HANSHICHI. UN DETECTIVE EN EL JAPÓN DE LOS SAMURÁIS – Okamoto Kidô

9788494030130Tokyo, la capital del Japón actual, no siempre tuvo ese nombre ni fue una gigantesca urbe de enormes rascacielos y luces de neón con más de ocho millones de habitantes en su núcleo y más de treinta y cinco en toda su área metropolitana tras absorber algunos pueblos cercanos.

Antaño fue conocida con el nombre de Edo, con un castillo, edificado a mediados del siglo XV,  que vigilaba la bahía cercana  y era sede del gobierno de los shogunes -o generales supremos- en la era Tokugawa desde 1603. Estas circunstancias la convertían en la capital a efectos prácticos aunque no a nivel oficial, ya que esta seguía siendo Kyoto, residencia del Emperador, un simple -aunque necesario- títere en manos de los Tokugawa.

Con la restauración Meiji de 1868 y la caída de la figura del shogun, Edo recibió al poco tiempo el nombre por la que se la conoce hoy día, y cuyo significado es “Capital del Este”. El Emperador se trasladó a la ciudad, convirtiéndola finalmente en la capital.

Esta pequeña introducción era necesaria ya que nuestro protagonista ejerce su labor de inspector de policía en Edo en torno a los años 1840-1860, poco antes de la mencionada restauración Meiji. La propia ciudad es, además, con su colorido, sus barrios, gentes y costumbres, una de las protagonistas del libro, que reúne diez de los casos más conocidos de este poco ortodoxo inspector policial surgidos de la pluma de Okamoto Kidô, cuya vida también merece ser traída a colación:

Nacido en 1872 en Edo (poco antes de su cambio de nombre), fue hijo de un samurai que perdió su rango con la restauración Meiji y que encontró ocupación trabajando para la delegación inglesa en la ciudad. Así, su hijo aprendió el inglés y se aficionó a la literatura occidental, sin dejar tampoco de leer la japonesa, ya que también era un gran amante del teatro de su país -para el que escribió algunas obras que se hicieron muy populares dentro del género del Kabuki-.

Sin embargo, y como habrán podido sospechar -elemental, queridos hislibreños- hubo un autor inglés que cautivó la imaginación de Okamoto Kidô: No fue otro que Sir Arthur Conan Doyle con su famoso personaje Sherlock Holmes. Y así decidió escribir las aventuras de este sabueso en los últimos años del gobierno de los samurais, cuyas historias editadas entre los años 1916 y 1939 tuvieron un enorme éxito y se han visto en su país natal trasladadas al cómic, al cine y a los dibujos animados.

Hanshichi es uno de los personajes literarios más conocidos y queridos de Japón. No obstante, no deben pensar que es un simple plagio del famoso detective residente en Baker Street. Para nada. Ambos fuman en pipa, ambos son muy inteligentes y poco ortodoxos y resuelven casos realmente misteriosos ante los que nadie más sabe que hacer. Y poco más. Es inspector de policía y trabaja directamente para sus superiores manteniendo la ley en los barrios de Edo, pero en su tiempo libre ayuda a todos aquellos vecinos, amigos, conocidos o simplemente a todo el que venga a pedir consejo. Olvídense de grandes conspiraciones contra el shogun o personajes de alta alcurnia, robos imposibles y demás. Nuestro detective ayuda al pueblo llano en algunos casos más simples usando desde la camaradería o la persuasión hasta la intimidación, haciendo uso de las artes marciales, el lazo y la porra jitte, en los que es bastante ducho. Además tiene una extensa red de contactos en todas partes -es un hombre muy popular- y un buen número de ayudantes trabajando para él -que debe pagar de su propio bolsillo con su sueldo de inspector-, quienes siempre le aportan información para sus investigaciones cuando sus familias les dejan tiempo libre.

Visitaremos junto a él los barrios más humildes y otros no tanto, casas de baños, mansiones de ricos señores; conoceremos las costumbres de la calle, como y qué gustaban de comer y beber, cómo se cocinaba la anguila asada -considerada un manjar-, las supersticiones y los miedos de la gente y muchos otros detalles. Y es que sin duda la novela está viva por el enorme colorido y lo pintoresco de los barrios y las hábitos de los japoneses del siglo XIX.

