EL CONDE-DUQUE DE OLIVARES – John Elliott

El Conde-duque de OlivaresEs mi primera reseña, espero estar a la altura. No sé si se ha reseñado anteriormente el libro, creo que no y me parece que es un error que había que corregir.

No sé si El conde duque de Olivares. El político en una época de decadencia, de John Elliott, es “una biografía definitiva”, como dice la cuarta de cubierta, pero sí es, desde luego, un estudio portentoso, que llena absolutamente el estudio del gobierno del conde duque, que hasta entonces apenas había recibido atención (aparte del estudio de Cánovas del Castillo en el siglo XIX y el psicológico de Gregorio Marañón).

Quizá lo más llamativo de la obra de Elliott sea precisamente ese vacío anterior: la escasez de obras de valía sobre el personaje y el período no le impidieron realizar un estudio impresionante, tanto del personaje como de la época que vivió. Las razones de ese desdén que hasta Elliott se había tenido sobre su figura son, seguramente, tan poco científicas como que, en España, daba vergüenza estudiar a alguien que había fracasado tan estrepitosamente en todas sus empresas, visto como el peor ejemplo de los abusos del centralismo y de Castilla para con el resto de España. Era Olivares, sin duda, la personificación del fracaso imperial español; en el extranjero, no resistía la comparación con su némesis, Richelieu. Llegando ambos al poder en fechas cercanas (1621 el español, 1624 el francés), con un ambicioso programa de reformas y con la hegemonía europea como objetivo en los dos casos, Richelieu aparece como la imagen del triunfador, con mayor mérito teniendo en cuenta que, a priori, Francia estaba en una situación mucho más complicada que España (por llamar de alguna manera a la Monarquía Católica). Así, “el ganador se lo lleva todo”.

El libro de Elliott vino, por tanto, a llenar abrumadoramente un vacío historiográfico de gran importancia. Al fin y al cabo, Olivares fue el primer ministro (sé que es un término anacrónico, pero sirve para entendernos) de uno de los mayores imperios de la historia, que agotó sus últimas fuerzas en un esfuerzo sobrehumano por hacer realidad los sueños imperiales que venían dominando España desde 1580.

A lo largo de todo el libro éste bascula entre la biografía de la persona (Gaspar de Guzmán), el político (el conde duque) y la historia de la Monarquía entre 1620-1642, con sus éxitos y fracasos. Así, las primeras páginas del libro nos presentan al joven don Gaspar, inicialmente destinado a la carrera eclesiástica, pero al que la muerte de sus hermanos mayores (aquí hace su aparición esa gran y constante protagonista de la Historia: la Parca) dirigen a heredar el título y las ambiciones de la familia, una rama menor de los Guzmanes. En él se condensan las características de su linaje: capacidad de trabajo, inteligencia, lealtad al rey y una ambición que se centra en la consecución de una grandeza que creen merecerse pero que nunca llega. Éste es un aspecto que Elliott destaca a lo largo de todo el libro: la ambición del linaje por alcanzar los más altos estratos dentro de la nobleza, por convertirse, no en uno de los grandes, sino en la familia más grande de la Monarquía después de la propia Familia Real.

Particularmente brillantes son las páginas que Elliott dedica a las luchas por el poder en la corte entre 1618-1623, con la caída de la facción de los Sandoval (primero Lerma y luego Uceda), la ejecución del orgulloso don Rodrigo Calderón y el corto ministerio de don Baltasar de Zúñiga. También es de gran interés la última parte del libro, en la que narra con gran maestría y conocimiento las rebeliones de 1640. Se echa en falta, sin embargo, mayor profundidad en el análisis de la pérdida de poder del conde duque, del papel que jugó la reina y el vértigo que debió sentir el trabajador pero indeciso Felipe IV para deshacerse de quién había sido su guía desde hacía 25 años. También resulta excesivamente breve, en comparación con el resto del libro, el período que va de 1628 a 1638, que se despacha con rapidez.

