EL VIAJE DE ARTEMIDORO – Luciano Canfora
«El periplo del mar que está delimitado por el estrecho de Heracles y la correspondiente medición los llevó a cabo, en los once libros, con el cuidado necesario, de modo que compuso el periplo más claro y más preciso del mar interior».
Marciano de Heraclea, EpÃtome de Menipo, Introducción.
Investigar la Historia es una aventura apasionante, por los peligros que encierra y por las maravillas que permite descubrir. Tratar de reconstruir el pasado supone, en efecto, un alto grado de complejidad y de riesgo, y requiere un considerable nivel de librepensamiento y de responsabilidad, y también de ausencia de prejuicios. Porque el resultado de esa labor es la obtención de una pieza a colocar en el gran puzzle que es la Historia de la Humanidad, del que por desgracia no tenemos todas las piezas.
Está claro que la existencia de algún testimonio escrito sobre una época determinada ayuda en la investigación. Disponer de una obra o un fragmento que alguien escribiera en algún momento es al menos un comienzo para la investigación histórica. Lo mismo cabe decir de los hallazgos arqueológicos. El problema puede venir cuando tenemos varios testimonios que no dicen lo mismo o incluso que se contradicen. En tal caso el historiador ha de decidir y optar por uno u otra versión, y en su decisión ha de ser consciente de que su palabra irá a parar a los libros de texto y será una piedra más en ese monumento en ruinas que es la Historia del hombre. También puede quedarse en la indeterminación, y de hecho asà sucede muchas veces, en las que los testimonios que nos brindan los textos antiguos o las excavaciones arqueológicas no se consideran suficientes para reconstruir el pasado. Pero la indecisión es un camino poco atractivo y el ser humano está habituado al riesgo, a la participación y al partidismo, de modo que son habituales los veredictos del tipo «todo indica que tal cosa fue asà hasta que no se demuestre lo contrario». Y si no se demuestra lo contrario estos veredictos se hacen añejos y sólidos con el paso del tiempo, hasta verse convertidos, tácita y subrepticiamente, en juicios del tipo «tal cosa fue asû. Es una transformación involuntaria, que se produce de manera casi automática con el propio transcurrir del tiempo y que sin duda encuentra un buen apoyo en la propia naturaleza del ser humano, quien, si por un lado está hecho al riesgo, por otro busca seguridad en lo que hace y en lo que dice, en lo que sabe y en lo que no sabe, seguridad que sólo obtiene si está en posesión de la verdad. El mismo argumento sirve para las encuestas: el «sû y el «no» siempre permiten avanzar en algún sentido, el «no sabe/no contesta» nunca aporta nada. El avance, el progreso, la ciencia, dependen de afirmaciones y negaciones, mejor o peor fundadas, en pos de alcanzar la verdad, pero rara vez dependen de incertidumbres. En eso consiste el juego del conocimiento, el juego del saber, el juego de la vida.
El ensayo El viaje de Artemidoro es una investigación del tipo que acabo de describir. Una investigación a contracorriente, porque se opone a un cierto consenso general sobre el tema tratado, que no es otro que lo que Artemidoro escribió o dejó de escribir hace más de 2000 años. Artemidoro de Éfeso fue un geógrafo que vivió hacia los siglos II y I a.C. y que escribió una obra en once volúmenes sobre las tierras que rodean el «mar interior», el Mediterráneo. No se conserva nada de tan magno trabajo; en palabras del autor del ensayo, Luciano Canfora, «la obra del mayor geógrafo griego anterior a Tolomeo fue casi totalmente engullida por la destructividad de la transmisión de los textos. Conseguimos hacernos una idea de ella únicamente porque acabó, ‘metabolizada’, en la GeografÃa de Estrabón, como alimento de aquel detallado compendio». AsÃ, salvo referencias implÃcitas y explÃcitas de otros autores, nada queda de lo escrito por Artemidoro; nada… salvo un papiro encontrado no hace muchos años, correspondiente a un fragmento de la obra en el que el geógrafo efesio se refiere a Iberia, entre otras cosas. Dicho fragmento, exhibido urbi et orbe como «el papiro de Artemidoro», ha dado origen a una discusión apasionada acerca de su autenticidad. Y de eso trata el libro de Canfora, quien encabeza la lista de los que niegan la autorÃa efesia del papiro. Y no solo la niega sino que sabe quién es el verdadero autor.
