DIARIOS – Lord Byron

Veinticinco años tiene George Gordon, sexto Lord Byron, cuando comienza el primero de los Diarios que contiene esta edición: el prolijo y complicado Diario Londinense (1813-1814), un breve, telegráfico Diario Alpino (septiembre 1816), Diario de Rávena (enero-febrero 1821), Mi diccionario (mayo 1821), Pensamientos aislados (octubre 1821-mayo 1822), y por último, el brevísimo Diario de Cefalonia (1823-24) previo a su muerte a los treinta y seis,  en Missolonghi, (Grecia), dos años antes del famoso sitio a la ciudad, inmortalizado por Delacroix.

Lord Byron es, desde la infancia, una persona especialmente contradictoria: patizambo, pero de buena talla y bella apariencia, alternando entre melancolía e hiperactividad,  crecido sin la presencia de un padre y gobernado por una madre de carácter fuerte y agresivo; sexualmente precoz, ardiente y a la vez abúlico, alternando banquetes con ayunos, (un comportamiento que roza lo bulímico) constantemente buscando compañía y soledad. Todo esto lo vemos reflejado en las diversas entradas de los Diarios y otros textos que aquí se presentan. «Únicamente salgo de casa para renovar mi apetito de soledad» (pág. 151)

La introducción de Lorenzo Luengo nos pone en antecedentes de lo que vamos a leer y de la correspondencia con la agitada vida de este ilustre personaje, prototipo del hombre romántico por excelencia. De entrada, nos advierte Luengo que los textos de Byron han pasado por muchas manos. El propio escritor era propenso a destruir sus propias producciones, en raptos de violenta animadversión contra sí mismo: «separarme de ha sido siempre mi único, absoluto y sincero motivo para dedicarme a la escritura» confiesa, reconociendo en sí mismo a su peor enemigo. «…el placer de quemar es tan grande como el de imprimir.»(pág. 115)

Tanto del Diario londinense como del de Rávena no se conservan manuscritos: solamente disponemos de la transcripción que Thomas Moore hizo en la primera biografía sobre su amigo. Y hay constancia de que Moore suprimió nombres, incluso párrafos. Las Memorias de Byron, destruidas en el fuego ―destrucción en la que intervinieron sus amigos Moore y Hobhouse―, hubieran podido aportar mucha luz en pasajes dudosos o francamente incomprensibles. Rowland Prothero y L. A. Marchand realizaron ediciones, ya clásicas, de las cartas y diarios, tratando de esclarecer diversas identidades, que el propio Byron ocultaba por las posibles consecuencias. Así y todo, los textos nos permiten, salvando la referencias a personas concretas (que, por otra parte, al gran público podrían no interesarle) descubrir la personalidad alternante, confusa y atractiva de este notable hombre, así como muchos datos sobre la época, las costumbres de la aristocracia londinense, los paisajes alpinos, la vida italiana y un atisbo de lo que pasó en Grecia.

Más que su obra como escritor, de la que surgen constantemente retazos entre las entradas de estos textos, resulta atractivo aquí el propio personaje, su propia vida y andanzas, las relaciones con sus amantes, sobre todo la pasión que le consumía por su hermanastra Augusta.  Pero también las reflexiones y comentarios sobre el papel del artista, la relación con la naturaleza, las relaciones con otros escritores y artistas. «¿Quién que tuviera algo mejor que hacer, escribiría? “Acción―acción―acción” dijo Demóstenes. “Acciones―acciones” digo yo, y no escribir― y menos aún, rimar ¡qué indigno y holgazán linaje es éste!»(pág. 121)

En general, el tono es de charla íntima, como si estuviera departiendo con alguien (generalmente, Augusta) y contándole secretos. Ello es especialmente notable en el Diario alpino, en el que se dirige a su hermana constantemente, para hacerla partícipe de la emoción que siente en su enfrentamiento con la naturaleza, la gran Montaña, las nieves, el viento, los bosques, todo ello impacta a Byron y éste, con una economía de medios enorme, un lenguaje casi telegráfico, consigue transmitir ese impacto y esa emoción. «…oí caer Avalanchas casi cada cinco minutos en las cercanías (del Jungfrau), como si Dios estuviese echando al Diablo del Cielo con bolas de nieve» (pág. 198)

