ASESINATO EN LA CATEDRAL – T. S. Eliot

ASESINATO EN LA CATEDRAL - T. S. Eliot«Un hombre no puede servir a dos señores». (Cita atribuida a santo Tomás Becket).

Recordando la historia.
Un día de 1170 la cólera del rey Enrique II de Inglaterra invadió los salones, exaltó las pasiones y forjó la historia.

«¡¿No hay nadie entre mis servidores que vengue la afrenta que me inflige este miserable sacerdote?!»

Aquel terrible día los muros del castillo se estremecieron, las frías losas se horrorizaron y las palabras retumbaron. Los tapices no amortiguaron las voces, las paredes no ahogaron los gritos y el musgo no suavizó la infamia. Aquel infausto día cuatro leales caballeros normandos, Reginald Fitzurse, William Tracy, Richard Brito y Hugh de Morville recogieron el guante de la furia real y partieron hacia el condado de Kent en busca del arzobispo de Canterbury y ex-canciller del rey Enrique II, Tomás Becket, con el único propósito de asesinarlo.

becket1La muerte de santo Tomás Becket ha representado, desde hace siglos, la lucha entre el poder temporal y el poder espiritual. El arzobispo de Canterbury, canonizado apenas tres años después de su muerte, encarna la resistencia de la no violencia y la aceptación del martirio frente a la tentación de la riqueza y la seducción del poder material. La crueldad y el ensañamiento de su asesinato envolvieron su recuerdo en un halo de leyenda, su trascendencia fue alimentada por testimonios como el de su secretario y biógrafo Edward Grim (cuya lectura recomiendo a aquellos que tengan curiosidad y conozcan un poco el idioma inglés) y su sacrificio se plasmó en pinturas, adornó vidrieras, esculpió relieves, erigió iglesias e incluso inspiró literatura por todo el orbe cristiano.

En torno al autor.
 El poeta, dramaturgo, ensayista y filósofo inglés Thomas Stearns Eliot –Missouri 1888, Londres 1965-,  más conocido como T. S. Eliot, se autodenominaba como «clásico en la literatura, monárquico en política y anglocatólico en la religión». No es de extrañar, ante esta declaración de intenciones y principios, que adquiriera la nacionalidad británica en 1927 a la vez que adoptaba la religión anglocatólica -también llamada alto anglicanismo-, muy cercana al catolicismo romano y que explica la inclinación que el autor sentía hacia la Virgen María, los santos, los místicos y los mártires.  

En 1935 recibió el encargo de escribir una obra dramática para el Festival de Canterbury. De su prolífica pluma surgió Asesinato en la catedral, un breve -pero denso y nada superficial- drama lírico que recrea las últimas horas de la vida de Tomás Becket después de regresar a Inglaterra tras un exilio en Francia de siete años, motivado por las divergencias entre el ex-canciller y el monarca, en las que jugarían un papel esencial las Constituciones de Clarendon.

Acerca de la obra.
Eliot dramatiza un episodio medieval y lo transforma en una obra alegórica, estructurada en dos actos separados por un intermedio, el sermón de Becket la mañana de Navidad de 1170, en el que anuncia al pueblo de Dios que su propia muerte, en el martirio, está próxima. A semejanza del drama griego, la voz del pueblo emerge desde la figura del coro, representado aquí por un grupo de mujeres que se erigen en testigos del asesinato de Becket y que, en contraste con los momentos postreros del drama en que entonan un Te Deum esperanzado, al comienzo del primer acto permanecen anestesiadas por la desidia, la opresión, la miseria y la enfermedad, «viviendo y semiviviendo». Además del coro, Eliot dibuja otros protagonistas: un Becket atormentado por las tentaciones -una alegoría de las sufridas por Cristo- entre las que destaca, fundamentalmente, la tentación del orgullo henchido ante el propio martirio y el ansia de inmortalidad; cuatro tentadores; tres sacerdotes; los cuatro caballeros y, ocultos entre bambalinas, sin cuerpo pero presentes en espíritu durante todo el drama, los representantes de los poderes en contienda, Enrique II y el Papa. Todos y cada uno de ellos muestran un rol claramente definido en el drama; así, los tres sacerdotes simbolizan la obediencia del clero, los tentadores son reflejo de los íntimos pensamientos de Becket, los caballeros personifican los instrumentos del poder temporal del rey, y el coro, compuesto por mujeres pobres y simples, encarna el conformismo, el temor al cambio, la cobardía, la supervivencia y la sumisión.

