EL REY DEL MAESTRAZGO. LUCES Y SOMBRAS DEL CAUDILLO CARLISTA RAMON CABRERA – Fernando Martínez Laínez

El rey del maestrazgoEl contexto. Una parte importante de la historia del siglo XIX español está dominada por los problemas sucesorios originados a la muerte de Fernando VII sin descendencia masculina que dieron lugar a las guerras carlistas. Cuestiones dinásticas aparte, las verdaderas causas fueron de tipo ideológico (liberales que defienden la Constitución de 1812 contra absolutistas partidarios del Antiguo Régimen), foralista (territorios que deseaban mantener o recuperar ciertos privilegios) e incluso religioso. Durante la primera de las tres guerras, en la famosa Expedición Real, el ejército carlista llegó a las puertas de Madrid con la intención de tomar la capital y derribar al gobierno de la regente Maria Cristina. Sin embargo, por razones que no son del todo bien conocidas, emprendió el regreso al norte sin entablar batalla y en la retirada -en realidad una huida accidentada- fraguó su derrota.

El personaje. Ramón Cabrera, conocido también como El Tigre del Maestrazgo, fue uno de los generales más famosos del bando carlista. Estratega de fuerte personalidad y de polémica carrera militar, defendió la causa carlista en las tierras del Maestrazgo y tuvo después también en el exilio una gran influencia en su partido. Su figura se ha descrito a menudo con abundantes tópicos negativos: bravucón, ambicioso, fiero, sangriento, cruel y desalmado, aunque es sabido que la historia la escriben los vencedores. Algunos autores ofrecen una imagen más equilibrada del personaje y así destacan también su coraje, su sentido de la estrategia, sus dotes de mando y de organización. Además de biografías decimonónicas y poemas, existen varias novelas sobre El Tigre, una de ellas con título harto elocuente: Cabrera o vengar a una madre.

El libro. El libro objeto de esta reseña no es una biografía novelada. Al final de su vida, en su cómodo exilio de Londres, el viejo Cabrera rememora en una entrevista para un periódico español de la época los años que pasó al frente de las tropas carlistas, con el asunto de la Expedición Real como tema culminante. Para dotar de agilidad a la obra se intercalan capítulos narrados por diferentes personajes (el conspirador Aviraneta, Espartero, los espías, Forcadell y algunos mas) y otros que tienen un narrador omnisciente. Esta combinación de técnicas es muy efectiva, porque los diferentes narradores hacen avanzar el relato en lugar de ofrecer diferentes puntos de vista sobre un mismo hecho. Creo que no procede hablar aquí de rigor histórico, pero sí mencionar que los hechos que se cuentan y las diferentes voces (la de Cabrera, por ejemplo, lúcida y hastiada) están novelados de una forma muy convincente. En resumen, un buen libro sobre una etapa crucial de nuestra historia reciente y sobre heridas que aún hoy están por cicatrizar.

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21 comentarios en “EL REY DEL MAESTRAZGO. LUCES Y SOMBRAS DEL CAUDILLO CARLISTA RAMON CABRERA – Fernando Martínez Laínez

  1. javier dice:

    Hoal Pepe, buen post, y además breve, que se agradece. Desde luego la época es interesante, y el personaje también. Pero lo de las novelas corales y las distintas perspectivasa empieza a cansar. Me temo que entre el cine y el relativismo posmoderno se ha ido al carajo la estructura clásica de la novela y cada vez la echo más de menos. Porque entiendo que con más o menos adjetivos, hablamos de novela, ficción o como queramos ¿no?

    El que quiera profundizar en Aviraneta, ya sabe, tiene veintitantos tomazos de Baroja y sus Memorias de un hombre de acción.

    Saludos.

  2. Arauxo dice:

    Estimado Pepe:

    No recuerdo haber leído antes ninguna reseña que tu firmases. Si no estoy equivocado y esta es la primera, hazte y haznos el favor de mostrarte más, hombre. La reseña es estupenda, concreta, concisa, clara, y, al menos en su último párrafo, subjetiva… como tiene que ser. Y, además, original en su estructura. Te felicito.

    Sobre el fondo, prefiero no opinar, porque doctores tiene la Iglesia y uno… sabe bien poco sobre casi todo, pero especialmente sobre Historia Contemporánea, y dentro de ésta, especialmente sobre el siglo XIX, y dentro de éste, especialmente, sobre las guerras carlistas. En fin, que… soy un ignorante, para qué lo voy a ocultar.