Pero, sin duda, lo más destacado del libro es su parte más revolucionaria en el aspecto historiográfico: el conde duque de Elliott no es el castellano imperialista y tradicional que se solía describir, a la manera del marqués de Villafranca, sino un reformador, un estadista que ha detectado un problema y que tiene las ideas y la decisión para reformarlo. Preparó planes para reformar la educación, la política demográfica y ecológica de la Monarquía, la administración, el comercio y la industria, para dar mayor protagonismo a la flota sin menospreciar el ejército, y para cambiar, de arriba a abajo la organización (la constitución, si se quiere) de todo el imperio. En muchos aspectos, fue un precursor de todos los políticos ilustrados del siglo XVIII, tanto en España como en el resto de Europa. Su fracaso se debió a la oposición de todos los estamentos de la sociedad y la propia Monarquía, a los intereses creados por un imperio que se deshacía rápidamente por dentro.

Una obra capital para entender la historia de los Austria españoles y más allá, a los Borbones del siglo XVIII y los problemas con la vertebración de España que hay hoy en día.

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35 comentarios en “EL CONDE-DUQUE DE OLIVARES – John Elliott

  1. Urogallo dice:

    No existía un vacio historiográfico ni mucho menos, Marañón ya había abordado al pesonaje, y existían trabajos aún más antiguos, pero Elliot realizó un trabajo más exhaustivo y crítico. El verdadero mérito de Elliot fué rescatar de las catacumbas a un personaje fundamental de nuestra historia, y resulta lamentable que a pesar de toda la publicidad que tuvo en su día, los historiadores españoles no hayan seguido su camino explorano con la misma profundidad a los otros grandes protagonistas de la época.

    Como comentas su obra es una autentica apologia de Olivares, de sus grandes proyectos y sus afanes reformistas, y una negación directa tanto de la leyenda negra como del habitual pesimismo sobre todo lo español: Olivares fracasó en la misma medida que triunfó Richelieu, pero perfectamente podría haber sido a la inversa.

    En cuanto al libro en sí mismo, es sorprendente que a pesar de la cantidad de material que aporta, y de su notable extensión, aún parezca que le faltan montones de cosas, prueba de la capacidad de Elliot para acercanos al personaje y para hacer accesible la gran cantidad de material que compone el libro.

    En cuanto a biografias del siglo de Oro, posiblemente la única verdaderamente a la altura de un personaje que no fuése monarca.

  2. Turriano dice:

    Scouser enhorabuena por tu estreno. Me ha gustado tu reseña, incluso cuando terminas aseverando que es posible entender la vertebración de la España de hoy con este ensayo. No lo he leido, pero efectivamente, algunos de los males de aquella época se siguen repitiendo cíclicamente.

  3. Vorimir dice:

    Un libro excelente que también manejé en mis años universitarios y que pese a la cantidad de datos que aportaba no se me hizo pesado.

    ¡Enhorabuena por la reseña!

  4. pepe dice:

    Enhorabuena por la excelente reseña, Scouser. Coincido contigo en la apreciación del libro, su acierto al rescatar a un personaje maldito que ha sido descrito, a menudo, con abundantes tópicos negativos (cuando no jocosos, como en la película de El rey pasmado). También estoy de acuerdo con el comentario de Urogallo y Vorimir: es de una lectura ligera y agradable. La editorial Crítica emprendió hace haños la publicación de una serie de monografías históricas muy interesante, de la que esta obra forma parte. Recuerdo otro libro de la serie que también me gustó bastante: La conquista árabe, de Roger Collins.

  5. Anthos dice:

    Acertadísima reseña la tuya, Scouser, que traza un fiel bosquejo del libro en cuestión. Admiro a John H. Elliott como gran estudioso y conocedor de nuestra historia y como buen narrador de la misma, a la par que siento un cierto atractivo por la figura del Conde-duque de Olivares. La conjunción de ambas circunstancias hacen especialmente sugerente este ensayo biográfico que leí con fruición en su momento (se editó en 1990). En un comentario que hice (verlo aquí) sobre mi propia reseña dedicada al «Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo» de Gregorio Marañón, prometí y no he hecho -las promesas están para incumplirlas, si no que se lo digan a los políticos- que algún día publicaría una reseña sobre el «Conde-duque de Olivares» de Marañón en concordancia con el de Elliott. No es este el momento para ello pero sí, al menos, para recomendar la lectura de ambos textos pues, cada uno en su vertiente, es digno de encomio.

  6. Fran dice:

    Gracias Scouser: gran reseña!