La edición.
Afirmaba Carlos Pujol en su interesante artículo «Traducir a poetas» (revista Mercurio, nº 106, diciembre 2008) que «toda traducción de poetas es imposible», ya que la poesía es un tipo de literatura en el que las mismas palabras, su música, su ritmo, no es canjeable por supuestos equivalentes. Tomemos como muestra este fragmento de la obra reseñada aquí:

Now is my way clear, now is the meaning plain
Temptation shall not come in this kind again
The last temptation is the greatest treason
To do the right deed for the wrong reason

Y su traducción al castellano:

Ahora está claro mi camino, ahora es  su sentido manifiesto
La tentación no volverá de esta forma
La tentación postrera es la traición más grande
Hacer lo que conviene por un motivo falso

Es evidente que gran parte del atractivo de la obra radica en su musicalidad. Pero, ¿y aquellos que no dominan la lengua inglesa? ¿Deben perderse este bello drama cargado de simbolismo? La labor que Fernando Gutiérrez y José Mª Valverde realizan para Ediciones Encuentro es más que digna y, a pesar de que su traducción no es rima sino prosa, posiblemente resulta más fiel al original que un mero relleno de ripios sin sentido. Lástima que la editorial no haya tenido la idea de realizar una edición bilingüe; la reseñadora que suscribe hubiese disfrutado mucho más de lo que lo ha hecho (que no ha sido poco). 

Asesinato en la catedral, pasados setenta y cinco años de su edición y casi un milenio después de los acontecimientos que relata, no ha perdido ni un ápice de actualidad. Santo Tomás Becket quedaría sorprendido de lo poco que ha cambiado el mundo. 

T. S. Eliot
ASESINATO EN LA CATEDRAL
Ediciones Encuentro 2009

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55 comentarios en “ASESINATO EN LA CATEDRAL – T. S. Eliot

  1. Schwejk dice:

    A quien interese la historia padeciendo (menos) los ripios de Elliot tiene peli:

    Becket (1964)
    http://www.imdb.com/title/tt0057877/

    Sí, Richard Burton fue joven, y existía antes de Jodie Foster y sus corderos.

  2. Vorimir dice:

    Reseñón de Ascanio.
    No he podido evitar mientras la leía acordarme de la chufa de final de «Los Pilares de la Tierra», metido con calzador y sin tener nada que ver con la historia de la catedral. El mismo Follet dijo que no sabía como acabar la novela y se le ocurrió mezclar el asesinato de Becket…

  3. Urogallo dice:

    Vorimir el destripador.

  4. pepe dice:

    Antes que Carlos Pujol ya lo decía Cervantes: …que le quitó mucho de su natural valor, y lo mesmo harán todos aquellos que los libros de verso quisieren volver en otra lengua, que, por mucho cuidado que pongan y habilidad que muestren, jamás llegarán al punto que ellos tienen en su primer nacimiento.

    Estupenda reseña, Ascanio, no recuerdo que nadie se hubiera atrevido aquí antes con el teatro, pero igual me equivoco. En relación con la muerte de Becket hay una curiosa historia que tiene que ver con las ruinas de una iglesia de Soria:

    http://www.elpais.com/articulo/cultura/Tomas/Beckett/sigue/escondido/tablon/elpepicul/20090201elpepicul_6/Tes/

  5. Vorimir dice:

    Asi ahorro a la gente leerse «Los Pilares….». Además… como ya he dicho, nada tiene que ver ese final con toda la novela.

  6. Balbo dice:

    Reseñon. Felicidades Ascanio, ahora mismito corro a la biblio… bueno ira mi mujer pues yo estoy convaleciente con un fuerte gripazo. Señora Reseña. Enhorabuena

  7. ARIODANTE dice:

    Enhorabuena, querida Ascanio. Nada he leído de T.S. Eliot, y menos idea tenía de esta obra suya, lo cual hace que me maraville y me encanten descubrimientos como éste. La reseña es estupenda, las reflexiones sobre la traducción, tambien. Introducir teatro sobre tema histórico me parece una idea fenomenal. Digo «introducir» porque creo, con Pepe, que es la primera reseña en este plan…

  8. Aretes dice:

    Felicidades. Esto no es una reseña, es una autopsia de la obra.

    Me ha encantado la explicación de los poderes y sentimientos encarnados en los personajes.
    Lo de la edición bilingüe sería toda una innovación, desde luego.

  9. Clío dice:

    Fántastica y erudita reseña, marciana. Yo recuerdo con agrado la película de R. Burton y Peter O’toole.

  10. pepe dice:

    Ascanio, ¿dónde andas metida?, mira que tienes al personal impaciente por leer tus respuestas…

