BUG-JARGAL – Victor-Marie Hugo

Bug Jargal. Victor Hugo“La libertad puede adquirirse pero jamás se recobra”

Hubo un tiempo en que era preciso –tal y como sostiene Rousseau- volver a revisar el contrato social, cuanto que no observaba ciertas libertades individuales y colectivas que deliberadamente habían sido ignoradas. En el cap. IX de la obra citada, expone en tono solemne: “Se descubrirá que él (el fin que debe perseguir todo sistema de legislación) se reduce a los objetos principales: la igualdad y la libertad”. Y aún continúa: “la libertad, porque toda dependencia individual es otra tanta fuerza sustraída al cuerpo del Estado; la igualdad, porque la libertad no puede subsistir sin ella.” Sin embargo, parece que sus reflexiones en torno a esta cuestión lo conducen a algunas aclaraciones que se mezclan con no cierta mordacidad: “No debe entenderse por tal (por igualdad) el que los grados de poder y de riqueza sean absolutamente los mismos, sino que el primero esté al abrigo de toda violencia y que no se ejerza sino en virtud del rango y de acuerdo con las leyes; y en cuanto a la riqueza, que ningún ciudadano sea suficientemente opulento para poder comprar a otro, ni ninguno lo bastante pobre para ser obligado a venderse…”

Tales contradictorias y contundentes declaraciones y vituperios contra la sociedad de su entorno sólo responden a un propósito: el de encajar de algún modo el sistema capitalista en una sociedad igualitaria y liberal. Sin embargo, cierta máxima que se conoce pero que no se quiere difundir vino a echar por tierra toda la estructura que delicadamente había sido erigida en torno a esta frágil cuestión; y ella reza lo que sigue: que el reconocimiento público es directamente proporcional al capital del que se disponga. Y ello –me atrevo a conjeturar- no sería del agrado de una mente romántica como la de Juan Jacobo.

Estas violentas diatribas se sucedían en cierto país bañado por el Atlántico. Al otro lado del Gran Charco, tenía lugar algo de todo punto diferente. Todo tío Tom, salvo contadas excepciones, tiene cierto límite de aguante ante lo que algunos han de denominar el abuso de poder o, sencillamente, el ejercicio de las naturales capacidades concedidas por la gracia de Dios. Cuando allí se enarbolaba la bandera tricolor, se proclamaban las libertades individuales, el derecho al divorcio, el sufragio universal masculino, etc, etc, etc; aquí, se mascullaba bajo el silbido del látigo, veíanse hombres opulentos comprar y disponer de las vidas de pobres miserables cuyo único crimen se reducía a su distinto color de piel… Ambos lugares, regidos por las mismas instituciones, asambleas, sociedades, hábitos, etc, etc, etc. ¿Cuál es, pues, la diferencia entrambos que permite tal disparidad de disposiciones en las mismas asambleas? Pues unas dan la vida, las otras la arrebatan. En unas todos los individuos son- teóricamente- iguales en su ciudadanía; en otras, no se peca de hipocresía y todos los sujetos se agrupan distintamente en diferentes órdenes, que van desde el infra-humano al súper-humano.

El tío Tom ha tomado, en esta ocasión, otro nombre. Un nombre que se ajusta de manera más adecuada a sus propósitos, que no son otros que restablecer el contrato social de modo que se reconozca su derecho inalienable a la vida, a la libertad y, por ende, a la igualdad de derechos. El apelativo: Bug-Jargal, señor del Congo.

Tal y como advierte sino la más, una de las más brillantes estrellas del firmamento literario de todos los tiempos y uno de los más insignes fotógrafos del alma humana, el que esta obra que intento presentar al lector haya llegado a nuestras manos tiene cierto aire de circunstancia. El autor no pensaba sacar esta obra de la penumbra en que estaba como sepultada; pero al saber que un librero de la capital se proponía reimprimir su anónimo boceto, se ha creído en la obligación de evitar esta reimpresión poniendo él mismo al día su trabajo, revisado y en cierto modo rehecho, precaución que ahorra una molestia a su amor propio de autor, y al susodicho librero, una mala especulación.

En 1818, Victor-Marie Hugo, de dieciséis años de edad, hizo una apuesta sin la cual no podríamos disfrutar de Bug-Jargal. Apostó a que escribiría un volumen en quince días. Hízolo y el resultado de ello habría de ser, tal y como se ha dicho, objeto de interés en 1832, cuando Victor no carecía ya de cierto nombre. Recompuso las páginas producto de su juventud sin que, por ello, dejara de ser la primera hija literaria que, a semejanza de Atenea, saliera de la cabeza del genial poeta.

