EL CIEGO QUE NACIÓ EN SIETE CIUDADES – Luis Luque Lucas

El ciego que nació en siete ciudadesEs un ciego, y mora en la abrupta Quíos; sus poemas son eternamente supremos
Himno homérico a Apolo

El terreno pantanoso que rodea a la figura de Homero es casi tan profundo y traicionero como el que rodea a la guerra de Troya. Acercarse a la vida del autor de la Ilíada, la Odisea, y quién sabe si de algún otro texto de los que en algún momento se le han atribuido con mayor o menor vehemencia (la Batracomiomaquia, los Himnos Homéricos…), es tarea delicada que requiere de una canoa bien pertrechada para no sucumbir ante embates tales como ¿existió realmente Homero?, ¿era un solo individuo o eran más? ¿en qué época se le ha de situar? ¿Se ayudaba de la escritura para componer sus poemas? La historia novelada no parece a priori una embarcación cómoda para estas aguas cenagosas, sí en cambio el ensayo o la novela histórica, y es en esta última donde Luis Luque Lucas se ha embarcado para ofrecernos su visión de aquel que, sin tenerla, nos hizo ver un mundo de héroes que quizá nunca existió.

Quede claro sin embargo que no se trata de una novela histórica al uso. Hay suficientes factores que hacen que abramos los ojos más de lo normal. Veamos:

El texto se nos muestra menos como una reconstrucción en tercera persona de la vida de Homero, que en cierto modo lo es, y más como un ejercicio de vaivén del hilo discursivo en el que éste va cambiando de dueño. Unas veces Homero habla al lector, otras lo hace a sus hijas, a quienes les hace un relato de su vida y milagros, y otras es una especie de narrador, de “voz en off”, el que hace avanzar el conjunto. Tal oscilación no es en absoluto indicio de vacilación en la pluma sino que el bamboleo es deliberado y buscado.

El texto se nos muestra menos como un intento de situar la figura de Homero en un contexto histórico determinado, y más como la presentación de una serie de reflexiones acerca del devenir del ser humano, devenir en el que Homero ejerce de protagonista. Tales reflexiones no parecen en absoluto traídas de manera forzada sino que se encajan adecuadamente en la narración; no son involuntarias sino que, de nuevo, su aparición es deliberada y buscada.

El texto se nos muestra menos como un alarde de lenguaje caracolero, rebuscado y vericueteril (permítaseme el palabro), y más como un intento de distanciamiento con respecto a las expresiones, normas y convenciones lingüísticas a las que estamos habituados, con la intención de evocar de alguna manera el modo en el que un griego se enfrentaba (o suponemos que pudiera enfrentarse) a la prosa de la Ilíada, o, como mínimo, de crear una cierta distancia con respecto a la modernidad, distancia que no se ha dado a través de una contextualización histórica más rigurosa. Sabido es que el dialecto, totalmente artificial, en el que fue compuesta la Ilíada no fue hablado jamás por ningún griego, aunque permanece por siempre como el lenguaje épico griego. Los recursos estilísiticos de la novela, una vez más, no son en absoluto casuales sino que su utilización es deliberada y buscada.

Se sabe que la creación de la Ilíada cabalga sobre las edades oscuras de Grecia, oscuras porque poco sabemos de ellas y oscuras por cuanto son deslumbradas desde lejos con la luz de la esplendorosa Grecia del siglo V a.C. En el poema se cantan hechos ocurridos durante unos pocos días en el noveno año de asedio a la ciudad de Troya por los aqueos, asedio que históricamente se suele situar a principios del siglo XIII a.C.. Sin embargo, su composición fue bastante más tardía, quizá el siglo IX u VIII a.C., o quizá más tarde, y sin duda su contenido fue evolucionando hasta su definitiva plasmación escrita, que se suele atribuir a Pisístrato de Atenas a mediados del siglo VI a.C. Por tanto, es normal que en el poema aparezcan anacronismos con respecto a la época que pretende relatar, pero tal cosa no importa porque en ello no radica su verdadero valor. Todo esto viene a cuento porque la novela de Luque navega, vista desde la orilla del rigor histórico, paralela al poema homérico. Por citar algo: se habla de monedas en una época en que no existían, se usan expresiones bíblicas, se menciona a San Juan… A veces el recurso de los oráculos sobre el futuro suaviza el efecto chocante de tales anacronismos, o bien el que sea el narrador quien los utilice, pero otras veces son los propios personajes los que los emplean; de modo que sólo cabe pensar que quizá también esto sea un intento de evocar el estilo de la Ilíada, y que por tanto el autor no ha dado mayor importancia a que le miren desde esa orilla, que la que pueda tener en el caso del poema de Homero. Sea como fuere, el lector se encuentra de retruque, en este sentido, en tierra de nadie mientras lee la novela: dejándose llevar por el estilo, despega los pies del suelo y se aleja de las coordenadas conocidas, pero la lectura no le conduce a ningún lugar de aterrizaje, de modo que permanece volando mientras lee, página tras página, sostenido por una prosa difícil (a qué negarlo) pero envolvente. Al margen de esta valoración queda, por supuesto, la evidente calidad literaria de la novela, que no debe ser confundida con su historicidad.

