ARISTÓTELES Y LOS SECRETOS DE LA VIDA – Margaret Doody

Aristóteles y los secretos de la vidaEn efecto, los hombres, ahora y desde el principio, comenzaron a filosofar al quedarse maravillados ante algo, maravillándose en un primer momento ante lo que comúnmente causa extrañeza y después, al progresar poco a poco, sintiéndose perplejos también ante cosas de mayor importancia… Ahora bien, el que se siente perplejo y maravillado reconoce su ignorancia.”
Aristóteles, Metafísica

Él era tracio, como los caballos. Nació en una ciudad que fue arrasada por un tuerto que luego le dio casa y trabajo, y reconstruida por un mozalbete cuya muerte causó que le echaran de otra. De jovencillo estudió en una academia fundada tiempo atrás por un viejo idealista que estaba siempre en las nubes; quizá por ello se quedó allí unos veinte años, hasta que el idealista murió y él tuvo que ser realista y emigrar al este. Casó con la supuesta hija de su suegro, quien luego, por tener tratos con aquél que le diera trabajo, habría de morir a manos de quienes más tarde fueron escarmentados por el mismo que reconstruyó la ciudad del tracio, que además era hijo de aquel que le empleó. El tracio, quien por cierto, con el correr del tiempo descubrió que había dejado de ser tracio y se había convertido en macedonio, vivió una temporada entre lesbianas y lesbianos hasta que le ofrecieron aquel mencionado trabajo, pero le duró poco tiempo. Por algún extraño secreto de la vida, el ex-tracio quiso volver donde había estudiado para montar su propio negocio; pudo hacerlo en un lugar próximo a un bosque de lobos, y allí estuvo paseándose durante años y años hasta que empezaron a quererle mal los mismos que le habían dejado montar el negocio, al enterarse éstos de que el que reconstruyó la ciudad del ex-tracio, a quien tampoco querían bien, había muerto. El ex-tracio lamentó aquella muerte tanto más por cuanto empezó a temerse la propia, y decidió cambiar de aires: dejó los lobos por los toros de buena crianza, y se fue a una isla a acabar sus días.

Pero antes de acabarlos, antes de cambiar de aires, antes incluso de que empezaran a quererle mal, el ex-tracio hizo un viaje con un amigo (con quien ya había vivido en el pasado dos aventuras tan emocionantes como la que ahora les aguardaba) para ayudarle a encontrar al hermano de la mujer con la que él quería casarse; luego esta búsqueda fue lo menos importante, ya que una serie de crímenes que se fueron produciendo a lo largo de su peregrinaje hicieron que el ex-tracio y su amigo se dedicaran más a estas pesquisas que a las del paradero del futuro cuñado. Siempre sin demasiado sobresalto y con una calma propia de alguien que había cambiado la tracia por la macedonia, las investigaciones se fueron llevando a cabo con una parsimonia tan diluida como el vino en el agua de una crátera, de modo que la aventura fue transcurriendo con la misma tensión que tendría el arco de Odiseo en manos de su porquero. En algún momento el ex-tracio y su amigo temieron por sus vidas, especialmente cuando el primero fue sometido a la insoportable tortura de ver cómo un libro era lanzado al proceloso mar página a página; tal momento de dramatismo supuso una dura prueba para el ex-tracio, como supondría para cualquier lector leer tal suceso si alguien se decidiera a volcar la historia al papel.

Esa decisión, la del volcado, fue tomada en algún momento de su vida por alguien que ya antes había transcrito las otras dos aventuras vividas por el ex-tracio y su amigo, requiriendo la labor tantas páginas como sin duda podrían salir de los árboles de aquel bosque de lobos junto al que el ex-tracio paseara. Y si la intención al crear tal saga literaria fuera hacer recordar al eventual lector aquella otra, ya centenaria, de un violinista fumador de pipa y su fiel amigo aunque doctor, vale decir que en efecto lo consigue, pero más por añoranza que por semblanza. La sagacidad del ex-tracio, cualidad ésta que en tal tipo de lances como los descritos tiene un terreno abonado para poder brillar, y más aún siendo el ex-tracio quien se le hace ser, parece excesivamente… patética. Sin duda no es por esta razón que la posteridad haya conocido al ex-tracio como el peripatético, pero esa posteridad, a poco que haya tenido noticia del ex-tracio histórico, probablemente esperara un mayor lucimiento en el ex-tracio figurado. A través de las páginas (muchas, muchas páginas) se respira un agradable aroma a mármol pentélico, a campos áticos y a mar egeo, un mar en el que es difícil no ver tierra se lo navegue como se lo navegue; todo ello origina en el lector una ligera predisposición a la ensoñación más allá del espacio y el tiempo. Pero los sucesos que en este marco tan bien apuntalado viven y padecen el ex-tracio y su amigo, aunque cuentan con vías y recursos para ocurrir y avanzar con la normalidad y fluidez de la vida misma, se mueven renqueantes y con cierta arritmia; pese a tener muchas patas, parece como si faltara alguna, como si se tratara de una araña coja. La tentación de darle un pisotón se acrecienta a causa del (peri)patetismo del ex-tracio, cuya definición como personaje se queda a medio camino entre dos intentos contrapuestos y fallidos: por un lado, el de recoger el hechizo que debería causar en el lector su fascinante figura histórica; y por otro, el de deshacer tal hechizo y hacer de él alguien sencillamente humano. Entre una cosa y otra, el ex-tracio parece un borrón nebuloso en el cuadro, como lo parecen también el resto de personajes, que no acaban de recibir las pinceladas finales.

