EUGENIA DE MONTIJO, EMPERATRIZ DE LOS FRANCESES – Geneviève Chauvel

Eugenia de Montijo, Emperatriz de los franceses. Geneviève Chauvel“Al rey, la hacienda y la vida
se han de dar; pero el honor
es patrimonio del alma,
y el alma sólo es de Dios.”

Pedro Calderón de la Barca, El alcalde de Zalamea

Esta novela me ha roto los esquemas y me ha forzado a buscar documentación para decidir, con conocimiento de causa, si podía continuar manteniendo mi ojeriza hacia la figura de Napoleón. Y esto es así, aunque la autora es francesa –vale, ya lo sé-, porque la protagonista, según la novela una gran mujer, era española de pura cepa y firme partidaria de la dinastía y los principios napoleónicos. Pero… ésa es otra historia.

La autora, Geneviève Chauvel, es una escritora francesa que durante muchos años ha sido reconocida como una de las más acreditadas periodistas especializadas en el mundo árabe, convirtiéndose en 1991 en la primera mujer occidental, y no musulmana, que recibía el premio internacional Emir Fakhreddine por su obra Saladino. El unificador del Islam. Pero esta obra que ahora me ocupa, alejada de su especialidad en principio, pertenece a un ciclo de novelas como son Reina por amor de 1993, Lucrecia Borgia: la hija del Papa de 2000, o La pintora de la reina: Elisabeth Vigier-Lebrun de 2003, entre otras, dedicado a las más destacables mujeres que vivieron y forjaron la Historia de Europa.

Para esta novela en la que nos narra la vida de esta Grande de España, que fue vilipendiada por una amplia mayoría de las gentes de su época, y ha sido convenientemente relegada por la posteridad, la autora se basa en primer lugar en los ricos archivos nacionales franceses y una amplia bibliografía, y en segundo lugar en cartas personales y entrevistas con testigos que compartieron su vida o parte de ella con la emperatriz.

Nos presenta a María Eugenia Ignacia Agustina Palafox de Guzmán Portocarrero y Kirkpatrick (condesa de Mora y de Teba, baronesa de Quinto y más tarde, como esposa de Luis Napoleón III, emperatriz consorte de los franceses; la que fuera la segunda hija del Grande de España Don Cipriano Palafox y Portocarrero, conde de Teba y de Montijo, y de Doña María Manuela Kirkpatrick y Grevigné, de supuesta noble ascendencia escocesa; también la hermana menor de Doña María Francisca, condesa de Montijo y duquesa de Alba por matrimonio; y la madrina de la princesa inglesa Victoria Eugenia de Battenberg, que años más tarde se convertiría en la esposa del rey español Alfonso XIII, ¡casi nada!), más conocida por Eugenia de Montijo, como el personaje principal e indiscutible de la obra, pero sin olvidarse de colorear y dar forma a los personajes secundarios y al momento histórico revolucionario en que vivió. Con amplia profusión de detalles particulares y referencias a pie de página, nos muestra al personaje en su forma más humana, en primera persona, incluyendo sus pensamientos íntimos, su infelicidad, sus alegrías, sus debilidades, y su fuerza de voluntad ante las adversidades.

Leyendo esta novela vemos aparecer, poco a poco, un retrato distinto del que la posteridad nos ha legado. Frente a la figura altanera, ambiciosa, egoísta, veleidosa, intrigante, soberbia, preocupada únicamente por la moda y las fruslerías, lejana al pueblo, olvidada de sus raíces, traidora a España, y otras características que algunos historiadores pretenden, la autora nos da a conocer una persona bastante distinta (pero, ¿cuándo no lo son figuras históricas y personas?): fuerte y débil a la vez, libre y dependiente a un tiempo, apasionada, impulsiva, directa, leal, idealista, celosa de lo que considera suyo, orgullosa de su estirpe, con capacidad para amoldarse a cualquier situación, preocupada constantemente por dar la talla y por no fallar a los que amaba, derrotada en muchas batallas y vencedora en otras mantenidas consigo misma en su afán por comportarse conforme su rango lo exigía. Una mujer que llegó a aceptarse tal como era aprendiendo a valorarse en su justa medida, que consiguió con esfuerzo superarse sin dejarse llevar nunca durante mucho tiempo por la desesperación, y que deseó más que cualquier otra cosa en el mundo ser amada y aceptada, sentirse integrada.

