ENTREVISTA A MICHAEL WOOD

Miércoles 29 de marzo de 2023, llego al Hotel Catalonia Ramblas de Barcelona. Esta vez ya voy preparado y me dirijo directo al lobby, donde veo sentado en un sofá a Michael Wood charlando con Júlia, la traductora. María de Ático de los Libros se me acerca y me dice que podemos empezar ya, si me parece. Genial: he llegado unos minutos antes, siempre lo hago, por lo que, a la hora garantizada de entrevista, podemos añadir unos minutos extra. Perfecto, más tiempo para conversar con un documentalista e historiador de la talla de Michael Wood, nacido en Manchester en 1948. Está en España para atender entrevistas y promocionar su reciente obra, La historia de China: el retrato de una de las grandes civilizaciones de la historia, que llega hoy a las librerías; un volumen extenso, más de seiscientas páginas, y que viaja a lo largo de cuatro milenios de historia (y cultura) del Gigante Asiático.

Michael Wood es prácticamente una institución en Reino Unido, alguien que se ha acercado a la divulgación histórica del más alto nivel desde la pequeña pantalla con sus muchos documentales desde hace más de cuarenta años. Historiador de formación –la historia del período anglosajón fue su tema de investigación en estudios de posgrado– y periodista de oficio, primero en la ITV y después en la BBC, se metió en los documentales casi por casualidad, como nos contará en la entrevista. Ha viajado por todo el mundo para realizar sus piezas y series documentales, y ha publicado diversos libros a partir de ellos, como nos dirá. Sigue al pie del cañón, a sus casi 73 años, y con varios proyectos bajo el brazo. China ha sido una de sus pasiones, desde que era pequeño, en particular la poesía, lo cual también le ha permitido ver la historia de la civilización china con otros ojos que “solo” los del historiador. Su presencia me impone, pues se trata de alguien con una carrera tan fecunda y variada, siempre interesante y también cercana, pues es la mirada de quien se apasiona, y eso es algo que los lectores enseguida percibimos. Pero pronto su cercanía logra que te relajes y plantees una conversación que seguirá sus propios meandros. Sé que lo pasaré bien charlando con él, es una oportunidad única.

Nos saludamos, me da las gracias por mi interés; lo primero que hago es disculparme por la pobre pronunciación de mi inglés oral –él, amablemente, se disculpa por no hacer la entrevista en castellano; le digo que vivo cerca de la Sagrada Familia y que dar indicaciones a turistas no es precisamente mantener una gran conversación; lo celebra con una educada carcajada–; con Júlia convengo que si en algún momento me atrabanco con alguna expresión acudiré a ella, y nos ponemos manos a la obra. Le explico brevemente qué es Hislibris, el enorme placer que nos supone entrevistarle, y que me/nos gustan mucho sus libros, empezando por En busca de la guerra de Troya (Editorial Crítica, 2013) –lo tenemos reseñado, le complace saberlo: «¡Hace mucho tiempo de este libro! Era muy joven cuando lo escribí» (la primera edición inglesa es de 1985)–.

—Para presentarle ante los lectores españoles, vamos a imaginar por un momento, por improbable que sea, que la mayoría de ellos no le conocen, o tampoco sus libros; o que quizá sólo hayan leído la entrada sobre usted en la Wikipedia. Mi primera pregunta es: ¿quién es Michael Wood?

—Diría, sin entrar en consideraciones filosóficas sobre mi identidad personal, que soy un realizador de documentales. Mi trabajo en los últimos cuarenta años ha sido crear documentales, pero me formé como historiador antes de empezar a hacer estas películas y todavía escribo historia académica: la Edad Media en Europa, los siglos IX y X, por ejemplo. Quizá vuestros lectores no tengan por qué saberlo, pero todavía escribo artículos académicos y también soy un documentalista. Y un escritor, pues a menudo los libros van con las películas. Hace más de diez años hicimos una serie sobre la India –The Story of India (BBC: 2007)–, que fue muy vista, y escribí un libro sobre el tema. Y me dijeron: “deberías hacer lo mismo sobre China”; fue un gran desafío. Siempre estuve interesado más interesado en China que en la India desde mis años escolares. He viajado muchas veces a China y antes hice algunos documentales sobre ella, por lo que decidimos que haríamos una serie llamada La historia de China –BBC: 2016– y entonces decidí escribir un libro.

Mientras escucho a Wood sé al instante que la serie de preguntas que tengo preparados se pueden ir al diablo. “¡Escúchale, déjale hablar, pregunta después!”, me digo por dentro. “Ibas a preguntarle: ‘¿por qué China, como tema?’. ¡Pues ya te está respondiendo!”.

—La historia china es tan grande que decidí dejar el libro a un lado y nos dijimos: “vamos a hacer los documentales”. Y entonces unos amigos me dijeron que debería escribir el libro, por lo que después de terminar las versiones estadounidenses de los documentales en 2017 me senté a escribir el libro. Y fue lo que llamaría “un trabajo por amor al arte”, aunque fue difícil, pues es algo enorme. Y el problema más grande era seleccionar. ¿Qué momentos clave de la historia china seleccionas? ¿Es posible contar la historia no solo desde la perspectiva de los que gobiernan, sino también del pueblo llano?

—Este es un punto muy interesante en su libro: están los emperadores, los burócratas… pero el pueblo desde abajo, los escritores, ¡las mujeres escritoras!…

—Sí, las mujeres escritoras. Quise destacar que la historia de las mujeres, hasta muy recientemente, no se había presentado con fuerza en las historias de China. Por ello me esforcé por buscar a mujeres fascinantes.

—Aparecen algunas mujeres escritoras en su libro: su mirada sobre la época en que vivieron, no es sólo sobre lo que el emperador o los burócratas quieren hacer: es sobre su época, el espacio en el que vivieron, es muy interesante…

—Sí, para los chinos la poesía es muy importante en su cultura y creen que los poetas dicen la verdad, o que deberían decirla. En cierto sentido, siempre puedes acudir a los poetas, incluso en épocas de tiranía, para escuchar la verdad. Y la voz de las mujeres es tan interesante… Una de las cosas más inesperadas para un observador occidental es el Manifiesto Feminista de 1907. “¿Cómo? ¡Esto es nuevo!”. Cuando estaba escribiendo el libro, fuimos a filmar a algunas de las familias que aparecen en las fotografías de la edición inglesa –ha traído consigo un ejemplar de la edición británica “de bolsillo” y busca en uno de los pliegos de imágenes, que también aparecen en la española, añado–, y quise poner las imágenes para subrayar que estas familias, que aún existen, tienen historias que contar. A una amiga mía en Londres, y que es china, le dijo. “¿puedes llamar al señor Shin? Necesito hacerle más preguntas, necesito más respuestas, ¿por qué su familia hizo esto? ¿Cuándos se mudaron?”. Esa clase de sentido vivo de la cultura viva. Hay un ejemplo fantástico, pero dime si estoy divagando…

Pongo cara de “¡por favor, continúe!”.

