H.E.A.: CRÓNICA DE LA PRESENTACIÓN DE LA NUEVA EDICIÓN DE LA HISTORIA AUGUSTA (CÁTEDRA)

“Tienes, amable lector, entre tus manos la obra más desconcertante de toda la literatura clásica. No sabemos quién la escribió. Ni cuándo. Ni con qué fin. Desconocemos su título auténtico. No sabríamos determinar a qué género literario pertenece. Nos confunde su vaivén constante entre el rigor histórico y la más descarada fabulación, nos asombra su insólita amalgama de erudición y vulgaridad. A ninguna otra obra consagraron tantas décadas de su vida tan eximios historiadores —estremece la nómina: Theodor Mommsen, Hermann Dessau, Ronald Syme, Géza Alföldy, André Chastagnol, Anthony Birley—, a ninguna han aplicado su escalpelo tantos exquisitos filólogos —Jean-Pierre Callu, François Paschoud—, ninguna ha sido sometida a asedio por tal legión de epigrafistas, arqueólogos, numísmatas y prosopógrafos. Pero no ha sido suficiente: aunque todos se han planteado una y otra vez las mismas preguntas, apenas si han sido capaces de coincidir en unas pocas respuestas. Algunos —diríase que desde cierto despecho intelectual— no se han resistido a calificar la obra de fárrago, de pantano, de pastiche. Y tal vez sea todo eso, pero, desde luego, no es únicamente eso. Bienvenido, lector curioso, al enigma de la Historia Augusta.”

Introducción de Javier Velaza, Historia Augusta, Madrid, Cátedra, 2022, p. 9.

En la tarde del pasado miércoles 21 de septiembre de 2022, un hislibreño barcelonés se acercó a la librería Alibri para asistir a la presentación de la reciente publicación de la edición de la Historia Augusta a cargo de Javier Velaza Frías, catedrático de Filología Latina de la Universidad de Barcelona, y que forma parte de la colección Letras Universales de la prestigiosa Editorial Cátedra. Una magnífica colección en la que se ubican también clásicos griegos y romanos, estupendas traducciones en ediciones críticas a cargo de especialistas en la materia y que no tienen nada que envidiar a, por ejemplo, la Biblioteca Clásica Gredos. Para quien escribe esto, la presentación fue en cierto modo un reencuentro, pues tuve a Velaza de profesor en una asignatura de libre elección en Filología Clásica al terminar mi licenciatura en Historia ya hace casi un cuarto de siglo; Velaza fue quien me “corrigió” en un trabajo escrito al decirme que lo filológicamente correcto en una traducción castellana de Caius o Cnaeus es Gayo (y no Cayo) y Gneo (y no Cneo), consejo que desde entonces he procurado aplicar.

La Historia Augusta es un texto que recoge una treintena de biografías de emperadores romanos, así como más brevemente de usurpadores y pretendientes, entre Adriano (117-138) y Caro y sus hijos Carino y Numeriano (283-285). Una obra, pues, que ha tenido fama de estar pésimamente escrita, contener numerosas incorrecciones cuando no directas invenciones, y que la tradición ha legado como un volumen escrito por seis autores diferentes –Elio Esparciano, Julio Capitolino, Volcacio Galicano, Elio Lampridio, Trebelio Polión y Flavio Vopisco Siracusano–, aunque también la crítica filológica de los últimos dos siglos ha rastreado una única autoría, a cargo de Virio Nicómaco Flaviano, que fue amigo íntimo y consuegro de Símaco, y que vivió entre aproximadamente 334 y 394; partidario del usurpador Eugenio, se suicidó después de la derrota de este frente a Teodosio I en la batalla del río Frígido. Sea como fuere al respecto de la autoría, la colección de biografías ha permanecido como una fuente, en ocasiones única, de un largo siglo y medio de historia imperial romana y ha originado ríos (de hecho, océanos) de tinta a su alrededor acerca de su fiabilidad histórica y de los misterios que la rodean en cuanto a datación, autoría y estilo. La edición de Velaza, novísima y en un formato que curiosamente rompe la uniformidad del tamaño bolsillo de la colección Letras Universales de Cátedra, viene a actualizar el estado de la cuestión de una obra compleja y contradictoria en cuanto a fondo y forma.

