EL SECRETO DE NICEA – Francisco Gijón
Por todos es sabida la finalidad de una reseña: dejar un pequeño resumen de un libro y compartirlo con los demás. Pero no es tan simple.
Sin querer (o queriendo) criticamos su lenguaje y estilo, echando mano de los conocimientos y gustos literarios; su veracidad, si nos fijamos en el aspecto histórico, con argumentos e información; la presentación de la obra, si el reseñador es de esos manÃacos que olfatean los libros; la trama, si entretiene o engancha; el tema, si pudiera originar algún debate o ampliarse con los comentarios; la biografÃa del autor, la novedad del estreno, la reafirmación de una carrera consolidada…
Y todos esos aspectos al final componen el cuadro del recuerdo que dejó en el lector para bien o para mal. Siempre se deja una valoración personal implÃcita o clara, un deseo de transmitir las sensaciones que han ido surgiendo en esos ratos en los que se pasea la vista página tras página.
¿A qué viene semejante comienzo? Primero, a resaltar la opinión absolutamente personal e intransferible de ésta que suscribe, que es la que hay, se pueda compartir o no. Segundo, pedir disculpas por la extensión y las demasiadas citas textuales que contiene. Tercero, al hecho de que El secreto de Nicea se me ha antojado una matrioska, esas muñecas rusas que contienen otra y otra, todas distintas. Al final, hay que separarlas para verlas y distinguirlas y eso es lo que intentaré hacer con esta reseña, lo que obliga a esquematizarla más de lo que querrÃa por aquello de la estética, pero serÃa insuficiente con un simple punto y aparte.
*Antes de nada, el envoltorio. Me sorprendió que una portada de agradable diseño, en serenos amarillos y verdes, con tapa dura, envolviera un texto poco cuidado, donde los capÃtulos y las letras se juntan como si se tratara de una maqueta o unos apuntes, escasez de márgenes, sin separación de párrafos… No llego a olerlos, pero reconozco que el que sean bien presentados, casi con mimo, es un punto que me gusta disfrutar en los libros.
*Los personajes: el protagonista no es un santo ni un malvado, pero tiene esa confianza que contagia la cercanÃa de la muerte, la evolución con el paso del tiempo y la mirada con la que juzga a los que le rodean juegan como pretexto bien llevado para ofrecer un variado desfile de figuras ya conocidas, unas históricas, otras inventadas, pero igualmente interesantes.
* La trama: El anciano Claudio recibe unas cartas que su compañero de infancia y juventud, Atilio, le escribe en las puertas de pasar a mejor vida. En ellas, no sólo se reflejará la historia más reciente de Roma, que no tendrÃa nada novedoso por archirepetida, pero sà lo son las reflexiones que el filósofo comparte con su augusto amigo. Vienen a ser el sereno juicio de quien, sin ser romano, pudo estar cerca de todo lo que el Imperio significó. Y es un juicio más imparcial, otro punto de vista. El camino que emprende la mente de Atilio en cada momento de su vida se llena de profundidad y sentido, los distintos episodios por los que pasará están lo suficientemente ambientados y descritos para situarse en ellos, los diálogos recordados no restan protagonismo, al contrario, aumentan los pensamientos del autor de las epÃstolas. Hay algún hecho referente a la etapa romana que me hubiera gustado comprobar e intuyo que seguramente alguien más versado que yo en ese periodo, encontrarÃa más de un error, pero los pasé por alto por pereza o considerándolos licencias sin importancia para el conjunto.
Al final de esas cartas, se relata la Pasión según Atilio. Ahà los errores no son de bulto. Es un bulto de errores e invenciones.
Entrelazados con la lectura que hace Claudio, se suceden varios breves capÃtulos relativos a decisiones o hechos cruciales en la historia de la Iglesia. En ellos, el autor deja volar su imaginación a cotas difÃciles de alcanzar por muchos de los mortales.
* La nota del autor. Figura al final de la novela y merece la segunda serie de muñecas. En primer lugar, analiza con cuatro ideas la caÃda del Imperio romano y el papel que desempeñó el cristianismo y Constantino.
En la segunda reflexión, el autor reconoce que es consciente de que en su obra «se tocan temas delicados para los creyentes y algunos historiadores» y pasa a explicarse.
En el terreno histórico, justifica el complot para asesinar a Germánico, una enfermedad dermatológica de Tiberio como causa de su retiro en Capri, la interpretación del matrimonio Livia-Augusto (incluye una mención comparativa con los Reyes Católicos). Junto a estos hechos, investigados, confiesa haber inventado detalles como el asesinato del historiador Gibbon, que Juan Pablo I fuera un topo de Moscú en el Vaticano, la conspiración para eliminarlo por sus dos sucesores, para a continuación reconocer que además de ser incierto, han sido grandes hombres de sus tiempos.
A continuación aborda el tema de Jesús de Nazaret. Demuestra la inexistencia o poco fiables fuentes históricas para sostener la figura de Jesús como cierta, los matices encontrados por el autor en los Evangelio Trilingüe que arrojan una nueva luz sobre aquellos hechos, distinguir el término ptoma o cuerpo muerto del soma o cuerpo con vida (¿quién dijo que la semántica no era importante?), la explicación lógica de cómo la autosugestión puede ejercer milagros y la existencia de los «terapeutas» provenientes de Egipto. Eso sÃ, ante tanto rigor y minuciosidad, sorprende esta frase: «La teorÃa del exilio de Jesús y su supuesta mujer en aquél lugar está basado en la riqueza de tradiciones y leyendas existentes…. y que ya han generado mucha literatura».
