ENCUENTROS HEROICOS – Carlos García Gual

ENCUENTROS HEROICOS - Carlos García GualHablar de Carlos García Gual no es nuevo. En Hislibris contamos con una reseña de su libro Historia, novela y tragedia, de su colaboración en las Cinco miradas sobre novela histórica e incluso una entrevista. Es, sin duda, uno de los grandes especialistas en antigüedad clásica y literatura, y ha realizado estudios comparativos sobre novela histórica. Y ahora acaba de publicar un librito absolutamente delicioso y recomendable: Encuentros heroicos. Seis escenas griegas (Fondo de Cultura Económica).

Un libro breve, que se puede leer tranquilamente en una tarde. Tras un primer prólogo en el que se habla de «la lectura de los clásicos y sus ecos», vienen esas seis escenas griegas, seis encuentros:

  • Príamo y Aquiles al final de la Ilíada, con el primero suplicando por el cadáver de Héctor, muerto en combate por el Pelida;
  • Odiseo y su porquerizo Eumeo, cuando el primero regresa a Ítaca tras veinte años de ausencia;
  • Áyax y su esclava Tecmesa, poco antes de que el telamónida se suicide tras su episodio de locura;
  • Jasón y Medea en la corte del rey de la Cólquida, a la que el primero ha acudido para conseguir el fabuloso Vellocino de Oro;
  • Quéreas y Calírroe, los protagonistas de la novela de Caritón de Afrodisia, en la corte del rey Artajarjes II de Persia;
  • y Alejandro Magno ante los árboles proféticos del Sol y de la Luna, en los confines de la India.
  • Seis escenas, a menudo consideradas episodios menores, pero, como dice el autor, seis «escenas muy distintas entre sí, de evidente originalidad y de efectos literarios muy logrados» (p. 9).

    Y, desde luego, lo son: las tres primeras pertenecen a obras de la literatura más clásica (Ilíada, Odisea y el Áyax de Sófocles), mientras que las tres restantes proceden de textos helenísticos o de época tardía (las Argonáuticas de Apolonio de Rodas, la novela de Caritón y Vidas y hazañas de Alejandro Magno del Pseudos Calístenes).

    Momentos, más que escenas, se podría decir. En el que varios personajes de la literatura o la historia antigua se encuentran en un momento clave: así, Príamo y Aquiles se ven por primera vez las caras al final del poema homérico, cuando el rey troyano acude de noche a la tienda de Aquiles para suplicar, de rodillas, por el cuerpo de su amado hijo Héctor. El padre le pide al asesino del hijo el cadáver, recordándole que piense en su propio padre Peleo, ante lo cual, el corazón del héroe se enternece. El vengativo y fiero aqueo accede, la compasión y la magnanimidad salen a la luz. Y ambos hombres, compartiendo una cena, lloran juntos. Un momento de paz en medio de la guerra.

    Del mismo modo suceden las conversaciones de Odiseo, disfrazado de anciano harapiento, con su porquero Eumeo, que no lo reconoce, pero que durante varios días le ofrece su hospitalidad, contándole las miserias actuales de Ítaca y pidiéndole a su huésped que le hable de sus viajes. El buen Eumeo, el esclavo de origen principesco, demuestra ser una rara avis con su hospitalidad, en un mundo en el que los esclavos son apenas cosas, tal y como los oyentes del poema podían entenderlo. O el caso de la esclava Tecmesa, que ama a quien la hizo cautiva, Áyax, al que le suplica que no se mate; la respuesta del héroe, un personaje egoísta para quien su honor está por encima del de la comunidad, es desdeñosa: «piensas como necia si crees que vas a educarme en estos momentos».

