EL DOCTOR ZHIVAGO – Boris Pásternak

desde-el-zaguán doctor-zhivagoLa más irregular e imperfecta de las novelas célebres del siglo XX. Quizás, una de las más emotivas que diera la pasada centuria.

En verdad, no es extraño que El doctor Zhivago sea una obra tan denostada como elogiada, pues abunda en flaquezas y en fortalezas. Pero, ¿corren parejas unas y otras? ¿Son tantos sus méritos como sus deméritos, o viceversa? En otras palabras, ¿es la novela de Boris Pásternak una obra verdaderamente ejemplar, tan grande como hace suponer la calurosa recepción que le brindó buena parte de Occidente hace poco más de medio siglo? (Premio Nobel y película incluidos); o bien, ¿es tan mala como han juzgado los del bando de detractores, Vladimir Nabokov el más furibundo de todos? Arduas cuestiones, sin duda, que de ninguna manera pretendo resolver. Lo cierto es que la edición reciente de la novela por Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores, con traducción de la prestigiosa Marta Rebón -la primera traducción directa del ruso al castellano-, proporciona una inmejorable ocasión para emprender una lectura serena, al amparo de una doble distancia: temporal y emocional. Hoy en día, no se lee esta novela como hace unas décadas atrás, tamizada inevitablemente por las pasiones de la Guerra Fría. 

La novela, única en toda la trayectoria literaria de su autor (celebrado como uno de los mayores líricos en lengua rusa), se articula en torno a las venturas y desventuras de Yuri Zhivago y Larisa Guichard, más conocida como Lara. Huérfano desde temprana edad, Zhivago es hombre en quien convive la vocación científica con el estro poético y el amor por la filosofía. Lara, en tanto, es una mujer bella, activa e inteligente, más interesada en cultivarse y ejercer una profesión que en sacar partido de su atractivo. Como tercero en discordia tenemos a Pavel Antípov, marido de Lara al que durante la guerra civil se conocerá como Strélnikov, militar eventual y despiadado azote de la contrarrevolución. Son acompañados por una multitud de figurantes de toda índole, destacando algunos como Tonia Gromeko, la esposa de Zhivago; Misha Gordon, amigo eterno de Yuri y de Tonia; el filósofo Nikolái Vedeniápin, tío y mentor intelectual de Yuri; Victor Komarovski, un abogado que hace las veces de ángel malo de los dos protagonistas, y, en fin, Evgraf Zhivago, medio hermano de Yuri y su ángel guardián. Las del terceto principal son vidas que progresan en paralelo hasta que concurren en una especie de triángulo amoroso zarandeado por las vicisitudes, sobre todo las de una era agitada como pocas. ¿Cómo no, si el telón de fondo de la novela lo constituyen las primeras décadas del siglo XX ruso? Desde la fallida revolución de 1905 hasta los prolegómenos del Gran Terror bolchevique y un episodio a modo de coda ambientado en plena Segunda Guerra Mundial, la narración se construye sobre una época crucial no sólo para Rusia sino para la historia íntegra del siglo pasado.

El doctor Zhivago es, en más de un sentido, una novela típicamente rusa. Como suele suceder en varios de los mejores ejemplares de esta narrativa, sus horizontes son muy dilatados. Obra de considerable extensión, el solo número de sus personajes parece enfrentarnos a un mundo entero; similar impresión provocan su amplitud escénica, su ambición ideológica y su voluntad de reconstrucción de una época (que equivale a un afán por descifrar sus claves). Para mayor abundamiento, ahí están las peroratas filosóficas en que se enfrascan unos cuantos de los personajes, entre ellos el mismo Zhivago… Cuando se tiene en cuenta la época de su gestación, los años 40 y 50, inevitablemente surge el contraste con la obra maestra de Vasili Grossman, Vida y destino, escrita con pocos años de diferencia. Así como Grossman se inspira en el modelo tolstoiano, con su dominio de la serenidad homérica, Pásternak tiene mucho de dostoievskiano, especialmente el apego al dramatismo inflamado y los giros sensacionales de la trama. Cabe advertir que Pásternak profesaba mayor aprecio de Tolstói que de Dostoievski, pero la lectura de Zhivago revela que su temple lo aproxima más al segundo que al genio de Yasnaia Poliana. (Mejor que Zhivago, son los rivales de amor del doctor los que encajarían –y muy bien- en el universo de Dostoievski: Antípov, del tipo de personaje idealista y atormentado, y Komarovski, sujeto inescrupuloso que recuerda al Svidrigáilov de Crimen y castigo.) Más allá de este distingo, Pásternak comparte con ambos referentes la vena un tanto mística y profética que Grossman denunciara ácidamente en Todo fluye.