    Respecto a los apuntes estilísticos, estructurales y formales que sobre la novela presentas, subscribo sin ambages tu análisis, Javier. Hoy hay una peligrosa epidemia de cinemanía en la literatura. Y estoy harto de escenas yuxtapuestas, perspectivas simultáneas y multifocales, rápidos cambios de escenarios, historias corales que acaban convergiendo en un mismo punto, juegos temporales (de esos que llaman «flash back» o como diantres se escriba el palabro) e… hilos argumentales que se quiebran al final de cada capítulo. Hombre, eso estaba muy bien hace 20 ó 30 años y hay verdaderos maestros que nos enseñaron una nueva manera de narrar (y quiero rendir homenaje, por ejemplo, a Eduardo Mendoza y a «La verdad sobre el caso Savolta»). Pero hoy es algo absolutamente reiterativo y plúmbeo que no aporta nada nuevo.

    Eso sí, Pepe, no sé si ese es el caso de la novela que nos propones. Conste que estoy opinando por opinar, que es ejercicio muy mediterráneo y muy español.

    Un saludo a ambos.

  3. Germánico dice:

    Hola, Pepe.

    Un comentario muy rapidito: me ha gustado mucho cómo estructuras la reseña. Igual te la copio pa’la próxima.

    Saludos.

  4. javier dice:

    Hola Pepe, ¿hay algún tipo de valoración del carlismo como movimiento en el libro, o es simplemente la historia de un tipo interesante?

    Muy buena la foto, Richar.

    Saludos

  5. richar dice:

    Apunte: la foto me la envío Pepe junto al post (así que el mérito es todo suyo). Os dejo aquí también el comentario que me adjunto a la misma:

    foto de carlistas prisioneros por la Guardia Civil, la mañana del 11 de octubre de 1872, en una casa de Cabana de Vella, a 4 Km. de Mondoñedo.

    Saludos,
    Richar.

  6. pepe dice:

    Gracias por los comentarios. Aunque llevo poco tiempo por aquí habéis conseguido que me sienta muy cómodo. Plegue al cielo que pueda disfrutar con vosotros del maravilloso invento éste por mucho tiempo. Vamos con la discusión.

    Javier y Arauxo: hacer que una novela tenga personajes sólidos no es una dificultad menor y, para conseguirlo, un buen autor debe rehuir las explicaciones psicológicas demasiado explícitas.
    La técnica de hacer mirar al lector a traves de los ojos de los diferentes personajes es tan natural y da tan buen resultado que me sorprende que no se utilice con más frecuencia. Orhan Pamuk en su hermosa novela «Me llamo rojo» va mucho más lejos y hace hablar a un perro, a una moneda e incluso a un color. Sin llegar tan lejos pero también con la misma técnica está escrita la deliciosa novela de Tracy Chevalier «La dama y el unicornio», y hay más ejemplos. En cuanto a lo de romper los hilos argumentales al final de cada capítulo,estoy de acuerdo con Arauxo en que es un recurso que hay que administrar con mucha prudencia y que a mí, en particular, no me gusta demasiado.

    Un saludo,

    Pepe.

  7. javier dice:

    Hola Pepe, me alegro de verte de nuevo por aquí. La verdad es que no comparto que “un buen autor debe rehuir las explicaciones psicológicas demasiado explícitas para construir un personaje sólido”. Creo que se pueden citar muchos personajes perfectamente construidos a pesar de la disección explícita del narrador, desde “Los desnudos y los muertos” de Mailer al propio Dostoievsky, por decir dos ejemplos al vuelo, sin animo de compararlos al amigo Laínez.

    Y no niego que su método sea tan lícito como cualquier otro, ni que haya dado buenos resultados. Confieso haber disfrutado de algún libro de Atxaga donde hablan hasta los árboles, y reconozco que aplicada a la Historia es una técnica muy socorrida (siento mencionarme, pero aquí mismo reseñé un buen libro en el que Enzensberger lleva el método al extremo). El problema, en mi opinión, es que lo que empezó siendo experimental se ha convertido en norma archiutilizada, y cada dos por tres te encuentras con una novela coral, collage, polifónica, caleidoscópica, fragmentaria, mezcla de géneros y estilos, de realidad y ficción, etc.

    Al margen de que creo que en literatura es algo que ha dejado de sorprender hace mucho, me da que más de una vez simplemente sirve para evitarle al autor la engorrosa tarea de crear personajes e hilar un argumento. Y aplicado a la Historia, tengo la sensación de que si el recurso es tan frecuente es porque tiene algo. Y ese algo es que le ahorra al autor lo más peliagudo: interpretar, valorar, mojarse. Parapetado entre tanto espejo el autor escurre el bulto. Tú dirás si es el caso de este libro.

