GILGAMESH – Anónimo

GILGAMESH - Anónimo«Gilgamesh el alto, magnífico y terrible,
que abrió pasos en las montañas,
que excavó pozos en las laderas de las tierras altas,
y cruzó el océano, el ancho mar hasta el amanecer;
que recorrió el mundo siempre en busca de la vida,
y llegó por medio de su fuerza hasta Uta-napishti el Lejano;
que restauró los centros de culto destruidos por el Diluvio,
y estableció para el pueblo los ritos del cosmos.
Quién hay que pueda rivalizar con su regio prestigio
y decir como Gilgamesh: “¿Soy acaso el rey?”.
Gilgamesh era su nombre desde el día en que nació,
dos tercios de él dios y un tercio humano

¡Cómo! ¿Hubo vida antes de la Ilíada? ¿La épica, el honor, el deseo de gloria, la amistad, la búsqueda de la inmortalidad, todas esas cosas tan nobles no las inventaron Aquiles, Héctor, Diomedes y compañía? Pues parece ser que no, que las gentes que poblaban el mundo antes que Homero y antes que los micénicos, y en latitudes algo más  orientales, ya sabían qué era todo eso y ya escuchaban y leían (los que sabían leer, claro) un poema en el que se representaban tan idílicas virtudes. La epopeya de Gilgamesh es, que se sepa, el relato más antiguo del mundo y en él se tratan esos temas. El género humano apuntaba alto ya desde sus orígenes, la Humanidad prometía; lástima que luego la cosa se fuera torciendo.

No sería justo comentar el poema de Gilgamesh teniendo en mente los de Homero, del mismo modo que cuando uno lee los de Homero ni se le pasa por la cabeza (¿o sí?) pensar en el de Gilgamesh. La tentación es difícil de vencer pero se hará lo que se pueda. Después de todo, aunque no son pocos los paralelismos y puntos de encuentro entre ellos, más de mil años los separan.

Escarbando en la Historia sorprende encontrar, en las listas de reyes de Sumeria, en la antigua Mesopotamia, el nombre de Gilgamesh; su reinado habría tenido lugar hacia el siglo XXVIII a.C. (año 2750 a.C. más o menos) y habría durado unos 126 años (¿?). Estos números de vértigo sirven para situarnos (o descolocarnos completamente) acerca de qué es lo que tenemos entre manos. No estamos en el continente europeo, ni tan solo nos asomamos al Mediterráneo; y no se trata de que hayan pasado 1000, 1500, 2000 años. Ni siquiera 3000. Estamos entre los ríos Tigris y Éufrates, junto al actual golfo pérsico, en el paraíso terrenal, el conocido como «Creciente Fértil»; las ciudades que nos han de sonar son Sumer, Akkad, Babilonia, Nínive, Uruk…, y nos estamos refiriendo a sucesos que tuvieron lugar hace casi 5000 años, mucho más distantes del nacimiento de Cristo que nosotros mismos. Estamos en los albores de la Historia, porque como dijo Samuel N. Kramer en su ya mítico libro, La Historia empieza en Sumer.

Tomando como punto de partida ese dato, un rey llamado Gilgamesh presumiblemente histórico gobernando el reino de Sumer desde la ciudad de Uruk, la reconstrucción del camino seguido por el poema de Gilgamesh hasta la versión que nos ha llegado a nosotros no es del todo fácil (¡y cómo habría de serlo algo que sucedió hace cinco milenios!). En los siglos posteriores al mítico/histórico rey su figura sería deificada y empezarían a surgir poemas orales sobre él, en lengua sumeria originariamente. Aparecerían las primeras versiones escritas de esos poemas, trabajadas sobre tablillas de arcilla con escritura cuneiforme. Posteriormente sería el idioma acadio el que tomaría el relevo al sumerio, se diversificarían las historias acerca del mítico Gilgamesh, hasta que hacia el siglo XIII – XI a.C. un docto erudito llamado Sîn-liqe-unninni (que al parecer significa «¡Oh dios luna, acepta mi oración!») elaboraría una «versión canónica» en acadio, constituida por 12 tablillas de arcilla, que sería la que más o menos podemos leer nosotros. Y lo de «más o menos» no es vano, ya que lo que se conserva de las tablillas es fragmentario y a duras penas se puede restablecer el hilo argumental que las une. En la segunda mitad del siglo XIX (hace dos días, como quien dice) estas tablillas empezaron a ser descubiertas y a ser descifrada su escritura cuneiforme; hasta la fecha se han seguido haciendo hallazgos de tablillas con fragmentos de esa versión canónica y de poemas paralelos sobre la figura de Gilgamesh. Con todo ese material se ha podido reconstruir, de una manera más o menos fiable, el trabajo de Sîn-liqe-unninni, reconstrucción que sigue nutriéndose de los hallazgos que los arqueólogos aún hacen a día de hoy.

