CARTAS – Jane Austen

cartas-9788493897253Hay comienzos de novela que, por su rotunda sonoridad —como el inolvidable Llamadme Ismael, de  bíblicas resonancias—, perduran en la memoria del lector;  otros —como La heroica ciudad dormía la siesta— suscitan sonrisas con su irónica bienvenida; y hay algunos, tan aparentemente simples y, a la vez, tan brillantes que constituyen no sólo un testimonio de belleza literaria, sino toda una declaración de principios. Hace pocos días se conmemoraba, precisamente, el segundo centenario de la publicación de un manuscrito que comenzaba así: Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa.   

El 28 de enero de 1813 veía la luz Orgullo y prejuicio, una «novelita» anónima, tras la que se escondía el ingenio de Jane Austen, una de las más célebres escritoras en lengua inglesa y patrimonio de la literatura universal. Quien haya leído alguna de sus obras reconocerá fácilmente su prosa ágil y depurada; sus diálogos irónicos, humorísticos, brillantes y algo maliciosos; su minucioso retrato de las relaciones familiares en el marco rural patriarcal decimonónico; sus aceradas pero sutiles críticas a la hipocresía social, el egoísmo, la frivolidad o la arrogancia; y, cómo no, sus  acertadas descripciones de las costumbres del momento, de  los bailes, juegos de sociedad, reuniones y meriendas, de los delicados modales y del recato femeninos,  del ritual de las visitas de cortesía y del requiebro amoroso.

retrato AustenJane Austen (1775-1817), hija del rector de Steventon y miembro de la pequeña y baja nobleza rural inglesa —o pseudo-gentry—, nació en el seno de una familia de ocho hermanos. A diferencia de sus heroínas, Jane permaneció soltera, y dedicó su vida a la escritura y al cuidado de sus seres queridos. Ella misma escribió en sus cartas que cualquier cosa es preferible y más tolerable que casarse sin amor y siempre repitió ese consejo sentimental a sus sobrinas, pese a que también fue plenamente consciente de que las mujeres solteras tienen una terrible propensión a ser pobres, lo cual supone un argumento muy firme a favor del matrimonio. Posiblemente la educación liberal recibida y la pequeña independencia económica que consiguió con la publicación de sus novelas resultaron fundamentales para no hipotecar su vida en una boda por conveniencia, a pesar de que no le faltaron proposiciones. Su única hermana, su queridísima Cassandra, fue siempre su más íntima amiga, su fiel confidente, su mayor consejera, su crítica más sincera y su más firme apoyo. A ella precisamente (aunque también, en menor medida, a sus hermanos, sobrinas, amigas, editores e incluso al bibliotecario del Príncipe Regente, Jorge IV) van dirigidas la mayoría de las 161 cartas que se han conservado —de las casi dos mil que escribiera—, y que ahora reúne en su integridad, en una esmerada edición y por primera vez en castellano, la editorial dÉpoca.

carta2En este acervo epistolar se han perdido y destruido las cartas escritas antes de cumplir los veinte años, y  muchas de las que envió durante su decepcionante estancia en Bath y durante años posteriores, hasta 1810. A partir de 1811 y hasta su muerte en 1817, en la época más fructífera de creación literaria y de mayor madurez personal, la correspondencia vuelve a ser abundante, al tiempo que se muestra más íntima, reflexiva, sensible y tierna.

El volumen que ahora se publica se divide en  cinco secciones cronológicas —Steventon, Bath, Southampton, Chawton y Winchester— precedidas cada una de ellas por una introducción que sitúa adecuadamente al lector ante las principales circunstancias biográficas de la novelista y que lo ubica en su contexto familiar y social. Es esta, además, una edición profusamente anotada y acompañada de varios apéndices, entre los que se incluyen el árbol genealógico de los Austen, una cronología de la vida de la escritora, un índice de obras literarias citadas en sus cartas y un interesante puñado de ilustraciones, entre las que destaca una colección de retratos de familia.

Las cartas encierran en su interior el germen de las  novelas de Austen y la inspiración para sus personajes —los auténticos Gardiner, Wickham, Willoughby o Marianne— y revelan al curioso y entrometido lector del siglo XXI su opinión sobre los asuntos más diversos y, a la vez, más en consonancia con la limitada vida de provincias. No encontrará ese lector reflexiones filosóficas ni opiniones políticas, impropias del carácter íntimo y doméstico de una joven de su tiempo, cuyo horizonte se reducía al pequeño círculo de amistades y a las pocas actividades gratificantes permitidas por el decoro: la excitación ante un baile –tan omnipresentes en sus novelas-; la turbación del primer amor; la afición a las sedas, muselinas y lazos; el placer de una buena conversación entre amigas; los conciertos de pianoforte; la vida castrense de sus hermanos marinos —que inspiraría obras como Persuasión—, el cultivo de las rosas; los acontecimientos familiares como nacimientos, bautizos y bodas; los duelos; las habladurías de la Corte; el comportamiento de los criados; la cocina y la hora del té o los buenos modales.

No cabe pensar, sin embargo, que las cartas de Jane Austen sean, simplemente, una crónica impersonal y aséptica de costumbres y minucias cotidianas de los primeros años del siglo XIX inglés; por el contrario, el desparpajo impregna sus cartas, que rebosan desenfado, ingenio y socarronería, repletas de dobles sentidos y juegos de palabras, y, que ofrecen en ocasiones incluso un humor negro que hubiese merecido, sin duda, la reprobatoria mirada materna en una reunión social: La señora Hall, de Sherbourn, dio a luz ayer a un bebé muerto unas semanas antes de lo que se esperaba, a causa de un susto. Supongo que miró a su marido sin darse cuenta.

ilustracion orgullo y prejuicioDescubrirá el lector en sus escritos, eso sí, abundantes referencias intertextuales a obras y autores –Sterne, Boswell, Fielding, Byron, Defoe, Pope, Shakespeare o Mme. De Staël entre otros-, porque, gracias a la biblioteca paterna y al gusto por la lectura que siempre fomentaron los Austen en todos sus hijos, Jane sería, además de escritora, una mujer de gran cultura literaria y una lectora voraz e inquieta. Y aunque nunca frecuentó los círculos literarios del momento (pese a su pertenencia a la «Chawton Book Society», un club de lectura con biblioteca circulante) cultivó siempre un espíritu crítico y analizó con su acerada pluma las novelas de su tiempo. Una mujer inteligente, culta y de gran talento literario que, sin embargo, hizo siempre gala de una gran humildad, incluso cuando su nombre comenzaba a difundirse y recibía la admiración del propio Príncipe Regente, a quien tuvo que dedicar —servidumbres de la fama, pese a sus vanos intentos para eludir tal honor— la novela Emma. Sincera humildad que no estuvo reñida con la decepción que sintiera cuando Walter Scott olvidó mencionar Mansfield Park en una reseña sobre su obra. Y es que… todo escritor tiene al menos su pizca de vanidad.