    Las otras tres escenas son más tardías en su elaboración: en el texto de Apolunio de Rodas, Jasón seduce a Medea, la hija del rey de Colcos, para que le ayude a conseguir el Vellocino de Oro. Le pone como ejemplo el caso de Teseo ayudado por Ariadna, pero no le dice cual fue el final de esa historia: cómo Teseo abandonó a Ariadna en una isla, tras matar al Minotauro y llevarse a la princesa de Creta. Un final que Medea no conoce pero que, en cierto modo, vivirá pasados los años: Jasón también la abandonará, pero Medea no actuará como Ariadna, sino que su venganza, como bien sabemos, será feroz.

    En el caso de Quéreas y Calírroe, la pareja de enamorados que sufren mil y una aventuras, su encuentro se produce en la corte del rey persa en Babilonia: en medio de un juicio, para ser exactos, en el que Quéreas y Dionisio de Mileto se disputarán la mano de Calírroe. Por último, Alejandro Magno en los confines del mundo, acudiendo a un misterioso oráculo: los árboles del Sol y la Luna, que le comunican que su vida está pronta a concluir, que no regresará al hogar y que no verá a la amada madre. Todo ello provocará las lágrimas del poderoso rey macedonio.

    Seis escenas, pues, seis momentos, seis encuentros. Y, en el fondo, el papel de los dioses en todas y cada una de ellas, tal y como Carlos García Gual desarrolla en el magnífico epílogo del libro, «Si se ausentan los dioses…». Un epílogo en el que el autor remarca que el legado griego no sería el mismo sin la presencia de los dioses y del sentir religioso de los griegos:

    «En nuestro intento de comprender a fondo el arte y la poesía de los griegos debemos atender, para captar su significado cabal, a su profundo sentido religioso, por más que recuperar el sentir religioso y las creencias míticas que en él cobran expresión y vida nos resulte una tarea difícil o intempestiva. El reto verdadero de nuestra lectura del legado antiguo estriba en saber aguzar la mirada para advertir desde nuestra interpretación y actual perspectiva no sólo cuánto hay de familiar y actual en los textos clásicos y las imágenes y el arte de los antiguos, sino también cuánto hay de extraño y diverso, y seductor y vital en su expresión del mundo. Porque en ese contraste entre la familiaridad y la extrañeza, entre el presente y el pasado, podríamos ver la lección más estimulante de nuestras relaciones con el mundo clásico» (pp. 151-152).

    En definitiva, estamos ante un pequeño (gran) libro que se lee con enorme placer en apenas unas horas. Breve pero intenso, con sólidas reflexiones sobre la literatura y los mitos griegos, sobre lo griego en sí. Un libro muy recomendable, pues.

    Encuentros heróicos
    Carlos García Gual
    ISBN: 9788437506296
    160 páginas
    Fondo de Cultura Económica de España, S.L.

    [tags]Encuentros heroicos, Carlos García Gual, héroes, Ayax, Aquiles, Ulises, Ilíada, Odisea, mitología[/tags]

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    18 comentarios en “ENCUENTROS HEROICOS – Carlos García Gual

    1. Vorimir dice:

      SI es tan breve, ¿como dice la ficha que tiene 638 páginas?
      Jejeje.

      He leido algunas cosas del autor y no dudo que este libro estará a la altura.

      Gran reseña Farsalia, se ve que lo disfrutaste.

    2. farsalia dice:

      ¿638 páginas? Ja, al becario de FCE no le han dado vacaciones…

    3. Javi_LR dice:

      Malditos seais. Os leéis hasta los créditos a a primera. A los quince minutos de publicarse. Hislibreños… Arreglado queda.

      Estupendo libro y excelente reseña, Farsalia. En cuanto pueda, volveré por aquí para comentarlo largo y tendido, que me interesa un montón.

    4. Rodrigo dice:

      Suscribo: muy buena reseña.

      El tema me es un poco ajeno, en particular lo relativo a la mitología. Pero siempre es un placer leer cosas de éstas: sobre las fuentes de una tradición literaria y los fundamentos de una identidad cultural -tratándose de lo griego, qué mejor-.

      Anotado el libro, pues.

      Saludos.