En esta primogénita se aprecian algunos rasgos característicos de la tumultuosa personalidad que se adivina tras los Miserables o Nuestra Señora de París. Sin embargo, si en éstos la corriente dominante y la actitud preponderante en el loado escritor es la de realismo, auténtico realismo en cuya inmensidad no tienen cabida ni las hipocresías ni las zalamerías para con el cuerpo de la sociedad, en aquélla, se vislumbra a un Hugo mucho más romántico, enamorado aún de la realidad, carente del tono de resentimiento amargo que parece teñir a sus deliciosamente miserables páginas de denuncia social.

Sin embargo, a pesar del ínclito y fervoroso empeño de Bug-Jargal por restablecer el pacto social de una manera más justa para con sus conciudadanos, sus aliados, los demás caudillos, cabecillas de las legiones de negros y de mulatos que asolaron Santo Domingo en 1791, pronto olvidan su inicial propósito de obtener la igualdad de derechos y ven conveniente el invertir las tornas y, como retribución por todos los daños y perjuicios sufridos bajo el yugo de los blancos, hacerse generalísimos, grandes mariscales y príncipes soberanísimos de Su majestad católica de no sé dónde. Para ello deben sembrar el terror entre los blancos, además de presentar sus exigencias a la Asamblea Colonial, de modo que ofrezcan alternativas a los blancos. Sin embargo, dicho ultimátum exige de los advenedizos aristócratas un dominio del lenguaje del que carecen. Leopoldo d’Auverney, capitán de regimiento y sobrino de uno de los más insignes ciudadanos de Santo Domingo, será el individuo que tenga la dicha de hacer de escriba para los SS.EE.MM.AA, esto es, Sus Excelentísimas Majestades Analfabetas. Todo ello, sazonado con las convenientes dosis de intriga y amor, hacen de Bug-Jargal una novela recomendable, primogénita del autor de los Miserables, súmmum de la narrativa y de la daguerrotipia del alma humana.

A pesar de que no alcanza ese clímax literario del que da fe los Miserables, bien es cierto que se le presentan al lector, en su conjunto, fragmentos de gran valía y que suscitan sentimientos encontrados en su persona. Transcribamos, a modo de ejemplo, algún fragmento de los susodichos:

El artesano sufrió primero su interrogatorio:
-¿Quién eres?- le dijo Biassou.
– Santiago Belin, carpintero del hospital de los Padres Religiosos en el Cabo.
Alguna sorpresa, mezclada de vergüenza, asomó en el rostro del generalísimo.
– ¡Santiago Belin!- repitió mordiéndose los labios.
– Sí- repuso el carpintero-. ¿Pues qué, me desconoces?
– Empieza tú por reconocerme y acatarme.
– ¡Yo no saludo a mis esclavos! […]

Y más:

[…] el generalísimo pareció que meditaba por un momento, y después dirigió al negro con suma gravedad estas palabras:
– Mucho me alegraría de premiarte
(haciéndote oficial), porque estoy contento de tus servicios; pero todavía se requiere otra circunstancia más: ¿sabes el latín?
[…] Y desplegando un estandarte en que estaba inscripto el versículo del salmo In exitu de Aegypto, añadió:
– Explícame lo que significan estas palabras.
[…]- ¿Cómo es eso –exclamó-, pícaro desvergonzado? ¿Tienes el atrevimiento de querer ascender a oficial y no sabes latín?
[…]- Escúchame, bruto: In exitu, ningún soldado; Israel, como no sepa latín; de Aegypto, puede llegar a oficial.

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18 comentarios en “BUG-JARGAL – Victor-Marie Hugo

  1. pepe dice:

    Hermosa y sorprendente reseña, Atilio, que abunda en dos de los más preciados bienes del ser humano: la igualdad y la libertad. Otro bien precioso es la vida, que le acaba de ser arrebatada hoy a un hombre delante de su mujer y de su hija. Y aunque suceda a diario que cientos de personas mueran a manos de malvados, de sicarios, de fanáticos o de perturbados que destrozan familias enteras y pueblos enteros no podemos ni debemos acostumbrarnos a ello.

  2. Aretes dice:

    Estupenda reseña, Atilio. Imagino que al genio del Victo Hugo maduro se sumará el entusiasmo y la frescura que dan esos quince años. Es uno de mis autores favoritos y desde luego si me topo con el libro, seguro que habré de buscar en los de segunda mano, no lo dejaré pasar.
    Gracias por el análisis y por ponerla en el tapete.
    Pepe, a este dolor no se acostumbra nunca la gente de bien.

