CIVILIZACIÓN – Roger Osborne

CIVILIZACIÓN. Roger OsborneEn esta obra, publicada originalmente en 2006, tenemos una estimulante travesía por la historia de la civilización occidental, elaborada desde una perspectiva mucho más crítica que complaciente. Su autor, Roger Osborne, es de nacionalidad inglesa, geólogo, antiguo editor de publicaciones científicas y técnicas, actualmente investigador dedicado a la historia científica y cultural. Su libro ‘Civilización’ hurga en la intrincada madeja del mundo occidental y desembrolla sus hilos conductores desde la prehistoria hasta el presente, considerando acontecimientos, procesos e ideas así como los imaginarios que sobre el tema circulan. Se sustenta en una representación del Occidente renuente a romanticismos e idealizaciones. Osborne concibe la idea de civilización occidental como una “fábula que nos explicamos a objeto de afianzar nuestro lugar en el mundo”, o una idea “que ha servido para unir íntimamente a los ciudadanos occidentales y aportarles una historia y un sistema común de creencias” (p. 553); en opinión del autor, esta fábula carecería hoy de credibilidad por resultar demasiado evidentes su fatuidad y su artificialidad. Empero, más que proponer tesis novedosas y demoledoras sobre el tema, lo que Osborne hace –a mi entender- es proporcionar una ambiciosa, enjundiosa y por momentos polémica visión sinóptica de los factores y procesos que han contribuido a la formación del mundo occidental, recogiendo el arsenal crítico de aportaciones más o menos recientes –algunas de ellas, otras no tanto.

Osborne procura hacer la criba de ideas parcialmente aceptadas y mal digeridas acerca de su objeto de estudio, verdaderos eslóganes y tópicos que distorsionan su comprensión. Así por ejemplo, se sitúa adverso a una concepción de la Edad Media como período monolítico y de intolerancia cerril; suscribe al postulado según el cual el Renacimiento no consistió en una asimilación directa del pasado greco-latino; sostiene que en la institucionalidad estadounidense, paradigma de desarrollo democrático, las normas que protegen a los individuos y posibilitan la disidencia suelen ser más importantes que la democracia misma (¿?); desmiente la visión simplista e incluso exculpatoria de los crímenes perpetrados por los nazis como obra de “locos o fanáticos diabólicos” (recordando que en dichos crímenes intervinieron “hombres y mujeres educados, sobrios y profesionales”, p. 505). O bien, detecta Osborne contradicciones y ambigüedades en lo que algunos toman por desarrollo lineal, como en el capítulo en que aborda el fenómeno de la revolución en el siglo XVIII, afirmando que “la Ilustración alentó la ambición de libertad a la vez que proporcionaba una oportunidad a aquellos que querían un orden perfecto” (p. 352). Se puede estar de acuerdo o discrepar de estos postulados, obviamente; creo que ilustran en modesta medida el espíritu de la obra.

Premisa crucial del trabajo de Osborne es su rechazo del sesgo reduccionista, moralizante e ingenuo que subyace a la identificación del concepto de civilización occidental con sus altos logros éticos y culturales, exclusivamente, o con un “paquete de ideas virtuosas” heredadas de griegos, romanos, el cristianismo y otros, escamoteando el lado sórdido de esta herencia lo mismo que sus efectos históricos negativos. Sesgo que el autor ha creído advertir –y éste es el punto de arranque de su libro- en los discursos de George W. Bush que plantean la respuesta estadounidense a los ataques terroristas de 2001 (y, más tarde, el conflicto en Irak) como una “lucha por la civilización”, o como una disyuntiva entre “civilización y caos”. Osborne recela no sólo del etnocentrismo implícito en la reducción de la idea de civilización a una de sus manifestaciones específicas –tal, el Occidente-, sino también de la imagen de civilización occidental como maravillosa tradición o “hilo dorado que lleva[se] la luz a los reinos bárbaros que la rodean” (p. 15), cual si su propia historia no estuviese plagada de oscuridades o, peor aun, como si alentase el designio inexorable de expandirse al mundo a objeto de proveerle saber y prosperidad. (Llegado aquí, considero pertinente enfatizar que Osborne no niega los méritos de la civilización occidental sino que, más bien, se opone a su mitificación o idealización.) En líneas generales, estimo que se trata de un recelo bastante justificado, en parte corroborado por el declive de la idea de progreso en el transcurso del siglo XX, al menos en su versión más estridente –me refiero a la cándida idea de progreso ilimitado heredada de la Ilustración y sobremanera inflada en el siglo XIX-. Conforme postula Osborne, acontecimientos como la virtual destrucción de las tribus indígenas en los EE.UU., la segregación de la población negra en el mismo país, los regímenes totalitarios europeos y el exterminio masivo de judíos a manos de los nazis, por ejemplo, pueden entenderse como resultado o consecuencia directa de ciertos derroteros seguidos por la civilización occidental, en vez de ser su distorsión o un simple retorno a la barbarie. No hay sino recordar los años de la Segunda Guerra Mundial, durante los cuales “en el corazón de Europa, el lugar en apariencia más civilizado del mundo, la humanidad había alcanzado su punto más bajo” (p. 511).

