GUERRA HA DE HABER – Agustín Lozano de la Cruz

GUERRA HA DE HABER - Agustín Lozano de la CruzRebeca, una joven fascinada con un fotógrafo húngaro Dezvo Revai, alias Turai (en realidad, Dezvo Revais, un fotógrafo real, 1903-1996); un anciano poeta republicano, José Donaire (qué buen nombre para un apellido…); en el recuerdo, Sol, un guerrillero anarquista… son personajes de una breve novela, Guerra ha de haber, de Agustín Lozano de la Cruz. Una novela cuyo título es una frase perteneciente a El Señor de los Anillos, de Tolkien, y que hace referencia a que «mientras tengamos que defendernos de la maldad de un poder destructor que nos devoraría a todos», hay que luchar, ha de haber guerra.

Rebeca es una joven licenciada en Historia que se busca a sí misma. Un libro de fotografía con el rostro de Turai le llama la atención poderosamente, ya en su infancia: pasados unos años, «consigue» el libro de Turai y se pone en contacto con José Donaire, un anciano poeta y profesor en el ejército republicano. Donaire, ya mayor (debe estar cerca del siglo de existencia), le cuenta a Rebeca sus recuerdos de la guerra, de poetas como Manuel Altolaguirre y Luis Cernuda, de guerrilleros como Sol, que en octubre de 1944, tras la liberación de Francia, intentaron invadir España desde los Pirineos, con el valle de Arán como objetivo; el propósito era poner en un brete a Franco, con el compromiso aliado de derribarle del poder una vez terminara la Segunda Guerra Mundial. Un proyecto fracasado y una esperanza destruida.

La novela también nos lleva, con Rebeca, a las protestas antiglobalización en la cumbre del G8 en Edimburgo, días antes de los atentados terroristas de Londres, en julio de 2006. Rebeca se une a una comunidad okupa en Londres, participa en los actos reivindicativos y de protesta contra el capitalismo global. Enamorada de Eduardo/Edward, hijo de un diplomático español, vivirá con el resto de okupas viviendo de robos, hurtos, manifestaciones y conciertos.

Si hubiera que definir esta novela corta (apenas 190 páginas), diríamos que navega entre la militancia, la memoria histórica y la crítica al silencio y al «olvido, que todo lo destruye» (como dice Carlos Gardel en Volver). El problema de la novela quizá estribe en la falta de conexión de los diversos elementos y temas de la novela. La parte más interesante es la de Rebeca con Donaire: los recuerdos del pasado, de los campos de concentración en el sur de Francia, de los contactos con la resistencia, de la fracasada operación en el valle de Arán, del exilio (y de su amargura), de Sol y las fotografías de Turai. En esas páginas, que van saltando de un lado a otro, el autor consigue captar imágenes y sensaciones. La memoria histórica juega aquí un papel esencial, siendo el gran tema de fondo. Si el autor hubiera escrito la novela poco después de la promulgación de la Ley de la Memoria Histórica (diciembre de 2007), el texto podría haber profundizado más en estos aspectos e incluso provocado un debate entre los propios personajes. Una memoria histórica que parece que en algunos aspectos vuelve hacia atrás: ¿qué hubiera escrito el autor en 2006 si hubiera leído la noticia de que hoy día se deja en el olvido el papel de los aliados, españoles incluidos, en la liberación de París, en agosto de 1944?

En donde creo que la novela falla es en los capítulos dedicados a Rebeca en Londres y los movimientos antiglobalización. La idealización del movimiento okupa, de la vida «en comunidad», de una serie de chicos y chicas que parecen vivir en unas vacaciones, lastra un relato de por sí algo confuso: no hay un orden lineal, saltamos de Rebeca y Donaire a Rebeca en Londres con Eduardo de manera constante, lo cual induce al lector a una cierta confusión. Luego hay también cierto maniqueísmo en algunas afirmaciones, e incluso inexactitudes. En referencia a los atentados del 11-M en Madrid en 2004, se comenta: «tal y como sucede con las dictaduras, en España quedó cancelada la libertad de prensa, sólo gracias a los medios extranjeros (y a la difusión propiciada por Internet y los teléfonos móviles, imposibles de controlar) tuvimos acceso a la verdad» (pp. 154-155). Todos recordamos aquellos días, y justamente, a pesar de los intentos del Gobierno de José María Aznar de presentar un único responsable de los atentados (ETA), ya el mismo día 11 de marzo hubo en los medios noticias acerca del terrorismo islamista radical. Antonio Franco, director entonces de El Periódico de Catalunya, recibió llamadas desde Moncloa en las que se reafirmaba la autoría etarra en los atentados, tal y como él mismo recordó en un artículo publicado días después. Hubo presiones, pero no «quedó cancelada la libertad de prensa».