Un ejemplo de lo que expongo y que lo resume es lo siguiente:
Cuando conoció en un baile a Luis Napoleón, presidente de la república francesa en aquel momento, éste se fijó en ella por su belleza; sin embargo, no lo hizo con fines serios ni la vio como posible futura esposa, y le comunicó prácticamente a bocajarro, sin hacer gala de ninguna cortesía, sus burdas intenciones amatorias. Según cuenta la Historia, ella se negó pero sin demostrar ofensa, para dejar esa puerta abierta; circula el rumor, incluso, de que cuando el príncipe imperial le preguntó por el camino hacia su dormitorio, ella le contestó con divertida coquetería que allí sólo se iba “por la iglesia”. Sin embargo, lo que nos cuenta Geneviève a este respecto es que en ese instante ella perdió (momentáneamente al menos a juzgar por el resultado final) la admiración que sentía por este hombre y, reaccionando de forma bien distinta a lo relatado anteriormente, se mostró ofendida por la grosería y le contestó con una negativa firme y tajante. Para este punto concreto, la escritora se ha basado en una carta que la emperatriz escribió a alguien cercano relatándole el incidente; naturalmente en aquella ocasión estaban nada más que él y ella, por lo que ciertamente pudo contar los hechos a su manera; pero, precisamente porque estaban solos y ninguno lo hizo público nunca, en el mismo caso de moverse sobre suposiciones se hallará, a mi modo de ver, la Historia.

En cuanto al período histórico convulso que le tocó vivir, nos lo avisa antes del prólogo, no se inventa nada, se ajusta perfectamente a la realidad que conocemos, bastante novelesca ya sin artificios añadidos, sin permitirse más licencias que en lo tocante a la persona de Eugenia y su entorno particular. Hay que tener en cuenta que hablar de la persona y no de la emperatriz es harto difícil tanto en cuanto nunca aprobó la realización de una biografía ni concedió entrevistas profesionales. Así, la autora, haciéndola protagonista del momento en que vivió, quiso con esta novela darle voz a ese silencio, persistente e incomprensible para muchos, que mantuvo ante las más graves acusaciones. Como de los detalles históricos dudo que existan lagunas entre el personal lector (si es que alguien ha llegado hasta aquí), me centraré solamente en aquello que sobre el personaje nos relata.

Una señora curtida por el tiempo y la experiencia, ya cercana y aspirante a la muerte que la aguarda, desde esa distancia desapasionada y permisiva que concede la vejez, comienza a contarnos su largo paso por este mundo, haciendo especial hincapié en las personas y circunstancias que la rodearon, y en las profecías que en cierto sentido marcaron su vida.

Cuando era pequeña, una gitana le dijo que viviría muchos años y sería más que reina, pero moriría en la oscuridad –esta última parte del vaticinio, recuerda con nostalgia, la llevó a operarse de cataratas, pasados los 90 años, para vencer la partida al destino-. A mi entender, si yo creyera en estas cosas, claro, diría que el augurio no se refería tanto a causas físicas como a razones personales, políticas y sociales ya que, cuando la muerte, que ya le había arrebatado a todos sus seres amados, la alcanzó se encontraba prácticamente olvidada, y las páginas de la Historia en las que habita su memoria no han sido tampoco más benévolas con ella.

