EL CULTO DEL LITTORIO – Emilio Gentile

EL CULTO DEL LITTORIO- Emilio Gentile«Aquí de lo que se trata es de una nueva religión que viene a desalojar a la vieja» (Dostoievski).

Imbuida de pautas culturales surgidas de la Revolución Francesa, tendientes a la sacralización de la política, la formación del Estado nacional italiano en el siglo XIX planteó el problema de generar una conciencia colectiva unitaria que cuajase en un culto de la patria. Los hombres del Risorgimento (el movimiento detrás del proceso) pensaban que sin una comunión espiritual de las masas, la unificación política de Italia no pasaría de crear una forma vacía y sin expectativas de futuro; convicción que sobrevivió al cambio de siglo. Se imponía la necesidad de forjar ciudadanos dotados de virtud republicana y consagrados al bien común. En esta tesitura, el Estado y el ejército se erigían en educadores por antonomasia, encargados de inculcar el patrimonio mítico-simbólico sobre el que se asentaría la religión civil de la nación italiana. Fue sobre este modelo que actuó el fascismo de Mussolini, extremando los términos del discurso sacro-político.

Emilio Gentile (n. 1946) es un historiador italiano especializado en los temas de las religiones políticas, el totalitarismo y el fascismo. El culto del littorio (edición original de 1993)  constituye una travesía por el universo simbólico y litúrgico del fascismo, que en su tiempo «imprimió  por doquier y sobre todas las cosas, desde el escudo del estado hasta las alcantarillas, el emblema del «fascio littorio»». El objetivo es analizar el origen, las motivaciones, las formas y las metas del culto del littorio –símbolo que en la antigua Roma representó el imperium, compuesto de un haz de varas y una segur-, en la época del apogeo del régimen mussoliniano. En términos más amplios, el ensayo proporciona un análisis crítico de las religiones políticas, ejemplificadas en una de sus manifestaciones más emblemáticas.

Manifestación que, en tanto movimiento y régimen, imputó a la institucionalidad prefascista una incapacidad para fundar un verdadero y sólido culto de la nación. Las tentativas llevadas a cabo durante la Italia republicana, explica el autor, chocaban con una concepción racionalista de la política, divergencias en torno a la idea de religión civil, desconfianza hacia las masas, reticencia de las clases dirigentes y el peso insoslayable de la Iglesia Católica. En los inicios del siglo XX, cuando el liberalismo evidenciaba una escasa capacidad movilizadora, artistas y políticos convergían en la exhortación a crear una nueva religión laica que activase la regeneración cultural y moral de los italianos.  

Contenidos esenciales del fascismo fueron su estadolatría y la deificación de la nación. Tanto la retórica dogmática como la parafernalia ceremonial del movimiento se nutrieron de un fuerte sincretismo religioso-político, extrapolando formas y motivos provenientes de la tradición católica. La autorrepresentación del fascismo como religión civil no se limitó al aparato simbólico y ritual sino que tuvo también su parte en la institucionalización del movimiento, proporcionándole un sentido de identidad colectiva y elementos organizativos de inspiración miliciana. Dicha autorrepresentación tuvo tanto de fe sincera como de oportunismo y demagogia. No todo era cuestión de pureza doctrinal, también debía atenderse razones de índole pragmático y utilitaria. En la era de la política de masas, apelar al sentimiento es fundamental. El mito se concebía como un motor indispensable de la acción política, insustituible como mecanismo de adoctrinamiento y motivación.

Los mitos de la romanidad y del duce fueron, según Gentile, los de mayor importancia para el fascismo. La Roma clásica fue enaltecida como  arquetipo paradigmático e hizo las veces de «tiempo mítico» de la estirpe italiana. El régimen alentaba el propósito de hacer de los italianos los «romanos de la modernidad» y el de inscribir la marca del littorio en el curso de los acontecimientos. El mito del duce fue, por otra parte, el elemento central de la liturgia fascista; un elemento que arraigaba en el culto del héroe y del líder providencial, de origen anterior, y que operaba como síntesis de la italianidad y como factor decisivo de la historia. Los numerosos encuentros del duce con las multitudes representaban la unión mística del pueblo con su guía supremo y constituían la dramatización simbólica de la unidad espiritual de la nación.

