CONFESIONES DE UN BURGUÉS – Sándor Márai

CONFESIONES DE UN BURGUÉS de SÁNDOR MÁRAIEsta es la primera parte de las memorias de S. Márai, cuya segunda parte ya ha sido previamente reseñada aquí. A pesar de hacerlo a posteriori, es decir, saltando el orden original, ambos libros pueden leerse independientemente, ya que están escritos desde ángulos muy diferentes. El que nos ocupa trata de relatarnos su vida y recuerdos desde sus antepasados, su infancia y adolescencia en Kassa y en Budapest, y sus largas estancias juveniles en Berlín, París y Florencia. Se trata de un interesantísimo retrato de la sociedad burguesa del primer cuarto de siglo. Porque Márai no sólo habla de sí mismo, que también, sino que nos muestra una galería de personajes y una descripción de ambientes y costumbres con una lucidez y penetración francamente generosas.

Confesiones de un burgués está publicada a los treinta y cuatro años, y aún tiene muy cerca los últimos hechos que nos cuenta. Se diría que el autor trata de autoanalizarse, al modo psicoanalítico, para exorcizar demonios. Márai nos habla de su familia, abuelos, padres, los parientes empresarios (como ellos llamaban a un tío que era carnicero) y los liberales (profesores, abogados, funcionarios, etc.), sus costumbres, sus relaciones, en definitiva: su mundo, el mundo de la burguesía centroeuropea. Y luego nos habla del microcosmos infantil, y de sus traumas y tristezas, sus agobios y ¿por qué no? sus alegrías, que también las tuvo, aunque el balance que hace se inclina más hacia lo negativo que hacia lo positivo en sus recuerdos infantiles. Tras escaparse de casa en un ataque de pánico, es internado en un colegio de Budapest, donde realiza sus estudios secundarios, en medio de un sentimiento de profunda soledad e incomprensión. Esta etapa finaliza en la tarde de merienda campestre en la que les comunican el asesinato del heredero a la corona en Sarajevo.