  3. lola2 dice:

    Qué buena reseña gracias

  4. Ariodante dice:

    Mi enhorabuena, Atilio, por esa espléndida reseña. Nos has descubierto un Hugo nuevo, y a mi, concretamente se me ha despertado el interés por leerlo, desde luego. Pero quiero decirte que, la reseña en sí, ya me parece muy muy buena.
    Estoy con Pepe y Aretes: uno no se acostumbra a las muertes gratuitas (ya cuesta acostumbrarse a la muerte normal) y sobre todo a la utilización de la violencia letal para manejos políticos. Añado mi pena y mi pasmo ante hechos que deberíamos haber desterrado hace tiempo y ante los que deberíamos reaccionar contundentemente.

  5. Laurence dice:

    Esquisita y cultivada reseña Atilio. Felicidades. Me ha impresionado (aunque no estoy de acuerdo con la máxima con la que inicias tu exposición).

    Un saludo.

  6. Ariodante dice:

    Yo tampoco, Laurence. Tampoco estoy de acuerdo con la máxima inicial.

  7. Laurence dice:

    Uiss, y ahora que me doy cuenta…. Exquisita, exquisita…. de dónde habrá salido esa «s»…. :S

    Es que aceptar esa máxima implica renunciar a demasiadas cosas, ¿verdad Ariodante?.

    Un saludo.

  8. Atilio dice:

    Buenas tardes,

    Quizás, respecto de la máxima, debiera añadir las frases precedentes que se encuentran en El Contrato…

    (…) Pero estos acontecimientos son raros, son excepciones cuya razón se encuentra siempre en la constitución particular del Estado exceptuado, y que no pueden tener lugar dos veces en el mismo pueblo, porque éstos pueden hacerse libres cuando están en el estado de barbarie, pero no cuando los resortes sociales se han gastado. En tal caso, los desórdenes pueden destruirlos, sin que las revoluciones sean capaces de restablecerlos, cayendo dispersos y sin vitalidad tan pronto como rompen sus cadenas: les es preciso un amo y no un libertador. Pueblos libres, recordad esta máxima: «La libertad puede adquirirse, pero jamás se recobra.

    Leída en este contexto, quizás se puedan comprender los pensamientos que condujeron a J.J. a formular dicha máxima. Sin embargo, aparte de mi opinión acerca de la misma, es indudable que en la rebelión de los esclavos de Santo Domingo se limitó a destruir «los resortes sociales», sus engranajes, sin sustituirlos por otros.

  9. Ariodante dice:

    ¿Puede tener algo que ver esta obra con El Siglo de las Luces, de Alejo Carpentier? porque me da la impresion de que va un poco por ahi…

    Pueblos libres, recordad esta máxima: “La libertad puede adquirirse, pero jamás se recobra.

    Si, supongo que en el contexto funciona, aunque yo nunca hablaría de pueblos, porque es engañoso. Nos entendemos cuando decimos que un pueblo es libre o que está dominado, pero propiamente hablando, la libertad es precisamente la característica más importante del individuo humano, lo que le define como humano. Y la capacidad de decidir (el libre albedrío) es individual, única e intransferible. Incluso la de decidir no tomar decisiones. Y es igual en todos: ahi radica el concepto de igualdad, que todos tengamos la misma libertad de decidir. Ante la libertad estamos solos (como ante todo lo que pasa en la vida, si nos ponemos en plan serio), por mucho que hablemos de «pueblo» y de sociedad, etc. Nadie nos salva de decidir, y en el caso de que lo hagan, no nos están salvando, precisamente todo lo contrario, nos están suplantando y por tanto, machacando.

  10. Atilio dice:

    La obra de Carpentier se desarrolla en la Habana. Supongo que sí, que guarda ciertas similitudes y que será mucho más rica en profundidad que ésta de Victor Hugo.

    El derecho fundamental e inalienable a la libertad y, por ende, a la igualdad.
    Rousseau sostiene, al principio de su contrato, que el hombre posee dos tipos de libertades (creo que no utiliza este término) : la que le es conferida por la Naturaleza, semejante a la de los demás seres vivos que publan el globo; y la que nos otorga la sociedad, a la que entregamos nuestra primigenia y más instintiva libertad, para beneficiarnos de una multitud de puntos que pasa (J.J.) a definir a continuación.

