CUANDO FUIMOS DIOSES – Olga Romay Pereira

Fuimos héroes y dueños del mundo gracias a ti”.

La conquista del imperio persa por parte de los macedonios cambió el mundo. Los territorios conquistados se impregnaron de la cultura griega, se helenizaron, y el continente griego hubo de asumir que la vieja Grecia, sus polis y sus habitantes, no eran el centro del universo. Esta transformación tuvo su comienzo en las últimas décadas del siglo IV a.C.; fue Alejandro III de Macedonia quien la hizo posible y, a su muerte, los generales de su ejército la asentaron, como consecuencia del afán por conservar el legado de su rey. Se trata de un periodo fascinante de la Historia, plagado de protagonistas cuyas vidas bien merecen ser noveladas. De uno de estos personajes se ocupa la novela de esta reseña.

Como es bien conocido, la sucesión al trono macedonio no fue fácil. La muerte del rey sin haber dejado heredero sumió todo el territorio conquistado en un período de guerras fratricidas en las que los generales de Alejandro, sus sucesores (“diádocos”), se disputaron cada parcela de las inmensas tierras conquistadas. Todos ellos, de manera más o menos explícita, ansiaban ser reyes de todo o, al menos, de una parte. Y no les faltaba poder para ello: en palabras del historiador Justino, “nunca antes Macedonia o cualquier otro pueblo floreció en una abundancia de hombres tan ilustres, a los que primero Filipo y después Alejandro habían escogido con tan gran cuidado, que parecían elegidos no tanto como compañeros de armas, sino como sucesores del reino”. Uno de estos hombres fue Ptolomeo. De él contaban las malas lenguas que su verdadero padre no había sido el noble macedonio Lago, sino el propio rey Filipo, lo cual habría convertido en hermanastro de Alejandro. Durante la campaña asiática, el joven Alejandro le honró otorgándole un puesto de somatophylax, uno de los siete miembros que constituían la guardia personal del rey. A lo largo de la conquista se distinguió varias veces por su valor y arrojo. Estuvo presente en Babilonia cuando Alejandro murió, y participó en las disputas por el reparto del reino. Y aquí arranca la novela de Olga Romay Cuando fuimos dioses, que toma como protagonista principal al hijo de Lago.

El período conocido como “las guerras de los diádocos” no es muy fecundo en novelas, aunque es verdad que en la última década han ido apareciendo unas cuantas. La saga Tirano, del estadounidense Christian Cameron, consta de 6 entregas al más puro estilo blood & thunder, el cual goza de muchos adeptos. Recientemente el escritor Robert Fabbri publicó Al más fuerte, donde aborda los primeros años de las guerras por el imperio alejandrino; la novela fue escrita en 6 meses y tendrá su continuación, según palabras del autor. Algo más antigua en el tiempo es Berenice de la alemana Tessa Korber, centrada en la vida de la que fuera dama de compañía de la futura esposa de Ptolomeo, Eurídice, y que acabó robándole el corazón al macedonio. Finalmente, en 2004 el escritor Duncan Sprott publicó el primer volumen de la saga Ptolomeos, titulado La casa del águila. Al año siguiente vio la luz el segundo, La hija del cocodrilo, y ahí se quedó el proyecto del autor inglés, que planeaba escribir dos novelas más.

Cuando fuimos dioses relata esos primeros y convulsos años que siguieron a la muerte de Alejandro. Dos son sus escenarios principales, uno en Asia y otro en Egipto. El primero es la ciudad donde Alejandro pasó sus últimos días: Babilonia, lugar en el que comenzó a dirimirse el destino del inmenso reino. El segundo es Menfis, destino de Ptolomeo después del reparto de las tierras entre los generales macedonios. La novela navega entre la historia y la ficción, mezclando con habilidad los hechos que nos relatan las fuentes clásicas con otros puramente inventados, de los cuales son protagonistas personajes como Nimlot, Absalón o la bella Ipue, en una mixtura de costumbres pertenecientes a las culturas macedonia, egipcia y judía. Por otro lado, desfilan por las páginas de la novela, además de Ptolomeo, nombres conocidos como Pérdicas –general macedonio con quien el hijo de Lago tuvo sus más y sus menos–, Antígono Monoftalmos, su hijo Demetrio, Antípatro. También los miembros de la familia real macedonia juegan un papel destacado: Filipo Arrideo, Eurídice, Barsine, Roxana…

Aparecen también otros personajes no tan conocidos, como Menelao, el hermano de Ptolomeo, de quien las fuentes no dicen gran cosa; o el macedonio Cleómenes, a quien Alejandro había destinado a Egipto para gestionar el pago del tributo. Las tensiones entre este y Ptolomeo estaban servidas, y de ellas se hace eco la novela. Y sobre todo la hermosa Thais, la hetaira que compartió cama con Alejandro y, después de su muerte, con Ptolomeo.

No es una novela de batallas sino de conflictos de intereses, de intrigas cortesanas, de ambiciones y de pasiones satisfechas o anheladas. Se estructura en dos partes, la primera centrada en Babilonia, la segunda en Menfis, y cada una de ellas cuenta con numerosos y breves capítulos.

La autora, Olga Romay, ya cuenta con varias obras en su haber (El jugador de ajedrezPericles, el primer ciudadano o Los hijos del senador), y pronto contará con una más, pues Cuando fuimos dioses verá su continuación el próximo otoño.

En definitiva, los lectores de novela histórica interesados en este período histórico, y los lectores en general, ya tienen más material con el que disfrutar.

Olga Romay Pereira, Cuando fuimos dioses. Málaga, Corona Borealis, 2020, 410 pp.

     

6 comentarios en “CUANDO FUIMOS DIOSES – Olga Romay Pereira

  1. Iñigo dice:

    Pues mira que suena interesante. Gracias Cavi por la propuesta!

  2. Iñigo dice:

    Por cierto. «Al más fuerte» de Fabbri no me convenció… Pasan demasiadas cosas en poco tiempo, cual crónica periodística, e introduce unos cambios temporales que, en mi opinión, pierden al lector… A mi me perdieron.

  3. cavilius dice:

    Tengo en casa la novela de Fabbri, pendiente de leer. La compré porque el período histórico me interesa, pero no tengo demasiadas expectativas con ella.

  4. Antígono el Tuerto dice:

    Gran reseña, como dice cavilius, no abundan las novelas ambientadas en los primeros años del período helenístico, ese mundo de guerras de todos contra todos, de alianzas cambiantes y de puñaladas por la espalda en cualquier momento. Aunque, como mencionas, poco a poco se van abriendo paso nuevas novelas que exploran ese mundo en permanente cambio, creación y/o destrucción como fue el mundo helenístico…hasta que llegó Roma ;-)

  5. Likine dice:

    La llevo mediada y no puedo resistirme a convenir que es una muy buena narración con algún que otro personaje espléndido y cierta desmesura en los caracteres, pero que me está resultando una más que estimable obra. Y eso, a pesar de sus toques fantásticos y alguna que otra anacronía desestabilizadora -vista desde mis personales gustos, claro está-. Me refiero, por ejemplo, a que Ptolomeo use un término historiográfico tan moderno como «El Libro de los Muertos» y no el coetáneo. Pero me está gustando, sí. Incluso la sombra de Alejandro, tan impertinente ella… :D

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