Su reclutamiento a filas y participación en la I Gran Guerra, con diecisiete años, lo pasa a vuelapluma. Apenas sabemos de ello. Al parecer cayó enfermo y se pasó el tiempo en el hospital. Pero a los diecinueve, su padre lo manda a Alemania a estudiar periodismo. Alemania es una segunda patria para él, ya que domina perfectamente el alemán, su familia tiene ancestros sajones. Pasa algunos años allí. Primero en Leipzig, luego en Weimar, Munich, Frankfurt y finalmente, en Berlín, ciudad que le subyuga y enamora completamente. Conoce el levantamiento espartaquista, la república de Weimar, y entra en contacto con jóvenes de distintas tendencias revolucionarias o simplemente bohemios, vividores y otros personajes propios de una época de transición y de rápidos y fuertes cambios en Europa. En Berlín tiene un breve encuentro, bajo la lluvia, con otro gran escritor centroeuropeo, Stefan Zweig.
Vive en condiciones económicas lastimosas, pero es joven -veinte años-, es poeta, y además, bebe, que era lo que todas sus amistades hacían, para soportar la situación de desamparo, de indigencia moral, de caos social. Lo que su padre le envía, se lo gasta la primera semana y malvive el resto del mes. Vagabundea por los cafés, duerme aquí y allá, va con mujeres exóticas, y cultiva amistades peligrosas. Colabora con revistas y periódicos, tanto de Berlín como de Kassa y Budapest, a los que envía artículos que son aceptados y pagados, lo que le sirve de ayuda para salir adelante, al menos hasta que la crisis económica en Alemania se agranda hasta el punto de andar con los bolsillos llenos de millones de marcos y no poder comprar una barra de pan. Esta parte del libro nos recuerda a otra obra, ésta de ficción: Una princesa en Berlín, de A.R.G. Solmssen, en la que se reviven esos años en Alemania, donde a la par de la angustia por la supervivencia, y el caos económico más absoluto, se desarrolla en una parte de la sociedad una fuga hacia delante, unos deseos de vivir intensamente, borracheras, fiestas, amores desenfrenados, en fin, algo así como el banquete del condenado a muerte la noche antes de su ejecución.
En esta época hace las siguientes reflexiones sobre la tarea del escritor: “…Tenía veinte años y quería desvelar, en el marco de un reportaje sensacional, el “misterio de la vida”, ni más ni menos. (…)Llevo tres lustros escribiendo ese mismo reportaje en miles y miles de artículos. Tampoco hoy escribo otra cosa ni tengo otras aspiraciones. Sin embargo, entonces todavía no podía saber que la vida es materia sospechosa para un escritor y que sólo puede emplear algunos detalles, seleccionados con sumo cuidado y muy bien preparados.(….)No confío en los estetas que huyen de las manifestaciones de la vida, de la misma forma que aborrezco a los escritores “naturalistas”, esos virtuosos de la pluma que describen la vida, pero de una manera tan escrupulosa como si pretendieran que hablase la vida misma…entre esos extremos se sitúa el escritor, entre esos extremos escribe, a duras penas.”(pp. 253-4)
En fin, en determinado momento, llega a Berlín una amiga de la infancia, de su pueblo natal…y se casa con ella, a los veintiún años, en un arranque de mala conciencia y un intento de vivir una vida honorable. Afortunadamente, Lola, su mujer, es la horma de su zapato. Soporta las dificultades, le acompaña, tiene los pies firmemente asentados en la tierra, y se ocupa de que su convivencia sea el pilar donde Márai se pueda apoyar para llevar adelante su tarea vital: la poesía, la literatura. Callada, tranquila, ahorradora, una hormiguita que le acompaña fielmente durante toda la vida. Y que cuando muere, a los ochenta años, él no puede soportar su ausencia y la sigue al poco tiempo. Expresado con sus propias palabras, “Ella se mantenía a mi lado por su extraordinaria fuerza interior, y estoy convencido de que fue Lola la que me ayudó a superar la etapa más difícil de mi vida. Poquísimos hombres y muy pocas mujeres son capaces de un sacrificio así.”(p. 333).
Cuando en Alemania ya no pueden continuar, por la situación económica y política, los Márai se desplazan a París, donde viven durante seis años, con un breve lapso en el que se instala él en Florencia, mientras ella se recupera de una grave enfermedad en su Kassa natal. Los primeros años parisinos son años de sufrimiento y estrecheces, de incomprensión y de nostalgia. No consiguen integrarse en la vida francesa, no entienden bien el idioma, se les mira como inmigrantes extranjeros, se encuentran ante un muro, incapaces de superarlo. Tras los meses pasados en Florencia, las cosas empiezan a salir mejor en París, sus colaboraciones literarias son más asiduas y su pluma está verdaderamente inspirada, encuentra motivos por todas partes, su curiosidad no conoce límites, y parece que comienza a entender a los franceses. Ha traspasado una línea.
Hasta consigue un desvencijado coche con el que recorre el país, conociendo más a fondo sus costumbres y sus gentes…aunque tiene que deshacerse de él porque consume casi todo su presupuesto. Entra en todos los cafés, pasa interminables tardes en los salones del Ritz, codeándose con personajes mundialmente importantes, políticos, reyes, aristócratas, plutócratas americanos, etc. Mira, escucha, reflexiona…y escribe. Todas las noches se le puede encontrar en algún café de Montparnasse, que en aquellos años bullía de animación. Según sus propias palabras, “Montparnasse era al mismo tiempo una universidad, un baño turco y una representación teatral al aire libre. (…)El populacho de Montparnasse celebraba la vida como la celebran en las calles de El Cairo o Damasco después del mes de Ramadán, (…) al atardecer; era un populacho constituido por la triste elite mundial, lo mejor y lo peor, prostitutas y genios, grandes artistas y carteristas, filósofos y ladrones, poetas y vendedores ambulantes, cazadores de ballenas y fundadores de ciudades. El pueblo de parís nos contemplaba con docilidad y algunos burgueses con barba y sombrero de copa se sentaban en la terraza de los cafés para participar en la fiesta.” Y nos habla de Unamuno, Francesc Macià, Blasco Ibañez, Picasso, etc.
Desde París inicia una serie de viajes por Oriente Medio, y también va muy a menudo a Londres. Las descripciones de sus estancias londinenses son impagables.
Llegado un momento, siente la llamada de su tierra, “Y de repente sentí que mi tiempo había tocado a su fin, que no tenía nada más que hacer allí, que debía regresar a casa.”(p. 426) la llamada de su propio idioma “la patria de un escritor es su lengua materna” y retorna a Budapest, alquila un piso y comienza a trabajar en serio: comienza con sus libros. No abandona las colaboraciones habituales con las revistas y periódicos, pero se sumerge ya en la obra literaria más profunda. Tiene 28 años cuando esto ocurre.
Acaba el libro con la muerte del padre, que cierra un capítulo de su vida. Muere el padre y el hijo comienza a enfrentarse a las cosas ya como un adulto, responsable de su propia vida. “Cuando enterramos a mi padre, tuve la sensación de haber recibido un cargo que debía asumir, un ascenso (…).Sabía que (…) debía entregarme totalmente a mi trabajo, a mi modo de vivir, y trasladar allí todo lo que en mi y en mi mundo quedaba de humano.” (p. 456). “Cierto es que he visto y he oído a Europa, que he vivido su cultura… ¿Acaso se puede pedir más de la vida? Ha llegado el momento de poner punto final.”

