Ilíada, sino Ilión”.

Eso último es lo que afirma Mario Villén al respecto de su última novela. Y en efecto, se trata de una novela diferente a lo que contó y cantó Homero. En forma y en fondo. Como ha de ser, por otra parte; de otro modo, mejor sería acudir al poema original y dejarse de rodeos. Si nuevas páginas abordan el asedio de Troya, ha de ser para aportar algo. E Ilión aporta. Para empezar por el principio, el inicio de Ilión no es el de la Ilíada. Homero comienza el poema con la famosa cólera del Pelida Aquiles, que incontables males causó a los aqueos y precipitó al Hades muchas valientes vidas; Villén se remonta algo más atrás. No es mala decisión, opino, pues no todo lector está puesto en antecedentes sobre lo que está pasando en el campamento aqueo al inicio de la Ilíada, ni por qué, ni qué pintan los aqueos en Troya, ni quiénes son Aquiles, Agamenón, Néstor, Áyax, Ulises… Es de recibo, por tanto, que la novela principie más atrás que el poema de Homero, aunque sea brevemente. Bien por ello.

Hay que decir que en esas primeras páginas, y durante muchas más, la ambientación y fidelidad a las cosas, casos y usos de la época se antoja más que correcta. Duele un poco a los ojos (a unos nos duele más que otros, ciertamente) encontrar en algunas lecturas de ficción de tema troyano, monedas, por ejemplo, tan alejadas del tiempo micénico como los relojes de pulsera lo están del siglo de Cervantes. La ambientación se va al garete y desearía uno, dicho esto con toda la modestia del mundo, ser más ignorante para así disfrutar más de la lectura. En el caso de Ilión no es preciso (al menos en mi caso) realizar ese llamamiento a la inopia, lo cual es de agradecer. Además, la novela hace encajar muy bien en sus páginas hallazgos y teorías recientes sobre la guerra de Troya. El ciclo épico troyano también goza de buen encaje y cabida: las Ciprias tiene sus pinceladas (entre otras cosas, porque poco más que pinceladas se conservan de este poema), y con ellas la historia queda situada y contextualizada. Una historia en la que los dioses no intervienen en absoluto, por cierto: la narración ha sido evemerizada (si se me permite el palabro) por Villén, de modo que los seres del Olimpo y del Hades (incorporando en el lote a Kaskalkur, divinidad quizá local relacionada con las corrientes acuáticas subterráneas) no aparecen más que en boca de los personajes. Incluso Tetis, la divina madre de Aquiles, sufre aquí una necesaria humanización en sus escasas apariciones.

Y a continuación, Homero. Villén agarra el poema iliádico y pasa a desgranarlo casi canto por canto, en algunos casos haciendo sobre él un vuelo a vista de águila cual ave de Zeus, y en otros afinando la precisión hasta el verso. Combates, sangre, cólera, engaños… Tanto es así que a la novela se le puede hacer la misma crítica que a la Ilíada (lo cual, según se mire, es todo un honor): que los protagonistas de uno y otro bando hablan y se desenvuelven, en general aunque no siempre, como si no se conocieran ni llevaran enfrentándose nueve largos años. Sí, una guerra que ya dura casi una década: nada nuevo hay bajo el sol, la historia de la humanidad es lo que es, y así hay que contarla: “Los hombres nacemos para la guerra. El mundo siempre ha sido así”, dice en algún momento uno de los personajes.  Todo ello hasta llegar a (inciso: nótese que en esta reseña no me estoy privando de explicar bastantes detalles del argumento de la novela. Y es que quien lee obras de este tipo lo hace más por el cómo que por el qué. Me explico: cada cual lee lo que quiere y lo hace por las razones que se le antojan, faltaría más. Pero cuando se trata de una historia tantas veces contada –en poemas, novelas y películas–, con tópicos tan presentes en el imaginario popular y tan íntimamente ligados a la cultura occidental desde el nacimiento de la misma, se puede presumir que resulte más interesante –más novedoso, cuando menos– descubrir nuevos enfoques y nuevas maneras de relatar la historia, que el simple hecho de volver a restaurar en la memoria la cólera de Aquiles, la pusilanimidad de Paris, la astucia de Ulises, la muerte de Héctor o la dignidad de Príamo. Fin del inciso), todo ello hasta llegar, decía, al final de la Ilíada, que no es tampoco en este caso el final de Ilión. El autor, fiel a la idea de ser fiel (valga la redundancia) al ciclo épico, recupera el mismo de nuevo para el lector y prolonga la narración más allá de Homero, con los relatos menos conocidos de las amazonas y Pentesilea, los etíopes y Memnón, la muerte de Aquiles, el saco de Troya, las atrocidades que en la ciudad se cometieron… Sucesos y escenarios cantados por los aedos en los poemas épicos Etiópida, Pequeña Ilíada e Iliupersis. De nuevo sangre, engaño, muerte, excesos… Sobre esta base de violencia se asienta el nacimiento de la literatura occidental, qué le vamos a hacer.