El tema del papiro de Artemidoro ya habÃa sido tocado anteriormente en Hislibris; ahora es el ensayo de un italiano el que nos lo trae a escena. Luciano Canfora, filólogo clásico, historiador y casi podrÃamos decir que polemista por vocación, siempre ha gustado de (o las circunstancias le han llevado a) ver lo que otros no han visto y recorrer caminos cuya existencia la mayorÃa no han sospechado. Con razón o sin ella, ciertamente. Su obrita El misterio de TucÃdides es un claro ejemplo de este caminar con el viento en contra; en ella Canfora iba dando retazos de su investigación, a modo de juego de pistas, que conducÃan finalmente a una conclusión desafiante. En El viaje de Artemidoro el objetivo es el mismo pero no la manera en que Canfora plantea el recorrido hasta el mismo. En este ensayo pueden distinguirse claramente dos partes: la una localizada en el mundo antiguo, podrÃamos decir, y la otra en el moderno. En la primera Canfora se dedica a analizar las obras de otros geógrafos posteriores a Artemidoro (Marciano de Heraclea y Estrabón sobre todo) en aquellos fragmentos donde aluden a la obra de Artemidoro, ya sea abiertamente o de manera encubierta. Canfora analiza de manera minuciosa esos textos tratando de encontrar (y encontrando) errores de interpretación sobre el trabajo del geógrafo efesio, o bien falsedades acerca del viaje que hizo. El autor hace gala de su enorme erudición y habilidad para leer e interpretar los textos de los clásicos, descubriendo confusiones en las que cayeron (por ejemplo cuando algún autor ha creÃdo conocer la obra auténtica de Artemidoro cuando en realidad se trataba de un epÃtome o el epÃtome de un epÃtome) y reconstruyendo el viaje que hizo el geógrafo efesio por las tierras que rodean el «mar interior».
La segunda parte del ensayo se centra en Constantinos Simonidis. Este griego vivió en el siglo XIX y al parecer dedicó su vida a hacer falsificaciones de documentos antiguos. Recorrió toda Europa presentando sus hallazgos, y en unos lugares era desenmascarado y en otros creÃdo con reservas. El eminente Alexander Von Humboldt, geógrafo y explorador, contemporáneo de Simonidis, conocido como «el Aristóteles alemán», dijo que «hacer conjeturas sobre él es un nuevo nudo gordiano en resumidas cuentas irresoluble». El historiador suizo Jacob Burckhardt, también contemporáneo aunque algo posterior, dijo en una conferencia: «Las falsificaciones no siempre deben achacarse a una mera sed de lucro; existen personas que se sienten virtualmente llevadas, empujadas por un irresistible impulso interior, y que desarrollan un admirable virtuosismo en las actividades en cuestión. Hace veinte o treinta años, un griego, Simonidis, consiguió falsificar nada menos que la obra completa de un antiguo escritor griego, y publicarla como auténtica». Y efectivamente, Simonidis habÃa, cuando menos, sembrado la duda en toda la Europa erudita acerca de los textos que él mismo presentaba como válidos, hasta el punto de haber creado de la nada la obra de un griego ficticio llamado Uranios, que todos aceptaron como auténtica.
