AUGUSTO, EL PRIMER EMPERADOR – Anthony Everitt

Augusto, el primer emperador. Anthony Everitt“No poseía el genio político de Julio César, a quién ese genio acabó costándole la vida”.

Augusto es, con todo derecho, la segunda figura más importante de la historia de Roma. Y es importante remarcar segundo para situarle histórica y bibliográficamente. Augusto es el heredero y sucesor de Cayo Julio Cesar, y políticamente no cabe duda de que su figura fue mucho más fundamental para el futuro del Imperio Romano. Pero la historia y los historiadores solo han podido rendirse deslumbrados ante el brillo de su padre adoptivo. Sin duda con sobrados motivos, pero como en algún momento había que seguir con el curso de la historia,tenemos aquí esta biografía para hacerlo debidamente.

Julio César no dejó tras de sí más que su testamento y sus cenizas. Todo su programa político estaba basado en última instancia en su genio político y militar, en su inmensa auctoritas, y en el lazo personal tanto con sus tropas como con los cientos de poderosos clientes del clan de los Julios. Sus asesinos no se habían equivocado al suponer que matándole devolverían a Roma a la época anterior a su ascenso al poder. Solo se olvidaron de que esa época había sido la del caos y el desorden.

La generación de Sila y Mario había fracasado. Con César fracasó la suya. A la tercera generación de generales con ejércitos privados, la república sería la vencida en la lucha por imponer el orden en el Imperio.

El orden romano.

Es en ese mundo donde entra en escena Cayo Octavio. Cayo Julio César Octavio, por reciente adopción del Dios Julio.

Everitt traza un relato exhaustivo de la vida de Octavio Augusto agotando las fuentes existentes a nuestro alcance, y dejando claras las grandes limitaciones de las mismas:

– Tenemos un enorme caudal de información anecdótica sobre las costumbres diarias y el carácter de Augusto. Sabemos más de su dieta que de su campaña en Hispania contra los Astures y los Cántabros.
– Disponemos de abundante información, si bien políticamente sesgada, sobre su participación en las guerras civiles que le condujeron al poder.
– Carecemos de información suficiente, más allá de un cronología genérica, para detallar sus largos años de gobierno.

Con estos 3 condicionantes, Anthony Everitt traza una biografía en la que se conjuga la claridad expositiva con la amenidad, demostrando un buen estilo literario, y notable agilidad narrativa. Hay buenos historiadores y buenos escritores. Everitt tiene bastante de ambos, algo que no es tan común como sería deseable.

En cuanto al contenido, hay 3 bloques bien diferenciados:

Iº- La época anterior a la muerte de Julio César:

Aparte de los datos anecdóticos sobre su infancia y juventud, podemos concretar que Cesar procuró conocer a su sobrino-nieto cuanto le permitieron sus obligaciones. Era algo obvio, en la medida que no tenía más descendientes consanguíneos disponibles, y la pervivencia del clan de los Julios era vital. No obstante, de esto no puede entenderse una designación de Augusto como sucesor político. Solo como continuador, en un futuro relativamente lejano, del enorme poder adquirido por la Gens Julia.

IIº- Las guerras civiles:

Es la parte más detallada del libro y la más extensa, ya que es la que tiene más material en que basarse. Nos describe a un Octavio que no es un genio político y que carece de dotes militares, pero que sabe aprovechar las buenas oportunidades. Une su condición de heredero de una gran casa patricia a su origen itálico para unir a todos los italianos en un proyecto común frente a la corrupción asiática de Marco Antonio y su reina egipcia…y tiene éxito. En realidad la derrota de Antonio no le supuso demasiadas dificultades, el gran enemigo a batir siempre fue Sexto Pompeyo aliado con la falta de recursos que tantos años de guerra habían impuesto al Imperio.