  11. Ascanio dice:

    Arf, arf… ya estoy aquí, por fin.
    Muchas gracias a todos, sobre todo por lo de «reseñón»; menudo «piropón» me habéis dedicado, de verdad.
    Iba a poner que yo tampoco recordaba ninguna reseña sobre teatro, pero de repente ¡pin!, se encendió la bombilla. Porque, Javi, «Los persas», de Esquilo, que tú reseñaste, es una tragedia, ¿no? Bueno, corrígeme si me equivoco, porque la verdad es que no estoy muy segura.
    Balbo, espero que cuando acabes de leerlo pongas aquí tus impresiones, que me interesan mucho, ciertamente. Cuando lo tengas en tus manos verás que es una obrita muy, pero que muy breve, pero comprobarás que no se trata de ninguna banalidad. Os aseguro que yo tardé en leerla más que algunos libros de muchas más páginas. Es una lectura densa, y además hay que leerla despacito para comprender todo su simbolismo. Es más, estoy segura de que no he llegado a descifrar -ni mucho menos- todo su significado.
    Aretes, me ha encantado lo de la autopsia. Cómo se nota que somos de ciencias…
    Ario, hubiera jurado que tú habías leído algo de T. S. Eliot. Fíjate qué cosas.
    Y Clío, lo de «erudita» no me lo dices tú en la calle. Habrase visto…
    Oye, Schwejk, ¿podrías explicarme lo de Richard Burton y «El silencio de los corderos»? Seguro que tiene una explicación lógica que todo el mundo ha pillado, pero es que yo no caigo, oye.
    En fin, que muchas gracias a todos otra vez.

  12. Ascanio dice:

    Ah, se me olvidaba. Pepe, alma de cántaro, si le das al enlace de mi reseña que pone «pinturas», verás que te redirige a una noticia muy parecida a la que has puesto tú.
    Pero vamos a ver, Pepe de mis entretelas, ¿no has hecho clic encima de mis vínculos? Con lo monos que me habían quedado…

    1. Javi_LR dice:

      Así es, marciana: Los Persas es género dramático 100%.

  13. Rodrigo dice:

    Yo nada más me sumo al dictamen: reseñón. Que me hace sentir como un bruto porque la obra no me dejó ningún poso… Lo cierto es que no le doy mucha importancia a mi impresión porque leí Asesinato… a edad demasiado temprana, alrededor de la veintena, cuando ni el autor ni el tema me llamaban demasiado la atención y cuando la densidad simbólica de la obra me superaba por completo. Más tarde leí un par de cosas más de Eliot y bueno, éstas sí que me impactaron, y positivamente.

    De todo esto deduzco que debo releer la pieza reseñada. Tu reseña es un gran incentivo, Ascanio.

  14. cavilius dice:

    Jo, pues a mí también me ha gustado mucho la reseña pero no pienso confesártelo, que igual se descubre que me gustan otras cosas además del yogurt griego (que por cierto no me gusta, mira tú por dónde). Me gustaría, por hacerte trabajar algo y porque no tengo ni idea, que explicaras un poquillo cómo y por qué sucedió lo que sucedió, así como el trágico desenlace de este buen hombre, cuyo nombre y apellidos utilizó un ex-jefe mío para bautizar a su hijo, lo cual no es denunciable pero debería serlo (sí, de nombre le puso Thomas Becket).

  15. Valeria dice:

    En mi casa nos volvimos locos para encontrarle a mi madre la película en español, pues tenía que hacer un trabajo para una asignatura de la carrera de Historia (y la pobre no tiene ni idead e inglés ).

    Con motivo de esa búsqueda, recuerdo que estuve hojeando la obra de Elliot. Supongo que la encontraré en la casa materna.

    A mí me gusta leer teatro. Y aunque no tengo el nivel de inglés que quisiera… soy firme partidaria de las ediciones bilingües y por supuesto, de las verisiones originales, máxime si hablamos de obras dramáticas.

    Tu reseña, marciana, me ha encantado -aunque es desesperante esperar a que un ordenador lento te abra tanto enlace-.

  16. juanrio dice:

    A mi me gusta el yogurt griego (sin azucar) y me ha encantado tu reseña, Ascanio. Lo de las traducciones…si traducir prosa es (debe ser) complicado, traducir poesia es imposible. Leo poca poesia, y menos si no esta en español, pero cuando quiero leer algun poeta extranjero intento encontrarlo en edicion bilingue; me da la sensacion, leyendo en su lengua, que acabo comprendiendola, que acabo cogiendo el ritmo que busca el poeta.

  17. Ascanio dice:

    Gracias, chicos.
    Cavi, te contestaré esta tarde cuando saque un ratillo. Y que sepas que me has decepcionado profundamente con lo del yogur griego. No me lo esperaba de ti, ciertamente.
    Valeria, tienes razón con lo del teatro en versión original, sobre todo en este caso, porque ya ves que es 100% verso. Ah, y pídele un ordenador nuevo a los Reyes, anda.
    Rodrigoide, tenía yo la idea de que esta obrita te había gustado mucho, fíjate. Me ha pasado contigo como con Ario; os he endiñado opiniones que parece ser que me he inventado.

    Como dijo Terminator: «volveré».

  18. Ascanio dice:

    Se me olvidaba. Juanrio, yo también leo poca (poquísima poesía). Y por eso me ha dado un poco de rabia que no fuera una edición bilingüe, porque para una vez que me pongo…

  19. richar dice:

    Pues yo, si es en verso, denso y sobre la Edad Media, como que sería incapaz de entender nada.