El bien no es inherente a la civilización, viene a decirnos el autor. Uno de los motivos que provocaran (y siguen provocando) mayor admiración en los observadores de la modernidad, el progreso científico-tecnológico, en realidad ha puesto en manos de los hombres mecanismos y procedimientos de destrucción masiva de magnitud nunca vista. Las maravillosas metas que el pensamiento ilustrado fijara en la ilusión de los pueblos han desembocado en despotismos y genocidios monstruosos. En palabras de Osborne, es en la “abdicación de la bondad y de la compasión humanas, en nombre de alguna gran causa, donde radica el peligro real al que la humanidad occidental, en su incansable búsqueda de significado, se enfrenta permanentemente” (p. 508).

El concepto de civilización manejado por el autor se explicita en ciertas generalidades como las arriba aludidas. Osborne parece dar por sentado que los términos civilización y cultura serían indistintos e intercambiables, como cuando se refiere a la desaparición de lo que, según él, habría sido la civilización de Tasmania con la muerte del último nativo de esta isla (ocurrida en 1876). Creo que hay cierta desproporción conceptual, que no valórica, en atribuir a la fenecida cultura del pueblo de Tasmania el rango de civilización. Es cierto que las ciencias sociales no se han decantado por una definición unívoca de este término, y que a menudo el concepto de civilización se traslapa y confunde con el de cultura, incluso en la literatura especializada. No obstante, opino que una laxitud desmedida en el uso de ambos conceptos merma el rigor intelectual de un trabajo en general serio como el de Osborne. Por desgracia, esta misma seriedad y la postura crítica del autor se ven viciadas por el muy ocasional empleo de muletillas del tipo de “todo el mundo sabe…” o “es incontestable que…”, con las que se nos pretende hacer cómplices de ciertas aseveraciones taxativas, dogmáticas. Hay, por otra parte, algún traspié cometido por el autor en materia de información –al menos el muy grueso de contar en cerca de un millón los prisioneros hechos por el Ejército Rojo en la batalla de Stalingrado-, y uno que otro error de traducción.

Con todo, debo decir que la lectura del libro me ha resultado una experiencia sumamente cautivante y enriquecedora.

Roger Osborne, ‘Civilización. Una historia crítica del mundo occidental’. Editorial Crítica, Barcelona, 2007. Traducción de Antonio-Prometeo Moya y Rosa M. Salleras. 608 pp.

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12 comentarios en “CIVILIZACIÓN – Roger Osborne

  1. farsalia dice:

    De mis últimas «compras» de Crítica. Pendiente, como tantos. Pero tras esta reseña un poco más arriba en la pila…

  2. Incitatus dice:

    Rodrigo detesto leer tus reseñas… me haces comprar más libros de los que ya compro yo solito. Lo tenía en mente pero no me lancé a ello, después de leer tus líneas desde luego me parece uno de esos libros que hay que tener.

    Sin duda es importante, y comparto, que la palabra civilización (tan alabada por muchos) no es en ningún caso sinónimo del BIEN. Y no nos tiene que sorprender que los avances tecnológicos sean para destruir mejor al «adversario» ya que son, por lo general, los ejércitos y los estados que controlan estos, los que más invierten en investigación y tecnología, desde siempre.

    para terminar enhorabuena y saludos postveraniegos (tú estarás saliendo poco a poco del crudo invierno) Rodrigo.

