EL LIBRO MÁS PELIGROSO: LA GERMANIA DE TÁCITO, DEL IMPERIO ROMANO AL TERCER REICH – Christopher Krebs

La obra de Publio (o Cayo) Cornelio Tácito (c. 55 – c. 120 d.C.) es más conocida que su autor, de quien tenemos pocos datos. Nos falta incluso su praenomen y si no fuera por algunas referencias internas o algunas cartas cruzadas con coetáneos como Plinio el Joven incluso podríamos dudar de su propia existencia. Sabemos que fue senador, siguió el cursus honorum habitual para los hombres de su rango, alcanzó un consulado sufecto durante el reinado de Nerva y pudo culminar su carrera con un proconsulado en Asia mientras Trajano iniciaba las campañas contra los partos. Desconocemos cuando murió aunque se considera que vivió los primeros años del principado de Adriano, pues se proponía redactar una continuación de sus Historias que incluyeran el período de Trajano. De él nos quedan dos obras mayores, aunque no completas, las ya mencionadas Historias (que debían recoger el período entre las muertes de Nerón y Domiciano, aunque apenas hemos recibido los libros correspondientes a los años 68-69 d.C.) y los Anales, su opus maius, que relataba el inicio de la decadencia de Roma, según su autor, por culpa del gobierno autoritario de los sucesores de Augusto (14-68 d.C.); una obra también fragmentaria (faltan el período completo de Calígula, gran parte del de Claudio y el final del neroniano).

Escribió también una biografía de su suegro, Agrícola,  gobernador de Britania (y cuyas campañas narra con detalle), y una obra más breve, Sobre el origen y territorio de los germanos, conocida habitualmente como la Germania. Aunque Tácito no viajó nunca a Germania, se trata de una obra etnográfica, basada en autores anteriores (esencialmente, César, Estrabón, Diodoro Sículo) y de información que el propio autor recabó de comerciantes y comandantes militares establecidos en ambas orillas del Rin. Es una obra breve, consta de cuarenta y seis capítulos (en un procesador de textos apenas ocupa veinticinco páginas), y se nutre de datos más o menos exactos (y refundidos de fuentes anteriores), recogiendo los diversos pueblos que se podían insertar bajo el apelativo «germano», sus costumbres, sus posibles orígenes y sus contactos con Roma, tras los cuales Tácito llega a la conclusión de que, a pesar de su barbarie, en ellos aún se pueden encontrar las viejas virtudes de la austeridad, la valentía y la dignidad que, en su opinión, los romanos de su época habían perdido. Son estos valores los que, sin saberlo Tácito, serán repetidos, y a su vez reelaborados, sin cesar al cabo de casi quince siglos para construir la génesis del pueblo alemán, sus orígenes en el alba de los tiempos, y su continuación en la raza aria, según la visión nacionalsocialista de Heinrich Himmler y sus acólitos.

De este modo, pues, la obra de Christopher B. Krebs, El libro más peligroso: la Germania de Tácito, del imperio romano al Tercer Reich (Crítica, 2011) es algo más que una indagación, casi detectivesca, sobre el texto de Tácito y su influencia no voluntaria en la creación de un canon ideológico. La Germania perdió prácticamente todo interés hasta el siglo XV –con un breve interludio por parte de copistas de época carolingia–, cuando humanistas (y coleccionistas) se interesaban por las fuentes clásicas y se dedicaban a la caza de manuscritos copiados por cuidadosos monjes en los siglos medievales. Coleccionistas como Poggio Bracciolini, quien en 1425 intercambiaba espístolas con su bien amigo Niccolò Niccoli de Florencia, en el que detallaba su afición a la búsqueda de manuscritos, logrando en ocasiones hacerse con alguna pieza mayor: «y eso es todo –bueno, casi–. He dejado lo mejor para el final. Cierto monje amigo mío, de no sé qué monasterio de Alemania, me acaba de enviar una carta en la que dice haber encontrado unos cuantos volúmenes de los que nos interesan. Y entre ellos figuran textos de Julius Frontinus y varias obras de Cornelio Tácito hasta ahora desconocidas para nosotros» (citado en p. 55). Una de esas obras era la Germania.