    Saludos

  8. pepe dice:

    Javier: tal vez deberíamos ponernos de acuerdo sobre qué entendemos por descripciones demasiado explícitas. A tal fin, ahí va un ejemplo entresacado de la novela «Tartessos» que ya fue reseñada en hislibris: “Sentía afinidad por lo justo, y de su rostro, atemperado por la ecuanimidad, emanaba un halo bienhechor que magnetizaba a sus semejantes”. Una perla.

    Por otro lado, no creo que en el libro sobre Cabrera la técnica de las múltiples voces sea utilizada para escurrir el bulto. Es cierto que el libro no ofrece una valoración del carlismo como movimiento político, ni tiene por qué hacerlo. En primer lugar no es un ensayo y, en segundo, un movimiento contrario a la secularización de la vida política y cuyo ideario se resume en el lema «Dios, patria y rey» ya se valora por sí mismo. Que una rama del carlismo haya podido derivar en la actualidad hacia el socialismo es algo que escapa a mi comprensión, y no sigo hablando más de algo que no entiendo no vaya a ser que aparezca algún «justiciero» de esos que ponen más ardor en sus asertos que consideración a la hora de enjuiciar las opiniones de los demás y me tache de ignorante o de algo peor.

    Un saludo,

    Pepe.

  9. richar dice:

    ¿de mentecato tal vez?

    A ver si se va a convertir en un clásico del blog…

    Un saludo,
    Richar.

  10. pepe dice:

    Richar, no está mal rescatar de vez en cuando palabras que han caido en desuso o cuyo uso conlleva riesgo de ser motejado de pedante y suelen ser comunmente evitadas. Hay que convenir, ciertamente, que mentecato es un buen ejemplo de lo anterior y un gran hallazgo.

    Javier, hay algunas cosas que no me importa reconocer. Mi edad, 18 años, será un ejemplo, y hay obras literarias cuyo desconocimiento no me causa ningún remordimiento: Dan Brown, Julia Navarro e incluso Pressfield. Sin embargo, me avergüenza no haber leido más a Baroja y lo que he leido de él (Zalacaín el aventurero, El arbol de la ciencia, La feria de los discretos y La ciudad de la niebla, si no recuerdo mal) fue en mi temprana juventud. Ninguna novela de las que componen las «Memorias de un hobre de acción» que mencionas más arriba ha pasado por mis manos.

    A pesar de ello, me interesa mucho esa época en la que, mientras otros estaban haciendo la ciencia moderna y habían resuelto mejor el problema de pensar con libertad, nosotros estábamos a merced de políticos desastrosos, militares fatuos, curas trabucaires, bandoleros con largas patillas de boca de hacha y españolismo decadente.

    Hago pues propósito de enmienda: empezaré a buscar las novelas que componen la serie y las leeré según vaya teniendo tiempo.

    Un saludo,

    Pepe.

  11. richar dice:

    Pepe, ¿18 años?

  12. Germánico dice:

    Tierna y sorprendente edad. ¡Ojo con los dos benjamines del foro, que van a dejarnos en ridículo!

    Saludos.

  13. Aquiles dice:

    Pepe: si realmente te interesa el Carlismo, te recomiendo vivamente que leas los ensayos de Pedro Rújula, uno de los máximos conocedores del Carlismo, sobre todo en la zona del Maestrazgo – y además uno de mis compañeros de promoción más relevantes en la carrera, aunque por detrás de Juan Aguirre, el guitarrista del grupo Amaral -.

    Un saludo.

  14. pepe dice:

    Aquiles: el interés por el carlismo nació precisamente de un viaje al Maestrazgo del que guardo un estupendo recuerdo. Al visitar Cantavieja, La Iglesuela del Cid, Morella, no pude evitar sentirme transportado al siglo XIX. Ya sabes, a veces uno puede elegir a qué momento del pasado de un cierto lugar prefiere viajar y a veces ese viaje te viene impuesto.

    El caso es que en uno de esos pueblos compré un librito del Pedro Rújula que mencionas, editado en 1996 por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, intitulado «Ramon Cabrera, La senda del Tigre» que me resulto muy agradable de leer. Aparte de esta relación -pongamos geográfico/sentimental- con el carlismo, no existe un verdadero interés -digamos filosófico/conceptual- por un movimiento tan rancio y retrógrado. Sí lo tengo, en cambio, por las ideas liberales que luchaban por abrirse camino en aquella época.

    Mi interés (o la falta del mismo) por algún periodo histórico suele estar muy condicionado a que en él se puedan encontrar valores culturales, ideas u otras manifestaciones del espíritu que signifiquen un avance para la sociedad, la civilización, o como demonios se quiera llamar al común del género humano. Por ejemplo, no me gusta leer sobre la Inquisición. Y, si a eso vamos, tampoco sobre el nazismo.