Hay quien considera el arranque de la novela un embrollo. Sucede que no es un inicio convencional pues combina el formato de la novela coral con la técnica de los saltos temporales, resultando en una suerte de collage notable por su sofisticación. La infancia y orfandad de Zhivago y la seducción de una jovencísima Lara por Komarovski son escenificadas al tiempo que se nos introduce en las turbulencias de la Rusia de principios de siglo, con una sociedad desgarrada por la injusticia y las desigualdades. Es un inicio muy eficaz. Por desgracia, la novela declina de modo palmario en su parte final. Lo que en la primera mitad constituye un interesantísimo fresco de época, colmado de peripecias y de escenas inolvidables -ora dramáticas, ora graciosas-, en la segunda mitad deviene una historia de amor de tono decididamente melodramático. No decae el ritmo de la narración, de hecho sigue siendo una historia bastante movida, pero es el melodrama lo que hegemoniza su deriva final. Más que nunca es evidente el sentido de la trama, la que se desarrolla de tal suerte que sus ingredientes confluyen gradualmente hacia el encuentro decisivo de Lara y Zhivago a la manera en que los afluentes desembocan en un lago. Y Lara, sugestiva presencia femenina en la primera parte, en la segunda se nos muestra como una mujer parlanchina y no poco irritante.

Un elemento que perjudica la novela como un todo son las desconcertantes coincidencias en que se regodea el autor: difícilmente habrá otra narración igual de multitudinaria en que unos personajes de vidas y circunstancias disímiles converjan tantas veces como en Zhivago. Uno o dos de estos azarosos encuentros o concurrencias improbables no desentonarían, tal vez, en una novela cabal; los que Pásternak siembra a lo largo de su libro son más propios de un culebrón. El caso más notorio es el que involucra a la pareja protagónica. Las ocasiones en que coinciden Lara y Zhivago –en Moscú y en el frente, durante la Gran Guerra, ella como enfermera y él como médico- pretenden ser otros tantos presagios de lo que será su encuentro definitivo. Pero ¿en la vastísima Rusia, reencontrarse justo en la biblioteca de un remoto poblado de los Urales? (“De todos los bares, en todos los pueblos, en todo el mundo…”). El ubicuo Komarovski viene a ser otro enojoso signo propiciatorio: como el mismo autor se encarga de enfatizar, el hecho de haber padecido las malas artes del individuo, mucho antes del primer encuentro de los protagonistas, es ya un detalle significativo. Así pues, como en el viejo folletín, Pásternak consuma la unión de Lara y Yuri Zhivago bajo el sello de la fatalidad… y por medios nada sutiles.

En el haber de la novela cuenta sin duda la dosificada cualidad lírica de su prosa, presente sobre todo en las descripciones del entorno. Las imágenes que Pásternak transmite por medio de la palabra son tan vívidas como cautivadoras, revelándose un poeta sensible a las propiedades de la naturaleza y diestro en la plasmación de atmósferas. No hay sino disfrute cuando se lee un fragmento como éste: «Alrededor todo fermentaba, crecía y subía como por efecto de la levadura en la masa mágica de la existencia. El éxtasis de la vida, cual viento silencioso, en una amplia ola, avanzaba sin saber adónde, por la tierra y la ciudad, a través de los muros y las empalizadas, a través de la madera y el cuerpo, envolviendo en un estremecimiento todo cuanto encontraba a su paso». O este otro: «Hacía tiempo que se había presentado el invierno. Se helaban hasta las piedras. Sonidos y formas fragmentarios, sin relación aparente entre sí, surgían en la gélida niebla, persistían, se movían, desaparecían. Se erguía un sol que no era aquel del que se tenía costumbre en la tierra, sino otro, un sustituto, una esfera que pendía sobre el bosque y derramaba, a duras penas, lentamente, como en un sueño o en un cuento, rayos de luz densos cual la miel, de un amarillo ámbar, que cuajaban en el aire y se adherían a los árboles».

La comprensión del mundo y de la historia por Pásternak carecía de pragmatismo. El hombre era capaz de abrumar a amigos y conocidos con sus abstrusas divagaciones en torno a la realidad (sus “grandes vuelos cósmicos”, dice Isaiah Berlin). En El doctor Zhivago, Pásternak no opone al bolchevismo las objeciones que pudiera esgrimir un admirador de la democracia y el liberalismo occidentales, con lo cual anticipa en cierto modo a Solzhenitsyn; empero, a diferencia de éste, nunca llegó a ser un disidente resuelto e inflexible. No tenía nuestro autor madera de pensador político o social ni vocación de genuino intelectual, en sentido de hombre de letras que interviene en política (salvo que se entienda por tal su quimera de subyugar a Stalin con su visión metafísica de la historia); mucho menos lo seducía la tortuosa idea de hacerse martirizar a manos del aparato represor. Poeta y esteta por sobre todas las cosas, en política era dado a contemporizar, y antes de El doctor Zhivago se abstuvo de alzar la voz en contra de la revolución o en contra del régimen bolchevique. Salvo alguna efímera concesión, por otra parte, tampoco se sometió a las exigencias de la ortodoxia soviética y su camisa de fuerza artística, el realismo socialista. En los días del Gran Terror, se negó a firmar una carta abierta de condena al mariscal Tujachevsky, un paso tremendamente osado para hombre tan cauto (para cualquiera, en realidad). Como el protagonista de su novela, Pásternak nadaba a dos aguas, y nunca pudieron ni radicales ni moderados tenerlo por uno de los suyos; como Zhivago, simpatizaba con la idea de la revolución pero lo espantaba su realización concreta, su violencia desatada. Las ideas que desliza en la novela, de connotación inevitablemente política en vista del contexto (el totalitarismo, como es sabido, cancela las distancias no sólo entre lo público y lo privado sino entre la política y los otros ámbitos sociales), son más de inspiración filosófico-religiosa que propiamente política, y al parecer son deudoras ante todo del pensamiento de personalidades como Vladimir Soloviov (filósofo y teólogo de poderoso ascendiente en el simbolismo ruso y del que se menciona una de sus obras principales en Zhivago), León Chestov (pensador religioso influido por Kierkegaard, Dostoievski y Nietzsche, entre otros), y Nikolái Berdiáev (filósofo que transitó del marxismo al anticomunismo y a un ideario de raigambre cristiana).