Pero no sólo cazadores de manuscritos como Poggio evidencian la recuperación de la obra de Tácito desde finales de la Edad Media (período en el que el estilo sentencioso de este historiador fue recogido por polígrafos y filósofos políticos, dando paso al tacitismo, con Justus Lipsius en las universidades de Leiden y Lovaina a la cabeza). Futuros papas (y humanistas) como Eneas Silvio Piccolomini (Pío II) también se dedicarán a la búsqueda de textos clásicos, aunque con otras intenciones que el coleccionismo: en su caso se trata de refutar las críticas de aquellos que consideran –antes de la Reforma luterana– que la Iglesia católica se preocupa poco por Alemania (el Sacro Imperio Romano Germánico, vasto y desunido), sus habitantes, sus feligreses e incluso sus tradiciones. Para el futuro Pío II, ambicioso cardenal, el texto de Tácito sirve de demostración de que la imagen de Tácito de unos germanos/alemanes prácticamente bárbaros en sus tiempos ha dado paso, gracias a los desvelos de la Iglesia romana, a una Alemania próspera, boyante y sobre todo civilizada a mediados del siglo XV. Talis tua Germania fuit, le responderá a un corresponsal alemán que criticaba la desidia romana (en clave del siglo XV) respecto a la Alemania del momento: «en esa época, la vida de vuestros antepasados [los de Mayer, el remitente de Piccolomini] difería muy poco de la bestialidad de los brutos. Y es que en la mayoría de los casos eran pastores refugiados en bosques y arboledas, condenados a llevar una existencia de grosera indolencia […]. Carecían de murallas sólidas, y tampoco contaban con asentamientos rodeados de murallas. No se veían fortalezas encaramadas en la cima de los montes ni templos construidos con piedra labrada» (citado en p. 89). Esta polémica, que Krebs comenta con detalle, nos lleva a que ya a finales del siglo XV humanistas alemanes e italianos comenzaron a rastrear los orígenes de la nación germana (léase alemana). Y es cuando nombre de caudillos como Arminio salen a la palestra, se recupera y se germaniza su figura [Hermann], y se rastrean los orígenes legendarios del pueblo germano (único, partiendo de un mismo tronco). Tuisco o Tuiston (de ahí, «teutón»), el hijo de Noé olvidado (¿pretendidamente?) por las fuentes bíblicas sería el padre de la nación alemana en el origen de los tiempos.

El seguimiento de Krebs sobre la exégesis de las leyendas sobre Tuisco, Tuiston, Teutón, Teutates o Teutsch (de ahí deutsch, la palabra que actualmente significa alemán) según varios autores a lo largo de los siglos XV y XVII quizá sea algo arduo para prófanos en la materia, pero nos ayuda a entender cómo surgen las leyendas sobre los alemanes por parte de comentaristas, historiadores, religiosos y humanistas durante aquel período. Habrá que esperar a que en pleno siglo XVIII y los albores del XIX el vocablo Volk –después Volksgeist, o «espíritu del pueblo», y Völkisch, o «folclore étnico»–, usado por Herder en el imaginario colectivo alemán, sea rastreado en el texto de Tácito y los ecos de la Revolución Francesa lo pongan encima de la mesa. Surgen también las disquisiciones sobre germanidad, arianidad y pureza racial –de Arthur de Gobineau a Houston Stewart Chamberlain, con escala intermedia en Richard Wagner–, y es en la Germania, y en el modo en que se ha asimilado, donde se buscan pruebas irrefutables de la superioridad racial de los alemanes sobre el resto de pueblos europeos. El camino nos lleva, inexorablemente, a Himmler y las SS, su pasión por el germanismo antiguo, su impronta en al ideología racial del Reich nazi –Hitler mismo puso «La revolución germánica» como primer título al Mein Kampf, aunque su interés por el pasado germano fue en cierto modo pasajero– y de ahí a la caza de ediciones de Tácito (en Italia se conservaba el llamado Códice Aesinas, que Himmler ordenó incautar en otoño de 1943), y los viajes a Escandinavia para hallar restos de la escritura rúnica o al Himalaya para cerciorarse de los vínculos indestructibles de los primitivos pueblos germanos con la raza aria. El resultado final lo conocemos de sobra: la búsqueda de los orígenes raciales dio paso a una obsesiva ideología que preconizaba el exterminio de todo aquello que no fuera ario, puro, germano al cien por cien. Lebensraum, Lebensborn

El libro de Krebs deviene, a un mismo tiempo, una reconstrucción del texto de Tácito, una investigación sobre su uso y manipulación, y una reconstrucción del modo en que esta manipulación ha moldeado visiones de la germanidad en diversos momentos de los últimos quinientos años. Es un libro interesantísimo en cuanto a cómo un texto clásico aparentemente inocuo, e incluso históricamente poco relevante, puede convertirse en una poderosa arma para construir una ideología racista. Pero no nos quedemos con el corolario nazi: la Germania de Tácito ha sido también fuente de discusiones filológicas y etnográficas en los siglos modernos, columna vertebral de un pensamiento nacionalista alemán que buscaba encontrarse a sí mismo. En última instancia, «se trata de una lectura que tiene tras de sí una larga historia. Con todo, es justo esa historia tan azarosa la que revela que una comprensión cándida […] resulta muy arriesgada. En último término, no ha sido el historiador romano Tácito quien ha escrito un libro extremadamente peligroso: han sido sus lectores los que le han dado ese levantisco sesgo» (p. 260).

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12 comentarios en “EL LIBRO MÁS PELIGROSO: LA GERMANIA DE TÁCITO, DEL IMPERIO ROMANO AL TERCER REICH – Christopher Krebs

  1. Iñigo dice:

    Lástima de lo manipulable que puede llegar a ser la historia y su estudio. Que buen análisis del texto… y que rocambolesca puede llegar a ser la historia y el uso que se haga de ella. Enhorabuena.