El autor se ha nutrido, con todo, de las escasas fuentes que existen sobre la vida de Homero: Plutarco, el anónimo Certamen entre Homero y Hesíodo y, sobre todo, la Vida de Homero, de un autor que se suele identificar con el nombre de Pseudo-Herodoto. Según esta biografía, el poeta ciego Homero no nació poeta, ni ciego, ni se llamaba Homero. Su nombre fue Melesígenes (“nacido junto al –río– Meles”), nació en Esmirna, y su virtuosismo en la composición de cantos le llevó a convertirse en aedo («cantor», que no hay que confundir con rapsoda, “hilvanador de cantos”: el aedo crea, el rapsoda reproduce lo memorizado); en uno de sus numerosos viajes, contrajo una infección y quedó ciego. Curiosamente, el nombre de Homero, que muchos creen que en griego significa “el ciego”, en realidad viene a querer decir algo así como “el rehén”, “el que está bajo vigilancia o responsabilidad de alguien”. Tal definición se adhirió al aedo, ya que su vida a menudo dependía de la hospitalidad de las ciudades a las que viajaba en su constante ir y venir por tierras egeas; tanto le atrapó la definición, que se convirtió en su nombre. Curiosamente, en la isla de Quíos surgió hacia el siglo VI a.C. una corriente de continuadores de la labor poética de Homero, los llamados Homéridas, y existe una cierta controversia acerca de si su nombre les viene de ser descendientes de Homero (sanguínea o vocacionalmente), o de prisioneros de guerra retenidos alguna vez en la isla.

El autor de la novela se vale, pues, de toda esta información para tejer, a veces como aedo y a veces como rapsoda, su propio canto a la figura de Homero, “el aedo más grande de la Humanidad”, como se repite constantemente en el libro.

Creo interesante añadir un apunte final sobre la dificultad que tenían los griegos para ubicar cronológicamente hechos o personajes de su pasado, y cómo se las ingeniaban para salir airosos. La citada Vida de Homero concluye con el siguiente párrafo, que sin duda aclararía cosas al lector antiguo pero que a nosotros nos hace esbozar una sonrisa:

Anteriormente Lesbos no tenía ciudades. Veinte años después de que Lesbos fuera fundada, fueron fundadas la ciudad Eolia de Cime y la ciudad llamada Friconis. Dieciocho años después de Cime, Esmirna fue colonizada por la gente de Cime y entonces nació Homero. Desde que Homero nació, pasaron 622 años hasta el paso de Jerjes -en su campaña contra los griegos, Jerjes cruzó el Helesponto y pasó de Asia a Europa. Desde este punto es fácil, si uno lo desea, medir el tiempo tomando como referencia los arcontes de Atenas. Homero nació 168 años después de la guerra de Troya.

¿Alguna duda?

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42 comentarios en “EL CIEGO QUE NACIÓ EN SIETE CIUDADES – Luis Luque Lucas

  1. jerufa dice:

    Felicidades cavilius, por la reseña, siempre bajo tu personal sello, que la hace tan sugerente y atractiva.
    Una preguntita: hablas de que el autor busca deliberadamente tanto los vaivenes discursivos como los recursos estilísticos y las reflexiones sobre los personajes huyendo de reconstrucciones, lenguales caracoleros y contextos históricos. ¿Es esto normal en este tipo de novelas?, ¿es una novedad que aporte algún beneficio a la lectura?.
    Adió, adió.
    PS: ¿Era esta la reseña de la que hablábamos ayer?

  2. cavilius dice:

    Gracias, jerufa; sí, esta es.

    Y no he hecho más que comenzar a releerla cuando ya he encontrado el primer gazapo: donde digo que la Ilíada narra hechos sucedidos «en el noveno año» de guerra, evidentemente debería decir «en el décimo y último año«. Ustedes perdonen.

    Es realmente un lenguaje gramaticalmente difícil, al menos al principio hasta que te acostumbras. Pero difícil no porque haga falta un diccionario o un manual de gramática, sino por lo poco acostumbrados que estamos a que nos saquen de nuestros esquemas fraseológicos. Recuerda vagamente a novelas históricas que buscan emular el castellano antiguo, tipo En busca del unicornio, por ejemplo. Hay lectores que gustan de este tipo de juegos y lectores que no. No sé decirte si es normal o no, porque ¿qué es normal en una novela? Es poco frecuente, eso sí, al menos por lo que yo he visto en novela histórica (que tampoco es mucho, no te creas). ¿Si aporta beneficio? Ya te digo, habrá a quien le gustará y habrá a quien no. Como mínimo es una apuesta arriesgada.

    Saludos

  3. cavilius dice:

    Qué desastre, otro gazapo gordo: donde dice «la prosa de la Ilíada» debería decir «el verso de la Ilíada«.

    Pero ¿quién es el inútil que ha hecho esta reseña?

  4. Aretes dice:

    Cavilius, estupenda reseña. Cada vez el listón se sitúa más alto.

  5. Jerufa dice:

    ¿No has tenido tiempo de revisar la ortografía despues de tres meses de espera…pues anda que…

  6. clio dice:

    Estupenda reseña Cavilius, ganinas dan ya de leerlo, efectivamente la figura de Homero es tan enigmática, la novela es rigurosa con respecto a la historia o demasiado imaginativa?

  7. Valeria dice:

    Yo tengo una duda. ¿Te ha gustado?
    Y otra duda: Dices al principio de la reseña que es una novela histórica pero parece también en te refires a ella como una biografía novelada. ¿Cómo la calificarías?

  8. Arauxo dice:

    Saludos, Cavilius y comentaristas.

    Excelente reseña, amigo, tanto en las formas como en el fondo. Y aunque ya nos tengas acostumbrados a la excelencia, debe reconocerse de nuevo en cada trabajo, faltaría más; entre otras cosas, porque cada una de tus aportaciones suele ser mejor que la anterior. Es un placer leerte, aprender de tus comentarios y anotar tus sugerencias.

    Una reseña, además, muy instructiva y muy interesante. No debe ser fácil, en efecto, la empresa de novelar una época y un personaje sumidos en la penumbra de la Historia y en los que conviven, entreveradas, la realidad y la leyenda. Parece, según comentas, que el autor ha pretendido recrear incluso en las formas, mediante el empleo de múltiples recursos estilísticos, variados enfoques literarios, prosa difícil, superposición de géneros y estética en gran medida ecléctica, una realidad que se muestra precisamente así a los ojos de los investigadores: confusa, oscura, compleja, enmarañada, desestructurada. Y si es así, creo que la novela y el autor merecen una oportunidad por el esfuerzo técnico y de creatividad que esconde dicha pretensión.