La epopeya relata un par o tres de aventuras (no más) del rey Gilgamesh, un gobernante tiránico que maltrata a su pueblo y abusa de su poder (por poner un ejemplo: el rey ejerce el derecho a yacer con todas las vírgenes recién casadas: «Gilgamesh yacerá con la futura esposa, / él antes que nadie, el novio después»), hasta el punto que los dioses envían a alguien para que lo reconduzca. Se trata de Enkidu, personaje que rivaliza en fuerza y vigor con Gilgamesh pero que, tras enconada lucha, ha de reconocer su supremacía. Nace entonces entre ellos una amistad que será el pilar básico del resto del poema y que prevalecerá en los sucesos que vivirán juntos. Amistad (¿deberíamos ver algo más en esa relación entre Enkidu y Gilgamesh?), lujuria, valentía, cobardía, intervenciones divinas… De todo eso hay en el poema, un poema cuya lectura puede parecer argumentalmente simple para nuestra mentalidad fría, calculadora y aséptica, pero a poco que reparemos en él veremos que profundiza en aquello que de verdad preocupa a todo ser humano desde que tiene capacidad de raciocinio: el miedo a la muerte, la soledad, la búsqueda del placer, el sentimiento de culpa… El lector sagaz (o que presuma de serlo) podrá reconocer en el poema ciertos elementos que le sonarán: el relato del Diluvio que hace el único superviviente al mismo, o la (ingenua y casi involuntaria) maldad representada por la serpiente, serían dos ejemplos. Queda así abierta la veda para la especulación sobre el origen, veracidad y recorrido de esos tópicos.

Como es de suponer, existen numerosas ediciones en castellano de la epopeya de Gilgamesh. Alianza Editorial ha publicado recientemente la versión del poema que hizo en 2004 Stephen Mitchell (título original: Gilgamesh: a new English version). ¿Y quién es Stephen Mitchell? Pues un poeta y traductor neoyorquino especialmente conocido al parecer (confieso mi ignorancia, esta información mana directamente de Internet) por sus adaptaciones de textos clásicos antiguos. No por traducirlos sino por adaptarlos, es decir, por trabajar sobre una traducción. Así lo ha hecho con su versión de numerosos textos bíblicos, del Libro del Tao o de la Bhagavad Gita. Como la inmensa mayoría de los mortales, Mitchell no sabe acadio ni tiene pajolera idea de escritura cuneiforme, así que en el caso del poema de Gilgamesh ha recurrido a traducciones, y no a una ni dos sino a siete; y trabajando sobre ellas ha dado a luz una adaptación en prosa en inglés, que posteriormente ha transformado en verso; el resultado puede gustar o no, pero al menos tiene como cualidades la amenidad y la fácil lectura. Esto es bueno y es malo, y según para quién: en este libro de Alianza el lector está leyendo en prosa una traducción al castellano de un poema en inglés que ha nacido de la versión en prosa que refríe hasta siete traducciones diferentes de un poema escrito originalmente en acadio. ¿No estaremos de ese modo a años luz de lo que Sîn-liqe-unninni escribió allá en su tierra? Puede ser, pero es que de hecho (es un decir, claro) estamos a años luz, temporalmente, espacialmente, conceptualmente, etc., porque nuestra mentalidad no tiene en absoluto ni remotamente nada que ver con la que tuviera Sîn-liqe-unninni o cualquiera de sus contemporáneos. Para más inri, Mitchell confiesa («reconoce» sería más diplomático) que ha hecho lo que le ha dado la gana con el texto. Ha cortado fragmentos repetitivos, ha cambiado el orden de lo que le ha convenido, ha añadido cosas de cosecha propia… Le honra decirlo, lo cual es indicio de que no le parece mal ni mucho menos (y no estoy diciendo que a mí sí me lo parezca). El resultado final, repito, se lee muy bien y es obvio que un aroma a añejo sí tiene; pero quien quiera acercarse algo más, en la medida de lo posible, al original, pierde mucho con esta lectura. Por otro lado, vale la pena decir que la edición de Alianza ofrece no una sino tres posibles lecturas del poema de Gilgamesh: una en la introducción que hace Mitchell (que no es más -quizá algo más pero no mucho- que un resumen de lo que viene a continuación), otra en la propia versión de Mitchell, y otra en las notas al final, en las que Mitchell rinde cumplidas cuentas de qué, cómo y dónde ha tocado el texto original. Hay que decir, desde luego, que Mitchell no pretende engañar a nadie.