    Me lanzo a la piscina (siempre llena de agua con Elliott):

    – El Conde-Duque de Olivares es el mejor libro de Historia que he leído en mi vida (subjetivísimo pero así lo pienso)
    – El Conde-Duque de Olivares es el libro de Historia que más me ha influido.
    – El Conde-Duque de Olivares es un libro que todos debiéramos leer, no solo por bien escrito, divertido o completo, sino porque da (y mucho) que pensar, limpia los cristales con los que miramos muchas cosas.

    Ah, y acabas rendido a los pies de Olivares. Qué gran personaje!! Si hubiera cine español, daría para un peliculón, como una especie de héroe (que tiene razón en casi todo) perdedor.

  7. Scouser dice:

    Hola a todos, gracias por vuestros comentarios, me alegro que os haya gustado.
    Yo creo que el mérito de Elliot es que aporta lo mejor de la escuela anglosajona: una gran conocimiento del tema que narra con la sencillez de una novela, evitando la pesadez que tiene, por ejemplo, la escuela francesa (leer Valladolid en el siglo de Oro, de Bennassar, es lo más cercano al infierno que he estado en mi vida).
    Turriano, si no lo has leído te lo aconsejo encarecidamente, es un ejemplo de como acercarse a un personaje histórico y cambiar la idea generalmente aceptada.
    Y Urogallo, te recomiendo el trabajo de Antonio Feros sobre el gobierno de Lerma. No es realmente una biografía, pero analiza su gobierno y las teorías políticas de la época. En bastantes aspectos, es superior a este de Elliot.
    Muchas gracias de nuevo a todos.

  8. Incitatus dice:

    Scouser enhorabuena por tu reseña de este magnífico libro. Creo que realmente es un ejemplo de la conjunción del conocimiento científico de la historia y de la divulgación, es el ejemplo de un libro para universitarios y público general. Yo disfruté mucho con su lectura.

    Saludos

  9. Jesus dice:

    Enhorabuena por la reseña Scouser.
    Lei el libro hace un par de años y la verdad es que lo recomiendo, a pesar de lo que pueda parecer y como dicen los demas compañeros su lectura resulta sencilla y en muchos casos absorvente.

    Un saludo

  10. Urogallo dice:

    Lerma, otro personaje fundamental. El sí que le dió una oportunidad a la paz:

    «Sí los señores miembros de este real consejo quieren mantener la guerra actual, les rogaría me indicasen también con que recursos piensan contar para sotenerla».

    Otro punto a favor de la biografia de Elliot, como introduce perfectamente a Olivares en su época, como un contrapunto de la fracasada generación pacifista de Lerma.

  11. Incitatus dice:

    Urogallo, coincido. Lerma es otro de esos personajes excesivamente denigrados y no parece que exista ninguna biografía de nivel sobre este personaje. E interés no le falta y con Rubens ya tendrían hecha la portada…

  12. Valeria dice:

    Ya le tenía yo ganas al conde-duque,y después de estos elogios, sólo me queda hacer un hueco en mi lista de lecturas a su señoría y ponerme a ello en cuanto me sea posible.
    Y mis felicitaciones a Scouser por su bautismo reseñador.

  13. Urogallo dice:

    Recordadlo:

    «Flandes es el infierno».

    «Flandes lo es todo».

  14. nando dice:

    Gran libro, gran reseña y enhorabuena por el estreno.

    Leí, y releí el libro hace años. Me gustó mucho aunque me dejó muchas preguntas en el aire.
    Como efectivamente dices Elliott revisó esa visión típicamente centralista-castellanista que durante años se tenía del todopoderoso valido.
    Lo dejó más que nada enunciado, citando a otros historiadores, en su mayoría españoles, que, afortunadamente han trascendido esa visión propia de la historiografía nacionalista periférica.

    El gran argumento sobre el que se basó, y se basa, esa interpretación castellanista de su «imperio» han sido las palabras que en el Gran Memorial de 1624 , dirigía a Felipe IV, y en donde le decía aquello tan famoso de:

    «Tenga Vuestra Majestad por el negocio más importante de su monarquía el hacerse rey de España; quiero decir, Señor, que no se contente Vuestra Majestad con ser rey de Portugal, de Aragón, de Valencia, conde de Barcelona, sino que trabaje y piense con consejo maduro y secreto por reducir estos reinos de que se compone España al estilo y las leyes de Castilla […].