    Y, además, una novela como esta despierta el interés de los aficionados al género aunque sólo sea por la temática. Porque, al margen de debates tal vez irresolubles sobre la existencia real de Homero, sobre el sustrato real de las aventuras de Ulises o sobre la fecha más o menos aproximada de composición de la Odisea o la Ilíada, se sitúa el hecho indiscutible de la enorme influencia que ejercieron los poemas homéricos. Una influencia que determinó en gran medida la conformación de ese concepto tan difuso que denominamos civilización, en este caso griega (y por extensión occidental), y en el que confluyen elementos tan dispares como la cultura, las mentalidades, las creencias, los mitos y la forma de entender la vida.

    Sé que esto puede resultar obvio para muchos y que tú, Cavilius, sabes de todo esto mucho más que yo, por lo que casi resulta una osadía mi atrevimiento. Pero al hilo de tu reseña, me interesa resaltar que Homero significó -y significa- bastante más que una aportación literaria. De hecho y desde la perspectiva historiográfica, su nombre bautiza o designa toda una época (la homérica, ese periodo de límites escasamente definidos en torno al siglo VIII a.C.); y las características culturales que impregnan su obra proceden y al mismo tiempo determinan y configuran las categorías mentales no sólo de la época que denominamos con su nombre, sino de toda la Grecia clásica y, por extensión y en no poca medida, la de la cultura occidental. En realidad y si se me permiten y perdonan los símiles, -imperfectos pero evocadores, como todos los símiles-, Homero es a la Grecia arcaica y clásica lo que podría ser San Isidoro y sus Etimologías a la Alta Edad Media o el tomismo y la Escolástica -o la Divina Comedia de Dante, por seguir el modelo literario- a la Europa de los siglos XIII al XV (y ya sé, Cavilius, ya sé, que estoy arrimando el ascua a mis sardinas…) es decir, un paradigma de la mentalidad de la época en la que nace y, al mismo tiempo, un referente para la configuracìón de las categorías culturales de siglos posteriores. O sea: producto y recurso, causa y efecto, potencia y acto a un mismo tiempo.

    Y más aún, para terminar, desde la perspectiva literaria. Sostienen muchos críticos, investigadores y estudiosos, que los escritores que en el mundo son y han sido redactan las mismas novelas una y otra vez, y que los autores de hoy no hacen sino colorear con distintos pigmentos las grandes historias del pasado, reescribiendo continuamente el Quijote, Hamlet, el Éxodo bíblico o la Divina Comedia. No sé si será cierto, pero, si lo es, estoy seguro de que los poemas homéricos ocuparían un lugar de privilegio dentro de la lista, muy, muy, muy cerca del primer puesto.

    Y ustedes (y muy especialmente el autor de la reseña) perdonen, en fin, estas reflexiones próximas a un ejercicio de «especulación comparada» y este rollo macabeo de proporciones homéricas. Pero es que una vez que se abre la caja de pandora de las elucubraciones mentales…

    Un saludo con cariño que raya en la veneración, maestro.

  9. cavilius dice:

    ¿Veneración? Arauxo, que te doy…

  10. Aretes dice:

    Esto es la reseña de la reseña, hijo

  11. Arauxo dice:

    Dame, dame, que me lo merezco por ese tostón insufrible de sábana. Pero es que como me daba envidia tu reseña he intentado boicotearla aburriendo al personal ¿Tú crees que lo habré logrado? Si no, puedo escribir una de 50.000 palabras…

  12. Arauxo dice:

    Aretes, que te doy yo…

  13. Aretes dice:

    Con lo bonito y culto que te había quedado.
    Cavi, apunta ¡veneración de Arauxo!.

  14. cavilius dice:

    ¿50.000 palabras, Arauxo? ¿Y todas diferentes?

    (Se sube el telón: sale cavilius diciendo a los hislibreños «gracias Aretes, clío, Vale, Arauxo… gracias, gracias»; se baja el telón. ¿Cómo se llama la reseña?)

    Clío, la novela no podría aunque quisiera ser rigurosa con respecto a la historia porque en torno a Homero no hay rigor que valga, todo es conjetura e incertidumbre. La leyenda de Homero le hace a un tiempo contemporáneo y antecesor de Hesíodo, le hace haber nacido en al menos siete ciudades diferentes, le hace autor de la Ilíada y no de la Odisea, o de ambas obras y también de la Batracomiomaquia, le hace incluso no haber existido jamás, o haber sido varias personas en vez de una… Con esta base histórica, hay que agarrarse a las escasas fuentes que hay y a un poco de imaginación. Pero no es una novela fantasiosa, no se deja llevar locamente por la inventiva, si te refieres a eso.

    Vale, buena pregunta: no sé si me ha gustado, la verdad. La sensación al acabar el libro fue de que no, pero ahora pienso que quizá antes de empezar esperaba otra cosa y por ello la leí, como quien dice, de reojo. Es una novela histórica, el autor la define así, pero evidentemente también es un intento de biografiar a Homero. No se opone lo uno a lo otro.