    5. Andreas Helmlinger dice:

      «Un libro breve, que se puede leer tranquilamente en una tarde» (son 638 páginas)
      Que envidia la velocidad de lectura que tienes…yo leo apenas 200 palabras por minuto….algún cosejo que me puedan dar, tomar un curso de lectura veloz quizás ? cual ? o estoy jodido ?…

    6. Vorimir dice:

      Andreas, lo que comento fue una errata en la ficha, jejejeje.

      Como podrás ver, tiene 160 páginas.

    7. Andreas Helmlinger dice:

      Eso igual no me alivia….QUIERO LEER MAS RAPIDOOO

    8. richar dice:

      jajaja, me pasa lo mismo, pero me temo que lo suyo es leer cada uno a nuestro ritmo.

      Farsalia, pregunta para los que sólo hemos leído al García Gual en el libro de las cinco miradas, ¿el estilo de este libro es similar?

      Gracias,
      Richar.

    9. Vorimir dice:

      Tuve una asignatura en la carrera (Analisis e interpretación histórica de textos antiguos -dada por Clelia Martínez) que me encantó; leiamos trozos de la Iliada, la Odisea y otras obras las interpretabamos de distintos ángulos.

      De hecho tuve que hacer un trabajo construyendo la «religión homérica» usando como única fuente La Odisea para ver que salía.

      Este tipo de analisis religiosos-mitológicos-sociales siempre me han llamado poderosamente la atención…

    10. farsalia dice:

      Richar dixit y pixit:

      «Farsalia, pregunta para los que sólo hemos leído al García Gual en el libro de las cinco miradas, ¿el estilo de este libro es similar?»

      El estilo es vagamente similar al primero de los dos artículos de García Gual en las Miradas, sin ser tan académico como el segundo (que a mí, particularmente, de ese libro es el que me resultó más denso). Se lee muy bien tumbado a la bartola y con una bebida bien fría al lado.

    11. richar dice:

      Entendido, gracias. Claro, que tumbado a la bartola y con una bebida bien fría al lado se lee bien casi todo :-)

      Saludos,
      Richar.

    12. Javi_LR dice:

      Carlos García Gual es de esos autores que cuando los lees, aparte de lo que puedas aprender, siempre sientes cercanía con su discurso. Tiene un ojo especial para la lectura y un don para aprehender, captar y matizar todo lo que pasa por sus manos en forma de libro.

      El fragmento que transcribes, Farsalia, ese de la ausencia de dioses, es un caballo de batalla que a mí me interesa particularmente. Creo que ya lo hemos hablado en referencia a Hellenikon, incluso en alguna de las reseñas en las que hemos mencionado a Heródoto. El héroe griego es indefinible sin el aparato divino, sin entender su grandeza y centrándose sólo en sus yerros o no comprendiendo la fuerza del destino. Es por esto que Eurípides no gustó demasiado en época clásica, mientras que posteriormente (por eso nos han llegado más obras suyas que del resto), en época helenística y en la actualidad, ha sido el más elogiado, quizá por ser el más moderno y legible. Exceptuando su grandísima Bacantes, las demás tragedias nos muestran personas muy humanas, sin las pasiones extremas propias del héroe y con un aparato divino ya difuminado. Esta percepción de querer mostrar al tipo homérico sin dioses puede bien desembocar en negocios como la Troya de Wolfgang Petersen, cuya mayor crítica, a mi juicio, no ha de hacerse a los cambios argumentales, siempre válidos, sino a la eliminación de los dioses. ¿Quién puede entender en toda su hondura a Aquiles sin comprender que es hijo de Tetis y que su vida ha de ser tan breve como gloriosa?, ¿quién a Agamenón, a su lucha entre sacrificar a su queridísima hija o desobedecer a la diosa y fallar a sus hombres?, ¿quién a Edipo, un juguete en manos de los dioses?, ¿quién a Héctor, que abandona a su familia en pos de una muerte cierta? Y sobre todo, quién podrá entender la Ilíada, que a fin de cuentas es la narración épica de la cólera de un héroe por un quítame allá esa esclava bajo nuestro punto de vista, pero bajo el suyo, motivo suficiente para causar tantos males y precipitar innúmeras almas al Hades.