    Como se puede comprobar es muy fácil ver en ello todo un proyecto de centralización política reunido en torno a esa «reducción castellanista», de forma que nos encontramos con dos paradigmas historiográficos muy extendidos:
    por un lado los procesos de centralización política, tan asumidos durante siglos por la historiografía liberal, y que afectaban a todas las monarquías europeas; y en segundo lugar, el ejemplo de Castilla como base de una España que no solo margina e ignora a los reinos periféricos sino que pretende su sometimiento al ordenamiento castellano.

    Durante siglos esta fue la idea que se tuvo de Olivares y del reinado de Felipe IV, amén del desdén con que fue tratado por los pensadores e historiadores del 98.

    Olivares era un personaje terriblemente contradictorio y oscuro. En el mismo Gran Memorial y en otros escritos posteriores, alude a la necesidad de gobernar los reinos y «estados» de la Monarquía según los fueros y libertades propios de cada uno de ellos. Y con ello no hacía sino continuar con la larga tradición de gobierno político de una vasta Monarquía que se basaba en la preservación y el respeto de las jurisdicciones propias de cada entidad y conforme a los principios de la justicia distributiva tan claramente expresados en el derecho común.
    Obviamente tanto Olivares como sus predecesores eran conscientes de la fuerte impronta castellana que tenía la Monarquía y a ninguno se le escapaba esa «centralidad» que la convertía en el corazón de la Monarquía.
    Pero en ningún momento, y a pesar, de ese enunciado tan explícito citado más arriba, se produjo tal reducción. Políticamente no solo era inviable sino materialmente imposible.

    Personalmente considero que el valido hace ese tipo de consideraciones en un contexto de permanente amenaza exterior e interior, y 1624 no fue un año precisamente malo, y que hay que interpretarlo como un “expediente” que hacía más referencia a una situación de necesidad coyuntural y que se proyectaba como una solución que pretendía dotar a la Monarquía de una mayor flexibilidad ejecutiva, y muy en la línea de ese ímpetu reformista, en tanto en cuanto esas amenazas eran continuas.
    Bajo esa perspectiva cabía muy bien el proyecto de Unión de Armas, que desde luego no sometía ni llevaba a los otros reinos hacía esa unicidad jurisdiccional y que tampoco subvertía los privilegios ni las libertades forales, en todo caso planteaba el espinoso tema de una fiscalidad que chocaba con la secular exención de esos reinos en comparación con Castilla.
    El planteamiento de Olivares es de una clarividencia y de un pragmatismo que estaban en perfecta concordancia con la abundante literatura arbitrista de comienzos de siglo:
    La Monarquía tenía que hacer frente a problemas exteriores que no solo podían recaer en las sempiternas espaldas castellanas por mucho que esta recaudase la mayor parte del tesoro de la Indias, era necesaria una cierta reciprocidad en el reparto de los esfuerzos que entrañaba esa costosa política de reputación y defensa, de forma que cada territorio contribuyese con dinero y hombres en la misma medida que los mismos ocupaban una situación determinada en el seno de la Monarquía.
    Evidentemente solo le entendieron los castellanos, que arruinados, no solo sufrían el mayor peso fiscal, sino que conocían las vehementes estratagemas del valido en su permanente afán recaudatorio.

    Olivares, todo hay que decirlo, no era una hermana de la caridad; cuando se convocaban Cortes en Castilla para recaudar los dineros, siempre pretendía forzar las cosas en provecho de su Señor, sus presiones sobre los procuradores eran continuas, tanto en las deliberaciones, como en el carácter de los votos o en el establecimiento de las cantidades a pagar. Más de un soborno medió y más de un arbitrio se pretendió sacar bajo el pretexto de la necesidad; pero aún así y con todas las votaciones posibles para los intereses del rey, el todopoderoso valido sabía que la negociación real y el pago efectivo de los impuestos eran un asunto que en última instancia dependía de las ciudades castellanas, que eran el verdadero centro del poder político del reino. Las Cortes podían aprobar las cantidades pero las 18 ciudades eran las que al final recaudaban y pagaban.
    Y siempre era muy difícil.