La epopeya de Gilgamesh que edita DeBolsillo tiene, me parece a mí, otro carácter que le da bastante más enjundia. Para empezar es una traducción, no una versión ni una adaptación ni un «aquí meto tijera y allá coso remiendo»; en concreto es la traducción directa del acadio que en 1999 hizo Andrew George, eminente asiriólogo de la Universidad de Birmingham y catedrático de babilonio en la de Londres. Por cierto, es una de las traducciones que Mitchell manejó para parir su versión. Además, la versión en castellano va precedida de un prólogo del escritor José Luis Sampedro y rematada por un breve texto (unas 30 páginas), interesante cuando menos, titulado La búsqueda de la inmortalidad, acerca de esa búsqueda como argumento en la literatura y en el cine, a cargo de Jordi Balló y Xavier Pérez, profesores de comunicación audiovisual de la Universidad Pompeu Fabra. La introducción que nos ofrece Andrew George sobre la literatura mesopotámica antigua en general, y sobre el poema de Gilgamesh en particular, es estupenda. El glosario de nombres propios, el mapa, el cuadro cronológico y las notas que acompañan al poema, utilísimos. Las ilustraciones, interesantes. Los apéndices sobre los fragmentos relacionados con la epopeya de Gilgamesh que no se suelen incluir en la versión oficial del poema, más interesantes aún. En fin, una edición que, con sinceridad, vale la pena. Al margen de todo esto, ¿qué diferencia esencialmente esta edición de la de Alianza Editorial? El poema. Ya he dicho qué es lo que ofrece Mitchell; George, en cambio, es fidelísimo al texto acadio, tanto en la forma como en la traducción. Presenta un poema con versos cortos, con tantas repeticiones de estructuras como tiene el original (y son muchas), con puntos suspensivos cuando nos falta algún fragmento, corchetes cuando es fácil reconstruir el texto que no nos ha llegado, cursivas cuando no lo es tanto… En fin, una lectura algo más laboriosa que la armoniosa de Mitchell. Claro, es que George es asiriólogo y Mitchell es poeta. La sensación al leer lo que uno y otro han hecho es que estamos ante trabajos completamente distintos, y quizá requieran de lectores completamente distintos. Pero el esfuerzo de George no está destinado al público erudito ni mucho menos; de hecho él mismo dice que «la epopeya de Gilgamesh es una de las escasas obras de la literatura babilónica que pueden leerse sin tener un conocimiento especial  previo de la civilización de la que nació»; y su traducción, que obviamente no tiene la fluidez que la versión de Mitchell, no demanda un esfuerzo tan extraordinario del lector como quizá pudiera suponerse. Además, esta sí «huele» a antiguo, al menos bastante más que la otra.

Podría mencionar otra edición en castellano: la de Akal. Me temo que esta no la he leído, pero a priori me da la impresión de que está bastante más cerca de la de DeBolsillo que de Alianza. Se trata de la traducción del poema que hizo Jean Bottéro, uno de los asiriólogos más importantes del siglo pasado, fallecido hace 3 años, que Mitchell utiliza para su versión y que, si no recuerdo mal, George también menciona. Quizá, por manías personales, habría sido esta edición la que más se habría ajustado a mis preferencias, pero suele pasar que lo que más nos atrae es aquello que  conocemos menos.

Existen otras ediciones en castellano en la editorial Kairós y en Tecnos a cargo de Jorge Silva y de Federico Lara Peinado respectivamente, ambas vertidas del acadio directamente al castellano (habiéndose ayudado en el proceso de la labor de otros traductores a otros idiomas).  Las dos cuentan con generosas introducciones y parecen, a priori y sin haberlas leído, buenos acercamientos al poema de Gilgamesh.