    13. farsalia dice:

      Interesante reflexión. Estoy de acuerdo contigo en gran parte de lo que dices, si bien creo que hay diferencias entre las grandes tragedias griegas y un producto como Troya: de hecho, en la película, la ausencia de los dioses estaba, dentro de lo que cabe, bastante bien planteada a nivel argumental e incluso visual. La escena de los haces de fuego en la playa, cuando los troyanos envían aquellas ruedas de paja encendidas contra el campamento griego, en cierto modo recuerda el castigo de Apolo tras escuchar las plegarias de Crises; en vez de peste, fuego.

      Por otro lado, es cierto que el héroe griego no puede entenderse sin la presencia de los dioses… pero hasta cierto punto. Ya Sófocles en su Antígona o el Prometeo encadenado de Esquilo muestran al hombre liberado, de alguna manera, del peso de la voluntad divina. El libre albedrío también es algo esencial en el mundo griego: sin él, la filosofía no habría tenido razón de ser, ya desde los presocráticos.

    14. Javi_LR dice:

      Genial, Farsalia. Me encanta el tema, ya lo sabes.

      Bueno, Prometeo no muestra a un hombre exactamente liberado de los dioses, al menos en mi opinión. Es como si decimos que Jesucristo libera al hombre de Dios. Lo que la obra muestra es a un dios liberador de los hombres, que es cosa muy distinta, pero al hacerlo se hace la divinidad muy presente, ¿no crees? En este caso, también el piadoso Hesíodo mostraba a Zeus como benefactor del mundo.

      En cuanto a Antígona, la cosa es peor aún. La heroína no representa la liberalidad precisamente, ni la ausencia de dioses ni la razón (el agón más racional y sofista lo lleva a cabo Creonte y su hijo); muy al contrario, es una vuelta atrás, es un grito en loor de todo lo que es pío y sagrado, es un regreso a la tradición.

      El peso, pues, de los dioses en esas dos obras es enorme.

      En cuanto al libre albedrío, el griego se sentía responsable de sus actos siempre, incluso de lo que no había hecho con intención o a nuestros ojos era responsabilidad de un tercero (recuerda a Edipo). Por eso el destino se escapaba de sus manos. La libertad de Edipo es evidente: él elige el camino aunque sea empujado por los dioses. Si no hubiera sido así, si se hubiese sentido cautivo y no hubiera luchado, se habría quedado en Corinto para enfrentarse con el oráculo, aceptándolo. La ironía trágica, que llaman. Edipo tiene, pues, libre albedrío, porque… ¿qué mayor libertad puede haber que la de escapar del hogar, de la responsabilidad filial y regia y huir de los dioses? En cuanto a la filosofía, ¿a cuál te refieres? Los presocráticos eran filósofos y dieron un salto gigantesco, pero aún estaban anclados en esa mentalidad griega. Acaso te refieras ya a la época de los sofistas y de Sócrates, cuando sí que se iniciaba lo que creo que haces referencia. Pero esa ya no es la Atenas de Sófocles ni de Esquilo, sino la de Eurípides. Y recuerda (Sócrates da fe de ello) lo que chocaba aún esa mentalidad para muchos.