Junto a los casos más comunes donde se investiga un asesinato o un robo, nos encontramos otros rodeados de lo sobrenatural, muy influidos por los cuentos populares sobre fantasmas y espíritus. El propio Hanshichi nos dice que los investiga como si el caso no tuviese nada de extraño, y no porque no crea o deje de creer en los fantasmas, sino porque si el culpable es un espíritu no podrá resolver el caso ni arrestar a nadie.  Y alguna vez el detective -y con él nosotros- se quedará con la duda de si había algo más detrás del caso que ha resuelto.

Otro elemento importante en la obra es el teatro -recordemos que el autor de las aventuras de Hanshichi era también un famoso autor de teatro- , puesto que el propio protagonista es muy aficionado a este arte y muchas veces encuentra paralelismos entre los casos que investiga y las obras más conocidas.

Cargadas con unas buenas dosis de humor y escritas con una prosa ágil, fresca, fluida y divertida, estas breves historias se dejan leer en un rato arrancándonos más de una sonrisa. Así pues, su publicación, por primera vez en español de la mano de Quaterni -editorial a la que se agradecen muchos clásicos japoneses como los ya reseñados Musashi y Taiko-, es todo un acierto. Como lector, espero que esta obra tenga el éxito que se merece y deseo que desde la editorial sigan trayéndonos más historias de este singular y simpático policía.

Con todo, se le perdonan un par de errores de edición menores encontrados en la obra, como, por ejemplo, que en un mismo párrafo no haya separación entre los diálogos del presente y el pasado, ya que estas historias son evocadas por un ya anciano Hanshichi que se las cuenta al sobrino de un amigo, que le hace visitas periódicas y con el que traba amistad.  La narración salta abruptamente del “presente” al “pasado” sin ninguna separación, aunque quizás esto sea tal cual en la obra original ya que es la tónica general en todas las historias. Aun así, detalles menores para una obra divertida e interesante que recomiendo a todos.

Título: Hanshichi. Un detective en el Japón de los Samuráis
Editorial: Quaterni (2012)
Páginas: 336 páginas (Rústica con solapas).

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13 comentarios en “HANSHICHI. UN DETECTIVE EN EL JAPÓN DE LOS SAMURÁIS – Okamoto Kidô

  1. Balbo dice:

    Oye, tiene que estar muy bien. Me lo apunto. Gracias por la información y por la excelente reseña. ¿Sabes que por un momento me ha recordado al niño Conan de la serie? Lo buscaré en la biblio. ;-)

  2. Publio dice:

    Muy buena reseña, Vorimir. Tiene una pinta excelente, así que, queda anotado.

  3. Hagakure dice:

    Esta magnífica reseña la estaba esperando yo, y me confirma lo que había oído sobre el personaje. Gracias Vorimir.
    Una nueva oportunidad para sumergirse en el fascinante mundo japones de aquella época.

  4. Vorimir dice:

    Gracias chicos. La novela es sobre todo entretenida, compuesta por muchas historias cortas.
    Balbo, no he visto la de «Detective Conan» pero seguro que habrá similitudes. Después de la publicación de Hanshichi otros escritores se unieron al carro del género detectivesco en la era de los samurais y algunos también gozaron de gran popularidad.

  5. Vorimir dice:

    Gracias a «Lo mejor de la semana» por mencionar esta reseña, le levanta a uno la moral. :D

  6. urogallo dice:

    Por fin lo empiezo.

  7. Vorimir dice:

    Ya contarás. Hace nada que he vuelto a casa desde un lugar llamado Asturias.

  8. urogallo dice:

    Gracián decía que se parecía a Japón.

  9. Vorimir dice:

    ¡Laura se tiró todo el viaje diciendo lo mismo! Que Asturias es el Japón rural español XD

  10. Vorimir dice:

    Y hablando del libro… aun tengo la segunda parte pendiente y me gustaría meterle mano este verano (incluyo septiembre)… y reseñarla.

  11. urogallo dice:

    Ya he leído dos historias, y aunque las tramas son tramas detectivescas clásicas, se agradece enormemente la descripción de ese Japón pacífico, opulento y tradicional que luego desaparecería. Un Japón que deja claro que los samurais que representa el Bushido y el Hagakure no eran más que «tonterías románticas» (En palabras de los propios japoneses)

  12. Vorimir dice:

    Y que ese ferreo código de conducta y disciplina estaba bien para los samurais de bajo rango (así era más fácil tener controlada a una élite guerrera), pero los grandes señores cambian de bando como quien cambia de kimono sin ningún remordimiento. No hay más que ver la que se lió en Sekigahara…

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