La presentación, frente a un nutrido auditorio (para las características de este libro) de alrededor de unas 35-40 personas –probablemente amigos y colegas de departamento, también es de suponer que lectores curiosos como servidor–, contó con dos presentadores, los profesores José Luis Vidal Pérez y Jaume Juan Castelló, respectivamente catedrático y profesor titular de Filología Latina en la Universidad de Barcelona. Colegas y amigos, pues, pero que no se limitaron a glosar y enaltecer el trabajo de Velaza: se hizo evidente en sus intervenciones, sobre las que no me voy a detener en demasía (pues el plato principal era escuchar al editor de la obra), que se habían leído con detalle la edición y en particular “diseccionaron” la introducción del volumen. Vidal Pérez, maestro de vieja escuela, resumió en detalle dicha introducción y los aspectos diversos sobre lengua, estilo y recepción literaria de la Historia Augusta, y poniendo énfasis en algunas cuestiones alrededor del trabajo de Velaza como filólogo en esta edición crítica: qué hay de novedoso y qué líneas se podrían haber desarrollado con más detalle en alguna sección en particular. Por su parte, Juan Castelló, que hizo gala de unos amplios y envidiables conocimientos sobre prosopografía, hizo hincapié en algunas de las problemáticas de la Historia Augusta, con ejemplos concretos que el auditorio pudo seguir con el volumen en mano, y poniendo en contexto, pues, la introducción que el editor de la obra ha desarrollado y los obstáculos a los que se ha enfrentado en su traducción. Mientras Vidal Pérez incidió en aspectos netamente filológicos, Juan Castelló trató en su intervención en el problema principal, desde el punto de vista histórico, de la obra: su veracidad, el rigor histórico –constantemente interrumpido por invenciones de todo tipo– y su concepción como pastiche o incluso un ejemplo, siquiera parcial, de falsificación.

Javier Velaza, quien ha dedicado prácticamente la mitad de su vida a todo lo que rodea a esta obra, empezó su intervención agradeciendo la asistencia del público y el amplio prólogo de los dos presentadores, recordando que debió haber un tercer presentador: el catedrático de Filología Latina Marc Mayer, que fue quien trajo a Barcelona los coloquios sobre la Historia Augusta, iniciados en 1963, y que con periodicidad anual, luego bienal y más tarde trienal un consorcio de universidades ha ido organizando en el último medio siglo; coloquios que se han ido celebrando, a pesar de que las universidades cada vez tienen menos recursos para organizarlos. En 1993 se celebró el primer coloquio en Barcelona y Mayer impulsó al joven Velaza, que entonces tenía treinta años para que presentara algo sobre Historia Augusta; en esa edición de los coloquios, fallecido Ronald Syme cuatro años antes, vinieron grandes historiadores como Johannes Straub, André Chastagnol, Tim Barnes, Jean-Pierre Callu y algunos de los (muchos) especialistas que, de un modo u otro, han trabajado sobre esta obra; y Velaza, que hasta entonces no había trabajado sobre esta obra, aportó savia nueva a los coloquios y al estudio de «una obra tan desconcertante como fascinante».

El profesor destacó el componente “detectivesco” de los filólogos y que, en relación a la Historia Augusta, se multiplican en torno a sus múltiples enigmas. Filólogos e historiadores han colaborado alrededor de esta obra: los historiadores, por ejemplo, tienen en problema añadido de que, para algunas décadas del siglo III, la Historia Augusta es su única fuente; para el siglo II y las primeras décadas del III tienen a Dión Casio y a Herodiano, por ejemplo, pero ¿y para el capítulo dedicado a los llamados “Treinta Tiranos”, usurpadores y pretendientes entre los años 253 y 268? La Historia Augusta es la única fuente y uno se pregunta (Velaza lo hace) hasta qué punto nos la debemos tomar al pie de la letra. Puso el caso concreto de Censorino, el último de los usurpadores de estos quince años, en el 269, del que se destaca que “fue un perfecto militar y en la curia de una dignidad antigua, dos veces cónsul, dos veces prefecto del pretorio, tres veces prefecto urbano, cuatro veces procónsul, tres veces consular, dos veces legado pretorio, cuatro veces edilicio, tres veces cuestorio, encargado también de una legación extraordinario entre los persas y otra ante los sármatas” (SHA, Tyranni Triginta, XXXIII, 1). Impresionante cursus honorum… pero imposible de creer para alguien de la Tardoantigüedad: aunque, ¿quién podría inventarse semejante currículo sin apoyarse en una cierta parte de “verdad” en cuanto a los peldaños de esa carrera pública que muchos reconocerían? Hasta que una evidencia arqueológica refrenda lo que se dice en ese párrafo. Como dijo Velaza, el gran problema de la Historia Augusta no es que sea falsa, pues un texto falso se descalifica por sí solo, sino que contiene muchos elementos que sí son auténticos y no se pueden obviar.