    1. Sebastian dice:

      Hola, realmente es bastante manipulable, y el ejemplo perfecto es tácito. Yo no hablo de lo que paso con hitler etc… Sino que el mismo tácito fue exiliado de roma por el mismo emperador domicioano.
      A lo que Tácito respondió haciendo historias falsas y hablando calumnias acerca de Domiciano.
      Así que al ser Tácito el historiador romano mas conocido y famoso todas esas historias pasan por ser mas famosas aun que no sean veridicas.
      Lo mismo paso con Tiberio un siglo antes de Domiciano, emperador que no quería a la clase de filósofos, historiadores, etc… Por lo que se hablo mal de el y paso a la historia como un hombre lleno de lujuria, placeres etc aunque no sea cierto.

  2. Lopekan dice:

    Esto ya es que excede lo tolerable. Este reseñador es como el Gru de Mi villano favorito, secundado por un tropel de minions que leen y escriben por él. Y su maldad favorita es cautivarnos con sus reseñas para que en nuestro tiempo libre no hagamos otra cosa que leerlas y, si acaso, alguno de los libros que cortejan.
    En fin. Sarna con gusto no pica. Aprenderé a leer en diagonal.

  3. Hindenburg dice:

    En realidad, casi todas las obras clásicas de cierto empaque han sufrido diversas relecturas a lo largo de las diferentes épocas. El influjo de la Germania de Tácito tal vez haya sido mayor porque permitía hacer un contrapunto moral entre los simples ( y hasta brutales ) pero virtuosos germanos y el juicio severo que le merecian a Tácito sus viciosos y reblandecidos conciudadanos.

    La metáfora del «buen salvaje» tambien es otra de las imagenes explotadas hasta la saciedad incluso en épocas recientes.

  4. Farsalia dice:

    Los comentarios gálicos cesarianos, por ejemplo…

  5. Pere dice:

    Enhorabuena por el comentario de un libro que me interesa sobremanera pero cuyo acceso tengo vetado por el iracundo Cronos cuya mano caprichosa debió compensarme guiandome hasta esta web donde siempre he sacado provecho del tiempo invertido. Dicho sea esto como justo tributo a los desvelos de un reseñador que se lo curra para que un fondo riguroso sea transmitido mediante una forma elegante y digestiva. Per molts anys, noi.

    El tema glosado me trae al pensamiento agitadas síntesis de ideas. El maestro Isaiah Berlin repetia a menudo que hay una línea recta que lleva de la obra de Rousseau al Gulag. Esta chanza sobre el buen salvaje, que seguramente proviene de los clubs de polemistas de su etapa de estudiante en Oxford, ha conformado mi modo de ver las revoluciones “progresistas” del mundo contemporáneo. Las causas tradicionales que mueven la historia como la Razón encarnada en la Enciclopedia, las supuestas “condiciones objetivas” o el espíritu de la Historia, son meros pretextos para argumentar el deseo de alcanzar la Edad de Oro perdida. Prueba irrefutable es que el calendario del paraíso jamás pudo pasar de 1984.

    Si la política es un torpe intento de aproximación a la Belleza y de esta verdad no puede sustraerse ninguna ideología – y cuanto más maximalista más exacerbado – el relato del nazismo que tanto juego ha dado para rastrear los orígenes del mal, se torna más inquietante con la lectura del libro de Christopher Krebs. Al lado del relato detectivesco sobre el incunable de Tacito y de la enésima recreación de la paranoia nazi yo veo un hilo de Ariadna que se hunde en los laberintos de (¡quien lo diría!) la Ilustración. Tirando de el salen a la luz inesperadas e inquietantes conexiones en el fondo cultural de Occidente.

    Al final (¡Como siempre!) me ha entrado la curiosidad y me leeré el libro, que quizá no mencione a Rousseau, ni falta que hace. Felices reseñas, pues, a todos.

  6. Muchas gracias por la recomendación. Aprovecho para desearles un feliz 2012 lleno de buenas historias!!!

  7. Luis Fernando Torres. Zaragoza dice:

    <<<La Ilustración contiene más carga letal de la que cabría ingenuamente pensar, Locke, Hume, Herder o Kant , entre otros, no creen en la igualdad de los hombres , no creen en la unidad moral del linaje humano. La razón en sus aspectos éticos, técnicos, científicos, filosóficos, políticos es propia del hombre europeo. No del africano o amerindio…. Las raíces del nazismo del siglo XX están en el s. XVIII de forma bien explícita lo que ha sucedido es que se ha impuesto , desgraciadamente, una lectura parcial, superficial y espuria de la Ilustración francesa y alemana. Si estos elementos infames le unimos alguna dosis de romanticismo junto con un poco de darwinismo el cóctel letal ya está preparado para ser bebido. Cuando la mentalidad que predomina es esta un libro como LA GERMANIA de Tácito se manipula para afianzar una terrible ideal previa.

  8. Reed@John dice:

    El libro con el que estaba obsesionado Heinrich Himmler, y nunca se lo pudo arrebatar al conde italiano Aurelio Vasldesqui.

  9. Rafael G.Tellez dice:

    Genial exposición. En el origen se hallan las explicaciones de muchas cosas.

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