    Arauxo, luego comento algo a cuento de tu comentario (das mucho porte a los hilos con esas parrafadas, en serio), es que ahora se me escapa el autobússsss…

    Saludos

  15. Ascanio dice:

    Cavilius, enhorabuena por la reseña, hijo. Cuando ya parece que has dado todo de ti, ¡pimba!, oooootro reseñón.
    Lo malo de esto es que luego tenemos que aguantar las butifarras de Arauxo, que una vez que se lanza, no acaba hasta que oye los ronquidos de la concurrencia (por cierto, Cavi, muy buena la excusa del autobús, aunque no ha colado porque aquí todos sabemos que los maestros van en limusina, o en muselina como diría Carmen Sevilla).
    Reconozco que tenía la misma duda que Valeria. Y después de lo que has contestado, mmmm…creo que no me voy a lanzar a leerlo.
    Me da la sensación, por lo que has contado, que el autor intenta ser «original» por encima de todas las cosas y que, como consecuencia, estamos ante una prosa bastante «rebuscada», por no decir algo «retorcida». ¿Qué me dices?

  16. Arauxo dice:

    ¿Porte? Cavilius, que te doy…

  17. richar dice:

    Cavilius, sólo puedo quitarme el sombrero ante tus reseñas, menuda calidad, compañero.

    Veo que en la reseña hablas bastante del estilo, la «historia» de Homero, los diferentes narradores, etc…, ¿podrías contar algo más de la trama?

    Gracias,
    Richar.

  18. Casio dice:

    ¿No se pasó el autor por algún hilo hace tiempo? ¿O lo he soñado? ¿O era un impostor?

  19. Ascanio dice:

    Se coló en el autobús sin billete y está en la cárcel.

  20. Santo Tomás dice:

    ¿En el mismo autobús que casi pierde Cavilius? Mira que si se lo han llevado también a la cárcel…

  21. Ascanio dice:

    Santo Tomás, estamos hablando de la misma persona. Baja del limbo de los Santos y céntrate, hijo, céntrate.

  22. Arauxo dice:

    Ojú, con el Santo Tomás ese que se cuela hoy por todas partes…

    Pero pa mí que la Ascanio esa no se ha enterao de ná. Porque Casio no se ha referido al autor de la reseña… ¡¡sino al del libro, jamía, al-del-li-bro!! Baja del limbo de la Eneida y céntrate, hija, céntrate…

  23. Ascanio dice:

    [Vaya, creo que me han dado un rapapolvo. Eso me pasa por lista.]
    Cavilius, aparece ya, que esto se está desmadrando.

  24. pepe dice:

    Enhorabuena por la reseña, Cavilius. Como bien dice Arauxo, Homero es piedra angular de nuestra cultura y me gustaría saber en que estado se encuentra actualmente la famosa cuestión homérica, que tanto ocupó a filólogos y eruditos a partir del XVIII, relativa a la autoría de la Iliada y la Odisea. A los partidarios de las teorías analíticas, defensores de que ambas eran producto de una larga tradición oral y recopilaciones del trabajo de sucesivos poetas reprochaba Schiller el haber destrozado la corona de Homero. ¿Cómo enfoca el libro esta cuestión?

    Saludos.

  25. richar dice:

    Arauxo,

    sí el autor estuvo por aquí hace un tiempo y de ahí que consiguiéramos su libro. Lo que viene después ya lo vemos aquí. Le he mandado un email por si quiere leer la reseña y darnos su punto de vista.

    Un saludo,
    Richar.

  26. cavilius dice:

    Hombre, por fin tengo un ratito para contestar, como buenamente pueda. Vaya imagen estaré dando, os parecerá que me paso el día, yo qué sé, chateando o algo así…

    El autor se pasó por el hilo de los libros recomendados en Navidad, creo recordar, porque su libro apareció citado por allí. Buena idea lo del email, richar, así podrá explicarnos los cómos y porqués de su novela mejor de lo que lo he hecho yo, evidentemente, y responder a las preguntas con más acierto que yo. Aún así, voy a hacer un intento basándome en mi opinión:

    Yo creo, Ascanio, que el autor intenta ser original y lo consigue, al menos en la forma. Pero el lenguaje que utiliza, pienso, no es más que un instrumento al servicio del conjunto, no el objetivo de la novela; lo que sucede es que quizá sea lo que más llame la atención.

    En cuanto a la trama, richar, en el libro vamos viendo la vida de Homero unas veces narrada por él mismo a sus hijas como si les relatara sus memorias, otras es un narrador el que cuenta ese relato de Homero a sus hijas desde la perspectiva de la tercera persona, otras lo hace desde dentro mismo de la misma historia que explica Homero… Y el relato de su vida, si quieres que lo resuma brevemente (y con ello no estoy desvelando el libro), comienza con Melesígenes (Homero) de niño viviendo con su madre, luego su evolución hasta que se convirtió en aedo, sus viajes por diferentes ciudades, su creciente fama, su ceguera sobrevenida por una infección… en fin, hasta su muerte. El autor compone con retazos de las fuentes que citaba yo en la reseña (y con más, imagino) una biografía plausible hasta cierto punto.

    Efectivamente, Arauxo, Homero fue el gran educador de Grecia, como dijo Platón, y fragmentos de sus obras fueron citados una y otra vez por filósofos, sofistas, oradores, políticos… como si se trataran de una ley sagrada: si Homero lo dijo, así ha de ser. En Homero nacen los ideales y las normas para la vida de los griegos, el concepto del honor, el de la virtud, del valor, la amistad… Parece extraño que la narración de unos hechos bélicos como es la Ilíada sirva como “ejemplo moral”, pero así era para los griegos; y más que en la narración, muchas veces sanguinaria y que no escatimaba detalles macabros, era en los discursos de los héroes donde se hallaba este ejemplo, héroes que tenían como única mira y objetivo la consecución y salvaguarda de su honor.