Gilgamesh es, según Mitchell, «el relato del viaje de un héroe; podría decirse que es la madre de todos los viajes de héroes, con sus inmensas y desbordantes presencias míticas viéndose por un paisaje de sueños. Es también la historia de cómo el hombre se civiliza, cómo aprende a gobernarse a sí mismo y, por lo tanto, a su pueblo, y a actuar con templanza, sabiduría y piedad. El poema comienza con la ciudad y termina con ella». En este párrafo hay (creo) razones de sobra para que a todo lector inquieto se le despierte el gusanillo y se interese por este poema, por lo que es y por lo que representa. «¡Gilgamesh es prodigioso!», exclamó el poeta Rilke en 1916 cuando lo leyó. Sea a través de la lectura de una versión, una traducción más fiel o bien escuchando su recitación en aladas palabras, ningún ser humano debería llegar al umbral del Más Allá sin saber quién fue y qué hizo Gilgamesh, «El que ha visto lo Profundo».

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13 comentarios en “GILGAMESH – Anónimo

  1. Valeria dice:

    Anonadada me he quedado. Buen trabajo de investigación editorial, Cavi.
    ¿Qué había dicho Napoleón en Egipto?: «De lo alto de estas pirámides, cuarenta siglos os contemplan» Pues eso.

    ¿El fragmento del inicio de la reseña de qué versión es, si puede saberse?

  2. juanrio dice:

    Me has dejado perplejo con tu reseña, Cavilius. O quizá debería decir con tus reseñas, ya que nos hablas de dos libros «distintos» y aún nos citas otros tres más. No es una obra que me plantée leer ahora, pero has conseguido sembrar la curiosidad y no descarto que si un día tropiezo con ella no se venga conmigo a casa y acabe acompañandome un tiempo.

  3. cavilius dice:

    El fragmento de la reseña es de la versión del asiriólogo Andrew George. El mismo fragmento en la versión de Mitchell es el siguiente:

    «… abrió los pasos de las montañas, cavó pozos en sus laderas, atravesó el vasto océano, navegó hacia el sol naciente, viajó hasta los confines del mundo en pos de la vida eterna, y cuando halló a Utnaishtim -el hombre que sobrevivió al Gran Diluvio y a quien se le concedió la inmortalidad-, restauró los ritos antiguos, olvidados, levantando de nuevo los templos que el Diluvio había destruido, renovando las imágenes y los sacramentos por el bien del pueblo y de la sagrada tierra. ¿Qué otro rey ha inspirado tal temor? ¿Quién más puede decir: ‘Sólo yo reino, supremo entre todos los hombres’?»

    Aquí Mitchell ha metido frases que correspondían a otro lugar y ha colocado en otro lugar frases que estaban aquí («como la de dos tercios divino y uno humano»). Que cada cual decida la versión que más le gusta.

    Es una buena lectura, juanrio, y muy breve. En cualquiera de sus ediciones, el volumen de páginas se lo llevan las introducciones y las notas, porque el poema en sí es cortito cortito.

  4. Josep dice:

    Gracias, Cavilius, por la reseña. Es un libro que he leído unas cuantas veces, y hasta me liaron para recibir un curso de «lectura comentada» en FIVECO. Siendo uno de los pilares de la literatura universal y una de las fuentes de mitos posteriores (como el diluvio universal, la historia de Noé, la mujer que se encapricha de un hombre y se cabrea al verse rechazada, o la primera representación literaria del Infierno), todo cuanto se haga por difundir este libro será poco.
    Aprovecharé para lanzar un hurra a Jean Bottéro (para una vece que no hurreo a Korfmann).

  5. Josep dice:

    ¿He escrito «vece» en vez de vez?

  6. Alonso dice:

    Gran reseña. Lo que me recuerda que tengo por ahí el libro «Mitos Sumerios y Acadios» de Federico Lara Peinado por leer todavía.

