DESAPARECIDOS – Tim Gautreaux

En este caso, el protagonista, llamado San Simoneaux, desembarcó en la Francia de 1918 justo al firmarse el armisticio que dio por finalizada la guerra. Sin embargo, su corta estancia le marcó especialmente por las labores realizadas por la compañía a la que pertenecía. Debían hacer explotar los miles, cientos de miles, de restos de munición lanzada sobre los campos de batalla y que permanecían sin explotar. Esta situación le lleva a tener una experiencia llamativa relacionada con una niña francesa. A la vuelta de Francia, se coloca como encargado de seguridad de unos almacenes de Nueva Orleans, donde acontece ante sus narices, el secuestro de una niña que trabaja junto a sus padres en uno de esos grandes barcos de vapor que surcan el Mississippi. Como consecuencia de este hecho, Sam es despedido. Y debido a ello, se embarca en la búsqueda de la niña, lo que le lleva a enrolarse en aquel gran barco, mientras, por otro lado, se empeña en conocer la razón del fallecimiento de sus padres años atrás.
Pero todavía hay más, porque además de que Gautreaux nos propone una trama de suspense e investigación en la búsqueda de pesquisas tras la niña, en un entorno plagado de violencia, paisajes pantanosos, peligrosos clanes familiares y convulsos puebluchos en los que la ley tiene partida de nacimiento local, la novela nos traslada de manera magnífica y adictiva, al universo de los barcos que navegan por el Mississippi. En los años veinte, que es el periodo en el que se desarrolla la novela, aquellos desvencijados y antiguos barcos se arreglan y pintan, para realizar bailes y pequeñas travesías a lo largo del verano. Tras una importante inversión en materiales y tras adecentar aquellos caducos barcos, se contrata marinería y tripulación para visitar los pueblos y ciudades que se encuentran en su trayecto. Pero lo más importante estaba en la contratación de bandas de música y jazz que acompañan las comidas y cenas con bailes organizados para la heterogénea población de aquellos estados sureños. Gautreaux realiza un sentido y extraordinario homenaje a aquellas orquestas compuestas de hombres, blancos y negros, dependiendo el auditorio con el que se encuentran, ofreciendo a sus espectadores una variada cantidad de canciones y ritmos, todos con nombre propio. La idiosincrasia de los grupos sociales que abordan el barco en busca de entretenimiento, ofrece diferentes y extremos resultados. Las peleas y los disturbios, se producen por doquier. Precisamente nuestro protagonista y sus compañeros oficiales deben estar al tanto, no solo de evitar estas situaciones, sino también por realizar un férreo control por evitar que se subieran armas a bordo. Pero más allá de esto, también se vislumbra en sus páginas cierto romanticismo en la vida y la relación entre sus tripulantes y los paisajes que acompañan un río tan emblemático.
La localización en aquellos locos años veinte, provoca a lo largo de la novela situaciones extremas, mientras el protagonista busca a la niña raptada. Una niña que le obliga a mirar hacia el pasado cuando aconteció un complejo y sangriento hecho en su vida, planteándose ante sí dos sentimientos con los que se tendrá que enfrentarse. Me refiero a la compasión y la venganza, no solo enfocadas en su ardua misión, sino en un continuo deambular por las vidas de quienes se cruzan en su camino, sean almas perdidas, buenas, malas o absolutamente condenadas. Son muchos los caracteres que el autor nos presenta en una novela especialmente coral, en la que los escenarios y las circunstancias personales del Sam, se fusionan en un viaje no solo físico sino también personal, a lo largo y ancho de tierras empobrecidas como lugares dejados de la mano de Dios. Gautreaux nos propone a lo largo de las páginas una serie de personajes de todo tipo y calaña, tan heterogéneos como la vida misma, y lo hace sin esconder nada, con una mirada descarnada y, por momentos dura, convirtiendo la novela en un complejo micro universo en el que el lector, por momento se ahoga, eso sí, siempre en su desarrollo, acompañado de buenos ritmos y acordes propios de aquellos años veinte, donde el jazz comienza a reinar.
El camino recorrido en la novela se acompaña de un juego de descripciones rico en detalles. La narrativa de la novela intercala un interesante toma y daca entre la vida desarrollada en el barco y los lugares visitados en las orillas del río, durante la ardua y larga búsqueda de la niña raptada. Este juego presentado por el autor, enlaza con su estilo característico, mezclando una historia más propia del género thriller, con la descripción de lugares y la cotidianeidad de la vida en el barco. Quizás, esta situación, rica en detalles y circunstancias que relacionan a tantos personajes, pueda dar la sensación de lastrar la novela, pero me atrevo a decir que la apuesta vale la pena, por la dedicación de Gautreaux y su apuesta por plasmar en sus páginas las características de aquel periodo, aquel territorio, aquellas gentes y, sobre todo, aquel gran barco lleno de música y esperanzas.
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Tim Gautreaux, Desaparecidos; traducción de José Gabriel Rodríguez Pazos. Madrid, La Huerta Grande Editorial, 2024, 579 páginas.
Qué buena reseña. Redonda. Creo que será el próximo libro-regalo que haga.
El autor lo merece y es capaz de transportar al lector a aquellos años y lugares del viejo sur de los EEUU con mucha solvencia. A ver que tal!!!
Gracias por la reseña, Íñigo. Si no fuese por la cantidad de libros que tengo en la pila, le daría una oportunidad porque la época me atrae muchísimo.
Es nuestro destino, qué le vamos a hacer, querido, qué le vamos a hacer.