    Y, tal como dices, Arauxo, la influencia de Homero fue enorme en la cultura clásica en particular y en la occidental en general. En la biblioteca de Alejandría, según lo que se sabe en la actualidad a partir de los textos y restos arqueológicos que se han ido hallando, de los libros de autores identificables de los que se tiene constancia que estaban allí alojados, cerca de la mitad eran copias de la o la Odisea, y de éstas, las de la Ilíada eran tres veces más que las de la Odisea (a Homero seguían en abundancia de ejemplares, a una gran distancia y por este orden, el orador Demóstenes, el trágico Eurípides y el poeta Hesíodo).
    Y al hilo de lo que comentas, Arauxo, de que muchos han dicho que las historias de ahora son las mismas que las de antes pero con otros colores, también hay quien ha afirmado que toda la filosofía occidental no es más que notas a pie de página de las obras de Platón (en concreto lo dijo Whitehead, filósofo matemático inglés, que colaboró con el más conocido Bertrand Russell en la redacción de alguna obra). Quiero decir que la influencia de lo griego se respira en la literatura, en la filosofía… en fin, en toda la cultura occidental.

    Sobre la famosa cuestión homérica, que, como tú dices, pepe, y para quien no lo sepa, es la investigación en torno a la autoría de la Ilíada y la Odisea, planteada de manera “oficial” por primera vez a finales del siglo XVIII por el filólogo alemán H.F.A. Wolf, aunque ya los comentaristas alejandrinos habían hecho alguna manifestación al respecto; sobre tal cuestión, te puedo decir lo que sé, que no es mucho: para empezar, siendo en realidad una sola cuestión, se desdobla en dos: por un lado, decidir si existió un único autor y no un proceso evolutivo, o varios autores que fueran yuxtaponiendo fragmentos; por otro, si ese único autor lo fue de ambas obras, o sólo de una y en ese caso reaparece el problema del origen de la otra. Sobre lo primero, parece claro y consensuado que Homero existió como autor individual, que la Ilíada y la Odisea no son fruto de una evolución o de una composición fragmentaria sino que surgieron de la mente de una única persona. Pero que esa persona sea la misma para ambas obras ya no está tan claro; las diferencias de estilo son tan grandes que aún hacen plantear dudas. Algunos dicen que quizá las compuso un mismo autor en diferentes épocas de su vida, otros que ni aun así. En lo que respecta a la novela, la cuestión homérica se resuelve convirtiendo al personaje de Homero en autor y creador de Ilíada, Odisea y otras obras que también se le han atribuido alguna vez.

    Y creo que no me dejo nada.
    Saludos

  27. cavilius dice:

    Pues sí, me dejo una Ilíada que no ha salido en el párrafo que hablo de la biblioteca de Alejandría, línea 7. Cosas del directo.

    Saludos

  28. cavilius dice:

    Y no es que quiera hacerme pesado, pero es que la memoria me funciona sólo cuando me acuerdo: en la revista Historia National Geographic de hace un par de meses se dedicó un artículo a Homero, que acabo de reojear, en donde se tocaba también el tema de la cuestión homérica; allí se aportan datos interesantes sobre el tema, y se concluye en el mismo sentido que lo he hecho yo.

    Saludos

  29. Valeria dice:

    Cavi, cómo me gusta cuando te explayas. En serio.

  30. cavilius dice:

    Pues si me vieras en casa. Modosito modosito…

  31. Messala dice:

    Estupenda reseña Cavilius, cada vez consigues superar a la anterior. Es un placer leerlas.

    En cuanto al libro… si no salen romanos…

    Un saludo.

  32. Apreciado Cavilius y demás participantes con sus comentarios

    Me siento muy honrado con la reseña que has hecho de mi última novela El ciego que nació en siete ciudades. No había comentado antes a tu crítica, pues acabo de regresar del Congreso Internacional de la Lengua Española, 2007 en Colombia, y no abrí correo en días pasados.

    Por cierto, y antes de entrar la materia de tu comentario a mi novela, quisiera decir muy poco sobre lo tratado en algunas plenarias del congreso de la lengua citado.
    Uno: que nuestra lengua ocupa un porcentaje irrisorio respecto a la otras lenguas en los sitios de Internet. Dos: el vocabulario de uso cotidiano de nuestro español se ha reducido mucho en los últimos años. Tres: Tenemos una lengua riquísima que queremos venderle al mundo, pero siendo tan pobres como somos, todavía no llamamos la atención lo suficiente como para que nos la compren como deberían.
    Las explicaciones respecto a los puntos anteriores pueden ser lo amplias que se quieran, simplemente aclararé, primero: que gran parte de los sitios Web están en lengua inglesa. Todo cuanto podamos hacer por ganar espacio en Internet es vital. Este sitio en el que ahora estamos con Cavilius y sus participantes, es una modesta contribución, pero vale la pena ampliarlo o como poco mantenerlo ¡ánimo!
    Segundo: Debemos tener más conversaciones cotidianas en las que nuestro vocabulario supere mucho las escasas palabras que utilizamos, hasta a veces incluso mal.
    El nuevo diccionario y la gramática nueva de la Real Academia, que ya incluyen y aceptan palabras actuales de todos los países de habla española son un tesoro. No nos resignemos a expresarnos con mil palabras o menos, como ya lo estamos haciendo, porque las ideas circunscritas a escasas palabras acaban siendo tan pobres como nuestra forma de hablar.
    Tercero: Si nos mantenemos al margen de investigación en ciencia y tecnología, seguiremos siendo pobres. Es cierto que mucha gente quiere aprender lengua española, pero además de un acervo cultural histórico ¿podemos ofrecer cultura viva? ¿Podemos vender ciencia y tecnología?
    Bueno, habría mucho más que decir, pero no es lo que nos ocupa, perdonen si no fui al tema directamente, simplemente quería compartir tres reflexiones del congreso al que tuve la suerte de asistir.

