EL ELEGIDO – Thomas Mann
Todas las campanas están sonando en Roma, todas sin excepción; retumban con alegría desde San Pedro o Letrán hasta San Pablo Extramuros, desde las más pequeñas capillas hasta las basílicas más grandiosas. Todas. Todos los romanos están en las calles, todos sin excepción; desde el espigado monaguillo al orondo sacerdote, desde el más insignificante acólito hasta el prelado más importante. Cabe, pues, hacerse aquella pregunta: ¿por quién doblan las campanas? Y si no se adelantara el autor, tras aquella surgiría otra: si todos, todos sin excepción, están en las calles en ceremoniosa algarabía, ¿quién dobla las campanas?
El «Espíritu de la Narración». Es Él quien insufla fuerzas, quien tañe las campanas, quien hace resonar los campanarios. Con esto Thomas Mann, aparte de hacer de la propia narración un acto poético de primer orden, nos prepara el ánimo y nos advierte: «aquí mando yo», parece decirnos. Este acto de fe deja abierta la puerta a torrentes de poesía, a paradigmas de comportamiento, a actos insólitos…, sin que la trama pierda ningún interés ni credibilidad. Pero este acto de confianza extrema, como se comprobará en el texto, es además una hipérbole que favorece todo el barroquismo que uno se encuentra cuando afronta la maravillosa lectura de este libro.
Y resulta ser exagerado ese credo si nos lo planteamos desde la razón o si el autor nos lo hubiera ofrecido con otra estructura. Pero no es el caso. Los casi milagrosos actos que leeremos pueden ser explicados o comprendidos sin mucho esfuerzo, pese a lo increíble de alguno de ellos, porque no «son», no existen sino en la mente de un monje que cree en ellos. Y cuando resultan del todo inconcebibles, pues el religioso cronista a veces se muestra escéptico, se achacan al «Espíritu de la Narración», a la poesía barroca de ese genio cuentista suavizada por el estilo perfecto de Thomas Mann.
En efecto, es tal la maestría del «Espíritu» con la que va cerrando incertidumbres, dudas y acciones, que los acontecimientos se suceden como las Parcas tejen nuestros hilos: a su antojo pero con un objetivo claro y marcado, sin margen de error; ¡cómo adelanta sucesos!, cómo nos lleva, cómo nos prepara…
Leemos la manera con la que Umberto Eco en El nombre de la rosa se escudaba en el narrador, en un testigo de los hechos que contaba un episodio de su juventud siendo ya viejo, lo que le daba al escritor mucha libertad. En El elegido el narrador es un monje que conoce a casi todos los personajes pero que sabe de los sucesos lo que le han contado terceros. Otra posibilidad, pues, de comprender lo inverosímil gracias al ideario del religioso: él no hace Historia, sino que da fe mítica.
El juego moral en esta novela resulta muy poco convencional, lleno de ironía, pues los actos amorales se adueñan de los sentimientos del propio narrador, resultando ser una aguda y divertida lucha entre lo común y aceptado y los desbordantes sentimientos primarios.
Y dejo a un lado los asuntos anteriores porque, aun estando presente el «Espíritu de la Narración» en todo momento, todavía no he referido nada acerca de la trama del libro. Y tiene «su aquel»:
La novela, ambientada en la cortés Europa del siglo X, expone la historia del Papa Gregorio V, o, con mayor propiedad, la vida de Gregorius y su incestuoso origen. Incesto que, por diversos avatares, él repetirá. Thomas Mann se basa en una epopeya medieval de un poeta alemán, la cual fue recogida por otro autor anónimo francés que compuso la Vie de Saint-Grégoìre, allá por el año 1190, para crear una figura gigantesca, la del protagonista, al que le rodearán aventuras y acontecimientos que se hacen imprescindibles de leer.
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¿Quién toca las campanas? No son los campaneros. Han corrido a la calle como todo el mundo al oír el sonido atronador. Convenceos: los campanarios están vacíos. Flojas cuelgan las cuerdas y sin embargo las campanas vibran, los badajos golpean. ¿Habrá que decir que nadie las toca? No, sólo una cabeza agramatical, sin lógica, sería capaz de afirmarlo. «Tocan las campanas», es decir, alguien las toca, por vacíos que estén los campanarios. ¿Quién toca pues las campanas de Roma? El espíritu de la narración.
Un claro ejemplo de novela histórica llena de poética, alejada de los manuales de Historia y de las interminables explicaciones eruditas, que da peso a lo verdaderamente importante en el género: ser novela, ser ficción.