La  exigencia de una materialización del mito fascista conllevaba una tendencia a la monumentalidad y la plasmación de una estética agresiva y militante. La Exposición de la Revolución Fascista, inaugurada el 28 de octubre de 1932 y clausurada exactamente dos años después, constituyó uno de los hitos de la apoteosis del régimen, con su fastuosa celebración de lo que se consideraba la epopeya nacional del fascismo. Arquitectura, montaje y campaña publicitaria en torno a la muestra concurrieron funcionalmente al objetivo de consumar la sacralización del estado y la nación. Diversos testimonios de la época dan cuenta del aura de religiosidad que revistió el acontecimiento. El recinto de la muestra fungía como templo de la nueva fe. Asistir a la exposición y seguir el recorrido diseñado por los organizadores debía entenderse como un acto de peregrinación y como instante de recogimiento y devoción; la receptividad al programa no fue escasa.

Después de ciertas manifestaciones tempranas del fascismo, proclives a la iconoclasia, el paganismo y el anticlericalismo, Mussolini hizo hincapié en la importancia del cristianismo y de la Iglesia Católica. Con todo y resultar inevitables los roces con esta institución, se impuso una estrategia de convivencia tendiente a asociar al catolicismo al proyecto totalitario del régimen. Fue un tema, no obstante, en que no hubo una postura única. Sectores radicales del movimiento propugnaron una versión extrema de religión política, aspirando no a una simbiosis sino a una sustitución del catolicismo por el fascismo. La dimensión fideísta del movimiento se expresó también en su polémica con la burguesía y lo que se consideraba su credo individualista y escéptico. Todo cuanto se aproximase a un retraimiento del individuo en su propia  interioridad debía ser abolido, lo mismo que el espíritu crítico incentivado por el racionalismo. Consagrado a la «reconstitución de la unidad armónica del pueblo italiano», el fascismo exigía completa devoción y disposición al sacrificio. Elemento que para Emilio Gentile es uno de los signos de la índole totalitaria del fascismo mussoliniano.

-Emilio Gentile, El culto del littorio. Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2007. 299 pp.

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27 comentarios en “EL CULTO DEL LITTORIO – Emilio Gentile

  1. Urogallo dice:

    Tema interesantísimo expuesto de un modo excelente. El Fascismo. El verdadero fascismo. No el nacionalsocialismo ni sus epígonos, sino el modelo político que gobierna Italia durante ¡ 2 décadas !. Y que lo hace entre el aplaúso de Occidente.

    Muchas veces se ha repetido como el fascismo sustituye al liberalismo y es capaz de crear de verdad a Italia. ¡ Fuertes palabras!. Pero los propios liberales se encontraron siempre con el problema evidente de que habían creado a Italia ( Más bien, la había creado la Casa de Saboya y el apoyo sucesivo de las grandes potencias Europeas) pero no habían logrado crear italianos.

    Mussolinni se empeña en ello, y veo que este libro detalla ese proceso que casi siempre se pasa por encima, como si los italianos se despertasen un día, y descubriesen que después de la pasta el fascismo era lo que más les apetecía para comer.

    La liturgia obsesiva del fascismo, sus formas, menos impresionantes y fastuosas que las del nazismo, pero más cotidianas y asimilables…Construyeron, sino italianos, si una nación que nunca se sintió demasiado incómoda con la camisa negra.

  2. MarcosKtulu dice:

    Muy buena review, tranquilamente podría pasar por prólogo como por epílogo del libro. Queda claro el empeño del aparato estatal (en todo estado, en el fascismo solo exacerbado) en construir un sentido en la dimensión simbólica como es la de ese poderoso entramado de la religión cívica, invención que no por moderna e ilustrada iba a ser desaprovechada por los movimientos de reacción fascistas. Más bien es sincretismo del anterior mundo religioso, del que se toma la entrega y devoción, con la razón instrumental moderna, lo que amplía el espectro de fines políticos, en definitiva, el poder, del cual el ejemplo del fascismo ofreció una de las mayores realizaciones.

  3. Vorimir dice:

    Veo Rodrigo que estás con los libros sobre fascismos y dictadores ultimamente.
    De nuevo, otra grandísma reseña que nos dejan, que coom te han dicho no desmerecería como introdución o epílogo del mismo.
    Enhorabuena.

  4. Rodrigo dice:

    Muy pertinentes vuestras intervenciones. Muchísimas gracias.

    En todo caso, compañeros MarcosKtulu y Vorimir, esto es apenas un resumen. Como prólogo iría bien un comentario como el de Urogallo.

    Saludos.

  5. Urogallo dice:

    Bah, favor que me haces obligado por tu nobleza.