—Estaba buscando sobre mujeres poetas en el siglo XIV y encontré traducciones de uno o dos poemas de una mujer llamada Zheng Yunduan –aparece en el capítulo 12, “Los Yuan: China bajo el Imperio Mongol”, sección “La próspera Suzhou”; vivió entre c. 1325-1356–. Tenía treinta años cuando murió, durante la guerra que acabó con la dinastía Yuan. Murió en la destrucción de la ciudad de Suzhou, tuvo cuatro hijos, murió profundamente frustrada por el modo en el que la sociedad patriarcal subyugaba a las mujeres. Tenía los pies vendados y escribía que “mis medias y mis zapatos negros han arruinado mi vida” –véase el poema en la página 306–. Es increíble…

La cosa no acaba aquí…

—Para terminar con Zheng Yunduan: murió a los treinta años y escribió el prefacio de su poema –véase la página 308–: “ahora sé que voy a morir, la guerra está en todas partes, he hecho una copia en limpio de toda mi poesía en un solo manuscrito. Dejo la copia en la sala escolar de la familia para que mis futuros descendientes sabrán lo que he escrito”. Es muy conmovedor; doscientos años después la familia imprimió el libro, el manuscrito había sobrevivido. Para rematar esta historia, tengo una amiga en Manchester que es profesora de historia de China; se llama Zheng Yangwen, Yangwen es su nombre de pila, y nos conocemos desde hace años. Un día la llamé por teléfono: “Yangwen, tu apellido es Zheng, ¿no estarás emparentada con la poetisa del siglo XIV?”. “Por supuesto”, me dijo, “somos de la misma familia. Y las mujeres de la familia aún la queremos y leemos su poesía. Y aunque se casó fuera de la familia, sigue siendo de las nuestras”. Es un testimonio real de cómo estas cosas siguen todavía vivas. Y es algo que me ha sucedido varias veces. Hay otra poetisa, Fang Weiyi –véase el capítulo 14, “Los últimos días de los Ming”, sección “La tía Weiyi: mujeres defendiendo la cultura”; vivió entre 1585 y 1668– y su familia; cuando contacté con ellos, en menos de 24 horas me enviaron fotografías de su tumba: me dijeron que tuvieron que dejar de poner ofrendas en la tumba durante la Revolución Cultural de Mao, pero que vuelven a hacerlo otra vez. Lo importante que son estas voces, diría. Cuando escribes sobre historia esperas encontrar las voces de las personas del pasado:  qué sintieron, cómo les iba, cuán diferentes son respecto a nosotros… Y en China esas voces son algo fantástico.

Llevamos apenas diez minutos de entrevista y ya han surgido un buen puñado de cuestiones.

—A lo largo de los siglos es increíble que se mantenga todo esto. Cuando leemos su libro nos queda la percepción de que el tiempo no se detiene.

—Me gusta que así lo consideres, pues eso es algo ligeramente experimental pues estás volcando en un trabajo de historia mucha poesía y cartas, revives la historia de esas mujeres.

—Antes mencionábamos su perfil de documentalista. Usted es un experimentado y popular creador de documentales, y sobre una gran variedad de temas muy atractivos: Troya y la guerra de Troya, por ejemplo, con una serie documental que particularmente me gusta mucho —In the Search of the Trojan War (BBC: 1985)— y que, siendo de mediados de los años ochenta, antes de las excavaciones de Manfred Korfmann y otros arqueólogos posteriores, sigue siendo muy interesante todavía.

—Manfred Korfmann me escribió una carta en la que decía que leer la edición alemana de mi libro le convenció de que debía reexcavar Troya, pues todavía quedaban preguntas por responder.

—Es muy interesante repasar la serie incluso ahora, en 2023, y ver cómo se escribía y filmaba en aquel 1985, pues lo que se escribió y filmó entonces se sigue manteniendo en sus líneas básicas cuarenta años después.

—Sí, la interpretación básica es correcta. En aquellos tiempos muchos académicos no creían, por ejemplo, que los griegos aparecían en archivos hititas, no era la opinión mayoritaria. Para mí, todas las historias se basan en fuentes y las fuentes son esenciales.

—Documentales no sólo sobre Troya: Alejandro Magno, la Edad Oscura europea, la guerra civil griega, Shakespere, la India, etc. Documentales que tienen su traslación en libros. ¿Es el documental la primera inspiración y después viene el libro, o son procesos en paralelo?

—Creo que el libro viene después. Mi carrera es la de un documentalista: fui periodista y empecé haciendo algunos filmes sobre la Edad Oscura, el período posterior a la caída de Roma. Y tenía una idea para un documental y entonces estaba en el departamento de temas de actualidad de la BBC en Manchester, y le pedí permiso a mi jefe para hacer un documental; me lo dio y después me dijo que seria una buena idea hacer algo para el segundo canal de la BBC. Yo tenía en mente a alguien para ser el presentador y él me dijo: “bueno, ¿y por qué no lo presentas tú?”. Supongo que no había presupuesto para otra persona. Hicimos un documental, las críticas de los periódicos fueron muy buenas y mi jefe dijo: “bien, ¿por qué no haces algunos más?”. Por pura casualidad acabé presentando documentales. Hicimos algunas cosas sobre la Edad Oscura y me preguntó: “¿y qué quieres hacer ahora?”. Siempre he estado fascinado por la Edad de Bronce griega, que es similar a la Edad Oscura europea: ya sabes, la leyenda del rey Arturo y cosas así. Hay algo de verdad en la leyenda, es un tema que interesa al gran público. Y dije, vale, me encantaría hacer algo sobre las leyendas de Troya, pero también la cuestión sobre el descubrimiento de la Edad de Bronce griega. Y así es como sucede: piensas una idea para una historia y el libro quizá venga más adelante.