Las Cartas de Austen constituyen un fiel reflejo de sus estados de ánimo, muy influidos por los continuos cambios de residencia. Y así, por ejemplo, nos muestran su decepción tras el  traslado a Bath, una ciudad a la que nunca se acostumbraría (pero cuyo ambiente inspiró  el de sus novelas), y en la que la escritora  no descubría más que  fiestas estúpidas e intolerables, y  casas  putrefactas. El entusiasmo e ingenuidad juveniles darán paso, con los años, a un tono más reposado, tierno y melancólico que también dejará huella en sus cartas, especialmente tras la muerte de algunos de sus seres más queridos y la aparición de los primeros trastornos de salud. Es, precisamente, en las cartas en las que Jane comunica la muerte de su padre —La pérdida de un padre como el nuestro debe ser muy sentida, o de lo contrario seríamos bestias, escribe a su hermano Frank—; en aquellas otras que remite a sus sobrinas, colmadas de consejos sentimentales y literarios; y en las que escribe pocos meses antes de su muerte, consciente ya de su frágil salud, donde  aparece la escritora más madura, serena y agradecida, aunque sin perder su característica ironía y su sentido del humor.

La novelista, que se resistía a verse a sí misma como una inválida ante los demás —redactó, de hecho, sus Últimas Voluntades sin conocimiento de su familia—, nunca perdió las ganas de vivir, rara vez cayó en el desánimo, jamás dejó de entregar su vida al cuidado de los suyos, mantuvo hasta el último momento las normas de urbanidad y decoro, y siguió con su rutina epistolar aunque le supusiera un terrible esfuerzo físico y un gran desgaste mental. Y así, días antes de morir, manifestaría su gratitud ante Dios, por haberle concedido una familia como la suya: ¡Cómo hacer justicia a la amabilidad de toda mi familia durante esta enfermedad, está totalmente fuera de mi alcance! ¡Todos mis queridos hermanos tan afectuosos y afanosos! ¡Y en cuanto a mi hermana!… Me faltan las palabras cuando intento describir cómo me ha cuidado. […] En resumen, si llego a vieja, desearé haber muerto ahora, bendecida por la ternura de una familia como la mía, antes que sobrevivir a cada uno de ellos o a su afecto.

Tras la muerte de Jane en brazos de Cassandra (a quien había designado como heredera universal tras compartir con ella tantos años de profunda complicidad, cercanía y devoción mutua) y al leer las emotivas y tiernas palabras que ésta dedicara a su hermana, el lector llegará a paladear esa honda tristeza que suscita la conclusión de toda una vida contada por su protagonista, y alcanzará a compartir con Cassandra —y con el resto del mundo— ese sentimiento de inconsolable horfandad que impregna sus palabras:

 

He perdido un tesoro, una hermana como ella, una amiga que jamás podrá ser igualada. Era la luz de mi vida, volvía preciosa hasta la más insignificante alegría, aliviaba cualquier pena, jamás le he ocultado ni uno solo de mis pensamientos, y me siento como si hubiera perdido una parte de mí misma.
(Cassandra, a su sobrina Fanny Knight, dos días después de la muerte de Jane Austen.)

 

Datos técnicos
Jane Austen, Cartas.
Editorial dÉpoca, 2012. 1ª edición.
745 pp.

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43 comentarios en “CARTAS – Jane Austen

  1. Valeria dice:

    ¡Ay, Ascanikes, cómo se te echaba de menos! Es una verdad mundialmente reconocida que esta época y su literatura te entusiasma, y que siempre has sabido transmitir este entusiasmo de manera eficaz.

    Aprovechando que Jane Austen está ahora muy de moda por el cumpleaños de «Orgullo y Perjuicio» he leído el pasado mes de enero «Persuasión». Creo que ya te he comentado lo mucho que me acordé de tí en aquella ocasión. Y lo mucho que me gustó. Pero no me resultan muy atractivos los tomos con correspondencia epistolar. Así que seguiré optando por otras de tus recomendaciones («El libro de la señorita Buncle» está ya en la pila).

    Qué bueno que viniste.

  2. Ariodante dice:

    Brava, Ascanio querida! Bravísima!!! Creo que este libro no tengo más remedio que conseguirlo! Genial.

  3. Derfel dice:

    Uissss, qué re-se-ñónnnn!!!

    Menudo libro: yo creo que este libro sólo lo podría leer quien lo reseñó y, a lo sumo, Ariodante para no dejarla sola.

    Conmigo no conteis, gracias.

  4. Ascanio dice:

    Mi queridísima Valeria: «Persuasión» fue la última novela que escribió Jane Austen, y es diferente a las otras, porque tiene un tono más melancólico, más profundo y menos «pizpireto». Su «heroína», Anne Elliot, es más serena y madura, y bastante diferente a las otras protagonistas. Desde luego, no tiene casi nada que ver con Emma, con Elizabeth, o con Marianne, por poner algunas.
    Ario, me alegro de que te haya gustado la reseña. Espero que este libro te guste tanto como el de la señorita Buncle. Los libros de dÉpoca están muy cuidados, y llevan dentro un marcapáginas y una lámina que son réplicas de la portada. Un detalle muy bonito, ciertamente.
    Derfel, todos sabemos que tú solo lees novelitas de Agatha Christie.