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23 comentarios en “CONFESIONES DE UN BURGUÉS – Sándor Márai

  1. Marai es un gran escritor. Me pregunto si el hecho de haber vivido una vida que en sí misma parece una novela influye en lo que alguien puede plasmar en sus obras.

  2. Ariodante dice:

    Yo estoy convencida, Mariana, de la influencia de la vida del escritor -de cada escritor- en su obra. Es inevitable. Aunque uno puede ser un magnífico escritor sin haber tenido una vida de novela, por supuesto. Pero si además, la has tenido, pues eso que llevas a tu favor.

  3. Rodrigo dice:

    Magnífico, Ariodante. Por fortuna ya tengo el libro en mi poder, así que me ahorro las ansias de la compra. Claro que ahora me dominan las ansias de leerlo…

    Es cierto, las circunstancias influyen en lo que un escritor escriba, aunque no de un único modo. Alguno puede volverse esteticista por reacción a un entorno difícil o una época convulsa; aunque su obra no “refleje” en apariencia nada de lo que en su tiempo ha ocurrido, ya el esteticismo de este escritor sería –simplificando mucho, ciertamente- una suerte de reflejo: es su expresión de rechazo de la época, el manifiesto de su voluntario repliegue en la torre de marfil. Mientras que otro acaso se sienta a sus anchas en ese mismo contexto y se dé más o menos a hacer (a servirle) de cronista o, derechamente, a avivar el fuego de la crisis -en el caso extremo del escritor panfletario-. Por supuesto que entre el esteticismo más puro –con su huida de la realidad- y el compromiso social y político de un escritor –o lo que así suelen llamar- hay matices y variaciones, y no quiero decir que una opción sea indefectiblemente mejor que la otra. Creo también que este dilema pesa más en literatura que en las artes plásticas o, ni qué decir, en la música.

    No es que diga algo nuevo, nada más me ha dado por hacer de filosofillo de café…

    A propósito de lo que apuntas, Ario, me acordé de cierto comentario hecho por Henry Troyat en su biografía de Dostoievski (¿o de Tolstói?; al efecto, es lo mismo); dice algo así como que algunos escritores notables han llevado una vida tan insípida que el biógrafo casi se ve obligado a novelar, mientras que otros la han tenido tan movida que el mismo biógrafo tiene que contenerse, por no parecer inverosímil. Es el caso de esos dos rusos, desmesurados como pocos. Habría que ser muy mal escritor como para componer de ellos una biografía aburrida. Turguéniev también tuvo lo suyo, y eso que era muchísimo más ‘fino’, y muy occidentalizado –lo que se nota en su obra-. Para él, la biografía de André Maurois: preciosísima.