Esta es la cuarta edición de la Historia Augusta en castellano, tras una primera traducida directamente del francés en el siglo XIX, una segunda a cargo de Balbino García, que pasó desapercibida enterrada en un tomo titulado Biógrafos y panegiristas (1969), y una tercera, a cargo de Vicente Picón y Antonio Cascón, publicada en 1989 por Akal –y que tengo y leí hace un par de décadas largas–, y que contenía demasiadas erratas, lo cual lastra el buen trabajo realizado por ambos filólogos. Durante tres décadas largas hemos tenido esa edición de Akal como la edición más accesible para los especialistas y lectores curiosos en castellano. Una edición que, en su estudio introductorio, también recoge un estado de la cuestión sobre la Historia Augusta que, lógicamente, era el de los años (o incluso décadas) anteriores a su publicación y que hoy, por tanto, ha quedado muy desfasado (para un lector más interesado en esas cuestiones, también cabría decir por nuestra parte). En cambio, el estado de la cuestión que recoge Velaza es actualizado.

El estilo de la introducción a la edición de Velaza, comentó este, dista mucho de, por ejemplo, el estilo de las, curiosamente, diversas introducciones generales de la traducción francesa en la Collection Budé (Les Belles Lettres), que aún no ha terminado de publicar todo el texto de la Historia Augusta, y que en sus diversos volúmenes cada editor añadió su propia introducción general, lo cual puede generar una cierta confusión, pues no dejan de ser las introducciones generales según un especialista u otro, y su visión de la Historia Augusta. Entrando de lleno en la obra, Velaza, como ya se señala en el fragmento que inicia esta crónica, reconoce que, hoy por hoy, no sabe qué es la Historia Augusta. “No puedo decirlo”, remarcó. No sabemos cuándo en qué fechas se publicó, pero puede establecerse, siquiera hipotéticamente, una horquilla cronológica aproximada. Tampoco se sabe cuántos autores la escribieron, pero probablemente fueron más que los que la tradición apunta. Y tampoco conocemos con certeza cuál era el propósito en la escritura de esta obra: ¿una respuesta o reacción pagana a Orosio y su Historia adversum paganos (c. 416-417) por parte de escritores del entorno de los muy influyentes Nicómacos Flavianos en los últimos años del siglo IV? Pero no es un libro de controversia religiosa, en este caso contra los cristianos. Tampoco es un libro, incide el profesor, con una tendencia prosenatorial tan clara como a menudo se ha visto, y que en cierto modo lo conectarían con Suetonio y especialmente Tácito, dos siglos  y medio atrás.

Por ello, la introducción del volumen trata de establecer, desde la ventaja que supone conocer en detalle ahora mucho de lo que se ha escrito sobre la Historia Antigua, una amplia panorámica para un lector no necesariamente especialista del estado de la cuestión, de las hipótesis y de cómo acercarse, metodológicamente hablando, a una obra de estas características y desde la máxima objetividad posible. Sobre el estilo de la lengua de la obra, y cómo traducirla al castellano, Velaza contó que decidió situarse en un camino intermedio, un compromiso entre la traducción prácticamente literal del original, que habría espantado al lector lego por su estilo vulgar y lleno de anacolutos, y otra que, por decirlo de alguna manera, embelleciera el texto. Un compromiso que veremos los lectores se ha conseguido. Sobre la anotación, Velaza tomó decisiones radicales: estamos hablando de un solo volumen, mientras quela Collection Budé son 8 tomos con diversas partes, que a su vez acaban siendo 16 volúmenes (hasta ahora, claro). Qué anotas, pues, y según qué criterio (¿para un filólogo, para un historiador, para un lector común?). El resultado es otro compromiso, reconoció, y se podrá comprobar, como hice hojeando el tomo, que no es excesivo –no imita a Carlos Schrader en su exhaustiv(ísim)a traducción de Heródoto en la Biblioteca Clásica Gredos, por ejemplo–, pero sí hay un trabajo que un lector con cierto criterio (y exigencia) aceptará con plena satisfacción. Contó a continuación Velaza que contó con la inestimable ayuda de Jaume Juan, uno de los presentadores del acto, uno de esos prosopógrafos que conocen en detalle quién es quién, a qué familia pertenece, con quién se relaciona y cuál fue su currículo, y que me hizo esbozar una amplia sonrisa y sentirme identificado, pues para el período tardorrepublicano me ha sido también de inestimable ayuda el trabajo una eminencia en la prosopografía como es T.R.S. Broughton y su imprescindible Magistrates of the Roman Republic (1951-1986, en particular el segundo tomo).

