EL IMPERIO BRITÁNICO – Niall Ferguson

Como indica el historiador Niall Ferguson, autor de aquel estupendo libro que es La guerra del mundo, las islas británicas eran en 1615 una entidad estratégica de segunda fila, estaban políticamente fracturadas y en materia económica resultaban irrelevantes. Dos siglos después Gran Bretaña se había transformado en una potencia imperial de dimensiones inauditas, ejerciendo dominio sobre 43 colonias en cinco continentes. En la víspera de la Primera Guerra Mundial, el imperio británico alcanzaba su máxima extensión, controlando aproximadamente a la cuarta parte de la población mundial y a una proporción similar de la superficie terrestre, mientras que su supremacía en los océanos era casi incontestable. Desfavorecida en apariencia por su ubicación geográfica, comparativamente un país pequeño, Gran Bretaña había logrado erigirse en términos absolutos como el mayor imperio de la historia; un fenómeno que  suscita al menos dos grandes preguntas: ¿cómo sucedió?; ¿fue algo positivo o negativo? Estas y otras cuestiones son las que aborda Ferguson en su libro El imperio británico, cuya publicación original data de 2003 y que en 2011 ha alcanzado su tercera edición en castellano.

En el momento álgido del imperio, el de la era victoriana, novecientos funcionarios civiles y setenta mil soldados británicos se enseñoreaban sobre los más de doscientos cincuenta millones de habitantes de la India. ¿Cómo fue posible? Ciñéndose a una línea cronológica que recorre los distintos escenarios en que se verificó el expansionismo británico –desde los inicios señalados por las incursiones predatorias de corsarios y piratas sobre posesiones españolas hasta la desmembración del imperio, tras la pírrica victoria sobre las potencias del Eje-, deteniéndose lo justo en las personalidades que desempeñaron un papel en esta historia de poderío –desde Raleigh y Morgan hasta Curzon y Rhodes, Kitchener y Churchill-, el libro atiende cuestiones como aquélla, sin esquivar el bulto a los aspectos controversiales del tema pero con un indudable deje de simpatía para con el objeto de estudio. Sin afán de exhaustividad, entre los factores que concurrieron en la construcción del imperio cabe destacar la combinación de poder financiero y potencia de fuego. En el caso indio, y recuérdese que la India fue nada menos que la “Joya de la Corona”, el primer puntal de la dominación británica era el ejército, pero también resultaba decisiva la colaboración de las élites indígenas: más que los vistosos maharajás sobre sus elefantes, los abogados y funcionarios públicos anglicanizados; un arma de doble filo ya que, a la vuelta de los años, este mismo segmento social sería el semillero del descontento y el independentismo. Ahora bien, cabe puntualizar, como hace Ferguson, que la amenaza principal para el imperio provino en el siglo XX menos de los movimientos autóctonos de independencia que de los imperios rivales.

Solía suceder que lo que principiaba como una operación de monopolio comercial se convertía en colonización formal, con la correspondiente intervención estatal. El sistema de protectorado y  dominio indirecto fue el preferido en África, basándose en una mínima presencia británica y en gobiernos nativos no ya proclives sino títeres. En otros casos la colonización se veía favorecida por la baja densidad demográfica de las tierras conquistadas… circunstancia que podía acelerarse mediante la matanza de los aborígenes (en Tasmania el exterminio fue completo). No olvidemos la tecnología. Los avances en materia de transportes y comunicaciones proveyeron una ayuda providencial para el  régimen victoriano. También el desarrollo de tecnologías de la muerte como la ametralladora Maxim, que permitía a un puñado de hombres aniquilar a fuerzas muchísimo mayores, pobremente armadas. (Ferguson: «La revolución victoriana en las comunicaciones globales logró “la aniquilación de la distancia”, pero también hizo posible la aniquilación a gran distancia».) Naturalmente, había visiones contrapuestas sobre el significado y procedimientos del expansionismo, algunas de ellas altruistas, otras decididamente brutales. Livingstone representa la faceta benévola, idealista, con su fórmula compuesta de comercio, civilización y cristianismo. Stanley, que se vanagloriaba de la crueldad de sus métodos y que colaboró en la formación del abominable imperio privado de Leopoldo II, reemplazaba la evangelización con la conquista violenta.

