EL VELLOCINO DE ORO – Robert Graves

EL VELLOCINO DE ORO, Robert GravesDiríase de aquel que se conmueve con lo que le rodea que, en verdad, es capaz de hacer conmover al prójimo. Leeríanse sus líneas con un deleite especial, con el mismo con el que aquél contemplaba un naranjo en flor colgado de un acantilado frente al Mediterráneo; disfrutaríase, pues, su obra, así como él disfrutaba de lo que obraba. Robert Graves, en efecto, era un alma sensible a lo que le rodeaba. Y de un intelecto tal que nos lo ha transmitido con enorme belleza.

De Robert Graves ya hemos hablado mucho, de su figura como poeta, novelista y autor de ensayos. Debía de sentir una verdadera pasión por el mundo que le rodeaba, una pasión que observaba a través de sus sentidos y que plasmaba en sus escritos. Solo de esta forma se explica la manera tan evocativa, sensible y bella con la que trataba sus trabajos. Todo este sentimiento unido a una indudable sabiduría, gusto estético y viva inteligencia.

El vellocino de oro, que es en cuestión de lo que quiero hablar, resulta ser una novela mitológica primorosa; si cayese en categorías, diría que la mejor que he leído jamás de ese género. Hablando de cajoncitos de la mente: puede que no tenga el calado que a las adaptaciones mitológicas dio el romanticismo alemán ni la contemporánea Christa Wolf; tampoco la tensión aventurera de algunas novelas hechas a tal efecto, como la Troya de Haefs, ni el rigor histórico de otras, como Layos de Josep Asensi; ni siquiera posee la fantasía apabullante de Javier Negrete. Pero resulta, como decía, primorosa. Primorosa por su concepción poética.

El vellocino de oro en los mitos griegos era la piel de cierto carnero que años antes salvara a Frixo y Hele de los celos de su madrastra Ino y que estaba custodiado en la Cóquide, región situada en el final del Mar Negro a ojos de un griego (actual Georgia), en el reino de Eetes, padre de Medea y hermano de Circe y Pasífae, y guardada por un temible dragón. Años más tarde, Jasón sería el encargado de encontrarlo y traerlo a Yolco, ciudad en la que gobernaba el tío de éste, Pelías, que temía que el joven quisiera recuperar el trono que por derecho le correspondía y le mandó esa arriesgada empresa con la confianza de que nunca volviera.

La aventura de los argonautas que así nace es la aprovechada por Graves para recrear todas sus conjeturas acerca de aquella etapa de la historia helena. Más allá de aciertos y atrevimientos históricos, el resultado es un libro excepcionalmente lírico, rico en matices y caricaturizado a veces (la figura de Hércules lo atestigua). Allí donde Mary Renault pinta en sus novelas frescos cretenses, Robert Graves los dibuja neolíticos, modela figuras pelasgas, construye palacios micénicos, crea matriarcados que probablemente nunca existieron e insufla a la obra de una vida interna bien articulada y clara gracias a su habilidad narrativa y a su pasión poética. Las descripciones de los pueblos por donde pasará la expedición y las aventuras a las que se verán abocados son clara muestra de su talento como escritor.

Algo a mi juicio difícil de tratar en este tipo de novelas es el aparato divino. Sin él el mito se diluye y con él no haces historia, pudiendo caer incluso en el género fantástico o, lo que es peor, en una copia o en un epítome de los clásicos, como en este caso lo sería de Las Argonáuticas de Apolonio de Rodas. Sin dioses, se humaniza la acción y las motivaciones son más terrenales. Es lo que elige Graves. Pero lo hace con tanta fuerza e introduce tanta superchería, superstición y costumbre que el aspecto mítico se ve reforzado. Además, pese a la intención del autor, eminentemente histórica, y casi sin quererlo, ahonda en el mito y lo reinventa.

Solo me queda recordar a aquellos que se acerquen a Graves como historiador que se anden con cuidado y que disfruten del libro sin pensar en él con rigurosidad. Las suyas son hipótesis muy interesantes debido a su genio, pero alejadas de cualquier certeza. No obstante, aquel que busque historicidad en el género novelesco, anda desencaminado, pues no es su fin.

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23 comentarios en “EL VELLOCINO DE ORO – Robert Graves

  1. Vorimir dice:

    Uno de mis libros favoritos.
    Gran reseña Javi.

  2. Incitatus dice:

    Lo leí hace tiempo y lo disfruté bastante, aunque tampoco me pareció lo mejor de Graves. De este autor el que más disfruté aunque me costó sangre, sudor y lágrimas terminarlo fue el de los mitos griegos.