    Ahora a lo nuestro

    Cavilius, todo lector vuelve a crear el libro que lee, y tú, según mi forma de entender, has re-creado maravillosamente El ciego que nació en siete ciudades. Mérito se agrega con la otra re-creación que haces al escribir tus comentarios; es decir: mi novela la recreas dos veces, una con la lectura y otra con tu crítica. Muchas gracias.
    En cuanto a tu invitación a aportar cosas sobre mi novela, nada puedo decir, ni debo agregar algo sobre El ciego ya publicado. Lo que hay está en sus páginas; toda ampliación y explicación sobre cualquier libro es un ejercicio inútil, equivalente a las patadas de ahogado, salvo que se acometan segundas partes, o ediciones corregidas y aumentadas.
    Mal lo llevan esas obras que requieren aclaración y no contienen en sí mismas las respuestas a las preguntas que le hacemos.
    Discretamente, y a riesgo de reiterar sobre lo que has escrito, podría confirmar tu buen punto de vista en cuanto a los narradores múltiples de El ciego. Vale, me arriesgo y lo hago: efectivamente, Homero es uno y el principal narrador; sus hijas escuchan y narran también, los personajes que van apareciendo en la novela, sacados fuentes históricas, son otros narradores importantes, y por supuesto yo, el narrador más superficial, pues trivializo en ocasiones el relato, metiendo muy poco léxico intruso, y escasos comentarios muy de actualidad, como por ejemplo: que vivía Homero (en algún episodio) la noche de San Juan, aunque por entonces no se llamaba la noche de San Juan, como la llamamos ahora, pero igual era la noche más corta del año, o que los futbolistas, salvo si fueran de la selección griega, no tenían porqué saber historia clásica de Grecia; son guiños traviesos para lector circunspectamente fiel a lo histórico.

    Bueno, os digo que escribir El ciego que nació en siete ciudades ha sido un ejercicio literario maravilloso. Apenas sustentado en la más sencilla definición de lo que básicamente se considera novela histórica, (un subgénero del romanticismo) traté de ir algo más allá y los lectores juzgarán si lo conseguí.

    La bibliografía que consulté, y que ofrezco en parte al final de la novela, me planteó más dudas que certezas, más preguntas que respuestas; con todo y eso, disfruté enormemente cuanto leí sobre Homero y la Grecia arcaica y clásica, aunque insisto: sé muy poco de Homero, al igual que los doctos.

    Estimado Cavilius y amigos participantes, no soy devoto de la Historia en cuanto ciencia, pese a que respeto y admiro, como el que más, a los historiadores y por supuesto no la desdeño. Los libros de historia que más me gustan son los que no contienen una visión univoca, impositiva, ni rampante de los acontecimientos. Es difícil encontrar textos de historia sin las loas pomposas a los vencedores ni los escarnios e imprecaciones para los vencidos, o como poco, con la presunción de exactitud de hechos, sitios y cronologías; por eso El ciego es una novela en cierto modo romántica; una ficción contextualizada -aunque infiel- en la Grecia arcaica y clásica que desmitifica mitos e incluso hace de Homero un antihéroe durante algunos episodios.

    Así, sin las ataduras del rigor historicista, acometí la escritura de una ficción sobre un personaje mítico, que pudo incluso no existir. Y además de re-crear a Homero, lo defendí como pude. Las referencias históricas me dieron las armas verosímiles para darle entidad al famoso autor, entre otras obras, de la Iliada y la Odisea; transitar libremente y mover ciertos límites de fechas, lugares, costumbres, pensamientos y culturas, era la única forma plausible de darle mejor entidad a mi ciego y ofrecer miras más amplias y mejores soportes, en cuanto a la ambientación, a los lectores no eruditos e imaginativos.

    (¡Ah! Cavilius, revisemos si no había monedas en la época de Homero, si tienes razón, igual no afectaría a la novela, como bien dices, pero me dejaste esa curiosidad).

    Por último, respecto al lenguaje utilizado, léxico y gramática de la novela, creí conseguir con ellos el tono de la época en la que debió vivir Homero, no en la lengua homérica claro, sino en nuestro castellano. El estilo que empleé se fundamenta en las mejores traducciones al español que conocemos de la Iliada y la Odisea. Y tienes toda la razón, Cavilius, cuando dices que no se precisan diccionarios ni gramáticas para entender mi novela, pero que no es de fácil lectura cuando nos movemos dentro de los estrechos márgenes de nuestras frases hechas, de uso cotidiano.
    Al respecto, añadiría que tampoco será fácil leer El ciego, si casi ya no leemos, o los pocos libros a los que llegamos son de aquellos autores que ni tú, ni los amigos participantes, ni yo queremos citar.

    Bien, pues nada, sólo me queda insistir en mi reconocimiento por ti y tu magnífica reseña, Cavilius; agradecer también a los participantes y ofrecerme para responder a las dudas que me sea posible contestar.

    Muchas gracias igualmente a Richard, sin cuyos oficios no hubiera sido posible el presente coloquio con todos vosotros.

  33. Pido perdón por gazapos, frutos de mi redacción apresurada, dado lo tarde que llegué a este coloquio; son : «antes de entrar en la materia» «al margen de la investigación»

    Igual ruego me disculpen por otras faltas que ahora mismo no veo.

    Gracias

  34. Germánico dice:

    Bienvenido, Luis. Quédate por aquí y participa en otros hilos, que los griegos de Hislibris andan faltos de aliados…

    Saludos.

  35. cavilius dice:

    Encantado de saludarte, Luis, y de que te ofrezcas a participar en este hilo sobre tu novela.