    Entonces por qué Olivares le dice a su rey que se ha de convertir en rey de España siguiendo el ordenamiento castellano: pues precisamente porque era el reino en donde la recaudación no es que fuese más efectiva sino porque disponía de unos cauces institucionales que permitían esa negociación, por dura que fuese, y que no se encontraba con el insalvable escollo del privilegio de exención fiscal propio del reino de Aragón.
    ¿Se ha de deducir de esas palabras tan explícitas y directas que cité más arriba que toda su obra de gobierno se encaminó a construir un imperio y un rey castellano?
    En absoluto: Olivares compara la situación de los distintos reinos, y sobre todo su articulación política, bajo el prisma de la premura y de la necesidad. Quitando esa frase no le recuerdo ningún ataque encaminado a la abolición de libertades y privilegios, es más considera que el gobierno de la Monarquía necesita del apoyo de las élites políticas
    periféricas.
    Y, para acabar, ahí están sus grandes proyectos de reforma que fueron supeditados, tragados y olvidados por la grandiosidad de su política de reputación. Haciendo imposible, si es que algún momento lo hubiese habido, cualquier proyecto de centralización o uniformidad tanto en las leyes como en los fueros o jurisdicciones de los reinos de la Monarquía.
    Eso, vino de la mano de los Borbones a comienzos del siglo XVIII.

    saludos

  15. Germánico dice:

    Guardo un gratísimo recuerdo de este libro. Me llamó mucho la atención una cosa que dice Elliot en el Prólogo (al menos, en el de la edición que yo tengo): que empezó a sentirse atraído por la figura del Conde-Duque (entendedme bien…) al ver el retrato ecuestre de Velázquez en una visita escolar al Prado. Y no me extraña, la verdad…

    Elliot tiene además otra obra en la que estudia al Conde-Duque junto con Richelieu… Madre mía, qué parejita…

  16. Anthos dice:

    Magnífica, desde luego, la pintura de Velázquez que se exhibe en el Prado y que muestra al Conde-Duque en actitud de caudillaje de las tropas que en 1634 (fecha del cuadro) ganaron la batalla de Nördlingen. Por supuesto, don Gaspar no estuvo allí, que fue al Cardenal-Infante a quien se debió aquella gran victoria, lo que no quita para que el valido de Felipe IV se sintiera partícipe del fausto evento y se hiciese retratar en esa marcial actitud con el bastón de mariscal en la mano derecha señalando el lugar de la contienda. Son varios los retratos que Velázquez realizó del Conde-Duque de Olivares y que han permitido a Gregorio Marañón analizar muchos aspectos somáticos del personaje del que dice que «se trataba del tipo morfológico ancho, achaparrado o pícnico».

  17. Urogallo dice:

    Hombre, el planteamiento de Elliot es un poco más romántico: Fué un viaje de estudios, y al ver aquél personaje, del que nadie le explicaba nada, le surgió la necesidad de saber quién era.

  18. sanpifer dice:

    Yo lo tengo con encuadernacion de piel de aquella coleccion reciente de «Historia de España» de RBA y he de reconocer que es en cuanto a calidad/precio un libraco que no deberia faltar, amen.

  19. richar dice:

    Pues visto los comentarios, habrá que hacerse con él sin duda (Anthos, lo tendrás a mano para dejárselo a tu hijo, ¿verdad?).

    Y Scouser, cómo no, enhorabuena por tu estreno, de altísima calidad.

    Saludos,
    Richar.

  20. lucano dice:

    Leí el «condeduque» hace bastante tiempo, y siempre me quedé con ganas de darle otro vistazo más detenido. No sé si me engaña la memoria, pero recuerdo que me resultó casi novelesca la primera parte, destinada a los temas más políticos, y más pesada (o difícil de entender y seguir para mí, aunque sea imprescindible y muy documentada) la parte económica, o al menos la primera parte de la misma. Después volvía a cobrar el mismo interés hasta el final.

    Lo que es seguro es que me influyó mucho en la visión sobre el periodo en cuestión, y resultan además de una frescura y actualidad deprimente los problemas políticos territoriales de la España del Conde-Duque, que básicamente son bastante parecidos a los actuales (esto es, en tres siglos y pico no hemos resuelto gran cosa)

    Con respecto a la personalidad del conde-duque, es verdad que el resultado final es favorable, pero Elliot no escatima críticas a sus fallos de carácter (sobre todo la soberbia). Además da mucha importancia a su sólida formación clásica (cuando te cuentan que una de sus lecturas de cabecera era Tucídides te explicas la política de prestigio o el que quisiera evitar a toda costa la indecisión en el enfrentamiento y que entendiera la necesidad imperiosa de que todas las Españas contribuyesen económicamente al esfuerzo bélico, talones de Aquiles que motivaron la derrota final de Atenas y su levantisca Liga). Sin embargo, la imagen de Olivares en España es una muestra de lo bien que funciona la Leyenda Negra, aún hoy. Me pregunto cuántos primeros ministros españoles de Olivares acá han sido capaces de leer a Tucídides en griego y a Tácito en latín……

  21. Urogallo dice:

    Yo me preguntó aún más, ¿Cuantos lo habrán leido siquiera en castellano?.