  5. Ariodante dice:

    Espero que me guste MÁS que el de Miss Buncle. Creo que Austen está unos cuantos peldaños por encima…

    1. Javi_LR dice:

      ¡Marciana! Qué bueno leerte. No me leeré el libro por causas (miles) diversas, pero a ti ¡siempre!

  6. Ascanio dice:

    ¡Muchas gracias, hombre! Y ahora que nadie nos oye, no estaría mal que algunos señores de los que entran por aquí a leer libros de espadas, pistolas, fusiles, ametralladoras y panzers, se leyeran de vez en cuando algo de Austen… o de Brontë, o de Stäel, o de Gaskell, o de Eliot, o de Wharton, o de tantas y tantas escritoras.
    A más de uno se le caerían los palos del sombrajo y diría: ¡Pero qué me he estado perdiendo!

    1. Javi_LR dice:

      Están las cosas como para no buscar evasión, Askanieques… Aunque eso siempre me recuerda al miedo. Al Miedo. Y es que estamos acohonaos. O buscas las pistolas en una novela o apuntas con ella a tu sien. Ahora bien, no está mal recordar estas palabras, bien traidas por una amiga hace días:

      “El amor ahuyenta el miedo y recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma”. Aldous Huxley

      Moraleja para pardillos: lee mucha literatura romántica.
      Moraleja de la buena: sigue el consejo de la marciana. Lee y piensa. Y ama. Pero ama de verdad, no de mentirijilla.

      Uf, chiquitina intergaláctica, perdona por la tonta digresión. ¡Si es que me tiras de la lengua!

  7. Ascanio dice:

    Jolín, jefe, pues ahora el que me tira de la lengua eres tú: «Literatura romántica», dices. ¿Ves? A eso me refería, a la estrechez de miras de los pardillos, como tú les llamas. Porque… ¿cuántas veces hemos oído calificar a Austen de «literatura romántica», «literatura femenina», o «literatura para mujeres»?

    ¡Pero qué literatura femenina ni qué niño muerto! ¿Desde cuándo la literatura de verdad tiene sexo? ¿Es simplemente una novela romántica aquella que perdura más de 200 años y cuya actualidad, belleza e intemporalidad sigue vigente como el día en que se escribió? ¿Es solo «literatura de mujeres» aquella que analiza los sentimientos, que disecciona las relaciones, que retrata las pasiones -las más altas y las más bajas-?

    Ya lo dijo Calvino: «Un clásico es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos, pero que la obra se sacude continuamente de encima. Y eso es lo que hacen continuamente obras como «Orgullo y prejuicio», «Emma» o «Persuasión» -por hablar solo de Austen-: sacudirse continuamente los prejuicios y las etiquetas que se les ponen encima.

    Literatura de mujeres, no. Literatura universal y patrimonio universal, por supuesto que sí. Lástima que muchos tengan en los ojos una venda provinciana y cateta que no les deje ver más allá de sus narices.

    Y para acabar también con una frase de Calvino: Leer por primera vez un gran libro en la edad madura es un placer extraordinario. Se llama clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quien los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos.

    Yo misma lo he comprobado. Así que aquellos que no hayan leído nada de Austen todavía están a tiempo. Y es muy probable que este sea el mejor momento para hacerlo.

  8. Arturo dice:

    Espléndida reseña, Ascanio, gracias. Recientemente leí «Orgullo y Prejuicio», y me hice irremisiblemente fan de Austen; es de lo más sabroso e inteligente que he leído en mucho tiempo.

  9. Valeria dice:

    Pues para los amantes de batallas y combates y de la tropa en general recordaré, (por si necesitaban un último empujoncito para vencer el irracional temor de que si se leen a Austen igual les da por hacer petit point) , que el mismísimo autor de la trilogía de Escipión el Africano, el señor Santiago Posteguillo, señalaba en el Friki-Test al que fue sometido por H.E.A. la obra «Persuasión» de Jane Austen como uno de sus tres libros favoritos.

    Que conste.

  10. Ascanio dice:

    Gracias, Arturo. Yo coincido plenamente con tu opinión sobre «Orgullo y prejuicio».
    Lo cierto es que las Cartas de Austen se merecen, como mínimo, una reseña extensa. Además del contenido de las cartas en sí, también me gustaría destacar la labor de traducción de la editorial dÉpoca, ya que ha sabido trasladar al género epistolar el personalísimo estilo de la autora. Desde el primer párrafo uno se sumerje en el mundo austeniano, y el lector tiene la sensación de estar leyendo una de sus novelas (de hecho, en su primera carta, Jane hace referencia a sus famosísimos bailes de sociedad). Y es que Austen escribía en la vida real igual que lo hacía en sus obras.
    Valeria, no me acordaba de ese friki-test, fíjate. Este Posteguillo es un hombre sabio.

  11. Lucía dice:

    Estupenda reseña, Ascanio; otro libro para la lista de inmediatas adquisiciones.
    A mí, al contrario que a Valeria, sí me gustan los tomos epistolares y siendo
    de Jane Austen, no queda sino lanzarse a por él.

    En breve voy a leer «Amor y amistad» ese libro de relatos que escribió cuando
    era una adolescente, después espero que sea este de «Cartas».

  12. Ascanio dice:

    Gracias, Lucía.
    La editorial Funambulista ha editado también un volumen (pequeñito, pero muy bonito, como todos los «funambulistas») titulado «El castillo de Lesley», donde se recogen diez obritas escritas cuando Jane Austen tenía entre 12 y 18 años. Incluye relatos, algunas cartas, e incluso una obrita de teatro en donde aparece un nombre que sonará a los «austenianos»: Willoughby.
    Es toda una curiosidad, y en él ya asoma la prosa irónica y juguetona de la autora.
    No he leído el que mencionas, pero por lo que he visto, es posible que ambos libros tengan algunos textos en común.
    Y si te gusta el género epistolar, «Cartas» te encantará. Y la edición no puede ser más bonita.