IIIº- El principado:

Fuesen cuales fuesen los planes a largo plazo de Julio César, está claro que se los llevó al Olimpo con él. Cualquier programa político se hizo inviable sin su presencia ya que no había preparado mecanismo de sucesión alguno. Por esto la futura Italia uniformemente romana, regida por un líder vitalicio elegido en sucesión hereditaria, fue un legado de Augusto. En este proyecto une el populismo con el mimo a las clases altas, en las que confía para sostener la administración de un imperio cuya extensión dobla ( a pesar de presentarse así mismo como un pacifista).

Son muchas las cuestiones interesantes que plantea esta parte de la biografía, pero yo me quedaría especialmente con las siguientes:

– La evidencia de que Agripa, en sus últimos años, gozó de un poder colegiado con Augusto. Esto se demuestra con la concesión de los mismos poderes por parte del senado ( si bien no de los mismos honores, más huecos al fin y al cabo).

– La sospecha razonable de que el destierro de Julia tuvo menos que ver con asuntos morales que con un conspiración política de mucha más gravedad y alcance.

– Revaloriza la figura de Livia como una esposa querida y una figura poco controvertida. A pesar de la obsesión de Augusto por encontrar un heredero dentro de su propio linaje, no se divorció de su esposa estéril, lo que implica que debió sentir por ella un afecto profundo. Tanto que al morir decidió adoptarla para incluirla en la familia Julia. La imagen de la envenenadora sin escrúpulos de “Yo, Claudio” le resulta totalmente ajena, pero eso no implica que no fuese una mujer de enorme inteligencia y capacidad.

En conclusión, no solo un título necesario para completar una bibliografía raquítica en castellano, si no un buen libro sobre Roma. Totalmente recomendable.

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42 comentarios en “AUGUSTO, EL PRIMER EMPERADOR – Anthony Everitt

  1. farsalia dice:

    Cayo Julio César Octaviano, no Octavio, una vez adoptado.

    El libro de Everitt es una buena aportación a la historiografía sobre el personaje, si bien es muy dependiente de Ronald Syme y su ‘The Roman revolution’ (que, casualidades de la vida, me ha llegado hoy desde Osbow Books). Como Syme, Everitt distingue entre en Octaviano de las guerras civiles y el triunvirato, y el Augusto de la ‘res publica restituta’, del comúnmente llamado Principado. En este sentido, Everitt no aporta nada nuevo, pero sí que matiza algunas cuestiones acerca del período ya imperial, posterior a la «farsa» del 27 a.e.v.

    Qué no me gusta del libro de Everitt: para empezar, la asunción plena por parte del autor de la teoría suetoniana de quque Livia asesinó a Augusto con higos envenenados. Nunca sabremos cómo murió Augusto: las fuentes distorsionan el final de la vida de Augusto, ofreciendo más una realidad reinventada que una crónica fidedigna. El envenenamiento de Augusto es más una posibilidad que una probabilidad. Everitt lo asume más por cuestiones de Estado que por un simple crimen. Aún así, dicha asunción del ‘affaire’ marca el libro desde el prólogo.

    Hay bastantes errores, de conceptos y de traducción. Entre los primeros, por ejemplo, decir «tribunos del pueblo», cuando se trata de tribunos de la plebe. Con todo, uno duda si son errores del propio autor o del traductor.

    Qué me gusta del libro de Everitt: lo ameno que es, lo claro que analiza algunas cuestiones acerca del gobierno de Augusto (aunque no entra en demasiado detalle), lo divertido incluso que es en capítulos como la moral sexual de los triunviros o la vida privada del ‘princeps’. Ese es quizá el gran valor de la obra de Everitt (como lo es en su biografía de Cicerón), junto con un conocimiento exhaustivo de las fuentes del período.

    En definitiva, un libro más que recomendable, a pesar de las deficiencias antes mencionadas, que conviene estar en nuestra biblioteca personal y que, como suele ser habitual, es un punto de partido actual para profundizar en el personaje y su contexto.