    Eso sí, con la reseña al menos me hago una idea sobre lo que trata el libro, ¡gracias marciana!

    Saludos,
    Richar. Pero qué inútil soy yo para leer poesía, teatro y todo lo que no sean instrucciones de los muebles de Ikea… ainsh…

  20. pepe dice:

    Ascanio, me alegra sobremanera que ya estés por aquí. No he caído en que había que pinchar en las palabras que estaban pintadas de otro color, impresionado como estaba por lo de las frias losas horrorizadas. Demonios, tú sí que sabes darle dramatismo a una reseña…

  21. Clío dice:

    ¡Te lo digo en la calle y donde sea! ¡Anda que tienes más salero que la Giralda!
    Yo tampoco entiendo mucho lo de Burton y Jodie Foster, me lo aclaren porfaplis!

  22. Ascanio dice:

    Jolín, Pepe, es que la vena gótica y tenebrosa me tenía que salir por alguna parte, hijo. Aunque reconozco que estuve a punto de suprimir totalmente ese primer párrafo, y hasta el último momento le estuve dando vueltas porque no me llega a convencer del todo, fíjate. Yo también creo que he estado algo «excesiva» y me he pasado un pelín. Tampoco la historia era para tanto, la verdad. Total, hay que ver el follón que se arma por unos cuantos espadazos en la cabeza…

    Cavi, ahora voy contigo.

  23. Ascanio dice:

    Joroba, y cada vez que lo leo me gusta menos… ¿a que lo borro después de todo?

  24. ARIODANTE dice:

    Yo creo que Schwejk se ha rayado y ha confundido a Richard Burton con Anthony Hopkins. Richard Burton, antes de engordar, protagonizó una magnífica peli, haciendo de Beckett con un genial aunque algo hiperactuante Peter O’Toole, encarnando, claro, al rey Enrique. Yo de cine, sí, pero de poesía voy un poco retardada…y no sé por qué, siempre le tuve un cierto prejuicio a T S Eliott, le tengo por un poco enloquecido, fíjate…creo que leí en alguna biografía que pasaba no sé qué con su mujer, no sé si era Virginia Woolf la que lo dijo, claro que la Woolf también tenía sus filias y fobias…en fin, que siempre me ha dado no sé qué leerle. Menudas chorradas estoy diciendo, cielos, es que me acabo de despertar de una siestecita. Estaba leyendo los Cuentos Vagabundos de Haefs y creo que he tenido pesadillas…

  25. pepe dice:

    No lo borres, Ascanio, por favor, es lo mejor que he leído aquí en mucho tiempo. Date cuenta de que, además de informar y todo eso, el deber de una reseña en última instancia es proporcionar al que la lee una pizca de felicidad. Hay que ir por Hislibris en particular y por la vida en general tratando de repartir un poco de alegría, de modo que deja que el musgo suavice tu exaltación, que los tapices amortiguen tus pasiones y no nos prives de ese párrafo que va a inaugurar un nuevo estilo literario: el góticobarroquismo.

  26. Ascanio dice:

    Respuesta para Jorroña-que-jorroña:
    Primero, y para comprender el arrebato de furia de Enrique II con el cual comienza la reseña, quizás habría que resumir un poco la relación que unía a Enrique II con Tomás Becket.
    Cuando tenía poco más de 20 años, y tras haber trabajado a las órdenes del Justicia Mayor de Londres, Becket entró al servicio del anterior arzobispo de Canterbury, Teobaldo, quien pronto descubrió sus dotes diplomáticas, su inteligencia y su sagacidad, y lo envió a París, Auxerre y Bolonia.
    Cuando Enrique II accede al trono, y aconsejado por el arzobispo, nombra a Becket Canciller del reino. Junto a esta relación cortesana y política, entre los dos hombres se desarrolla una fuerte amistad, llegando casi a establecerse un vínculo fraternal, en el que Becket ejerce el papel de “hermano mayor” del monarca.
    Los años de la cancillería fueron un auténtico despliegue de riqueza, pompa y boato, durante los cuales la influencia de Becket se afianzaba cada vez más.
    Bueno, aquí corto el comentario para darle a “enviar”, porque si lo hago muy largo igual me moderan.

    Querido Jorroña: paciencia con mis comentarios, porque como tengo al pitufo roncando la siesta aquí al lado en el sofá, tengo que ir apretando las teclas muy despacito no sea que se despierte y me suelte un par de exabruptos de los suyos. Y así voy de lenta, claro. Este comentario he tardado en escribirlo media hora. Bien, ahora vuelvo.

  27. Ascanio dice:

    Anda, dos comentarios nuevos mientras yo escribía el mío. Si ya os digo que voy lenta…
    Ario, ¿Anthony Hopkins no hacía de Ricardo Corazón de León en la película «El león en invierno»? Creo que también estaba Katherine Hepburn como Leonor de Aquitania. Por cierto, hace poco vi una nueva adaptación para la TV de esa obra de teatro, esta vez con Glenn Close como Leonor y me pareció muy interesante.
    Pepe, me sigue pareciendo un párrafo algo excesivo y recargado, pero si dices que te gusta…
    Bueno, voy a seguir contestando a Jorroña. Ahora vuelvo.