El acto terminó con un breve turno de ruegos y preguntas, en realidad una, en la que se pidió a Velaza que nos comentara algo sobre la edición crítica del texto latino; se basa a grandes rasgos en la de Ernst Hohl (Teubner, 1971) y con alguna incursión en la Collection Budé y conjeturas de filólogos como Shackleton Bailey (la verdad es que resulta emocionante, para quien escribe esto, escuchar nombres y colecciones de textos que conoce). Y ello le permitió hacer un breve e interesantísimo recorrido por la transmisión del texto de la Historia Augusta, uno de esos elementos que suelen aparecer al final de las introducciones de ediciones críticas de obras clásicas y que los que no somos filólogos solemos pasar un poco por encima. Así, el texto de la Historia Augusta parte de dos principales familias de manuscritos: una es el llamado Codex Palatinus (P) y otra formada por manuscritos recentiores que se suele llamar Sigma (Σ). Ambas familias representarían tradiciones diferentes y no mezcladas: P no ha tenido prácticamente contaminación con los códices de la familia Sigma. Recientemente se han encontrado nuevos testimonios: por ejemplo, un códice de Núremberg, que podría representar un estado intermedio. Hasta el siglo XI no se descubrieron estos manuscritos y tampoco hay una tradición indirecta: para entendernos, nadie citó la Historia Augusta desde finales del siglo IV hasta la codificación de esos manuscritos principales, y ello ha hecho pensar que el texto pudo permanecer en el seno de una familia, quizá los Nicómacos Flavianos y sus sucesores, y que sobreviviera camuflado (cambiando los nombres del autor o autores). Desde luego, no deja de ser una hipótesis… como mucho de lo que rodea a la Historia Augusta y como muchas de las historias detectivescas de la tradición textual clásica.

Finalizó la presentación y de ella hemos tomado nota para abrir el apetito del lector por una obra que goza de una fascinación tan desconcertante como es la Historia Augusta.  E Hislibris Estuvo Allí.

     

4 comentarios en “H.E.A.: CRÓNICA DE LA PRESENTACIÓN DE LA NUEVA EDICIÓN DE LA HISTORIA AUGUSTA (CÁTEDRA)

  1. APV dice:

    Muy interesante, ojalá hubiese una grabación del acto.

    Respecto a los usurpadores (o como los llama Grainger: emperadores fracasados), el listado de los Treinta Tiranos es complejo, pero tampoco se puede rechazar totalmente porque incluso aparecieron monedas de Esponsiano (dudosa si es falsa) y Silbanaco que podrían probar su existencia cuando inicialmente se pensaba que era inventados.

    Parece que esta traducción merece la pena. ¿cuando la publican?

    PD: curiosamente hay una serie de cómics, La última profecía de Gilles Chaillet, que juega con la elaboración de la Historia Augusta por parte de un romano pagano tras la derrota de Frigido.

    1. Farsalia dice:

      Supongo que ese cómic se basará en la ya vetusta hipótesis de que Nicómaco Flaviano era el autor de obra.

      De muchos de los «treinta tiranos», con biografías muy breves, no hay más referencias que la Historia Augusta, de muy pocos hay alguna evidencia (una moneda, como dices); pero tampoco esa evidencia confirma que lo que se refiere en el texto sea cierto, claro…

      La edición salió en mayo. Vale la pena, por lo hojeado (y escuchado en la presentación). Mejorará, al menos, la edición de Picón y Cascón en Akal, que, coincido, está llena de erratas.

      Al final del acto me acerqué a Velaza para sugerirle una entrevista en la radio; cerraré flecos en los próximos días.

  2. Farsalia dice:

    Enlazo el podcast de la entrevista que le hicimos a Javier Velaza en el programa Nits de ràdio (Onda Cero Catalunya).

  3. Farsalia dice:

    Leo por ahí que ha fallecido François Paschoud, traductor francés de la Historia Augusta. STTL.

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