    Montparnasse, París…, que tantos artistas latinoamericanos disfrutaron y sufrieron, más o menos en la época de Márai. Huidobro, Vallejo, Wilfredo Lam, Carpentier, Matta, Joaquín Torres, el pintor chileno Camilo Mori, etc. Época y lugar fenomenales, y terribles.

    Saludos.

  4. Ariodante dice:

    Tienes toda la razón, Rodri; y lo expresas divinamente. También es curioso ver otros escritores cuyas vidas fueron más interesantes quizás de lo que luego escribieron. Estoy pensando en Hemingway, por ejemplo. Vaya por delante que no me gusta Hemingway…O los que idearon aventuras y viajes que nunca hicieron, como Julio Verne. Que sí me gusta.

  5. Ariodante dice:

    Y JAVI, porfa, ¿no me podrías poner en cursiva las citas? Creo que yo lo hice asi en el texto que te mandé. Es para distinguirlo un poco y que no se vea un tochazo.

  6. Rodrigo dice:

    ¡Ja, ja, ja!
    Al pobre Javi le va a dar algo por tu lío con las cursivas, Ario. ;-)

  7. Ariodante dice:

    P-p-p-ero, joolín! Si-yo-lo-puse-en-cursivas en mi texto, para diferenciar, ¿por qué no respetar las cursivas? Yo creo que asi al lector se le hace más agradable la lectura.¡¡¡Jaaaaavi!!!!

  8. Ariodante dice:

    …pero no te enfades.

  9. Toronaga dice:

    Tendré que leerlo, ya que La mujer justa y Divorcio en Buda fueron dos libros que me gustaron muchísimo.

  10. Ariodante dice:

    Pues yo tendré que leer las que tu nombras, porque de novela sólo leí «El último encuentro», (cuya reseña podréis encontrar el laRevelación), y me llegó al alma, por eso cuando vi las memorias me dije que este tipo merecía la pena y aqui estoy.

  11. Ariodante dice:

    Por cierto, Toronaga, he echado un vistazo a tu blog y a tu biblioteca (toda una Señora Biblioteca, si me permites la expresión). Te felicito por ambos. Veo que una de tus reseñas es sobre Th. Pynchon, del que siempre quise leer algo, y creo que llegué a comprar «V» y no pude con ella. Pero por lo que dices, veo que es un autor interesante, quizás le deba una segunda oportunidad. tambien he visto que compartimos gustos por otros autores, de lo cual me alegro. A ver si le dedico un tiempo a ir leyendo las reseñas que mas me interesen. ¿se pueden poner comentarios en tu blog? No he sabido muy bien cómo hacerlo…ya sabes que a mi siempre me gusta decir algo de todo, ja ja ja.

  12. Toronaga dice:

    Claro que se pueden poner comentarios, funciona igual que aquí, después del artículo, donde pone etiquetas, etc. al final de todo pone comentarios, pinchas ahí y te va al formulario igual a este.

  13. dario dice:

    gracias Mariana por la data

  14. Soldadito Pepe dice:

    Adoro a Marai, sus memorias y sus novelas. Es grande y fino. La vieja casta austrohúngara, Roth, Schnitzler, Zweig y los otros. Europa central, etcétera.
    En cuanto al V de Pynchon, me parece una de las grandes novelas del siglo XX. Superior a Arco iris de gravedad, que es buenísima, V es la que más me gustó del amigo invisible. La que menos, Vineland. Pero el Pynchon de V y del Arco es superliteratura en vena.
    Por cierto, adivinad qué escritor español es un fan público de Pynchon, del que habla a menudo. Sí. Ése.

