EL DUELO – Joseph Conrad
Armand D’Hubert, teniente del séptimo regimiento de húsares de la Grande Armée, recibe la orden de su general de arrestar a otro teniente de distinto destacamento, Gabriel Florian Feraud, por batirse con un civil de familia influyente. Pero cuando D’Hubert se dispone a detenerlo, Feraud se encuentra en compañía de una dama, por lo que toma la intromisión como un insulto y decide retarlo a un duelo. Es así como se desencadena una rivalidad legendaria entre ambos oficiales a lo largo de quince años, pasando por algunos de los campos de batalla más emblemáticos de las campañas napoleónicas, y finalizando con la restauración monárquica en Francia tras el exilio del emperador en Santa Elena.
Se trata de la obra de referencia para cualquier aficionado a los duelos. Y es que, aun tratándose de una novela corta, realiza una crítica impecable a una práctica tan antigua como absurda, arraigada al sentimiento tóxico de la honra, al carácter efímero de una ofensa y a la cantidad de necios motivos para inferirla, así como a la lucha de clases. La idea de cómo una enemistad tan profunda, cuyo origen nadie conoce, puede marcar una vida y condicionar a los duelistas, estableciéndose un extraño vínculo entre ellos, como una simbiosis. Pues, pese a lo disparatado de los desafíos que se van sucediendo, D’Hubert acaba descubriéndose a sí mismo en la madurez de sus cuarenta años, valorando el sentido del coraje, y el peligro de la muerte —sustentado en la pérdida del amor—, frente a una existencia acomodaticia, aunque no por ello adecuada, del soldado que se ha batido contra media Europa.
Es necesario abordar también la dualidad entre los personajes principales, dado que su rivalidad actúa como un pretexto para mostrar el odio irracional y enquistado entre dos hombres opuestos en todo —carácter, fisonomía, clase social y origen geográfico—, que no dejan de desafiarse a duelos de honor en cuanto tienen oportunidad. La templanza de D’Hubert, “el estratega”, devoto a la institución militar y de alta alcurnia, contrasta con la exaltación de Feraud, impulsivo, eternamente resentido, de clase humilde y férreo defensor de la causa bonapartista. El enconado rechazo, especialmente del segundo hacia el primero, roza la obsesión y se prolonga hasta el absurdo, luchando en el mismo bando. Su historia personal, sin ellos pretenderlo, termina insertada en la Historia de Europa, cuando Napoleón es finalmente desterrado a Santa Elena, dejando a sus partidarios como reliquias del pasado y despojos humanos, debido al cambio sociopolítico y de los valores imperantes.
También es notable la descripción del duelo final, donde Conrad midió el pulso narrativo para mantener en tensión al lector en todo momento, sin saber cómo terminaría la contienda. Normalmente, muchos autores pecan de dar demasiadas pistas sin ser conscientes, guiando al lector por un camino que le permite discernir cómo finalizará el asunto y, por ende, cortando la suspensión de incredulidad. Por el contrario, dándose varios resultados a los múltiples desafíos entre ambos a lo largo de los años, en el último momento no sabes quién saldrá vivo de ese bosque. También es cierto que la marca enunciativa de la puntería de Feraud, puesta de manifiesto contra los cosacos en la campaña de Rusia, añade un aliciente de emoción para no poder intuir quién será el vencedor. Y el miedo, cómo afecta el manejo del miedo a la ejecución de las estrategias de cada contendiente, sería el otro elemento determinante para hacer dudar al lector cuando cree que todo ha terminado.
«Ningún hombre triunfa en todo lo que emprende. En este sentido somos todos unos fracasados. Lo importante es no desfallecer en el intento de organizar y mantener el esfuerzo de nuestra vida. Y en esto, lo que nos empuja adelante es la vanidad. Nos precipita a situaciones en las cuales resultamos perjudicados, y sólo el orgullo es nuestra salvaguardia, tanto por la reserva que impone sobre la elección de nuestra conducta, como por la virtud de su poder de resistencia».
En definitiva, una gran novela incluso a día de hoy, cuando tales conceptos nos resultan distantes y anacrónicos, y que sin embargo daban sentido a tantas cosas hace siglos. Una lectura obligatoria para todo autor que pretenda incluir en su obra un duelo, y de la que novelistas como Arturo Pérez-Reverte se han servido para describir algunas de las escenas más icónicas de sus obras, como El húsar o El maestro de esgrima.
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Joseph Conrad, El duelo. Madrid, Alianza Editorial, 2008, 152 páginas.
¡Qué gran novela! Y aunque breve, la maravilla de su construcción, hace que sea superior a muchas otras novelas actuales que parecen que se venden a kilo. Es una delicia leer a Conrad y más una obra que es referencia literaria con respecto al universo napoleónico. Me alegra un montón observar que te ha gustado, y es por eso que para adentrarte más en el mundo de la historia de los duelos a través de su historia, su significado y evolución te recomiendo también el ensayo: «Blandir la espada» de Richard Cohen. Un saludo y enhorabuena por la reseña ;-)
Muchas gracias por tus palabras, Balbo. Y respecto a la recomendación, me la anoto.
Coincidimos en la opinión sobre Conrad, y en esta novela en particular.
Un saludo.
Bienvenido Scorpius a la Papri y bienvenida tu reseña. Hace unos años publiqué en mi blog una pequeña reseña comparando la novela de Conrad, mi amado Conrad, y la fantástica película de Ridley Scott. Me encantan ambas y, si me permites, la comparto por aquí.
https://elpuentelejano.blogspot.com/2015/09/el-duelo-joseph-conrad-los-duelistas.html
Gracias, Íñigo. Permitido, cómo no.
La novela de Conrad es el germen de muchas otras, como suele ocurrir con los grandes maestros y sus obras.
Un saludo.