    Sin embargo, ¿crees realmente que esto en la práctica, en la realidad, es así? Ya se sabe que el papel lo aguanta todo… pero el dinero lo sostiene todo.

  11. Ariodante dice:

    No estoy demasiado de acuerdo contigo, Atilio. el dinero e importantísimo y mueve….casi todo, hoy en día. Eso es cierto. Pero quiero creer que aun queda gente honrada que no se deja comprar y que para mantener su libertad prefiere vivir una vida en condiciones mas humildes e incluso pobres, pero sin besarle el culo a los poderosos. Mira los filófsofos…Lo que más se ve es lo que llama la atención, los famosos, los que salen en la tele, los poderosos, los banqueros, los futbolistas…etc pero la gente de a pie, aquellos que cumplen con su obligación, van a su trabajo, no tienen grandes aspiraciones, o se las tragan con tal de no arrastrarse por el fango, esos son desconocidos, pero existen, te lo aseguro. Yo conozco a varios. Seguimos siendo libres en nuestro interior, y si somos honrados, nos mantendremos libres. Incluso aunque nos veamos en situaciones peores, podemos sobrevivir con dignidad. Eppur si muove!

  12. Atilio dice:

    Hablas como si yo formara parte del club de los otros, lo que más se ve, que es lo que más llama la atención. Personalmente, comparto tu parecer en torno a este asunto: es decir, creo que es preferible conservar la libertad de elegir (o, tal como señalas, incluso de decidir no tomar ninguna decisión) a besar el culo a los demás y, con el beso, al tiempo que se ganan puestos en la escala social, perder la dignidad, el inalienable derecho a la dignidad humana. No obstante, esta opinión me ha valido, en múltiples ocasiones, el que determinados individuos me tacharan, a lo largo de mi corta existencia, desde idealista hasta soñador. Recientemente, en no recuerdo qué situación, una profesora me aseguró que dicho idealismo se debía a la edad, a la edad de las altas pasiones, y que ya pasaría todo ello. Yo creo que no, que si nos rendimos y aceptamos vivir bajo el yugo de una cosa que se llama dinero y que de seguro que subyuga, estaremos renunciando a cambiar el mundo, un mundo que no es nuestro, sino que pertenece a nuestros hijos y nietos, aún cuando apenas hemos empezado a disfrutarlo.

    Sin embargo, y a pesar de todo lo dicho, creo que es conveniente aceptar la existencia de ese agnte subyugador porque, de lo contrario, nos daremos de bruces contra la realidad, la cruda realidad.

  13. Ariodante dice:

    Cierto, cierto; no he querido dar una imagen tan idealista como la que parece que he dado. Sin dinero no se puede vivir, eso es real. Pero yo me refiero a esta locura del quiero más, del consumismo, del estar en un nivel que no es el mío, de desear estar por encima y para eso hace falta el dinero, del ansia de poder, en fin, de pasarse la vida deseando más. (¡Ay,Marco Aurelio, cuánto te echamos de menos!). Uno puede estar forrado de dinero e importarle tres pimientos (me diréis: «porque lo tiene»), pero es la actitud lo que cuenta. Lógicamente hay que vivir, hay que conseguir dinero para vivir dignamente, y si se está en determinados niveles de miseria no se puede pedir a alguien que haga heroicidades, pero, una vez sobrepasado esos niveles, que es donde se situa la gran mayoria, lo que habria que intentar es que a uno no le domine la ansiedad por el tener más como por el ser más, no sé si me explico.
    Lo que es cierto es que te dieron con la realidad en la narices, Atilio, cuando te dijeron que eras un idealista. Es verdad que lo que encuentras por doquier es lo contrario, desgraciadamente. Y lo de cambiar el mundo…en fin, yo me daría por satisfecha con cambiar a mi hijo, es decir, mejorarle (no cambiarlo por otro, jajaja)Y mejorarme a mí misma. Si sólo eso estuviera claro, ya seria fenomenal.. Lo demás sí que es idealismo…

  14. Rodrigo dice:

    Contertulios, y muy especialmente Aretes (por el interés que manifestabas): hay edición reciente de esta novela, de 2007 o 2008, por Editorial Losada de Buenos Aires. Aparentemente disponible en librerías españolas, no sé si en la Evoheteca.

    Saludos.

  15. Atilio dice:

    Se edita, además, junto con Claude Gueux, gran denuncia del sistema penal.

  16. Rodrigo dice:

    Eso es, Atilio. Un atractivo tándem al que me apunto sin demora.

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