  22. Incitatus dice:

    Yo me pregunto aún más ¿Cuántos son capaces de leer?

  23. David L dice:

    Me ha encantado la reseña Scouser. Felicidades.

    Aún no he tenido la oportunidad de leerlo y eso que lo tengo por duplicado, uno en edicción de bolsillo y otro el publicado recientemente por RBA en tapa dura. En fin, esta reseña invita a la lectura del libro.

    Un saludo.

  24. Scouser dice:

    Es evidente que Elliott siente calra simpatía por el conde duque. Es difícil que no sea así, pues casi todos los que estudian a una figura acaban sintiendo esa simpatía por el personaje: descubren a la persona privada que se oculta tras el personaje público (dudas, temores, miserias, cualidades, …). Además, y esta es una teoría muy personal y carente de base científica, me parece que Elliott debe sentir que el conde duque es un personaje histórico que le pertenece: ha sido él el que le ha descubierto y devuelto su lugar en la historia, desde ese afortunado día en que lo vió en el museo del prado.
    Por otra parte, hay que decir que el gran proyecto de Olivares, la Unión de Armas, no era algo tan innovador como a veces se quiere hacer ver. En España, desde los tiempos de Felipe II se pretendía llevar a cabo una reforma similar, y el propio Elliott menciona una propuesta en tiempos de Felipe III en ese sentido (aventura que el autor puede ser Spínola).
    Esta reforma estaba en consonancia con los tiempos: de la misma manera que proliferaron en aquellos años los validos por toda Europa, todos los monarcas buscaban aumentar su poder acabando con los restos del sistema medieval, cuya maraña legal e impositiva dificultaba la acción del gobierno. Es curioso que en Inglaterra, uno de los países en el que más fuerza tuvo este debate, España fuera puesto como ejemplo por aquellos que defendían el mantenimiento de las leyes de cada reino.
    La reforma de Olivares añadía, por tanto, otro factor desequilibrante más, que unido al resto (intereses creados, dificultades legales, oposiciones políticas, …), llevaron a la ruina a su proyecto: acababa con la constitución política de los Austria, heredada de los Reyes Católicos, que defendía el mantenimiento de los distintos reinos. En su empeño por hacer frente a los retos de su tiempo, ponía en peligro un edificio con más de un siglo de historia que había permitido existir a un imperio como aquelo. Es probable que, en el fondo, ese imperio estuviera destinado a terminar, ya que no era viable por más tiempo.

  25. Urogallo dice:

    Señalar que ya Lema había logrado una insustancial «Unión de Armas». El proceso fué un absurdo propio de la época: Primero rogó a las diversas cortes del reino de Aragón que contribuyesen como Castilla al esfuerzo bélico. Estos transigieron, pero solo si en lugar de un número de hombres, se les autorizaba a entregar una compensación en metálico…y luego la compensación en metálico se gastó en pagar los sobornos que habían permitido la aprobación de la medida.

    Un absurdo absoluto.

  26. Rosa dice:

    Excelente reseña.
    Leí el libro hace ya un tiempo y guardo de él muy buen recuerdo. Se puede estar más o menos de acuerdo con las tesis y los planteamientos de Elliott, pero no se le podrá negar que sabe escribir, que es capaz de presentar temas de gran complejidad de un modo comprensible a la vez que riguroso. Por lo menos a mí así me lo pareció.

  27. richar dice:

    Anda Rosa, agraciados los ojos que te leen.

    Un saludo,
    Richar.

  28. Rosa dice:

    Hola Richar, es que Jerufa, que está leyendo a Perutz, me sacó del letargo.

    Saludos a todos.
    Rosa

  29. David L dice:

    Esta Semana Santa la he pasado conociendo y disfrutando de este magnífico libro de John Elliot sobre la figura del Conde-Duque de Olivares. Desde luego, quién afirmaba que este libro era… «el mejor libro de Historia que había leído» no puedo por más que certificar este halago. Para mí también ha sido uno de los mejores libros de Historia que he podido leer hasta ahora.