  13. Vorimir dice:

    Jane Austen es una de las escritoras favoritas de mi novia, le encantan sus libros y las adaptaciones de su obra que se hacen para cine y TV. Yo es que no sé porqué pero no me veo. Quizás algún día habrá que darle una oportunidad, aunque como diría Aragorn «hoy no es ese día.»
    Más que nada debido a que yo y los clásicos del XVIII/XIX no nos llevamos muy bien por ahora.

  14. iñigo dice:

    Las adpataciones de cine me gustan, no solo por la historia sino también por la ambientación, los personajes, el entorno de los paisajes británicos, la época… Pero ponerme a leer sus novelas es otra cosa. Algún día será el día y espero estar ahí ese día. No se si me entendéis.

  15. Vorimir dice:

    Pues sí, exactamente es lo mismo que me pasa a mí. :D

  16. Valeria dice:

    Pues yo creo que os equivocáis. Por muy buena que sea la adaptación, al cine le falta la chispa de la escritura de Austen. Las frases escritas con doble sentido, el sarcasmo, los comentarios irónicos, la descripción de los ambientes … lo que dice en la reseña Ascanio: desenfado, ingenio y socarronería, repletas de dobles sentidos y juegos de palabras, que ofrecen en ocasiones incluso un humor negro que hubiese merecido, sin duda, la reprobatoria mirada materna en una reunión social

    Será porque el cine tiende a tratar estos temas con un punto de ñoñería que es totalmente ajeno a la obra de la autora.

  17. Horus dice:

    Jo, qué reseñón. Qué bien vendida la señora Austen.

    Reconozco que me falta ahondar en este género (por llamarlo de alguna manera) de literatura. Sin embargo, me llama mucho la atención la época y, por ejemplo, cuando leí cosillas de las Brontë, he de reconocer que me gustaron mucho. Aunque creo que Austen es anterior a esa «movida» relacionada ya con el movimiento del romanticismo, ¿no?

    De Austen no he leído nada, pero me atrae el ambiente del siglo XIX, con sus claroscuros, y un fiel retrato de aquella época son muchos de estos autores/as.

    Si te sirve de consuelo, Ascanio, hay algunos por aquí a los que los cañones y tiros tampoco nos gustan demasiado (lo soporto como «daños colaterales» de algunas tramas, pero me aburren las batallitas, qué le vamos a hacer…)

    Salvando las distancias, pero ahondando en narraciones centradas exclusivamente en personajes femeninos, creo que es muy interesante leer Moll Flanders, de Defoe, de 1720 (o por ahí andará). Es un ejercicio curioso, sobretodo para que se nos quiten algunos clichés de esos sobre el papel de la mujer en el pasado.

    1. Javi_LR dice:

      Hablando de cóno está el patio, siempre es curioso ver las visitas que tiene Sónnica, la cortesana de Vicente Blasco Ibáñez respecto al resto de entradas.

  18. Publio dice:

    Muy buena reseña, Ascanio, ya se te echaba de menos en tu labor reseñadora. Que coincidencias que tiene la vida, en estos días estoy leyendo Persuasión y aparece tu reseña sobre Jane Austen. Lo próximo que tengo en mente leer de Austen es Mansfield Park que me han dicho que es una novela muy buena. Si alguno la habéis leído ¿qué podéis decirme sobre ella?

  19. Ariodante dice:

    Visitas a Sonnica?Vale… Pero apenas comentarios. Ascanio arrasa. Oye, chatina, yo estoy completamente de acuerdo contigo en eso que dices de los clásicos y de la literatura de mujeres y todo eso.

    Te cito: «Literatura de mujeres, no. Literatura universal y patrimonio universal, por supuesto que sí. Lástima que muchos tengan en los ojos una venda provinciana y cateta que no les deje ver más allá de sus narices.
    Y para acabar también con una frase de Calvino: Leer por primera vez un gran libro en la edad madura es un placer extraordinario. Se llama clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quien los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos.» Aaaamen!

  20. Vorimir dice:

    Pues está claro que no soy calvinista. Intenté leer estas navidades «Los miserables» y no pude pasar de la página 100 y desistí aburrido. Y soy de los que piensan que «Los tres mosqueteros» está muy sobrevalorada (aunque quiero leerme sus dos continuaciones ya que al menos me entretuvo y me han dicho que están bien).
    Total, hay un dicho que dice: «No está hecha la miel para la boca del asno.» Pues eso. :D

  21. Ariodante dice:

    Es que a veces estamos malacostumbrados…a lecturas breves, rápidas, como el fast food. Y donde esté una buena fabada, o un cocidito madrileño, o una paella com deu mana… que se quite el sandwich mixto o vegetal. Microrrelatos para no sufrir demasiado leyendo…no sé, no quiero decir que entre todo esto no haya cosas buenas, que las hay, pero ¿y la gran morralla que las envuelve?

  22. Vorimir dice:

    Quizás me he acostumbrado demasiado a los sandwiches y las hamburguesas, jejeje. Bueno, en mi caso creo que lo que me pasa es que cuando me acerco a una novela voy buscando sobre todo que sea entretenida, que me enganche, aunque también le pido que esté medianamente bien escrita, tenga personajes medianamente bien construidos y que si es histórica sea lo más respetuosa posible con la Historia, pero cuando busco algo más denso suelo leer ensayo histórico.
    Si leo una novela densa mi cerebro parece bloquearse. No me imagino leyendo a Dostojevski, Melville ni a Tolstoi a corto plazo aunque no puedo negar que en parte me atraigan sus obras pero visto el intento con «Los miserables» no quiero terminar escaldado. Quizás necesito leerlas en otro momento o con más «madurez lectora.»
    O como he dicho antes, puede que mis hábitos lectores se hayan amoldado de una forma y esas obras no me encajen, jejeje.
    Ojalá en unos años pueda leérmelas y disfrutarlas.

    1. Javi_LR dice:

      Lo que está claro es que jamás, jamás, se debe de leer sin gusto. No sé quién decía que solo entendía la lectura por gusto, por placer. Que podía comprender, aunque no lo compartía, la lectura para aprender. Pero lo que jamás admitiría sería la lectura por obligación. Cuando un libro leído para deleitarse no lo hace, a la hoguera con él.