Reflexionando sobre la dispar suerte económica de sociedades poscoloniales, Ferguson aduce que los efectos de la colonización británica y española fueron especialmente negativos allí donde se impuso sobre sociedades complejas y urbanizadas, dejándose llevar los colonos por la tentación del saqueo. El problema de esta tesis es que parece congelar la empresa de colonización en su fase inicial: es improcedente reducir tres siglos de actividad económica colonial en tierras mexicanas y peruanas, por ejemplo, a la simple rapiña. La otra mitad de la tesis tiene mayor asidero: las instituciones de estilo británico implementadas donde la población aborigen era escasa han tendido a mejorar las perspectivas económicas del país. (Cierto es, también, que el predominio demográfico blanco debió mucho a las matanzas deliberadas y a los gérmenes.)

No solo fue el imperio más grande, afirma el autor, sino aquel que puede arrogarse, con mejor fundamento que sus rivales europeos, el mérito de haber forjado el mundo moderno. Características fundamentales de nuestro mundo globalizado son el triunfo del capitalismo como forma de organización económica y el prestigio de las instituciones democráticas. Pues bien, ambos elementos son ante todo un legado británico, tanto que bien puede hablarse de un proceso de angloglobalización. Tan propio del imperio británico es el bagaje político conformado por la idea de libertad, el Estado limitado y las asambleas representativas que a Ferguson lo maravilla el que las acciones despóticas cometidas por sus agentes en las colonias fueran regularmente seguidas por la crítica liberal de las mismas; no suena mal, siempre que no se haga de tal circunstancia una propiedad excluyente. Elementos como la vena autocrítica y la benevolencia de un imperio no se miden solamente con el baremo del moderno ideario liberal, ni son exclusividad del imperialismo británico. Acaso le sorprendería, a Ferguson, saber (o recordar) que en el seno del imperio español también hubo, y nacida muy tempranamente, una corriente crítica de los efectos de la empresa de conquista sobre los nativos americanos -al respecto, el padre Las Casas es solo el nombre más emblemático-, y que la propia metrópoli procuró corregir los abusos cometidos por conquistadores y colonos, promoviendo lo que hoy llamaríamos una política social humanitaria (legislación incluida).

Por más que Ferguson admita que la historia del imperio británico dista de ser intachable, su balance, como se puede adivinar, es definitivamente positivo. Efectos perniciosos como el expolio de las colonias, las matanzas y la segregación de los nativos, las deportaciones masivas, la esclavitud y la trata de esclavos, en fin, la hambruna irlandesa y la expansión del mercado de narcóticos (a raíz de las Guerras del Opio), se verían generosamente contrapesados por los aspectos benéficos. Ferguson enfatiza que ninguna otra entidad hizo tanto en la historia por promover el libre comercio, el imperio de la ley, la protección del inversor y el gobierno representativo. En el siglo XIX, el imperio británico se comprometió como ninguna otra potencia en la abolición de la esclavitud y la trata de esclavos,  auspiciando además el libre movimiento de productos, capital y mano de obra. Ya al borde de su caída, el imperio se mantuvo enhiesto frente al expansionismo incomparablemente más perverso de Hitler, impidiéndole triunfar en el momento justo. Citando nuestro autor a Churchill, sostiene que la hora de la victoria pírrica fue, efectivamente, el “mejor momento” del imperio británico.

Se trata de un libro que comparte con La guerra del mundo virtudes como la escritura amena, un buen pulso narrativo, el poder de síntesis y la voluntad de encarar problemas candentes. Los principales, entre éstos, la reivindicación que Ferguson hace del imperialismo y su incitación a que los Estados Unidos asuman sin tapujos el papel del imperio británico; de hecho, el objetivo que subyace a El imperio británico es el de las lecciones que la potencia norteamericana puede aprender de la experiencia británica. (Según las referencias, el rol imperial de los EE.UU. es el tema de la siguiente obra de Ferguson, Coloso.)

El autor es escocés, nacido en Glasgow en 1964. Ostenta una trayectoria académica de primer nivel, ocupando cátedras en algunas de las más prestigiosas universidades británicas y estadounidenses.  La editorial Debate ha publicado varias de sus obras: además de La guerra del mundo (2007), disponemos de Coloso (2005), El triunfo del dinero (2009) y una muy reciente novedad, Civilización: Occidente y el resto (2012).