  7. Pere dice:

    Maravillosa reseña. Enhorabuena de todo corazón por saber sintetizar tanta información bien explicada en tan poco espacio. Las numerosas ediciones del Poema de Gilgamesh, además de dejar sin excusa para leerlo, están propiciando un boom del interés por el mundo mesopotámico que estos últimos años había quedado bastante marginadillo ante la abrumadora supremacía mediática de la temática egipcia que hay que ver el boom faraónico en forma de documentales, libros, portadas de revistas en que nos hallamos inmersos. Y cuando hablo de boom pónganse todas las comillas que se quiera, que estas cosas son y serán siempre temas de minorías. Pero Mesopotamia vuelva a estar de moda. Viva, viva y viva. Y añado que ya habíamos tenido boom – entiéndase bien: temporal, pequeñito, entrañable – en los años ochenta con la aparición del libro “El cercano Oriente” de Isaac Asimov (sí, sí, todo muy de cultura de quiosco pulp, pero así son las cosas en la Celtiberia) que animó a meterse por ejemplo en el libro de Samuel Noah Kramer o en el capítulo mesopotámico de “Dioses, tumbas y sabios” y a rascar entre las historias universales al uso las partes dedicadas al país de los dos ríos. En los ochenta tampoco había mucho más, por lo cual uno observa anonadado el imparable caudal de novedades y reediciones que sobre el tema van apareciendo y que están tan bien escritas, són los libros de Oppenheim, el de Wooley, el de Michael Roaf y toda una gozosa estela que nos hace estar de enhorabuena, aunque yo defiendo que fue el libro de Asimov, que a veces recupero con cariño y que pienso que ha envejecido bastante bien, el que ha inoculado a una generación de lectores para siempre el veneno de los nombres mágicos de Lagash, Nippur, Nínive, Gudea, Sargón, Senaquerib, Hammurabi, Asurbanipal. Y Gilgamesh, por supuesto.

    Por cierto que la lengua catalana también dispone de su versión de la epopeya mesopotámica vertida directamente del acadio. En concreto se trata de una edición de los profesores L. Feliu y A. Millet publicada en 2007 por la Abadia de Montserrat y la Universitat Autònoma de Barcelona (El Poema de Gilgamesh segons els manuscrits en llengua accàdia dels mil•lennis II i I aC). Se trata de una edición “de batalla”, de tapas blandas, muy manejable, con el aparato crítico de rigor, eso sí, orientada a ser leída y no a ser exhibida en la biblioteca. Edición muy recomendable que pone de relieve la buena salud de los estudios mesopotámicos en Catalunya y en catalán.

    Nada, enhorabuena por la reseña y a ver si os prodigais más con la cosa mesopotàmica

  8. Josep dice:

    ¡Y con los hititas!

  9. cavilius dice:

    Gracias, Alonso, Josep y Pere. Tanto el libro de Kramer (cuyo enlace hábilmente he camuflado en la reseña) como los de Ceram (Dioses, tumbas y sabios y El misterio de los hititas) son obras que hay que tener e incluso leer, por tratarse de clásicos, por no ser especialmente difíciles de encontrar, por ser de lectura amenísima y por permitir un estupendo acercamiento a esas partes de la Historia del Hombre que no suelen llamar tanto la atención porque siempre están bajo la sombra de Egipto, Grecia y Roma. Las civilizaciones babilónicas, los hititas, incluso los asirios, pueden ser tan atractivas como aquellas otras, sólo hay que dar el paso y atreverse con algún librito.

  10. Pere dice:

    ¡Gran civilización la de los hititas! Aunque solo sea por la ventana que abren para poder asomarse a la expansión militar del siglo XIII a. c. que culmina en la batalla de Kadesh, o a la sutil mezcolanza cultural que constituía el Asia Menor del segundo milenio a. c. con el enigma troyano como Arca de la Alianza de los misterios del país de Hatti y sus Muwatalli, Mursil, Shubiliulima, Karkemish y como compañeros de viaje cimerios, mitannios y pueblos del mar. Coincido que es imprescindible el libro de Ceram al que añado el más reciente de Trevor Bryce, que está extraordinariamente bien escrito y que lo tiene todo para hacernos perder más y más horas de sueño.