  6. David L dice:

    Como siempre, excelente reseña Rodrigo. Me ha llamado la atención la frase de Urogallo cuando comenta que el fascismo sustituye al liberalismo y, en cierta manera, crea Italia. Me ha venido a la cabeza que tal vez el internacionalismo socialista, del que era miembro y partidario en un principio el propio Mussolini, pudiera haber acabado en fracaso precisamente por eso, porque no creaba italianos. El componente nacional del fascio liderado por el ex socialista Benito Mussolini aportó ese fundamento ideológico que permitió a muchos italianos creer en su nación. No sé, es una reflexión que me hago que a lo mejor no tiene mucho sentido histórico, no sé que pensaréis vosotros.

    Un saludo.

  7. Urogallo dice:

    Es que quizás aquí, antes que los histórico, nos enfrentamos a lo emotivo, a lo irracional. ( Que era a lo que invocaba el fascismo).

    El fascismo, y es interesante lo que se propone en el libro por lo que veo, consigue lo que no consigue el liberalismo: La creación de la nacion según el manual al uso: Pasado glorioso / Proyecto nacional / Ritos cívicos / Porvenir glorioso.

  8. Rodrigo dice:

    Bueno, considerando el contexto histórico e ideológico, los fascismos eran justamente una reacción frente al internacionalismo del pensamiento ilustrado, una de cuyas derivaciones era el socialismo. Si los fascistas hicieron de la nación un fetiche fue porque su interés estaba puesto en el problema de la cohesión e integración social, al que el paradigma liberal-racionalista no habría dado una solución satisfactoria. Sacralizada y dramatizada, la idea de nación debía proporcionar ese sentido de pertenencia, comunidad de destino y continuidad histórica que los fascistas echaban en falta en las democracias parlamentarias. A partir de este fundamento ideológico, en general, el énfasis de los fascismos estaba puesto en el aparato simbólico y cúltico con que se pretendía generar una masa de creyentes, más que en cuestiones doctrinarias. Como dice el propio Gentile, de lo que se trataba era de “propiciar, con formas simbólicas de intensa sugestión emotiva, la pedagogía nacional de masas” , (p.29).

    Creo que Urogallo bosqueja harto bien la receta fascista.

  9. Urogallo dice:

    Reviso UNA HISTORIA ILUSTRADA DEL FASCISMO, y es curioso como atribuye a los partidos nacionalistas italianos ( Fusionados desde el 23 con el fascismo) la «receta» para montar un estado autoritario y conservador.

    Dificil, dificil, en la medida en que el «liberalismo» italiano habìa tenido muchìsimo de imposición conservadora. El fascismo probaría sus nuevas recetas, indudablemente aprovechando los medios del pasado, pero explotando al máximo los medios del presente.

    Interesantísimo libro ( Aunque por su extensión peca de superficial), sobre todo al remarcar la potentisima estética fascista, muchísimo más ligada a la modernidad y las nuevas corrientes artisticas que un nazismo anclado en conceptos pesados y arcaicos de sencillez y fuerza visual.

  10. Rodrigo dice:

    Sip. Pero también es cierto que el fascismo no era un nacionalismo al estilo tradicional.

    La receta fascista aportaba suficiente de novedoso como para romper los esquemas habituales de liberalismo/conservadurismo. Lo suyo era tratar de aunar la conciencia social de la que supuestamente carecía la derecha tradicional y la conciencia nacional que en principio faltaba en la izquierda. No por nada los fascistas se concebían a sí mismos como revolucionarios.

  11. Urogallo dice:

    Hay una obsesión permanente en la estética fascista por la idea de movimiento, de furia, de acción…

  12. Rodrigo dice:

    Muy cierto. Eso mismo atrajo a los futuristas, por ejemplo. Partiendo por Marinetti, capo del movimiento.

    Oye, podrías darme los datos del libro que mencionas.

  13. Urogallo dice:

    HISTORIA ILUSTRADA DEL FASCISMO

  14. Urogallo dice:

    Editorial Susaeta.

    Francesca Tachi y Jesús de Andrés.

    El autor español, por lo que veo, solo se encargó de un apéndice sobre la relación del fascismo con España.

    Muy bien en el apartado visual, pero como te comentaba, forzosamente superficial por la extensión.

  15. Rodrigo dice:

    Aaaah, sí. Lo he ojeado alguna vez.

    Gracias, Uro.