Esta mujer, perfectamente lúcida a su edad, se emociona rememorando la intensa admiración y el profundo amor que profesó a su padre y que la llevaron a respaldar firmemente la causa bonapartista; éste fue una persona fundamental en su existencia, que marcó no sólo su forma de ser y de ver la vida sino también su sino. Con su madre, sin embargo, nos confiesa que nunca se llevó bien; desde que era una niña le duele –aún le duele- el favoritismo que ésta sentía por su hermana y que no disimulaba, pero pese a todo siempre la quiso, como también adoró a Paca. Qué disfrute cuando su padre la llevaba a los campamentos itinerantes de gitanos y bailaban y cantaban juntos hasta el amanecer; recurrentes, estos momentos vuelven a ella una y otra vez en sus sueños de libertad –una libertad utópica para una mujer de su época y condición social, y que anhelaba para sí-. Todavía le causa furor traer a la memoria el trato indigno que algunos les dispensaban durante su niñez y juventud debido a las austeras condiciones con que hubieron de sobrevivir, porque no estaban económicamente a la altura de la nobleza de la España de la época, o las burlas a las que se vieron sometidos a causa de la ideología política de su padre, que siempre fiel a Bonaparte, mas esto formó su carácter y eso la enorgullece ahora.

Como si fuese una herida aún reciente recuerda el dolor que le provocaban las constantes ausencias de su padre, al que tenía idealizado, o el que sintió cuando las internaron en el convento del Sacré Coeur para su aprendizaje de señoritas, donde eran tratadas, ella y su hermana, como las pobres (de paupérrimas) extranjeras. A estas alturas –es vieja aunque se siente en plenas facultades- ya es algo anecdótico, pero no puede olvidar los dos grandes desengaños amorosos que le dejaron herida el alma antes de conocer a su príncipe, y que casi la convencen para ingresar en un convento; más tarde se reiría al recordarlo –¡ella en un convento!-, aunque en ocasiones, ante el discurrir de su agitada y polémica vida en la corte, que la agobiaba más que la alegraba, dudaba que la risa no fuera nerviosa por advertir la ocasión perdida de haber elegido vivir en paz. Al principio, ese digno silencio con el que contestaba a las calumnias, y que le fue impuesto por Napoleón III según la máxima de “uno no se defiende contra su pueblo”, la exasperaba, y se revelaba con todas sus fuerzas a callar, pero ahora lo asume como propio pues comprende que nada de cuanto pueda decir cambiará las cosas, que siempre habrá otro enemigo, otro rumor, otra fábula, otra exageración. Cómo la abrumaba, en muchas ocasiones, sentirse completamente en soledad aún estando rara vez sola, o el sufrimiento por sentir que, pese a ser dueña de un imperio, suspicaz su nuevo país y rencoroso el que le correspondía por derecho de nacimiento y casta, no tenía ya patria. Y, ¡ah, cuánto amó a su marido, y a su hijo, y a la causa bonapartista!; a ellos y sólo a ellos los antepuso a cualquier otra consideración, incluido su amor propio.

La emperatriz de los franceses era pues, según la autora, una mujer extraordinaria. Fervorosa creyente en la fe de Cristo y defensora de la Iglesia Católica, era no obstante supersticiosa como su esposo, pese a ser ambos muy inteligentes, y creía en leyendas y profecías. Gran amante del pueblo gitano con el que se veía identificada desde niña, siempre les envidió su libertad. Insegura ante la corte francesa, a la que tenía que considerar propia pese a que la trataron siempre como extranjera, se las compuso para parecer fuerte e inquebrantable. Acongojada por su gran responsabilidad, herida por el rechazo de españoles y franceses, siempre defendió a España, y luchó por el bienestar y los derechos de aquel al que consideró su pueblo y al que amó como tal desde el momento de su matrimonio. Sobradamente informada de la actualidad política en el mundo, sometida por verse, las más de las veces, relegada a la simple tarea de relaciones públicas como emperatriz consorte, siempre pensó con impotencia que podría hacer más de lo que hacía. Cometió errores políticos de bulto, es cierto, pero siempre alentada por la mejor de las intenciones. Humillada y dolida por las constantes aventuras de un marido al que antes amaba y admiraba, pero consciente de su alto compromiso, convirtió ese amor en amistad y franco apoyo. Indefensa e impotente ante la calumnia, y orgullosa para intentar justificarse, termina encontrando en el silencio un buen escudo. En ocasiones lamenta su alto destino, mas sin olvidar nunca que no puede ni debe quejarse pues es una privilegiada de la fortuna. En suma, una mujer que persiguió la felicidad y el amor, y a cambio encontró un imperio que no buscaba, pero al que plantó cara con valentía y ardor.