Con todo, la novela se lee bien (en una tarde, prácticamente en dos o tres horas), a ratos con pasión, otras con cierta distancia. El autor logra llegar a cotas de emotividad (que no sensiblería) y apunta cuestiones para la reflexión. Hay aspectos con los que no estoy de acuerdo, pero en lo que respecta al personaje de Donaire, consigue dar una pátina de credibilidad y verosimilitud. Apunta a la línea de flotación de cuestiones como la memoria histórica y, especialmente, el olvido. Una buena lectura, que quizá llegue a una cierta caducidad en poco tiempo, pero que se podría considerar incluso necesaria en los tiempos que corren.

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11 comentarios en “GUERRA HA DE HABER – Agustín Lozano de la Cruz

  1. pepe dice:

    Según he aprendido hoy mismo (y espero no olvidarlo enseguida), en uno de sus “Adagia”, Erasmo de Rotterdam aconseja: “Ne malorum memineris” (no recuerdes lo malo). Refiere a modo de explicación de los orígenes del adagio que, tras liberar Atenas de la crueldad de los cuarenta tiranos, Trasíbulo promugó un decreto conocido con el nombre de Amnestia, que prohibía toda mención al pasado. (Vaya con Trasíbulo, me digo después de reflexionar profundamente sobre la cuestión). Me gustaría hacer también alguna consideración sobre el título del libro y la justificación de la guerra, pero lo dejaré para otra ocasión. Lo que no quiero dejar de hacer es felicitar a Farsalia por tan estupenda reseña. Enhorabuena.

  2. farsalia dice:

    Gracias, Pepe.

    Tu cita casi me obliga a recomendarte una reciente lectura: La ciudad dividida. el olvido en la memoria de Atenas, de Nicole Loraux (Katz Editores, 2008), que, precisamente, desarrolla el aspecto del olvido en Atenas tras los sucesos de los años 404-403 a.e.v.

    Esta novela también toca el tema de la memoria (histórica), el olvido y, en cierto modo, el papel de los intelectuales.

  3. pepe dice:

    Gracias por la recomendación, Farsalia. La cuestión suscitada creo que es del mayor interés. Para definir bien las posturas, simplificando un poco, tenemos dos opciones: la de aquellos que, para solucionar un conflicto y conseguir una reconciliación, proponen el olvido acompañado con leyes de punto final (Trasíbulo sería el primero, pero después le han seguido otros muchos), y la de aquellos que proponen lo contrario: conocer la historia para no caer en los mismos errores y mantener la memoria como primera (y tímida) muestra de justicia.

  4. Ascanio dice:

    Interesante reseña, Farsalia.
    La verdad es que, leído el argumento, éste se me antoja algo deslavazado. Es decir, por un lado tenemos el tema de Turai y Donaire, y por el otro, la globalización. ¿Existe algún tipo de trabazón argumental o son cuestiones independientes?

    Y ahora, una curiosidad, ¿qué relación existe entre Turai y Donaire?
    Te lo pregunto porque tu referencia al Valle de Arán me ha hecho recordar una exposición fotográfica que tuve ocasión de contemplar en Viella este verano. Las fotografías expuestas eran históricas, en concreto, de la Compañía de Esquiadores- Escaladores de Viella, y me gustaría saber si en el libro existe alguna mención sobre Revais y su posible estancia en el Valle de Arán, lo que quizás lo señalara como autor de alguna de estas fotografías. O a lo mejor es que yo soy una romántica empedernida y me he imaginado alguna relación…
    Aunque, ya puestos, quizás sea más adecuado que esta pregunta la responda el autor (si asoma).

    Sobre la memoria histórica, mejor no hablar porque me cansa y me aburre. Únicamente, y para hacer de contrapunto bachiano a Pepe, ahí va otra cita:

    ¡Cuán fácilmente nos perdonamos nuestras propias culpas
    cuando la fortuna nos las perdona!

    Jaques-Benigne Bossuet.

  5. farsalia dice:

    La relación entre ambos elementos es Rebeca, la protagonista.

    Creo recordar que, en la novela, Donaire cuenta que conoció a Turai durante la guerra, cuando él fue maestro en el Ejército de la República.

  6. pepe dice:

    Querida Ascanio, Borges dijo alguna vez que sólo somos recuerdos y que (cito textualmente una frase de «La memoria de Shakespeare») a medida que transcurren los años, todo hombre está obligado a sobrellevar la creciente carga de su memoria. Por otro lado, advirtió de los peligros del exceso de memoria en su magistral «Funes el memorioso», del que tomo este pequeño fragmeno para deleite de los (improbables) lectores de este hilo:

    Ireneo empezó por enumerar, en latín y español, los casos de memoria prodigiosa registrados por la Naturalis historia: Ciro, rey de los persas, que sabía llamar por su nombre a todos los soldados de sus ejércitos; Mitrídates Eupator, que administraba la justicia en los 22 idiomas de su imperio; Simónides, inventor de la mnemotecnia; Metrodoro, que profesaba el arte de repetir con fidelidad lo escuchado una sola vez.

