EL DIOS DE LA LLUVIA LLORA SOBRE MÉXICO – Laszlo Passuth
En un paÃs como México tan obsesionado en dividir la historia entre buenos muy buenos —a los que ni el viento les desacomoda el peinado— y malos muy malos —que nos saquearon, violaron y humillaron durante años— se levanta una figura indiscutible en el Olimpo de las sombras: Hernán Cortés. No importa lo mucho y bien que se ha escrito sobre su vida y hazañas a ambos lados del Atlántico. No importa que su gesta militar de conquista de los pueblos del Anáhuac (que no de México, porque México como lo conocemos actualmente no existÃa y eso genera confusión y resentimiento) haya sido equiparada a la conquista de medio oriente por Alejandro Magno y a la conquista de las Galias por Julio César; no importa que junto a Malinalli-Marina-Malinche sean los padres fundadores del mestizaje que dio forma y contenido al México actual. No importa porque Hernán Cortés es malo, asà nos lo han contado siempre y asà seguirá hasta que decidamos dejar de lamentarnos por nuestros orÃgenes indÃgenas e hispanos y empecemos a sentirnos orgullosos de ellos. De los dos por igual.Â
Todos los años dedico el mes de septiembre, nuestro mes patrio, a leer textos sobre la historia de México: ensayos, biografÃas o novelas. Este año le tocó el turno a una novela sobre la conquista contada por un escritor húngaro: El dios de la lluvia llora sobre México de Laszlo Passuth. ¿Y qué hace un escritor húngaro novelando la historia de Cortés? Pues no lo sé, la verdad. Investigué un poco sobre el autor pero no encontré nada más que el sincero interés de un escritor por un tema y un personaje que ha sido maltratado por la historia. Tampoco es el primero que lo hace, ni el que mejor lo ha hecho, pero siempre se agradece el esfuerzo y la pasión y, personalmente, reconozco algunas escenas memorables de esas que al leerlas dejan huella y cicatriz en el alma. La historia de la conquista no la contaré porque por todos es más o menos conocida asà que me limitaré a puntualizar mis tres escenas favoritas.
La muerte del emperador Moctezuma de una pedrada en la cabeza cuando trata de calmar a su pueblo enardecido tras la desafortunada matanza del Templo Mayor…
Moctezuma se llevó las manos a la cabeza. Una piedra, lanzada con fuerza sobrehumana, le habÃa acertado en la frente, y su sangre, la sangre del Emperador, comenzó a gotear lentamente de la herida. El primer momento fue de enorme confusión. La diadema de plumas, la soberbia diadema real de Moctezuma, pendÃa hecha trozos y algunas plumas ensangrentadas volaron por el aire. La mayorÃa de los presentes se tapó la cabeza con sus capas para no ver lo que habÃan hecho, para no ser testigos de aquella deshonra que los afectaba a todos. En la plaza un grito de espanto estalló en la multitud. Se vio tambalearse al Gran Señor, dueño de todos los mundos; la sangre caÃa sobre su manto real y manchaba su túnica de algodón. Alguien lo cubrió con un velo blanco mientras Moctezuma caÃa desolado en los brazos de dos cortesanos. En la plaza, el pueblo elevó una oración triste y funeral
… Dicen los cronistas que Moctezuma se dejó morir de tristeza y de dolor por la humillación de su pueblo; también hay quien dice que fueron los españoles quienes mataron al emperador. Pero nadie lloró tanto a Moctezuma como Cortés y sus hombres. Por su bondad y generosidad. Por su exquisita cultura y sus buenos modales. Porque nadie entendió como el emperador azteca que el tiempo de los dioses sangrientos habÃa terminado y que se abrÃa una nueva etapa de luz. Esa pedrada en la frente desatarÃa la terrible batalla que da inicio con la Noche triste y que culmina con la destrucción absoluta de la bella y blanca ciudad de Tenochtitlan.
Precisamente a las puertas de la ciudad imperial, del otro lado del lago, en Texcoco, ubico la segunda de las escenas que me conmueven. Tenochtitlan no puede alargar más un estado de sitio que los ahoga y los mata de hambre. No tienen agua ni comida. No tienen armas ni fuerza. Sus dioses de piedra parecen haberlos abandonado; sin embargo, el indomable Cuauhtémoc está dispuesto a llevar a su pueblo a la muerte y desaparición final. Ellos, los aztecas, fueron los amos del mundo conocido y no están dispuestos a arrastrarse ante unos hombres blancos venidos de las aguas por donde nace el Sol. Cortés, no deja de pensar que ése no es el camino. Que la conquista de todas estas tierras y gentes para el rey don Carlos y para Cristo no tenÃa que terminar asÃ. Con tanto dolor. Tanta muerte. Se sube a una loma desde la que alcanza a ver por última vez la hermosa ciudad antes del ataque final…
Dios es testigo de cuán a menudo, aún pagando con mi propia humillación, pedà la paz; la mendigué incluso. Pero mis mensajeros regresaron con los brazos cortados y las lenguas arrancadas. Envié a un mensajero tras otro hasta que no quedó nadie que se atreviera a entregarse al seguro sacrificio. Dios sabe bien cuán triste es para mà pensar en los horrores que han de venir. Por eso conduje hasta aquà a todos mis hombres, para que algún dÃa puedan servir de testigos ante nuestro rey y señor, de que vieron con sus propios ojos la inmaculada belleza de la más hermosa de las ciudades de este Nuevo Mundo y, quizás, también, la más hermosa de la vieja Europa
… Quizá es un poco ingenuo imaginar asà al guerrero tan frágil y humano; tan sensible a la destrucción; pero Cortés además de guerrero era un hombre de letras; un hidalgo que estudió en Salamanca, que se atrevió a escribirle al emperador de Europa, de tú a tú, sus cartas de relación sobre lo que iba sucediendo; un viajero que, no por casualidad, llevaba en su mochila La guerra de las Galias de Julio César y La Biblia.