  2. Urogallo dice:

    Octavio, ahora y para siempre…Aunque solo sea por la magnífica escena de «Cleopatra».

    «Ya le has robado hasta el nombre».

  3. farsalia dice:

    Octaviano, diga lo que diga la Taylor.

    Y si le roba el nombre entonces es Octaviano, para mayor inri.

  4. Incitatus dice:

    estoy desaparecido pero leeyendo el foro desde un móvil. Por eso escribo menos… Urogallo e incluso farsalia me habéis animado a leer este libro que tengo en casa pero apartado, en cuanto vuelva a casa, mejor a mi biblioteca, me lo cojo para la playa. Buena reseña urogallo.

  5. lola2 dice:

    Magnífico libro imprescindible para quien quiera leer sobre este emperador ya que hay muy poco escrito en castellano.

  6. Akawi dice:

    Como siempre Urogallo; ¡buen trabajo!

    Entonces quieres decir…¿qué este libro va de romanos? Ja, ja, ja.

    Bueno habrá que echarle un vistazo, a pesar de mi ascendencia griega pero sólo porque tú lo aconsejas.

    Un abrazo.

  7. Toronaga dice:

    Muy buen libro, disfrute con el.

  8. Germánico dice:

    Lo empecé anoche; apenas leí unas páginas, pero desde luego, destaca ya en ellas una importantísima cuestión: ¿cómo el salvaje Octavio se convirtió en el sabio y pacífico Augusto?

  9. Urogallo dice:

    ¿No convierte la vejez en pacificos a los temperamentos más salvajes?.

  10. Germánico dice:

    Sí, sin duda. Pero, ¿cómo Octavio, indolente y consentido, se transformó en Octaviano, violento y chungo, y luego en Augusto, magnánimo y pacífico? Joé, me intriga más esto que los tobillitos de Aquiles, que ya nos sabemos el truco de Tetis, tramposa y casquivana… Por mucho que diga Homero, tahur y griego, al fin y al cabo.

  11. Derfel dice:

    Lo que a mí de verdad siempre me intrigó del tema de Aquiles es por qué motivo se habla del «tendón de Aquiles» cuando lo cierto es que su madre lo agarró por el «talón» al sumergirlo.

    Si alguien me lo explica, en lenguaje normal y pa´niños, le estaré sumamente agradecido.

  12. farsalia dice:

    «Pero, ¿cómo Octavio, indolente y consentido, se transformó en Octaviano, violento y chungo, y luego en Augusto, magnánimo y pacífico?»

    ¿Y quién nos dice que Octavio, «idolente y consentido» se transforma en Octaviano «violento y chungo» y luego en Augusto «magnánimo y pacífico»?

    Porque Augusto de «magnánimo y pacífico» tenía poco…

  13. Germánico dice:

    Pues Octaviano, ni te digo…

  14. cavilius dice:

    Oye, y digo yo: ¿qué pinta el insigne a más de ciego Homero en este asunto de si el Dr. Jekoctavill se transformó o no en Mr. Hyaugustide? Y lo que es más importante si cabe: ¿acaso Augusto se inspiraba en la Ilíada de Homero y se expiraba en la Odisea de Melesígenes?

    Derfel, yo te explicaría el asunto del tandón y del telón de Aquiles, pero me temo que en lenguaje altamente téshnico y sofisticado.

  15. Derfel dice:

    Venga, Cavilius, me arriesgo…

  16. Urogallo dice:

    Farsalia, ¿Acaso el vejete Augusto, rodeado de sus nietecitos agripinianos montaba matanzas en el foro como durante su viril juventud?.¿Lo ves dirigiendo proscripciones varias?.

    Pués eso, de viejecito se volvió bueno y amable, y regalaba caramelos a los niños que destacaban en los juegos atleticos ( Suetonio).