Sin duda, ha sido una buena idea tirar otra vez del hilo de los documentales, pienso.

Michael Wood de visita en España, marzo de 2023. Fuente de la imagen: Ático de los Libros.

—Lo mismo me sucedió con Alejandro Magno. En los años sesenta una pareja estadounidense de la revista National Geopraphic hizo la ruta de Alejandro Magno; no toda, pues estaba la Unión Soviética por medio y, ya sabes. Yo estaba en la escuela y me maravillaba; mi padre solía comprar la revista y yo la leía, y pensaba que era fantástico. Y entonces, en algún momento mucho tiempo después, me dije: “¿por qué no lo hacemos en un documental?”. Fue muy difícil, pues entonces —finales de los años noventa— estaban los talibanes, la primera guerra de Afganistán, pero lo hicimos. Aprovechamos la oportunidad, los talibanes estaban sitiando Kabul, pero fuimos a través de las montañas de Tayikistán y Uzbekistán y la ruta hacia la India. Fue una oportunidad muy breve, pero tuvo mucho éxito el documental —In the Footsteps of Alexander the Great (BBC: 1998)—, en Estados Unidos tuvo una gran audiencia. Y de tas cuenta que acabas de inventar un nuevo género: viajes, aventuras e historia, viajes, aventura e historia —nos reímos.

—¡Y la búsqueda! Precisamente búsqueda —searching en inglés— es una palabra que aparece en muchos de sus documentales. ¿Es, quizá, lo primero que le viene a la cabeza, buscar?

—Sí, nunca sabes las respuestas, pero las encontrarás sobre el terreno. Y te preguntas: “¿qué vas a hacer después de Alejandro Magno?”. Y pensé que hay pocas historias que tienen esa clase de poder, por decirlo de alguna manera, pero los Conquistadores españoles… son unas historias increíbles. Así que elegimos hacer Cortés, Pizarro, Orellana. Vinimos aquí, a España, filmamos en Trujillo, Medellín… fue increíble, sobre todo porque mi productora me miraba con incredulidad cuando le decía: “¡tenemos que hacer un viaje a la ciudad perdida de los incas!», ya sabes, como con Alejandro Magno; me miraba como diciendo: “¿de verdad quieres caminar sobre el Hindu Kush durante una guerra?”. Pero por eso los documentales son tan emocionantes. Y los Conquistadores… los viajes que hicieron, era fantástico.

El resultado fue la serie documental Conquistadors (BBC: 2000).

—Entonces empezamos a hacer las series históricas y culturales sobre la India y China. Hace tiempo presenté una sobre el arte occidental —Art of the Western World (PBS: 1989)— y más tarde, cuando mis hijos eran pequeños y decidí no viajar lejos, hicimos una gran serie sobre Shakespeare —In Search of Shakespeare (BBC: 2004)—, mis hijos la disfrutaron, pues los llevamos con nosotros cuando íbamos a ver obras de Shakespeare.

—Se nota que disfruta haciendo documentales, parece que los disfruta como si fueran una aventura…

—Es una maravillosa experiencia vital, increíble e inolvidable. Trabajo con mi esposa, ella es la jefa de nuestra empresa —Rebecca Ysabel Dobbs es la directora de Sbt Trading Limited, fundada en 1996—. Y aunque pasa el tiempo y envejecemos, seguimos siendo creativos y hacemos documentales: hemos hecho dos pequeñas películas sobre el 400º aniversario de del First Folio de Shakespeare (1623).

—Y ahora China, primero la serie sobre este país y su historia, en 2016, y que fue muy bien recibido entre los chinos.

—Sí, la respuesta fue muy cálida. Como documentalista te preocupa: «soy un británico blanco y viejo, y hago una serie sobre su cultura, a ver cómo se lo van a tomar…», y, bien, los chinos fueron muy acogedores. Me encantó, tuvimos reacciones muy bonitas por parte de la audiencia china: “nos muestras cómo realmente somos, somos divertidos” —ríe—, y eso es muy grande. La serie fue muy bien y después hicimos un documental sobre el más grande de los poetas chinos, Du Fu —Du Fu: China’s Greatest Poet (BBC: 2020)—, que rodamos antes justo antes del COVID en octubre de 2019; se emitió en la BBC y en la CCTV —la cadena pública china—. Fue, otra vez, un documental viajero, como el de Alejandro Magno, siguiendo a un poeta por diversos lugares, buscando saber qué le sucedió. Ahora estoy acabando un proyecto de libro sobre Du Fu.

Mmmm, interesante…

—Vamos a La historia de China. En el prefacio dice, y cito, “este libro es fruto de una larga fascinación por China, que comenzó en mis años de colegial en Manchester”, y que creció con el paso de los años. Y la inspiración fue una serie de documentales entre 2014 y 2017. Parece el trabajo culminante de toda una vida y quizá en el momento histórico más oportuno: ahora.

—Sí, no es que tuviéramos una gran ambición para este programa: la televisión es un encuentro efímero que viene y va, y si perdura y la gente continúa viéndola, te quedas contento. Pero no es que pienses que haces algo definitivo: intentas entretener a la audiencia.

—Quizá esperó a que llegara el momento para la serie y el libro… justo ahora.

—Bueno, resultó ser un momento realmente importante en la historia de China y en la historia del mundo, pero las cosas se mueven muy rápido. Y lo que ha sucedido en los últimos cinco años ha sido tan… en fin, acabé el libro justo antes del COVID, y al final de 2020 añadí un último capítulo sobre lo que sucedió con el coronavirus. El libro necesitaría ahora un nuevo final que hable de Ucrania, Xi Jinping, Taiwán…. Sucede como con los documentales: piensas en estas cosas durante un largo período de tiempo. Cubrí por primera vez China en los primeros años ochenta y mi fascinación con la poesía china empezó cuando estudiaba en el colegio, con los poemas de Du Fu; los leí y pensé: “vaya, esto es tan diferente a la poesía que he leído en el mundo occidental”. Y muchos años después le he dedicado un documental. Cuando doy charlas en colegios, siempre les digo a los chicos que no deberían perder la pasión por las cosas que realmente les emocionan, porque eso es lo que enriquece la vida. Si tuviera la oportunidad, después de los documentales sobre la India y China, me encantaría hacer algo sobre la Grecia antigua, pero no parece que en estos días se vaya a dar luz verde a este tipo de filmes, cuestan mucho dinero, ya sabes…