  28. ARIODANTE dice:

    Efectiviwonder, Ascanio,¡Biiiingo! Hopkins hacía de Ricardito Lionheart, of course, (pero no de Enrique II) y la Hepburn, con un pañuelo controlándole el parkinson borda el papel de Leonor de Aquitania. Y Peter O’Toole sigue haciendo de Enrique II, ¡qué tío! Mira que me gustaba a mi ese actor cuando yo era veinteañera…o tempora!

  29. Ascanio dice:

    Bien, hasta aquí todo parecía transcurrir con normalidad entre el rey y su canciller. ¿Qué ocurrió, pues, para que las relaciones entre ambos hombres se torcieran del modo en que lo hicieron? ¡Tachán! Sigamos con nuestra historia:
    Hasta la década de los ´60, Enrique II controlaba -o aspiraba a controlar- las instituciones eclesiásticas inglesas, algo que chocaba con la corriente reformista del papa Gregorio VII, defensor de la independencia de la Iglesia frente al férreo control real.
    Al fallecer Teobaldo, Enrique comienza la tarea de intentar convencer a Becket de que acepte ser el nuevo arzobispo de Canterbury, máxima autoridad de la Iglesia en Inglaterra. Finalmente, un año después, y tras muchos esfuerzos por parte del monarca, Becket es investido arzobispo.
    Si con esta maniobra Enrique II pensaba controlar al “díscolo” clero inglés, no podía estar más equivocado.
    Desde el momento de su nombramiento como arzobispo, Becket renuncia a su papel como canciller del reino. El arzobispo empezaba a “salirle rana” al rey. Es cuando se dice que pronuncia la famosa frase de “un hombre no puede servir a dos señores”.
    También cambia radicalmente de modo de vida; su riqueza y despilfarro deja paso a la austeridad y a la devoción para con su Iglesia.

    ¡No se vayan todavía, aún hay más!

    Por cierto, Richar, podías sugerirle -así como quien no quiere la cosa- a tu querido pater que se pase por aquí y nos hable de la Reforma gregoriana, y me puntualice y corrija todo lo que tenga que puntualizar y corregir.

  30. pepe dice:

    Que hable también de la iglesia de Soria.

  31. Ascanio dice:

    ¿Esos ronquidos que oigo son de Cavi?

    Bien, sigamos:
    Uno de los principales escollos entre el rey y su arzobispo era la cuestión de a quién le correspondía la jurisdicción sobre delitos cometidos por el clero. En el Medievo, uno de los privilegios de la Iglesia era el de contar con sus propios tribunales, no estando así sometidos a la justicia laica.
    Es aquí cuando entran en juego las famosas Constituciones de Clarendon en las que, entre otros postulados, Enrique II aprobaba que los crímenes cometidos por clérigos serían juzgados por los tribunales laicos. Tomás Becket aprobó verbalmente las Constituciones aunque tanto el rey como el arzobispo sabían que se trataba de un formulismo para clausurar el Concilio, como los hechos demostrarían después. A partir de aquel momento, ambas posturas se hicieron irreconciliables.
    Cuando Becket regresó a Canterbury revocó su autorización y pidió ayuda al papado. Viendo el cariz que tomaban los acontecimientos, el prelado decidió exiliarse a la corte de Luis VII de Francia.

    Sigo.

  32. Ascanio dice:

    Ah, pues sí, es verdad, la Iglesia de Soria. Además, creo recordar que alguna de las imágenes que he puesto la he tomado «prestada» de su web «La frontera del Duero».

    Bien, sigamos aburriendo al personal.

    Desde Francia, y despojado de todas sus rentas, Tomás Becket excomulgó a los prelados que apoyaban al rey.
    Tras abundantes conversaciones, Becket y Enrique II acceden a entrevistarse cara a cara. En en este episodio donde, aparentemente y de cara a la galería, el rey perdona a su arzobispo todas las faltas cometidas y le reitera su amistad.
    Pero a estar palabras tranquilizadoras había que añadir, según la costumbre, un acto más para sellar el acuerdo: el beso de la paz. A esto se negó el rey, y ni Luis VII fue capaz de convencerlo.
    “Monseñor, me parece que no nos volveremos a ver nunca más aquí abajo”, parece ser que fueron las últimas palabras que Becket dirigió a Enrique. Y es que, según la mentalidad medieval, el beso en sí era más importante incluso que las palabras y lo escrito. El vasallo manifestaba su fidelidad al señor colocando sus manos en las de su soberano, quedando éste obligado, en reciprocidad y a través del beso, a corresponderle en forma de protección.