    Queridos Richar y Germánico: hace ya unos cuantos años que tengo 18. Por alguna razón que no alcanzo a comprender, me he quedado estancado en esa edad.

    Saludos,

    Pepe.

  15. David L dice:

    No había tenido la oportunidad de leer esta interesante reseña sobre uno de los militares más destacados, junto a Zumalacárregui, del bando carlista en la Primera guerra del mismo nombre. Me encanta estudiar y leer sobre los grupos contrarrevolucionarios más destacados de los siglos XIX y XX. En este caso, el Carlismo, su espacio temporal ocupa ambos siglos, algo que hace de este movimiento algo realmente interesante. Sin ir más lejos, todavía hoy podemos hablar de su existencia…¿tal vez letargo?…de este movimiento nunca podemos afirmar que ha muerto definitivamente, la Historia nos ha demostrado que el Carlismo suele renacer de sus cenizas.

    El lema carlista fue DIOS, PATRIA, REY, pero no Fueros, como ha podido pensar mucha gente, o mejor dicho, como es creencia popular. Los Fueros formaban parte de algunos de los territorios en donde se llevaron a cabo las batallas más importantes de la Guerra Carlista. La Primera Guerra Carlista, en donde se significó Ramón Cabrera, no fue una guerra foralista. Tampoco la figura del Rey fue uno de los puntos determinantes de aquélla, es decir, la defensa de los derechos al Trono de la rama carlista no fue el eje principal de esta guerra. Más bien lo que se dirimía en ella era lo que la figura de este Rey encarnaba. Valores como revolución, república, liberalismo, representaban para la base social de este movimiento una amenaza a su Dios y a la religión católica en concreto.

    Aunque hoy en día pueda parecer extraño, las mimbres del carlismo estaban formadas en gran parte por campesinos y jornaleros, seguidos de artesanos, clero rural, etc (..). La tradición vivida a lo largo de siglos no podía ser cambiada tan fácilmente como podríamos pensar hoy en día. Sí que es cierto que los dirigentes solían tener cierto status social, pero las bases eran gente sencilla muy arraigada a sus costumbres.

    Otro hecho que me ha llamado la atención sobre las guerras carlistas es la tremenda crueldad de las mismas. Jordi Canal, autor de un libro monográfico sobre la Historia carlista( EL CARLISMO) me dio la respuesta: el no reconocimiento del contrario como verdadero contendiente. La verdad es que ésto me suena de algo…Guerra Civil española… bien se podría afirmar aquí el viejo refrán que dice: “de aquellos polvos vienen estos lodos…”

    En fin, me encantan las guerras carlistas, creo que es un tema muy interesante y del que queda mucho por descubrir. Que este movimiento contrarrevolucionario, de carácter legitimista, con claros tintes de fanatismo religioso pudiera acabar dividido, hasta hoy en día, en un partido de corte socialista( unión Dinastía-Pueblo) y en otro de claro signo tradicionalista, hacen de él un hecho sin igual en la Historia.

    Un saludo.

  16. pepe dice:

    Gracias por tu interesante intervención, David, de la que destaco dos cosas: 1) tu afirmación de que el carlismo no tiene una componente foralista; 2) la tremenda crueldad de las guerras carlistas. Con la segunda afirmación estoy bastante de acuerdo, no tanto con la primera. Hay que tener en cuenta que la guerra de la independencia que precedió a las guerras carlistas, también fue bastante cruel, y que las guerras de Marruecos también lo fueron después y que la guerra civil, como tú mismo señalas, lo fue en grado sumo. Por desgracia y para vergüenza del género humano, la crueldad de cada guerra queda empequeñecida por la de la siguiente. Sobre la guerra de Marruecos hay un par de novelas recientes de Lorenzo Silva que quizá merecerían alguna atención en Hislibris. Una se llama Carta blanca y, la otra, Uno de los nuestros.

  17. David L dice:

    Hola pepe,

    La Guerras Carlistas, sobre todo la primera, (1833-1840), no hicieron del sistema Foral bandera ideológica, los fueros se incorporaron de una manera tardía e interesada al ideario carlista. Te explico brevemente el por qué.