La tercera de las escenas es más personal. Me toca en la fibra de hijo de emigrantes que durante años —antes de la era de los vuelos baratos y la comunicación por internet— vio a sus padres guardar dólares en una tarro de café para poder regresar a su tierra gallega y visitar a sus padres. Asà Cortés, después de años en el Nuevo Mundo, debe regresar a Castilla para dar cuentas al rey de las acusaciones de sus enemigos. Y en el camino hacia la Corte hace una parada en su pueblo extremeño: MedellÃn.
Su madre lo recibió en el umbral. HabÃa escuchado el barullo y habÃa visto a la gente salir a la calle para curiosear. ¿Quién serÃa ese hombre barbudo? Y entonces, lo reconoció. La anciana, temblando, extendió los brazos hacia su hijo; sin decir palabra; sin derramar una lágrima. Los profundos y maravillosos ojos que poseÃan aquella mirada bondadosa y firme los habÃa heredado el hijo. TenÃa los brazos extendidos pero todavÃa no lo atrajo a su regazo. QuerÃa saborear despacio la alegrÃa. Veinticinco años habÃa esperado al hijo, mes tras mes, dÃa tras dÃa, hora tras hora en una espera interminable que llegaba a su fin. Veinticinco años desde el dÃa que se fue de la casa un adolescente en busca de aventuras para regresar convertido en héroe y leyenda.
En MedellÃn, el pueblo natal de Cortés en España, se alza un monumento que alguna vez amaneció bañado en pintura roja como sangre fresca. Dijeron los autores que para que el mundo no olvidara nunca el genocidio indÃgena. Se sorprenderÃan de la cantidad de héroes de independencias y revoluciones que podrÃan ser acusados de lo mismo. Y ahà están, tan contentos e indiferentes sobre sus pedestales. Pero Cortés no está enterrado en su pueblo ni en ninguna rotonda o cripta de hombres ilustres en España. Cortés dejó anotado en su testamento que querÃa ser enterrado en México. En la ciudad que destruyó y volvió a construir con la esperanza de crear una nueva raza con lo mejor de los dos mundos. De su conquista nació el México mestizo que somos, pero en México no hay ni un solo monumento a Cortés y sus restos yacen silenciosos en una capilla olvidada.
Enhorabuena por tu reseña, más que interesante por tu punto de vista. Se agradece. Yo lo leà hace muchos años y tengo buen recuerdo, entremezclado en una nebulosa. Hace ya casi 20 años y no puedo ser demasiado subjetivo. Los años pesan en la memoria.
No es asunto que desconozca y ya lo hemos comentado, igual no deja de llamarme la atención esa visión maniqueÃsta y flagelante de la historia fundacional de México. Una lástima.
En cuanto a la novela, pues no la he leÃdo, y aquà deberÃa flagelarme yo porque tiene su reputación y he dilapidado varias ocasiones de agenciármela.
Buena reseña, Caballero.
Recuerdos de hace mucho, mucho, pero mucho.
Buena reseña.
Buena reseña, Caballero. Leà la novela de Passuth hace muchos años, una novela vibrante y que engancha desde el principio. Quizá describe con excesiva delectación las escenas sangrientas aunque como hace mucho que la leà no recuerde bien. Buena ocasión tu reseña para hacer una relectura.
Yo lo leà en 1971 junto a Sinuhé. Ambos -Sinuhé más, es cierto- marcaron mi camino. Es un gran libro al que le tengo un gran cariño. Gracias por recordármelo, Caballero
Mi enhirabuena, Caballero por esta magnÃfica reseña. me has cisado la idea, porq
Que alguien borre ese engendro del teclado, por favoooorrr!!!
Mi enhorabuena, Caballero, por tan magnÃfica reseña. Me has pisado la idea, puesto que llevo años tratando de leer este libro (y reseñarlo) y este verano conseguà una versión digital…que a dÃa de hoy aún no he abierto. Lo cierto es que has escrito una excelente reseña de un libro también excelente. ¡Bravo!