      En cuanto a la Troya de Wolfgang Petersen: a mí me seguían quedando mal atadas ciertas motivaciones, Farsalia. Sobre todo y ante todas: lo que rodea a Helena y a Paris, que se quedaba con menos fuerza que el cuesco de un aristócrata francés en el Palacio de Versalles. Algo fundamental en la Ilíada es el comprobar como el campo de batalla es un tablero para los dioses (En el Mundodisco de Terry Pratchett, creo recordar que en el libro de El color de la magia, hay un divertido tributo de todo esto, y dile tú a Rincewind si no tiene libre albedrío) y el rapto de la hija de Leda una disputa divina. Es imposible contemplar a Helena sin comprender que es un juguete roto en manos de Afrodita (compárese esta percepción con la del enamoramiento) y a Paris sin entender la soberbia y el capricho que nace del hecho de ser un “nuevo” príncipe que le ha tocado lidiar con las tres diosas más poderosas, teniéndolas a su merced durante un tiempo. Por supuesto, si esto no se muestra o no se ve, de héroes pasan a ser villanos, con motivaciones más prosaicas. Por ejemplo, Helena puede parecer una fresca y Paris un caprichoso cobarde sin nada de grandeza, cuando en realidad la tenía.

    15. farsalia dice:

      Jejeje, bueno, la comparación entre Prometeo y Jesucristo me parece algo forzada. La esencia del Prometeo encadenado es que el hombre alcanza su mayoría de edad, algo forzada, si cabe, pero a fin de cuentas consigue escapar de la voluntad de los dioses. Cierto es que, a cambio, Prometeo, el amigo del hombre, paga el pato. E incluso en el mito de Pandora, a pesar de los designios divinos, el hombre decide, para bien o para mal, y se queda con la esperanza.

      Antígona se rebela, lo paga con su vida, pero niega la mayor, desafía la ley de Creonte y se convierte en una heroína muy humana. De hecho, los dioses observan y dejan hacer, como hicieron con su padre Edipo. Siempre pudo elegir Edipo qué hacer y por ello apechugó, por decirlo lisa y llanamente, con las consecuencias. Con ello no quiero decir que el hombre pase de la voluntad divina, pero no se niega a desafiarla cuando así lo cree oportuno. Este podría ser, en cierto modo, uno de los grandes temas de la mitología griega: la rebelión constante del hombre contra los dioses, la búsqueda de la razón, la conquista de su libre albedrío. Una lucha con éxitos y con fracasos.

      Respecto a la filosofía,el camino se inicia con los presocráticos, la época axial (siglo VI), no en balde en un momento en el que surgen las religiones y las concepciones filosóficas en las que el hombre tiene mucho que ver en toda Asia (zoroastrismo, budismo, confucianismo, etc.). Y que se afianza en los siglos V y IV. Por supuesto que lo que llamas mentalidad griega impregna al hombre de la época, pero estaría por ver qué entendemos pues por mentalidad griega, claro… ¿después de la Ilíada ya no hay mentalidad griega?

      No olvidemos, respecto a Troya que se trata de una película, un producto al más puro estilo Hollywood, que condensa de una manera pésima la cuestión troyana. No le pidamos peras al olmo.Yo le pedía algo de rigor, un buen guión, pues otra cosa mejorable no tenían a su disposición: toda una historia fascinante. Entiendo que quitaran a los dioses de en medio, pero que destrozaran una historia que sin dioses puede explicarse perfectamente, con un cúmulo de despropósitos, uno detrás de otro, eso sí que no tiene perdón de Zeus…