Para oídos educados en sociedades liberales, especialmente en nuestros días, puede que los decibeles de tales ideas no alcancen niveles muy elevados, pero en aquel tiempo y en aquel país debían por fuerza resultar estridentes. La percepción de la revolución y de su ideología matriz se vuelve por demás condena explícita en un par de pasajes puntuales. En uno de ellos, Zhivago resta todo crédito al marxismo: «Demasiado poco dueño de sí mismo para ser una ciencia –afirma el doctor-. Las ciencias, por lo general, son equilibradas. ¿Marxismo y objetividad? No conozco una corriente más replegada en sí misma y más alejada de los hechos que el marxismo». Hacia el final de la novela, uno de los personajes sostiene lo siguiente (y perdonen los romanófilos): “Así ha ocurrido varias veces en la historia. Lo que fue concebido de un modo noble y elevado se convirtió en materia tosca. Así Grecia se transformó en Roma, así la ilustración rusa se convirtió en la revolución rusa”. Huelga decir que la censura debía considerar estos pasajes el colmo de la transgresión. En otro plano que el de las declaraciones -por lo menos tan expresivo como éste-, la mirada crítica de Pásternak es evidente en el modelado de personajes y situaciones que representan a la revolución y el régimen subsecuente; nada hay en aquéllos que suscite la simpatía del lector, todo ello es pintado en tonos sombríos. El calvario sufrido por los protagonistas es, en sí mismo, acerba denuncia de la arbitrariedad imperante. Salta a la vista que no hacía falta mucho más para que un régimen aberrante como el de la URSS vetase la novela.

¿Es acaso Zhivago una encarnación tardía del denominado “hombre superfluo”? Desdeñoso, el intelectual marxista Isaac Deutscher despachó al personaje considerándolo otro Oblómov, la creación icónica de Iván Gonchárov y uno de los más famosos hombres superfluos. Es este un fecundo arquetipo de la literatura rusa prefigurado por Alexander Pushkin y bautizado por Turguéniev (Diario de un hombre superfluo, 1850). Modelo de antihéroe y resabio exangüe del romanticismo, el hombre superfluo es, a grandes rasgos, un individuo de origen noble y vida acomodada, dotado de cierto talento pero dominado por el tedio vital y una profunda vacuidad tanto espiritual como existencial; alienta eventualmente un vago desasosiego pero, en vez de derivar en un activo inconformismo –en vez de rebelarse-, se deja consumir en el hastío, la abulia y la impotencia total. Comparte raíces con el nihilista, arquetipo con el que a veces se solapa. Su final suele ser abrupto y tan absurdo como su vida. Algunos representantes de esta estirpe son el Oneguin de Pushkin (Eugenio Oneguin); Pechorin, de Lérmontov (Un héroe de nuestro tiempo); Bazárov y Rudin, ambos de Turguéniev (son los protagonistas de Padres e hijos y Dmitri Rudin, respectivamente); Stavróguin, de Dostoievski (Los demonios), y el referido Oblómov. Pásternak, por su parte, concibió con toda intención un personaje irresoluto y falto de ímpetu, más a gusto en la contemplación que en la acción, más víctima que agente de la Historia; su debilidad, empero, es distinta de la que arraiga en la falta de un norte espiritual y un consiguiente desperdicio de energía, señales del hombre superfluo. Zhivago es un soñador. Sucumbe no al absurdo sino a la adversidad, que no es lo mismo. En circunstancias menos desapacibles que las de una sociedad convulsionada por la revolución y la guerra civil, todo indica que podría haberse hecho un nombre como médico y como poeta.

Una novela, en fin, cuyos defectos ponen al descubierto la impericia del autor en el arte de la narrativa pero que se beneficia en cierta medida de su humanidad y temple poético. Por momentos depara una lectura gozosa, a ratos chirría. Quizá demasiado ambiciosa, no pocas veces polémica, El doctor Zhivago es siempre interesante por su trasfondo histórico. Pero me parece claro que lo último no basta para atribuirle una estatura superlativa.

– Boris Pásternak, El doctor Zhivago. Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2010. 747 pp.