Pues si no fuera el ex-tracio quien pretende ser, y no fueran tan abundantes los árboles de aquel bosque de lobos, el relato no parecería aspirar a ser nada más que a lo que realmente parece ser: un simple divertimento de sobremesa con misterio incluido. Y puesto que el parecer y el ser rara vez son la misma cosa, como tampoco lo son el ser en potencia y el ser en acto, y puesto que, en principio, los libros están para ser leídos y los seres humanos estamos para leerlos, en este caso no queda sino el consuelo de la filosofía, es decir, reconocer la perplejidad y maravilla que nos causa la lectura de las aventuras del ex-tracio, y acogerse al título que las preludia cual si fuera un oráculo pitio. Sólo mediante ese esfuerzo metafísico podrá admitirse que más allá de la simple arbitrariedad en la elección de la historia, en la del personaje, en la del título e incluso en la del número de árboles del bosque, debe de haber algo que se nos escapa, algo que forma parte de los secretos de la vida.

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18 comentarios en “ARISTÓTELES Y LOS SECRETOS DE LA VIDA – Margaret Doody

  1. rafa dice:

    En cuanto a los secretos de la vida leí una vez que esta era demasiado corta para vivirla seriamente y demasiado larga para echarla a perder,entonces entre ambos extremos anda «los secretos de la vida»

  2. Valeria dice:

    Veamos:

    Sé quién es el tracio convertido en macedonio y denominado luego luego «ex-tracio».
    Ya adiviné el nombre del tuerto.
    Y quién es su hijo.
    Y a quien llama viejo idealista (Sí, si, idealista…)
    Pero ni ideal del amigo del ex-tracio figurado. ¿Debería conocerle?. Por cierto, ¿quién quería casarse, el tracio , o el amigo?

    Aaaanda, que ya entendí algo por fin: «parsimonia tan diluida como el vino en el agua de una crátera, de modo que su aventura fue transcurriendo con la misma tensión que tendría el arco de Odiseo en manos de su porquero» ¡Claro, Penélope, Ulises, el arco de Ulises….! ¿Pero el porquero no era el de Agamenón? Menudo lío. ¿Le arrebataría Agamenón el porquero a Odiseo como botín?

    Peripatética me estoy quedando yo, en potencia y en acto. Y encima no me acuerdo de cómo se pone la cursiva.

    ¡Lo sé, lo sé, el violinista fumador en pipa y su amigo! Es Basil, el ratón superdetective. Creo que aún está esa peli por casa.

    ¿Y todo esto, para decir que no te ha gustado?
    Original sí, claro. No lo voy a negar.
    ¿Y al final se casó alguien?

  3. Jerufa dice:

    ¡Joder con la reseñitaaa!

  4. Ascanio dice:

    Entonces no te ha gustado, ¿no?
    ¿Y esa araña coja es la que ibas a mandarme a mí? ¿La de mis peores pesadillas?

  5. Aretes dice:

    Y a mi que me gusta como escribe este griego…

  6. cavilius dice:

    Hola a todas y a todos.

    Gracias, Aretes. Tú sí que me comprendes.

    Yo no diría tanto como que no me ha gustado. Sólo es que el libro me parece demasiado largo, que la trama de misterio me parece demasiado floja, que los personajes me parecen demasiado artificiales. Si no hubiera tantos «demasiado», el libro puede llegar a gustar, como puede gustar por ejemplo una película de sesión de tarde de esas que vemos empezar, echamos la siesta un ratito y justo antes de acabar nos despertamos, vemos cómo termina y no nos importa habernos perdido una hora.

    ¿Me he explicado? Creo que no.

  7. Ascanio dice:

    Pues sí, te has explicado chupi-bien.

  8. cavilius dice:

    ¿A que sí? Es lo mismo que pasa con la reseña ésta: mucho rollo, mucho tracio por aquí y bosque de lobos por allá, total para decir que al final, ni fú ni fa.

    Tú sí que me comprendes también, Ascanio.

  9. Valeria dice:

    Que sí, hombre, que te explicas muy bien. Bueno, sigo sin saber qué es el mármol pentélico y si hubo boda al final. Pero todo lo demás, clarito, clarito.

  10. cavilius dice:

    Es el mármol que sacaban de las canteras del monte Pentélico, cerquita de Atenas. Y boda, creo recordar que no, pero quedaron todos muy contentos.

    Tú sí que me comprendes también, Valeria.

  11. Aretes dice:

    Para que luego digan que eres un incomprendido en un olivo…

  12. Valeria dice:

    Mimos, todo mimos.

  13. Arauxo dice:

    (Dios mío, ni siquiera con un papel y un boli logro enterarme. Y llevo tres lecturas… Debe ser que soy un ignorante en cuestiones helénicas. Están locos estos griegos…)

  14. cavilius dice:

    Me alegro de que te haya gustado, Arauxo. Tú sí que me comprendes de verdad.

  15. Valeria dice:

    Esto suena a contestador automático.

  16. enriazahar dice:

    Es muy dificil escribir sobre los griegos, en especial el macedonio, pero quien lo lleva a un libro en el siglo XXI, felicidades,nos dejo jodido con su lógica y sus analíticos, segui escribiendo.

  17. ivonne dice:

    y estos son secretos de la vida? som excelentes las obras de aristoteles me gusta leer lo de el bueno esto lo tube q leer 2veses para entenderlo bien! brabo

  18. diego dice:

    este libro ayudara mucho

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