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Elegante y deleitosa forma de sugerir una lectura, Javi. Ya antes me pareció que debía tratarse de una gran novela; de hecho, llegué a hacerme con un ejemplar, pero lo he ido postergando (“the pila”, que diría Richar). Definitivamente, le está llegando su turno.
¿Sería mucho pedir que nos dijérais la editorial? Gracias.
La verdad es que si que despierta el interes…
Buena reseña.
Está en Edhasa y Edhasa pocket, Josep, aunque desconozco si la novela será complicada de conseguir.
Javi: ¡qué bonita y delicada reseña! Tu pluma mejora…y el libro reseñado me ha abierto el apetito, ciertamente, de su lectura. (Va en su favor que haya edición bolsillo). En fin, el tema lo desconocía por completo, pero me resulta francamente atractivo. Y Thomas Mann es una excelente referencia.
Por cierto, ¿este Gregorio es el del calendario gregoriano o acabo de decir una estupidez?
Ariodante, lamento indicarte que has cometido un desliz…El del calendario es Gregorio XIII en 1582, o sea, unos cuantos siglos después..
Excelente reseña Javi, felicidades!!
Saludos
¡¡Glups!! Tierra, ¡trágame! menuda metedura…
Menos mal que están todos entretenidos con lo de Cavilius, que si no…
Tranquila Ariodante, el desliz lo atribuyo a tu juventud e inexperiencia..;-)
Mmmm..gracias, Sangon, por tu benevolencia…
Aparte deslices disculpables por la inocencia de la juventud y -como siempre- sin mucho tiempo para comentar, no quiero dejar pasar la ocasión de subrayar, al menos, el acierto de Javi en la elección de autor y obra y, por supuesto, del propio estilo de la reseña, original, ciertamente poética y muy… emocionante.
Thomas Mann, desde luego, no es un escritor de novela histórica al uso. Quien espere un tratado novelado sobre Historia de la Iglesia Medieval, ya puede adelantar su decepción y se ahorrará dinero. A Mann no le importa lo superfluo o lo anecdótico, lo exacto o lo formal. Mann siempre ahonda y penetra en el alma humana, en sus anhelos más profundos y en sus miserias más inconfesables. Buen ejemplo de ello es la serie también histórica (bueno, corrijo, bíblica) que dedicó a José y sus hermanos. Para Mann, la historia siempre es un pretexto y no un fin en sí misma, un espejo para mostrar al hombre los surcos de su propio rostro.
Y que nadie espere tampoco de Mann acción a raudales, trepidantes aventuras, emocionantes intrigas y vertiginosas cadencias argumentales. Para el autor, el tiempo no importa; un instante puede durar… cien páginas. Y una página recorrer cien años. Mann está… por encima del tiempo y del espacio.
Pero algo sí parece garantizado: cuando alguien lee a Mann por primera vez, suele formarse siempre la misma pregunta en su cabeza: ¿Cómo he podido vivir antes sin haber leido a Mann?
Un saludo, Javi, y mi más sincera enhorabuena.
Buenos días.
Pues si, es interesante la reseña. En mi caso concreto sobre una novela que me mandó a paseo a eso de la página 100, en parte porque me esperaba eso que dice Arauxo que no hay que esperarse, y porque, supongo, no supe escuchar eso que Javi dice que dice la novela.
En todo caso, supongo que ahora, doce años después, puede ser un buen momento para intentarlo de nuevo. Esta vez bien orientado.
Saludos.
Tienes razón, Koenig: eso pasa fácilmente con Mann… cuando uno espera otra cosa. Porque Mann es denso; y hondo como el pozo del destino. Pero cuando intentas leerlo por segunda vez -y no esperas sino lo que es-… a veces, sabe a poco.
Vamos que o tanto o tan calvo.
Desde luego, hay comentarios que son como para sacarse el sombrero.
No puedo más que suscribir a lo que Arauxo dice sobre Thomas Mann. Diablos, tratándose de apreciación literaria…
Pues viniendo de quien viene, Rodrigo, ese comentario es, al menos para mí, un gran piropo. Y coincidir con las opiniones de algunos hislibreños como tú, toda una satisfación y un verdadero honor.
el libro me parece digno de leer
EL ELEGIDO es uno de los mejores libros que he leido en mi vida…y yo he leido mucho….Thomas Mann? Un grande……
Hermosa reseña de este libro que es una joya de la literatura. Cuando me preguntan cuál fue la mejor novela que leí, digo: El Elegido de Thomas Mann.
Gracias, Violeta. Es un gran libro, ciertamente, y según circustancias lectoras se le puede considerar como «el elegido».