    En Asesinato en la catedral este episodio es reflejado con esta sencillez:
    La paz. Mas no el beso de la paz.

    Tengo que reconocer que, si no hubiese conocido el episodio del beso gracias a Régine Pernoud, el significado de esta frase hubiese pasado totalmente desapercibido para mí.

    El 2 de diciembre de 1170 Tomás Becket regresa a Inglaterra en loor de multitudes. Nada se había concretado sobre las Constituciones de Clarendon, ni tampoco Becket había cambiado de opinión, por lo que todo hacía presagiar la tragedia.

  33. Ascanio dice:

    ¿Todavía queda alguien?

    ¿¿Yuhuuuuu??

  34. Ascanio dice:

    Y con esto acabo:

    El día de Navidad de 1170 Becket pronunció la homilía a la que hace referencia esta obra de Eliot; en ella excomulgaba a varios prelados más y amenazaba de excomunión al propio monarca.
    El 29 de diciembre, los cuatro caballeros mencionados en la reseña irrumpieron en la catedral de Canterbury cuando Becket se estaba preparando para la misa. Según el testimonio de Edward Grim (secretario del arzobispo) sus últimas palabras fueron:
    “En el nombre de Jesús y para la protección de la Iglesia estoy preparado para aceptar la muerte”.
    Pero Grim (en la reseña tenéis el vínculo) nos cuenta además los últimos momentos del asesinato de un modo estremecedor, describiendo cómo los caballeros le asestaron varios golpes con la espada en la cabeza, y cómo uno de ellos la separó finalmente del cuerpo. No voy a entrar en más detalles porque algunos de ellos son ciertamente escabrosos.
    Sólo añadiré unas palabras más de Grim:
    Un clérigo que entró con los cuatro caballeros, […] colocó el pie en el cuello del santo sacerdote y mártir y (es horrible decirlo) desparramó su cerebro mezclado con la sangre por el suelo, exclamando al resto: “podemos abandonar este lugar, caballeros, no volverá a levantarse jamás”.

    En fin, y con esto espero haber saciado la curiosidad de mi querido griego. Y para todos aquellos que hayáis leido esto, espero no haberos aburrido demasiado…

  35. Schwejk dice:

    Estimados contertulios, para nada estaba «rayado» si lo tomamos en el sentido moderno de «enfadado», simple dislexia visual, como ya habéis indicado más arriba. «El león en invierno» fue de las primeras películas que compré en vhs. Y menos mal que consulté el imedebé, porque mi primer impulso fue indicar que el actor era Laurence Olivier…

    Excelente tu reseña, Ascanio, pero si me permites me ha gustado mucho más tu resumen de los hechos.

    Saludos cordiales

  36. cavilius dice:

    Zzzzzzzz….hmmmmeinnn?

    Bueno, Ascanio, ¿no piensas contestarme o qué?

  37. ARIODANTE dice:

    Tranqui, Schwejk, como he sido yo la que lo ha dicho, contesto: era una manera jocosa de señalarte una equivocación en cuanto a los protagonistas. Nada de enfados ni dislexias. A veces intento hablar con un lenguaje juvenil y meto el remo.
    Lawrence Olivier ha hecho otros Eduardos y Enriques, pero creo que éste, no.

  38. Valeria dice:

    Yo no me he aburrido. Nadita de nada.
    Aunque estaba realmente preocupada, imaginando que ante tanto sonido de teclado se despertase rugiente el azul piufodragón dormido…. ¡qué miedo!

  39. Koenig dice:

    Bueno, pues llego un poco tarde, pero al haber tenido la ocasión de leer el hilo de corrido lo he disfrutado mucho mas. Tanto la reseña inicial (realmente tan magnífica que me da un poquito de envidia) como las explicaciones posteriores.

    La verdad es que no he leído nada de Elliot (se ve que no escribe de batallas), pero todo se andará. Aún recuerdo con cierto horror mi última incursión en el teatro inglés, leyendo una edición, en inglés original, del Enrique V. Duro, duro.

    Parabienes pues Ascanio. Y con respecto al primer párrafo, quítalo, así no se notará tanto cuando te imite el estilo.

    Saludos.

  40. Clío dice:

    Ves, como lo de erudita te venía bien, y además de erudita, amena y clarificadora la explicación.

  41. ARIODANTE dice:

    ¡¡¡Tooma ya, canelita en rama!!! ¿Será por flores, Ascanio, guapa? Anda que no podrás quejarte. La reseña y las explicaciones posteriores nos está dejando a los demás en pañales. A ver qué hacemos para recuperar nuestro nivel, después de esto.

  42. Ascanio dice:

    Qué barbaridad, menuda panda de aduladores estáis hechos; parecéis los tentadores de Becket, so exageraos.
    Oye, Clío, como sigas insultándome te vas a enterar.
    Koenig, ¿estabas de promesa o de penitencia, jomío? Porque eso de leerse Enrique V en versión original debe ser para expiar un pecado muy, pero que muy grande.