La novela, de más fácil y amena lectura que la reseña seguro, está bien documentada, escrita con un estilo directo y sin florituras innecesarias, y tiene buen ritmo. La autora, aunque francesa, es respetuosa con los personajes españoles así como con España y con su Historia, lo que es de agradecer dada la supuesta, y a veces manifiesta, enemistad soterrada entre ambos países. Y, finalmente, el personaje que nos revela es fascinante. Así que, como suelo decir, si entretiene y enseña, me atrevo a sugerir su lectura.

Colección: Últimos éxitos de la novela histórica
Título original: Inoubliable Eugénie
© Editions Pygmalion/Gerard Waterler, 1998
© por la traducción: Martine Fernández Castañer, 2000
© Edhasa, 2000
© de esta edición
Editorial Planeta-DeAgostini, S.A., 2001
ISBN: 84-395-9198-5
Depósito legal: B.38.392-2001
486 páginas

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18 comentarios en “EUGENIA DE MONTIJO, EMPERATRIZ DE LOS FRANCESES – Geneviève Chauvel

  1. Vorimir dice:

    Wau, ¡Vaya tocho Marbenes!

    Muy buena reseña, si señora.

    El libro lo tengo en casa, se lo dejé hace unos años a mi madre y le gustó mucho.

    De la misma autora leí por esa epoca también «Reina por amor»,sobre la Europa central del XVII y no me disgustó pese a que no me gusta mucho el tema romantico.

  2. Marbenes dice:

    Jejeje, es cierto, Vorimir, me emocioné escribiendo porque me gustaron la novela y el personaje y, por más que la leí y la releí, no veía de dónde quitarle peso ;-)

    Siento el pestiño de reseña ;-( pero creedme, el libro sí merece la pena!

  3. Laurence dice:

    ¡Vaya! ¡Pedazo de reseña Marbenes!. Desde luego no se puede negar la pasión que le has puesto, ni que la novela y el personaje te han cautivado. Pero ¿no te queda un cierto regusto amargo al ver que alguien que busca amor y libertad, con altos ideales, que tanto luchó, etc, etc, al final tienes la sensación que necesitaba sentirse aceptada y que eso fue realmente lo que le marcó?

    Un saludo.

  4. Ariodante dice:

    Enhorabuena, Marbenes, por tu kilométrica y excelente reseña. Se nota que te ha entusiasmado y has tratado de trasmitirnos ese entusiasmo. Y ciertamente lo consigues. Creo que la añadiré a mi lista, ya engrosada en demasía …
    ¿Qué ojeriza le tenías a Napoleón? Yo, desde que me leí su biografía por Emil Ludwig, me entusiasmé por el personaje, a pesar de que, como todos -nadie se libra- es contradictorio, tiene defectos enormes al lado de grandes virtudes, pero, en suma, ciertamente es un personaje excepcional que revolucionó, con su sola presencia, la sociedad europea de du época.
    De Eugenia de Montijo tenía una vaga idea, que afortunadamente tú me has ampliado enormemente y ahora ya puedo defenderme si me preguntan, desde luego.