      Ario, me refería más bien a las pocas lecturas que tiene Sónnica respecto a las demás entradas. Creo que no interesa determinado tipo de lectura.

      Hoy, hablando en dos círculos distintos, nos referíamos a la moda de los book trailer. Ninguno lo entendíamos, a ninguno nos gustaban. De hecho, todos coincidíamos que libro con book trailer, libro al que mirábamos con cuidado, con recelo. Sin embargo, hoy por hoy es indispensable para la gran mayoría de ¿lectores?. Y le he dado vueltas a la cosa. Me he preguntado: esos recelos, ¿vendrán de una presunción?, ¿de cierto elitismo?, ¿de esnobismo?, ¿de exceso de conservadurismo?, ¿acaso es, simplemente, una postura estética? Y por más que lo pienso, más alejado me hallo de la respuesta, pero ciertos indicios me hacen alejarme de esas premisas y me surjen otras: ¿estamos más acostumbrados al lenguaje visual?, ¿preferimos, cada vez más, un uso rápido de las cosas y una visión, que no comprensión, rauda y veloz?, ¿rechazamos el deleite sosegado por golpes rápidos de sensaciones aunque eso, a la larga e incoscientemente, nos lleve al desasosiego?, ¿lo están consiguiendo y a estos ritmos de vida lo que menos nos apetece es pensar y deleitarnos intelectualmente?, ¿lo están consiguiendo y a este nivel de consumismo lo que buscamos es un uso rápido de las cosas y que resulta fantasmalmente deleble?, ¿a lo mejor la máxima «no contar sino mostrar» se lleva a la máxima potencia, cuando si se habla de literatura esta máxima es algo sutil y agradable, haciéndose en book trailer explícita y burda?

      En fin. Como de costumbre, preguntas, preguntas.

      Eso sí, ya no hace falta que venga Gurp, del otro lado del espacio, para sorprenderse de nuestros hábitos.

  23. Ascanio dice:

    Oish, oish, oish, qué interesante se ha puesto esto en mi ausencia…
    Hola, Horus. No, Austen es anterior a la literatura romántica (como movimiento literario, claro, no como subgénero). Y me arriesgaría a decir que si te gustaron las Brontë, te gustaría Austen.
    Hola, Publio. Yo también me alegro de volver por aquí y de que aparezcas por mis reseñas; es todo un placer.
    Vorimir, precisamente he leído hace poco, y por primera vez (ejem) Crimen y castigo. No puedo expresar lo mucho que he disfrutado. Porque he leído con auténtico placer, como dice Javi, no por obligación. Y no creo que sea una novela sesuda, densa, pesada u oscura. Qué va; ese también es uno de los mitos que se caen cuando uno se adentra en los clásicos. ¿Que hay clásicos que se te atragantan? Pues claro, faltaría más, porque todos tenemos preferencias y gustos. Por ejemplo, uno de los libros más famosos del XIX inglés es Cumbres borrascosas. Pues no es uno de mis favoritos, ni mucho menos. Es más, se me hace bastante pesado. Pero la mayoría de ellos son maravillosos. Pero no porque en ellos se haga un alarde de erudición, o de metafísica, o de lo que sea, no. Es, simplemente, porque trascienden la época en que se escribieron. Son clásicos porque emocionan; porque tratan temas universales pero no vulgares; porque no pasan de moda; porque después de cerrar el libro uno no deja de darle vueltas a la cabeza; porque los personajes tienen vida; porque sus palabras y sus pensamientos pueden ser los tuyos; porque la prosa es maravillosa; porque al releerlos descubres cosas nuevas que no viste antes y, a la vez, recuerdas por qué los vuelves a leer; porque el autor sabe comunicar lo que tiene en su mente con las palabras precisas; porque no son artificiales ni rebuscados; porque no quieren enriquecer una prosa pobre, pedestre y mediocre con adjetivos rebuscados o argumentos inverosímiles; porque, a pesar de su aparente sencillez, esconden una técnica de la que otros carecen y porque, al leerlos, te das cuenta de que al leer otras cosas, pierdes el tiempo y siempre acabas volviendo a ellos.

    Lo triste de todo esto es que en el colegio, salvo excepciones, nos enseñan a odiar a los clásicos. Porque nos hacen leer, cuando no tenemos edad para ello, a Gonzalo de Berceo, a Baroja, a Unamuno, al Lazarillo de Tormes, a La Celestina… cuando lo que deberías leer sería La isla del tesoro, La vuelta al mundo en 80 días… o incluso a Harry Potter. ¡Leer, leer es lo que importa! Pero no se consigue la afición a la lectura haciendo que un niño de 12 años lea a Fernando de Rojas. Lo raro es que, después de esas lecturas obligatorias, a alguien le siga quedando alguna afición lectora. Más que raro, es un milagro.
    ¿Cómo es posible que los lectores adultos españoles hayan leído antes Mme. Bovary que La Regenta? ¡Cómo es posible! ¿Cómo se puede leer antes a Dickens que a Galdós? Pues es posible, vaya si es posible; yo lo sé bien.
    Y conozco a grandísimos lectores que pasan de largo ante las estanterías de los autores españoles, y prefieren comprarse un libro de un autor inglés antes que leer a Valera, Alarcón o Pardo Bazán. Con esto no quiero decir que los autores españoles sean mejores que los extranjeros, ojo (a pesar de que el placer de leer un autor en castellano no sea comparable a leer una traducción, por buena que esta sea), lo que quiero decir es que en el sistema educativo de este puñetero país no se crea afición a la lectura, más bien todo lo contrario. No sé si esto habrá cambiado en la actualidad, pero en mi generación, las cosas fueron así.