    El carlismo no surgió de la nada, es decir, no fue un hecho aislado marcado solamente por la cuestión dinástica. El verdadero origen del carlismo resulta de la oposición de un sector muy variado y popular a la revolución burguesa-liberal. Las luchas entre realistas y liberales durante el Trienio de 1820-1823 ya es un primer síntoma de un enfrentameinto entre liberales y antiliberales. El concepto foral no estaba entre las máximas de estos dos grupos. Una evidente falta de empaque ideológico caracterizó a realistas durante la época fernandina, y más tarde a los primeros carlistas una vez fallecido Fernando VII. No había una sola base ideológica que no fuera una resistencia abstracta a esta revolución liberal que se estaba produciendo en Europa. Por eso te comentaba que la cuestión foral fue un añadido, pero nunca un motivo fundamental para la creación de este frente contrarrevolucionario.

    Cuando la Primera Guerra Carlista estaba dando sus últimos coletazos, y dado que fue en territorio vasconavarro en donde el carlismo consiguió sus mayores logros-aunque el primer estallido carlista se realizara en Talavera de la Reina( Toledo) a finales de 1832- las negociaciones de paz sí incluyeron las garantías forales, pero más como un objetivo de mantener ciertos privilegios, o por lo menos reducir los efectos de la derrota de los combatientes y habitantes del Norte que como un acuerdo de mínimos . Nunca fue la cuestión foral protagonista del inicio de la guerra, pero sí estuvo presente en la mesa de negociaciones de una manera interesada por parte carlista. A partir de aquí el carlismo, que nunca ha dejado de ir nutriéndose ideológicamente ante la falta de precisamente de un ideario uniforme que diera sentido al grupo, ha ido recogiendo por el camino conceptos que sirvieran de aglutinador a sus bases. El foralismo fue uno de ellos….

    Un saludo.

  18. pepe dice:

    Es muy posible, como tú bien argumentas, que la incorporación del foralismo a la ideología carlista fuera tardía, en un intento de sostener un ideario que era insostenible. Pero es un hecho que el movimiento carlista tuvo más fuerza ya desde el principio en los territorios con vocación foralista: el país vasco, Navarra, Cataluña, Aragón y Valencia. Por cierto, a la gente se la puede motivar para luchar de modos muy diversos, de igual modo que se la puede hacer votar a un partido u otro mediante mentiras o mensajes que no están en los idearios de los partidos. No sabía que el primer estallido carlista ocurriera en Talavera. Mi pueblo está relativamente cerca y es una ciudad que he visitado infinitas veces.

  19. juanrio dice:

    Intereseante intercambio David y Pepe. Sobre las novelas que nombras de Lorenzo Silva sobre la guerra de Marruecos, Carta blanca y El nombre de los nuestros, la primera está más enfocada a la guerra civil, narra la toma de Badajoz, aunque comienza en Marruecos. La segunda si entra de lleno en la guerra de Marruecos, eso si, espero que le pagara derechos de autor a Manu Leguineche por la «apropiación de datos». Silva, para mi gusto, construye buenos argumentos pero cuando leo sus novelas siempre hecho algo en falta.

  20. pepe dice:

    Efectivamente, Juanrio, el título de la novela de Silva es El nombre de los nuestros y no Uno de los nuestros, que es título de película de gansters. Puede que no sea una obra maestra pero yo mantengo mi recomendación. Tiempo después de publicarla pudo viajar a Marruecos y aquí se puede leer el relato de sus impresiones:
    http://www.lorenzo-silva.com/viajesidiD.htm

  21. David L dice:

    Hola pepe,

    Uno de los problemas con los que se encontró el primer carlismo fue precisamente esa falta de capacidad para crear un aparato ideológico que lograra aglutinar a los distintos grupos e intereses que giraban en torno al hermano de Fernando VII, D.Carlos. Por eso te comentaba que el foralismo, aunque añadido posteriormente, no fue una de las causas de las guerras carlistas. Desde luego que este punto fue explotado por los sectores contrarrevolucionarios para aglutinar fuerzas, pero ésto ha sido magnificado a posteriori. Por ejemplo, en el País Vasco y Navarra, cuna del carlismo y en donde se produjeron las batallas más importantes, la influencia del clero rural, que no de la élite eclesiástica, tuvo en su reacción antiilustrada una de las bazas que nutrió conceptualmente a un campesinado muy influenciado por esas bases sacerdotales. Es en este punto, ya utilizado por los realistas en la lucha contra los liberales en la época fernandina, cuando el carlismo vasco-navarro se hizo fuerte y empezó a trazar una línea ideológica con cierto sentido aglutinador.

    La cuestión foralista parece más entroncada con el Siglo de Oro español, aunque sinceramente, creo que el inicial carlismo no veía este ejemplo como motivo principal de su lucha. Su rechazo a las ideas preconizadas por la Ilustración en el siglo XVIII primaban sobre una concepción foralista, unida ésta interesadamente a la idea monarquica de los siglos XVI y XVII en España.

    Un saludo.

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