[tags]Boris Pásternak, EL DOCTOR ZHIVAGO[/tags]

Compra el libro

Ayuda a mantener Hislibris comprando EL DOCTOR ZHIVAGO de Boris Pásternak en La Casa del Libro.

     

49 comentarios en “EL DOCTOR ZHIVAGO – Boris Pásternak

  1. Iñigo dice:

    Bravo, con mayúsculas. Una reseña magistral. Que gusto leerte.

  2. Iñigo dice:

    Por cierto que tal la edición de Galaxia?

  3. Rodrigo dice:

    Muchas gracias, Iñigo.

    La edición tiene el sello de fábrica Gutenberg/Círculo, o sea que en su aspecto es un chiche (una joyita). Por lo general detesto los fotogramas de películas como ilustración de portada, pero en este caso no ha quedado tan mal. La traducción… qué decir: es de Marta Rebón. No he hecho una comparación exhaustiva entre esta versión y la que conocíamos hasta ahora, de Fernando Gutiérrez (traducción del italiano, de 1958), pero a primera vista no percibo entre ambas unas diferencias tan dramáticas como las que esperaba encontrar. Pero se trata de una traducción elegante, la de Marta Rebón, y entiendo que es muy fiel al original.

    Lo único que le reprocharía de frentón es la falta de un prólogo. Hubiese estado muy bien alguna suerte de estudio preliminar, no necesariamente como los de Cátedra, pero sí un texto introductorio que nos pusiera en situación.

  4. Rodrigo dice:

    Bonita cabecera, Nuru. (El viaje en tren de los Zhivago/Gromeko es uno de los buenos pasajes de la novela.)

    A todo esto. Hace muy poco se editó en castellano el libro La novela blanqueada, de cierto Iván Tolstói: un trabajo que cuenta el tras bambalinas de El doctor Zhivago, es decir, el lío que fue su publicación en Occidente en plena Guerra Fría. La edición es también de Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Espero echarle al menos una ojeada.

  5. Publio dice:

    Como siempre una gran reseña, Rodrigo.

    Leí este libro hace ahora veinte años durante una estancia hospitalaria, y, me transmitió sensaciones muy diversas. A ratos interesante y entretenido, a ratos me costaba seguir adelante con la lectura pero quizá se deba a las especiales circunstancias en que lo leí.

  6. Rodrigo dice:

    Gracias Valeria, Publio.

    No es raro un comentario como el tuyo, Publio. No sé si concierna a lo que dices, pero puede que el hecho de haberla leído tantas veces distorsione un poco mi percepción acerca de la dificultad de la novela. Lo cierto es que, fuera del despiste que se puede sufrir por la cantidad de personajes –típico de novela rusa, pero es algo a lo que estoy más o menos habituado-, no me parece un libro difícil de seguir… a menos que uno no enganche con la historia. Que también puede ser.

  7. Hahael dice:

    Está buenísima esta reseña, realmente buena. Una cosita; en mi opinión, Pasternak no estaba ni a favor ni en contra de la Revolucion, no había en él una postura ideológica respecto a ella. Por eso no se le puede encasillar. Pasternak estaba convencido de la inevitabilidad de la Revolución, de su fuerza imparable. Le atemorizaba y a la vez le fascinaba. Digamos, como un fenómeno de la Naturaleza, una fuerza cósmica o una tempestad inmensa que todo lo doblega. ¿Quién puede decir que el mar sea bueno o malo porque nos zarandee en una tormenta? Ahora que por su carácter era claramente un ilustrado y no un revolucionario. Sobre el protagonista, a mi no me parece que Zhivago sea como el personaje del ‘hombre superfluo’. Es cierto que es un soñador, y tiene vacilaciones, pero le salva su condición de médico, de científico (como Chejov).. Me he quedado sorprendido con lo que has dicho sobre la primera traducción directa del ruso al español.

  8. Publio dice:

    No me refiero a la dificultad de la novela, Rodrigo, ni a la multiplicidad de personajes existente, más bien a que por momentos se me hacía aburrida su lectura. No llegaba a conectar del todo con ella pero es probable que las circunstancias particulares del tiempo en que la leí tuvieran culpa de ello como ya dije antes.

  9. Rodrigo dice:

    Ajá. Entiendo, Publio.

    Hahael, muy interesante tu apunte sobre la postura de Pásternak ante la revolución; resulta congruente con lo poco que sé del escritor (conocimiento que debo sobre todo a Isaiah Berlin). Y estoy de acuerdo con lo que dices sobre Zhivago. No sólo Deutscher lo consideraba –erróneamente a mi entender- un hombre superfluo, también es la opinión de Christopher Domínguez Michael, un crítico literario mexicano muy respetado por estas latitudes. Como señalaba en la reseña, yo creo que el personaje es de otra cuerda, distinto de Oblómov y sus congéneres.

  10. Hahael dice:

    ¡Ah! Gonchárov. Una lectura recomendable.

  11. Raskolnikov dice:

    ¡Vaya reseña! ¡Excelente!