    Y ahora cambiando de tema (menudo chorizo estoy escribiendo hoy) y volviendo a las preguntas de Javi: ay, jomío… has dado en el clavo.
    Te aseguro que a veces me dan ganas de encontrar el freno de este mundo y pisarlo a fondo. No sé si es que, a medida que pasan los años, una se va haciendo más «antigua», pero lo cierto es que, últimamente, todo lo que tenga que ver con lo visual, lo tecnológico, lo instantáneo, lo efímero, lo volátil… me espanta y me horroriza.

    Detesto los libros electrónicos que no son libros, sino simples archivos; detesto las redes sociales que son todo menos sociales; detesto esos mensajitos en los que te controlan hasta el número de caracteres para que no escribas cosas demasiado profundas; detesto el famoso whatsapp ese que todo el mundo usa y que los mantiene pegados al teléfono todo el día como si fueran tontos; detesto los móviles que parecen ordenadores, gracias a los cuales no puedes tener una comida tranquila sin que tu vecino esté todo el rato con el aparatito; detesto todo lo que huela a avance tecnológico brutal y que, dentro de unos meses, estará obsoleto y viejo.

    Me gustan las conversaciones en la que veo la cara a mi interlocutor, me gusta desarrollar un argumento sin que me controlen las palabras, me gusta usar el teléfono sólo para dar un recado, me gusta que me dejen leer tranquila sin estar oyendo mensajitos todo el rato, me gusta oler los libros, hojearlos, tocarlos, acariciar sus páginas, señalar por dónde leo con un marcapáginas bonito, y me gusta que, cuando hablo, me presten atención y no estén todo el rato mirando el móvil. Por eso cada vez compro más libros (libros, no archivos), y de mejores ediciones. Porque tengo la sensación, desgraciadamente, de que la mayoría de la gente ya no es como yo, y de que, o me espabilo, o dentro de poco tendré que olvidarme de uno de mis mayores placeres: ir a una librería, sacar libros de sus estanterías, olerlos, mirar las ilustraciones, acariciar las portadas… Me da la impresión de que (y esto os parecerá una tontería a algunos) tengo que acaparar, porque, dentro de no mucho tiempo, no podré comprar ni leer lo que yo quiera, porque mis autores habrán desaparecido, y solo se encontrarán en librerías de segunda mano (si es que no desaparecen también).
    En fin, supongo que a la mayoría todo esto os sonará un poco a catástrofe o cataclismo, pero… es que, como dice Ario, solo veo morralla por todas partes. O, a lo mejor, toda esta melancolía se debe al tiempo, porque no para de llover…

  24. Ascanio dice:

    Cielos, acabo de asustarme por el tamaño de mi comentario…

  25. Ascanio dice:

    Y como no hay dos sin tres, quería puntualizar algo que creo que no he dejado muy claro (no me extraña con todo el rollo que he largado). No estoy poniendo por encima a los españoles por encima de los extranjeros (jolín, no hay más que conocer un poco mis gustos, o simplemente, ver de qué va la reseña de este hilo), sino, simplemente, quería dejar claro que, o dejan de obligar a los niños a leer autores españoles (que son los que se mandan -o mandaban- en el colegio) del año del catapúm, por muy clásicos que sean, o mal vamos.
    ¿A que tampoco me he explicado ahora? Me lo temía…

    1. Javi_LR dice:

      Ah… los ladrillos. Todo se pega en esta vida.

  26. Publio dice:

    Totalmente de acuerdo contigo, Ascanio, en lo tocante a lo que nos hacían leer en la escuela cuando todavía no teníamos edad para ello. Haciendo que uno acabara harto de los clásicos. De acuerdo también con lo de los móviles, que uno no puede mantener una conversación sin que alguien te suelte “pues mi nuevo móvil…”

    Pero, y aunque prefiero los libros en Braille, libros que puedo tocar, oler… Sin embargo, bienvenidos sean los archivos que me-nos permiten a los ciegos acercarnos a una mayor multiplicidad de libros ya que, los archivos informáticos o grabados son más baratos de producir y por tanto a la ONCE le cuesta menos dinero y de ahí que la publicación en Braille, a pesar de la propaganda de la misma ONCE, sea mucho más escasa que la grabada o informática.

    Por cierto y cambiando de tema es que Cumbres Borrascosas es difícil de digerir, Jane Eyre a mi entender es bastante mejor que el libro de Emily Brontë aunque por supuesto es una cuestión de gustos.

  27. Farsalia dice:

    A mí me encanta cuando descubro, sea personalmente en la librería o en webs de editoriales, que se reeditan «clásicos». Aunque hay maneras y maneras; anoche, mientras compraba algo para cenar en el Opencor de la esquina de casa, veo que tienen en el espacio de libros, una edición en tapa dura de precisamente Los miserables de Victor Hugo; en la portada estaba la carátula de la película, práctica horrenda donde las haya, pero me puse a hojearla. Más allá de la letra pequeñísima, me echó para atrás el hecho de que no apareciera el nombre del traductor. Y no es que fuese a comprarlo (ya tengo un par de ediciones en casa), pero así, de cualquier manera, no gracias; no compro eso ni me parece decente esa edición. Pero cuando salen nuevas ediciones de pongamos Dostoievski en Alainza (que son reediciones, pero tanto da), cuando alguna editorial presenta otra traducción de tal clásico, me encanta pasar las páginas, echarle un vistazo a la introducción especial, pasar las páginas, releer algún fragmento como si con la nueva traducción fuera la primera vez… Los clásicos no es que pasen de moda, es que nunca dejaron de estarlo, y siempre están de actualidad.

    Cada vez leo menos novelas «de hoy en día» (aunque mañana seré de los primeros en comprar la última novela de John Irving, Personas como yo, uno de esos pocos herederos de Dickens que van quedando) y más bien me apetece releer incluso autores clásicos, incluso los de hace unas poca décadas y que no son decimonónicos. La morralla de la novela histórica no es que me indigeste, ni siquiera me abre el apetito. Y en cuanto al fenómeno de los book trailers… en fin, me reservo la opinión.