—Hablamos antes sobre la historia de China que ha escrito y, citando de nuevo del prefacio, “he recurrido con regularidad a ‘pintar la aldea’, pues creo que las líneas maestras de la historia pueden iluminarse fructíferamente desde la base”. Es una idea muy interesante y que nos permite a los lectores, y me permito evocar la hermosa secuencia de la película La leyenda de Bagger Vance, en la que Will Smith le dice a Matt Damon que “vea el campo”. Qué hermoso, vasto y a menudo desconocido campo es la historia de China…

—Pienso que las historias locales son inmensas, podría haber aumentado la extensión dos veces con estas historias. Son muy conmovedoras. Em 2010 hicimos una serie de documentales en 2010 sobre la historia de Inglaterra —Michael Wood’s Story of England (BBC: 2010)— a partir de un solo pueblo —Kibworth, en Leicestershire— y a lo largo de toda la historia británica. Y contamos con la ayuda de la comunidad local: las escuelas, los clubs, todo lo demás. Es solo la historia de un lugar y como la gente respondió a los cambios a su alrededor. Fue una historia de abajo hacia arriba, no en Londres, sino en las provincias, y sobre la gente, no sobre los gobernantes.

—Desde la base —the grassroots, en inglés.

—Sí, desde la base y a partir de las ricas fuentes locales, ves cómo la gente se ve a sí misma, cómo ellos a menudo son los que inician los cambios. Qué les sucedió con la Peste Negra, cuando dos terceras partes de la población murió, o con la Guerra Civil del siglo XVII. Fue otra manera de hacer historia y fue fantástica. Cuando nos acercamos a la historia de China, un amigo mío sinólogo me dijo que era una gran idea, “pero no olvides los documentales que hiciste sobre Kibworth, porque si desciendes a las bases de China podrás encontrar la clave de los cambios en un largo período de tiempo”.

—Eso es a menudo mucho más interesante que las dinastías, los burócratas, el Primer Emperador, la caída de los Ming…

—Es cierto.

—Resulta más interesante cómo la gente vive y permanece a lo largo de los siglos, los milenios…

—Sí, y cómo se las arreglan. Son tremendos los cambios que les suceden. Por ejemplo, el señor Xie y la historia de su familia impresa en una xilografía —véase el capítulo 11, “Los Song del Sur (1127-1279), sección “Una familia de la época Song”—: me habló de sus ancestros, que empezaron como agricultores y se trasladaron a la ciudad donde residieron en el siglo XIV bajo el dominio mongol, y se dedicaron al comercio de la sal y de la madera; y al hablar de sus ancestros los presentaba como personas reales; uno de los hijos, en la época Yuan, incluso aprendió la lengua mongola, le fue muy bien en el servicio civil, y lo decía orgulloso. Y piensas: “¡esto es increíble!”. Por lo que, sí, me encantan estas historias y cuando rodamos la serie lo filmamos a él y a los suyos —aparece en el pliego de imágenes, delante del altar familiar en Qimen, condado de Anhui—. Cuando escribí el libro necesitaba saber más y por eso mantengo un diálogo continuo con estas personas, a las que llamaba por teléfono a los lugares más recónditos de la campiña china para saber más detalles de su familia.

Imperio Qing, hacia 1820. Fuente: Wikimedia Commons.

—Una de las constantes del libro, y más que una obsesión, es la preocupación china por su pasado: la historia del pasado, las victorias, las derrotas y las recuperaciones. Es una preocupación en todos los países, lógicamente, pero parece aún mayor en China.

—Sí, especialmente en China, pues su historia oficialmente la cuenta su gobierno a través de los historiadores. La historia valida el presente, es su punto de apoyo. La escritura de la historia en China predominantemente sostiene a las dinastías, no es crítica con los gobernantes, sino que los apoya. Los historiadores modernos chinos se interesan bastante por la esencialidad. Cuando los comunistas tomaron el poder en 1949 y el polvo se asentó en los primeros años sesenta, aparecieron varios libros sobre la historia de China escritos por autores occidentales, especialistas en las dinastías Ming y Qing. Y observaron el Estado que estaba emergiendo y se maravillaron por cómo los comunistas habían reproducido el sistema de gobierno de los imperios antiguos con una burocracia autoritaria. Ya no había un emperador, reemplazado por un gran líder, visto como alguien benevolente, sabio. El lenguaje que el presidente Mao era el mismo que el empleado por los emperadores divinos. La estructura mental en la psique cultural china, por decirlo de esta manera, todavía es la de una burocracia autoritaria y la de un mandato poderoso. Y no se han deshecho de eso, solo lo hicieron con el Imperio. De hecho, varios historiadores chinos lo han resaltado en los últimos veinte o treinta años. En inglés —también en castellano— tenemos los ismos, ya sabes, como, por ejemplo, hinduismo, que es el factor más importante en la psique cultural india, y no necesariamente desde un punto de vista religioso. En China esos historiadores dicen que el monarquismo es el ismo de China, es la gran imagen que la población china tiene sobre cómo deben ser la gobernanza. Incluso con Mao, China no pudo huir de la monarquía y se creó un culto a su alrededor. Cuando Mao murió, Deng Xiaoping tomó el poder, pero en privado detestaba el culto a Mao y decía que había que deshacerse de él. Vinieron las leyes que limitan los mandatos de los presidentes. Pero ahora, con Xi, se ha revivido el poder de Mao…

—De hecho, ha reencarnado a Mao…

—Sí, lo ha hecho. Es fascinante ver cómo en los grandes estados todavía es muy difícil huir de estos comportamientos.

Cambiamos de tercio.

—En su libro leemos sobre la revuelta de los bóxers —en la introducción y en el capítulo 17, “La gran revolución china, 1850-1950—, un levantamiento anticristiano, anticolonialista y contra de las esferas de influencia extranjeras en China –es decir, las potencias occidentales–, a finales del siglo XIX. Y es curioso, pues en el cambio de siglo una especie de “peligro amarillo” surgió con personajes como Fu-Manchú, popularizado en la ficción —“Sí, es cierto”, dice—. ¿Qué hay de cierto en ese “peligro amarillo”? O, mejor dicho, ¿quizá debamos poner el énfasis en el “peligro extranjero/blanco” sentido por la población china en esas fechas?