Muchas gracias a todos por sus felicitaciones: Iñigo, Trecce, Publio, Likine. La novela no es muy conocida en México. De hecho supe de ella por Ariodante, aquà en Hislibris y le pedà a mis padres que me la trajeran de España. Me llama mucho la atención que haya tanta gente que se la ha leÃdo por aquellos rumbos. Es una buena novela. Yo la disfruté como cochino en charca. :P Aunque al final le quitarÃa algunas páginas que siento que sobrecargan un final que se alarga demasiado. Además, como se puede leer en los extractos que comparto, su estilo es bastante poético y las escenas están logradas como los grandes cuadros del romanticismo de Jacques-Louis David.
Me alegra ser culpable de incrementar un poco tu pila de libros pendientes, Rodrigo. Es una dulce y amistosa venganza por los muchos que tú has sumado en la mÃa. Sobre la historia maniqueÃsta y flagelante de la historia fundacional de México todavÃa queda mucho que decir y trabajar. Recuerdo que cuando estudié en la primaria la historia de la conquista de México me encerré muchas tardes en mi habitación por la vergüenza que me daba ser hijo de españoles. En fin. TodavÃa quedan muchas batallas que pelear para mejorar el sistema educativo de nuestro paÃs.
Pues entonces, Caballero, como en la Madre Patria. Aquà el sistema educativo lo cambian cada 2 por 3, dependiendo de quién gobierna. Una auténtica lástima que la educación se convierta en un instrumento polÃtico.
Por cierto, felicidades po la reseña.
Muy emotiva la reseña me hizo recordar la novela y parte de los sentimientos que tuve al leerla. Felicidades!!!
En mi opinión es una gran novela sobre la conquista. De todas formas es de justicia señalar «Cuando los dioses nacÃan en Extremadura», novela magnÃfica de Rafael GarcÃa Serrano, un escritor que no por franquista (que lo era y mucho, padre del actual periodista ultra del mismo nombre) era menos brillante. GarcÃa Serrano que pese a sus columnas de «El Alcázar» era un magnÃfico escritor, dejó unos cuantos libros memorables, «La fiel infanterÃa», pésima pelÃcula, y «Diccionario para un macuto», entre otros. Su libro de la conquista de México, basado en la crónica de Diaz del Castillo, es espléndido.
MuchÃsimas gracias por sus felicitaciones, Ariodante, José Sebastián, Sawayn. Te pido una disculpa, Ariodante por haberte pisado la reseña. Siendo tú, además, quien me recomendó la novela. De todas las felicitaciones, que agradezco de corazón, la tuya es la que esperaba. Es cierto, José Sebastián, que en muchas cosas, buenas y malas, somos dignos herederos de la Madre Patria.
Ahora sà me permiten una recomendación musical: una de las mejores escenas de toda la novela es, sin duda, la narración de la Noche Triste. Por una casualidad el destino quiso que la leyera mientras escuchaba Uprising de Muse y puedo asegurarles que la experiencia es enloquecedora y auténtica. Ahora cada vez que escucho la canción imagino a las huestes de Cortés tratando de salir de Tenochtitlan con los aztecas atacándolos sin piedad mientras las calzadas colgantes se desbaratan a sus pies hundiendo en el fondo sus armaduras, su oro y sus sueños.
Soldadito Pepe tomo nota de tu recomendación. Si no la encuentro en México volveré a pedir que me la traigan de España. El tÃtulo promete. Parece que los autores encuentran una especial inspiración cuando se trata de titular novelas sobre la conquista: El corazón de piedra verde, El dios de la lluvia llora sobre México, Cuando los dioses nacÃan en Extremadura… Uffff
MagnÃfica reseña Caballero. Yo la leà hace 40 años ¡ Dios que viejo soy ! , y tengo un recuerdo muy grato de la misma.
Sin embargo creo recordar que me gustó más por entonces , otra obra del mismo autor : » Más perenne que el bronce » , en los tiempos de Felipe IV , y como gran protagonista de la misma Diego RodrÃguez de Silva Velázquez.
Muchas gracias, Diocles. Tomo nota de la novela que recomiendas. HabÃa pensado leer alguna novela más de Laszlo Passuth porque me gustó bastante su estilo y, en general, su sólida documentación (aunque le pillé algunos gazapos). Estaba por pedir El señor natural: La venturosa vida de Juan de Austria pero aprovecharé para pedir también Más perenne que el bronce. Y si me animo y me inspiro las reseño.
No te preocupes, Caballero. Alguien tenÃa que hacer esa reseña y la has hecho muy bien. Quedan otros muchos libros maravillosos por reseñar…
7 años tarde, desde 2022, no puedo por menos de intervenir: Caballero, tu reseña emociona por lo sincera y valiente. Gracias, gracias, gracias a toneladas! ¡A ver si nos despabilamos los hispanos de ambas «orsillas» y nos sacudimos tanta costra postiza, politica, interesada… y empezamos a construir a partir de nuesdtra historia, asumiéndola. Conociendo sus defectos (para no repetirklos) y enorgulleciéndonos de sus virtudes