  3. Balbo dice:

    Gracias Javi, por recordarme a Graves. Fue mediante este libro por el que conoci a este genio. Luego siguieron otros, pero este en concreto siempre ha tenido su lugar favorito en mi biblioteca. Gracias por la reseña y por los recuerdos.
    Felicidades.

  4. cavilius dice:

    Lo leí hace muuuuchos años (quizá sobre alguna «u») y sí, guardo un muy buen recuerdo del libro. Y, como dice Javi, es una novela que hay que leer sin prejuicios ni apriorismos históricos.

    Muy cuco lo de Cóquide.

    Saludos.

  5. farsalia dice:

    Gran novela de Graves (como tantas otras que escribió). Qué más se puede decir…

  6. Lauso dice:

    Excelente la reseña de Javi_LR, no he leido la novela pero si otras de Graves (leido y releido) y es uno de mis autores consentidos, haré un esfuerzo por adquirirla y leerla cuanto antes pues la reseña me parece una gran invitación.
    Me gusto mucho el Conde Belisario, la recomiendo.

    Saludos
    Desde el país de los árboles

  7. JJSala dice:

    O.K. Javi. Al igual que Cavilius la leí hace muchos años y tengo un buen recuerdo de la misma.

    Excelente y culta reseña la tuya.

    Salud

  8. Pilar Alonso dice:

    Yo me lo compré el otro día y aún no lo he leído. Pero el tema me llama muchísimo la atención y tu reseña no ha hecho sino avivarla.

    Gracias Javi.

  9. Antonio Penadés dice:

    Qué pasada de reseña, Javi (sobre todo el primer párrafo, que es sublime). Creo que todos coincidimos contigo, pero claro, no es fácil exponer las ideas así de bien.

    Es cierto también lo de la faltas de rigor histórico que a veces comete Graves; pero bueno, a él se le perdona todo…

    Muy buena también la ilustración de la cabecera. ¿Se sabe de quién es esa pintura?

  10. Vorimir dice:

    Pese a su particular visión del mundo «proto-histórico griego» con sus tribus, cultos y matriarcados, se puede decir que ese universo propio encajaba como un guante en esta novela y durante su lectura poco importaba hasta creer que las cosas en la antigua Grecia estuvieron llenas de sacerdotisas y tribus de guerreros con animales totémicos. Si dejamos al lado la validez histórica de sus teorias sobre la Grecia neolítica y de la edad d elos metales, su universo poseía una gran coherencia interna.

  11. Nuruialwen dice:

    La pintura de la imagen de la cabecera es de Herbert James Draper, y el cuadro es, como ya imaginas, «El vellocino de oro»; en esta web aparece con alguna más de sus obras.

    Un saludo fuerte, Antonio.

    Y aprovecho para no llevar la contraria y felicitar al reseñador.

  12. Ariodante dice:

    Javi, por esta reseña te perdono tus olvidos…¡Qué gran reseña y qué maravilla de novela! Como Cavi, la leí hace muuuuchos años, probablemente algunos más que Cavi, pero sigo recordándola, como todo lo que he leído de Graves, como una interesantísima y atrayente novela mitológica. Yo nunca he buscado historia en Graves. He buscado buena literatura. Hasta cuando habla de T.E. Lawrence me gusta Graves. Cuando estuve en Deiá, el pueblecito mallorquín donde vivió muchos años, casi esperaa encontrármelo a la vuelta de un recodo; y alli se respiraba el Mediterráneo que Graves ha rerpoducido en sus libros.
    En fin, enhorabuena, querido Javi. Que sigas teniendo tiempo para reseñar estas joyitas y otras más.

  13. Julio dice:

    Que hermosa reseña Javi, vaya que traes sangre de poeta, como diría Nietszche «Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti»…Me da enorme gusto ver que Hislibris cada día se transforma de un sitio donde compartíamos impresiones a un sitio de reflexión y, sin duda, de creatividad literaria, felicidades!!

    Julio

  14. Javi_LR dice:

    ¿Olvidos? Que no, mujer, que no son olvidos. Es el dichoso Crono, Ariodante, que no le estiro ni el pulgar. Tampoco andaba muy sobrado para revisar esta reseña, pero… es que andáis algo flojeras los demás.

    Julio, no me olvidaré jamás de que mi primera visita a Hislibris fue en tu escrito acerca de Yo, Claudio. Allí conocí a Antonio Penadés (a la vista está, un buen amigo), al Richar y a otros hislibreños a los que aprecio un montón. Por cierto, me encanta la cita que has puesto; ojalá fuera cierta.

    Cavi, ha quedado tan mono, tan mono, que no lo pienso cambiar. Así se queda, Ascanios mediante.

    Por lo demás, coincido con la visión de Vorimir y con ese gran título que nos trae Lauso: el Conde Belisario es una gran joya de la novela histórica.

