EL BRILLO DE LA SEDA – Anne Perry

Anne Perry, la escritora británica de vida tan azarosa, es bien conocida por su narrativa habitual, muy encardinada en el subgénero de la novela de crímenes, tal y como yo suelo denominarla por creer que es esta una denominación más omnicomprensiva que las nomenclaturas tradicionales y consolidadas ―negra, de misterio, etc.―, puesto que si algo no falta nunca en estas obras es un hecho delictivo como causa-fuente de todo. No obstante, mucha de la producción de Perry enmarca a sus protagonistas en paisajes históricos ―los inspectores Monk o Pitt en la época victoriana, Célie en la Revolución francesa, o Joseph Reavley en la I Guerra Mundial―, tiempos todos ellos más o menos próximos al ciclo vital de la propia autora. Sin embargo, en 2010, Anne Perry decidió ir más allá y llevar sus historias, con la publicación de El brillo de la seda, hasta el medievo. Y más concretamente, al medievo bizantino. Es verdad que en esta narración hay igualmente crímenes, pero su perpetración o su investigación y descubrimiento ya no son el motor del argumento, de modo que el conjunto, yo creo, se acerca ―con algún que otro toque romántico, eso sí― bastante más a la narrativa histórica de lo que lo hacían sus anteriores trabajos.

La acción tiene lugar en la propia Constantinopla, unos pocos años después de que el astuto, e inmoral, Miguel VIII Paleólogo haya liberado la ciudad de la presa latina. De hecho, todo comienza poco antes de que tenga lugar el II concilio de Lyon. Así, el tapiz de fondo de la novela se centra en los denodados esfuerzos del basileo griego para frenar la amenaza de una nueva cruzada papal, proponiendo para ello la unión de las iglesias con la sumisión de la iglesia ortodoxa al obispo de Roma, mientras se enfrenta a las tensiones internas que tal política unionista, por mucho que sea de pura apariencia, provoca en la iglesia y en la sociedad romea. Al tiempo en que todo esto se desarrolla papa a papa, la Serenissima busca los mejores bancos en donde pescar beneficios y Carlos de Anjou maneja elecciones pontificias y soberanos aliados que le abran la puerta del trono del Cuerno de Oro.

En ese marco histórico se anudan las dos historias cuyos hilos traman la narración de Perry. Uno de los cabos se arma sobre la vida de Ana Láscaris, la protagonista, quien para conocer el verdadero destino de su hermano Justiniano abandona su Nicea natal y se instala en la capital, disfrazada de médico eunuco, con fin de, bajo el nombre de Anastasio Zarides, ocultar y facilitar sus pesquisas. Sus idas y venidas harán que su destino se entrecruce con la dama Zoé Crysaphés y con el empeño de esta vieja aristócrata en vengarse ―un poco tarde, eso sí― de los dándolo venecianos y de todas aquellas familias nobilísimas (Vatatzes, Ducas, Cantacucenos) que, por acción u omisión, contribuyeron a que la brillante capital imperial cayera, en 1204, en manos de los cruzados latinos, tras un violento saqueo en el que vio perecer, ultrajada, a su joven madre. Y al final, todos lograrán sus fines vitales. Miguel verá fracasar el intento de cruzada y las intenciones angevinas. Zoé se vengará a alto precio de todos aquellos cuya heráldica tachona la cruz sobre la que juró venganza, Ana descubrirá el secreto de su hermano, desterrado en el monasterio de Santa Catalina del Sinaí, en las faldas del monte Horeb, y, de regalo, encontrará el amor de Giuliano Dándolo, un hombre atrapado entre dos mundos: el latino, como agente privado de la república adriática ―y, a la vez, sobrino del dogo que impulsó la IV Cruzada―, y el bizantino, como hijo de una dama griega e impulsor, muñidor, de la revuelta dei Vespro siciliana. También es verdad que muchos otros personajes se quedarán en el camino…

Por el escenario de la novela discurren muchos de los personajes protagonistas de aquel momento histórico: el maquinador basileo Miguel, su ambicioso enemigo Carlos de Anjou, y todos los papas, patriarcas o dogos habidos en la década anterior a la revuelta siciliana. Por otra parte, los hechos históricos están reflejados con cierta distancia, salvo ―quizá― las Vísperas, y el mundo bizantino queda plasmado de forma un tanto desvaída y sin profundizar, puesto que los detalles y la ambientación se centran casi en exclusiva sobre la controversia de la enosis, la unión, de las iglesias y en la cultura material del vestir, donde todo son dalmáticas recamadas, túnicas y sedas. Poco más. Sin embargo, he de reconocer que, a mí, me ha sobresaltado un poco, sacándome de la burbuja temporal, el hecho de que los propios romeos se llamen a sí mismos bizantinos, cosa no muy plausible. De la misma manera, me ha extrañado un tanto que en la conjura siciliana no parezca jugar papel alguno ni Juan de Prócida, como líder de los partidarios de Constanza de Suabia, ni los agentes del Paleólogo, de modo que todo parece un simple producto de las intrigas ―una vez descubierto su verdadero origen familiar― del despechado Giuliano Dándolo, quien incluso interviene de propia mano en la decisiva quema de la flota angevina fondeada frente a Mesina.

Dejando estas cuestiones menores aparte, la historia es, en sí, una historia de caracteres más que de tramas. Y entre tales caracteres destaca la pertinaz, taimada, cruel, vengativa y muy bien dibujada Zoé Crysaphés, acompañada de la honesta, ingenua, pero no menos tenaz, Ana Láscaris, o la casquivana y orgullosa hija de la primera, Helena. También son de destacar los antinómicos legados papales, ―Palombara, el conciliador, y Vicenze, tenebroso radical sin escrúpulos―, o incluso el atribulado Giuliano. Tampoco es de dejar atrás la evolución personal del obispo antiunionista Constantino y su caída en el infierno de la falsedad y la manipulación político religiosa.