  28. Valeria dice:

    Los cachivaches electrónicos no son malos por sí mismos, somos nosotros los que hacemos un buen o mal uso de ellos. No pienso dejar de comprar libros en formato papel (ese olor, esa sensación de abrir la portada y sumergirte…) pero que para los que hacemos algún viajecillo que otro, o los que algún día tenemos que comer cualquier cosa por ahí, el lector electrónico es una gran ayuda para nuestra espalda y mejora el estado de las costuras de nuestros bolsos.

    Puestos a hablar de temores, aún tengo un marca en la nariz por una estantería llena de libros -de los de verdad- que se me cayó encima hace unos años, y no por eso he dejado de disfrutar con ellos, incrementar su número y apilarlos convenientemente; sólo soy más cuidadosa con los soportes inestables.

    También poseo una especial filia por la adquisición librera, pero no porque piense que me voy a quedar sin material, sino por puritito vicio. Piensa, Ascanio, que el paso del tiempo no necesariamente significa pérdida: a veces nos trae nuevas ediciones con hermosas ilustraciones, reediciones de libros ya olvidados, o incluso traducciones de originales que nunca pudimos encontrar.

    Con lo que sí que no puedo es con la política lectora escolar, al menos con la que a mí me toca. En el caso de mi hija pequeña se pasan de progres: tantos valores quieren inculcar en las criaturas con la lectura, que ésta en vez de disfrute es penitencia. Mi hija se deprime cada vez que tiene que leer un libro de los obligatorios: cuando no es un embarazo adolecente es un problema de drogas o un caso de acoso o un estropicio familiar. Eso sí, siguen sin catar a Julio Verne, Emilio Salgari o Wenceslao Fernández Flores (lo cito por citar uno de por acá). La Isla del Tesoro lo ha leído porque en mi casa es delito no leerlo. Todos los años protesto por lo mismo, pero ni caso me hacen.

  29. Ascanio dice:

    Publio, si la técnica está aplicada a lo que tú dices, bienvenida sea, hasta ahí podíamos llegar. A veces pienso que ese sería el único caso en que yo «pasaría por el aro» de leer algo en formato electrónico.
    Este fin de semana he estado en Plasencia, y entré en un bibliocafé (al que ya había entrado en otro viaje anterior) y que solo tiene libros de ediciones buenas: Funambulista, Zorro rojo, Impedimenta, Contraseña, Valdemar, Páginas de Espuma, Alba, Acantilado, Nórdica… Estaba también el de «Cartas» de Austen, ¡pero no estaba Evohé, Jefe! Vas a tener que ir allí (y de paso haces turismo por Extremadura, que es preciosa vayas donde vayas) o mandar a Lantaquet. Y ya me he perdido… ¿esto a qué venía?
    Mmmm…
    Ah, venía a que en esa librería, que tiene muchísimo encanto, no había ni un libro de Ken Follet, ni de Julia Navarro, ni de Javier Sierra, ni nada que se le pareciese.
    ¿Hay algo más agradable que entrar en una librería de este tipo, pedirse un cafelito, escuchar buena música y estar rodeado de ediciones tan buenas? Ah, qué placer…
    Por eso no quiero que desaparezcan este tipo de librerías, tan escasas y tan valiosas, para ser sustituidas por una web en la que te descargues un archivo. Eso es lo que me da miedo, con tanta técnica, tanto e-book y tanto i-pad.
    Y con respecto a las traducciones, yo también las miro con lupa. De hecho, cuando encuentro un clásico francés traducido, por ejemplo, por Mauro Armiño, ya sé que va a ser para quitarse el sombrero, y que la compra es una compra segura. Y lo mismo me pasa con Marcelo Cohen, con Francisco Torres Oliver y con tantos otros.
    Y si una traducción no me gusta, o considero que es deficiente, escribo al editor sin pensármelo dos veces. Generalmente esto les gusta, y lo agradecen. Ya me ha pasado con varias traducciones de distintas editoriales, y nunca he tenido una mala respuesta. Alguno, incluso, ha reconocido que la traducción era muy mala a pesar de sus esfuerzos posteriores por intentar arreglar el desastre (las traducciones de Marian Womack, por ejemplo, -que ha trabajado tanto para Impedimenta como para Páginas de Espuma- me parecen deplorables).
    Con respecto a lo de utilizar de portada de un clásico un fotograma de la película, no puedo estar más de acuerdo con Farsalia. Es que tira para atrás. Lo mismo si me ponen en la faja promocional algo como «la mejor novela desde el Ulises de Joyce», o «la novela más vendida desde tal o cual», o «la novela en la que se basa la película blablabla». Para mí es un espanto, en vez de un reclamo. Es lo peor que pueden hacer para intentar venderme un libro.

    Hala, otro rollo que he soltado. Debe ser que hace dos días me encontré en la fiesta de la matanza de Alcántara. Si no, no se explica tanto chorizo.

  30. Ascanio dice:

    Eso es lo que pasa por escribir tanto: que se me cuela Valeria por medio.

    Valeria, no solo compro por atesorar: es que no puedo evitarlo. Es que la gula me carcome y el ansia me devora; y lo peor de todo es que cada día que pasa tengo más y más apetito de libros… Tengo tantos en casa que no podré leerlos en esta vida, y aún así, sigo y sigo comprando. De hecho, estoy esperando un pedido de 5 libros, y hoy ha venido el de mensajería ¡¡y yo no estaba en casa!! Así que tengo que esperar hasta mañana que vuelva… y no te imaginas el mosqueo que he pillado.
    Grrrrrrr… me ha dado una rabia… qué corajeeeee…
    Tampoco compro a tontas y a locas: de hecho, me gustaría tener ciertos libros y no los compro porque no ha salido aún una edición que me convenza. Eso sí, cuando la veo ¡pa mí!

    1. Javi_LR dice:

      Hablando de niños, de lecturas y, por supuesto, de Stevenson. Porfa, id a las 2 horas y 21 minutos del programa. Hay un Javier y una Irene que me suenan.

  31. Ascanio dice:

    ¡¡¡Recáspita!!! ¡Qué famosos sois!
    Y yo digo lo mismo que Irene: ¡Quiero que algunos libros no se acaben nunca!
    Ay, Stevenson, qué gran hombre.