Queda claro cristalino que el hecho de la escasez de pergaminos, las sucesivas interpretaciones por hombres no preparados y las traducciones del idioma por aquellos que tuvieron el poder, llevó a lo que ahora conocemos como cristianismo. «Hay que investigar mucho y ser muy crÃtico para llegar a las verdades que uno busca».
En cualquier caso, la novela no tiene otro fin que entretener. El mensaje importante de la novela reside, según el autor, «en si a lo largo de su vida el hombre fue feliz y hasta qué punto. Opino que la religión y la ética han dedicado más tiempo y esfuerzo a alentar una especie de orgullo espiritual que en aportarle felicidad al hombre».
*Permitidme una matrioska más, pero esta sólo mÃa.
La novela histórica puede imaginarse, dentro de un orden, pero no incluir mentiras reconocidas y manifiestas. Eso merece otro calificativo o ninguno.
El hecho de reconocer unos hechos fácilmente comprobables como inciertos, no avalan al autor para que vista de verdad otros que son más difusos ni para embarrar con lodo lo que le parezca.
El tÃtulo original era Las cartas de Atilio, creo que habrÃa ganado más si hubiera sido asà en el contenido.
Todo lo que rodea al Secreto de Nicea tiene un tufo de pretender escandalizar para poder estar a tono con el mercado o con la demanda actual. Una razón menos altruista que la del historiador afanado por la verdad. Al final es sólo dinero y éxito.
En cuanto a la última frase, a lo mejor importa más la forma en que se consigue esa felicidad.
[tags]El secreto de Nicea, Francisco Gijón[/tags]


Ayuda a mantener Hislibris comprando el EL SECRETO DE NICEA en La Casa del Libro.
Un libro perfecto para Arauxo por lo que veo.
¿Para que lo escriba, para que lo lea o para que se lo meriende?
Aretes, buen análisis. SÃ, muy bueno.
Depende de las ganas, el aburrimiento o el hambre que tenga.
Coincido en la excelencia y exhaustividad del análisis. Al fin y al cabo, si las fuentes históricas para demostrar la existencia de Jesús son escasas, las leyendas son una via mucho más seria para decantar la verdad en la cuestión.
Desde luego, no está mal la trama. Un secreto de Nice que va de Augusto hasta Juan Pablo Iº…Una revisión total de la historia occidental.
Un poco liosa ¿no? porque este Claudio que lee las cartas en el de Mesalina u otro, en fin por lo que deduzco podemos dejarla pasar sin más.
Tiberio se retiró a Chipre?
En esta versión parece que sÃ.
Ey, pues después de darle vueltas durante todo el dÃa he recordado algo que querÃa haber dicho antes: no estoy de acuerdo con tu primera frase, Aretes. No creo que una reseña deba ser un resumen del libro, no al menos una buena reseña. Eso serÃa demasiado fácil y una reseña ha de ser algo más, como lo son las tuyas, como lo son la mayorÃa de las reseñas que se publican por aquÃ. La reseña ha de hacer algo tan difÃcil como explicar el libro sin explicarlo, ha de poner a la vista sus virtudes y sus defectos -desde la óptica del reseñador, claro-, ha de examinarlo, analizarlo, desencuadernarlo. Y un resumen no tiene nada que ver con todo eso; un resumen es otra cosa, muy respetable pero muy otra cosa.
(Lo suelto por ver si se aviva alguna polémica nada más, ¿eh?)
Ayer me fue imposible entrar y hoy ya voy pillada de tiempo, pero no querÃa dejar de corregir lo de Chipre. Ha sido un lapsus mÃo, siempre se menciona Capri. Mea culpa.
Cavi ¿polémica?. A ver si me dejan hoy un rato.
Pues nada que añadir a ese fuego, porque estoy absolutamente de acuerdo contigo.
Si sólo fuera un resumen lo que figurara debajo de cada cabecera, tendÃamos un montón de contraportadas alternativas y esto no serÃa lo que es.
Cachis… mira que me prestaba lo de llevarte la contraria.
Pues vaya…
Aretes, lo de «prestar» no se entiende más allá del Negrón…
Yo tambien estoy con Cavi. Buena reseña, Aretes. (Creà haber enviado ya un comentario, pero no aparece, o sea que no le di al botón…) Desmenuzada, desmigada, desencuadernada y todo. Fenomenal.
Tú a callar, Derfel.
Que prestosuco.
Pues fijate Derfel que algunos que somos de Despeñaperros para abajo entendemos el significado del «prestar» asturiano, yo lo utilizo mucho, tengo que decir que gracias a mis amigas asturianas de épocas estudiantiles, ¡Cómo me presta recordar esos tiempos!
SÃ, a mi préstame mucho tamién…
Estupenda explicación sobre el libro, Aretes. Pero no sé bien si al final te gustó o no.
Pues que yo no entiendo los de prestar en qué sentido se dice.
¿Alguien por aquà que me lo aclare?
Esclarecedora reseña, Aretes. Y muy bien expresada.
Aunque…me hubiera divertido más que la hubiera escrito mi hermana.
…tú me entiendes, ¿verdad?
Akawi, el libro tiene cosas positivas pero en lÃneas generales no me ha gustado.
Y prestar, en Asturias, es sinónimo de apetecer o gustar. Nada que ver con los préstamos bancarios.
Jerufa, a Ascanio probablemente le hubieran temblado menos las piernas, seguro.