—Es muy cierto. Una gran parte de la cultura popular en Occidente se dedicó al “peligro amarillo”, especialmente después de la revuelta de los bóxers, que se percibió como algo irracional, salvaje, cruel. Se vio como la erupción de un elemento irracional oscuro en el alma china; los occidentales lo vieron de este modo: “así son los chinos”, dijeron. No podían entender por qué fue un grito de rabia contra el maltrato y el abuso de los chinos por ellos mismos, los colonialistas. Y todavía reside algo de esta rabia, de algún modo, algunos residuos de esto nos siguen afectando. Después de todo, si miramos al siglo XX, tenemos los bóxers, la guerra civil de baja intensidad durante el período republicano, el recuerdo del auge de los comunistas en la década de 1920 y una seria guerra civil, la invasión japonesa y la masiva guerra civil, y entonces la revolución comunista. A lo largo del siglo XX China tuvo un desastre tras otro.

—Y antes las guerras del Opio y la rebelión Taiping…

—Sí, desde la década de 1840 y durante un siglo China sufrió, sobre todo la gente común, que fue la que más sufrió: millones de muertos durante la rebelión Taiping. Y no sólo muchísima gente murió, sino que las instituciones se quebraron, las universidades, las bibliotecas, los estudios académicos… quedaron devastadas durante un tiempo, y cuando se reconstruyeron vinieron las guerras civiles, la invasión japonesa. Y entonces llegaron los comunistas y fueron bienvenidos en 1949 porque se creyó que traerían estabilidad y unirían el país, y lo hicieron. La gente sintió un optimismo real: cuando lees los diarios de personas en los primeros años cincuenta, la gente era realmente optimista sobre la estabilidad que vendría. Y entonces llegaron el Gran Salto Adelante y la Gran Hambruna, con treinta millones de muertos. Superaron terrores inimaginables, lo cual explica en parte por qué la mayoría de la población china está contenta por estar gobernada actualmente por el Partido Comunista, pues ha elevado el nivel de vida de la población, es decir, la mayor eliminación de la pobreza en la historia del mundo.

Wood es elocuente, como podemos ver a lo largo de esta entrevista: no sólo responde a las preguntas, pone las respuestas en un amplio contexto para que podamos “entender” mucho mejor la manera china de ver (o hacer) las cosas:

—La última vez que estuve en China fui a una comida con unos amigos y sus padres, que aún viven en una pequeña ciudad cerca de Changsha. La madre de Tina todavía viste su largo traje de pantalón negro y con bonitos adornos en el pelo; había ido al peluquero y su marido, el tío Yan, vestía unos pantalones planchados y una camiseta Fred Perry. Hacía un día soleado, fuimos al hotel, tuvimos una deliciosa comida y ella me dijo: “desde fuera, vosotros, los occidentales, pensáis mil cosas acerca de China; pero si nos miras y tienes en cuenta en cómo estábamos cuando éramos niños y lo que pasamos… ¿por qué pensáis eso? Aceptamos las cosas como son, siempre y cuando el nivel de vida se mantenga y mientras las cosas sean justas”. No es que la población china no tenga una voz, son muy vehementes cuando hay un gran descontento popular: si las cosas van mal con la distribución de alimentos, por ejemplo, o con el agua contaminada, la opinión pública es muy fuerte. Podemos ver la manera en que el gobierno respondió a la frustración de la gente con el confinamiento por el COVID. La población china es muy obediente con el Estado, pero en última instancia estallaron con ira. “Esto tiene que parar, no hace ningún bien”, dijeron. Y el Gobierno lo aceptó.

—Una última pregunta y pasamos a lo que llamamos el Friki Test. Usted ha sido testigo de la historia de China desde los primeros años ochenta, como dijo antes, y parece que las próximas décadas serán muy interesantes. Como testigo de las últimas décadas y como escritor de una historia que recorre cuatro milenios, ¿hacia dónde cree que se dirige China, manteniendo una, por así decirlo, “dinastía” comunista en el ámbito político, pero con una economía cada vez más liberalizada?

—Esta es una gran pregunta. Antes que nada, no creo que se pueda describir China como comunista: podríamos definirla como leninista-confuciana, o algo parecido. No es comunista, el capitalismo está muy presente…

—Sí, solo es comunista en el nombre.

—Abandonaron eso en los últimos años setenta. Me parece que el mayor de los problemas al que nos enfrentamos es el cambio climático. Lo que pase en los próximos, ya no veinte o treinta, sino diez años va a determinar nuestro futuro. La cuestión será si los chinos liderarán las acciones a tomar ante el cambio climático.

—Y que nos afecta a todos…

—Hay buenas señales al respecto, otras no. Lo que no queremos es que los chinos empiecen a involucrarse en guerras o cosas así. No soy especialmente optimista a corto plazo, pero en medio y largo plazo, con una generación nacido y criada en el aperturismo y la reforma, será diferente. Por el momento, China está en una difícil situación y hay debates ahora en el Politburó, según me cuentan algunos amigos, sobre si China ha sido demasiado abierta y si conviene volver a un período de puertas cerradas. En cuanto a la segunda parte de tu pregunta…

—China manteniendo un muro político, pero con una economía cada vez más liberalizada.

—Sí, el principal problema que se ha debatido desde 1979, desde Deng Xiaoping, es si se puede liberalizar la economía sin una liberalización de la política. En Occidente siempre se han pensado que una vendría con la otra. Los estadounidenses fueron una enorme ayuda para China en los últimos años setenta, hicieron todo lo posible por asesorar a Deng: enviaron agentes secretos para ayudar a los chinos, hubo entrevistas bajo auspicios de Naciones Unidas, se les asesoró sobre informática, pues los chinos estaban veinte o treinta años por detrás de Occidente en 1978; ni siquiera el control del tráfico aéreo estaba informatizado en los últimos años setenta. Deng viajó y observó, vio qué tenían otros países y qué podía servir para China. Los estadounidenses fueron de mucha ayuda pues pensaron, ya por un simple sentimiento de asistir al prójimo, que ayudar a China sería en última instancia algo bueno. Sacar a más de 800 millones de personas de la pobreza, como sucedía en 1978, ayudaría al mundo. Por supuesto, ahora hay muchos estadounidenses que se arrepienten de haber sido tan serviciales con los chinos, pues los ven como rivales. Pero la cuestión es si puedes tener una economía liberal y no una política liberal. Es el gran problema y esas tensiones surgieron en los años ochenta y crecieron hasta llegar a 1989. En las dos décadas posteriores se volvió a las restricciones y se desarrolló un gobierno por la ley, pero después se detuvo todo un poco y en 2008 llegó la Carta 08, un documento muy importante, fundamental, firmado por trescientos intelectuales, filósofos y escritores chinos.