En dos ámbitos puede moverse un falsificador de documentos: falseando algo que ya existe o bien aprovechando lagunas para llenarlas con textos falsos. Canfora no presta atención al primero (pues es fácil desenmascarar a quien trata de plagiar o falsear algo ya existente, cosa que el lector podrá comprobar sin demasiado esfuerzo si investiga el claro plagio que suponen los dos primeros párrafos de esta misma reseña) y se centra en el segundo ámbito («llenar un vacÃo es el primum movens para cualquier falsario»), en el cual se movió Simonidis con comodidad y habilidad increÃbles. Es lo que sucede con el «papiro de Artemidoro», según Canfora. En este caso el hallazgo de Simonidis no fue otro que el percartarse de que nada quedaba de la obra del geógrafo, de que habÃa un vacÃo con respecto a sus escritos. De modo que los creó él mismo. En otras palabras: el famoso «papiro de Artemidoro» mencionado antes es obra del griego falsario y no del geógrafo efesio. Canfora analiza detalles caligráficos (el modo de abreviar la palabra griega estadio, por ejemplo), lingüÃsticos e incluso de utilización de palabras (detecta palabras de uso moderno -del siglo XIX- que un griego de hace 2000 años jamás habrÃa utilizado), y concluye sin lugar a dudas que el papiro es falso.
El ensayo no supone una lectura cómoda por las continuas referencias a textos antiguos que la mayor parte de los mortales desconocemos, y por las argumentaciones, en algunas ocasiones difÃciles de seguir. Sà se aprecia frescura en el estilo pese a la erudición, pero repito que el texto no goza de la agilidad que sà tienen otros trabajos de Canfora, como el ya mencionado sobre TucÃdides, su Aproximación a la historia griega (Alianza Editorial), La biblioteca desaparecida (Editorial Trea) o Una profesión peligrosa (Anagrama). Sin embargo quienes tengan interés en el tema, quienes quieran conocer la versión «falsaria» del papiro de Artemidoro o simplemente quienes se interesen por la investigación histórica pura y dura, esta es una obra que no pueden dejar de leer.
[tags]Viaje, Artemidoro, Luciano Canfora[/tags]
Ayuda a mantener Hislibris comprando EL VIAJE DE ARTEMIDORO en La Casa del Libro.
Â
Si que ha dado juego el famoso papiro…La verdad no me termina de resultar interesante una cuestión, en principio, tan arida.
Con lo del puzzle pensé que me daba una paramnesia de esas, pero ahora me quedo más tranquila si en realidad era sólo una falsificación.
De Canfora sólo he leÃdo el de Julio César y me gustó mucho. Este tipo de lectura la acometerÃa a modo de «divertimento» si se recomendase como una lectura cómoda, cosa que el insigne reseñador no hace. Supongo que para cualquier investigador la duda debe formar parte de su metodologÃa diaria y un sanÃsimo ejercicio para la mente.
Entretenida y didáctica reseña Cavilius. Me ha gustado el discurrir sobre la labor del historiador y además no conocÃa mucho de lo que has explicado.
Enhorabuena.
Anda, si aún no me habÃa pasado por esta reseña (que resulta que es mÃa)…
El tema a mà tampoco me interesaba especialmente, pero sà el autor, de quien llevo leÃdas varias cosas y todas me han parecido entretenidas. Este libro (que no es el único que tiene sobre el tema del papiro) sà que es algo dificultoso, la verdad, y requiere una lectura reposada. Con ese requisito, el libro deviene apasionante.
Instructiva reseña amigo Cavilius, no sabÃa nada sobre el papiro de Artemidoro pero si como dices es una falsificación no me hace mucha ilusión la lectura de este libro.
Tendré que hacerme con algo de L. Canfora.
Que sea una falsificación es la opinión de Canfora pero el asunto está abierto. Si el papiro fuera verdadero el autor no habrÃa escrito el libro, asà que si no lo lees porque el papiro es falso el autor se va a quedar con tres palmos de narices.
Esos tres libros que cito al final de la reseña son buenas lecturas para conocer el estilo de Canfora, y no son tan enrevesadas como este sobre Artemidoro.