Hasta aquí el argumento, la historia: Ilión se desenvuelve en el contexto del ciclo troyano, por delante y por detrás de la Ilíada. ¿Qué aporta, por tanto, Ilión? Pues la manera de contarlo, que es, como dije antes, lo que uno en principio busca descubrir en las novelas del género troyano (si es que el troyano es ya un género en sí mismo, que cerca le anda). Y por decirlo en pocas palabras, y en mi humilde opinión: Ilión ofrece un relato seguramente actualizado y adaptado a los gustos y usos actuales, del ciclo épico troyano. Esta “traducción” moderna del tema, estilo y tópicos de la historia, se desmenuza en varios aspectos. Para empezar, las mujeres. Si en Homero estas aparecen de manera muy puntual y esporádica, en Villén lo hacen bastante a menudo. Dentro del larguísimo elenco de personajes, Briseida es una protagonista más, y no digamos Helena; también Casandra, Andrómaca, Hécuba y algunas más tienen un peso específico en Ilión. Para continuar, el sexo. La novela está plagada –¿he dicho plagada? Sí, plagada– de escenas y momentos de tono subido; en exceso, para mi particular y casto gusto. Y es que lo antecitado, la presencia de mujeres, va íntimamente ligado con lo citado después, el acto sexual, porque no hay dama que no goce de un buen repertorio de momentos libertinos. La que se lleva la palma, con perdón, es Helena, quien aparece caracterizada como una casquivana sin remedio, inmersa en la búsqueda incesante del placer. El personaje me ha recordado, salvando algunas distancias pero tampoco muchas, a la Helena de Memorias de una zorra, de Francesca Petrizzo, novela rosa (muy rosa) de una autora por entonces casi adolescente. Es esta una combinación, la de la historia y el sexo, muy en boga en la actualidad; películas y series, sobre todo series, han explotado y explotan ambos componentes en sus tramas y argumentos. Es lo que se lleva ahora, e Ilión se inscribe y se añade a la corriente de gustos y tendencias con todas las de la ley.

La novela que presenta Villén es una historia de violencia; estamos hablando de una guerra, diablos, y así ha de ser. Quienes conozcan y hayan leído el magnífico ensayo de Caroline Alexander La guerra que mató a Aquiles notarán (el propio autor reconoce la influencia de dicha obra en alguna entrevista) que el tono bélico impregna las páginas de ambos libros. Y en el caso de la novela, ese tono se esparce a lo largo de capítulos y subcapítulos cortos, muy cortos, como pinceladas que van llevando al lector por los vericuetos de la trama. Los papeles protagonistas están, eso sí, algo estereotipados; el autor no ha querido buscar giros ni vueltas de tuerca. Agamenón es el líder orgulloso, Ulises es el guerrero astuto, Néstor la voz de la experiencia, Aquiles el testarudo y eterno enfadado, Paris el libertino y frívolo, de Helena ya comenté el papel que tiene… Si acaso, el resto de mujeres, en especial Briseida, de quien la tradición épica no dice gran cosa, sí posee una personalidad que el autor ha creado específicamente para ella. La recreación de la época, también lo dije, es buena, y tan solo chirría, y me temo que mucho, el uso repetido de la palabra kilt (que yo sepa, es el término escocés de origen escandinavo que se emplea para referirse a las faldas escocesas) en alusión a ciertas prendas de vestir de hombres y mujeres. Extraño, cuando menos.

Mario Villén, autor de novelas de corte histórico como Nazarí, ambientada en el siglo XII, se traslada en Ilión a otro siglo XII, en este caso antes de Cristo, y nos ofrece su particular visión de la guerra entre aqueos y troyanos. Como dije al comenzar, siempre va bien volver a Troya.

 

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Mario Villén, Ilión. Barcelona, Edhasa, 2022, 477 páginas.

     

3 comentarios en “ILIÓN – Mario Villén

  1. Farsalia dice:

    Leí la novela hace un par de semanas. Una Ilíada que quiere ser Ilión, pero en realidad sigue siendo la Ilíada con particulares giros de tuerca. Está bien que los personajes (unos pocos al menos) no sean exactamente los mismos que los de (los) Homero(s), pero lo que se perpetra con Helena en concreto no tiene perdón de Zeus; y no es que el personaje tenga que ser idealizado, pero ese exceso de sexo de película porno (ese «reencuentro» con Menelao sonroja por lo chabacanamente «moderno»; bueno, los personajes parecen demasiado modernos en general…). Está muy bien presentar el desgaste de la pareja Paris-Helena tras diez años, pero la «evolución» de ambos, en particular de Helena, podría haberse fabulado (porque eso hace una novela) de una manera no tan simplona.

    La novela no es la Ilíada, decía, pero, una vez que se mete con lo que toca el poema épico, sigue su hoja de ruta y no se aparta de ello, más allá de meter mucha violencia (es una guerra) y mucho sexo (es cansino). Mi sensación a medida que avanzaba la lectura es que estaba leyendo una novela para quienes no han leído (y muchos probablemente no lo harán) la Ilíada, con mucho toque de película y serie de televisión, para un público que demanda acción (sea la que sea) y no está para largas descripciones o soliloquios que ahonden en la psique de los personajes; una novela personal, pero a la vez tópica, con más ruido que nueces y una prosa a (bastantes) ratos pobre de recursos.

    Una novela para estos tiempos y unos lectores actuales, me temo, no para quienes nos hemos criado con la cadencia del poema homérico, las grandes novelas clásicas y el eco de una Ilión que, en muchos aspectos, no reconocemos aquí.

  2. cavilius dice:

    Pues sí, es la historia que cuenta la Ilíada revisitada en el siglo XXI y moldeada ad hoc. Quienes hemos leído a Homero estamos legitimados para poner el grito en el cielo por el contenido de algunos, bastantes, pasajes; quienes no lo han leído, quizá la obra de Villén sea el primer paso para luego atreverse con el texto homérico. Y así saldrán ganando todos: Villén, Homero y el lector.

  3. Balbo dice:

    De las últimas novelas históricas modernas que he leído y que recrean la Iliada, me quedo con «La Canción de Troya», de la eterna Mccullough, y «Odiseo: el juramento», de Manfredi. Recomiendo más la primera que la segunda pero aunque aportan retoques modernos (literarios me refiero) no se aportan mucho del espíritu de la Iliada. Ésta de la que habláis no lo sé, porque no he tenido el gusto de leerla pero tanta carga sexual me echa un poco para atrás.

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