Ilustración de Marc Burckhardt. Fuente: The Wall Street Journal.

—Un documento prácticamente desconocido en Occidente…

—Es muy importante y resume la historia moderna china muy bien. Plantea las preguntas esenciales sobre si, ante una economía liberalizada, se debe mantener a un corrupto Partido Comunista o si, ante el gran progreso que se ha logrado en algunas áreas del país, se puede tener una opinión más política en cuanto a tener un poder judicial independiente o un sistema más representativo. El Gobierno chino se asustó e incluso arrestó a algunas personas clave. Ahora no me viene a la cabeza quién era el presidente…

—Hu Jintao.

—Sí, Hu Jintao se sintió lo suficientemente asustado como para decir en un discurso televisado: “sí, por supuesto, pero debéis entender que China nunca podría tener un sistema como el occidental…”. Pero después llegó Xi Jinping, que vio que había una crisis moral. De hecho, pronunció un discurso en esa época y habló sobre la crisis moral de China, diciendo que se había perdido la agenda moral, que el Partido Comunista ya no sabía para qué servía, y por lo tanto su respuesta fue cerrar puertas. Y ha sido aún más hermético en los últimos cinco años, ha habido una transformación total: la IA utilizada en todas partes, la tecnología de reconocimiento facial en los aeropuertos y estaciones de tren. Ha sido realmente opresivo.

—Algo que creímos que llegaría en décadas y no en pocos años…

—Sí, pero veremos si Xi Jinping y su círculo próximo son lo suficientemente ágiles en su mentalidad para hacer algunos ajustes, sobre lo que sienten acerca del dominio del Partido Comunista…

—¿Cree que lo conseguirá?

—Honestamente, no tengo ni idea. Su idea de triunfo es mantener el monopolio del poder en el Partido Comunista, que se mantenga el crecimiento de la economía y que la gente esté contenta, impulsar la gloria de la civilización china…

—Y ahora que Xi Jinping inicia su tercer mandato y reivindica a Mao…

—Admira a Mao. Pero su idea es no reconocer los errores históricos, no hablar de ello: la Gran Hambruna, los millones de muertos, el Gran Salto Adelante.

—Y eso que él conoce esos errores: su padre fue purgado en la Revolución Cultural.

—Sí, desde luego, pero ahora dice que no hay que hablar de los errores históricos, lo que pasó antes de 1979 y después. El auge de China es una tranquila trayectoria hacia arriba, dirigida por el partido: ese es el relato que nos cuentan.

Con esto terminamos la entrevista propiamente dicha, pero nos queda el Friki Test, final a lo grande de las entrevistas hislibreñas, como lo es la Marcha Radetzky para el Concierto de Año Nuevo. Llevamos cincuenta minutos de charla, de amenísima charla, y teóricamente tenemos por delante unos veinte minutos más, por lo que podemos plantear el Friki Test con tranquilidad. Estamos muy cómodos, percibo que Michael se lo ha pasado en grande con la entrevista, más bien una conversación; ha mostrado la cara del experto, delicado, sinólogo, alguien que conoce de primera mano un entorno tan vasto por sus numerosas visitas, que gusta de acercarse a la gente en los pueblos y ciudades, conocer la historia de su familia, a menudo una historia centenaria, y que ama la poesía china. Nos toca conocer la cara del lector.

—Muy bien, pues vamos al Friki Test. No se preocupe —ríe—, son preguntas muy sencillas. Para empezar, y aunque sabemos que es imposible decir sólo tres: ¿cuáles son sus tres libros favoritos?

Resopla.

—Mis tres libros favoritos… probablemente deba decir Shakespeare como uno de ellos.

—Todo Shakespeare.

—Como un leal seguidor de Shakespeare que ha hecho documentales sobre él. Los libros de poesía son probablemente los que más he leído y diría que los poemas de Du Fu y los poemas de Cavafis, el poeta griego, los he amado toda mi vida. Probablemente serían todos de poesía.

—Cavafis, como los chinos, «esperando a los bárbaros»…

—Oh, sí. ¿Qué haríamos sin los bárbaros? Fueron una especie de solución…

—Un libro no terminado… si puede decirlo.

—Un libro no terminado… quieres decir, un libro de historia…

—Si, bueno, un libro que no terminase.

—Ah, vale, ya entiendo… es una pregunta interesante. En realidad, ha habido unos cuantos recientemente, pero no lo suficientemente importantes como para mencionarlos, he sido bastante impaciente con algunos libros que todo el mundo alaba, pero ¿realmente lo merecían? —se queda pensando un momento—. Tiendo a leer los libros desde el principio… esta es una pregunta difícil… dame un minuto para pensar…

No quise apretarle, solo faltaría, y pasé a la siguiente pregunta. Al día siguiente, Ana Pareja de Ático me rebotó una respuesta que Michael le había enviado:

«He pensado para una pregunta que no pude responder en el impulso del momento: un libro que no pudiera finalizar. Wolf Hall de Hilary Mantel. Forma parte de una trilogía de novelas históricas sobre Thomas Cromwell y Enrique VIII. Todo el mundo las adora, ha recibido todos los premios, pero es que no pude pasar de la mitad. Por supuesto, puede ser que estuviera en un período en el que no tenía el tiempo de ocio suficiente en mis manos para poder leer una novela larga, pero me rendí».

A todos nos pasa: servidor no ha podido avanzar más allá de unas pocas páginas de Cien años de soledad de García Márquez, por ejemplo.

Seguimos.

—¿Cuántos libros tiene?

—Montones, miles.

—No tiene una cifra…

—No, he llegado a un punto en la vida en que empiezo a estar sepultado por los libros —coincido…—, siento la necesidad de deshacerme de ellos, porque de lo contrario… Verás, siempre he sido un escritor y documentalista, y recolecto libros, solía ser un asiduo visitante de las librerías de segunda mano y podía recolectar cosas maravillosas por casi nada…

—Sí, sí —puse mi cara “te entiendo, tío…”.