  16. David L dice:

    Del nazismo siempre se comenta el tremendo adoctrinamiento al que fueron sometidos los jóvenes desde su más tierna infancia y la repercusión que tuvo este hecho en el posterior desarrollo de la guerra, sobre todo en el frente del Este. La fe en Hitler se mantuvo prácticamente intacta hasta el final entre la mayoría de soldados de la Wehrmacht,..pero ¿y los italianos? No sorprende que con más tiempo todavía para aplicar la doctrina fascista al pueblo y al Ejército resistiese moralmente mucho menos que sus contemporáneos alemanes. Ya sabemos que el Duce no consiguió los éxitos militares del Führer, pero siempre se comenta esa debilidad moral e ideológica entre la sociedad civil y una buena parte de la soldadesca italiana tras el comienzo de la IIGM. ¿Qué falló o cuáles pueden ser las diferencias esenciales entre ambas filosofías políticas para explicar el tremendo batacazo del fascismo?

    Un saludo.

  17. Rodrigo dice:

    Se puede suponer que una de las claves del tema que propones, David, reside justamente en el tema de la sociedad civil: en la Italia de Mussolini hubo un margen significativo para la supervivencia de este espacio extra-estatal de expresión y participación ciudadana, mientras que en la Alemania de Hitler estuvo mucho más cerca de ser suprimido o bien usurpado por la máquina totalitaria. Dice bastante sobre esto el que el régimen mussoliniano no llegara a ser totalitario en sentido estricto ni aspirase a serlo con la contumacia puesta en ello por los nazis, a pesar de la palabrería del duce. La idea de erigir un estado policial que sometiese a la sociedad a un control absoluto no tuvo tanta presencia en el fascismo italiano como en el nazismo. En el aspecto estructural, diversos factores alejaron al régimen del modelo totalitario: existían contrapesos institucionales -Iglesia, Monarquía, Ejército- que restringían el poder del ejecutivo; el mismo partido fascista italiano nunca tuvo un peso semejante al del partido nazi (en tiempo de elecciones pluripartidistas su porcentaje de voto fue modesto, y tras la llegada de Mussolini al poder el partido perdió autonomía política y terminó volviéndose un apéndice del aparato estatal, aparato al que Mussolini privilegió); el duce era indispensable para el fascismo, ciertamente, pero su régimen nunca fue tan unipersonal como sí fue el III Reich. En Italia hubo organizaciones de base –sobre todo las vinculadas a la Iglesia Católica- que sobrevivieron de mejor modo al impulso de absorción por el régimen. (Stanley Payne habla incluso de la persistencia de una institucionalidad semipluralista y de Estado de Derecho en la Italia fascista.) Mientras que en Alemania se verificó durante la guerra una radicalización totalitaria del régimen, en Italia hubo –según Robert Paxton- un retroceso hacia formas de autoritarismo de tipo más tradicional.

    Otra clave sería la de la desventaja del fascismo italiano con respecto al nazismo en materia de detonantes culturales y pasiones movilizadoras. Según entiendo, el nazismo tenía un mayor arraigo en el acervo cultural alemán de su época que el fascismo en la cultura italiana; puede considerarse como una cuestión de afinidad. Por idiosincrasia y tradición, el pueblo alemán podía en aquel tiempo ser mejor seducido por un movimiento que proclamaba el desprecio de la política y que prometía eximirlo de una esfera que entre los alemanes tenía muy poco prestigio (Joachim Fest dice que el desinterés de la nación alemana por la política era tal que se sintió más bien liberada que descartada de ella por Hitler, feliz en el fondo de limitarse a aplaudir y desfilar). Puesto que principios como orden, disciplina y obediencia eran más sugestivos para los alemanes que para los italianos, los primeros estaban culturalmente más predispuestos al autoritarismo y a la subordinación. También parece que el pueblo italiano era menos vulnerable a un discurso y un proyecto de grandeza nacional o a los desvaríos sobre “la sangre y el suelo”; no era tan susceptible como el pueblo alemán a los reclamos perversos del racismo y el antijudaísmo (al propio Mussolini lo sorprendía la vehemencia del odio racista de los nazis). Los italianos no estaban tan dominados como los alemanes por un sentimiento de humillación nacional; por lo mismo, no tenía mucho sentido entre ellos el recurso propagandístico de “redimir el honor de la nación”, que tantos estragos causó entre los alemanes. El irracionalismo, el antiliberalismo y el profundo recelo frente a la civilización occidental no tenían en Italia la importancia que sí tenían en Alemania. Tampoco podía ser entre los italianos una pasión movilizadora la idea de desembarazarse de un régimen –liberal y parlamentario- supuestamente impuesto por las potencias enemigas y por una traición interna, concebible además como una especie de anomalía en la historia nacional -que era la imagen que muchos alemanes se hacían de la República de Weimar-. No había en Italia una sensación generalizada de ser una “nación en peligro”, aislada y amenazada por dentro y por fuera; por ende, el belicismo no podía allí tener el mismo efecto depurador y movilizador que sí tuvo en Alemania. Como catalizador ideológico e institucional, el «principio estatal» esgrimido por Mussolini (más importante que su palabrería sobre la razza) resultaba mucho menos potente que el «principio racial» de Hitler. En fin.