    Como ya le comenté a Rodrigo, para mí uno de los puntos fuertes de la novela es que se nota que Pasternak era poeta. Le imprime un ritmo y una cadencia especiales cosa que no se encuentra, por ejemplo, en Vida y Destino (yo tampoco pude evitar la comparación). Se nota que Grossman era periodista. Aunque, seguramente, mucho mejor novelista que Pasternak.

    No recordaba ya eso de las casualidades. Es cierto. Junto con los zarandeos que da la vida a Zhivago y la aparente pasividad (muy humana) con que los afronta, son uno de los factores que hicieron que en ocasiones la trama me resultase algo errática. Llega un punto en que no sabes muy bien dónde va ir a parar toda esta historia.

    Pero bueno, a mí la verdad es que me gustó y estaría dispuesto a la relectura. La impresión general que me dejó fue buena y lo recuerdo con cariño.

    No se puede comentar mucho más después de tan completa reseña…

    PD: excelente cabecera también. Es preciosa esa imagen del tren.

  12. Rodrigo dice:

    La verdad, me aburrió bastante.

  13. Yamil dice:

    La verdad es que esta…más que sinopsis, me ha gustado mucho. La mención de «hombre superfluo» y los personajes que nombra como paradigma de ese hombre, son perfectos. Gracias.

  14. Rodrigo dice:

    Cierto, Rodia, la prosa de Pásternak revela al poeta. No soy lector frecuente de poesía, mucho menos de poesía rusa, nada más he leído que incluso los detractores de la novela consideraban a Pásternak un poeta extraordinario. Él sentía especial predilección por los poemas que incluyó al final de la novela atribuyéndolos a su creatura, Zhivago. Supongo que pierden mucho en la traducción, pero ahí están: proporcionando un atisbo de sus dotes poéticas.

    La novela… Qué diantre, con sus defectos y todo, tiene algo que me seduce.

    Los rusos han concebido unos personajes la mar de interesantes, ¿verdad, Yamil?

    Gracias por sus comentarios.

  15. Yamil dice:

    Cierto, indudablemente…me han llamado mucho la atención esos personajes como Eugenio Oniegin, Grigori Pechorin con los que he sentido una cierta empatía momentánea al momento de leerlos, ese fondo amargo que uno no termina de saber de dónde proviene …más que interesantes. saludos.

  16. Raskolnikov dice:

    Yamil dice: «ese fondo amargo que uno no termina de saber de dónde proviene »

    ¿Será eso tan comentado, y que nadie sabe lo que es, del «alma rusa»? :P

    ¡Saludos!

  17. Rodrigo dice:

    Uf, eterno problema. Quizá un artificial problema, ojo, como todo lo que huela a esencialismo.

    Ni Marta Rebón se atreve con él, ¿recuerdas, Rodia? En la entrevista que subiste en el foro, a propósito de su traducción de El maestro y Margarita

  18. Raskolnikov dice:

    No era la guapísima Marta Rebón quien hablaba (ella hacía de intérprete). Era Marietta Chudakova, quien hizo bien en no meterse en terrenos farragosos como esos.

    Sí, es más que probable que sea un problema artificial. Aunque suena tan bonito y poético eso de «el alma rusa»… jeje. Lo que si es cierto es que tienen un «algo» que solo se encuentra en novelas y personajes rusos.

  19. Rodrigo dice:

    Bah. Tienes razón.

  20. Urogallo dice:

    ¡La novela de una generación y una época!

    Y yo solo he visto la peli.

  21. Vorimir dice:

    Yo ni eso. Me excusaré (así me vale para quedar de listo, jejej) diciendo que antes quiero leer el libro. :P

  22. Urogallo dice:

    Pues es la gran película de la época dorada de las superproducciones. Sin el mal gusto del cartón piedra de las que se ambientaban en la antiguedad.

  23. Rodrigo dice:

    Pues yo la vi siendo un pibe. Salvo el “tema de Lara”, no me acuerdo de nada…

  24. Clio dice:

    Buenísima y trabajada reseña, Rodrigo. Cuando ví la película por primera vez, inmediatamente busqué y conseguí el libro, no sé que edición es pues no lo tengo aquí si no en casa de mis padres, ya lo miraré este verano, aunque supongo que es la que mencionas del 58. Y aunque vagamente, recuerdo que también me enamoró, pero eso es fácil para una romántica empedernida, así que tu reseña me ha enseñado un montón de cosas más que en aquella lectura pasarón desapercibidas. Gracias.

  25. Rodrigo dice:

    Tanto tiempo, Clío. Muchas gracias.

    La edición del 58 es la de Noguer, en aquella clásica colección de cubiertas verdes. (Bueno, a mí me parece clásica, tal vez porque tuve varios libros de la misma, heredados de mi abuelo.) Es traducción de la edición italiana de Feltrinelli. Luego vino la edición de Anagrama, del 97, que incorporaba unas pocas variaciones a partir de la revisión del original ruso por Yolanda Martínez. Como he contado otras veces, en la adolescencia la novela me encantó; años después y con varias relecturas en el cuerpo, creo que dista mucho de ser una pieza redonda.