—Y empecé a buscar en librerías de segunda mano en Internet y de pronto un libro que llevabas buscando durante veinte o treinta años y que nunca encontré, podías tenerlo solo con un clic. Y podían estar en Wellington, Nueva Zelanda, o en Daytona Beach, Florida. Por diez dólares tenías ese libro…Durante un tiempo fui un asiduo de las webs de segunda mano, pero ahora procuro ser estricto y no comprar libros. Vivo con algo de terror ser de la generación del libro [impreso]. El libro está acabado, pero estoy muy feliz de que disfrute de un retorno —yeeees!, respondo—. Tiendo a amasar libros sobre temas que me apasionan, por eso tengo muchos libros sobre China, sobre los primeros poemas que leí, sobre la India, sobre la Grecia clásica, todo un muro de libros sobre historia medieval inglesa.

—¿No sobre Roma?

—No muchos, me temo que soy uno de esos que se emocionó más con la Grecia antigua que con la antigua Roma. El mundo se divide entre los fans de la antigua Roma y los fans Grecia antigua… y yo estoy con Grecia.

—Muy bien… un libro que le gustó cuando lo leyó, pero le avergüenza reconocerlo.

[Risas].

—Esta es buena… Estoy casi tentado de decir los de James Bond, y eso que son tan misóginos, imperialistas…

—Son libros de su época, sus tiempos…

—Son libros de los años cincuenta, libros de la Guerra Fría.

—Pueden leerse hoy en día…

—Puedes leerlos ahora, pero con otra mirada. De hecho, si yo dirigiera una productora cinematográfica me encantaría hacer películas de James Bond ambientadas en los años cincuenta, en blanco y negro, y no estas ridículas fantasías sobre, bueno, coches que disparan balas y todo eso. Películas realistas, situadas en el Reino Unido de la posguerra, con ciudades aún con señales de los bombardeos, los restos del imperio y el fracaso de la confianza en sí misma británica; y situar a Bond donde se supone que debe estar. Pero esto solo te lo admitiría a ti… —risas.

—¡Y a nuestros lectores! —más risas—. El último libro que haya leído.

—Hace poco releí Austerlitz de G.W. Sebald, que me parece un fantástico, maravilloso libro. Lo releí y es enorme. Probablemente también algunos libros de historia, pero en términos de ficción es el que he leído hace poco.

—El último libro que haya comprado.

—Estando aquí en España he recibido un mensaje de la librería donde compré un libro sobre el 400º aniversario del First Folio de Shakespeare. Si el First Folio no se hubiera impreso en 1623, nunca habríamos tenido la mitad de sus obras: Macbeth, Noche de Reyes, Julio César. Ninguno. Y este es un libro de Chris Laoutaris sobre las personas que estuvieron detrás de esto, los impresores —el libro es Shakespeare’s Book. The Story Behind the First Folio and the Making of Shakespeare (Pegasus Books, 2023)—.

—Muy bien. Uno de sus libros que más le enorgullezca.

Se lo piensa unos segundos.

—De hecho, ya sabes cómo es, cuando escribes libros, también cuando estás bajo la presión de hacer documentales, nunca son totalmente buenos para ti. Piensas. “ojalá no hubiera tenido tanta prisa, ojalá supiera más sobre este tema, ojalá lo hubiera hecho de otra manera”. Y todos los libros tienen cosas buenas, pero diría que la biografía de Shakespeare —In Search of Shakespeare (BBC Books, 2003); hubo serie documental—, me parece, es muy buena. Pero el que más me complace es el que escribí sobre los Conquistadores españoles —Conquistadors (BBC Books, 2000)—, porque las historias son magníficas, los viajes que hicimos fueron tan grandes. Y el uso de las fuentes fue muy bueno: los historiadores, la materia basada en fuentes primarias, por supuesto las fuentes españolas para estos grandes sucesos, son increíbles. Pero también utilicé fuentes indígenas y que ahora son bien conocidas, no como hace veinticinco o treinta años. Por ejemplo, [Felipe] Guamán Poma [de Ayala], la visión desde el lado inca. O Bernardino de Sahagún, que recogió la historia azteca de la conquista y la poesía azteca. Me gustó mucho que las fuentes indígenas fueran expresadas. Y el libro construye la escena de la Junta de Valladolid en 1550 y 1551, el debate entre Sepúlveda y —lo decimos a la vez —Las Casas sobre los derechos humanos. El libro no trata solo sobre historias y aventuras increíbles, sino que también trata el debate. Y cuando vuelvo la vista atrás pienso que el libro resulta muy claro al respecto.

—Me lo apunto… —reímos.

—¿Tapa dura, rústica o digital?

—Sin la menor duda, no digital, no creo que se pueda leer un libro en una pantalla —no estoy de acuerdo…—. Un buen formato en rústica, diría —“como este”, le señalo el ejemplar que ha traído de su libro—. Sí, siempre y cuando sea resistente. Vamos de vacaciones casi cada año al mismo pequeño lugar al que íbamos antes de tener hijos; ahora los chicos ya están en la treinta, pero todavía nos reunimos allí. Siempre llevamos montones de libros para leer, y no hay nada más irritante que un libro se desarme.

—¿Dónde suele leer? ¿Algún lugar en particular? ¿La cama, el sofá, en cualquier parte?

—Sí, en la cama, en una habitación para trabajar que tengo en casa con una mesa y siempre me llevo un libro allá adonde vaya, pues nunca sabes si vas a estar a una hora de casa.

—¿Cómo organiza sus libros? Si puede…

—Mi esposa me quiere de verdad y suele echarme en cara: “¿dónde está la organización?”, pues la biblioteca en casa es un caos, pero más o menos sé dónde está cada libro. Por un lado en unas baldas están los libros clásicos sobre Grecia, allí arriba los de China y en el otro lado los de la Inglaterra medieval, y en la última esquina están los de la India, el Islam e Irak, me encanta Irak, he estado allí varias veces, por lo que hay una gran sección iraquí por allí. Por lo que, sí, básicamente los organizo según civilizaciones.

—Su libro más valioso.