  32. pepe dice:

    Emocionantes la reseña y los comentarios, por muchas razones. Según cuenta una de las sobrinas, a Jane Austen le gustaba mucho la música y solía tocar todos los días, al pareer en solitario. Se trataba de canciones y pequeñas piezas de cámara no muy difíciles. Se han publicado varias recopilaciones de esta música, ya que se conservan varios libros de su biblioteca con partituras, muchas de ellas transcritas de su popia mano. En este artículo se dan más detalles de todo esto:
    http://www.jasa.net.au/l&t/piano.htm
    y en este enlace se puede escuchar una de las canciones:
    http://www.youtube.com/watch?v=YrJHg0GupiQ

  33. Vorimir dice:

    Stevenson, Verne, Salgari y Waltter Scott son «clásicos» menos densos (al menos las obras que he leído) a los que he hincado los dientes muchas veces y siempre me han gustado por ser lecturas más ligeras, más de aventuras y quizás por haber ido a ellas con menos pretensiones.
    Cuando me refería a clásicos que me echan para atrás hablaba sobre los «tochones clásicos» más bien, por eso señalaba a varios autores; no todos los clásicos ni toda la novela del XIX me repele. :D

  34. Ascanio dice:

    Hola, pepe de mis entretelas. Muy interesante el artículo que pones, adornado con un nuevo capítulo de la musiquilla (aunque me parece más una flauta travesera que un pianoforte…)
    Yo, que siempre he sido una apasionada de las casas-museo (todavía recuerdo la frustración de no poder ver la de Unamuno en Salamanca, cuando la dichosa encargada nos dejó fuera, en la calle, bajo una tromba de agua de mil demonios, porque habíamos llegado unos minutos tarde…), a mí, que me encantan las casas-museo, digo, me gustaría muchísimo ver la de Austen, en Chawton. Debe ser que soy una cotilla y disfruto viendo cómo vivía la gente en el pasado.
    A ver si alguien me lleva. De gorra, claro.
    Pues hablando de tochones, me he comprado varios hace poco, en ediciones buenas (las que tenía eran chungas-chunguísimas): Moby-Dick, Guerra y Paz, Anna Karenina, Casa desolada, El club Pickwick (traducido por Galdós, por cierto)… Así que cualquier día me pasa lo que a Valeria: se me cae la estantería encima de la nariz.

  35. pepe dice:

    La mejor traducción del Pickwick no es la de Galdós sino la de Jose María Valverde, creo que precisamente recibió el premio nacional de traducción por ella… pero hay que estar dispuesto a gastarse alrededor de 30 lauros en la edición de Mondadori. Me alegra que te haya gustado el artículo, princesa, y una reseña tan estupenda bien merecía una musiquilla…

  36. CalpurniaT dice:

    ¡¡ohhh!! Reseña relacionada con Jane Austen en HISLIBRIS. Ahora ya puedo decir que este mundo hislibreño es sublime. Tengo que buscar un ratito para entrar y poder leer vuestros comentarios.

    Leyendo el último que me sale en pantalla de pepe, decir que coincido contigo. Yo lo tengo, y decir que lo leí antes de adentrarme en los «clásicos» de Dickens y me fascinó. En esta traducción, no he leído la de Galdós, yo podía «oir» a Dickens y reconocer esa ironía fina y el humor tan característico que empleaba en sus obras. Coincido que la traducción es fundamental, que el traductor ha de percibir la esencia del escritor, no solo las palabras, porque sino puedes correr el riesgo como lector de «sentir» que ese libro no «es» de Dickens, en este caso.

    Y de Austen, el primero que leí, dos veces, es «Orgullo y prejuicio». Y aún lo recuerdo, y lo que me marcó fueron los personajes femeninos. Creo que Elizabeth Bennet es, como personaje, una de las mejores defensas de la condición femenina que se han hecho. ¡Cuántas veces he tenido que defender a esta escritora, a las hermanas Brönte, no tanto, pero cerquita también, de la estiqueta «literatura romántica» dicho además con rintintín! Pero si Elizabeth Bennet es una adelantada a su tiempo, defendiendo la personalidad propia y preguntándose continuamente sobre todo lo que la rodeaba.

    Y con Austen sufrí algo que me indigna profundamente, me robaron «La abadía de Northanger» en el curro, aunque por un segundo estaba hasta «contenta» porque alguien había robado un libro y no un monedero!!! Aunque me duró eso, un segundo. Me lo tuve que comprar de nuevo.

    Y también decir que, aunque escribiendo sobre Roma es fantástica, la «continuación» de Colleen McCullough «La nueva vida de Miss Bennet» no llega al original, no consigue recrear ni la atmósfera, ni a los personajes, ni las personalidades de los mismos. ¡¡Qué grande el Sr. Bennet!

    Bueno, que cundo tenga un ratito me paso, muchas gracias por la reseña Ascanio, que prometo leer con calma así como vuestros comentarios. Que tiene todo una pinta estupenda!!

    ¡¡Quiero tiempo!!

    saludillo
    CalpurniaT

  37. Ascanio dice:

    Pepe, también tengo la traducción de Pickwick de Valverde, en un volumen en el que vienen tres novelas más (Tess, de Hardy, El camino de la carne de Butler, y El molino sobre el Floss, de G. Eliot). De esa misma colección también tengo otro de novela francesa del XIX, y ambos me costaron muy baratitos de segunda mano. Y son dos tochos de cuidado y con su estuche correspondiente, además…

    ¡Hola, CalpurniaT! Me alegro mucho de que te guste Austen. No sabía que existía ese libro de McCullough; sí conozco, en cambio, el de «La muerte llega a Pemberley», de P. D. James. Empecé a leerlo, y cuando me di cuenta de que lo único que hacía en las primeras páginas era contarte un frío resumen de «Orgullo y prejuicio» lo abandoné por puro aburrimiento. No sé si luego mejoraba, la verdad, pero es que tampoco me quedaron ganas de averiguarlo.

    Ea, a ver si sacas un ratillo para leer la reseña y los comentarios, y nos cuentas.

    Besitos para todos.

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