    La de Giangiacomo Feltrinelli es toda una historia. Era un comunista un tanto díscolo que se hizo expulsar del PC italiano a raíz de su publicación de El doctor Zhivago. Como editor tuvo bastante éxito. Tuvo un papel fundamental en la difusión de la novela de Pásternak en Occidente; fue él quien publicó El Gatopardo, rechazada previamente por varias editoriales… Su actividad política derivó en el extremismo y murió de modo violento, al parecer mientras manipulaba unos explosivos. Fijo que tiene un lugar estacado en el libro de Iván Tolstói.

  26. La mas irregular de las novelas … si en eso estoy de acuerdo, pero debo anotar que es sumamente fastidioso, desperdiciar tantas letras ,en tantos personajes , lo que claro no le resta mucho . Si hay uno que es de mi mejor gusto , es su compatriota Ivan Bunin , . Es todo lo que puedo expresar y no se si estará usted de acuerdo .

    Jorge López Zegarra

  27. Rodrigo dice:

    De Bunin sólo he leído unos relatos. Muy finos, sí, pero no me dejaron huella.

  28. Caballero dice:

    Vaya pedazo de reseña! Andaba yo buscando en el archivo de Hislibris alguna reseña sobre novelas rusas aprovechando que andaré por allá en octubre y me encuentro con la que, hasta ahora, es la Obra maestra de las reseñas de Hislibris. Mis más sinceras felicitaciones por sus conocimientos y su talento literario y didáctico. Chapeau! Y aprovechando la confianza que otorga tantas letras compartidas… si tienes tiempo y ganas me gustaría conocer cuáles son, para ti, las novelas indispensables de la literatura rusa que todo buen lector debe tener en su biblioteca. Un saludo.

  29. Rodrigo dice:

    Vamos hombre, Caballero, no exageres. Es una reseña normalita.

    ¿Imprescindibles de la narrativa rusa, en mi opinión? Pues los títulos que suelen sonar y resonar, estimado, qué otra cosa. Los clásicos de siempre: obras de Tolstói, Dostoievski, Turguéniev, Pushkin, Gógol, Chéjov… Lérmontov (Un héroe de nuestro tiempo); Bulgákov (El maestro y Margarita, La Guardia Blanca); Vasili Grossman (Vida y destino, Todo fluye); Andréi Biely (Petesburgo); Solyenitzin (Un día en la vida de Iván Denísovitch, El primer círculo, Pabellón de cáncer).

    Son importantes autores como Gonchárov (Oblómov) y Nikolái Léskov (La pulga de acero, El peregrino encantado). También Iván Bunin, Andréi Platónov, Borís Pilniak, Isaak Bábel. Los Relatos de Kolymá, de Varlam Shalámov. Algunos nombres relevantes a mí me dicen poco; me refiero a que su literatura –lo poco que conozco de ella- no me impresiona demasiado: pienso en M. Gorki, Leónid Andréiev, Dmitri Merezhkovski.

    Si aún no lo has hecho, debes leer Vida y destino, de Vasili Grossman. Una de las grandes novelas del siglo XX.

    Viaje a Rusia: muy interesante. Que lo disfrutes, Caballero.

  30. Caballero dice:

    No exagero, si lo escribo es porque lo pienso. Ahora bien son demasiadas referencias para tan poco tiempo. Lo expondré de otro modo: Si fueras Guillermo de Baskerville y ardiera la sección de literatura rusa de la biblioteca de tu abadía ¿qué libros rescatarías sabiendo que puedes salvar sólo unos pocos, tres o cuatro, además del de «Vida y destino», que por suerte está salvado porque lo tenías en tu celda? :) Sólo estaré unos ocho días entre San Petersburgo y Moscú pero es mi primer contacto con el Imperio. Muchas razones para ir pero sobre todo una: una frase de Kapuscinski: «Cuando Rusia se mueve, el mundo entero se mueve». Y Rusia se está moviendo.

  31. Rodrigo dice:

    Ah bueno. Planteado así, lo de las novelas, se pone más fácil.

    Si tuviese que escoger una por autor, salvaría Los hermanos Karamázov (Dostoievski), Guerra y paz (Tolstói) y Padres e hijos (Turguéniev). Además de Vida y destino, por supuesto.

    Igual, me dolería mucho no poder salvar Crimen y castigo y Los demonios, o Ana Karénina, o Tierras vírgenes y Humo (estas últimas de Turguéniev), o Un héroe de nuestro tiempo

  32. Caballero dice:

    Muchas gracias, Rodrigo. Creo que me he estado leyendo las novelas que dejaste arder: Anna Karénina, Crimen y castigo, Almas muertas, Margarita y el maestro… Reconozco que con esta última no pude. Me la recomendó una rusa que conocí en la fila para entrar al Museo de Louvre y me la compré en cuanto llegué a México. Lo intenté dos veces y no pude. Y de Turguéniev no he leído nada así que ya tengo mi lista. Con eso iré bien armado en mi viaje. Me leí tu crítica sobre Vida y destino y me reí mucho con todo el debate que se generó después. Tú muy en tu papel y los demás como niños traviesos revoloteando por el salón. Supongo que se perdió algo de esa frescura. Ahora las reseñas no generan tanta interacción.