– Niall Ferguson, El imperio británico: cómo Gran Bretaña forjó el mundo. Debate, Barcelona, 2011 (3ª edición). 493 pp.

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34 comentarios en “EL IMPERIO BRITÁNICO – Niall Ferguson

  1. Derfel dice:

    Mira tú por donde, andaba yo leyendo «Pasaje a la India» y preguntándome dónde podría yo enterarme de más cosas…

    Como siempre, Rodrigo actuando de centinela bibliófilo.

  2. iñigo dice:

    Apuntado queda… Siempre me ha parecido muy interesante todo lo relacionado con el Imperio Británico… desde chaval las películas que más me gustaban eran las coloniales y ahora intento leer sobre Albión y sus posesiones todo lo que puedo. Caerá. Gran reseña y muy buena recomendación.

  3. ARIODANTE dice:

    ¡¡Este para mí, este para míiii!! Rodri, ¡mira que coincidimos en intereses! Estupenda reseña y estupendo libro que voy a tratar de conseguir rápidamente. Lo hay en e-book, así que..ya me estoy yo aficionando a esto del lector digital.

  4. Ignatius dice:

    Interesante libro y reseña, Rodrigo, sobre un tema conocido pero del que, por lo menos yo, nunca he llegado a profundizar mucho.

  5. Rodrigo dice:

    Vale amigos, ya me dirán qué les parece el libro… si llega a caer.

    Ferguson alude varias veces a la novela de Forster, y cómo no, si ha contribuido tanto a forjar el imaginario sobre el Raj (igual que Kim y La joya de la corona). ¿Te está gustando, Derfel?

  6. Derfel dice:

    Sí, mucho, me parece un escritor excelente (aunque creo que no descubro nada…)

  7. Akawi dice:

    Felicidades por la estupenda reseña Rodrigo.
    Este es otro libro de los interesantes para mí. ¡Ainss…tengo tantos por leer!
    Anotado queda.
    Gracias.

  8. Rodrigo dice:

    Gracias, Akawi.

    Es una novela que a despecho de la brutalidad latente de su tema me resulta muy sutil, Derfel, y tiene de encomiable además el que no pinte la relación entre dominantes y dominados en blanco y negro. Salvo el entrañable Fielding, no hay modo de simpatizar con los personajes británicos, pero tampoco es que los indios resulten mucho mucho mejores en este sentido (ese Aziz es lamentable). En todo caso, creo que la novela se alarga demasiado después del clímax alcanzado en la mitad de su extensión; el capítulo final no se sostiene muy bien después de resuelto el incidente principal.

    Un dato curioso es que La joya de la corona, de Paul Scott, también tiene por premisa el tema de la violación (real o imaginara) de una inglesa por un indio. Ferguson explica que ambas novelas se inspiran en un caso real.

  9. ARIODANTE dice:

    A mi Pasaje a la India me gustó, y ciertamente refleja bastante bien el clima sociopolítico, y las relaciones entre británicos e indios. Pero hace mucho que la leí, y no me acuerdo muy bien del final. Y respecto al libro que reseñas, creo que es razonable concordar con el autor que si bien el imperio desarrolló situaciones lamentables, la balanza con las positivas, (que las hubo, obviamente) se inclina un poco más hacia éstas. ¿Reivindica, pues el imperialismo…o el imperio? Porque no es lo mismo. «Imperialista» es una palabra teñida de significados políticos y bastante conflictiva. ¿Qué postura es exactamente la que defiende Fergusson? Porque incluso aunque los EEUU intentaran asumir el rol imperial, …ya nunca puede ser igual. ¿Defiende alguna tesis el autor o simplemente insinúa ese tema?

  10. Rodrigo dice:

    Ferguson es un imperialista decidido, Ario; me contengo de decir “a la vieja usanza” justamente porque las circunstancias ya no son las de antes, pero vaya, que si algo critica de los EE.UU. es que “no hayan querido asumir su condición de imperio”. En este libro postula que la potencia norteamericana debe asumir el rol que tuvo en su momento el imperio británico como director de la política mundial y poco menos que como superpolicía mundial, sin tapujos ni cortedades de ninguna clase. Allá él, esto no me convence mucho, como tampoco me convence su falta de rigor al manejar el concepto de imperio en el caso estadounidense (que es más bien un caso de hegemonía). Pero no he leído su libro Coloso, que se enfoca justamente en los EE.UU.