  43. Anthos dice:

    Me honra muchísimo, Ascanio, que una imagen de mi web haya merecido ser seleccionada por tí para ilustrar tan admirable reseña. Gracias.

    En cuanto a las pinturas de la iglesia románica de San Nicolás de Soria que representan el asesinato de Tomás Becket no comparto la opinión vertida en los artículos enlazados en la reseña y en los comentarios sobre su atribución a un deseo explícito de Leonor Plantagenet. Se ha exagerado siempre la vinculación de los monarcas castellanos Alfonso VIII y Leonor con la ciudad de Soria. Salvo el protagonismo que sin duda tuvo esta ciudad en la turbulenta infancia del rey huérfano, superado el trance de su fracasado rapto por Fernando II de León, no se conoce intervención alguna del Alfonso VIII en Soria como no sea el otorgamiento al concejo de la villa del «Fuero extenso», privilegio que confirió también a otros muchos lugares de su reino. De la relación de Leonor con Soria no da la historia ninguna referencia. De otro lado, debe tenerse en cuenta que la iglesia de San Nicolás, de hechura protogótica, hay que datarla por sus rasgos estilísticos en años bien entrados del siglo XIII. Tanto Alfonso como Leonor murieron en 1214, época en la que la iglesia estaría en construcción, siendo las pinturas murales, lógicamente, aún más tardías. En fin, que cuando se pintaron aquellas escenas del sacrílego asesinato ya hacía años que había fallecido Leonor Plantagenet quien, por otra parte, nunca dio síntomas de acordarse de Soria.

    En Castilla estuvo muy extendido el culto y devoción a Santo Tomás de Canterbury, por lo que no es de extrañar que los paramentos de la iglesia de San Nicolás se decorasen con pasajes alusivos al mismo. La imagen a la que antes me he referido, a la que Ascanio ha puesto un enlace más arriba, es una muestra de lo dicho: un magnífico relieve un tanto deteriorado que forma el antipendio del absidiolo izquierdo de la iglesia de San Miguel en Almazán, villa con la que nada tuvo que ver la reina consorte castellana.

  44. Aretes dice:

    Pero qué bien habla, digo escribe, este hombre…

  45. Ascanio dice:

    Gracias, queridísimo y admiradísimo Anthos por adornar con tu sapiencia esta mi humilde reseña. (Sí, Pepe, otra vez me he excedido en el barroquismo).
    ¿Sabes si esa iglesia está abierta al público? Es que Soria es una de nuestras asignaturas pendientes, y me interesaría muchísimo ver esa pinturas. Es curioso como puede cambiar tu modo de ver una pintura cuando sabes a qué hecho se refiere o el contexto en que se realizó. Las cosa se ven diferentes cuando uno ha leído acerca de ellas.

  46. Anthos dice:

    Lo que queda de la iglesia de San Nicolás no son sino los muros de la cabecera, algunos lienzos del lado sur y el arranque de la torre, de forma que se trata de unas ruinas a pie de calle abiertas y permeables a cualquiera. Las pinturas han estado siempre protegidas -es un decir, pues poca protección les daban- por unos paneles que las ocultaban a la mirada de los visitantes. En esta foto se puede observar cómo aprovechando la mayor anchura de la nave con respecto al presbiterio existe una capillita, ahora cegada, en la que se encuentran las pinturas. Con las pretendidas obras de restauración y conservación no sé exactamente cómo está todo eso a día de hoy (la foto es de hace dos años).

  47. Ascanio dice:

    Muchas gracias, Anthos. Prometo que en mi próxima visita a Soria (que espero sea pronto) iré a echarle un vistazo a las pinturas.

  48. Tarquinia dice:

    Con humildad y un poquillo de vergüenza, me incorporo al foro……

    1. la reseña es una pasada, bien escrita y bien narrada
    2. la obra de teatro del Sr. Eliot (aunque és como persona y personaje no nos caiga bien) es una maravilla del arte dramático. Aglutina en 90 minutos todo el siglo XII inglés.
    3. La película «El león en invierno» es un maravilla del 7o arte, de las que te hacen entender lo que el cine puede aportar a la cultura y al conocimiento de la historia y de la realidad.
    4. Becket, los Plantagenet, Leonor de Aquitania, Enrique II, Ricardo Lionheart, Juan sin tierra,… un tiempo tan hermoso como terrible y apasionante para los que nos gusta la historia.

  49. Ascanio dice:

    Cuánto tiempo, Tarquinia mía.
    1. Tú sí que eres una pasada de exagerada.
    2. De acuerdo contigo en la obra. Sobre el autor… la verdad es que no tengo opinión sobre él como persona; ni buena ni mala.
    3. Debería volver a ver la película. Hace tanto tiempo que ya ni me acuerdo (excepto la de Glenn Close, que vi hace poco).
    4. Pues sí, una época maravillosa y terrible, con unos personajes de leyenda.