Por contra, ambos puntos de partida, los cabos que antes dije, resultan un tanto débiles. Las razones de Justiniano Láscaris para abortar la conjura destinada a hacerse con el solio de pórfido por su amigo Besarión, yerno de Zoé y esposo de Helena, no parecen muy creíbles, puesto que parecen deberse a una súbita pérdida de confianza en la capacidad de Besarión para llevar a buen puerto la política ultraortodoxa que ambos, antiunionistas convencidos, pretendían frente a la laxa actitud del autocrátor. ¿Sólo se da cuenta Justiniano de la incapacidad de su viejo, y más que conocido, amigo en el último momento? En el texto no queda explicado con suficiencia. Y de otra parte, tampoco parece muy plausible la tardanza con la que Zoé desarrolla sus planes de venganza con cada una de las familias imperiales, puesto que ya han transcurrido más de diez años desde la recuperación de la ciudad de Constantino por los niceanos. Demasiada vehemencia para tanta tardanza…

De cualquier modo, la novela se lee con interés y, aunque en ocasiones se hace un tanto reiterativa en los patrones de conducta de los personajes y los pequeños sucesos, tiene buenos momentos: los soterrados enfrentamientos de Ana con Zoé o Helena; la entrevista de aquella con su cegado pariente, Juan IV Vatatzes, o el propio viaje al monasterio sinaítico acompañada, en buen trecho, por Giuliano y la perplejidad en la que el dándolo queda sumido por la atracción de la personalidad de Anastasio; o, para mayor abundamiento, la tumultuosa escena a que da lugar la trampa milagrera preparada por Vicenze con las muertes tanto de Constantino como del legado Palombara.

Así pues, y en resumidas cuentas, El brillo de la seda seguro que no es la mejor novela histórica que habrás leído en tu vida, ni la tampoco la más hábil narración sobre crímenes y asesinatos, ni tampoco destaca en el subgénero romántico, pero la prosa es buena ―no en vano su autora acumula una enorme experiencia narrativa en la época en la que la escribió―, la historia entretiene y la Historia no sufre ―dentro de lo poco que yo puedo colegir― ninguna clase de escandalosas sevicias.

Por cierto, la novela trae bibliografía. Aunque moderada y casi leve para lo que hoy prolifera, eso es de reconocer.

 

El brillo de la seda. Anne Perry. Barcelona, Ediciones B, 2010, 576 pp.

     

13 comentarios en “EL BRILLO DE LA SEDA – Anne Perry

  1. Balbo dice:

    A mi me encanta la serie del inspector Pitt. Tengo todas sus novelas. Cada vez que se publica una me la pillo. Además de sus casos se aprenden cosas muy curiosas de la inglaterra victoriana. También ésta la tengo en la pila de lecturas, pero por lo que sea siempre se va quedando algo rezagada. A ver si un día de estos me animo y le doy un tiento. Gracias por la reseña

    1. Likine dice:

      Anímate, Balbo. No encontrarás lo mismo que en tus lecturas habituales de Perry, pero sí muchas de sus trazas en un nuevo ambiente.

  2. Antígono el Tuerto dice:

    Pinta interesante, y es un período poco recurrente en novela histórica. Aunque llama la atención que la autora haya optado por meterse en las intrigas bizantinas, acostumbrada como está a las victorianas. Buena reseña Likine.

    1. Likine dice:

      Curiosamente, Monoftalmós, este período espaciocronológico parece estar cogiendo cierto impulso. De hecho, mis dos últimas reseñas -el 50 por 100, en realidad- versan sobre el Imperio Romano de Oriente…

  3. calepodio dice:

    Hola, soy nuevo por aquí. Detallada reseña. Estoy de acuerdo con Antígono el tuerto, no es un tema muy «sobado» por la novela histórica. Por aquí tengo un libro de Gore Vidal, Juliano el Apóstata, que no he leído aún.

    1. Vorimir dice:

      Juliano el Apóstata es una de las mejores novelas históricas que recuerdo haber leído.

      1. Likine dice:

        Ciertamente, yo solo he leído cuatro textos de Gore Vidal (Creación, Juliano, En busca del rey y El juicio de Paris) y mi aprecio por cada una de ellas, Vorimir, va en el propio orden en que las he citado. Creación me parece una grandísima novela, del mismo modo que El apóstata me parece buena y las demás, menos destacables. De hecho, casi no me queda recuerdo de la cuarta de ellas. Vaya en mi descargo -supongo a todos os habrá pasado- que siempre nos queda mucho menos poso de aquellas obras que leímos en, o tras, la plena madurez…

      2. Vorimir dice:

        Creación es otro novelón, sin duda.

      3. Calepodio dice:

        Pues le daré prioridad. Llegó a mis manos por una casualidad y lo tenía olvidado en un rincón. Saludos

    2. Likine dice:

      Gracias, Calepodio. ¡Qué griego suena tu pseudónimo! Buena novela la de Gore, aunque no llegue al nivel de su Creación

  4. Iñigo dice:

    Enhorabuena por tu reseña… Fresca y sesuda a la vez. Agradecido.

    1. Likine dice:

      Nadie jamás osó llamarme cosa tal que sesudo y no ser citado ante una tapia… :D.
      Gracias,aitán ;).

      1. Iñigo dice:

        Ja ja ja ;-)

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