  5. pepe dice:

    Confieso que no entiendo bien el inicio de la reseña, seguramente debido a que es viernes por la tarde. Dice Marbenes que tenía ojeriza a Napoleón y, al leerlo, no puedo evitar preguntarme a cuál de ellos se refiere. Si al primero, no veo clara su relación con Eugenia de Montijo que nació varios años después de su muerte. Si al tercero, no sé porqué le llama Napoleón, ni porqué le tiene ojeriza. Buena reseña, en todo caso.

  6. Sergio Flashman dice:

    Estupenda y pingüe reseña Marbenes.

    A mi me gustó su libro «Saladino», pero este no lo he leido.

    ¿Cuenta algo de la muerte de su hijo el Príncipe Imperial a manos de los zulués y cómo sobrellevó dicho drama?

    Un saludo.

  7. jerufa dice:

    Ufff, que trabajito me ha costado, Marbenes. Eres una de las «esforzadas» de Hislibris. :-)
    Laaarga, aunque amena y entretenida reseña. Me quedo, sobre todo, con tus impresiones finales que harán que le eche un vistazo por si me atrevo con ella.

  8. Marbenes dice:

    Muchisísisisisimas gracias, sobre todo porque ya me pareció excesivamente larga cuando la escribí y envié, y después de verla publicada me lo ha parecido aún más; sois un encanto ;-)

    Sí, Laurence, te queda un regustillo amargo porque su vida no fue lo que soñó, pero al final me sentí orgullosa de que fuera mujer y española; no sé, quizá sea una tontería, pero después de leerlo pierdes esa imagen con que la tildaron de que era una déspota caprichosa y engreída sólo útil como adorno para las fiestas y aun eso sólo si estaba de buenas.

    Ario, le tenía (y aún no sé si todavía le tengo) ojeriza porque nunca he leído una biografía de Napoleón y la idea que tenía era la «del pueblo», la que me inculcaron en el cole, en las pelis, en muchos libros y también en el sentir nacional de país invadido: un tirano dictador sanguinario con infinitas ansias de poder, capaz de provocar la muerte de miles de personas con tal de invadir y asumir el control de cuantos más países mejor.

    Pepe, al principio de la reseña me refiero a Napoleón I (y por eso le llamo Napoleón). Y la relación de Eugenia con él, pese a que efectivamente murió antes de que ella naciera, es que la enorme admiración que ella sentía por su padre, que era fiel partidario de Napoléon y su política, hizo que ella también sintiera una tremenda afinidad y fascinación por éste, que marcó su destino (uf, tanta reseña y no he sido capaz de dejar claro ni esto ;-))

    Sí, Sergio, la muerte del Príncipe Imperial Eugène es un punto muy emotivo de la novela. Cuenta los motivos que le llevaron a alistarse en el ejército de la reina Victoria, lo que ella sufría cuando no llegaban noticias, cómo cayó combatiendo solo porque sus compañeros huyeron y no le prestaron ayuda (por lo que más tarde fueron juzgados y condenados -según la novela-), cuánto le afectó a Eugenia, cómo actuó la reina de los británicos…

    Jajaja, Jerufa, créeme que lo siento, no era mi intención darte trabajo. Pero si te atreves con ella comprobarás que es mucho más entretenida que mi reseña ;-)

  9. Ariodante dice:

    Pues Marbe, te recomiendo que hagas un inciso y te leas una buena biografia de Napoleón, el primero y para mí, el único. A mi es que es un personaje que me fascina. Me sugiere un cierto aire a Picasso, no en el físico, aunque ambos eran bajitos, regordetes y no muy guapos, precisamente, pero ambos eran geniales, y quizás, si, los bajitos (los hombres, ojo) tienen algo de gallitos y de querer destacar que quizás les una. Y aunque de genialidades distintas, pero genios al fin, ambos tienen que tener algo en común. Cierto que hay un primer Napoleón, revolucionario, y otro muy diferente, imperialista. Curiosamente una contradicicón enoooorme en un mismo personaje. Pero eso es lo que me atrae. Y luego ese poder sobre la gente, ese magnetismo, en fin. No quiero cambiarte la reseña, que está muy bien. Era sólo una defensa napòleónica…Por cierto, ¿has visto las dos pelis de Abel Gance sobre él? La primera, muda y la segunda, de los años 70, creo. No te las pierdas. Cambiarás de opinión sobre él. Luego me cuentas.