  7. Valeria dice:

    Nos deleitamos, nos deleitamos. Y qué envidia del Mitrídates Eupator.

  8. farsalia dice:

    Menudo personaje el Mitrídates Eupátor…

  9. Faramir dice:

    En primer lugar, disculpas por no pasarme antes por este hilo que tanto me atañe como autor de la novela. En segundo, muchísimas gracias a Farsalia por la reseña y a Pepe por la «asistencia» (en el sentido baloncestístico del término) que me ha permitido llegar a Hislibris.

    Agradezco especialmente a Farsalia que resalte el apellido del personaje Juan Donaire, porque tras él se esconde una pequeña historia personal no desvelada en el libro: «Donaire» era el apodo con el que se conocía a mi bisabuelo Juan Antonio de la Cruz Romero en su pueblo natal, Fuente del Maestre (Badajoz), de cuyo Ayuntamiento fue concejal durante la República. Es pues un velado homenaje a mi bisabuelo y por extensión a su hermano, alcalde de la localidad en la época y exiliado en Argelia y Francia tras la guerra.

    En cuanto al reportero húngaro Turai, no estuvo en la invasión de Arán, por lo que no pudo ser el autor de las fotografías a las que se refiere Ascanio (en todo caso, celebro que haya servido para establecer una de esas agradables conexiones en el recuerdo que tantas veces nos producen las lecturas, en especial sobre determinados episodios históricos como ocurre con la Guerra Civil española). Turai, considerado el «fotógrafo oficial» de las Brigadas Internacionales, fue internado en el campo de Gurs, del cual logró escapar para colaborar en la Resistencia. Pero una vez lograda la liberación de Francia volvió a su país y con el paso de los años se convirtió, curiosamente, en director de cine.

    Más allá de cuestiones concretas, el tema principal de «Guerra ha de haber» es en efecto la dicotomía entre olvido y memoria (no sólo en lo que atañe a la llamada «memoria histórica», sino en su sentido más amplio, también en cuanto a la memoria individual que cada uno de nosotros deja tras de sí). Precisamente es Rebeca quien une la trama del bibliotecario republicano Juan Donaire con su memoria particular, la de activista en el movimiento «antiglobalización», porque episodios acaecidos esta misma década (movilizaciones contra la guerra de Irak, atentados de Londres y Madrid y sus consecuencias) parecen haber caído en el olvido con una velocidad sorprendente incluso para los acelerados tiempos que corren.

    Mucho me temo que este asunto siga de actualidad durante demasiado tiempo, como prueba el artículo que menciona Farsalia sobre el intencionado olvido de Sarkozy a la hora de conmemorar la liberación de París. Suerte que podamos contraponer a tan patriótica villanía el homenaje a brigadistas y republicanos protagonizado hace unos días, aquí en Madrid, por la vicealcaldesa de París, Anne Hidalgo (http://noticias.terra.es/espana/2009/1027/actualidad/paris-homenajea-a-los-republicanos-que-ayudaron-en-la-liberacion-de-la-ciudad.aspx).

    Realmente siento no haber participado en el debate cuando estaba fresco, sobre todo teniendo en cuenta que os deslizábais hacia Borges, uno de mis favoritos. Tal vez se reabra ahora, en cualquier caso si queréis más información sobre la novela os invito a visitar guerrahadehaber.blogspot.com.

    Gracias de nuevo y un saludo,
    Agustín Lozano.

    PD: Una vez mencionado Borges, no me puedo resistir a acompañar esta cita:
    «Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos. Más razonable, más inepto, más haragán, he preferido la escritura de notas sobre libros imaginarios».

  10. farsalia dice:

    Saludos, Agustín. Un placer hablar con el autor de una novela. Ya que te tenemos a mano, cuéntanos: ¿cómo llegaste a escribir esta novela? Intuyo, por lo que cuentas, referencias familiares y personales.

  11. Faramir dice:

    Por no dejarte sin respuesta, amigo Farsalia, efectivamente hay ciertas referencias personales: en 2004 participé en el Foro Social Europeo, celebrado en Londres, durante el cual estuve «alojado» como okupa la friolera de… ¡5 días! (al menos me sirvió como inspiración literaria, que no es poco). También tuve ocasión de conocer a varios republicanos y brigadistas cuyas intensas vidas quise de alguna manera homenajear con esta novela. Sin embargo, en su mayor parte los personajes y la propia trama son pura ficción, aunque estén apoyados en acontecimientos históricos como la Operación Reconquista o en personajes reales como Turai o Altolaguirre.

    Un saludo.

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