  11. Urogallo dice:

    Ahhh…las glorias del Raj, de la veladas a los pies del Himalaya, del Polo en campos infinitos…

  12. Antígono el Tuerto dice:

    Interesante reseña Rodrigo; añadir que el autor (como bien dice Rodrigo) es un nostálgico del imperio británico, en varias entrevistas ha apostillado que el imperio británico junto con el romano, son los únicos que han tenido aportaciones positivas para la civilización humana. Por lo que veo en el libro ahonda en esa idea, y en lo que debemos a los británicos la hazaña de derrotar a Napoleón en el siglo XIX y a los alemanes en las dos guerras del siglo XX (como si la aportación de otros países no hubiera existido) y en lo mucho que la cultura anglosajona nos ha aportado.
    Quizá eso lastre el libro, el hecho de ser poco objetivo. Aunque bien viene una visión general del imperio británico, desde su auge hasta su caida y decadencia.

  13. Rodrigo dice:

    En todo caso, Antígono, hay que precisar que Ferguson responsabiliza principalmente al Reino Unido en lo del estallido de la PGM; o sea que el papel del país en ese conflicto es distinto del que le cupo en la SGM. Y bueno, no es que desconozca la aportación de otros países en la derrota de las potencias del Eje, a lo que apunta es que el imperio británico impidió el triunfo de éstas después de la debacle de Francia.

    Qué inspirado, Uro.

  14. Antígono el Tuerto dice:

    ¿Responsabiliza a Gran Bretaña del estallido de la Primera Guerra Mundial?, vaya, eso sí que es novedoso. Aunque bastante dudoso, supongo que se refiere a la cauta diplomacia británica durante las primeras horas de la guerra.

  15. Antígono el Tuerto dice:

    Edito: Donde pongo «dudoso» leáse «discutible»

  16. Akawi dice:

    Antígono, creo que al autor se le ha olvidado de la Historia el Imperio Español. Je,je,je…

  17. Antígono el Tuerto dice:

    Lo cual es lógico si se centra en el imperio británico :-))

  18. Rodrigo dice:

    Ferguson se explaya sobre ese tema en su libro Pity of war, que no ha sido traducido. Nada más me he topado con referencias de segunda mano, en ciertas reseñas en inglés y en el libro de John Morrow sobre la Gran Guerra, por ejemplo.

    Lo que está claro es que a Ferguson se le da lo de ir a contrapelo.

  19. iñigo dice:

    Al fin y al cabo Francia e in glaterra también son partícipes en la responsabilidad del Tratado de Munich con Hitler y sus graves consecuencias en la 2ª G.M.
    Pero estos ejemplos solo sirven para hilar muy fino sobre las corresponsabilidades en las guerras… cuyo único responsable era Hitler, o el Tratado de Versalles?
    Mejor no meternos en berenjenales y yo pretendo pronto disfrutar del libro recomendado por Rodrigo.

  20. iñigo dice:

    Obviamente lo digo con cierto sarcasmo… a fin de cuentas el máximo responsable de una guerra es el agresor ¿no?.
    Claro luego esta el sistema de alianzas y ententes durante principios del siglo XX, que provocaba la entrada en guerra de países no atacados.
    Inglaterra tras abandonar a Checoslavaquía frente a la ocupación nazi, no podía abandonar a Polonia, porque quedaría su función de policía internacional a la altura del barro… la cuestión es que actuó tarde. Sin embargo con un simple cambio de gobierno y la entrada en las tomas de decisión de Churchill, la política exterior del Imperio dió un gran vuelco y Gran Bretaña se enfrentó sola a los alemanes y a los japoneses… todo depende de los gobiernos, no de los países.

  21. Rodrigo dice:

    Como bien has señalado, Iñigo, el máximo responsable de una guerra es el agresor. Pero lo de Ferguson se refiere a la Primera Guerra Mundial, que es donde la cosa no está tan clara.