    Sobre el detalle de las monedas, efectivamente no afecta para nada al desarrollo de la novela; en cualquier caso, podría asegurarte que hasta el siglo VII a.C. no empezaron a circular acuñaciones (primero de electrón -oro y plata-, luego sólo de oro o sólo de plata) con cierta normalidad en el mundo griego (primero en la Grecia “jónica” -Lidia, costa de Asia Menor…-, y más tarde en la Grecia continental -Egina, Atenas, Corinto…-). Cierto que en el siglo anterior ya existían piezas de oro y plata con la estampación de la casa real de la ciudad de que se tratase, pero no eran monedas en sentido estricto sino intentos de regularizar los intercambios comerciales creando un patrón único. En otras palabras: existían por ejemplo los talentos, pero se trataba de unidades de peso; con la aparición de las acuñaciones, se mantuvo la misma palabra “talento” para referirse a una cierta cantidad de monedas, las equivalentes a ese peso. De todas maneras, que Homero conviviera o no con las monedas depende de en qué siglo queramos situarle, cuestión que no está clara.

    (Conste que no pretendo dar lecciones ni adoctrinar a nadie, pero suelo tener un problema de incontinencia verbal traducida en parrafadas difícilmente controlable. Hay más casos por Hislibris, me temo. Mis disculpas).

    Sobre tu libro he de decir, con sinceridad y repitiendo lo que ya dije en otro comentario, que mientras lo leía no lo disfrutaba y al acabarlo tuve un tiempo la sensación de que quizá no había enfocado bien su lectura. En fin, como tú dices, cada lector reescribe lo que lee a medida que avanza por sus páginas. En cualquier caso, no es más que una opinión.

    Querría hacerte un par de preguntas: me da la impresión, por lo que comentas, de que no era objetivo prioritario al escribir la novela el narrar la vida de Homero, sino que ésta es una especie de vehículo al que te subes para exponer algunas reflexiones. ¿Me equivoco? ¿Qué tipo de reflexiones, si es que es así? Y ¿qué te atrajo de Homero para escogerlo como cauce para ellas?

    Otra pregunta: es muy habitual que, cuando se relatan hechos pasados, se recurra al sistema de que sea un narrador (protagonista o no) quien los narre, como si los repasara o hiciera memoria de ellos. Este recurso es tan viejo como que Platón ya lo usaba en sus diálogos, haciendo que un amigo le relatara a otro lo que un tercer amigo había visto u oído. En este caso (el de Platón), y quizá queriendo rizar el rizo, se han pretendido buscar explicaciones de índole filosófico. Tu novela utiliza este recurso; ¿ha sido por alguna razón especial?

    Saludos, y nuevamente te reitero mi agradecimiento por dejarte caer por estas páginas.

  36. Apreciado Cavilius

    Nuevamente tengo que agradecer la atención que prestas a mis líneas, ahora más allá del ámbito en que pretendí, por decirlo de alguna manera, se movieran los lectores de El ciego que nació en siete ciudades. Y dirás ¡Vaya ámbito! Con lo que puede dar de sí Homero ¿no?

    Sea como fuere, mis intenciones al escribir esta novela fueron muy modestas. A lo sumo, busqué interesar al lector, que poco o nada sabe de la cultura griega, en un personaje –Homero- que todavía suena como referente y pilar de buena parte de nuestro pensamiento.

    El motivo inspirador para acometer El ciego, vino de un recuerdo intruso y atemporal como muchos recuerdos sin fundamento. Intruso, porque no venía precedido de nada; atemporal porque se reducía a una antigua sentencia de mi hija, de su época de colegiala, y fue: “La mitología griega es la forma más bonita de explicar el mundo”.

    Servida la inspiración, busqué mitologías y personajes griegos plausibles para escribir una ficción. Leí sobre muchos, sí. No estudié a fondo ninguno de los que descarté, también lo confieso. Al final el personaje que más me gustó fue Homero y me dediqué lo más que puede a investigar y estudiar sobre él.

    ¿Por qué Homero?

    Decenas de razones podría numerar y explicar, pero bueno, una muy potente fue que Homero era y no era. Homero, el aedo más grande de la historia de la humanidad, pudo y no pudo existir, y aún hoy se sigue debatiendo sobre el asunto. ¿Qué mejor personaje para una ficción que un personaje que todavía dudamos que no fuese ficticio?

    Quizá por esa lectura tan juiciosa que sé has hecho de mi novela, Cavilius, te has dado cuenta que Homero incluso duda de su real entidad en la historia. Duda de su lugar de nacimiento, duda de su edad y su tiempo y llega al paroxismo de definirse más como el poema que como el poeta, como otro mito más que un ser real y él mismo anticipa que una parte de la humanidad negará su existencia, incluso en el futuro.

    Cavilius, tal y como dices, El ciego contiene muchas reflexiones en las que incurriremos eternamente los mortales. Por ejemplo, todavía apelamos al destino, para explicar miles de acontecimientos que se escapan a nuestra planificación y entendimiento. Creemos que si nombramos lo inexistente le damos entidad o negamos con torpeza lo evidente cuando escapa a nuestra comprensión, pese a que lo tengamos frente a nuestros ojos.

    Por lo inmediatamente anterior, ya te percataste bien que Homero a veces ve mejor después de ciego. ¡Ay Cavilius! ¿Pero que estoy diciendo? Jajajajaja, me propuse no hablar de El ciego, y lo estoy haciendo. Y lo que es peor todavía, lo hago sin parafrasearme. Prometo no hacerlo más, y afirmarme en que sean los lectores que encuentren lo que hay en mi novela, pues doy fe que cosas hay en sus trescientas y muchas páginas.

    En cuanto a tu pregunta final sobre si me inspiraron los diálogos de Platón para algunas partes de la novela, sí, pero no te creas que con absoluta conciencia ni deliberadamente. Ninguna razón en especial entonces al usar un estilo que se impregna un tanto del estilo platónico; las lecturas y la investigación marcan sin duda. Y ya hablé del tono y las estructuras que pretendí cercanos a los de la Iliada y la Odisea traducidas al español.