    16. Javi_LR dice:

      ¿Nadie más se anima? Esto va a parecer el Conde Godó, Farsalia. ¡Y Cavilius de vacaciones!
      Cuando se habla de la sociedad griega, uno corre el peligro de generalizar y caer en tópicos; siento si ha parecido así. Ni todos los griegos eran irracionales ni eran el súmum de la razón; los había piadosos, los había cínicos, los había escépticos… Simplemente, entre todos ellos, en su conciencia colectiva, crearon un mundo enriquecido por sus experiencias, su legado cultural y sus contactos con otras culturas. Escuché una vez a Alberto Bernabé decir que en la religión de la Ilíada no aparecían ni Perséfone ni Deméter, por ejemplo, que no había sitio para los dioses más rurales, más villanos, más apegados al día a día, siendo como eran tan importantes. Y tenía razón. George Jünger, sin embargo, defendía esta opción: venía a decir que si alguien nos ha legado un universo tan bello y tan luminoso, tan especial como lo que sobresale en Grecia (él se refería a los dioses olímpicos), a qué no aprovecharlo y cantarlo.
      Veamos. Lo que dices de Prometeo no quita para que siga resultando una obra llena de dioses y de mitos. Me explico: Esquilo muestra la ¿emancipación? del hombre a través de un dios redentor. De ahí el parecido con Jesucristo, aunque parezca forzado y haya mil diferencias. Como es obvio, en todo esto hay mucho aparato divino. Además, la mayoría de edad, como dices, la alcanza a través de un mito. No hay evolución natural, precisamente, sino la acción de los dioses. Ellos nos dan, pero también nos pueden quitar.
      Lo que señalas de Antígona, Farsalia: es una heroína, sí, de carne y hueso, pero no es una humana al uso, hombre, no tiene la complejidad psicológica de los personajes de Eurípides ni de lejos: Antígona es un muro. ¿Qué es contra lo que se rebela? Pues contra la leyes de los hombres, no contra las divinas. Muy al contrario de parecer racional, reaviva antiguas liturgias más piadosas y vuelve hacia la tradición. ¿Tú crees que alguien racional y liberado del aparato divino monta ese pitote por un poco de tierra sobre un cuerpo y por no seguir los ritos? En cuanto a lo que comentas de Edipo, no dices nada que yo no diga antes. El hombre griego es libre para tomar sus decisiones. Eso lo sabían y se lee, como ya señalé, en la obra de Heródoto de manera nítida, creo. Pero el aparato divino y el destino seguían estando ahí.
      En torno al nacimiento de la filosofía, hasta donde llego, es obvio que nace con los físicos, pero estos aún andaban buscando el arjé de manera primitiva. ¿Un gran salto? Sin duda, sobre todo por la capacidad de contemplación y de abstracción. Pero andaban aún más próximos al mythos que al logos. No obstante, soy un completo lego en filosofía y mi opinión es bastante pobre al respecto.

    17. Valeria dice:

      Sigan, caballeros, sigan, que algunos espectadores seguimos el partido con muchísima atención, aunque sea leyendo a escondidas a ratos.

    18. farsalia dice:

      ¿Un mano a mano? Jejeje

      Hasta cierto punto, es lógico que las deidades rurales no aparezcan en la Ilíada: no tienen cabida en un poema épico y bélico. Por otro lado, no olvidemos que el poema homérico, si acaso pergeñado en el siglo VIII a.e.v., se reelabora constantemente en las siguientes centurias. En la Atenas pisistrátida aparece ya una versión oficial, que posiblemente no sea la última. En ese largo camino, el peso de la filosofía, opino, de algún modo tuvo su espacio en el poema: es un poema con dioses protagonistas, pero también con hombres, con sus luchas internas, sus miedos y sus anhelos.

      Veo el papel de los dioses tanto en el Prometeo como en Antígona, pero veo sobre todo la voluntad humana, las pasiones de los hombres y mujeres. Son obras muy de su época, el siglo V, y se nota: el hombre deja ya a a los dioses en un lugar separado de los asuntos humanos, alcanza su mayoría de edad. Y sí, Antígona se rebela contra las leyes humanas, no podía ser menos, es Creonte quien ha condenado la memoria de su hermano tras la guerra civil. Nicole Loraux ha tratado el tema de la guerra civil y del olvido en dos de sus obras, Antígona forma parte de un referente ya antropomorfo y antropológico, si se me permite el juego de palabras. Asuntos humanos, en los que los dioses ya no actúan, si acaso miran como espectadores desde la barrera.

      Creo que la dicotomía mythos 7 logos se había resuelto bastante antes de Sócrates y Platón. Que. no obstante, en el caso del primero, sigue estando presente la cuestión divina, no en balde uno de las causas por las que fue acusado fue la impiedad… pero no olvidemos, tampoco, que se trata de un juicio en términos políticos, sobre todo.

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