  17. cavilius dice:

    (A ver qué le explico yo ahora…)

    Pues verás, Derfel: el buen Aquiles, héroe donde los haya y donde no los haya de la guerra de Troya, en realidad tenía tendones y talones, uno en cada extremidad inferior, para ser más exactos. Y el hombre resulta que se volvió muy peleón el día que se enteró que su padre se llamaba Peleo, y algo mujeriego cuando supo que su madre se llamaba Tetis. Y luego (o antes, bueno, qué más da, un mito es un mito) pasó que su madre le sujetó por un talón mientras le intentó remojar en la laguna Estigia para hacerle tan inmortal como ella misma; pero claro, eso es lo que cuenta el mito, porque en realidad ella le sujetó directamente del tendón. Lo que pasa es que si se hubiera contado así, hubiera resultado un mito un poco sanguinolento. Total, que el talón y el tendón de Aquiles quedaron sin remojar, con lo que el pobre Pelida Tetida quedó un tanto cojo. Y encima el bromista de Homero, siglos después, fue y compuso una bonita poesía sobre el cojo del talón en la que le llamaba a cada momento «Aquiles, el de los pies ligeros»; ay, qué gracia la de este griego… Y al final de la historia pasó que un tal Paris le disparó una flecha al talón, atravesando el tendón y bajando el telón a las vicisitudes iliónicas del bueno de Aquiles. Los troyanos celebraron la mala puntería del colega Paris, que en realidad estaba apuntando a la testarota de Aquiles, y los aqueos celebraron el entierro del de los pies ya nunca más ligeros, jurando venganza contra el arquero asesino al grito solemne de «siempre nos quedará Paris». Pero éste, que también era un gracioso de cuidado, escondido detrás de las troyanas murallas les contestaba que no se preocuparan, que les indemnizaría a todos por los daños ocasionados extendiéndoles un talón. Y claro, los aqueos, que en el fondo no se diferenciaban del arquero traicionero más que en la falta de erres en su nombre, se enfadaron un poco por la broma, y se pusieron a rezar a su dios ZeusElQueTodoLoPuede para que les permitiera culminar su venganza; la oración se conoció en la posteridad con la expresión de «Paris bien vale una misa». Y al final fue un tal PeleocTetis, o Filoctetes, o algo así, quien le disparó una flecha al franchute de Troya, y le mandó al otro barrio.

    Más o menos, Derfel.

  18. Ascanio dice:

    ¿Puede repetir?

  19. Derfel dice:

    Ah, vale, era eso…
    Hay ocasiones en las que uno se pasa la vida intrigada por los misterios más tontos, oye…

  20. Ascanio dice:

    ¿Estabas muy intrigadA, Derfel?

  21. Derfel dice:

    Mucho, Ascania

  22. farsalia dice:

    «Farsalia, ¿Acaso el vejete Augusto, rodeado de sus nietecitos agripinianos montaba matanzas en el foro como durante su viril juventud?.¿Lo ves dirigiendo proscripciones varias?.

    Pués eso, de viejecito se volvió bueno y amable, y regalaba caramelos a los niños que destacaban en los juegos atleticos ( Suetonio). »

    Si sigues leyendo al mismo chismosín de Suetonio, comprobarás que aparte de repartir caramelos y chucherías varias, el bueno de Augusto conquistaba, esclavizaba y deportaba a gran cantidad de pueblos, por no mencionar a varios miembros de su familia y a varios de la ‘nobilitas’ romana. Con todo ello, la leyenda de que el Octaviano asesino pasó a ser un afable Augusto es eso, leyenda. Los tiempos cambiaron, finalizaron las guerras civiles, pero no por ello Octaviano/Augusto se convirtió en una virgen vestal.

    Es tan falsa la imagen de un Octaviano cruel como la de un Augusto santo. Óbviamente, las fuentes del período se centran en esa dicolotomía, perpetuada en los tiempos; Juliano, en el siglo IV, llamaba a Augusto «camaleón», con lo cual ya vemos hasta donde llegó el estereotipo del personaje.