    Y sobre los asirios, a pesar de lo animalotes que eran, confieso que he sentido siempre una atracción hipnótica por sus delicados bajorrelieves (algunos de asalvajada temática, añado) y por su tozuda insistencia, ellos que eran un país pequeño y marginal, a permanecer en los libros de historia. Los asirios eran los prusianos del Oriente Próximo y por ello no vivían solamente de saber usar las bayonetas. Hay que reivindicar su civilización, aunque no sepamos los nombres de sus artistas, ingenieros y compiladores del saber de la época ¡Que poco sabríamos del propio Gilgamesh de no ser por Asurbanipal! Y es del todo evidente que la gran biblioteca del rey es el resultado del trabajo de una casta de escribas o sacerdotes con inequívoca vocación nacional asiria. A parte de todos los libros sobre Mesopotamia que los nombran y sobre los que pienso que falta aún la gran monografía que trate solamente de los asirios, sugiero la lectura de “En busca de los últimos cristianos de Iran e Irak” del periodista español Fernando Pérez Barber (http://www.viajesyviajeros.com/libros/librocristianos.htm ), extraordinaria crónica de viajes en el siglo XXI a la búsqueda de los descendientes de los asirios que el autor encuentra entre los seguidores de la iglesia oriental del mismo nombre. En fin, que larga vida a los defensores de Nínive.

  11. Pere dice:

    Perdón por irme por las ramas, en todo caso me parece del todo pertinente la asociación de la Epopeya con la obra de Homero por la cual principia la reseña. Y es que en cuanto a concepciones humanistas aún seguimos viviendo en el mundo de Mesopotamia. La relación entre Gilgamesh y Enkidu y las amargas lágrimas del primero, el sentido del viaje de “Él que veía lo profundo” y su búsqueda de incierta gloria, sus trapicheos con Utnapishtim, el rechazo de la coqueta Ishtar, todo ello construye un mapa espiritual por el que aún hoy día seguimos transitando, como ponen de relieve los estupendos estudios de las ediciones de Alianza y Debolsillo que tan bien se reseñan, ideas que también ha puesto de relieve el gran helenista y especialista en Homero, Bernardo Souviron, en varias conferencias que ponen el alba de Occidente, como no, en Uruk.

  12. APV dice:

    Magnífica reseña.

    La Epopeya de Gilgamesh es siempre interesante, reflejo de una época anterior incluso desde la perspectiva de las versiones que tenemos, o acaso no sería el viaje al Bosque de Cedros la búsqueda de la necesaria madera para Mesopotamia que posteriormente también emprendieron reyes como los acadios, o esa periferia de animales se compararía con la visión desde el núcleo civilizado hacia los pueblos de las montañas como salvajes, animales e incluso dragones de la montaña (los guti), incluso ese Gilgamesh militarista un ejemplo de la transformación estructural en estados bélicos con líderes militares en el final de la primera dinastía de Uruk en el ascenso del palacio y la creciente rivalidad entre las ciudades.

    Pero también lo más destacable la relación con los dioses, donde hombres se atreven a retarlo, a decirles las cuatro verdades sobre sus defectos (véase la diosa Ishtar) o amenazarlos con más tras liquidar al toro del cielo.

    En ese marco no podemos dejar de lado la humanidad que destila, un personaje que muere no en la muerte gloriosa de la épica, ni de la violenta traición, al estilo Heracles, Aquiles,…, sino de algo aparente sencillo como la enfermedad (dejando a parte los dioses). Mientras otro protagonista tiene miedo, que de temerario y fanfarrón pasa a asustadizo y nervioso, en un aspecto psicológico todavía vigente; y tras recurrir a elementos ctónicos y órficos por decirlo así debe asumir lecciones muy simples (según la versión dado por uno y otro en un carpe diem o en asumir de forma más estoica la vida).

    Al final uno no puede dejar de pensar que la inmortalidad está en la obras que uno deja en la vida, y que Gilgamesh se ha vuelto inmortal a través de la Epopeya mientras que esos dioses que atesoraban la inmortalidad han caído en gran parte en el olvido.

  13. APV dice:

    Sobre las versiones, no me agrada mucho que Stephen Mitchell lo rehiciera.

    A mi me ha gustado la mexicana de Jorge Silva: Gilgamesh o la angustia por la muerte.

    Quizás la más completa sea Gilgameš, rey de Uruk de Trotta que incluye los cinco poemas sumarios y las fuentes babilónicas y un amplio detalle sobre la obra y su recepción. Su índice es muy exhaustivo: https://www.trotta.es/static/pdf/indice_irEBVBB.pdf

    Cual es el problema, que siempre aparece algo nuevo al encontrarse tablillas, por ejemplo solo en esta década se encontraron un par de tablillas con algunas líneas han permitido coordinar mejor las versiones sobre la seducción por parte de Shamhat o dar una nueva perspectiva de la muerte de Humbaba y el Bosque de los Cedros.
    Eso hace que cuanto más reciente sea la versión que se use será en principio más completa.

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