EL CIUDADANO TOM PAINE – Howard Fast

EL CIUDADANO TOM PAINE. Howard Fast“- Thomas Paine es audaz. ¿Pero la audacia es suficiente? Eso es sólo una parte de la fórmula. La audacia debe tener un objetivo, pues de lo contrario es de pacotilla, superficial y vulgar. ¿Por qué Thomas Paine es audaz?
– Lo es por sus convicciones”.

Philip Roth

Howard Fast, autor de las novelas ‘Espartaco’ y ‘Berenice, la hija de Agripa’, entre muchas otras, publicó en 1943 una biografía novelada de Thomas Paine como parte de una serie de obras basada en la historia de los EE.UU. Paine (Inglaterra, 1737-EE.UU., 1809) fue un revolucionario y publicista de aquellos apasionados y devotos de una causa. Se lo cuenta entre los próceres de la independencia estadounidense; méritos no le faltan: cuando en las colonias norteamericanas cundía el descontento y se gestaba la insurgencia, Paine contribuyó a su estallido con los encendidos artículos del Pennsylvania Magazine, órgano de su entera responsabilidad, en que fustigó la arbitrariedad del gobierno metropolitano inglés y proclamó las virtudes del republicanismo, la libertad y la democracia.

En 1776 publicó ‘Sentido común’ (Common sense), opúsculo que alcanzó la extraordinaria tirada de medio millón de ejemplares y proporcionó un norte ideológico al movimiento emancipatorio –de hecho, el folleto fue una de las fuentes que inspiraron a Thomas Jefferson en su redacción del primer borrador de la Declaración de Independencia-. Durante la guerra inyectó sangre a dicho movimiento por medio de ‘La crisis’, una serie de manifiestos aparecidos en instantes de desfallecimiento de la revolución (siendo la primera de sus entregas verdaderamente crucial).

Concebido en la pobreza, esforzado autodidacta, Paine ejerció diversos oficios –zapatero remendón, carpintero, recaudador de impuestos, corsetero- y sufrió las penas de la miseria en su Inglaterra natal antes de decidirse a cruzar el Atlántico, para lo cual solicitó y obtuvo el patrocinio de Benjamin Franklin (corría 1774; Franklin, a la sazón residente en Londres, gozaba fama de hombre sabio y magnánimo). Instalado en América, Paine se enamoró de un país en el que vislumbró grandes posibilidades para sus ideales libertarios, que pronto comenzó a difundir en la gaceta arriba mencionada. Cambió sus habituales harapos por atuendos decentes y ganó cierta respetabilidad, aunque toda su vida lo rondó la pobreza –en ella murió-. De carácter áspero y visceral, alcohólico contumaz, era honesto y desinteresado al extremo de renunciar a los derechos de autor de sus escritos, sin duda cuantiosos; enemigo de circunloquios, arrebatado e incapaz de hacer amigos, se granjeó la admiración y el agradecimiento de hombres como Jefferson, Washington y el propio Franklin. Predicador de la revolución más que estadista o funcionario, ejerció labores administrativas con alguna incomodad (secretario del Comité de Asuntos Exteriores, secretario de la Legislatura). Contra su voluntad, se vio envuelto en problemas que le valieron enemistades e incluso peligro de muerte.

Consumada la independencia norteamericana que tanto deseaba, volvió a Europa en 1787, dirigiéndose primero a Francia y luego a Inglaterra, en donde se embarcó en la improbable tarea de socavar la monarquía. Publicó allí otro panfleto incendiario, ‘Los derechos del hombre’ (1791), una respuesta a la crítica que Edmund Burke hiciera de la revolución francesa. El escrito y la nada solapada labor de zapa en que se había empeñado fueron mal recibidos, tanto por las autoridades como por el público inglés; Paine debió huir a la Francia revolucionaria, que le brindó recibimiento de héroe y una pronta incorporación en la Asamblea Nacional. (Paine hablaba el idioma de la revolución, ciertamente, pero apenas era capaz de chapurrear el francés.) Verdadero extremista en Inglaterra y Norteamérica, “figuró en París entre los más moderados de los girondinos” (Hobsbawm). Se opuso a la condena a muerte del depuesto Luis XVI. Encarcelado por Robespierre, sobrevivió al Terror casi de milagro: el embajador de los EE.UU., que odiaba a Paine, no movió un dedo en su favor, no obstante detentar éste la ciudadanía estadounidense. Para fortuna de nuestro personaje, el diplomático fue reemplazado por James Monroe (un futuro Presidente estadounidense), cuyos buenos oficios lo pusieron en libertad. Los diez meses de encierro y la constante amenaza de la guillotina deterioraron su salud y minaron su espíritu, pero Paine se reintegró a la política. Recuperó su escaño en lo que ahora era la Convención Nacional y publicó, en Inglaterra y los EE.UU., un nuevo folleto, ‘La edad de la razón’; redactado en la cárcel, contiene su profesión de fe en una variedad de deísmo o religión natural, al tiempo que critica con suma acritud –en su estilo- tanto el ateísmo como las religiones establecidas. Para la mentalidad entonces vigente, el escrito lo convirtió en una suerte de adorador del demonio; el nombre de su autor fue vilipendiado, y luego pasó al olvido. Sumido en la oscuridad y devuelto a sus eternos compañeros, el desaliño y el alcohol, un día recibió la visita de Napoleón Bonaparte, estrella ascendente y ávido lector de sus obras. El general le ofreció integrarse a las altas esferas del poder; no obstante, la primera sesión gubernamental fue suficiente desengaño: se esperaba de él que colaborase en los planes de invasión de Inglaterra, en vez de contribuir a la lucha por la revolución en Europa. Paine detestaba la guerra, y no creía que la eventual invasión conquistase los corazones ingleses a la causa revolucionaria. Nuevamente relegado a la vida privada, mustio y derrengado, Paine retornó a América unos años más tarde, sólo para ser objeto de repudio generalizado: pocos valoraron en él al viejo ‘Sentido común’, su apodo en los días de la guerra de independencia; la mayoría escarneció al blasfemo librepensador. Falleció en 1809. Se ignora dónde están sus restos.