—Nuestro libro más valioso, diría que es… lo compré hace mucho tiempo en una librería de segunda mano, después de hacer la serie sobre Troya, es un precioso libro sobre la topografía de la llanura de Troya por un escritor inglés llamado Gell —el libro es The Topography of Troy, and its Vicinity; Illustrated and explained by Drawings and Descriptions. Dedicated by Permission, to Her Grace the Duchess of Devonshire, de sir William Gell, (Londres, T. N. Longman and O. Rees, 1804)—, escrito hacia 1800. Y es un libro de este formato —abre las manos; mide 43 cm de ancho— y en cada página, pintada a mano, pudo ser hecha con una cámara oscura, hay imágenes de la llanura de Troya. Tienes una maravillosa vista  de los valles verdes a la costa, y puedes ver Imbros, Samotracia y Ténedos. Y diría que puede que sea el libro más valioso que tengo. Sí, es un libro de anticuario.

Quien quiera comprarlo: que tenga a mano 7.500 dólares… más 50 por los gastos de envío.

—¿Qué utiliza como marcapáginas?

—Soy terrible…

Cojo el libro que estaba leyendo entonces y hago el gesto de doblar la esquina superior de las páginas.

—Oh, no, no, no… —pone cara de espanto—. No escribo en los libros, no doblo las esquinas. Pero soy terrible, pues si no tengo un marcapáginas a mano, arranco un pedazo de papel o algo similar. Justo acabo de terminar el libro sobre Du Fu y tengo en un estante completa la colección de seis volúmenes de su poesía; y por todas partes brotan marcapáginas, algunos de ellos no sé por qué. “¿Por qué puse marcas por todas partes?”.

—No escribe en sus libros, muy bien. ¿Ha recibido mensajes extraños de sus admiradores? ¿Alguna anécdota al respecto?

—Sí, sí —léase “yeah, yeah…”—, es muy bonito recibir mensajes. Al realizar documentales para televisión, mucha gente probablemente quizá te escriba, y muchos lo hacen. Y es muy conmovedor recibir cartas de personas que te dicen: “Vi estos documentales hace tiempo y me inspiraron para ser profesor de historia o algo parecido, por lo que le doy las gracias”. Es muy emocionante cuando la gente te dice que influyó en sus vidas. De alguna manera sabes que inspiró un interés y, como sabes, me he dedicado a esto desde hace mucho, mucho tiempo —ríe—. Es uno de los grandes alicientes de hacer documentales, también los libros.

—No ha tenido ningún lector o fan acosador…

—Ninguna situación extraña…

—No, no soy tan famoso.

—Muy bien. La última pregunta. Como sabe, en España tenemos un plato, prácticamente nacional, que es la tortilla de patatas.

—Sí.

—¿La ha probado?

—Sí, soy vegetariano, pero la he comido y tengo una anécdota al respecto. Cuando nacieron mis hijos vivíamos en un piso. Hace treinta años compramos una casa que no podíamos permitirnos, justo al lado de la carretera, y durante un año la fuimos reformando con ayuda. En la puerta de al lado vivía un anciano señor español; era de Murcia, tenía una granja de naranjas en Murcia y era una persona encantadora. Antonio. Vivía con su novio inglés, ambos estaban ya en la setentena, se habían conocido en un club de Londres en los años cincuenta. Richard era realmente un caballero, muy inglés, con corbata y esas cosas. Antonio era encantador. Adoraba a nuestras hijas, que eran pequeñas, y cuando venía de España traía castañuelas y regalos. Y cocinaba una deliciosa tortilla.

—¿Cómo le gusta, con o sin cebolla?

—Bueno, me gusta la cebolla —ríe—. La tortilla de patatas tiene un lugar especial en mi corazón, por el querido Antonio. Fue muy triste cuando Richard murió, regresó a Murcia, después de quince años de vivir en Reino Unido. Pero siempre lo recordamos, aún tenemos la tarjeta con su dirección.

—Y ya, de verdad, la última pregunta —esta me la he sacado de la chistera— y si puede decir algo al respecto. ¿En qué está trabajando ahora, ya sea un libro o un documental?

—Ahora estamos con dos documentales sobre el First Folio de Shakespare (1623) de cara al 400º aniversario. Tenemos otros proyectos para en nuestra pequeña productora. He terminado, y envié a mi editor, el manuscrito de mi In the footsteps of Du Fu, que saldrá en otoño; es un libro en el que he integrado fotografías y mapas con la poesía. Es una obra de amor y en realidad no hay otro ningún motivo para escribirla, excepto que, de pronto, algunos editores chinos me persiguen para que fiche por ellos, y eso que aún no han visto el libro. Por otro lado, tengo dos proyectos no terminados: el primero es un libro extenso sobre mi tema académico, que es la historia de Inglaterra en los siglos IX y X, la era de los vikingos; y el segundo, te gustará, es un regreso a Troya —sonrío—. Con los trabajos de Korfmann y otros arqueólogos, y con los grandes descubrimientos en los archivos hititas, por primera vez es posible construir una narrativa a partir de mejores fuentes. Por primera vez. No sé cuándo lo haré, porque me debo a mí mismo acabar el libro sobre la historia anglosajona, pero el equipo de Troya está muy interesado.

Terminamos el encuentro, me firma el ejemplar no venial, nos hacemos la foto de rigor, me despido agradeciéndole el buen rato que hemos tenido; y ya pienso en llegar a casa y ponerme a transcribir la entrevista.

Pues Hislibris Estuvo Allí.

     

6 comentarios en “ENTREVISTA A MICHAEL WOOD

  1. ¡Te felicito otra vez por esta estupenda y completa entrevista Farsalia! Michael parece otro de esos autores majos que le encanta lo que hace y que no duda en extenderse. Me gusta esta nueva línea de Hislibris, las entrevistas aportan mucho al papri. Un saludo!

    1. Farsalia dice:

      Gracias, pasamos muy buen rato y el tiempo cundió. En la medida de lo posible, intentaremos que haya más entrevistas como esta (y la de Janina): extendiéndonos hasta donde el/la autor/a se preste (y el tiempo le asignado lo permita), conversando: dan mucho ju(e)go y son un plus para Hislibris.

  2. hahael dice:

    Estupenda entrevista, Farsalia, de esas que dan ganas de ir corriendo a comprar el libro.

    1. Farsalia dice:

      Gracias, no lo dudes: es una estupenda «introducción» al tema

  3. cavilius dice:

    A este paso, además de página de referencia de reseñas Hislibris va a ser pronto una página de referencia de entrevistas a autores. Este hombre desprende pasión por los temas que trata, desde luego. En breve leeré esta Historia de China.

    1. Farsalia dice:

      Los dioses lo quieran… Es pura pasión por lo que hace, la de este hombre. Y este libro en particular es una buena muestra.

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