  33. Rodrigo dice:

    Con decirte que a veces me da añoranza de esos días…

  34. Caballero dice:

    Y ¿qué ocurrió? A veces cuando paseo por el archivo de Hislibris y leo los comentarios que siguen a las reseñas me siento un explorador paseando mi linterna por los frescos de los muros de una antigua civilización perdida de grandes mentes y me pregunto ¿Qué ocurrió? ¿En qué momento se deshizo la magia?

  35. Rodrigo dice:

    Se lo puede atribuir a un desgaste natural, y al contexto en que nos desenvolvemos. Lo dijo una vez una antigua contertulia, a la que yo y seguro otros echamos de menos (me refiero a Aretes): Hislibris no siempre iba a ser el club de amigos que era al principio. Es decir, la casa prospera, la comunidad hislibreña crece, se suman nuevos miembros y algunos de los veteranos se van (de hecho, la mayoría). En el proceso, nos hemos vuelto más formales, más centradas nuestras intervenciones en los libros reseñados. Y es el foro, en vez de la PAPRI (=Página Principal, el blog), el lugar que concentra la mayor participación de los hislibreños, en general.

    1. Javi_LR dice:

      Magnífica explicación, Rodri.

  36. Valeria dice:

    No siempre se han ido, a veces quedan (quedamos) algunos pululando por el éter como los fantasmas de un castillo, ectoplasmas incorpóreos que surgen al calor de algunas reseñas, o acuden a la llamada de Rodri ;-)

  37. José Sebastián dice:

    ¡Qué mal voy con el tema de los clásicos en general, y de los clásicos de la literatura rusa en particular!. Yo es que creo que algunos hislibreños se pasan las 24 horas del día leyendo. O eso o yo soy un holgazán.

    ¡Qué envidia – sana, eso sí – Caballero! Justamente hace 12 años que visité San Petersburgo. Mira si Rusia se mueve que ya era Vladimir Putin su máximo dirigente. Y por culpa de una visita suya a la preciosa ciudad de los canales cerraron «a cal y canto» la avenida Nevski. No te defraudará, te lo aseguro.

    Aprovecho Rodrigo para comentarte que he finalizado «Mussolini y el fascismo italiano» de Álvaro Lozano. Lo comentamos en otro hilo y realmente me ha servido y mucho para hacerme una idea clara del fascismo. Como ya comenté siempre me había atraido más el nazismo.

    En cuanto a Hislibris como ya comenté en otra ocasión desde que conocí el blog (soy también de los recientes) ha sido una fabulosa válvula de escape diaria de mis quehaceres profesionales y domésticos, y una incalculable fuente de saber con las fantásticas reseñas y recomendaciones que siempre pueblan Hislibris.

    Saludos a todos y feliz Ferragosto!!!!!!!

  38. cavilius dice:

    Pues por decir algo por aquí, yo me muero de ganas por tener el tiempo necesario para leer Ana Karenina, Los hermanos Karamazov, Guerra y Paz y Vida y destino. Me quedé a la mitad de Crimen y castigo por no leer en las condiciones que la novela merece, y no pude, porque no me gustó, con El maestro y Margarita.

  39. cavilius dice:

    Y sobre Hislibris, pues lo ha dicho perfectamente y en pocas pero exactas palabras Rodrigo: aunque el foro ya no es lo que fue, ahora la vida de Hislibris está allí, mientras que las reseñas han pasado, lamentablemente (y asumo mi porción de culpa), a un segundo o tercer plano.

  40. Rodrigo dice:

    La Vieja Guardia, ¡aún vive! ;-)

    Me alegro, José Sebastián. Lozano es un buen divulgador. Y en cuanto a Hislibris, la estima es compartida.

  41. Rodrigo dice:

    … Y a propósito de El doctor Zhivago, qué año éste: medio siglo de la película, fallecimiento de Omar Sharif.

  42. Caballero dice:

    Pues si es cierto el dicho de «donde amor hubo, cenizas quedan» nunca es tarde para revivir el fuego que dio origen a Hislibris. Sólo tenemos que soplar un poquito cada uno y esforzarnos por participar un poco más en los comentarios a las reseñas. Que siempre es satisfactorio que además de leerte te feliciten o, por lo menos, te peleen un rato. Que el foro está muy bien para cuando el debate se alargue o nazca un especial interés en profundizar sobre algún tema. Pero para opiniones generales y punto de encuentro está mejor la PaPri. Es normal que los padres fundadores se cansen o se pierdan en nuevos mundos pero para eso llegamos nuevas generaciones sedientas de conocimientos y de orientación de la Vieja Guardia.
    Como José Sebastián para mí Hislibris también es una fabulosa válvula de escape y una fuente inagotable de conocimientos. No sé cómo estén las cosas en otros países pero aquí en México cuesta bastante encontrar espacios así como para desaprovecharlos.
    Cavilius, no sé qué tenga que decir el maestro Rodrigo de la obra de Bulgákov (Es una vergüenza que yo lo haya escrito al revés: El maestro y Margarita… Margarita y el maestro… pero así de mareado salí de sus páginas). Aunque siempre relacionaré la novela que no pude leer con las palabras de aquella rusa que en la fila para entrar al museo de Louvre la calificó como la mejor novela escrita en ruso, al punto de que leyéndola podías escuchar el crujir de la nieve bajo los pasos de su protagonista. Así me dijo. Lo juro.
    Y estimado Rodrigo. En vista de que El doctor Zhivago no está entre las novelas que salvamos del fuego la homenajearemos viendo la película de Sharif en este año tan significativo.
    Un saludo