    Opino, que diría cierto galo muy majo.

  18. Rodrigo dice:

    Lo que quiero decir es que el régimen mussoliniano era, en términos institucionales y de afinidad cultural, más frágil y menos monolítico que el régimen hitleriano.

    Saludos.

  19. David L dice:

    Gracias por la clara y concisa respuesta, mejor imposible. Sí, parece que el régimen fascista italiano no dominaba toda la esfera política-civil de la sociedad italiana, el mismo hecho de haber mantenido a la Monarquía es un claro ejemplo de esto. Por cierto, Hitler siempre le recriminó al Duce el mantenimiento de esta “caducada” institución. Es impensable que ocurriera en el régimen nazi la manera en la que fue depuesto el Duce, aquí sí pienso que el partido tenía más influencia en Italia que en Alemania, ¿no crees?

    Un saludo.

  20. Urogallo dice:

    Recordemos que el Duce confesó con el tiempo: «Nunca me he arrepentido lo suficiente de no haber terminado con la monarquia».

  21. Rodrigo dice:

    Cierto.

    Sobre lo que dices, David. Entiendo que el partido fascista podía ser una verdadera molestia para Mussolini -con dirigentes levantiscos y pugnas entre facciones como no se daban en el NSDAP- y que estaba mucho menos alineado con el duce de lo que estaba el partido nazi con Hitler. Por lo mismo es que Mussolini optó tempranamente por potenciar el Estado en desmedro del partido, a fin de neutralizar a éste último –es decir, neutralizar las tendencias centrífugas que anidaban en el faccionalismo y en la indocilidad de los sectores y dirigentes más radicales del fascismo. Claro que esta falta de subordinación total al duce igual tuvo ocasión de manifestarse en el golpe del 24-25 de julio del 43, aunque el Gran Consejo Fascista no era todo el partido sino un grupo de jerarcas que ni siquiera actuaban del todo cohesionados, aparte que el rey tuvo un papel decisivo en el derrocamiento de Mussolini, como también el ejército y la policía (entidades que no eran “colonias” del fascismo). Considerado desde la perspectiva del totalitarismo, pienso que se sostiene la idea de que el partido fue más importante en Alemania que en Italia. Al revés que en el caso italiano, el NSDAP sí se impuso a la estructura estatal (en los términos de la teoría del “Estado dual” de Fraenkel, en Alemania el “Estado prerrogativo”, emanado de la autoridad discrecional del Führer y materializado en el aparato partidario, acabó por engullir al “Estado normativo”, cosa que no se dio en Italia); en el NSDAP no hubo los signos de descomposición y disgregación que sí se manifestaron en el partido fascista a raíz del curso negativo de la guerra. Supongo, por otra parte, que el hecho de que el NSDAP no tuviera las dificultades que enfrentó el partido fascista para captar una nueva oleada o segunda generación de cuadros entusiastas se debe imputar, sobre todo, al mayor tiempo que estuvo el fascismo italiano en el poder y al consiguiente desgaste del régimen.

  22. Rodrigo dice:

    … Además de a factores culturales e históricos como aquellos a que aludía arriba (es decir, la menor afinidad del fascismo con el acervo cultural italiano y el que la coyuntura histórica no le fuese tan propicia como en el caso del nazismo).

  23. Luis Nuñez dice:

    “Los que, refiriéndose a Italia, creen que el fascismo está ligado a la vida de Mussolini, no saben lo que es el fascismo y ni siquiera se han molestado en averiguar lo que supone la organización corporativa”. Primo de Rivera
    Mussolini no es el autor del fascismo, Los EE.UU, La Revolucion Francesa, el sistema parlamentario mixto britanico y todas las democracias modernas son un tipo de fascismo. Y esto se entiende en las palabras de Mussolini «Roma es nuestro punto de partida y de referencia. Es nuestro símbolo y nuestro mito»

  24. Germánico dice:

    Joé…

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