    Los narradores múltiples no son novedad, ni tampoco eso que antes llamé guiños míos, como narrador en “off” a los lectores, para bajarlos de las nubes e invitarles a que no se tomaran en serio, históricamente hablando, la novela.

    ¿Qué efecto puede tener en los lectores mi estilo en esta novela? No lo sé. Los narradores fluyen y por sus voces se definen sin mayor complicación, me lo han confirmado varios lectores. También en las primeras páginas de El ciego advierto al lector que no habrá precisiones históricas. Mi Homero elude, siempre que puede, comprometerse con los cronistas e historiadores. Por mi parte, ofrecer parte de bibliografía que consulté para escribir la novela implica mayor compromiso que el de Homero, aunque no demasiado, jejejeje ¿no Cavilius?
    Ah, y terminada la historia, en el apéndice de “Dudas y reclamos” del libro, echo un cable adicional al lector, si quiere cogerlo leyéndolo, pero si no, no pasa nada, tampoco va a naufragar dentro de una narración que ya terminó.

    Me queda, en esta intervención, lamentar que no disfrutaras la lectura de El ciego. De verdad eso me apena mucho, pues si algo satisface a todo escritor, es el gozo y la emoción que sientan sus lectores. No tengo defensa alguna frente a un libro que no toque sentimiento alguno en quien lo lee. Como ni siquiera te divertiste con El ciego, mal podría ampararme en: “Cavilius, tu erudición te impidió el gozo de una lectura inocente de mi novela”

    No obstante mi pesadumbre, apreciado Cavilius, sigo tan agradecido, como al comienzo, por el tiempo que le dedicaste, tanto a leer como a escribir con tanta altura y rigor los párrafos con que obsequias a todos y especialmente a mí. Reconozco, amplias y profundas tus críticas, y lo mejor: siempre fundamentadas en El ciego que nació en siete ciudades.

    Un abrazo para ti Cavilius y saludos a todos.

  37. cavilius dice:

    Como ya se ha dicho más de una vez, cuando un escritor termina un libro deja de pertenecerle a él y pasa a ser propiedad de sus lectores. Así que no hay por qué buscar defensa alguna a la novela si a mí no me ha acabado de gustar; todo libro es lo que es al margen de quien lo lea, y para cada lector es un libro distinto porque nace de nuevo cuando inicia su lectura.

    Gracias, Luis, por compartir con nosotros tus comentarios. Siempre es una suerte que un escritor nos honre con su presencia «telemática».

    Un abrazo.

  38. Estimado Cavilius

    No tienes porqué agradecer mi participación en este coloquio alrededor de El ciego que nació en siete ciudades, pues me siento muy honrado de intervenir aquí, tanto por tu invitación como la de Germánico y Richard.

    Tampoco debes ofrecer disculpas por ser extenso en aclaraciones acerca de datos históricos, al contrario, porque mira qué bien: precisas acerca de las primeras monedas oficiales de la historia del dinero, y a nada, quien más quien menos se lía a investigar y encuentra montones de datos que van desde que posiblemente existieron en la antigüedad trozos de metales antecesores de la moneda propiamente dicha, hasta acuñaciones de al menos un siglo antes de la primer moneda oficial, según tú lo dices, o hasta pudiera ser que alguien descubra un dato nuevo que enriquezca la historia de las monedas. Eso sí, no admitiríamos, bajo argumento alguno, que los Griegos arcaicos utilizaban la “Master Card”.

    De igual manera, al no tener una fecha exacta del nacimiento de Homero, e incluso, insistimos todos, ni saber si existió realmente el famoso aedo ciego, todo se nos va en especulaciones, lo que es deseable al menos bajo mi punto de vista, pues en especulación mayor incurro al asegurar que Homero fue tal cual yo lo narro como ficción.

    Quisiera subrayar ahora mismo, a tenor de tus aportes históricos, que me sentiría muy compensado con que cada lector de mi novela iniciara investigaciones de cuanto le extrañara o pareciera dudoso de El ciego. Si consiguiera de cada lector un investigador de la Grecia arcaica y clásica, cuanto placer sentiría. Y va para Germánico, ahora mismo, mi ilusión de tener muchos defensores de los griegos en Hislibris; yo sé muy poco de los Griegos, y de todo.

    Por último, confieso que utilice muy mal la palabra defensa en mi anterior participación, cuando me referí a que sí una novela no suscita sentimiento alguno, poco vale pena.

    Efectivamente Cavilius, corrijo y aseguro que no defiendo mi novela, y tanto es así que me he repetido diciendo que El ciego que nació en siete ciudades es quien debe relacionarse con cada lector y no yo. Hace mucho años que abandoné la intención primaria, tras mi primer publicación, de que se relacionara mi ser con mi obra y todo mi anhelo se reduce a que cuanto escribo divierta al lector, eso ya es mucho para mí, y como poco: que mis líneas enriquezcan en algo su manera de ver el mundo, y cultura.

    Gracias, otra vez, por tu atención Cavilius.

  39. Helga Carolina dice:

    porque dicen todo eso de el sera cierto ??????????
    esperare su respuesta

  40. Clarisa dice:

    Tengo muchas preguntas para el autor… ¿algún acontecimiento sobrenatural.. hay algo que guiara a escribir la novela? ¿No serás un títere de estos personajes? Te has preguntado si los dioses,l as ninfas y sus aliados estan juagando con tu vida… con la de tu familia…

  41. Clarisa, no creo que tu pregunta vaya en serio, eso de que las ninfas jueguen conmigo tiene demasiada gracia, y qué más quisiera yo. Me imagino haciéndo manitas con las ninfas, rubias, sensuales, libidinosas….

  42. Chane García dice:

    ¿Quién dijo estas palabras: «Yo estoy ciego. Te entrego el idioma de los dioses
    para que un día puedas encontrarme a mí mismo»?, ¿qué personaje griego?

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