  43. Rodrigo dice:

    Bueno. La película no está mal, hasta donde se me alcanza… pero confieso que suelo preferir el original literario, cuando lo hay. Incluso cuando la novela dista mucho de ser perfecta, como es el caso de la obra de Pásternak.

    He notado que la novela de Bulgákov no gusta a todos. Es cierto que escapa a lo habitual, y que puede hacer el efecto de una pesadilla –o el fruto de una, sufrida por el autor. En lo personal creo que es una alegoría y una sátira muy potente, aunque mi impresión ya es difusa (una lectura bastante añosa). Recuerdo haber leído en la web “Confieso que he leído” -el blog de GWW- una reseña muy buena.

  44. Caballero dice:

    Creo que el dicho es «donde fuego hubo, cenizas quedan»; aunque debería ser «donde fuego hubo, brasas quedan» porque a las cenizas por mucho que les soples… en fin. Me leí la reseña de «El maestro y Margarita» del blog que recomendaste, Rodrigo; y la reseña me confirmó las razones por las que la novela no me gustó. Ya me compré Vida y destino en la edición de Círculo de lectores-Galaxia Guttenberg y tengo la buena sensación de que Grossman y yo nos entenderemos. Sobre los clásicos he llegado a la conclusión de es necesario leerlos. No sólo por cultura sino por salud. La mayoría de las novelas actuales no pasan de ser entretenidas (con la honrosa excepción del boom latinoamericano) y el alma necesita alimentarse de mejores letras. En el caso de los rusos la nutrición está garantizada; por lo menos para almas melancólicas como la mía.

  45. Rodrigo dice:

    Suscribo. Al menos lo que toca a los clásicos y los grandes escritores rusos, suscribo al cien por ciento.

    Mi personalísima impresión es que, visto en conjunto y desde una perspectiva amplia, la Rusia decimonónica obró el milagro de producir lo mejor de la novela clásica. (Digo milagro porque una tamaña proeza podía esperarse de las naciones que están al centro mismo de la cultura occidental, no de un país en este sentido marginal.) Pienso que sólo la narrativa francesa podría discutirle esa posición de privilegio. Para mi gusto, la británica les va muy a la zaga, dígase lo que se diga de Dickens y sus compatriotas.

    Espero que disfrutes de Vida y destino, Caballero. Hay una primera parte, Por una causa justa, que está muy bien; pero no llega a ser tan lograda como su continuación.

  46. Cristina dice:

    Excelente critica, Rodrigo. Justamente estoy leyendo el libro ahora y tus comentarios me han venido muy bien ya que, como dices, se echa de menos un poco alguna reseña historica al inicio para ubicar al lector en el tiempo, no todos el mundo esta tan ducho en historia rusa. Lo que tambien echo de menos es un indice de personajes. En libros como este, seria muy interesante.

  47. Rodrigo dice:

    Gracias, Cristina.

    Me llama la atención la falta de una lista de personajes en el ejemplar que estás leyendo. Todas las ediciones que conozco la tienen: la de Noguer (primera en castellano), la de RBA (misma traducción), la de Anagrama (edición revisada) y la de Galaxia Gutenberg (primera traducción directa del ruso).

Responder a Rodrigo Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Hislibris te informa de que los datos de carácter personal que nos proporciones rellenando el presente formulario serán tratados por Ediciones Evohé, S.L. como responsable de esta web. La finalidad de la recogida y tratamiento de los datos personales que te solicitamos (nombre y correo electrónico) es únicamente gestionar los comentarios que realices en este blog y jamás serán compartidos con terceros (salvo requerimiento legal). Legitimación: Al marcar la casilla de aceptación estás dando tu legítimo consentimiento para que tus datos sean tratados conforme a las finalidades de este formulario descritas en la política de privacidad. Como usuario e interesado te informamos de que los datos que nos facilitas estarán ubicados en los servidores de Factoría Digital (proveedor de hosting de Hislibris) dentro de la UE. Ver política de privacidad de Factoría Digital. Podrás ejercer tus derechos de acceso, rectificación, limitación y suprimir los datos en hislibris@hislibris.com e info@edicionesevohe.com, así como el derecho a presentar una reclamación ante una autoridad de control.