    Entrando ya en materia me gustaría aportar alguna conclusión y a la vez alguna cuestión sobre el mismo:

    1) Para Olivares, la unión de las Casa de Austria de Viena y Madrid era un puntal inquebrantable para el mantenimiento del staus quo de ambas casas hermanas, pero….yo me pregunto si para el Emperador también era vital esta alianza. A pesar de que el Imperio se mostró siempre como un aliado de la Monarquía Hispana, la sensación que me ha quedado tras leer a Elliot es que la reciprocidad no estaba a la altura de lo esperado por el conde-duque.

    2) Está claro que en aquellos años las cuestiones de Religión empezaban a no ser definitivas a la hora de formalizar alianzas. Para muestra nada mejor que ver como el cardenal Richelieu se convirtió en el enemigo nº 1 de la Monarquía Católica por excelencia: la Monarquía de los Austrias españoles.

    3) Me ha dejado pensativo el informe escrito en otoño de 1635 por el que fuera íntimo amigo y confidente de Olivares, el conde de Humanes. Éste escribió un curioso documento en el que trataba los problemas de la Monarquía y aportaba, según él, las soluciones a tomar para su enderezamiento: abandonar los Países Bajos españoles y emplear los 5 o 6 millones de ducados anuales que se podían ahorrar de ese modo en mejorar las defensas de España y las Indias. Abogaba también porque se cediera al cardenal-infante, en calidad de ducado independiente, Milán, cuyo valor para la corona servía de base militar para el envío de tropas a los Países Bajos. La Monarquía, reducida así a España, las Indias, Nápoles y Sicilia, resultaría más fácil de defender. ¿Suena muy radical para el momento que vivía el Imperio español?

    4) A pesar del sangrado que representaba la guerra de los Países Bajos y la escasez de fondos de la Corona en la década de los años 30, resulta verdaderamente increible la capacidad que tenía la Monarquía hispana para movilizar dichos fondos. Entre 1635 y 1641 fue capaz de movilizar a Flandes más de 30 millones de ducados y, además, que a esas alturas de la guerra pudiera seguir enviando más de 4 millones de escudos anuales a los Píses Bajos muestran bien a las claras la determinación de Olivares en no dejar que ninguna zona del Imperio se viera amenazada sin recibir una contundente respuesta desde España.

    5) En la revuelta de Cataluña, entrado ya en el año 1640, resulta también chocante que los insurgentes se mostraran agresivos con Olivares, pero en cierta manera, fieles al Rey, al que consideraban engañado por sus ministros. Esta tónica que consiste en acusar siempre a los «ministros» del Rey y, a la vez excluir a éste de sus responsabilidades pararece que no sólo ha ocurrido en el período del conde-duque de Olivares. ¿no os suena de algo?

    6) Está claro que las particularidades de Cataluña iban a hacer muy dificil plantear un ataque a través de los Pirineos Orientales catalanes a la Francia de Luis XIII. Mi pregunta es la siguiente: ¿había otra opción de haber asestado un golpe de mano a Francia por otra zona que no hubiera sido Cataluña?

    7) Otra cuestión: ¿qué podía esperar Pau Claris de su acuerdo escrito en septiembre de 1640 con Luis XIII de Francia?

    8) También me pregunto: ¿qué responsabilidad habría que achacar a Castilla, o mejor dicho, a sus fuerzas oligárquicas en los desastres de Portugal y Cataluña en 1640 y que tanto daño hicieron a la estabilidad de la Corona?

    9) Por último, me resulta muy conocido aquello de hacer leña del árbol caído. Me parece que este país no ha cambiado mucho desde entonces. Una vez que alcanzas la cumbre todo son alabanzas y lisonjeras, pero….¿cuándo ya no estás en la primera línea?…¡hasta la Inquisición quisó juzgar a Olivares en las postrimerías de su muerte!. La venganza y la bajeza humana no descansa nunca.

    Un saludo

  30. JJsala dice:

    Dos veces he tratado de leerlo y en las dos ocasiones lo he tenido que dejar.

    Ahora, trás leer la reseña de Scouser y los siguientes comentarios voy a cogerlo de nuevo, a ver si se cumple aquello de «A la tercera vá la vencida»

    Salud

  31. Urogallo dice:

    Incluso una cuarta lectura merecería la pena para terminarlo.