    Un (humilde y vergonzoso) abrazo.

  50. Pablo Rene dice:

    @Anthos:
    Podrías ampliar más el tema de Alfonso VIII por favor.

  51. Anthos dice:

    Supongo, Pablo Rene, que te refieres a la relación de Alfonso VIII con Soria a la que se ha hecho referencia más arriba.

    En efecto, Soria fue protagonista de un episodio histórico que la vincula estrechamente con Alfonso VIII. Huérfano éste a la edad de tres años (1158), quedó encomendada su tutoría a Gutierre Fernández de Castro. La tutela del rey niño era asímismo ambicionada por la poderosa familia de los Lara. Manrique de Lara consiguió arteramente que don Gutierre entregase su pupilo al alférez mayor de Castilla García Garcés de Aza, a través del cual lo obtuvo para sí. Con objeto de ponerlo a resguardo de los Castro, que intentaron recuperarlo incluso solicitando el auxilio del rey de León Fernando II, lo llevaron a Soria, villa segura por sus fuertes defensas y alejada del vecino reino leonés. Allí permaneció el futuro rey custodiado por un fiel deudo de los Lara del linaje de los Santa Cruz. Fernando II, pretextando acudir a la llamada de los Castro, pero impulsado más bien por intereses propios, pues retener en su poder a su sobrino Alfonso era tanto como disponer del reino de Castilla, se presentó en Soria tras haber obtenido la adhesión de Burgos y Toledo. Una vez allí reclamó al niño Alfonso, mas confabulados los sorianos lograron ponerlo a salvo por medio de don Pedro Núñez de Fuentearmegil, quien en continua galopada lo trasladó a San Esteban de Gormaz, de donde, a su vez, Nuño de Lara lo llevó a Atienza. Siempre se ha asegurado que Alfonso VIII guardó un especial reconocimiento a Soria por aquella intervención, y que cuanto hizo luego el rey en favor de la villa responde a ese ánimo de gratitud. Puede que así lo sintiese «in péctore» pero nunca se explicitó en documento alguno ni hay pruebas de la manida predilección del monarca por Soria. En este sentido, Blas Taracena y José Tudela dicen en su Guía de Soria y su Provincia que «Alfonso VIII no olvidó este servicio, y más adelante dio a los sorianos el privilegio de no salir a campaña sino con la persona del Rey», pero esto mismo se lo atribuye Antonio Pérez Rioja a Fernando IV cuando afirma en su obra Crónica de la Provincia de Soria que dicho rey concedio en 1304 privilegio «para que los caballeros y escuderos sorianos no pudiesen salir a campaña a que no asistiesen el rey o el príncipe heredero».

    Lo cierto es que Alfonso VIII, en un acto que no tiene nada de extraordinario ni supone un singular favoritismo, otorgó al Concejo de la villa el «Fuero extenso» en fecha indeterminada no anterior en ningún caso a 1190 ni posterior a 1214, año en el que murió el rey. Este texto legal en unión del «Fuero breve» consentido en su día por Alfonso I el Batallador, compendiados y ampliados, sirvieron de base para el «Fuero Real» que concedió Alfonso X el Sabio en 1256 y que perduró durante varios siglos.

  52. «Santo Tomás Becket quedaría sorprendido de lo poco que ha a cambiado el mund». Bella frase que leo y recuerda, el» Vanidad de vanidades todo es vanidad una generación va y otra viene , el sol sale y el sol se traspone y no hay nada nuevo bajo, mas la tierra siempre permanece» . El libro de Eliot , lo he leído en el año 1977, lo estoy releyendo . El prologista de la edicíon que poseo dice lo siguiente »Uno de los más bellos logros teatrales de nuestro tiempos»iclaro es una obra de tetro excelente pero para m iel Eliot preferido es el poeta de» Miercóles de Ceniza» : nunca olvido su verso que dice » Como ya no confío en volver nuevamente …», Eliot le dedico mas tiempo a los poemas inagurando la poesía l conversacional, adémas gran ensayista. Hay varios íngleses que han escrito obras teatrales geniales como G.B: Shaw y su| Santa Juana por ejemplo,tenemos a Oscar Wilde,y Eugenio Oneill , entre otros en el idioma de Shakespeare. Debo agregar, recuerdo de este libro me hizo ver visiones, fue como si viera un filme. En Cuanto su reseña puedo opinar que la palabra justa es , esta bien centrada.

    Jorge López Zegarra

  53. Belen dice:

    Una obra religiosa magnifica, y no muy conocida por mucha gente. Yo tuve la suerte de poder asistir hace unos años a la puesta en escena por la Compañia de Teatro Clásico de Cordoba «Teatro Par». Obra que volverán a representar este año los dias 3 y 4 de Junio en el interior de la Mezquita-Catedral de Córdoba. Un lugar privilegiado para una obra cuyo argumento se desarrolla entre el interior y exterior de la catedral de Canterbury.

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