    Con suerte, alguna de esas fuentes del período recibió caramelitos, incluso algún sugu, y por ello recuerda al ‘tata’ Augusto como alguien bueno y adorable como un osito de peluche…

  23. Urogallo dice:

    Vaya, ¿Los romanos eran malos?. ¿Conquistaban a otros pueblos y practicaban la esclavitud!.

    ¡ Increible !.

    Voy a tener que hacerme griego…

  24. farsalia dice:

    Tan malos como cualquier otro pueblo antiguo… o moderno.

    «Augusto» el pacificador… uno de tantas frases manidas sobre el personaje. De pacificador, poco: las conquistas de Retia, Nórico, Panonia y la Mesia están ahí. Y no se metió en Partia porque sabía que aquello era un berenjenal.

  25. Urogallo dice:

    Vamos, vamos, que espíritu tan critico…No se puede hacer una Pax Romana sin romper los huevos ( de las gallinas que llevaron a Grecia los persas de Dario, claro).

  26. farsalia dice:

    Esa mitomanía…

  27. Urogallo dice:

    Esa Iconoclastia juvenil…

  28. Valeria dice:

    ¿Hablais de Augusto, o de Chuk Norris?

  29. Javi_LR dice:

    ¿Y Cavi de Aquiles? Lo de la erre de los arqueros me ha matado.

  30. Valeria dice:

    Aunque tarde, me pronuncio. Una lectura muy recomendable. Es cierto que me sorprende que un autor, después de negar la mala fama de Livia, se apunte a la teoría del suicidio asistido (o sea que no era una envenenadora… hasta el final ) Pero me ha encantado el libro. Y también que se reivindique a ese gran desconocido para el público en general que era Agripa, y sin el cual Augusto no sería más que Octaviano.

    Y que alguien les diga a los de la editorial que revisen el texto. Cuando leí que Cesar mató a Catón, pese a que estaba avisada -gracias, German- se me pusieron los pelos de punta.
    Saludos.

  31. Germánico dice:

    De nada, pero a mí me gustó más el mapa que ubica el Mar Muerto en nuestro Ponto Euxino. Eso es pa’nota.

  32. Vorimir dice:

    Negro, Muerto… Algo chungo era, jejeje.

    Bueno, casi todos los libros suelen tener algún gazapo.

  33. Germánico dice:

    Lo de Catón es algo más que un gazapo. Bueno… siempre queda el socorrido recurso de echarle la culpa al traductor y al corrector, y a sus colegas que no se dieron cuenta.

  34. Messala dice:

    Hablando de esa «transformación» de Octavio/Octaviano/Augusto de cruel y sanguinario a bondadoso y afable. Tenemos más ejemplos en otros emperadores: Calígula era bueno antes del ataque y un monstruo después; Claudio era tonto antes de ser emperador y listo después; Nerón era un santo antes de la muerte de Agripina y un demonio después. ¿No habría una especie de antítesis en la historiografía antigua de los emperadores julioclaudios?

    Por otra parte, ¿sabeis de alguna biografía de Claudio en español?

    Un saludo.

  35. abril dice:

    augusto fue un mal rey por eso el mes de agosto se llama asi porque en ese mes ocurren desastres (muertes)en adultos mayores y niños

    ABLO EN SERIO ME LO DIJIERON EN LA IGLECIA ME TIENEN QUE CREER

  36. Antígono el Tuerto dice:

    ?¿?¿¿?¿?¿????
    a) Augusto no fue rey, sino emperador.
    b) ¿De dónde sacas que en Agosto muere más gente?

  37. Urogallo dice:

    En el hemisferio norte puede que sea verdad, por el calor. En el sur lo dudo.

  38. Farsalia dice:

    Y es que para hacer bien el amor hay que venir al sur…

  39. Antígono el Tuerto dice:

    He ahí porque Marco Antonio fue a Alejandría :-))

  40. Urogallo dice:

    ¡Roma Invicta!

  41. luis dice:

    muy buena biografia

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