    1- Para los austriacos España jamás fué una prioridad. Nunca nos apoyaron en nuestras guerras y reclamaciones, y a la mínima firmaban la paz dejandonos en la estacada. Sería interesante leer un libro de historía visto desde su lado, pero yo no me haría muchas ilusiones sobre su vinculación a la alianza. ¿Cuantos soldados imperiales combatieron en Flandes o Francia en defensa de la nuestra Santa Causa?.

    2- Richelieu había sido antes un buen amigo de los austrias, y de hecho, fué una de las figuras más solidas del renacimiento católico francés, no solo como político sino también como teologo. Pero por encima de todo sentía una devoción absoluta por la causa de la majestad real, y había que se objetivo con la situación francesa: Un bloque austracista asfixiante.

    3- Suena tan radical que cuando se propone un plan parecido en la época de más dura crisis de Carlos II casi se mata al mensajero.

    4- La reputación ante todo.

    5- A mí me suena a excusa un tanto barata, o a seguro de vida. Se trata de asegurar uno que no le ahorquen por lesa majestad en el caso de derrota. Las amnistias totales eran típicas de la época, pero había que tener cuidado en no pasar ciertos límites.

    6- Todo era posible, y a la vez imposible. Francia no tuvo problemas en montar una gran ofesiva contra las provincias vascas en 1721.

    7- Nada. Pero Claris ya había superado cualquier posibilidad de retorno. Solo le quedaba seguir hacia adelante, a donde fuese, o hundirse.

    8- Ninguno. El rey era un rey absoluto, su identificación con Castilla era voluntaria, y de hecho Felipe IV hizo bastantes gestos por implicar a la gran nobleza peninsular, no solo castellana, en sus proyectos. Pero en último caso no había un proyecto «español», ni siquiera «castellano», que sustentase la unión. Era algo quebradizo en exceso. Demasiado se conservó en realidad.

  32. Néstor dice:

    De Elliot leí la contraposición entre el Conde Duque y Richelieu y me pareció un trabajo notable.Los Hispanistas británicos son excelentes.Son realmente impresionante las pinturas de Velazquez y Elliot redescubre a mi modesto entender la figura oscurecida de Don Gaspar de Guzmán.Es muy probable que el pintor incite con su obra a saber algo más del tal personaje.

  33. David L dice:

    Sin querer establecer paralelismo alguno con la política actual no deja de ser curioso como los problemas financieros acaban por romper la armonía entre territorios. Olivares topó con la resistencia del Principado de Cataluña a la hora de satisfacer la política fiscal que emanaba desde Castilla, recaudación que tenía por objetivo establecer la génesis de una más estrecha colaboración entre los reinos de la Monarquía Hispánica. Por supuesto, esto no era apreciado de la misma manera por los habitantes de la Corona de Aragón, los cuales se aferraron a sus constituciones para evitar sufrir las cargas financieras que el Imperio demandaba. La idea de Olivares reflejaba la imperiosa necesidad de mantener el status quo del Imperio mediante la imposición o contribución fiscal del resto de territorios de la Corona. Castilla era el espejo donde se miraban los territorios de la periferia para darse cuenta de que la política imperial no beneficiaba sus habitantes y que sus constituciones eran la mejor manera de mantener cierta independencia ante las cargas reales. Si el vasallo no percibía provecho alguno entre su contribución y su bienestar difícilmente Olivares podía triunfar en su tan anhelado proyecto. Creo que la idea tuvo su lógica, pero de la teoría a la práctica va un abismo, en este caso en el que cayó el propio Conde-Duque en su intento de aglutinar los diferentes reinos de la Corona en una dirección más acorde con las necesidades fiscales de la misma.

    Os recomiendo como complemento a esta magnífica biografía de Olivares el libro “La rebelión de los catalanes” del mismo autor, John Elliot. Un libro sencillamente genial.

    Un saludo.

  34. Farsalia dice:

    Imprescindible, diría…

  35. claro que fue como usted lo dice un ministro conocido como Valido, en realidad remplazo la incapacidad de la monarquía española de aquel entonces , en política fue inteligente , llegando a detener a Francisco de Quevedo, lo que a mi opinión persona no tiene excusas recién me informa de esta biografía monumental , hay una muy interesante de el polígrafo Gregorio Marañon, este político deja mucho que pensar.

    Jorge López Zegarra

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