El relato compuesto por Fast es vigoroso y entrañable. La novela aborda no sólo la faceta pública del personaje -a no dudar, la más llamativa-, sino también la faceta privada, aunque en menor medida. Me parece notorio el propósito rector que Fast ha tenido en cuenta: rescatar del parcial olvido a una figura histórica notable, que en vida debió ser difícil de llevar, pero cuya entereza y legado lo hacen dignos de recordar. En otras palabras, subsanar el fallo que el autor hace vaticinar a Jefferson, en diálogo con Paine:

“(…) Santo Dios, Thomas, no medimos toda la extensión de nuestra deuda con usted. [Sucede que] la historia es algo así como una mala economía doméstica asentada en un libro de contabilidad”.

Howard Fast, “El ciudadano Tom Paine”; Seix Barral, Barcelona, 1999. 397 pp.

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11 comentarios en “EL CIUDADANO TOM PAINE – Howard Fast

  1. Atilio dice:

    Una vida frenética de la que no tenía ni noticia, como de tantas cosas más, supongo.

    Excelente reseña, compañero. Éste, de cabeza a la lista como primero que leeré de Fast. Su Espartaco ha sido muchas veces ojeado y hojeado pero nunca me he decidido.

  2. Atilio dice:

    La vida de Paine me sugiere una reflexión:

    La fama llega tan pronto como se va. ¿Son lo mismo fama y celebridad?

  3. Ariodante dice:

    Estupenda reseña, Rodrigo. Y una buena idea la de dar a conocer la vida de un autor importante, por lo demás desconocida para la gran mayoría.
    Atilio: según el diccionario, celebridad es el que posee la fama. La fama ciertamente, va y viene, y muchas veces no corresponde al verdadero valor de aquello que se hace famoso. Y la fama suele acompañar a alguien en vida. Otra cosa es la gloria, o la celebridad reconocida a través de los tiempos, y sobre todo, a aquellos que ya no viven.
    Lo que es cierto es que no van a la par, generalmente.
    Pero esta es una reflexión a bote pronto, como se dice…probablemente haya otros que hablen largo y tendido sobre esto.

  4. X. R. Trigo dice:

    No conocía vuestra página pero, como escritor y, por encima de todo, lector de novela histórica, no puedo menos que celebrarla. La visitaré con frecuencia y, de momento, disfrutaré con todo el contenido acumulado.
    ¡Enhorabuena!

  5. Rodrigo dice:

    Bueno, Atilio, «Espartaco» me parece mejor que esta novela. Y «Berenice», que no he podido encontrar, tiene toda la pinta de superar a ambas.

    Gracias, Ariodante.

    Tienes mucho para disfrutar, Xulio. Bienvenido.

    Saludos.

  6. nando dice:

    Gran personaje, gran reseña y gran recomendación.
    Me gustaría saber donde sale la cita de Roth.

    Desde luego que los revolucionariois han sido desde siempre unos personajes de lo más sobresaliente. Y por lo que he leído éste no se queda corto. ¿Se codea con otros moderados tipo Sieyes?
    Otra cosa bastante común en este tipo de personajes: su supuesto extremismo que se convierte en moderación a los ojos de otros revolucionarios.

    Tomo nota Rodrigo. Gran, gran recomendación.

    saludos

  7. nando dice:

    Rodrigo: ¿Se cumple en este personaje aquello de que la revolución acaba devorando a sus hijos?… pienso en Robespierre como ejemplo más claro.

  8. Max Staub dice:

    Gracias por tu reseña Rodrigo. Curioso personaje…

  9. Rodrigo dice:

    Muy curioso, Max. Arisco y cascarrabias, también muy apasionado, devoto de la causa revolucionaria.

    Nando, la cita proviene de la novela «Me casé con un comunista». Parte de un diálogo sostenido entre el protagonista, Ira Ringold (alias Iron Rinn) y el narrador, de niño.
    La verdad es que Fast no pone a Paine en contacto con otros moderados; sí en cambio en confrontación con Saint-Just y Robespierre. Comparte reclusión con Anacharsis Clootz.
    Salvando las distancias con el caso de Robespierre, creo que en Paine sí hay algo de ‘hijo de la revolución devorado por ella’. Al menos es cierto que a su regreso a los EE.UU. padeció olvido e ingratitud. Cuando necesitó ayuda, Washington y Jefferson le dieron la espalda. Su final es tristísimo. Su último escrito, el libelo «La edad de la razón», le jugó en contra. Debió resultar demasiado chocante para la mentalidad puritana.

    Adjunto enlace a un artículo sobre Paine del pensador español Fernando Rodríguez Genovés:
    http://revista.libertaddigital.com/thomas-paine-un-burgues-radical-1276231937.html

    Saludos.

  10. nando dice:

    La novela es ciertamente buena. Y el personaje, del que yo desconocía todo, se la merece.
    Me gusta su integridad, el desapego por todo lo que sea material y el hecho de que sólamente pueda ser definido tal y como él lo hace a lo largo de la novela: como un revolucionario.
    Su evolución es muy interesante, y como bien dices Rodrigo, las distintas percepciones que el resto tienen de él, según el momento que le toca vivir.

    saludos

  11. Rodrigo dice:

    En verdad se la merece.

    Qué bueno que te haya gustado, Nando.

    Saludos.

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