  15. Laurence dice:

    Preciosa reseña. Ya me tentaste con «Medea» y ahora con este título que, la verdad, la vez que lo ví no terminó de llamarme la atención (cosas de la edad, o de haber comprado varios seguidos de Graves, quién sabe)

    Así que, muchas gracias por haberme traído este libro (que va a la lista de pendientes, of course) y haber disfrutado con la reseña.

    Saludos.

    P.D.: no se yo si es muy cuco o mono lo de la Cóquide, eh? Dando por sentado que eres un experto heleno, y que yo no llego ni a la entidad de aficionada, me has hecho dudar y todo!!!! ¬¬

  16. Ariodante dice:

    Javi: te voy a regalar un reloj…de arena, que queda más nostálgico. Y te llamaré El hombre de la Arena, en recuerdo a Hoffmann. Además puedes incluso manipularlo para que la arena dure más, jajaja. Aunque a Cronos no le engañarías, me temo, el día seguirá teniendo veinticuatro horas que pasan volando…De todas formas, cuando uno no da abasto, debería recurrir a que alguien le ayudara…¿o también tus ayudantes tienen el mismito problema que tu? …Es lo que me temo.

  17. Josep, el broncíneo sin broncear, dice:

    Como ya dije en su momento en LR, uno de los mayores méritos de este libro es fusionar enfoques distintos de la mitología sin que resulten incompatibles entre sí, y presentarnos la obsesión primo-matriarcal de Graves en un contexto donde no choca (ni molesta) con una visión clásica (espíritus inquietos, héroes que pueden ver las almas) y otras interpretaciones más evemeristas (semidioses como producto de la hierogamia, tótemes tribales con sátiros como “clan de los hombres cabra” y centauros como “clan de los hombres caballo”, los toros de fuego de la Cólquide, etc). No es sencillo hacer algo así, y la novela mitológica puede convertirse fácilmente en una narración “canónica” (Eurípides tenía razón, y punto), esotérica (con los consabidos secretos “de boca a oído”), especulativa (¿y si…?) o descreída (mito = historia, y al que me meta un dios de por medio le suelto una chufa).
    Aunque yo soy de los «descreídos» (qué le voy a hacer), disfruté enormemente con «el vellocino». Poco importa que las «oleadas» de griegos y su relación con los «pelasgos» no coincida con otros autores más ortodoxos: tal vez sean ellos los equivocados. Tampoco me molestó, en este ámbito, el matriarcado neolítico (no tan lejano en el tiempo, en caso de haber existido alguna vez); el propio Graves patinó espectaculramente al alargarlo hasta el cambio de era con «Rey Jesús», donde chirriaba horriblemente, pero aquí no resultaba incómodo. La intencionada ucronía/utopía de las manzanas de oro de las hespérides metamorfoseadas en naranjas de Cala Deià, con el dionisíaco final sacrificial del joven (ahora viejo) piloto, es realmente cautivador. Y qué decir de ese largo final, con la historia del triste destino de los argonautas, uno a uno víctimas de la desgracia.
    Graves ha conseguido un texto que puede ser leído por todo tipo de públicos, y que gustará a la mayor parte de ellos. Al menos, a mí me gustó.
    He dicho.

  18. Vorimir dice:

    Y ahora que estoy leyendo «Yo, Claudio» más ganas me van entrando de releer este grandísmo libro y volver a disfrutarlo.

  19. Antonio Penadés dice:

    Es cierto, Javi. Hace ya 3 años de aquella reseña de Julio, que por cierto era magnífica.

    Si se tiene ocasión, recomiendo leer a Graves en su idioma original. No hace falta tener un nivel altísimo de inglés (yo no lo tengo) para disfrutar de su prosa, porque él escribía de forma muy sencilla y clara. Algo que, en contra de lo que algunos creen, es muy muy difícil.

  20. Ascanio dice:

    Cierto, Antonio, y además suele ocurrir que las más bellas obras de la literatura están escritas con un lenguaje sencillo; y lograr que algo tan aparentemente sencillo sea una lectura deliciosa debe ser francamente difícil.
    Me viene a la mente una novela que he leído hace poco, «La mujer de Andros», de Thornton Wilder, donde la sencillez se tranforma en exquisitez.

  21. Julio dice:

    Hombre gracias Antonio y más viniendo de un escritor reconocido como tu…me acabas de hacer el día!!

    Saludos

    Julio

  22. iñigo dice:

    Recién leída en vacaciones… una gozada. Agil, entretenida. Un auténtico gustazo.

  23. barbara mendez casariego dice:

    Lo lei.como lei mucho durante 30años sobre el tema.El Matriarcado Si existio miles de años antes que ingresara la androginia guerrera.asi lo evidencia la arqueologia. Y antropologia .

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