  10. Urogallo dice:

    A mí en cambio, ambos Napoleones me parecen interesantes. Lo que hace más grande a Napoleón I es la capacidad militar, de la que su sobrino ( o hijo) carecía por completo.

    Pero no ser un genio militar no le convertía en un personaje carente de interés, si no todo lo contrario. La Francia del IIº Imperio siempre me ha resultado fascinante.

  11. Marbenes dice:

    Vale, Ario, te haré caso, me la leeré e intentaré ver esas películas que comentas. La verdad es que tengo muchas ganas de tener otra perspectiva en la que apoyarme porque también a mí me parece un personaje muy interesante.

    Y a este respecto, Uro, se puede creer que alguien es interesante, incluso admirar alguna faceta suya, y sin embargo tenerle ojeriza, no son sentimientos incompatibles; a mí no sólo me pasa con Napoleón, también con compañeros de trabajo, con personas de entre mis conocidos, con participantes de Hislibris, con miembros de mi familia…, admiro algo de ellos pero por otras razones me caen mal.

  12. angela sánchez dice:

    Muchas gracias Marbenes, por descubrirme a Genevieve Chauvel,aunque ha sido en este momento y aún no la he leído. Pero si puedo hablaros de la biografía que de ella hizo Carmen de Burgos, Colombine, el 10 de Julio de l.920, así como su necrológica en el Heraldo de Madrid, dónde era redactora y mientras la ex-emperatriz de los franceses, estaba de «cuerpo presente» en el palacio de Liria de Madrid, que es dónde murió.
    Carmen de Burgos, la conocía personalmente y la había entrevistado en Venezia a principios de siglo,cuando esta visitaba en su yate (de Eugenia) a su gran amiga Cecilia Madrazo de Fortuny, hija de Madrazo y esposa del pintor.

    Ha sido haciendo un ensayo sobre esta escritora que me encontré con la biografía de Eugenia de Montijo, que ella había conocido, ya sin esposo y muerto su hijo. Ella pone el mayor énfasis en lo relativo al ambiente literario en que casi se crió, en París, Merimée (ella es su Carmen)y Balzac fueron sus maestros, el primero de escritura y francés y
    el segundo de historia. También aparece en las obras de Sthendal, Jorge Sand o Lamartine….pero no voy a contaros el libro, en el que por supuesto tambien habla de sus errores políticos y de su facata como creadora de moda, el miriñaque, por ejemplo…

  13. Marbenes dice:

    Gracias a tí, Ángela!

    «Ha sido haciendo un ensayo sobre esta escritora que me encontré con la biografía de Eugenia de Montijo»

    Supongo que en tu comentario quieres decir que Carmen de Burgos, esa gran mujer adelantada a su tiempo, hizo una biografía de la emperatriz Eugenia; sin embargo, que yo sepa, ésta no dio su consentimiento a niguna biografía en vida. Te estaría muy agradecida si me dijeses por favor cuál de sus obras (de Carmen de Burgos) es la biografía de Eugenia que mencionas, porque he buscado y no la encuentro.

    «También aparece en las obras de Sthendal, Jorge Sand o Lamartine….pero no voy a contaros el libro»

    Perdóname que estoy un poco espesa, pero ¿quién dices que aparece en estas obras, Carmen de Burgos o Eugenia de Montijo?, y ¿a qué libro te refieres en este comentario?