  3. lola2 dice:

    Gracias por la reseña, me ha despertado interés por este libro , le echaré un vistazo.

  4. Bern dice:

    Yo lo he leído, aunque a decir verdad lo hice más por orgullo que por otra cosa, ya que no me gusta dejar nada a medias. No lo recomiendo a nadie.

  5. Urogallo dice:

    La verdad, que nos lo has dejado bien, pero bien digerido…¡ Incluso a mí que no lo he leído!.

  6. Ariodante dice:

    Me parece que tu estupenda reseña, Rodrigo, muy enjundiosa, plantea una serie de temas que darían de si muchísimo; no sé si leeré el libro, pero mañana volveré a leerme la reseña para ver si la he entendido bien y sacarle todo el jugo posible. El concepto de civilización habría que clarificarlo, desde luego y yo no lo identificaría nunca con «cultura». Y, bueno, si la posición del autor es sólo desmitificar, me parece que va bastante lejos…
    ¿Por qué no lo recomendarías tú, Bern?

  7. Acabo de descubrir esta página y he encontrado recomendaciones muy interesantes. No conocía este libro de Roger Osborne, pero muy pronto formará parte de mi biblioteca. La forja de las identidades a golpe de autoimágenes complacientes que marcan la alteridad con otros es un tema bastante recurrente en el género ensayístico. Todas las aportaciones son bienvenidas.

  8. Rodrigo dice:

    Disculpen la tardanza, he estado algo complicado.

    ¡Qué tal, Incit! Bienvenido de tus vacaciones.

    Con respecto al libro de Osborne, creo sinceramente que vale la pena el intento de leerlo. No estoy seguro de que a personas más avezadas que yo en materia de historia -es decir, la inmensa mayoría de los que por aquí circulan- brinde demasiadas novedades, pero me parece que proporciona una muy digna visión de conjunto y que su línea conductora es interesante. Ya nos transmitirá Farsalia su impresión, en cuanto lo lea -espero-.

    De verdad, Urogallo, la reseña no reemplaza al libro. ;-)

    Ario, no me parece que el autor intente desmiticarlo todo, sino sencillamente aportar esta visión de conjunto a la que aludo, ciertamente desde un punto de vista crítico. Crítico, ante todo, respecto de ese doble reduccionismo consistente en identificar el concepto de civilización con el mundo occidental, por un lado, y con una idea irreductible de ‘bien’, por el otro (aquello a que apunta Incitatus en su intervención).

    Agradezco sus comentarios.

    Saludos.

  9. Rodrigo dice:

    Historiadora, olvidaba darte la bienvenida al sitio. Tienes un blog interesantísimo, según he podido constatar en un rápido vistazo. Ojalá que nos frecuentes a menudo; en tal caso, podrías entregarnos alguna(s) sugerencia(s) en torno al tema de las identidades.

    Saludos.

  10. Muchas gracias Rodrigo. Ten por seguro que os visitaré bastante, acabo de incorporarme al mundo de los blogs y se ha convertido en una deliciosa válvula de escape en la vorágine de la redacción de la tesis. Este es de los más interesantes. Es refrescante volver a mirar la Historia con otros ojos.
    Enhorabuena!
    Salu2

  11. Martin Rodríguez dice:

    Fui atraído con el rimbombante título de «Una Historia crítica del mundo Occidental», que resultó engañoso. Es un compendio tradicional de Historia, con una perspectiva pobre (resulta notorio que no es Historiador), donde su «cuestionamiento» al itinerario del mundo occidental resulta superficial. Es más se sustenta en las concepciones occidentales que supuestamente critica (sólo en el título). En conclusión, un libro como muchos, por la información histórica; y una perspectiva prescindible. Un gasto innecesario.

  12. Rodrigo dice:

    Opinión respetable, por cierto. A mí el libro me parece una opción válida dentro de su género.

    Lo de “historia crítica”, en todo caso, es un invento de la editorial. El original no lleva ese subtítulo.

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