En Rávena, por el contrario, se encuentra muy constreñido a interiores, por el húmedo y frío tiempo del país ―¡y lo dice un británico!―  pasando los días entre lecturas de los clásicos y escribiendo partes de Sardanápalo, salvo cuando se reúne con los nobles que le invitan, y los políticos locales, que le van informando del clima  político, en continua ebullición. Cada día parece que todo vaya a saltar por los aires y cada día los planes cambian continuamente. Los italianos son belicosos pero inconstantes, incapaces de ponerse de acuerdo, según Byron. Cuando mejora el clima, cabalga y ejercita el tiro. Y así pasan sus días: «…habitantes un tanto violentos―bastante traicioneros y enormemente inflamados por la política. Buena gente, a pesar de todo― un buen material para una nación. Del caos hizo Dios un mundo y de las pasiones elevadas se hace un pueblo» (pág. 210)

Las partes compiladas como Mi Diccionario y Pensamientos Aislados (122 fragmentos numerados) son un conjunto dispar de aforismos, textos donde anota ideas, reflexiones breves, etc. Y finalmente, acaba con el brevísimo Diario de Cefalonia, últimos textos que Byron escribe desde esa isla griega, donde ya empieza a darse cuenta de que los griegos están muy divididos (casi tanto como los italianos) y que sus planes de colaboración con ellos no van a ser exactamente lo que se imagina. Grecia es un caos. Recibe, además, malas noticias de su hija Ada (su otra hija, Allegra, había muerto ya) que está enferma. Las tensiones se recrudecen y su ánimo flaquea: relata la primera conmoción: un fuerte ataque, que le deja sin habla, y que los médicos le tratan a base de sanguijuelas, debilitándole enormemente. La última entrada es un poema, el día de su treinta y seis cumpleaños, de que entresacamos una estrofa:

«La Espada, el Estandarte, la Batalla,
¡La Gloria y Grecia veo alrededor!
El Espartano que cayó sobre su escudo
Jamás fue tan libre.»

En suma, un conjunto irregular ―como su vida― pero altamente interesante, no sólo para los seguidores de este escritor y aventurero, sino para todos aquellos que quieran bucear en la naturaleza humana, en el mundo de la cultura y el arte.

Diarios.
Lord Byron.
Traducción y edición: Lorenzo Luengo
Ed. Alamut, 2008

Ariodante
Marzo 2012

[tags]Lord Byron, Missolonghi, Augusta, Italia[/tags]

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7 comentarios en “DIARIOS – Lord Byron

  1. Rodrigo dice:

    Interesantísimo, Ario. Las citas que reproduces parecen un fiel reflejo del ethos romántico, muy especialmente ese “separarme de mí” del tercer párrafo: romanticismo en estado puro, al mismo tiempo una adquisición y una maldición para el sentir del hombre moderno. El desdoblamiento del alma no como un simple estar consciente de sí mismo sino como una escisión y un desgarramiento interior, el quiebre de la armonía espiritual del sujeto (suerte de pérdida de la inocencia y de la espontaneidad) y su desarraigo del mundo (de la sociedad, la naturaleza, incluso el Cosmos). Todo lo cual es para los románticos fuente de tormento y de placer, de a una. Y un manantial de motivos artísticos del que beben tantos y tantos de sus sucesores.

    Muy buena reseña. No soy aficionado al género de los diarios pero tratándose de semejante personaje y de una época tan crucial, bien que haría una excepción.

  2. ARIODANTE dice:

    Gracias, Rodri. Últimamente me he leído unos cuantos diarios, sí. Efectivamente, ¿quién más romántico que Byron? Es curioso leer en directo, en una continua confesión, las dudas y las emociones fluctuantes de este virtuoso de la emotividad, a pesar de ser británico, habría que decir. Esa mezcla de elitismo aristocrático, vida a veces espartana, aventurerismo y cuasi monacato, siempre oscilante, como una vela. Vela que, obviamente, se apaga pronto. Las vidas tan intensas suelen ser breves.

  3. Rodrigo dice:

    Una vida de novela.

    Ya que estamos, Ario: ¿conoces alguna buena biografía del personaje?

  4. ARIODANTE dice:

    Buena, buena…la única que conozco es Las Memorias de Lord Byron, de Robert Nye. Pero está descatalogada, es de los años noventa, creo recordar (Edhasa lo publicó en el 91, que era la edición que yo tenía y me ha desaparecido, maldición!)

  5. Rodrigo dice:

    Ah, puchas.

    Parece haber un vacío en esta materia –y eso que en inglés habrá mucho-. Creo haber visto una biografía de Byron en una colección de Ediciones Vitae (colección que no estaba del todo mal). En fin.

  6. rosalia de bringas dice:

    ¡Ah, qué reseña!
    …Y mira que me resisto a entrar en esta sección… Pero, ¡quiá!, no tengo más remedio.
    Os leo, me seducís, y luego ya no hay más remedio que ir a por el libro…
    Felicidades a Ariorante (una vez más) por acercar el personaje y el momento.

  7. Pingback: Anónimo

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