  14. Marisa dice:

    Esta Semana Santa he leido el libro y me he quedado tan impactada que buscando referencias he encontrado esta.

    Estoy completamente deacuerdo en que muestra a un personaje creible que me ha encandilado. ¡¡Aunque lo de familia afrancesada…!! ;-)

    Por otro lado voy a hacer caso y leer una biografia de Napoleón que creo que es muy interesante.

    Gracias

    M

  15. Akawi dice:

    Pues ya que has encontrado Hislibris, Marisa no dejes de pasar por aquí y dejarnos tus comententarios sobre los libros que leas. Siempre es interesante tener variedad de opiniones.
    Bienvenida a este rincón de Internet donde nos hallamos los apasionados por las lecturas y la historia.
    Un abrazo.

  16. Breatriz dice:

    Marbenes, me ha encantado la reseña que no se me ha hecho nada larga, acabo de leer otra biografía sobre Eugenia de Montijo que me ha quedado un poco chafada, ya que la describe como un personaje un tanto basto, ambiciosa que iba más bien a lo suyo, sin importarle ni su marido ni su hijo, ni su hermana, algo muy diferente a lo que tu comentas del libro de Chauvel.
    Siempre la había tenido admiración gracias a la profesora de historia que hacía una descripción muy diferente a la que acabo de leer.
    En este libro Eugenia deja por amor a su primo Fernando Lesseps unas cuantiosas deudas a Francia al empeñarse en la construcción del canal de Suez, a parte de la demolición del centro de Paris para construir el que ahora conocemos, que por lo que se ve la autora francesa atribuye a Napoleón. La autora de este libro al que me refiero es Pilar Eyre.

  17. eugenia dice:

    YO TAMBIÉN LEÍ NAPOLEÓN DE EMIL LUDWIG Y A PESAR DE QUERER ODIAR AL PERSONAJE POR TANTAS MUERTES INOCENTES COMO CAUSÓ NO LO CONSEGUÍ.
    EL LIBRO ESTÁ TAN BIEN ESCRITO QUE TE DA UNA RABIA IMPRESIONANTE ACABAR FASCINADA POR EL PERSONAJE .HABLO DEL PRIMER NAPOLEÓN.

    HE LEÍDO TAMBIÉN PASIÓN IMPERIAL DE PILAR EYRE SOBRE EUGENIA DE MONTIJO Y LO CONSIDERO PARA PASAR EL RATO .ME GUSTARIA QUE ME RECOMENDARAN UNA BIOGRAFIA SERIA DE ESTE PERSONAJE YO OS RECOMIENDO EL DE EMIL MERECE LA PENA SI SABEIS ALGUNO QUE DESPRESTIGIE A NAPOLEÓN COMENTARLO POR FAVOR

  18. Oscar Soriano Arze dice:

    Felicitaciones, Marbenes! Trataré de conseguir el libro de Genevieve Chauvel, en Guayaquil o en Santiago. Eugenia de Montijo ha sido siempre un personaje fascinante para mí. Lo descubrí muy joven (tengo 70) de labios de mi abuela materna. A fines de los años 50 ví la película Violetas Imperiales, con Carmen Sevilla. Una fantasía, pero entretenida y digna. En alguna parte leí que Guerlain creó para la emperatriz Eugenia su Eau de Cologne Iimpériale. Será verdad?
    De mi padre heredé la admiración por Napoleón I, así que concuerdo con Ariodante y Urogallo. Tuve reproducciones de varios retratos suyos, y no se veía nada feo. Sin embargo, no he leído la biografía de Emil Ludwig (lo haré). Sólo leí Desirée, de Annemarie Selinko. Muy divertido. Recuerdo haber sacado de un libro de mi papá una reproducción del retrato de Eugenia de Montijo por Winterhalter. Lo hice enmarcar, pero en estos cambios de país se me perdió. Y pensar que el libro tiene que haber sido una biografía. Qué desperdicio!

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