  15. Derfel dice:

    Una duda, Ariodante: tras leer el encuentro entre Marai y Zweig, he rebuscado en las memorias de este último, a ver si comentaba algo al respecto, pero no he encontrado nada.

    ¿Tienes constancia de alguna otra referencia mutua?

  16. Ariodante dice:

    Pues no la tengo, Derfel; como las memorias de Zweig las tengo en Javea, no puedo mirarlas ahora, pero no recuerdo que Zweig citara a Marai. En la medida en que Zweig era un consagrado y Marai un joven principiante, deduzco que Zweig no le dio más importancia al encuentro…Pero es todo lo que sé del asunto.

  17. Derfel dice:

    Que ya es mucho…

    Un saludo y gracias.

  18. Gww dice:

    Como he dicho en el comentario a La mujer justa, Confesiones de un burgués es el libro que más me atraede Márai, al que no he leído (pero por poco tiempo, espero).

    Tu estupenda reseña me ha convencido definitivamente. El ambiente que describe y la época a que se refiere me interesan bastante por la gran acumulación de acontecimientos históricos y el continuo cambio que sufrieron los europeos en aquella época terrible.

    Pero lo que no recorda (creo que lo pone la contraportada del libro) es que esta biografía se escribió con ¡34 años! Dios mío, a esa edad creo que la mitad de los españoles viven aún con sus padres. Y lo más impresionante, termina su «relato» con la muerte de su padre a los 28 años y exclama «¿se puede pedir más a la vida?». Vida intensa, desde luego, menos mal que continuó con ella y que aún le dio tiempo para hacer una segunda parte de sus memorias.

    Como cita Rodrigo, hay algunos autores cuya biografía se parece más a una novela.

    Un abrazo y felicidades por la espléndida reseña.

  19. Ariodante dice:

    Vaya, me alegro que después de tu lectura masiva (pero no completa) a mis reseñas de Márai hayas encontado el libro por el cual empezar. Mi marido está leyendo ahora «¡Tierra, Tierra!» (creo que esta reseña no la leíste…¡ejem!) y está encantado. «Las Confesiones «me las prestaron, y no puedo volver a ellas por ahora.
    Por otra parte, si que es cierto que la vida de Márai, como de otros escritores contemporáneos, Roth, Zweig,etc. ya merece su lectura como si de una novela se tratase, sin ser exageradamente movida.
    En esa época, a los chicos de familia «bien» les hacian circular por Europa para espabilarlos y luego se espabilaban y seguían circulando ellos solitos. Pero ¡ojo! que los 34 años de entonces no eran como los de ahora, que una gran mayoría aún está bajo las faldas de mamá, poco más o menos…Entonces ya casi se podía permitir escribir unas memorias. De todas formas, yo creo que el Márai maduro me interesa muchísimo más; al fin y al cabo, la juventud le desborda por los poros en esas memorias, y la madurez -y las vivencias de la guerra- le llevaron a producir sus mejores obras.

  20. Andreas Helmlinger dice:

    La he disfrutado mucho. pero no la veo en el ranking, donde puedo votar ?

  21. ARIODANTE dice:

    Bienvenido, Andreas! Pues no sé si eso de las votaciones funciona aún…sigue las instrucciones o pregunta a Javi, en el foro.

  22. Adriana dice:

    Me encuentro en estos momentos leyendo a Márai, ya he leído 5 de sus libros, estoy encantada por las dotes de este gran narrador, no se si se habrán dado cuenta que en sus novelas siempre está presente el triángulo amoroso tico de la literatura realista sin embargo no veo pa ralelismo entre estas y por ejemplo, madame bovary, la regenta, rojo y negro…..díganme algo para despejar mis dudas. Un saludo

  23. Victoria dice:

    Por que se toman como real la autobiografía de S Marai, cuando el dice que: No viven ni han vivido nunca en la realidad” en la nota a la tercera edición original.
    Es relato de una época, claro

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