    Igual, creo que lo del Tratado de Versalles se merece alguna matización. Que contribuyó lo suyo al clima de resentimiento, beligerancia y revanchismo en la Alemania de entreguerras es innegable, y por algo es que los vencedores de la SGM lo tuvieron por ejemplo de lo que no debía hacerse, pero también hay que tener en cuenta, en primer lugar, que la imagen de un país aplastado por el peso de una paz vengativa (la expresión es de Margaret McMillan) resulta bastante discutible, y en segundo lugar, que Hitler, cuyo ascenso se vio indudablemente favorecido por ese clima, no era ni mucho menos un simple revisionista del tratado. La derecha conservadora lo era y de modo muy consistente puesto que reivindicaba la continuidad del modelo guillermino; lo que hizo el nazismo fue desbordar con creces este esquema. Ni el expansionismo extremo de Hitler, ni la idea de la guerra como objetivo supremo y autosuficiente ni las atrocidades del Tercer Reich se explican sin más por el Tratado de Versalles.

    Y bueno, espero que puedas hacerte con el libro.

  22. iñigo dice:

    Por supuesto… de ahí el sarcasmo. El Tratado de Versalles fué una de las causas de la reacción de Alemania para apoyar el auge de los nazis, quienes lo utilizaron como simple pretexto para auparse al poder, junto a la crisis económica, la posición anticomunista de parte de la población, el apogeo de la tradición y el pasado germano, el apoyo de la aristocracia e incluso en la monarquía alemana, las inseguridades de la república de Weimar.
    Un conmendio de razones llevaron a Hitler al poder, sin duda… pero en su entorno internacional se lo pusieron bastante fácil, sobre todo el gobierno de Chamberlain.
    Estoy deseando leer el libro, sobre todo al respecto de la 1ª G.M.

  23. Rodrigo dice:

    Vaaale, vale.

    Inevitablemente, el libro pasa revista a la intervención del Reino Unido en la PGM, pero las tesis rompedoras de Ferguson sobre los orígenes del conflicto están expuestas en Pity of war, que como apuntaba arriba no ha sido traducido al castellano. Una lástima.

  24. Akawi dice:

    Antígono dijo: «…que el imperio británico junto con el romano, son los únicos que han tenido aportaciones positivas para la civilización humana».

    No lo decía por el libro sino por el comentario que tú citas del autor.
    El libro dice bien claro sobre qué va. jejeje…

  25. Valeria dice:

    Pues sólo por decir algo, apunto que recientementehe leído «Los cañones de agosto» de B. Tuchman, y las percepciones que me ha dejado el libro sobre la actuación británica en los prolegómenos y en el inicio de la guerra son más bien negativas.

  26. iñigo dice:

    La clásica flema británica influye en las causas de las dos guerras mundiales. En su afán de ser el policía mundial… se olvidó que como tal, tenía una responsabilidad frente a sus aliados continentales.

  27. Antígono el Tuerto dice:

    En realidad ninguna de las potencias de la época puede presumir de tener la conciencia limpia en el inicio de la guerra.

  28. Rodrigo dice:

    Coincido, Valeria. Y la cosa no mejora mucho avanzado el conflicto.

  29. Antonio Penadés dice:

    Qué tema tan apasionante y qué buen libro a incorporar a la lista de pendientes! Gracias por la reseña.

  30. Rodrigo dice:

    Es un libro de veras interesante, Antonio.

  31. David García dice:

    Un libro muy decepcionante,con una visión totalmente sectaria del imperio británico. Poco imparcial y minusvalorando a otros imperios anteriores. Faltan capítulos muy negros de la colonización británica como un racismo latente bajo la influencia reformista religiosa y otros aspectos. En definitiva,un imperio depredador como diría Gustavo Bueno.
    En mi opinión la historia debe ser más científica y no tanto ideológica o nacionalista.

  32. Rodrigo dice:

    Qué imperio no ha sido depredador…

  33. Antígono el Tuerto dice:

    Como bien dice Rodrigo, todo imperio ha sido depredador… y generador, destructor y creador, al menos todo imperio que ha permanecido en el tiempo más que su fundador.
    Las tesis de Gustavo Bueno son muy interesantes, pero discrepo de ellas, Bueno era filósofo, no historiador, y sus afirmaciones son bastante metafísicas como para aceptarlas como verdades absolutas.

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